viernes, 30 de diciembre de 2011

Eugenio d'Ors y la fenomenología

Retrato de Eugenio d'Ors, por Ramón Casas

En El secreto de la Filosofía (1947) su obra de pensamiento más ambiciosa y una de las más importantes de la filosofía española del siglo XX, Eugenio d'Ors dedica el IV capítulo de su lección XII, dedicada a la "Teoría del saber", a la Fenomenología. Para su crítica empieza dilucidando el significado que el término "fenómeno" tuvo en los idealismos kantiano y hegeliano: Kant entendió por "fenomenología" el capítulo de la metafísica de la naturaleza que concibe el movimiento y el reposo sólo en relación con el mundo de la representación; o sea "a la modalidad" y, por consiguiente, como fenómeno de los sentidos externos. Por su parte, Hegel llama "fenomenología" a la evolución del espíritu (nosotros diríamos más bien a su manifestación histórica o panlogista), desde la sensación a la conquista del Absoluto. Sin embargo, Husserl -"insuficientemente irónico", le describe d'Ors-, da un nuevo sentido al término, como objeto de una intuición pura, trascendental y esencialista.

Cuando d'Ors publica su libro -tal y como él mismo atestigua-, la fenomenología ha conocido ya su auge y boga, y padece ya cierto descrédito favorecido incluso por quienes se forjaron como filósofos en su tradición (Heidegger). D'Ors la emprende a un tiempo contra la Logística y contra la Fenomenología. El saber que sólo pretende componerse de abstracciones es la Logística; el que sólo quiere atenerse a intuiciones, la Fenomenología. Ni la una ni la otra son válidas, pero ni siquiera posibles, porque ningún saber auténtico puede reducirse ni a pura abstracción ni a pura intuición.


D'Ors comparte con Poincaré la intuición que luego Gödel convertiría en un famoso teorema: El lenguaje algorítmico, como ideal estrictamente científico (o técnico, diría yo), resulta altamente apreciable, aunque inalcanzable. Y el panlogismo en filosofía –more algebraico- es una empresa ilusoria y equivocada, porque el órgano de la filosofía no es la razón, sino la inteligencia, ni se compone de conceptos abstractos, sino de ideas concretas, o sea, de palabras. Pero tampoco la constitución de la Filosofía como Fenomenología es deseable, ya que no puede olvidarse el elemento conceptual presente en toda “idea”. Sin sistema no puede haber filosofía.

La crítica del español a la Fenomenología resulta particularmente incisiva. Explica su autor que la ambición de Husserl era triple: 1) quiso encontrar fenómenos de conciencia puros  e inmediatos; 2) prescindir en los mismos de cualquier función representativa, de cualquier alusión objetiva[1]; y 3) pretendía con estos elementos aislados formar un sistema, una verdadera doctrina filosófica. 

Pero...

1º) sólo balbuceando sería posible escapar a la “contaminación” de elementos conceptuales, que traen consigo el léxico, la sintaxis y hasta la prosodia y la ortografía, por no hablar de la tinta, el papel, la división de páginas…;

2º) no podemos conceder a los puros contenidos de conciencia una sustancialidad real sin referencia a un mundo representado por ellos. No podemos cancelar el problema de la correspondencia entre fenómeno y noúmeno, ni las sensaciones –o las abstracciones- son verdaderas por el hecho mismo de su existencia. Además, d’Ors, al contrario que la Fenomenología, admite la existencia de entidades mixtas, pues ni representación ni abstracción se dan en estado puro, sino en conjunción. El fenómeno, más que una "entidad sustantiva" (error fundamental de la Fenomenología), es una convención;

3º El saber fenomenológico es imposible como sistema, porque el saber no sólo se forma con contenidos de conciencia, sino también con relaciones. El saber se compone de juicios, y resulta imposible formular juicio alguno sin el intermedio de una alegación de realidad.

A parte de las proclamas con que los fenomenólogos justifican su posición teórica, cuando llega la hora de la verdad, cuando se trata de producir un estudio fenomenológico, sus esfuerzos quedan en fragmentarismo ensayístico, en ese "género vicioso" (el ensayo) en que el autor fija arbitrariamente los límites donde se encierra su disertación, pudiendo decirse que la Fenomenología es el arte gracias al cual ciertos filósofos escriben sin amenidad y sin precisión sobre aquellas cosas de que los poetas escriben sin precisión, pero con amenidad, y los hombres de ciencia con precisión, aunque sin amenidad… Además, en “nuestro tiempo” (hacia mitad del XX), el existencialismo le ha usurpado este papel. 



[1] Eugenio d'Ors ve cierta analogía entre la ascética fenomenológica de la epojé (ascesis que ni siquiera se molesta en citar por su nombre técnico) y la via purgativa de los místicos… Ni que decir tiene que toda esta ascética es muy contraria al esteticismo orsista.

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