martes, 17 de enero de 2012

El platonismo de la "teoría de las catástrofes"


La gran lira del universo, según R. Fludd
(Mersenne, L'harmonie universelle, 1636)
René Thom es considerado como el padre de la "teoría de las catástrofes", pero esta denominación espectacular fue inventada por E.C. Zeeman, aunque Thom fue quien escribió y publicó en 1972 Stabilité structurelle et morphogenèse, que en 1983 fue completada y revisada por su autor, y despertó un importante eco científico, por su aplicación en diversas ciencias, tanto naturales (geología, biología...), como humanas (sociología, etología, etc.).

Se trata de una teoría que describe con modelos matemáticos un cierto número de fenómenos discontinuos, por ejemplo, las “transiciones de fase”, es decir, el modo en que una sustancia pasa súbitamente del estado líquido al gaseoso, o el modo en que un perro vacila entre la cólera y el miedo, el ataque o la huida. Si el perro sólo tiene miedo, huye; si sólo está encolerizado, ataca. Pero estos dos estados pueden manifestarse de una manera más compleja, de modo que la cólera deje paso progresivamente al miedo o inversamente; aparecen así comportamientos “catastróficos”, dramáticos, caracterizados por cambios bruscos (v. diagrama infra).

En su obra Parábolas y catástrofes (Tusquets, 1985), Thom considera su teoría no sólo como una metodología, sino también como una hermenéutica. El término “hermenéutica” se aplica específicamente al arte de interpretar los textos sagrados. El autor piensa que la suya introduce una mejor comprensión de los arcanos de la naturaleza que el mecanicismo materialista y reduccionista de la ciencia convencional, porque predecir no es comprender. La matemática es "el testimonio impecable del idealismo de la naturaleza. La vida suprema es matemática. Todos los mensajeros divinos son obligatoriamente matemáticos". Y es aquí donde Thom rebasa con creces los límites de las matemáticas para hacer filosofía, e incluso metafísica, remitiéndonos al idealismo platónico.
Ilustración de Zeeman que figura en
Paraboles et catastrophes, Flammarion, 1983

Como para el ateniense, para Thom, las realidades “materiales” que percibimos (o creemos percibir) no deben a sí mismas su propia inteligibilidad y hemos de elevar el alma hacia el conocimiento auténtico. Así que para llegar al ser mismo hay que captar estructuras trascendentes. Frente al materialismo..., ¡el formalismo matemático!, o, mejor, la “morfología”, el estudio de las formas más generales posibles, pues “hay numerosos accidentes morfológicos que aparecen de un modo totalmente independiente de las entidades implicadas”. Dicho de otro modo: las Formas fundamentales tienen prioridad sobre los sustratos particulares de los objetos concretos.

Thom afirma que existen arquetipos, que asimila al logos que estructura la realidad con un dinamismo propio. O sea, que los objetos propios de la “teoría de las catástrofes” son entidades bastante semejantes a las ideas platónicas, con un toque organicista. De hecho, Thom considera a los conceptos como una especie de seres vivos, como organismos con un cuerpo en el espacio semántico. La misma forma arquetípica puede imponerse, analógicamente ("paraboles", analogías) a realidades muy diversas, por ejemplo, Thom asocia la noción gramatical de “sujeto” con la de endodermo y la de “objeto” con la de ectodermo. Las formas serían primeras (archai, hubiera dicho Platón) y se impondrían desde el exterior a la materia.

Desde el platonismo, Thom reivindica una concepción más global (holista) de la ciencia, frente al especialismo analítico y reduccionista. En este sentido, además de con Platón, su filosofía entronca con la tradición idealista del romanticismo, de un Goethe, por ejemplo, a quien cita: “Lo viviente puede ser separado en sus elementos; pero entonces ya no es posible recomponerlo y animarlo”… “No es posible imaginar cuanto hay de muerto y mortífero en las ciencias”.

No es de extrañar que esté dispuesto a rehabilitar científicamente la “causa formal” de Aristóteles. Para Thom, los físicos creen demasiado en la materia y las fuerzas. Su esquema explicativo típico consiste en el choque de partículas, pero esta presuposición es ingenua, pues “no hay razón alguna para pensar que el estatus ontológico de la fuerza sea más profundo que el de la forma”. Frente al contubernio de la ciencia con la tecnología y con la industria, René Thom apuesta por la remodelación del “ideal de conocimiento”, más allá de sus utilidades prácticas o sus intereses económicos, apelando a la imaginación especulativa y a la audacia teórica para desarrollar concepciones más globalistas (holistas) del misterio profundo de la vida en el universo.

Resulta a este respecto muy interesante su concepción (oriunda de Heráclito de Éfeso -"la guerra es el padre de todas las cosas-), de la lógica de las formas (morfología), como resultado de un flujo incesante de tensiones: “Toda morfología –sentencia- es el resultado de un conflicto”. 

Nota bibliográfica
Pierre Thuillier. "¿Está la ciencia actual en un callejón sin salida?". Mundo Científico, nº 36.


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