lunes, 20 de mayo de 2013

Ortega versus Unamuno. Vida y razón




Si Unamuno opone básicamente la razón a la vida; Ortega busca su armónica integración. Para Unamuno, el hombre de carne y hueso que filosofa lo hace con la voluntad y el sentimiento. La filosofía es para el españolísimo vasco ciencia de la tragedia de la vida, reflexión de su sentimiento trágico. Este sentido dista mucho del sentido jovial que propone Ortega para el pensar racional: del patetismo agonístico (Unamuno) al deportivismo heroico (Ortega).

Ortega reprochó siempre al existencialismo (corriente en la que muchos incluyen a Unamuno) su complacencia con las formas melodramáticas y equívocas de filosofar, así como su reducción de la filosofía a mero compromiso o testimonio de creencias (engagement). Para Ortega importa más la verdad que el compromiso, si bien las verdades valen, sobre todo, para autentificar la vida. Por eso, la filosofía es un ejercicio de contemplación no exento del tono vital propio de Jove,  o sea de Júpiter: la jovialidad, el aire de fiesta fundado en el impulso erótico hacia lo perfecto.

Como Unamuno, Ortega parte también del hombre de carne y hueso, pero para el madrileño el carácter problemático de la existencia inmediata exige de la filosofía una práctica salvadora, la búsqueda de la seguridad que procede de la claridad del concepto, es decir, el régimen de la libertad, pues la autosuficiencia, autarquía y autonomía, no es posible sino mediante la posesión de la circunstancia que procura el descubrimiento de un sentido por parte de la conciencia. La filosofía realiza así el apetito de libertad que germina ya, como un obscuro deseo, en el germen mismo de la vida. La filosofía es el método de la libertad. Por eso, como decía Platón, “sólo filosofan los hombres libres”. La filosofía eleva a conciencia el contenido sustancial de la vida.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Götzendämmerung




“Ninguna cosa en la que no intervenga la petulancia sale bien”
F. Nietzsche.
Götzen-Dämmerung oder 
Wie man mit dem Hammer philosophirt.

El Crepúsculo de los ídolos fue probablemente escrito por Nietzsche en 1887, cuando vivía, como un anacoreta, en la alta Engadina, en Sils Maria, en el cantón de los Grisones, al este de Suiza. En 1888 decidió publicar este librito como un compendio de su filosofía. La obra se llamaría “Ociosidad de un psicólogo”. Según un fragmento inédito de 1888 Nietzsche entiende en esta época el nihilismo como una especie de ociosidad, como la creencia de que no existe ninguna verdad: “un gran baño y un relajamiento de los miembros”[1].

La palabra “nihilismo” tiene un valor ambiguo en Nietzsche. ¿Es Nietzsche un nihilista?, ¿un negador del ser, la verdad y el bien? En cierto sentido sí, en cierto sentido no:

a) Denuncia lo que él considera el “nihilismo cristiano”, el ascetismo de los que reniegan de la vida, de la naturaleza y de sus instintos, por resentimiento o por debilidad. De esto modo, las categorías del “ser verdadero” son signos del no-ser y de la nada, pues inventar otro mundo expresa el recelo contra el devenir. También la ciencia –denuncia Nietzsche- es nihilista, pues momifica el devenir con su columbario de conceptos (metáforas desgastadas).

viernes, 3 de mayo de 2013

Hegel: reflexión crítica y transformación de la historia



Un análisis de Hegel


Para el profesor Pedro Cerezo[1] es injusto interpretar el modelo especulativo de la filosofía hegeliana como un idealismo contemplativo y reaccionario. La descalificación del idealismo de Hegel se ha centrado en su consideración como:

1. Visión: La especulación hegeliana se ha descalificado como un mero reflejo, a modo de espejo (speculum), la contemplación pasiva de un orden racional o presuntamente racional ya dado en lo acaecido en la historia, un simple re-conocer (y de paso justificar) lo ya acontecido (“todo lo real es racional”).

2. Construcción: Se ha descrito negativamente la filosofía de Hegel como un pensamiento en el vacío, fantasmagórico, una especie de construcción subjetivo-ideal del mundo.

3. Manipulación: Y partiendo del significado mercantil del término “especulación”, como acción que altera el sentido de lo real, se ha visto en su dialéctica del espíritu una modificación ideal, una mistificación, que asigna un nuevo valor, irreal e imaginario, a las cosas.
O sea, el idealismo absoluto quiere hacer pasar sus visiones por realidades (1.), confunde la lógica de su pensamiento con la génesis de lo real (2.) y sublima lo real para hacerlo compatible con la dinámica de la idea, para asignarle un plus de sentido y valor que fuerce a reconocer que las cosas sean tal y como aparecen en el cielo de la visión reconciliada del espíritu (3.).