tag:blogger.com,1999:blog-18463119103624043952024-03-26T11:14:07.284+01:00A PIE DE CLÁSICOAnálisis de ideas, crítica y comentario de textos clásicos. José Biedma López, Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación (Universidad de Granada).José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.comBlogger186125tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-67860266468681784492024-03-26T11:13:00.000+01:002024-03-26T11:13:32.979+01:00LA MORAL DEL HÉROE<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCkF7lys-NjztrsvMjQCC5rAszjpEQs06Ln00650pCgyI0Fdt_xjrO-alqF9sKnAse1Sam20G2PISBZAGKddGKOGtEgzxg2CvD9tjtwJtozWYFKJUPR1NPosTyyOLQlr_7xEMvHVoMfKwgRI911-qpbSw3zt66xLK3zSPI6u8EukVx18YVth4fHPIVaRc/s703/Ortega-y-Gasset.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="627" data-original-width="703" height="285" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCkF7lys-NjztrsvMjQCC5rAszjpEQs06Ln00650pCgyI0Fdt_xjrO-alqF9sKnAse1Sam20G2PISBZAGKddGKOGtEgzxg2CvD9tjtwJtozWYFKJUPR1NPosTyyOLQlr_7xEMvHVoMfKwgRI911-qpbSw3zt66xLK3zSPI6u8EukVx18YVth4fHPIVaRc/s320/Ortega-y-Gasset.jpg" width="320" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">José Ortega y Gasset (1883-1955)</td></tr></tbody></table><span style="font-family: arial;"><br /></span><span style="font-family: arial;"><b>Autenticidad en comunicación</b><br /><br />El pensamiento ético de Ortega se desarrolla en polémica </span><span style="font-family: arial;">con el utilitarismo positivista y el formalismo idealista. Para Ortega, la salud moral sólo puede venir de la exigencia de <i>veracidad</i>; el juicio moral sólo puede acreditarse como veraz y salvarse del riesgo de la obstinación dogmática si se mantiene abierto al otro y dispuesto a corregir la propia posición, antes de que cristalice como absoluta. </span><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">La exigencia de <i>autenticidad</i> y la voluntad de <i>mantenerse en comunicación</i> salvan a la conciencia del engaño y del dogmatismo. La intuición del valor moral es intersubjetiva porque exige la disposición a contar con el otro y el ponerse en su lugar. Sólo así puede probar la conciencia que no está movida por la "devoción a la norma" (formalismo kantiano) o el culto a su utilidad y eficacia (utilitarismo), sino por su <i>interna convicción racional</i>. La vida moral es "afán de comprensión", y por eso está unida radicalmente al impulso erótico y la descentración del yo. El mundo moral es, como el orbe físico, susceptible de exploración y enriquecimiento.</span><div><span style="font-family: arial;"><br /> Importa sobre todo la <i>autenticidad</i>: la originalidad del comportamiento, la construcción de la propia personalidad como fidelidad al sí mismo. "Porque ser héroe consiste en ser uno mismo" (<i>Meditaciones del Quijote</i>), manteniéndose uno siempre en la propia obra. He aquí la auténtica tarea de la libertad. Todo lo demás pertenece al reino de la compulsión, de la inercia biológica, o a las rutinas del hábito, y de una u otra forma acaba resolviéndose en presión social, en el fetiche de la norma consagrada por el uso o en el peso inercial de la costumbre. Contra esto tiene que rebelarse el héroe para ser sí mismo. Esto significa soledad; no hay originalidad sin soledad; la capacidad de soportar ésta, de aislarse y singularizarse, es la marca genuina del auténtico creador, una soledad elegida y aristocrática.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><b>Inventar la vida</b><br /><br /> La vida no es reacción, sino <i>invención</i> y libre disposición de sí. Para ser creadora, necesita entusiasmarse con algo ajeno a ella. Es aquí donde los ideales, los valores, actúan como ilusiones y excitantes psíquicos, como tónicos de la voluntad. "El valor supremo de la vida ‑como el valor de la moneda- está en gastarla, está en perderla a tiempo y con gracia..., ¿por qué ha de triunfar la moral de la vida larga sobre la moral de la vida alta?". <br /><br /> En la crítica orteguiana al formalismo kantiano se percibe la influencia de Max Scheler (1874-1928). Denuncia Ortega el carácter abstracto del imperativo moral kantiano. Es un requerimiento genérico, exento de la circunstancialidad específica de un yo personal. "No, no ‑protesta Ortega‑, el deber no es único y genérico. Cada cual traemos el nuestro, inalienable y exclusivo" (OO.CC. II, 38): es nuestra vocación. La idea orteguiana de <i>vocación</i> está ligada a una interpretación metafísica de la ética, en cuanto forma o programa de acción vital, requerimiento a que la propia vida nos obliga. La idea de deber deja paso a la idea de poder en el imperativo: "llega a ser el que eres" (Píndaro), es decir, trasciéndete incesantemente en el que estás llamado a ser, donde encuentres colmada tu personal medida de humanidad. <br /><br /> Esto comporta un carácter dinámico y procesual de la realidad personal, entendida como campo abierto de posibilidades creadoras, como <i>aspiración</i>. El ideal se destaca de la realidad inmediata, pero no como otro mundo, separado y autónomo, sino como horizonte de orientación en nuestra experiencia cotidiana. Los ideales y las normas que emanan de ellos no son más que los puntos cardinales de nuestro espíritu. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">O se pone la ética al servicio de la vida o acaba rebelándose contra ella y falsificándola. El resultado de dicha falsificación es el fariseísmo nacido de anteponer la legalidad a la moral íntima. El ascetismo, el rigorismo o utopismo ético, consisten en la perversión de atender sólo a la moral y olvidarse de la vida. "Esta enfermedad produce síntomas como el que contienen estas palabras: '¡Perezcan las naciones y que se salven los principios!'". "La moral vale más que la vida, es cierto; pero la moral no es sino la vida buena, el buen orden de la vida" (<i>Escritos políticos</i>, X, 357).</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><b>Deportivismo. Estar en forma</b><br /><br /> Ortega ve en el deportista el valor antiguo del guerrero, con su carácter (<i>ethos) </i>de entusiasmo, honor y fidelidad, que no debe confundirse con el militar, que, como advierte nuestro filósofo "significa una degeneración del guerrero corrompido por el industrial. El militar es un industrial armado, un burócrata que ha inventado la pólvora" (<i>Ni vitalismo ni racionalismo</i>, II, 429). Desde el deportivismo, la ética se confunde con la estética, un "estar en forma" que es, al mismo tiempo, perfección creciente y elegancia, guiándose uno más por ilusiones que por deberes. El deber pasa a ser así una especie de sucedáneo de la ilusión. De ahí también su menor categoría moral: "Es preciso que hagamos siquiera por deber lo que no logramos hacer por ilusión" (<i>¿Qué es filosofía?</i>, VII, 426). La disposición a mantenerse en esta tensión creadora, sin satisfacerse en la obra ya hecha, ni en la "marca" alcanzada, aspirando hacia metas más altas, se llama <i>magnanimidad</i> (esperanza natural).</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><b>Esteticismo y Plenificación de la hora<br /></b><br /> Lo que cuenta éticamente no es la victoria, sino el esfuerzo deportivo de correr hacia la meta. Una ética entusiasta y tonificante, de la creación y la vida ascendente, entiende la felicidad como actividad en trance. En la imagen de <i>la hora llena</i>, de antiguo y añejo sabor senequista, ve Pedro Cerezo la expresión que mejor le cuadra al imperativo vital orteguiano. Cuando el poder está en quicio o en forma, y ha acertado con aquella tarea que lo concentra y absorbe sin residuos, entonces se produce la unidad interior del tiempo humano, en <i>la plenitud de la hora</i>, como una viviente obra de arte.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: times;">Nota</span></div><div><span style="font-family: times;"><br /></span></div><div><span style="font-family: times;">Este artículo es ligera corrección y ampliación del texto inserto en SINDÉRESIS, manual para 2º de Bachillerato escrito por José Ramos, José Luis Abián y José Biedma (Editorial MAD, colección Eduforma, Sevilla 2003, pgs. 367s.), en la explicación de la filosofía de José Ortega y Gasset de la Unidad 16: "La filosofía en España desde el krausismo".</span><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /></div></div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-69412224826625395302023-12-21T13:58:00.003+01:002024-02-29T09:05:35.223+01:00EL ESCEPTICISMO DE DAVID HUME<h3 style="text-align: left;"> <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjCcExWalr_KGzBHLKqZTlSelRD0OvePLkez2Is6aSJY3LOs2-jwMuVIjcZe8xMiqtntyYTAdEIinfYjdIg1FOgXeFUx8mAahhPWTqrjPBayRN1ZZ_h8B-XsJAqqUMIWgvCX0efwgjdbKqB56WXYHzdy5-6yn5r1EshHNZhUcHus4ZHxPDguchuIekE5FA/s500/OIP.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="334" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjCcExWalr_KGzBHLKqZTlSelRD0OvePLkez2Is6aSJY3LOs2-jwMuVIjcZe8xMiqtntyYTAdEIinfYjdIg1FOgXeFUx8mAahhPWTqrjPBayRN1ZZ_h8B-XsJAqqUMIWgvCX0efwgjdbKqB56WXYHzdy5-6yn5r1EshHNZhUcHus4ZHxPDguchuIekE5FA/w268-h400/OIP.jpeg" width="268" /></a></div><br /></h3><h3 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Antecedentes</span></h3><p><span style="font-family: arial;">"Nihil est in intellectu quod non prius fuerit in sensu", es la fórmula que sintetiza el punto de vista empirista que era tradicional en la tradición aristotélica: <i>No hay nada en la inteligencia que no haya pasado antes por los sentidos</i>. En efecto, el filósofo francés John Locke (1632-1704), fiel a la tradición peripatética, se opuso al innatismo cartesiano: no existen ideas innatas, nuestra mente es una <i>tabula rasa</i>, un pizarra en blanco cuando nacemos y la experiencia es límite del conocimiento, tanto respecto a su alcance como a su certeza.</span></p><p><span></span></p><a name='more'></a><p></p><p><span style="font-family: arial;">El empirismo escogerá la perspectiva psicológica (psicologísmo) para explicar cómo adquirimos y concebimos nuestras ideas por su génesis sensorial. Nuestros conocimientos complejos son producto de impresiones sensibles y recuerdos asociados mecánicamente por nuestro cerebro. Locke distingue entre ideas simples y complejas, entre los átomos del conocimiento (de sensación o de reflexión) y las ideas complejas de sustancias, modos de ser y relaciones, que resultan de la combinación de ideas simples. No renuncia por ello a las ideas de mundo (o de cosa sustancial), del yo y de Dios, que eran los objetos de la metafísica tradicional. Dice que de la cosa (ens, sustancia) tenemos una certeza sensitiva, del yo (alma) intuitiva y de Dios demostrativa, en todo caso el ente, el yo y Dios son <i>causas supuestas</i> de nuestras experiencias, anticipo de la consideración kantiana de estas ideas como postulados dialécticos.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Con el paréntesis de la original metafísica del obispo Berkeley (1685-1753) que tanto estimulaba la imaginación de Jorge Luis Borges, David Hume (1711-1776) llevó el empirismo de Locke hasta sus últimas consecuencias lógicas. Conviene precisar que los empiristas anglosajones no fueron menos racionalistas que sus colegas continentales (Descartes, Spinoza o Leibniz), sólo que no creían -como tampoco creyó luego Kant- en una ciencia por puros conceptos y sin asiento en la experiencia, el ensayo..., el experimento. Difieren por tanto en la noción misma de razón.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Los empiristas pretenden, por decirlo así, limitar "las impertinencias" de la razón, "sus sueños". Aplicando el principio de pertinencia empirista, Berkeley negó la existencia de la sustancia material mediante un silogismo que se ha hecho famoso: </span></p><p><span style="font-family: arial;"><i>Primera premisa</i>: Nosotros percibimos ideas, no sustancias. Sabemos que nuestras ideas son representaciones, pero no tenemos experiencia de aquello de que son representaciones (tengo en mí la imagen visual, táctil, olfativa... de la manzana, pero no la manzana en sí ni la materia de que está hecha).</span></p><p><span style="font-family: arial;"><i>Segunda premisa</i>: Conocemos las cosas, puesto que la ciencia existe y avanza.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><i>Conclusión</i>: <i>Ergo</i> las cosas son ideas... ESSE EST PERCIPI, Ser o existir consiste en ser percibido o concebido idealmente. Las cosas no dejan de existir porque yo las pierda de vista o las deje de recordar, simplemente, siguen existiendo mientras Dios las siga pensando.</span></p><p><span style="font-family: arial;">De este modo, y paradójicamente, el realismo empirista producía un idealismo absoluto.</span></p><p></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXZUae8dPDuCwAi-IzG7f2ycoevTJjZWx_xMvuW5motQvmUhNQ1Q_S_9SItvp0U_gFy7RphDU6BOpljSTvkJTGDDYLHe_yXDkICsD9KSwf1XMalvHrpKmW_hjtiXYHyaRUeesTsZj2auAmSl6_9FTGZCubPZYi9Zi58hKLXzv7YoYwYQSt77il5boIfvk/s2802/callejuela.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="2802" data-original-width="1792" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiXZUae8dPDuCwAi-IzG7f2ycoevTJjZWx_xMvuW5motQvmUhNQ1Q_S_9SItvp0U_gFy7RphDU6BOpljSTvkJTGDDYLHe_yXDkICsD9KSwf1XMalvHrpKmW_hjtiXYHyaRUeesTsZj2auAmSl6_9FTGZCubPZYi9Zi58hKLXzv7YoYwYQSt77il5boIfvk/w256-h400/callejuela.jpg" width="256" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Callejuela de Edimburgo. <br />Hume frecuentaba la taberna de la derecha</td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><h3 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Hume y el carácter imaginario del YO</span></h3><div><span style="font-family: arial;">Berkeley ponía en duda la existencia de la materia porque no la percibimos, la 'res extensa' de Descartes, Hume irá más allá y pondrá en duda la existencia o realidad de las otras dos sustancias objeto de la ontología tradicional: el Yo y Dios. Su escepticismo y agnosticismo le granjearán enemistades e impedirá su profesión en la universidad. Será considerado un infiel, un ateo.</span></div><div><br /></div><div><span style="font-family: arial;">Hume se limitó a aplicar radicalmente el <i>criterio empírico de pertinencia: </i>sólo son <i>claras y distintas</i> (criterios cartesianos de razón) las ideas que denotan <i>impresiones fenoménicas</i>. Por supuesto, Hume admite una experiencia íntima, interna (fenómenos de reflexión). Pero por mucho que reflexiono sobre el yo, no hallo una experiencia idéntica y simple de tal sujeto, por consiguiente no es ni un fenómeno de reflexión ni una idea racional (clara y distinta), sino un producto de la imaginación y de la memoria (nuestras facultades representativas). El yo es <i>"a heap, a bundle of different perceptions"</i>, un haz o manojo de percepciones, más parecido al escenario de un teatro en el que ocurren y se suceden sensaciones, impresiones e ideas, que a algo sustancial, idéntico a sí mismo y permanente. Sólo que asociamos tales estados diversos según costumbres y creencias, refiriéndolos a un yo imaginario, cosa que es muy útil en la práctica. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Asociada como está a las pasiones, la imaginación tiene un gran imperio sobre nuestras ideas. </span><span style="font-family: arial;">La memoria, por su parte, relaciona unas impresiones con otras facilitando la formación de ideas generales:</span></div><div><ul style="text-align: left;"><li><span style="font-family: arial;">Por semejanza: león-puma (incluidos por semejanza en la idea compleja de felino).</span></li><li><span style="font-family: arial;">Por continuidad: Sierra de Cazorla-Sierra de Segura. </span></li><li><span style="font-family: arial;">Por causalidad: Velázquez-Meninas; relámpago-trueno.</span></li></ul></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguFpyro9SY7tazOBmxT5Cu_ZMuPKW1dDi6kKN4NiwxMWVKdqH-Q19kIMb47tXDraqKgH_xbRlPqXnAaPwFAIKyItKouXi7FvrgL_wDza8V5BkiGauVolFGIqKqJBM1OACb-lSdEDkuCzDoYFyE3KGMuWI_rFkpazua03kx9cMcO1lKI6axxgtuyfU2UOg/s2992/causalidad.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="2513" data-original-width="2992" height="336" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguFpyro9SY7tazOBmxT5Cu_ZMuPKW1dDi6kKN4NiwxMWVKdqH-Q19kIMb47tXDraqKgH_xbRlPqXnAaPwFAIKyItKouXi7FvrgL_wDza8V5BkiGauVolFGIqKqJBM1OACb-lSdEDkuCzDoYFyE3KGMuWI_rFkpazua03kx9cMcO1lKI6axxgtuyfU2UOg/w400-h336/causalidad.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">La causalidad según Hume, <i>Del Atlas de Filosofía</i>, <br />P. Kunzmann et al. Alianza 2003</td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><h3 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">EL PRINCIPIO DE CAUSALIDAD</span></h3><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Es segura la importancia de la relacion de causalidad en la construcción de la ciencia que Aristóteles definió como explicación de los acontecimientos por sus causas. Hume profundiza analíticamente en el concepto de causa y en el de Principio de causalidad: "Cuanto llega a ser ha de tener una causa", principio que, no lo olvidemos, permitía a Tomás de Aquino derivar la existencia de un ser necesario a partir de la contingencia del mundo, etc., en sus célebres Vías.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Nos detendremos en la historia de este importante principio de causalidad: </span><span style="font-family: arial;">Para Platón, las primeras causas no eran materiales ni mecánicas, sino inteligibles. En el <i>Timeo </i>se distingue entre las primeras causas inteligibles y las segundas sensibles. Las causas son modelos (paradigmas) que causan por su perfección productiva, no por acción mecánica. Las causas ejemplares del platonismo se insertan en una teleología, en un finalismo metafísico. También en Aristóteles, los seres tienden por naturaleza a la perfección final en tanto entelequias o formas que contienen fines propios, naturales. Aristóteles distingue cuatro causas: material, agente, formal y final, que concurren en la producción de algo. Una cosa es causa sólo si es sustancia. Las cuatro causas son modos de manifestación de las sustancias, de ahí la consideración ontológica y sustancial de la causalidad.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Para Tomás de Aquino, "causa es aquello a lo que algo sigue <i>necesariamente</i>". Distingue el dominico entre el <i>sentido intelectual </i>de "causa" como principio del que se siguen unas consecuencias y su <i>sentido real</i> como principio del que se siguen efectos. Como hemos recordado, usó el principio de causalidad para demostrar la existencia de Dios como causa necesaria del movimiento, la existencia, el orden y la perfección diversa de los seres (que podrían no ser sin un Creador).</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">En su Nueva Física, Galileo interpreta la causalidad como producción, aun suponiendo la existencia de un sujeto agente. Se pasa a la causalidad entendida como relación matemática.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">La doctrina de Leibniz respecto a la causalidad es formidablemente compleja, como principio epistemológico el alemán afirma: "Jamás ocurre nada sin que haya una causa o al menos una razón determinante, es decir, que pueda dar razón 'a priori' de por qué eso existe en vez de no existir, y por qué es así en vez de ser de otra manera" (<i>Teodicea</i>, I, 44). Si bien las verdades de razón (lógico-matemáticas) atienden a un orden necesario y esencial, las verdades de hecho, que refieren a hechos contingentes y existencias (que podrían no haber sucedido o no ser) se basan en un <i>principio de razón suficiente</i> (lo contrario no es imposible), y hallan su fuente metafísica en la voluntad divina.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><h3 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Causalidad metafísica y causalidad empírica</span></h3><div><span style="font-family: arial;">El principio de causalidad interpretado metafísicamente suponía la idea de conexión necesaria entre causa y efecto. Hume rebajará dicha relación necesaria a mera <i>conjunción constante</i>. La <i>necesidad</i> queda en <i>probabilidad</i>. Es muy probable, desde luego, que el sol siga saliento mañana por el este, pero no completamente seguro, porque los hechos, todos los eventos y acontecimientos del mundo físico, son <i>contingentes</i>. Tal vez haya muchas probabilidades de que llueva mañana, pero jamás será seguro (por más que los meteorólogos presuman afirmando que lloverá con un 100% de probabilidad). No pueden estar completamente seguros porque la certeza sólo puede darse en verdades de razón, reductibles a tautologías del tipo A = A, verdades lógico-matemáticas, es decir, verdades que tienen que ver con <i>relaciones entre ideas</i>, pero lacerteza absoluta no puededarse en las verdades que refieren a la naturaleza o a fenómenos naturales. Que suceda lo contrario de lo que viene sucediendo puede ser muy raro, improbable e increíble, pero jamás será imposible.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Nuestras inferencias respecto a lo que pasará en el futuro se basan en <i>la costumbre</i>, en el hábito de nuestra mente que tiende a creer en la regularidad del mundo y sus leyes. Explicamos unos fenómenos por otros debido a ciertas notas, por las que decimos que unos son causa de otros:</span></div><div><ul style="text-align: left;"><li><span style="font-family: arial;">Contigüidad espacio-temporal: Ej.:, de las nubes y la lluvia</span></li><li><span style="font-family: arial;">Anterioridad de un fenómeno respecto de otro: Primero relampaguea, luego truena.</span></li><li><span style="font-family: arial;">Conjunción habitual: caliento el agua mucho <i>y </i>hierbe.</span></li></ul></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjK8_fg1k6Bqp1UpxVe_fMr0zCXNwbUquFAasdLBEfIBqNQegRYIcz59Fji8UZjI5W4UICcQoSsq3HnSVtTukyYMVkToipK2u7_NqxsKgiM0kmFbQeUgyHLjpgG_rZFdToEGdz8c3Fl1f3UD63IGR3Mlqm7-KJFvBEfNpSLBYONQCMHqQimd4yzAJwHtdk/s2732/contenidos%20de%20la%20conciencia.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="2133" data-original-width="2732" height="313" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjK8_fg1k6Bqp1UpxVe_fMr0zCXNwbUquFAasdLBEfIBqNQegRYIcz59Fji8UZjI5W4UICcQoSsq3HnSVtTukyYMVkToipK2u7_NqxsKgiM0kmFbQeUgyHLjpgG_rZFdToEGdz8c3Fl1f3UD63IGR3Mlqm7-KJFvBEfNpSLBYONQCMHqQimd4yzAJwHtdk/w400-h313/contenidos%20de%20la%20conciencia.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Contenidos de la conciencia según Hume, <br />Atlas de Filosofía, Alianza editorial, 2003.</td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><h3 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Consecuencias de la crítica de Hume</span></h3><div><span style="font-family: arial;">Los análisis de Hume infligen serias heridas a la metafísica tradicional. Hume rompe con ella al asumir que "no podemos ir más allá de la experiencia". Sin embargo, una consecuencia igualmente dramática es que la ciencia se reduce a una vasta fenomenología, sus predicciones no pueden ir más allá de la estadística, de la insegura probabilidad, y sus afirmaciones son también objeto de mera <i>creencia</i>, porque también las leyes de la naturaleza son contingentes y podrían ser otras de las que funcionan hoy. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Hume es consciente de la importancia práctica de la <i>creencia</i>, de la creencia en el yo, por ejemplo, pero la creencia no pasa de ser <i>a-sentimiento</i>, el modo positivo en que nos afectan ciertas ideas. Las crencias no son ideas, porque puedo concebir cosas increíbles como un centauro o una sirena, aunque toda creencia implica una concepción, ya que no se puede creer lo inconcebible. La creencia no es un verdadero conocimiento. Las crencias son, al menos en gran medida, involuntarias, sentimentales, como ideas que me afectan más intensamente y que por ello se vuelven fuertes y vivaces, por eso las creencias nos conmueven más incluso que el arte.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Para Hume, cada una de mis percepciones es una existencia particular y se refiere a otra, su correlato objetivo es el fenómeno. Causa y efecto son existencias distintas que vincula objetivamente la contiguidad espacio-temporal y cuyo fundamento subjetivo es el hábito. Imaginamos el futuro, pero no lo conocemos, lo que esperamos que vaya a suceder tiene que ver con la costumbre de lo que hemos visto que ha sucedido. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Con Hume queda pues inaugurado el <i>fenomenismo escéptico.</i> Sabemos de la fragancia de la rosa, de su silueta y textura, pero qué sea la rosa en sí, eso no lo sabemos, la suponemos una sustancia, pero tal sustancia no es más que el soporte de cualidades fenoménicas, que son las que pueden ser estudiadas científicamente. Sólo puede haber ciencia de fenómenos. Y sin embargo, tenemos ideas, como la de Dios, que no parecen proceder de fenómenos porque "a Dios nadie le ha visto jamás", como dice el Evangelista. Hume debe explicar el origen psicológico de esta extraña idea. Se trata de una composición de otras ideas que adquirimos al reflexionar sobre las operaciones de nuestra mente. Hume niega el deísmo, tan caro a Voltaire y a muchos otros ilustrados, lo mismo que la "religión natural", y señala más bien el origen <i>patológico</i> de la religión: en el miedo y la ignorancia. De ahí que la ortodoxia de su época le tratara de "infiel" y le negara una cátedra universitaria, a pesar de sus indudables méritos como historiador y filósofo.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><h3 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Recapitulación</span></h3><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">El empirismo reduce la gnoseología a psicologismo y la metafísica a análisis crítico. La metafísica no es una ciencia, sólo se admiten las llamadas hoy ciencias formales, que estudian relaciones entre ideas y las ciencias naturales. Estima que la experiencia es la única fuente de conocimiento y su límite, puesto que sólo las impresiones fenoménicas dotan de claridad y distinción a nuestras ideas, es decir, sabemos de qué estamos hablando cuando podemos señalar un fenómeno sensible como causa de lo que pensamos (sensismo o sensualismo). Aunque la perspectiva de Hume es naturalista, está seguro de que las ciencias naturales deben renunciar a la certeza, pues tratan de lo contingente y sus asertos y previsiones son sólo estadísticamente probables. La necesidad sólo afecta a las verdades de razón, no a las de hecho.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">No obstante, Hume reconoce la utilidad práctica de nuestras creencias, siempre que no dogmaticemos.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><b>Texto de Hume</b></span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"></span></div><blockquote><div><span style="font-family: arial;">"Hay algunos filósofos que imaginan que nosotros tenemos en todo momento íntima conciencia de lo que llamamos nuestro <i>yo</i>, y están ciertos, por encima de la evidencia de una demostración, de su perfecta identidad y simplicidad... Por desgracia, todas esas afirmaciones son contrarias a esa misma experiencia que ellos aducen en favor suyo, y no tenemos ninguna idea del <i>yo </i>de la manera que ahí se explica. Porque ¿de qué impresión podría derivarse esa idea?... Tiene que haber alguna impresión que dé origen a toda idea real. Pero el <i>yo</i>, o la persona, no es ninguna impresión (*), sino aquello a lo cual se supone hacen referencia nuestras diversas impresiones e ideas".</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">David Hume. <i>Tratado sobre la naturaleza humana</i> (Intento de introducir el método experimental de razonar en las materias morales) 1738-1740, Libro 1º, parte 4ª, sección 6ª.</span></div></blockquote><div><span style="font-family: arial;"></span></div><div><span style="font-family: arial;"><b>Nota al texto</b></span></div><div><span style="font-family: arial;"> </span></div><div><span style="font-family: arial;">(*) Podría argumetarse contra Hume que sí recibo una impresión del yo, en la comunicación, en las reacciones de los demás frente a mi comportamiento, actitud, estado, discurso, etc. Lo cual congrúe con la idea pragmática de que el yo es un constructo íntimo producto en gran medida de la interiorización del proceso social de comunicación.</span></div><div><span style="font-family: arial;"> </span></div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-81397004161788847692023-12-18T10:53:00.003+01:002024-02-29T09:06:21.828+01:00UN SABIO CHINO<p> </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhIeLSo3pGfMG5XRy7fpRD2DFRZ-LLGeaGIqy3p-f9xRqDnE3YI_i9seD_6KreHfXwOFm-NW2bo-wWnnLshJuCy2JUf_eiElhMwse0mdSN0Wtt12FpTCJFXrlmqSe8-VFDNvjBEKMHQ_021pJ5cZWYaJGLWK4CUmkbO4sZTaE4Y9m4J1Nxc8wbhP4Uwf9M/s1024/Chuang%20Tzu.jpeg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1024" data-original-width="1024" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhIeLSo3pGfMG5XRy7fpRD2DFRZ-LLGeaGIqy3p-f9xRqDnE3YI_i9seD_6KreHfXwOFm-NW2bo-wWnnLshJuCy2JUf_eiElhMwse0mdSN0Wtt12FpTCJFXrlmqSe8-VFDNvjBEKMHQ_021pJ5cZWYaJGLWK4CUmkbO4sZTaE4Y9m4J1Nxc8wbhP4Uwf9M/w400-h400/Chuang%20Tzu.jpeg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Imagen generada por GPT4</td></tr></tbody></table><br /><p></p><p style="text-align: right;">Para Franciso Javier Pérez Antonaya</p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;">Me topé con Chuang Tzu ojeando un artículo de Oscar Wilde de 1890: "Un sabio chino". Luego me percaté de que Octavio Paz, tan orientalista, le dedicó un ensayo. Llamado por la Wikipedia Zhuangzi y por otros Chuang Tse o simplemente Maestro Zhuang, vivió alrededor del siglo IV a. C. durante el periodo de los Reinos combatientes. Se le considera el taoísta más importante después de Laozi (Lao-Tsé). Dice Luis Racionero en sus <i>Textos de estética taoísta </i>(1983) que el Maestro Zhuang fue a Lao-Tsé lo que San Pablo a Jesús, que fue el verdadero fundador del taoísmo como corriente doctrinal, como el Apóstol de los gentiles fundo el "cristianismo", y que registra todas las octavas del intelecto, que puede ser profundo, paradójico, alegórico, moralista, ingenioso... De todos modos, hay también quien pone en duda la filiación taoísta del Maestro Zhuang.</span></p><p><span></span></p><a name='more'></a><p></p><p><span style="font-family: arial;">Enemigo declarado del confucionismo, prefería la libertad espiritual y la "acción de la no acción". Algunos de los textos que se le atribuyen bien pueden haber sido -como en el caso de los escritos acusmáticos del <i>Corpus aristotelicum</i>- obra de sus discípulos. Se trata de una miscelánea que incluye diálogos, apólogos, fábulas, poesías... Se le conoce como El libro de Zhuanzi, al que un emperador del siglo VIII dio el sobre título de "Verdadero Clásico de la Florescencia (Cultural) del Sur".</span></p><p><span style="font-family: arial;">Wilde imagina al sabio chino sentado sobre el dragón volante de la contemplación dedicando su vida a predicar el Evangelio de la Inacción y en señalar la inutilidad de todas las cosas útiles, incluida la conciencia. "No hagas nada y todo estará hecho". No es mal credo para vagos. Ya Cicerón señaló que no hay disparate -o exageración- que o haya sido suscrita alguna vez por un filósofo. </span></p><p><span style="font-family: arial;">Wilde lo empareja con Platón por su idealismo, pues poseía el desprecio de todo idealista por los sistemas utilitarios. Lo pinta místico como Scotus Erígena a causa de su esfuerzo por transformar la inconsciencia en fuente de la más alta iluminación (en esto también serviría como precursor de los surrealistas). También lo empareja con Heráclito por su creencia en la identidad de los contrarios.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Wilde ve en su filosofía un arma antisocial. Chuang Tzu se compadece del rico más que del pobre y no hay en su dictamen sobre lo público nada de sentimentalismo. No cree en la educación: tratar de hacer buenos a los demás le parece una ocupación tan ridícula como la de golpear un tambor en el bosque para encontrar a un fugitivo. Es malgastar energías. Mira como Don Quijote hacia atrás, hacia aquella Edad de Oro en que nadie se mezclaba en los asuntos ajenos y la vida era simple y pacífica, pues la gente se contentaba con comer y vestir y los gallos perros de cada cual podían ser oídos por los demás con alegría. En aquellos tiempos felices el intolerable <i>sentido de la obligación</i> era desconocido... </span></p><p><span style="font-family: arial;">Pero hete aquí que todo se estropeó cuando hicieron su aparición el Filántropo, empeñado en hacer a los humanos solidarios, y el Gobernante. Para el Maestro Zhuang todas las formas de gobierno alteran el desarrollo natural del hombre y por eso son ignorantes e inmorales, y acaban engendrando la anarquía (también la secuencia histórica de los regímenes que traza Platón en su <i>Politeía</i> acaban en la anarquía, sólo que esta degenera aún en el peor de los sistemas políticos: la tiranía). Si se esfuerza o excita el corazón humano, piensa el maestro chino, el resulado es fatal y cuando los mandamases fracasan en hacer felices a los mandados recurren al terror que fuerza a los mejores al exilio (eso si logran quitarse de enmendio y no son purgados). Los reformadores sociales tienen la culpa de todo, junto con la acumulación de riquezas, que está en el origen de todos los males (analogía con Rousseau).</span></p><p><span style="font-family: arial;">Como los estoicos, el sabio chino pone su intención en ajustarse al orden natural que, según él, es descanso, repetición y paz, mientras que la guerra y el malestar son el producto de una sociedad artificial que rinde culto al éxito. Respecto al saber, piensa que es somero si lo comparamos con la inmensidad de lo que ignoramos, y sólo lo que se ignora tiene valor (<i>docta ignorantia</i>). La erudición es inútil. Sólo razona el intelectualmente perdido (eso queda confirmado por el racionalismo de Descartes, que la duda radical puso en marcha) y en moral no sólo es inútil razonar, sino que la gente se desquicia cuando empieza a moralizar y desecha la espontaeidad instintiva y la intuición natural, para volverse presuntuosa y artificiosa. Por eso gobernantes y filántropos, todos charlatanes, infectan todas las edades. Los primeros oprimen al pueblo para obligarle a ser bueno y con ello consiguen lo contrario: destruyen su bondad natural. Los filántropos siembran la confusión con sus estúpidos principios que jamás se aplican a sí mismos. De ahí la conclusión del maestro: Que el altruismo universal es tan nefasto como el egoísmo universal.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><i>El hombre perfecto sólo contempla</i>. No adopta posiciones absolutas. "En movimiento, es como el agua; en reposo, como un espejo. Y, como el Eco, contesta sólo cuando se le pregunta". Deja que lo exterior cuide de sí mismo, no se entromete, no espía las vidas ajenas ni las envidia. Nada material le ofende; nada espiritual puede herirle. Está equilibrado, en armonía con la naturaleza, y no se esclaviza a los objetivos de la existencia. Sabe que, "igual que el mejor idioma es el que no se habla, la mejor acción es la que jamás se ejecuta". Es pasivo porque acepta las leyes de la vida.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1LwtkW-Q0V8PyGvUxR7rlEnYfpBiM91A7VNXsHHZQuPygpjNJPxA99kUEnK9febUpzZxA_E_3In4EzfONCSWyQci4u5WlUh6g-GWnsiKMs9itC-TyI6W8fcYD847i2q-gyKFTmSyovI5_o-rmqJocSSoehEvJk80DgiRMPtOcrcScpIJBDpW2tgFSVec/s1024/dos%20tao%C3%ADstas.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1024" data-original-width="1024" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1LwtkW-Q0V8PyGvUxR7rlEnYfpBiM91A7VNXsHHZQuPygpjNJPxA99kUEnK9febUpzZxA_E_3In4EzfONCSWyQci4u5WlUh6g-GWnsiKMs9itC-TyI6W8fcYD847i2q-gyKFTmSyovI5_o-rmqJocSSoehEvJk80DgiRMPtOcrcScpIJBDpW2tgFSVec/w400-h400/dos%20tao%C3%ADstas.jpeg" width="400" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">Oscar Wilde llega a considerar al Maestro Zhuang un darwinista anterior a Darwin. Como Platón, el sabio chino adoptó el diálogo. Al poner las palabras en boca de otros puede conseguir mayor libertad de expresión. También lo considera un humorista. He aquí una forma graciosa de exponer una <i>doctina isomórfica</i> del conocimiento:</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"></span></p><blockquote><span style="font-family: arial;">Chuang Tzu y Hui Tzu cruzaban el río Hao por la presa y Chuang Tzu dijo: "Mira con qué libertad saltan y nadan los peces: esa es su felicidad". Hui replicó: "Si tú no eres un pez, ¿cómo sabes qué es lo que hace felices a los peces?". Chuang Tzu dijo: "Si tú no eres yo, ¿cómo puedes saber que yo no sé el motivo de la felicidad de los peces?". Hui argumentó: "Si yo, no siendo tú, no puedo saber lo que tú sabes, se sigue que tú, no siendo pez, no puedes saber lo que ellos saben". Chuang Tzu dijo: "¡Espera un momento! Volvamos a la pregunta inicial. Lo que tú me has preguntado es '¿cómo sabes lo que hace felices a los peces?'. Por la forma de la pregunta tú evidentemente sabes que yo sé lo que hace felices a los peces. Yo conozco el gozo de los peces en el río por el gozo que yo siento al caminar junto al mismo río".</span></blockquote><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p></p><p><span style="font-family: arial;"> Racionero comenta: "Porque existe el isomorfismo, la naturaleza para los artistas taoístas es un espejo de la mente humana".</span></p>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-84703085815004276732023-11-09T11:16:00.001+01:002023-11-21T10:08:43.813+01:00LA SANDALIA DE EMPÉDOCLES<p> </p><div style="text-align: left;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: times;"><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEigkCMgQd9Xu_iJ9NCwkSuNkGEw9bxqumvrd_1ArsAaLd1kPBZbXnR83SzaneQtrM6w-Xl9b49YqBhxkXQ_FRHGpRmmVVrFypyYR7kguj8r9lsuTFrk9Z2ZQl8D5GfgacczYOWptqCpeDehB8NuWHUafD7vHf9WjxqC-krNDQIbjwMpZMN3qqYDOIGjGY8" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img alt="" data-original-height="546" data-original-width="750" height="291" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEigkCMgQd9Xu_iJ9NCwkSuNkGEw9bxqumvrd_1ArsAaLd1kPBZbXnR83SzaneQtrM6w-Xl9b49YqBhxkXQ_FRHGpRmmVVrFypyYR7kguj8r9lsuTFrk9Z2ZQl8D5GfgacczYOWptqCpeDehB8NuWHUafD7vHf9WjxqC-krNDQIbjwMpZMN3qqYDOIGjGY8=w400-h291" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Fuente: Nuevatribuna.es</td></tr></tbody></table><br /><br /></span></div><div style="text-align: right;"><span style="font-family: times;"><br /></span></div><div style="text-align: right;"><span style="font-family: times;">¡Ay! Oh raza miserable de los mortales, del todo desventurada / </span></div><span style="font-family: times;"><div style="text-align: right;">de qué discordias y lamentos habéis nacido"</div></span></div><p style="text-align: right;"><span style="font-family: times;">Empédocles de Akragas</span></p><h3 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">LA LEYENDA</span></h3><p><span style="font-family: arial;">Nació cerca de las doradas riberas del río Akragas en la costa de Trinacria, el lado siciliano que mira a África, poco después de que Jerjes mandase fragelar el mar con cadenas. Se llamaba como su abuelo que había criado caballos de carrera, Empédocles (Ἐμπεδοκλής). </span><span style="font-family: arial;">Dicen sus discípulos que antes de que el resplandor de su gloria recorriese los campos de Sicilia ya había sufrido cuatro existencias y había sido sucesivamente planta, pez, ave y doncella.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Solía llevar diadema de oro ciñendo sus larga cabellera y en los pies unas sandalias de bronce. Curaba enfermos, recitaba versos y domaba vientos. Una gran muchedumbre le seguía. Venían de todas partes con ofrendas para escucharle. A todos extasiaba hablándoles con amabilidad de la esfera que todo lo contiene. Sólo la Discordia o el Odio quiebra la unidad del dios globular.</span></p><p><span></span></p><a name='more'></a><p></p><p><span style="font-family: arial;">Desvió el curso de dos ríos en Selinonte y ahuyentó la fiebre que diezmaba a sus paisanos que en agradecimiento le levantaron un templo y acuñaron medallas con su efigie y la de Apolo. Tuviéronle por adivinador y discípulo de los magos de Persia. Dominaba el arte de usar hierbas como fármacos y conocía sus poderes alucinatorios y venenosos.</span></p><p><span style="font-family: arial;">La hija de un patricio de Agrigento, Panthea, le consagró su virginidad. Nadie vio en ellos el signo del amor, pues Epédocles no se despojaba de la insensibilidad divina. Todos sus gestos eran sagrados. Dormía poco, bendecía y sanaba. Guardaba largos silencios, solemne y majestuoso. </span></p><p><span style="font-family: arial;">No sabemos si amaba a Panthea o sólo sentía por ella piedad. El caso fue que la joven cenceña, de cuerpo hermoso y tez fresca y despejada, padeció la peste que asolaba la campiña siciliana. Empédocles miró su cuerpo amortajado y se desciñó su diadema poniéndola en la frente de la muerta. Colocó sobre sus senos la guirnalda de laurel profético y cantó unos versos sobre la migración de las almas, mandándole por tres veces que se levantara y anduviese. Al tercer llamamiento, Panthea regresó del reino de las sombras.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Se levantaron mesas, se ofrecieron libaciones y el sacrificio de un cordero negro. A los lados de Empédocles los esclavos levantaban en alto sus antorchas. Se proclamó un silencio solemne y al mediar la tercera vigilia se apagaron las antorchas y la noche envolvió a los vigilantes. En aquellas tinieblas se oyó una potente voz: "¡Empédocles!". Al volver la luz, Empédocles había desaparecido.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Un servidor contó que había visto un fulgor rojo sobre la cumbre del Etna. Sus seguidores escalaron las laderas del volcán. El cráter vomitaba un haz de llamas. Sobre un reborde poroso del abismo ardiente se halló una de sus sandalias de bronce.</span></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;">***</span></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEg5ALB8TjnRujUO_IaxiVPrbytEPcsNGG8AouZPSLcKDTsivSWtOVuyvJ79mN5pRtykCQaNwh7s9NaWqb1q1u5-NwENM03vUplNYPQ7nK-i3rELN81c4mFcYjGfQ5KnBERDv48sPO3300c2L4rtODYJM_q3OgdZ6WAYTrcVXP--tLWY01F794LqoRWAUbQ" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="472" data-original-width="640" height="295" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEg5ALB8TjnRujUO_IaxiVPrbytEPcsNGG8AouZPSLcKDTsivSWtOVuyvJ79mN5pRtykCQaNwh7s9NaWqb1q1u5-NwENM03vUplNYPQ7nK-i3rELN81c4mFcYjGfQ5KnBERDv48sPO3300c2L4rtODYJM_q3OgdZ6WAYTrcVXP--tLWY01F794LqoRWAUbQ=w400-h295" width="400" /></a></span></div><span style="font-family: arial;"><br /><h3 style="text-align: left;">INTERPRETACIONES</h3></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">¿Se suicidó Epédocles? Seguramente. Tal vez no, y facinado por el abismo se precipitó sin querer en él. Pero, ¿por qué nos dejó su sandalia?</span></p><p><span style="font-family: arial;"><a href="https://www.homonosapiens.es/empedocles-usaba-sandalias/">Rafael Guardiola</a>, recordando desaparición insólita, se pregunta si la Filosofía nos enseña realmente a vivir o es mera egolatría. Cita un poema de Brecht "La sandalia de Empédocles". Brecht interpreta el gesto del filósofo y taumaturgo como signo de humanidad y de aceptación de nuestra natural contingencia: "Fijaos, no soy un dios, sino un mortal como vosotros".</span></p><p><span style="font-family: arial;">Los agrigentinos, que le idolatraban, le buscaron y al no encontrar su cadáver se extendió el rumor de que había ascendido al cielo en cuerpo y alma, como la Virgen María, inmortal y divino. Sin embargo, el hallazgo de la sandalia confirmó que había muerto como morimos todos.</span></p><p><span style="font-family: arial;">También Hölderlin interpretó que Empédocles quiso corregir el orgullo exagerado que le hizo proclamarse dios ante el pueblo y anunciar una nueva vida en unión íntima con la Naturaleza arrojándose a las fauces del Etna.</span></p><p><span style="font-family: arial;">La filosofía puede ser mero artificio ostentoso elaborado por una especie de casta sacerdotal -escribe Guardiola-, pero la sandalia se alió con el amor a la Verdad. Tal vez el cráter, enfadado por la soberbia del ídolo de la Magna Grecia, escupió la sandalia dejando su postrer ardiz apoteósico al descubierto.</span></p><p><span style="font-family: arial;">En 2010, Gabriel Albiac obtuvo el premio González Ruano de periodismo por un artículo melancólico y desencantado titulado precisamente "La sandalia de Empédocles", según el laureado autor, el hijo de Akragas, al dejar en la cima del Etna su sandalia nos legó dos mil quinientos muy triviales años de enigma sobre su vida y muerte. ¿Sería el suicidio de Empédocles la puesta en escena de una huida sin retorno de la odiosa rutina? ¿Maquinó así su leyenda? "Los que no vuelven dicen siempre la verdad". Esos intrusos no mienten. Mentimos los vivos.</span></p><p><span style="font-family: arial;">En su <i>Libro de los filósofos muertos</i>, Simón Critchley recuerda la figura del sabio, tan curiosa y atractiva de mago, hechicero y charlatán, que se describe a sí mismo como dios inmortal y también es tenido por político demócrata, auxiliador de viudas, protector de doncellas y predicador de la igualdad. ¿Buscaba la inmortalidad arrojándose al volcán con sus mejores galas, la púrpura de la realeza, la faja dorada, la délfica corona? ¿O quiso confirmar los rumores de que se había divinizado?</span></p><p><span style="font-family: arial;">Friedrich Hölderlin dejó su tragedia "La muerte de Empédocles" inacabada, donde le llama "el hombre embriagado de Dios" y se identifica con él como político revolucionario y reformador religioso. Ve su muerte como "el fuego más alto", un sacrificio a la Naturaleza y la aceptación de un poder superior a la libertad humana: el destino. </span><span style="font-family: arial;">(Vio María Zambrano que todo endiosamiento exige un sacrificio).</span><span style="font-family: arial;"> </span></p><p><span style="font-family: arial;">Luciano de Samosata en sus <i>Diálogos de los muertos </i>se burla de Empédocles y le describe en el Hades saliendo medio cocido del Etna. Menipo el Cínico le pregunta por qué se arrojó al cráter y Empédocles responde: "un ataque de locura depresiva". A lo que Menipo apostilla: "No, no fue sino un ataque de vanidad y orgullo y una dosis de locura inane; eso fue lo que te redujo a cenizas".</span></p><p><span style="font-family: arial;">Las leyendas sobre su muerte enlazan con un motivo común de la mitología antigua: el de la apoteosis o rapto divino que se atribuye a varios personajes, entre ellos a Edipo. Su contrapartida satírica la suministró Hipóboto, al que se menciona como descubridor histórico de la sandalia de bronce.</span></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;">***</span></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEi3EcptzZhsxOB30PGmkxHZfB5wKhNAPb6pU6ydpPkn7IvJjQPRJkoP2P-VFlA_uSutp-C5ozcyeaeU362PWGW5tLkP4QrD-ntbkVP1kXBYjXgIEoC_uhLr9hfvgHdukuH-5grPR1ek43M1FEPnhGPI0upxYvp6wpwjvaPjaYN7lHz0_OxjqsZebEQkoA4" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="340" data-original-width="366" height="372" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEi3EcptzZhsxOB30PGmkxHZfB5wKhNAPb6pU6ydpPkn7IvJjQPRJkoP2P-VFlA_uSutp-C5ozcyeaeU362PWGW5tLkP4QrD-ntbkVP1kXBYjXgIEoC_uhLr9hfvgHdukuH-5grPR1ek43M1FEPnhGPI0upxYvp6wpwjvaPjaYN7lHz0_OxjqsZebEQkoA4=w400-h372" width="400" /></a></span></div><span style="font-family: arial;"><br /><h3 style="text-align: left;">DOCTRINA DE EMPÉDOCLES</h3></span><p></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">La Academia considera a Epédocles como una síntesis culminante de las tendencias espirituales de la Magna Grecia, que era como los helenos llamaban al sur de Italia y la isla siciliana que hubieron colonizado. Médico, fisiólogo, taumaturgo, adivino, rapsoda, orador y político, sabemos que escribió dos largos poemas: <i>De la naturaleza</i> y <i>Purificaciones</i>, de los que solo nos quedan fragmentos y testimonios de comentaristas posteriores y doxógrafos. </span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Floreció hacia el 444 aC. Aristóteles lo retrata como un "fisiólogo" (que escribe o razona sobre la naturaleza), como un pluralista que dividió el Ser de Parménides en cuatro principios naturales: tierra, aire, agua y fuego, a partir de los cuales, por cambios y mezclas se constituye cuanto hay, por dos causas eficientes o fuerzas físicas igualmente eternas: Amistad y Odio (o Discordia). Cuando triunfa Amistad de modo absoluto tenemos el Esfero, que el Odio desbarata disgregando sus partes. El Universo está sujeto a un ciclo eterno de fusión y confusión, unidad y discordia. Los neoplatónicos asimilarán ese Esfero al mundo inteligible. Lo Uno es el Esfero; lo múltiple, el cosmos.</span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Los traductores y glosadores de la magnífica edición de <i>Los presocráticos,</i> de la editorial Gredos, en su volumen II perciben en los fragmentos de ambos poemas, <i>De la naturaleza</i> y <i>Purificaciones</i>, un meollo doctrinario único: la experiencia de una Unidad beatífica perdida pero recuperable, tanto ontológica como antropológicamente. Empédocles estaría más próximo a Parménides y a los eleatas que a los atomistas. Mas, al contrario que la Esfera parmenídea del Ser, el Esfero del agrigentino es efímero, arcano o fin de un ciclo cosmogónico que estalla en Discordia, hasta que Amistad comienza paulatinamente a recuperar su poder unificador.</span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">A Amistad y Odio, fuerzas dinámicas, se les atribuye una corporalidad sutil. No hay que pensar en ellas como energías sobrenaturales o inmateriales. Según la interpretación de Aristóteles (<i>Física,</i> VIII 1, 252a), Amistad y Odio residen en las cosas <i>por Necesidad</i>.</span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">La concepción que Empédocles se formó del alma parece remitir al pitagorismo</span><span style="font-family: arial;">. Se cuenta que fue discípulo de Telauges, el hijo de Pitágoras. Interpreta la peregrinación o exilio de las almas (la metempsicosis o transmigración pitagórica) como <i>caída</i> desde el Principio harmónico, tal "naufragio es por tanto un proceso de purificación (catarsis). De completarse queda garantizada la vuelta a la unidad feliz perdida. Sin embargo, Empédocles emplea la palabra <i>daímon</i> para referir al alma. Sólo hemos conservado un fragmento de Empédocles con la palabra <i>psijé</i> (</span><span style="font-family: arial;">ψυχή). El "daímon" es fragmento de unidad divina a la que Necesidad asignó el <i>destino </i>de emigrar "naciendo [y renaciendo] a lo largo del tiempo bajo todo tipo de figuras mortales que truecan uno por otro los penosos rumbos de la vida". Los "penosos rumbos" son los cambios y transfiguraciones de las almas en los cuerpos, castigadas por el Odio y alejadas de lo Uno.</span></p><h3 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">EMPÉDOCLES, PLATÓN Y LA CAVERNA</span></h3><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Se conservan fragmentos en los que Empédocles usa para este mundo la metáfora de la "caverna cubierta" o "bajo techado" (ἠλύθομεν τόδ' ὑπ'ἄντρον ὑπόστεγον)</span><span style="font-family: arial;">: "triste región donde Asesinato, Rencor y otros grupos de Deidades funestas, / las mismas Enfermedades, Corrupción y las Obras disolventes / merodean en la tiniebla sobre los prados de Fatalidad".</span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Me parece probable que esta figuración poética de Empédocles influyera en la imaginación de Platón, que supo de los pitagóricos en sus viajes y estancias en Sicilia, hizo amistad con ellos e incluso "contrató" a alguno para su Academia. No extraña que tuviera en cuenta la visión de Empédocles para la concepción de su celebérrima alegoría de <i>Politeía</i>. Como Platón, también Empédocles sólo apreciaba los sentidos como vías para inteligir.</span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p style="text-align: left;"><b><span style="font-family: georgia;">Nota bene</span></b></p><p style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;">Hoy se usa la expresión "complejo de Empédocles" para referir el síndrome de aquellas personas que se sienten poco valoradas y cuyo amor propio o narcisismo puede llevar incluso al suicidio. Una simplificación injusta, pero menos contradictoria que la que castiga al filósofo cínico Diógenes, famoso por la simplicidad extrema de su modus vivendi, con la expresión "síndrome de Diógenes" que tiene que ver paradójicamente con la acumulación insana y cumpulsiva de lo superfluo.</span></p>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-68202435676843371462023-10-19T13:06:00.005+02:002023-11-21T10:09:35.749+01:00SAN BUENAVENTURA. "Platón Cristiano"<p></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiX66AKa3ah2lRNzqtJdqr8cfK8smKYcUFtPKtgCbHGmry6XJvaXk6p2u-XgmGOautQw_edI633ob-IcglHx6wQtvJYXIO8HY0P2eKxDNNqoYzkgoH6scIr0wv_dI2azemfR0N5ZGTuz2QjMKOJNaesUA_A315_ZPyFBULujYURJULA1fOIsWAExgAgMQQ/s715/Doctor%20serafico%20Buenaventura.png" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="485" data-original-width="715" height="271" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiX66AKa3ah2lRNzqtJdqr8cfK8smKYcUFtPKtgCbHGmry6XJvaXk6p2u-XgmGOautQw_edI633ob-IcglHx6wQtvJYXIO8HY0P2eKxDNNqoYzkgoH6scIr0wv_dI2azemfR0N5ZGTuz2QjMKOJNaesUA_A315_ZPyFBULujYURJULA1fOIsWAExgAgMQQ/w400-h271/Doctor%20serafico%20Buenaventura.png" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Representación del Doctor Seráfico San Buenaventura</td></tr></tbody></table><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">No andaba escasa de razones doña Emilia Pardo Bazán para decir que el cristianismo medieval contempló la hermosura por los ojos del idealismo platónico. El divino discípulo de Sócrates distinguía la aparente belleza material de la belleza misma, lo <i>pulchro</i> inalterable que no cae bajo el dominio de los sentidos, sino bajo la comprensión del intelecto. Mientras los sentidos apetecen lo externo, el amor del alma busca la otra belleza suprasensible y perenne.</span></p><p><span></span></p><a name='more'></a><p></p><p><span style="font-family: arial;">Tal es la renombrada teoría del Amor platónico, del bello Ideal, con la que se entrelazan las más señaladas manifestaciones estéticas de la Edad Media: el gótico, la caballería, la Beatriz del Dante, frutos delicados y exquisitos del genio ateniense adoptados por el sentir cristiano, "esmaltes y filigranas -dice doña Emilia- que nos admira encontrar bajo la ruda corteza de la barbarie" (en su erudito ensayo sobre Francisco de Asís y la cultura del siglo XIII).</span></p><p><span style="font-family: arial;">Señera es la estética del franciscano San Buenaventura (Juan de Fidanza, 1221-1274). Según el Doctor Seráfico, también llamado el</span><span style="font-family: arial;"> "Platón cristiano", catedrático en la universidad de París después de su maestro Alejandro de Hales, <i>dos libros</i> contienen toda la ciencia: uno interior, el conjunto de ideas divinas preexistentes como prototipos de los seres creados; otro exterior: el mundo donde las mismas ideas divinas se manifiestan selladas en imperfectos y perecederos caracteres. Lee el ángel en el primero, la bestia o el animal que llevamos dentro en el segundo. El hombre es esa criatura capaz de interpretar ambos libros, explicando las páginas del libro del mundo con las del otro, el de los arquetipos eternos. La verdad de las cosas consiste en representar, en imitar la primera y soberana Verdad: 'in comparatione ad principium dicitur veritas: summae veritatis et primae repraesentatio'.</span></p><p><span style="font-family: arial;">No obstante, para Buenaventura esta semejanza no implica una participación (<i>méthexis</i>) de las cosas en la esencia de Dios (que nos es desconocida, al contrario que su existencia (1)) porque no hay nada común entre Dios y las cosas. Ni siquiera se podrá decir que dicha representación consista en una <i>imitación</i> fiel de Dios, porque lo finito no puede imitar lo infinito, por consiguiente siempre hay entre las cosas y Dios más diferencias que semejanzas. <i>La semejanza es de expresión</i>. Las cosas son a Dios lo que los signos son a la significación que expresan. Constituyen una especie de lenguaje y por eso el universo entero es como un libro en el que puede leerse la Trinidad. El mundo no tiene otra razón de ser que la de <i>expresar </i>a Dios.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Aspira la criatura humana a divinizarse aproximándose a lo eterno y perfecto. De tres modos puede lograrlo: por la <i>percepción </i>nota lo que hay; se fija en ello por el <i>apetito</i> y el <i>goce</i>; y lo conoce por el <i>juicio.</i> Sin embargo, no percibimos la sustancia de las cosas, sino fenómenos e imágenes que afectan a nuestros sentidos. Tales imágenes nos recuerdan el Verbo divino, imagen del Padre eterno. Mas sólo la belleza nos causa placer, que es proporción en el número (pitagorismo). Y como toda criatura es bella en algún grado, el número se halla en todas y siendo el número y cálculo señal de inteligencia es forzoso advertir las huellas del Artífice Supremo.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj4mFM3vH35HgZxL9xRnVGt41CLI5UF6ykS7-r4hTc5ckUIo8KMouFAT7gPS_eG384Xx7hf2M_dNRVhGtVR4VoIoo1Cu_-f876layv785cltTIkW39zVebF4GlTGCwK6b_Whr-cSV_6Wq7M6_DHMyhx3WuqjHxP0F_MZEfFk5_P2X349CVzv8H07WPhhso/s800/IMGP4411.JPG" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="800" data-original-width="534" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj4mFM3vH35HgZxL9xRnVGt41CLI5UF6ykS7-r4hTc5ckUIo8KMouFAT7gPS_eG384Xx7hf2M_dNRVhGtVR4VoIoo1Cu_-f876layv785cltTIkW39zVebF4GlTGCwK6b_Whr-cSV_6Wq7M6_DHMyhx3WuqjHxP0F_MZEfFk5_P2X349CVzv8H07WPhhso/w268-h400/IMGP4411.JPG" width="268" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><i>Heliotaurus ruficollis</i></td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">Tres etapas o momentos marcan la ascensión o peregrinación del alma hacia lo divino (<i>Itinierarium mentis in Deum</i>) o <i>Via iluminativa</i>: En la primera la mente busca los vestigios de Dios en lo sensible; en la segunda encuentra su imagen en nuestra alma; en la tercera, sobrepasando las cosas creadas nos introducimos en los goces místicos del conocimiento y adoración de Dios. Étienne Gilson sostiene que la tesis central de estas doctrinas es la de la <i>iluminación divina, </i>por lo que no es inexacto calificar a Buenaventura de agustinista.</span></p><p><span style="font-family: arial;">El juicio por excelencia es la abstracción, que prescinde de lo pasajero: tiempo, lugar y mudanza, ateniéndose a las cualidades permanentes, a lo inmutable y absoluto y, puesto que Dios es el único ser absoluto e inmutable, se sigue que en Él está la norma de nuestros conocimientos. La idea de Dios está implicada en la más sencilla de nuestras operaciones intelectuales, porque nuestro entendimiento no consigue captar plenamente sus objetos sino gracias a la idea del ser puro, total y absoluto. Es la presencia en nosotros de la idea de lo perfecto y absoluto la que nos permite conocer lo particular como imperfecto y relativo. Existe pues un <i>arte divino</i> que crea toda la belleza y nos ilumina para juzgarla, "el esplendor de las cosas nos Lo revela si no estamos sordos".</span></p><p><span style="font-family: arial;">Buenaventura quiere conciliar la doctrina aristotélica de la sensación concebida como pasión del compuesto humano, con la agustiniana y platónica de la sensación concebida como acción del alma. Las noticias sensibles son los datos de los que el intelecto abstrae mediante un <i>esfuerzo de atención</i>, de selección y reagrupamiento, realizado por la razón. Pero desde el momento en que rebasamos los objetos sensibles y nos elevamos a las verdades inteligibles apelamos a una <i>luz interior</i> que se expresa en los principios de las ciencias y de la verdad natural, innatos en el hombre. </span></p><p><span style="font-family: arial;">Si el intelecto humano posee conocimientos ciertos es porque las ideas divinas mismas, inteligibles e inmutables, nos iluminan mediante una acción reguladora. Gracias a ellas no sólo vemos lo que hay, sino también la concordancia o discordancia de lo que hay con lo que debe haber. Nuestro intelecto puede juzgar porque las Ideas divinas lo juzgan a él. Este "rayo divino" no nos ilumina plenamente, ya que no alcanzamos las ideas eternas tal y como están en Dios aun siendo la regla inmediata de nuestros conocimientos, sino como reflejo suyo y confusamente. Por eso nuestro conocimiento nunca está plenamente fundado; si bien los principos del conocimiento (el de no contradicción, por ejemplo: "no es posible A y a la vez no-A") son claros, las Ideas eternas, cuya acción regula nuestro entendimiento sometiéndolo a estos principios, escapan a nuestra visión aunque son ellas las que confieren su valor a los principios.</span></p><p><span style="font-family: arial;">De este modo, la mente del Doctor Seráfico funde elementos de ambas tradiciones, la pagana y la agustiniana, atándolas con el criterio cristiano. También está presente Ibn Gabirol, por ejemplo en la composición hilemórfica de las sustancias espirituales (2), y la tesis de la <i>pluralidad de las formas</i> encuentra apoyo en Avicena (3). También encontramos en Buenaventura la doctrina estoica de las <i>razones seminales</i> latentes en la materia como causa de sus virtuales transformaciones. </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOxveV1tTU55MARmpYn2Z0ZUIrqv7NFgdzLi7tJgRgRGeu_WO5dY5ypreu5QeeD9MOBW998LunX8AtlZJK2LU1KMSXAR7FdlV5s0K6WncRWAy23wSBGcm7WvqNJYvRB3hLyGKaJUO9RfCPrFRngVTMCjImep8_xlAFPPY9ROYxIU-eaUgzzojalXyrC-4/s1024/Viniebla%20de%20hojas%20de%20alhel%C3%AD-001.JPG" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="968" data-original-width="1024" height="303" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOxveV1tTU55MARmpYn2Z0ZUIrqv7NFgdzLi7tJgRgRGeu_WO5dY5ypreu5QeeD9MOBW998LunX8AtlZJK2LU1KMSXAR7FdlV5s0K6WncRWAy23wSBGcm7WvqNJYvRB3hLyGKaJUO9RfCPrFRngVTMCjImep8_xlAFPPY9ROYxIU-eaUgzzojalXyrC-4/s320/Viniebla%20de%20hojas%20de%20alhel%C3%AD-001.JPG" width="320" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Viniebla silvestre de hojas de alhelí, 16 abril 2011</td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">De su consideración de Dios como artista viene el predominio que otorga a dos facultades poéticas: la imaginación y el sentimiento, potencias que desarrolla en su simbolismo, en su metafísica y en su estilo. Por ejemplo, en el símbolo místico de las seis alas angelicales, que impuso a Santa Teresa la idea de sus Moradas.</span></p><p><span style="font-family: arial;">En las <i>Leyendas</i> de San Francisco (el <i>Poverello</i>), Buenaventura presenta al Serafín de Asís contemplando con mirada platónica los seres creados como otros tantos arroyos del manantial de bondad infinita en que anhela saciarse. Sus virtudes forman un celeste concierto, cuyos acordes escucha el espíritu. </span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><b><span style="font-family: times;">Notas</span></b></p><p><span style="font-family: arial;">(</span><span style="font-family: times;">1) San Buenaventura distingue con precisión entre esencia y existencia, en las criaturas no coinciden porque ninguna puede ser <i>razon suficiente</i> de su existencia (lo que descarta el panteísmo). Si bien admite la evidencia de la existencia divina y su necesidad intrínseca no cree que podamos hacernos una idea clara ni un concepto definido de la esencia de Dios, que no es incomprensible (agnosticismo esencialista).</span></p><p><span style="font-family: times;">(2) No sólo los cuerpos, sino también los espíritus son un compuesto de materia y forma, es decir de potencia y acto. En sí misma la materia no es ni corpórea ni material; sólo deviene una u otra cosa según la forma que recibe. En todo ser finito la limitación de su actualidad deja paso a cierta <i>posibilidad de ser</i>, y eso mismo es lo que llamos materia. Tanto las almas humanas como los ángeles son sustancias compuestas de una materia espiritual determinada por una forma actual.</span></p><p><span style="font-family: times;">(3) Todo ser supone tantas formas como propiedades diferentes tiene; en cada cosa existe una pluralidad de formas, jerarquizadas u ordenadas en unidad.</span></p><p><span style="font-family: times;"><br /></span></p>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-47736631262144393782023-09-28T09:59:00.006+02:002023-11-21T10:10:44.548+01:00DISPUTA DE LOS UNIVERSALES<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhbCFtny-1TGGwaIM9DbejUrXnPLfVHKKwrklLmmqYG44atPA2hoGc3mnwUmRrC3BG7DnCqXjP9Qd0_XcZBFL6FW0teyczm_Q5WTR0SuCM1nwgl49RUSwY9Htu3KqE2egw6nd0g0-ABfuGZcjEorOLLfxnsb4tNWeICD9mmIi8Z3PC1y_-ezFgP94Ekeu8" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="333" data-original-width="500" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhbCFtny-1TGGwaIM9DbejUrXnPLfVHKKwrklLmmqYG44atPA2hoGc3mnwUmRrC3BG7DnCqXjP9Qd0_XcZBFL6FW0teyczm_Q5WTR0SuCM1nwgl49RUSwY9Htu3KqE2egw6nd0g0-ABfuGZcjEorOLLfxnsb4tNWeICD9mmIi8Z3PC1y_-ezFgP94Ekeu8=w400-h266" width="400" /></a></div><br /><h4 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Tres sistemas</span></h4><p></p>
<p class="MsoNormal"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p><span style="font-family: arial;">Algunas inteligencias, la de Cicerón entre las más
tempranas, pensaron que las diferencias entre el idealismo esencialista
platónico y el realismo empirista de Aristóteles era más bien formal que real. O
sea, diferentes nombres para doctrinas análogas. Mas distaba mucho el Liceo de
firmar la paz con la Academia, mucho menos con el escepticismo crítico en que
esta derivó cuando Roma mandaba en el Mediterráneo. La Edad Media bebió cuanto
pudo de lo que conoció de ambas tradiciones, a veces confundidas en copias de
copias, o pasadas por el tamiz del árabe o del hebreo. La cuestión debatida en
los fogonazos del siglo XIII, que anunciaban ya el renacer de la superior
cultura fue la célebre Disputa de los Universales, piedra de toque donde la
Escolástica en su plenitud demostró su valía.</span></p><p class="MsoNormal"><span></span></p><a name='more'></a><p></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Como dejó escrito doña Emilia Pardo Bazán<a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftn1" name="_ftnref1" style="mso-footnote-id: ftn1;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt; line-height: 115%;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> fuera injusto acusar a
aquellos frailes de no emplearse más que en ergotismos vacíos y sofísticos
juegos de palabras. Boecio (480-525), filósofo rezagado del paganismo, último
romano, echó las simientes de tan empeñada discusión en un pasaje de su versión
de Porfirio. La recogió Roscelino de Compiègne (1050-1125) afirmando que las
ideas generales son meras abstracciones formadas en el entendimiento mediante
comparación de individuos que reducimos a un concepto común, noción que no
existe fuera del entendimiento que la concibió; en consecuencia, las ideas
generales son en el fondo palabras no más, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">flatus
vocis</i>. Roscelino concluye que siendo los universales palabras vacías, sólo
en los entes singulares y sus particularidades está lo real<a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftn2" name="_ftnref2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt; line-height: 115%;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>. Esta conclusión tenía su
corolario teológico y escandaloso: En la Santísima Trinidad, lo real serían sus
tres personas, no la unidad de su esencia, lo que conduce a un politeísmo de
tres divinidades: Padre, Hijo y Espíritu Santo (Triteísmo). San Anselmo impugna
el “error” y Roscelino se retracta. </span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Por su parte, Guillermo de Champeaux (h. 1070-1121) ataca el
“verbalismo” o nominalismo de Roscelino y sostiene en el extremo opuesto que
los universales no son meros nombres, sino las únicas entidades existentes y
sólo por ellas conocemos los individuos, que son modificaciones accidentales
del género: lo real es la Humanidad; los humanos son sus fragmentos. Pedro Abelardo,
que fue discípulo de Roscelino, atacó duramente esta teoría, entre otras
razones porque conducía al panteísmo. Sin embargo, Abelardo otorgaba realidad a
particulares y a universales a la vez. </span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Ya tenemos con ello formados los tres sistemas sobre el ser
de las ideas: </span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">- nominalismo</i> (los
universales son meros nombres), </span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">- realismo</i> (las
ideas tienen <i style="mso-bidi-font-style: normal;">realidad</i> natural; la
idea es <i style="mso-bidi-font-style: normal;">res</i>, cosa) y </span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">- conceptualismo</i>
(los universales son <i style="mso-bidi-font-style: normal;">reales</i> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">in mente</i>). </span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Tomás de Aquino ensayará poner orden en este asunto. Según
Aquino, el entendimiento no conoce directamente las realidades singulares e
individuales. Escoto no compartirá esta opinión y afirmará que el entendimiento
conoce directamente las realidades individuales (esta manzana aquí y ahora,
aquella rosa concreta…) por medio de una <i style="mso-bidi-font-style: normal;">intuición
inmediata confusa</i>. El entendimiento capta abstractivamente lo universal (en
esto están de acuerdo los dos filósofos), y directamente, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">intuitivamente</i>, lo individual (en esto se distancia Escoto de
Aquino).</span></p>
<h4 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Las ideas, ¿existen nominal o realmente?, ¿qué valor hemos de
atribuirles? </span></h4>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Los “realistas” multiplican entidades y abstracciones
arrastrados hacia el idealismo escéptico; los “nominalistas”, hacia un
desenfrenado empirismo. Entre las soluciones más ingeniosas se cuenta la del
dominico Vicente de Beauvais (1190?-1267?), autor del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Speculum Majus (</i>monumental enciclopedia medieval): si bien las
ideas que por abstracción adquieren nuestras mentes carecen de modelo
sustancial en la naturaleza, en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">la mente
divina</i> estaban antes de la creación su idea general y sus tipos, tanto
universales como individuales. Esto recuerda la noción agustinista de las ideas como <i>rationes seminales</i> en la mente de Dios.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Todos los atletas de la Escolástica probaron sus fuerzas en
la Cuestión de los Universales. Sto. Tomás indica que lo universal no está en
los individuos, sino <i style="mso-bidi-font-style: normal;">en potencia</i>;
Duns Escoto dirá que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">en acto</i>. Un
seguidor de este último, Guillermo de Ockam, a principios del XIV resucita el
nominalismo cuando parecía vencido y obtiene el título de “Príncipe del
nominalismo”. Su propuesta de no multiplicar los entes sin necesidad sigue
siendo regla de la epistemología actual (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">entia
non sunt multiplicanda sine necessitate</i>)<a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftn3" name="_ftnref3" style="mso-footnote-id: ftn3;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt; line-height: 115%;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">El dominico Tomás de Aquino y el franciscano Juan Duns Escoto
(1266-1308), "Ángel de las Escuelas" y el "Dóctor Sutil" llenan con su
inteligencia y sabiduría el siglo XIII. Tomás es intelectualista, el maestro “Dunsio
Escoto” (como le llama E. Pardo Bazán) es voluntarista; el italiano insiste en
la libertad, el escocés (o irlandés) en el valor de la gracia; el dominico
sigue a Aristóteles, Scoto conoce profundamente al Estagirita, escribe sobre él
cuatro volúmenes, pero su genio analítico pone de manifiesto el lado flaco de
los sistemas del Filósofo por antonomasia. Como buen franciscano es muy presente
en él la obra de San Agustín. Sin embargo, a pesar de hallarse entroncado en la
tradición agustinista, Escoto abandonó algunas de sus tesis<a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftn4" name="_ftnref4" style="mso-footnote-id: ftn4;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt; line-height: 115%;">[4]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEh2a3MyAbH7Wk7FSOGV0r-gVUvWwaNRjdwyhgNS2yJd-wzSUDI3cbXZYb78MVvaOca81MR4IUx5UFX-YslHSQ0iarBdLj4yXhqYrMATYHMTEQFnvwZFT9w096QNk9CePCDQtVkfAlS8p2Sm8l1ImOwZvD9WIzu7Sjf4kYhseOqOX0d6BkBoFAJt7cEiNMQ" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img alt="" data-original-height="371" data-original-width="660" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEh2a3MyAbH7Wk7FSOGV0r-gVUvWwaNRjdwyhgNS2yJd-wzSUDI3cbXZYb78MVvaOca81MR4IUx5UFX-YslHSQ0iarBdLj4yXhqYrMATYHMTEQFnvwZFT9w096QNk9CePCDQtVkfAlS8p2Sm8l1ImOwZvD9WIzu7Sjf4kYhseOqOX0d6BkBoFAJt7cEiNMQ=w400-h225" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: times;">Juan Duns Scoto (1266-1308)</span></td></tr></tbody></table><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><h4 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Sutilezas de Duns Scoto</span></h4><p></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Duns Scoto, de humilde origen, nació el mismo año de la
muerte de San Buenaventura y se dice que apacentó ovejas hasta los ocho años. Fue
a Oxford donde oyó a Guillermo Varrón (Doctor Fundado) y sucedió a este en su
cátedra de París donde reunió a tres mil oyentes. En la Sorbona le oyeron el
mallorquín Raimundo Lulio y el italiano Dante Alighieri. En 1303 fue desterrado
por defender la causa del papa Bonifacio VIII, dos años más tarde regresó como
doctor a París. Sus obras principales son </span><i style="font-family: arial;">Opus
Oxoniense</i><span style="font-family: arial;"> (</span><i style="font-family: arial;">Ordinatio</i><span style="font-family: arial;">) y </span><i style="font-family: arial;">Reportata Parisiensia, </i><span style="font-family: arial;">ambas son comentarios de las Sentencias de Pedro Lombardo, demostrando que el género del comentario da para un pensamiento original</span><span style="font-family: arial;">. Escoto murió en plena madurez. Presintió no pocos adelantos de nuestros días. Fue un
prodigio en matemáticas y escribió tratados de química y óptica. Quiso dar a la
ciencia carácter riguroso y exacto, inventando una</span><span style="font-family: arial;"> </span><span style="font-family: arial;">terminología precisa. Como dialéctico no hubo
en su tiempo impugnador más temido. Duns Escoto anticipa el distanciamiento
entre Teología y Filosofía, la primera se ocupa de Dios, la segunda del Ser en
cuanto ser.</span><a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftn5" name="_ftnref5" style="font-family: arial;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt; line-height: 115%;">[5]</span></span></span></a></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftn5" name="_ftnref5" style="mso-footnote-id: ftn5;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[endif]--></span></span></a></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Respecto a la Cuestión de los Universales reconocía dos
ejemplares de las cosas, como aquellos libros en que según San Buenaventura
("Platón de la Edad Media") se contiene toda ciencia: el uno increado, la Idea,
que descansa eternamente en la razón divina y es causa activa (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">idea in ipsa mente divina causans rem</i>);
el otro creado, lo universal o sea la especie inteligible formada en el
intelecto humano por los objetos exteriores y percibida por los sentidos (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Species, sive conceptus universalis formatus
ex se, sensibus percepta ab intellectu creato</i>). De aquí se infieren <i>dos
criterios de verdad:</i> falible el uno pues entraña la variabilidad del objeto
concebido y del sujeto que lo concibe; el otro enteramente cierto, pues la
razón lo contempla en su eterno ejemplar, que es Dios.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Puede decirse que Escoto negó la existencia de los
universales <i>in re</i>, aunque no <i>in mente</i>. Creía que la naturaleza de las cosas es singular
e individualizada en sí misma y se universaliza cuando entra en relación con la
mente. Sin embargo, Escoto no fue exactamente un nominalista, lo real (materia
y forma) no es para él pura individualidad, puesto que podemos abstraer de él
ideas generales; ni tampoco pura universalidad. Se basa en Avicena para decir que las naturalezas no son ni uiniversales ni singulares. Si la naturaleza del caballo fuera de suyo universal, no podría haber caballos particulares; si la naturaleza del caballo fuera de suyo singular, no podría haber más que un solo caballo (paráfrasis de E. Gilson). la esencia es indiferente a lo universal y a lo particular. En el particular, la esencia es "la última actualidad de la forma", sin embargo, como "lo más común", el ser, objeto general del intelecto, es concebido como "unívoco", es decir que siendo el ser en todas partes idéntico a sí mismo, está implicado en todo inteligible y, por tanto, en toda esencia. Sin embargo, para Escoto, el "ser común" no es un género abstracto, pues tiene un grado propio de realidad, como toda esencia. Por eso la Metafísica no es una Lógica.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Por consiguiente, la naturaleza común de las
cosas individuales es susceptible de un proceso de individuación y
universalización, pero el principio de individuación no reside como afirmaba
santo Tomás en la materia, aunque tampoco en la forma: lo que diferencia una
cosa de otra es lo que Escoto denominó <i style="mso-bidi-font-style: normal;">haecceitas</i>,
una <i>distinción formal:</i> la determinación de la forma en la singularidad<a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftn6" name="_ftnref6" style="mso-footnote-id: ftn6;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt; line-height: 115%;">[6]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>. ¿De qué modo podría ser gratificado el intelecto humano con la visión beatífica, si su destino natural fuera conocer la cosa material? Un teólogo no puede sostener dicha limitación, a la vista de los fines últimos del hombre.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Duns Escoto discute con el de Aquino porque percibe en su sistema al Aristóteles averroísta, pero su adversario histórico principal fue Enrique de Gante (1217-1293), próximo no obstante a sus propias tesis (Jean Jolivet, 1969).</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">La idea divina, si bien se nos manifiesta de indirecto modo,
es para nuestra inteligencia causa de comprensión. La idea adquiere una cierta realidad, pero su ser es relativo, disminuido, es en cuanto conocida y no tiene ser distinto <i>realmente </i>del ser de Dios. El sistema completo de <i>lo posible </i>se funda, por tanto, en el entendimiento divino. </span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Concluye Scoto que el hombre
no bebe de la fuente de la verdad en las cosas creadas ni puede tener por
absoluto el testimonio de los sentidos. De este modo limitaba el sensualismo
aristotélico que iba prosperando en las aulas ayudado por el averroísmo latino,
pero a la vez evitaba el idealismo trascendental, añadiendo que cuando la
experiencia sensible se deriva lógicamente de <i>un principio</i>, puede ofrecernos
tan indudable certeza como el conocimiento racional, con lo cual se salva el
enlace entre sujeto y objeto, entre razón y percepción. Toda certeza depende pues de
un principio superior, conocemos las verdades en la luz eterna que es la
voluntad divina fuente del orden universal, ley absoluta y suprema (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Voluntas Dei absoluta summa est lex</i>)<a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftn7" name="_ftnref7" style="mso-footnote-id: ftn7;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt; line-height: 115%;">[7]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>. Para Escoto, Dios es una esencia simple, una entidad real actual infinita e inmutable, creador de un <i>mundo contingente</i>. La raíz de la contingencia está en la voluntad de Dios, que elige libremente entre los posibles, los que pueden componerse sin contradicción (<i>potentia Dei absoluta</i>). Escoto distingue esta <i>potencia absoluta de Dios</i> de la <i>Potentia Dei ordinata</i>, que se relaciona con las leyes de hecho. Escapamos así a la concepción greco-árabe de un universo necesario. Lo posible encierra necesidad, mas su existencia es radicalmente contingente. A una decisión libre no se le puede hacer depender de ninguna demostración necesaria. Y Dios podría dejar en suspenso el orden contingente que voluntariamente (o por amor) ha instaurado.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">El <i>Doctor Sutil </i>dio forma acabada y latina a la doctrina
franciscana, más estética y mística que racional. La filiación escotista de
Ockam en el siglo siguiente es indudable, sin embargo sus puntos de
coincidencia con Escoto son menores que sus puntos de discrepancia. El pensar de Escoto
conserva el sello característico de los filósofos del siglo XIII: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">el sistematismo</i> (Tomás Calvo). Por eso, como Aquino, construye un sistema que aspira a explicar la totalidad de lo real.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Las enseñanzas de Duns Scoto fructificaron en autores posteriores, v. gr., en "el príncipe de los escotistas" Francisco de Meyronnes (Doctor penetrante, <i>Doctor acutus, 1280-1327</i>). Respecto a las formas universales sigue a San Agustín afirmando que las ideas son realidades adorables, quididades que no es posible considerar como producidas, ni singulares ni localizadas ni actuales ni subsistentes, como pretendía Aristóteles atribuyéndoles erróneamente separación espacial. Las ideas no están en ninguna parte, no son un producto del entendimiento, ni están inmersas en la naturaleza de las cosas, son esencias puras, cuya necesidad indica solamente <i>ausencia de contingencia</i> ligada al hecho de ser <i>ajenas a la existencia</i>.</span></p><h4 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Cuestión abierta</span></h4>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">La Cuestión de los Universales, o de la naturaleza de las ideas generales, da asunto perpetuo para el
discurso filosófico. Ya fue debatida por estoicos, platónicos y peripatéticos y
ahincadamente discutida, con profundidad admirable y podríamos decir también con elevación angelical, por las más despejadas inteligencias de la Edad
Media. Hoy se renueva en la investigación sobre el origen de los seres
(evolucionismo). La pugna entre nominalistas y “realistas” es un frente decisivo
del combate entre idealismo y sensualismo, tiene incluso su correlato político,
ético y artístico<a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftn8" name="_ftnref8" style="mso-footnote-id: ftn8;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt; line-height: 115%;">[8]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>.</span></p>
<p class="MsoNormal"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></p><div style="mso-element: footnote-list;"><hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<div id="ftn1" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftnref1" name="_ftn1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 115%;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></a>
En su monumental trabajo sobre <i>Francisco
de Asís y el siglo XIII</i> (1882).</span></p>
</div>
<div id="ftn2" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftnref2" name="_ftn2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 115%;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Particularidades, detalles o diversidades que olvidamos para formar
intelectualmente el universal.</span></p>
</div>
<div id="ftn3" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftnref3" name="_ftn3" style="mso-footnote-id: ftn3;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 115%;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Aunque se suele repetir esta frase latina como original de Ockam, los eruditos
ponen en duda que la escribiese. En cualquier caso la idea sigue siendo
relevante: la explicación más simple es la mejor, v. gr.: la reducción de las
fuerzas de la naturaleza a una sola (causa directa o indirecta) es un ideal científico.</span></p>
</div>
<div id="ftn4" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftnref4" name="_ftn4" style="mso-footnote-id: ftn4;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 115%;">[4]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Tomás Calvo dice que Escoto abandona la teoría de la Iluminación, pero es posible
escuchar sus ecos, precisamente, en su concepción de las ideas como principios in mente, que parece anticipar la concepción kantiana de las categorías.</span></p>
</div>
<div id="ftn5" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftnref5" name="_ftn5" style="mso-footnote-id: ftn5;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 115%;">[5]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Para Duns Scoto la Teología tiene por principios las “verdades reveladas” y un
objetivo práctico: la salvación. La Metafísica estudia las relaciones entre las estructuras o formas esenciales. Al contrario que en el averroísmo, en Escoto la Metafísica (ciencia del ser común) no absorbe a la Teología. Según Jean Jolivet, la filosofía de Escoto está presidida por la concepción aviceniana de la esencia, la existencia es como un accidente de la esencia, que la define y soporta.</span></p>
</div>
<div id="ftn6" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftnref6" name="_ftn6" style="mso-footnote-id: ftn6;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 115%;">[6]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Cfr. Laura Silvani. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Historia de la
Filosofía</i>, 2003, pg. 128ss.</span></p>
</div>
<div id="ftn7" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftnref7" name="_ftn7" style="mso-footnote-id: ftn7;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 115%;">[7]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Tal vez convenga recordar aquí que para Duns Scoto “el ser cuya no existencia
resulta impensable existe necesariamente”. Naturalmente, para un entendimiento
del XIII la inexistencia de Dios es inconcebible, pero la prueba de su existencia
deriva de la necesidad de un primero (causa primera) en la multitud de seres, principio en el que es
imposible la contradicción, un punto de vista precursor del de Leibniz.</span></p>
</div>
<div id="ftn8" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/Usuario/Documents/BLOGS/ApC/DUNSIO.docx#_ftnref8" name="_ftn8" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 115%;">[8]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Un clásico de la filosofía conservadora usamericana es el ensayo de Richard M.
Weaver (1910-1963)<i>: Las ideas tienen consecuencias </i>(1948),
donde se describe la decadencia de la cultura como consecuencia, entre otros
errores, de las ideas nominalismo, dado que el rechazo de los universales, y de los ideales, supone el de
toda experiencia trascendental y arrastra al relativismo.</span></p>
</div>
</div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-45282980670012624412023-06-02T22:11:00.003+02:002023-10-01T11:35:11.497+02:00EUGENIO D'ORS<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgbJHkbG-ce0EYt0SWY9IFeYKkR6N7jaMfZNneDKf2gywXShYabGwVnXZ0Sk_i5a-5G6zdwrErzVPPfbSOKiWuKSuhl3zzhq6VH6xnE1_nzsaPMZSBm5tU_yhYBxTu9Qq6vkit3_Hsx6o3I8aru2EtzEzPUNXnIjMcnZDzm-iaaUMsOj2n6YeyCfxu3/s3000/D'Ors%20ram%C3%B3n%20casas.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3000" data-original-width="2212" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgbJHkbG-ce0EYt0SWY9IFeYKkR6N7jaMfZNneDKf2gywXShYabGwVnXZ0Sk_i5a-5G6zdwrErzVPPfbSOKiWuKSuhl3zzhq6VH6xnE1_nzsaPMZSBm5tU_yhYBxTu9Qq6vkit3_Hsx6o3I8aru2EtzEzPUNXnIjMcnZDzm-iaaUMsOj2n6YeyCfxu3/w295-h400/D'Ors%20ram%C3%B3n%20casas.jpg" width="295" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">El joven Eugenio D'Ors dibujado por Ramón Casas</td></tr></tbody></table><br /><div style="text-align: left;"><div style="text-align: right;"><span style="font-family: helvetica;">A mi amigo Juan Ramón Córdoba León,</span></div><div style="text-align: right;"><span style="font-family: helvetica;">excelente fotógrafo y notable escritor</span></div></div><p><b>PERFIL COMPLEJO</b></p><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><div style="text-align: right;">"Yo no soy un libro hecho con reflexión </div></blockquote></blockquote><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><div style="text-align: right;">yo soy un hombre con mi contradicción" </div></blockquote></blockquote><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><blockquote style="border: none; margin: 0px 0px 0px 40px; padding: 0px; text-align: left;"><div style="text-align: right;">E. D'Ors </div></blockquote></blockquote></blockquote><p><span style="font-family: arial;">La fanática subcultura de la cancelación y el maniqueísmo oficial -a veces de estirpe agustinista-, se han conjurado para considerar a Eugenio D'Ors (1881-1954) un ángel caído de la literatura y de la filosofía española, traidor por añadidura al catalanismo, y eso aunque se haya acreditado como un monumento bizarro de la cultura universal. Su figura aparece en los mass-media tan admirable como aborrecible, tan ególatra como imprescindible; su biografía con las contradicciones propias de un alma que -como la de Séneca- quiso y no pudo nadar contra corriente, aun pensando originalmente en medio de la mediocridad, en mitad del torbellino de una edad turbulenta, repleta de extremismos y atrocidades. </span></p><p><span></span></p><a name='more'></a><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">Catalanista convencido hasta 1920 (<i>noucentisme</i>). Evolucionó de dandi barcelonés a caballero falangista. Nombrado Jefe de Bellas Artes por el caudillo, reorganizó el Museo del Prado y montó juegos florales y solemnes procesiones para exorcizar reliquias dañadas por el vandalismo revolucionario. Pero que nadie se engañe, D'Ors era más pagano que cristiano, lo que no le impidió elaborar una Teología de los ángeles custodios. "Ángel" es para D'Ors el análogo de la sobreconsciencia freudiana, el ideal del yo. Como su amigo Ridruejo, se esforzó por airear con el viento de la Edad de Plata las lúgubres habitaciones del primer franquismo, como <i>maître à penser</i> de una derecha conservadora pero civilizada, ilustrada, tan rara en España; lo que no le salió barato.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Durante décadas elevó la anécdota a categoría con su <i>Glosari</i>, primero en catalán, luego <i>Glosario </i>en español, cuando, al tanto de la magnitud terrenal de la Hispanidad, pues viajó en 1921 por Hispanoamérica, aspiró a ser oído en una esfera de radio muy superior, dando muestras, no obstante, de su extraordinario <i>seny </i>(la eventual, episódica y añorada sensatez y ecuanimidad catalana). </span></p><p><span style="font-family: arial;">Maestro del Periodismo de Ideas, entre Goméz de la Serna y Ortega inexpugnable, escritor tan estiloso como portentoso, conceptista, barroco, culterano como el aragonés Gracián, ironista y extra-académico, aunque sin renunciar al didactismo. Por su sobresaliente altura intelectual, políglota y polímata erudición, por su autoridad como crítico de arte, mereció la invitación de Paul Desjardins a las selectas reuniones de Pontigny, la abadía cisterciense en que discutían Thomas Mann, E. R. Curtius, André Malraux, Paul Valéry, Max Scheler, Alberto Moravia...</span></p><p><span style="font-family: arial;"> Allí resucitó D'Ors el valor del Barroco como estado del alma y "eón" estético (eón = constante histórica) que imita los procedimientos de la naturaleza y devuelve a la columna su condición de tronco de árbol. Defendió el eón barroco contra el vituperio de Benedetto Croce que consideraba el barroco una variedad de lo feo o contra la opinión de quienes lo tenían por reflejo de la decadencia del imperio español. El resultado fue la monumental obra: <i>Lo barroco</i> (1931).</span></p><p><span style="font-family: arial;">Aliado en su juventud con el nacionalismo de Joan Maragall (1860-1911) participó en la <i>Reinaxença</i> modernista, contra el positivismo, proponiendo en lo político una autonomía federalista de Cataluña. Rechazó tanto el romanticismo como el naturalismo rural y la concepción profética del poeta, que asumió sin embargo su contemporáneo: el vasco Juan Larrea (1895-1980), más joven que él. En contra del centralismo, D'Ors fue el intelectual más importante del <i>noucentisme </i>que acentuaba el particularismo catalanista. Inventó el término: de <i>nou</i>, nuevo y nueve, que oponía el siglo XX al XIX, siglo aquel post-romántico, historicista y positivista por excelencia.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Siempre defendió la cultura frente a la naturaleza salvaje. Introdujo en España la "Ciencia de la Cultura". Prefería como Oscar Wilde el arte frente a la espontaneidad, la armonía civil y la jerarquía frente a la masa (cfr. su novela <i>La ben plantada</i>). En aquella época rechazaba incluso el bilingüísmo catalán, una riqueza de Cartaluña que hoy, quienes le desprecian, quieren reprimir.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Con la muerte de Prat de la Riva y la dictadura de Primo de Ribera, se eclipsa el movimiento <i>noucentista</i> y cambia la postura de D'Ors. En 1904 se doctora en Derecho por la universidad de Barcelona, marcha a la Sorbona, a Bruselas, Heidelberg y Munich, y en 1905 inicia su <i>Glosari</i> firmando como Xenius, que tendrá su continuidad hasta 1920. Antes, en 1913, se doctoró en Filosofía y Letras por la universidad de Madrid con una tesis sobre "Las aporías de Zenón de Elea y la noción moderna de espacio y tiempo". D'Ors cultivó en Madrid (h. 1923) el trato con intelectuales y artistas como Rubén Darío, Juan Valera, Menéndez y Pelayo, Maura, Menéndez Pidal o Giner de los Ríos. En 1904 inició una relación epistolar con Unamuno, a quien consideraba "abogado defensor de la imaginación en la investigación científica".</span></p><p><span style="font-family: arial;">Decisivo para su cambio de posición política fue el hecho de que en 1914 le negaran una cátedra de Filosofía en Barcelona. Aquello fue un escándalo nepotista, como es frecuente en nuestras universidades. Ortega y Gasset le desagravió y le homenajeó. La única docencia que pudo llevar a cabo fue en la Escuela superior de bibliotecarios, donde comenzó a elaborar su Ciencia de la Cultura. En 1917 se produjo una conspiración dentro del <i>Institut d'Estudis Catalans</i> contra él, a quien defenestran como secretario a la muerte de Prat de la Riva.</span></p><p><span style="font-family: arial;">D'Ors tenía un fondo revolucionario que lo hizo simpatizar con el movimiento obrero y sindical y, luego, con el sindicalismo falangista (no "fascista", como se dice hoy, tan negados como estamos para los matices y tan proclives al insulto). En su compleja mente se mezclaban el sindicalismo y la añoranza del imperio con sus notas de autoridad y jerarquía; en lo estético, orden y medida. En 1937, el castellano (español) significaba para él, ya novecentista, cosmopolitismo universalista y europeizante; y "catalán", ruralismo romántico, pero también mediterraneidad, la cual siempre apreció.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Autores hay que lo asimilan a la Generación del 14 con Ortega a la cabeza. José Luis Abellán llega a decir que será Ortega quien lleve los planteamientos orsianos del "novecentismo", como sensibilidad vital opuesta al racionalismo positivista, hasta sus últimas consecuencias restaurando una especie de "idealismo casi religioso" (1); otros hablan de una "Escuela de Barcelona" desde D'Ors a Joaquín Xirau (José Gaos <i>et al.</i>). El caso es que la ecuación D'Ors-Ortega pugnaba por la modernización de España y la regeneración de su atrasada cultura. La <i>Revista de Occidente</i> publicó sus "Tres horas en el museo del Prado". ABC publica su <i>Glosario</i> (1924-1934) y Eugenio marcha a París como representante español en una institución cultural de la Sociedad de Naciones. En la capital francesa se embebe y dialoga con el pragmatismo. Escribe también en francés. </span></p><p><span style="font-family: arial;">Quiso mantenerse distante, pero no pudo. Así que se involucró hasta mancharse. En 1938 se adhiere al Movimiento contra la República. Escribe en <i>Arriba</i>. Es nombrado secretario perpetuo del Instituto de España y coordinador de las Reales Academias, Director de Bellas Artes en 1953, recuperador del Prado y, por fin, catedrático de la universidad de Madrid con su <i>Ciencia de la Cultura</i> (1952), poco antes de su muerte.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Antes de "cancelarlo" por sus "errores" históricos, téngase en cuenta que D'Ors fue también maestro de José L. López Aranguren, que fue expurgado de la universidad española y exiliado en Usamérica por mostrarse a favor de las revueltas estudiantiles contra la dictadura en los años sesenta. Aranguren le dedicará su primer trabajo de envergadura (1944) "El pensamiento filosófico de Eugenio D'Ors" que luego publicó como monografía con el beneplácito del maestro. El lector interesado puede descargar y leer mi recensión de esta obra en el número 28 (2009) del <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3260852">Boletín Millares Carló</a>. Lo que en 1981 seguía apreciando Aranguren de D'Ors no era su posición política conservadora, sino su agudeza de visión, la imaginación para el concepto y su intuitiva interdisciplinariedad.</span></p><p></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0V2n6L5gXvE3ZkWLDmsV0D6VEo3Oq4KLAQeBS7xf0D2Jyx-c0gar6zrPWj7wLllIWfjocSmIe5GJi7uk3G2NIquvDBlw2NcX4ZGTJ6Y1solt4wgGjJPYwSBJCvo44Hmtgy71X3ci2NKaLoYvMWVR2ND20EUz1q8iTu6VCENJIXMOdXxioGrPuUkzf/s2819/Conjuntivitis%202022%20(2).jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="2819" data-original-width="2622" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0V2n6L5gXvE3ZkWLDmsV0D6VEo3Oq4KLAQeBS7xf0D2Jyx-c0gar6zrPWj7wLllIWfjocSmIe5GJi7uk3G2NIquvDBlw2NcX4ZGTJ6Y1solt4wgGjJPYwSBJCvo44Hmtgy71X3ci2NKaLoYvMWVR2ND20EUz1q8iTu6VCENJIXMOdXxioGrPuUkzf/s320/Conjuntivitis%202022%20(2).jpg" width="298" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Conjuntivitis, JBL 2022</td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;"><b>BREVE SINOPSIS DE SU SISTEMA</b></span></p><p><span style="font-family: arial;">D'Ors escribió sustanciadas obras filosóficas desde <i>La filosofía del hombre que trabaja y juega</i> (1914) hasta <i>El secreto de la Filosofía </i>(1947). Su pensar empieza siendo asistemático, aunque desde una perspectiva original y coherente. Muestra en sus primeros escritos pasión por la luz, la claridad y el equilibrio, mediterraneidad (<i>Heliomaquia </i>o combate por la luz).</span></p><p><span style="font-family: arial;">Su pensar <i>figurativo p</i>retende una equidistancia y una superación tanto del irracionalismo romanticoide como del racionalismo mecanicista, poniendo de manifiesto la inadecuación de lo real y lo racional. Aspira a un conocimiento <i>vivencial</i>. La<i> razón figurativa</i>, formal y concreta, pretende un conocimiento que sea a la vez genérico e individual: noción y retrato; análogo al dibujo, que media entre el guarismo y la pintura. Eco del espíritu geométrico. Lo ideal es lo vivo sensorracional.</span></p><p><span style="font-family: arial;">La filosofía es por tanto visión y dibujo, cifra, su eje son las figuras de la inteligencia, mediadora entre los conceptos vacíos y las imágenes sensibles, la inteligencia que capta el logos, lo racional, oculto en la corriente vital. D'Ors se aplica al arte de mirar, pues no se comprende sin ver, ni se ve sin comprender. Fondo y concepto son inseparables y hay que aprender a pensar con los ojos, pues para ver hay que idealizar y todo conocimiento es reconocimiento. En la <i>idea</i>, la nota intuitiva y la conceptual están indiscerniblemente entrelazadas.</span></p><p><span style="font-family: arial;">La filosofía de D'Ors está transida por un sentido de orden, de unidad y eternidad. Se enfrenta al historicismo que sometió todo pensar a la corriente del tiempo. Propone la contemplación <i>sub specie aeternitatis</i>, bajo la consideración de lo eterno, sin por ello negar la realidad de lo histórico. El tiempo es ritmo cíclico y el pensar es ascensión hacia lo eterno, sentir el ángel que se lleva dentro. Por eso la distancia, la lejanía es la mejor garantía de la presencia y el primer deber del paisajista es no formar parte del paisaje.</span></p><p><span style="font-family: arial;">La unidad está presente en <i>El hombre que trabaja y juega</i>; la variedad en el <i>Glosario</i>; la acción en la <i>Heliomaquia</i>, es decir, en la lucha por la cultura. El sistema filosófico de D'Ors se ordena en una <i>Dialéctica </i>(<i>Novissimum organum</i>, tributario de Sócrates y Hegel); una <i>Poética</i> o doctrina de la personalidad y la creatividad; y una <i>Patética</i>, doctrina del alma, del <i>noûs pathetikós</i>, ciencia psicológica. Con dos aplicaciones: la ciencia de la cultura (filosofía de la historia) que busca la verdad en las cosas creadas; y la angeología, contribución dorsiana a la teología.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>DIALÉCTICA</b></span></p><p><span style="font-family: arial;">Las palabras, además de tener sentido, forma y significado, tienen un movimiento, un impulso de enlace que es fuente de metáforas y figuraciones, una fuerza de proliferación que capta nuestra mente y hace posible la ironía. "Ciudadano de la república de la ironía", se llamó a sí mismo Eugenio D'Ors. La ironía corresponde a la plasticidad del mundo, pues nada hay autónomo, ni siquiera el cerebro. En todo nombre se halla una figuración. Y en todo léxico, especialmente en el filosófico, hay un mínimo de equívoco. Ninguna palabra es un símbolo definitivamente clausurado, ostenta siempre un carácter metafórico, por eso "todo verdadero escritor escribe en perpetuo neologismo". "Ni todo está dicho, ni todo está por decir. Todo está dicho a medias".</span></p><p><span style="font-family: arial;">Toda sabiduría se nutre de la dialéctica como diálogo: con el pasado (erudición), con el futuro (hipótesis), con la projimidad y la circunstancia en y contra la cual existe, se pule o desbarata la figura de cada individuo en su existencia.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Distingue entre razón e inteligencia. La razón es el instrumento de la ciencia, la inteligencia de la filosofía que aspira a un conocimiento integral que integra la emoción y se implementa en la vida. La conjunción de ambas facultades es el <i>seny</i>. La Razón, entendida en general es como una elipse con dos focos, uno es la razón pura, lógico-matemática; el otro foco es el <i>noûs </i>vital. La "razón pura" misma nace de una fuente impura que es la idea de orden, entendido este como condición expresiva de la inteligibilidad del Ser.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Por eso D'Ors sustituye los principios de no contradicción y de razón suficiente por los de participación y función exigida. El <i>Principio de función exigida</i> enuncia que "todo fenómeno es la relación anterior concomitante o a posteriori con otros fenómenos", es decir, que "todo fenómeno es un epifenómeno"; el <i>Principio de participación</i>, que "todo ser participa en la realidad de otro", con sus corolarios de síntesis y jerarquía. Diríamos que el principio de no contradicción (¬ (A & ¬ A)) es para el catalán lógicamente relevante, pero no ontológicamente dada la fluencia dinámica de la realidad.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>POÉTICA</b></span></p><p><span style="font-family: arial;">La filosofía puede elegir cualquier cosa como objeto. En su conocimiento, la filosofía procede de modo circular. No demuestra, sino que intelige desde la coherencia del orden; persuade, buscando una adhesión vital y atenta a los matices. El pensar filosófico expresa y crea figuras, incluso mitos. Sus figuraciones alcanzan la condición de <i>símbolos</i> si no poseen un vínculo completamente arbitrario con el objeto constante en el tiempo. Los símbolos añaden luz, clarifican. (Vemos aquí un precedente a la atención prestada por Eugenio Trías al "suplemento simbólico" de la sabiduría en <i>La edad del espíritu</i>). Si se condensa aún más el sentido del símbolo, D'Ors habla de <i>numen</i>.</span></p><p><span style="font-family: arial;">El juicio capta la realidad, la nominación la plasma, la figura la define y el símbolo la encarna, el numen y el mito la personalizan y vivifican. Un ejemplo de númenes relevantes en la obra crítica y estética de D'Ors son Roma (lo clásico) y Babel (lo barroco). El numen actúa como un <i>eón</i>. Los eones son entidades que, como los <i>memes</i> de Dawkins, cobran vida en las esfera de la cultura.</span></p><p><span style="font-family: arial;">El Yo es resistencia a la naturaleza y libertad inobjetivable, potencia creadora. Es imposible la libertad sin la capacidad real de colonizar o apropiarse del medio. El yo espiritualiza así a la naturaleza (desde luego no se puede espiritualizar un árbol cortándolo). Pero a la potencia de lo que quiero, se opone la resistencia de la naturaleza. Y, a veces, la voluntad, por débil o impulsiva, es obstáculo de la libertad. El mal objetivo es la resistencia irreductible.</span></p><p><span style="font-family: arial;">La naturaleza es resistencia y fatalidad, nuestra misma naturaleza está dominada por la inercia y la pasividad de lo subconsciente o infraconsciente (la Bestia, Satán). Mi propio cuerpo es resistencia a la libertad. El esfuerzo del humano para dominar(se), por regir desde el ángel de lo supraconsciente, se expresa en el mundo mediante el conocimiento, el trabajo y el juego, faena gratuita pero inteligente. Sobre los instintos, reina la vocación. "Vivir es gestar un ángel para alumbrarlo en la eternidad" (<i>Introducción a la vida angélica</i>, Madrid 1987). Pensar filosóficamente es dialogar con el ángel, potencia irradiante que sustantiva la libertad como <i>daimon </i>o numen y que supone ya una conciencia sin yo. </span></p><p></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj46SpGlS4uNn1WHgyPVEAX_YNcNX_n04EvdUO8uQ2M0sT2BeOd5MNZRZnBKFNakNyHKqDthCtrya7slexBRayBYNR9l_MMfTjFCQtVKQHc3SeCqyKXAuliJVVtqX0YOzslia6yS1_VkVrD4lIyi4AX1NTNNGxbn4-DzBQKD9zTK9_ouIMdvbdyd1yU/s996/Dors%20y%20Mar%C3%ADa%20P%C3%A9rez.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="747" data-original-width="996" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj46SpGlS4uNn1WHgyPVEAX_YNcNX_n04EvdUO8uQ2M0sT2BeOd5MNZRZnBKFNakNyHKqDthCtrya7slexBRayBYNR9l_MMfTjFCQtVKQHc3SeCqyKXAuliJVVtqX0YOzslia6yS1_VkVrD4lIyi4AX1NTNNGxbn4-DzBQKD9zTK9_ouIMdvbdyd1yU/w400-h300/Dors%20y%20Mar%C3%ADa%20P%C3%A9rez.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">D'Ors y María Pérez Peix</td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;"><b>EL SECRETO DE LA FILOSOFÍA</b></span></p><div style="text-align: left;"><div style="text-align: right;"><span style="font-family: times;">"Toda realidad es una posición. </span></div><div style="text-align: right;"><span style="font-family: times;">Una posición de posiciones representa una correlación"</span></div></div><p><span style="font-family: arial;">Siete años antes de su muerte publica D'Ors <i>El secreto de la filosofía</i> (1947), donde ensaya una sistematización coherente de su filosofía. Aquí expone que el orden es una conjunción de ley y libertad; el mundo, unidad y variedad; no un reloj ni una máquina, sino una <i>sintaxis</i>. Por eso, cada afirmación del saber acoge la contraria, no como sucesora (Hegel), ni como esclava (Platón), sino como honrado huésped.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Contra el principio de razón suficiente arguye que el efecto nunca se explica totalmente por la causa. D'Ors ensaya la exploración de las dimensiones de lo real no reductibles a cantidad. Por ideas capta la inteligencia el universal concreto que se personifica como numen, igual que las percepciones captan los fenómenos. El principio de participación no pretende en Eugenio D'Ors disolver la sustantividad de los nudos en la red ni las sustancias en relaciones. Los racionalistas se equivocan al buscar el numen en lo abstracto. La abstracción destruye el numen. Del numen cabe una explicación inteligente, pero no estrictamente racional, inteligente quiere decir ordenada y donde cada objeto ha de tener un <i>nimbo</i> real. "Nimbo" es ese halo de luz que rodea la cabeza de los santos, que es y no es el santo.</span></p><p><span style="font-family: arial;">D'Ors distingue entre una </span><i style="font-family: arial;">natura naturans</i><span style="font-family: arial;"> (selva inhabitable) y la </span><i style="font-family: arial;">natura aulica</i><span style="font-family: arial;">, valorizada, adoptada y adaptada por el hombre que trabaja y juega (jardín), es decir (re)creada y poética, inventada gracias a la razón, la imaginación y la acción humanizadoras, en donde la razón pone su riguroso orden; la ética, el fin bueno; y la estética, lo bello. El proyecto de la cultura, sus vicisitudes históricas, se organizan en un orden y jerarquía que escapa de las cárceles de la necesidad. Es la historia como aventura humana.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Se ha hablado del pragmatismo de D'Ors ("la actividad es garantía de la verdad"), o de su realismo, por contraste con el nominalismo del que proviene la "angustia existencial" que tan poco tiene que ver con su pensamiento ludista, irónico e ilusionante. También hay quien ha subrayado la proximidad de sus planteamientos a los de la Escuela analítica. La verdad es que D'Ors es él mismo, singular e inencuadrable.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Atento a la ciencia de su tiempo, D'Ors reniega no obstante de la fatalidad de la inmanencia, en la que se encerró Spinoza por llevar el abstraccionismo racionalista hasta sus límites panteístas, ya que para el sefardita no había más seres que el Ser (<i>Deus sive Natura</i>), y con ello absorbe al individuo en la especie y a las especies en los géneros, y todo género en el Supergénero. </span></p><p><span style="font-family: arial;">Por otra parte, el conocimiento sin la potencia de pensar es mera erudición, mientras que el pensar sin conocimiento es simple logomaquia, galimatías pretencioso: "En lo abstracto-concreto nada más, en lo creativo-documentado tan sólo, vive y resplandece la sabiduría".</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>LA CIENCIA DE LA CULTURA</b></span></p><p><span style="font-family: arial;">La Ciencia de la cultura será la disciplina orsiana por excelencia, nacida en la Escuela de Bibliotecarios de Barcelona, por él fundada, y en la Escuela Social de Madrid, de la que fue promotor, en 1953 se organiza como cátedra en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad de Madrid.</span></p><p><span style="font-family: arial;">La grafología es a la personalidad, explica D'Ors, lo que la morfología es a la cultura. Para explicar su dinamismo se vale de las figuras de los <i>eones </i>(constantes históricas) dispuestos en pares: Roma / Babel, clásico / barroco, femenino / viril, ecúmeno / exótero (lo exótico), etc. También concibe eones mixtos, y dominantes formales o estilos, que pueden ser locales, temporales y de cultura. Todas estas figuras entran en complejas estructuras situacionales.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Atribuye a las antiguas culturas grecorromanas el surgimiento de la noción (o meme) hombre, en Roma fermentó el germen de la solidaridad cosmopolita y el ecumenismo cristiano, la idea-sentimiento de la fraternidad humana y el principio del Derecho (<i>dura lex, sed lex</i>); al medievo pertenece la noción de sociedad como comunidad; la noción de Estado, a la modernidad; siendo las nociones de pueblo y cultura contemporáneas (hoy ya se habla más de "gente" que de "pueblo", que era noción romántica). Distingue entre un <i>homo faber</i>, un <i>homo sapiens</i> y un <i>homo aulicus</i> y entre una cultura del hacer (<i>Machenkultur</i>), otra de conocimiento (<i>Kennenkultur</i>) y una tercera de los valores (<i>Wertenkultur</i>). </span></p><p><span style="font-family: arial;">La Ciencia de la Cultura se puede interpretar también como <i>sinopsis</i> (visión de conjunto) metahistoria o filosofía de la historia. D'Ors habla de una sola cultura, pero distintas civilizaciones. </span><span style="font-family: arial;">Nosotros preferimos usar estos nombres de "cultura" y "civilización" al contrario. Pensamos en una única </span><i style="font-family: arial;">civilización</i><span style="font-family: arial;"> caracterizada por los </span><i style="font-family: arial;">ludi </i><span style="font-family: arial;">tolerados del teatro, la práctica científica libre y la democracia social-liberal, de amplias clases medias. La verdadera civilización ampara al ciudadano, como sujeto autónomo con propiedades, no es reino de súbditos ni congregación de fieles, y es susceptible de integrar diversas culturas cuyas costumbres pueden ser valoradas y jerarquizadas éticamente, en rechazo del relativismo extremoso del "todo vale" (incluso, para el relativismo, valdría la mutilación femenina si forma parte de una cultura consolidada por el tiempo o su extensión). </span></p><p><span style="font-family: arial;">Por desgracia, el originalísimo y sugerente análisis de D'Ors quedó inacabado. Lo que alcanzó a escribir se publicó en 1964, diez años después de su muerte. Su <i>seny</i> ensayó meritoriamente la superación de la aporía entre el logos y el lirismo, entre el Ser-Uno de Parménides y el diverso bio-devenir de Heráclito.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Gonzalo Fdez. de la Mora, que interpreta la filosofía del españolísimo catalán como un <i>ironismo</i> memorable, pero no cree que el "principio de figuración" orsiano pueda sustituir en filosofía al principio de no contradicción (tampoco D'Ors negaba al principio de no contradicción un valor estrictamente lógico). Sin embargo De la Mora admite como valioso de la filosofía orsiana casi todo lo demás: </span></p><p><span style="font-family: arial;">Las cosas físicas se le manifiestan al hombre como maleables y borrosas; el lenguaje es constitutivamente ambiguo. El mundo es inagotable y jamás será conocido exhaustivamente. Apenas podemos contar con tesis definitivas, sólo con probabilidades. El pensamiento exige el diálogo y debe tratarse de integrar al contradictor. Y sobre todo, las cosas son singulares y dinámicas por lo que es imposible entenderlas o expresarlas cabalmente mediante abstracciones o conceptos estables. O sea, el saber humano es mera aproximación.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Esto no quita para que consideremos la aproximación de D'Ors filosóficamente sobresaliente y universalmente valiosa y, muy especialmente, su filosofía de la cultura y el arte como un hito decisivo, olvidado y obscurecido por prejuicios políticos, canceladores.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: times;"><b>Notas bibliográficas</b></span></p><p><span style="font-family: times;">(1) José Luis Abellán. <i>Historia crítica del pensamiento español</i> 5/III. "De la gran guerra a la guerra civil española (1914-1939), Espasa-Calpe, Madrid 1991, pg. 72s.</span></p><p><span style="font-family: times;">(2 ) Fernández de la Mora, Gonzalo. </span><i style="font-family: times;">Filósofos españoles del siglo XX</i><span style="font-family: times;">, Planeta, Barcelona 1987.</span></p><p><span style="font-family: times;">- González, Antonio. Eugenio D'Ors. <i>El arte y la vida</i>. FCE, Madrid 2010.</span></p><p><span style="font-family: times;">- Sobre el talante irónico en general y orsiano en particular: JBL, <a href="https://nuevodiario.es/noticia/16708/">"Talante irónico" en NuevoDiario.</a></span></p><p><span style="font-family: times;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-18043031260500257042023-05-01T21:00:00.005+02:002023-10-01T11:37:12.991+02:00EL CORRELACIONISMO DE AMOR RUIBAL<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjPosvnQyzujcuvn6O-3MxJw1vXG7IFP0YOyEHrQvyZoKvHNJi6HliHW7WGfUXB71nY1R_Y5NWoqkENEjcQb-XrCIGJenI0lMCVZOrUf6m7eSmArRCzpV27QLshlafdKLG-gCf10isBJuO8_6nkzZzoVVd-A19hS4Eb7iIinXZh2beFAKt5m1Nn6pOs/s619/Amor%20Ruibal.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="619" data-original-width="398" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjPosvnQyzujcuvn6O-3MxJw1vXG7IFP0YOyEHrQvyZoKvHNJi6HliHW7WGfUXB71nY1R_Y5NWoqkENEjcQb-XrCIGJenI0lMCVZOrUf6m7eSmArRCzpV27QLshlafdKLG-gCf10isBJuO8_6nkzZzoVVd-A19hS4Eb7iIinXZh2beFAKt5m1Nn6pOs/w258-h400/Amor%20Ruibal.jpg" width="258" /></a></div><br /><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>Introducción</b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p><span style="font-family: arial;">AMOR RUIBAL, como Zubiri, fue un clérigo recibido con sospechas por sus correligionarios y despectivamente marginado por los agnósticos. Huyendo de la especulación inconcreta y siguiendo los pasos de Brentano, acepta una esencial dependencia de la filosofía respecto a las ciencias experimentales buscando, eso sí, una visión global y sistemática.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Ángel Amor Ruibal nació de una familia campesina acomodada el once de marzo de 1869 en la aldea pontevedresa de Porranes. Su padre había emigrado a Argentina. Empieza a destacar en el Seminario hacia 1881 y se doctora en Teología ordenándose sacerdote en 1894. Amplía estudios de Filología y Filosofía en Roma y se licencia en Letras en Barcelona.</span></p><p><span></span></p><a name='more'></a><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">Catedrático de Teología en el Seminario de Santiago (1898), profesa también la cátedra de Lenguas orientales en la que explica gramática aria y semítica, y la de Derecho canónico. Muere atropellado por la bicicleta de un carpintero el cuatro de noviembre de 1930. Alto, robusto, enérgico, impetuoso, fue intelectualmente -como tantos españoles geniales- un solitario autodidacta, un robinsón insular, un pensador independiente que tampoco dejó escuela. Hombre de ciencia entregado a la ascética búsqueda de la verdad, humilde, cortés y laborioso. Llevó una vida teorética, según el ideal aristotélico, o sea, razonablemente feliz.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Una de sus grandes obras, <i>Los problemas fundamentales de la Filología comparada </i>(1904-1905) contiene en dos volúmenes más de un millar de páginas. Ese monumental trabajo se tradujo a numerosos idiomas y tuvo una extraordinaria acogida internacional. Amor Ruibal realizó una versión castellana del código de Hammurabi.</span></p><p><span style="font-family: arial;">En Teología consideró que muchos de sus problemas derivaban del uso de doctrinas que, tales como el platonismo y el aristotelismo, no son susceptibles de fusión. Como historiador de las ideas caló profundo hasta la metafísica del lenguaje. Según Jaavier Martínez Contreras, se anticipó en veinte años al "Giro lingüístico" que dio la filosofía en el siglo XX.</span></p><p><span style="font-family: arial;">En <i>Problemas fundamentales de la filosofía y el dogma, </i>podemos hallar una historia de la idea de Dios desde los jonios hasta los positivistas, un análisis exquisito del problema de los universales y un panorama del misticismo desde los neoplatónicos hasta el Renacimiento. La exposición de su pensamiento metafísico comienza en el capítulo 5º del volumen VII de los <i>Problemas fundamentales... </i>(1933, póstumo)<i>. </i></span></p><p><span style="font-family: arial;"><i><br /></i></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>El<i> </i>olvido del<i> correlacionismo</i></b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b><i><br /></i></b></span></p><p><span style="font-family: arial;">El<i> correlacionismo </i>como interpretación de la realidad cósmica en su aspecto lógico y en el fenoménico posee una base empírica y enciclopédica. Su elaboración no alcanzó a ser definitiva, aunque fue ganando coherencia y madurez en la obra del filósofo.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Por desgracia, su filosofía fue preterida. Sus escritos estrictamente metafísicos se encuentran en los tomos VIII, IX y X, que vieron la luz entre 1933 y 1936, el que debería haber sido el tomo XI se imprimió en 1964, y el último continuaba inédito en 1987. Son múltiples las razones de su olvido: el centralismo madrileño, la politización de la vida intelectual, la guerra incivil, la heterodoxia de sus propuestas, pues su metafísica no rimaba con ninguna de las corrientes dominantes: el irracionalismo unamuniano, el raciovitalismo orteguiano o el neotomismo. </span></p><p><span style="font-family: arial;">El correlacionismo era una nota discordante, insólita y sospechosa para los tradicionalistas, y un "conceptismo clerical" para innovadores, existencialistas y materialistas. Cuando nuestra guerra estalló, su obra todavía tenía la tinta fresca y, para colmo, la edición de los <i>Problemas fundamentales de la filosofía y el dogma</i> fue corta y se agotó entre los suscriptores, muchas veces permaneciendo sus ejemplares intonsos.</span></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhs0ZT2Gex7hIe_BFBlJQ9dc3nJk87HQj8HQtAO1UTZvfbGyMDRBja8-4Go1nw9LLFr4ReW6i9aHhZA-X23t45eSwAr8rr6Qayct_HBXp3DQ-HGKTvFlEQb1vOL_3jMeXS-1pA90B-BQNZrJ8Y44VBvii47SLoKt04YdLP8S6czuN_GyP0jByY3iA6Q/s2079/Sistematismo.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1477" data-original-width="2079" height="284" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhs0ZT2Gex7hIe_BFBlJQ9dc3nJk87HQj8HQtAO1UTZvfbGyMDRBja8-4Go1nw9LLFr4ReW6i9aHhZA-X23t45eSwAr8rr6Qayct_HBXp3DQ-HGKTvFlEQb1vOL_3jMeXS-1pA90B-BQNZrJ8Y44VBvii47SLoKt04YdLP8S6czuN_GyP0jByY3iA6Q/w400-h284/Sistematismo.jpg" width="400" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;"><b>SINTESIS DE LA SÍNTESIS. El sistema</b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>1. La ucronía de la verdad</b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p><span style="font-family: arial;">La verdad ontológica es intemporal, de ahí las posibilidades absolutistas de la ciencia. Hay fórmulas que como las lógicas y las matemáticas permanecen jóvenes a través de los milenios. También la metafísica de Aristóteles ha probado su relativa independencia del despotismo cronológico. "Para la teoría, estar de moda es un avatar irrelevante y más bien plebeyo" -escribe Gonzalo Fdez. de la Mora, refiriéndose el genio gallego en su excelente resumen (en <i>Filósofos españoles del siglo XX</i>, Planeta, 1987).</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>2. Correlacionismo o relativismo trascendental</b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p><span style="font-family: arial;">Amor Ruibal no llamó a su original sistema "correlacionismo". Utiliza raramente la voz "correlación" en sentido ontológico, usa más bien el término "relatividad". Su coherencia arraiga en una intuición nuclear y en tesis básicas que pueden ser tratadas como ecuaciones. El sistema se cierra y autoflanquea como un tetraedro regular. No obstante, su subdivide clásicamente en: Teoría del conocimiento, ontología, cosmología y teodicea.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>3. El postulado radical</b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p><span style="font-family: arial;">Se formuló así: "El universo es un sistema de seres <i>en relación</i>, como cada ser sensible no es más que un <i>sistema de elementos primarios relativos</i>" (VI, 558): No existe por tanto en la naturaleza ser completamente simple en el sentido de que en él no entre alguna relación.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Esta correspondencia, coordinación o correlación es universal, natural, dada, ontológica, intrínseca y anterior al ejercicio causal. Esta correlación es esencial y orgánica. El mundo es resultado del <i>nexo múltiple </i>de los seres (IX, 275), pero la realidad no se agota en el mundo. <i>Lo creado</i> es un entramado orgánico o sistema de elementos correlativos.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>4. Los elementos primarios</b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p><span style="font-family: arial;">Los elementos originarios o últimos del análisis son aquellos que no pueden descomponerse en nuevas relaciones, pero que resultan impensables fuera de la relación, son incomplejos e indivisibles, irreductibles e incompletos, insubsistentes, carecen de entidad independiente de su contexto, incapaces de existir en sí, los elementos genuinos son indefinibles e ininteligibles. Puesto que la relación es <i>principio de inteligibilidad </i>(como luego veremos), los elementos primarios son inexplicables e ininteligibles. Son en la relación que ellos constituyen.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>5. El sistema entitativo y el cambio</b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p><span style="font-family: arial;">Cada realidad individual constituye un <i>sistema entitativo</i>, un todo con cierta estabilidad, un sistema armónico: la cosa. ¿Cómo se explican sus cambios? Contra la Escolástica, Amor Ruibal niega que la sustancia sea una realidad distinta del accidente. Una y otro son modos diversos del ente. Sustancia y accidente son el mismo ser considerado de diversa manera. La sustancia no es el sustrato permanente, sino "la permanencia de relaciones objetivas en el ente, que sostienen la identidad del mismo en medio de las modificaciones actuales o posibles" (IX, 494).</span></p><p><span style="font-family: arial;">Por eso la sustancia permanece aunque varíen sus elementos, como en el tópico de la Nave de Teseo, que sigue siendo la nave de Teseo aunque se hayan cambiado todas sus tablas, pues son las <i>relaciones</i> entre sus elementos las que aseguran su <i>identidad funcional</i>. Pasa lo mismo con nuestra identidad personal, seguimos siendo A o Z aunque todas las células de nuestro cuerpo se hayan transformado. Cuando se altera la relación de los elementos constitutivos hablamos de cambio sustancial (modificación traslativa). Lo que permanece no es un sujeto, sino un sistema de relaciones en el cambio accidental. La relación accidental no añade nada nuevo a la sustancia, pero la reviste de una cualidad o un nuevo aspecto.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>6. Sistematismo total</b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p><span style="font-family: arial;">Tampoco las sustancias se bastan a sí mismas, son <i>en sí y para otros, no para sí.</i> Todo ser finito es <i>ad alium</i>, en coordinación dinámica e interactiva. Todos los seres se enlazan. Es el todo el que da sentido a las partes y no viceversa. Lo que <i>talifica</i> a los entes no son los elementos primarios, sino el sistema cósmico de relaciones.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Esa natural e intensa <i>relatividad </i>que caracteriza la contingencia del cosmos pone de manifiesto la existencia de un Absoluto del cual el universo depende. O sea, el cosmos es un ente relativo en relación con el ente absoluto: Dios. El mundo tiene <i>ser participado</i>. Por eso las sustancias son constitutivamente deficientes; <i>son</i> sólo <i>en cierto modo</i>.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>7. Relatividad trascendental</b></span></p><p><span style="font-family: arial;">Para los escolásticos, la Relación era un predicamento, una de las categorías aristotélicas, y no precisamente intrínseca a la sustancia. Sobre la filosofía de las relaciones puede verse en este mismo blog mi entrada <a href="https://apiedeclasico.blogspot.com/2023/04/semiotica-de-las-relaciones.html">"Semiótica de relaciones"</a>. </span></p><p><span style="font-family: arial;">Como ha explicado Gustavo Bueno, para el <i>sustancialismo</i> de Aristóteles, las relaciones eran "seres debilísimos". La cualidad y la cantidad emanaban de la sustancia, de la <i>ousía</i> primera, del sujeto o sustrato permanente e individual, mientras que la relación (<i>pros ti,</i> <i>ad alicui</i>) parecía depender de otra cosa que el sujeto, como algo externo al mismo, por lo que acaba ocupando una posición secundaria y extrínseca respecto a la cantidad y la calidad.</span></p><p><span style="font-family: arial;">En contraste con esto, Amor Ruibal hace de la Relación la "propiedad esencial del ente concreto" (IX, 278), esencial en todos los sujetos. Decir <i>entidad</i> equivale a afirmar su <i>relatividad</i>. No podemos concebir una individualidad exenta de toda <i>relación posible</i>. En todos los entes contingentes se dan cuatro tipos de nexos: a) paralelismo con los semejantes, b) causalidad, c) potencialidad y d) el de entidad o formalidad.</span></p><p><span style="font-family: arial;">La <i>relación trascendental</i> no es una relación predicamental porque no sobreviene al sujeto sino que le configura en su ser y obrar. No es un "ente de razón", sino que tiene realidad fuera de la inteligencia. La relatividad entitativa es también una <i>dinámica </i>trascendente (VIII, 220), la de un activismo universal que fluidifica el ser.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>8. Dinamismo universal</b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p><span style="font-family: arial;">No existe nada inactivo y hay una causalidad que sigue al ser. "Todo ente es esencialmente activo" (IX, 296). Testimonios de esta contundente tesis son: el movimiento, la cohesión de los componentes de un cuerpo, las afinidades químicas, la gravitación y atracción universal, la economía biológica, etc. La causalidad no es accidental, sino esencial en la armonía cósmica.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Bondad y Verdad son aplicaciones concretas y derivadas de las propiedades trascendentales de causalidad y relación. El principio "Nada actúa sin que la actuación sea condicionada por algo interno o externo al agente" sustituye al escolástico 'quidquid movetur ab alio movetur' o sea, todo lo que se mueve se mueve por un agente externo. <i>Activismo autónomo</i> en lugar de alteridad dinámica, que recuerda la fuerza (vis, conatus) que atribuye Leibniz a su mónada. Todo ser puede influir en otro y recibir la influencia de otro. </span></p><p><span style="font-family: arial;">Como cada elemento está en relación mediata o inmediata con todo lo demás, no hay hiato entre el espíritu y la materia: se comunican y causan entre sí (VIII, 144). El ente posee una fuerza inherente que le permite causar efectos según una "preordenación originaria" y una "relación de naturaleza anterior"... Tabién aquí oímos aquí cierto eco de la "armonía preestablecida" de Leibniz.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Amor Ruibal somete a implacable análisis las vías tomistas y rechaza el argumento basado en el Orden y el otro basado en la Finalidad: el orden del universo revela un principio ordenador, pero podría ser intrínseco a la misma naturaleza -como afirma el panteísmo- y por ello no exige la existencia de una entidad trascendente y personal. Hay, desde luego, una finalidad inmanente o interna, una teleología cósmica, pero ello no implica panteísmo porque el orden del mundo no es ni absoluto ni necesario, sino contingente. El universo es un ente finito. Esta contingencia universal es la única que exige un ente necesario externo al mundo.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Si bien el efecto no puede ser superior a la actividad que lo produce, la actividad sí puede ser superior a su causa, de hecho la energía se desenvuelve a expensas de la masa, como demuestra la desintegración atómica. El efecto no está predefinido en la causa pero tampoco es del todo indeterminado.</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLIuVVVm1QuQzeJuwKQzTwta2zYxhmqTM9XI313PDfbFE71NbNdgYk9grs8DGWMongES4U6QmHrTohO6nQ-Lk3sdg-aiKNPjgt71GGEOFAylP7SDdoEQVsKlUh6lzqGqOaSBgg27Wb0hfd5g7hhMV7D5kUCOgD8n1eYtCb3BXOvblgd6H6uqcHqdO_/s1849/Correlaci%C3%B3n.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="1191" data-original-width="1849" height="258" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLIuVVVm1QuQzeJuwKQzTwta2zYxhmqTM9XI313PDfbFE71NbNdgYk9grs8DGWMongES4U6QmHrTohO6nQ-Lk3sdg-aiKNPjgt71GGEOFAylP7SDdoEQVsKlUh6lzqGqOaSBgg27Wb0hfd5g7hhMV7D5kUCOgD8n1eYtCb3BXOvblgd6H6uqcHqdO_/w400-h258/Correlaci%C3%B3n.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Correlacción de microlepis</td></tr></tbody></table><p><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>9. Evolucionismo específico</b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p><span style="font-family: arial;">Amor Ruibal usa indistintamente los vocablos "evolución" y "progreso". Se trata de un movimiento con dirección y sentido. La evolución es orgánica y perfectiva (ortogénesis). La teoría evolucionista darwiniana confirma el dinamismo universal y la tesis de que el efecto puede ser superior a la causa.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Eso sí, se producen discontinuidades, barreras específicas infranqueables. Son determinaciones extracósmicas, es decir, divinas, las que pueden explicar el salto del estadio físico-químico al biológico y de este al racional consciente.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>10. Pluralismo ontológico: materia y espíritu</b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p><span style="font-family: arial;">Como Leibniz, Amor Ruibal rechaza el monismo: los elementos primarios son irreductibles. En el universo hay materia y hay espíritu, hay cosmos y hay Dios. La materia es "realmente incognoscible" y se manifiesta como extensión y fuerza o energía: una masa sin fuerza es tan incomprensible como una fuerza sin masa: "la fuerza no existe sino con relación a la materia" (VIII, 163) y viceversa. Ni la materia ni la energía aisladas tienen entidad propiamente dicha.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Las propiedades del Espíritu son contrarias a las de la Materia. Como infinito, el espíritu no puede ser conocido sino de una manera indirecta, restando de los objetos sensibles lo inconciliable con lo infinito. No es posible una ciencia de lo infinito o espiritual (IX, 134), por eso la psicología deductiva carece de fundamento. El espíritu es también un incognoscible. No obstante, cabe de él una "noción" precaria, de la más escurridiza forma de realidad.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Materia y Espíritu son irreductibles, no pueden reducirse lo uno a lo otro, pero ni están exentos ni incomunicados porque se da una relatividad del espíritu y de la materia en unidad de acción: en el humano se da tanto una correspondencia cognoscitiva como otra dinámica.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>11. Correlacionismo cognoscitivo</b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p><span style="font-family: arial;">Amor Ruibal rompe con el Cogito cartesiano, porque ninguna percepción nos revela sólo y solo nuestro propio ser; todos nuestros pensamientos versan sobre un objeto distinto del Yo. Como diría Millán Puelles, en el acto de conocimiento coinciden simultáneamente dos informes: el tautológico sobre uno mismo y el heterológico sobre lo otro.</span></p><p><span style="font-family: arial;">No cabe una disociación entre sujeto y objeto. Lo que hay es una correlación fundamental entre el cognoscente y lo conocido: dada, prelógica, mutua, preconsciente, preordenada, necesaria, trascendental e indemostrable porque el yo no puede salir de sí mismo para contemplarse conociendo [v. la misma tesis en Wittgenstein]; perfecta, porque el paralelismo estructural entre lo óntico y lo noético hace que "las relaciones que constituyen leyes de ser constituyan también leyes de su conocimiento en nosotros" (IX, 71). </span></p><p><span style="font-family: arial;">Esta idea padece una connotación y tinte de "isomorfismo" más estricto aún que en el primer Wittgenstein. En sentido intelectual: <i>Sólo conocemos relaciones</i>. Este sería el principio del "neorrealismo" o "realismo objetivo" de Amor Ruibal.</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b>12. La relatividad del conocimiento</b></span></p><p><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p><span style="font-family: arial;">Amor Ruibal conserva la distinción entre conocimiento sensible y conocimiento intelectual. El Conocimiento sensible no es relativo, sino que nota la materia presente; en cambio el Conocimiento intelectual comienza por relaciones percibidas que determinan el ser formal de la cosa apto para formularse en juicio o proposición. Todo juicio es comparación (Ortega también insiste en la fundamentalidad de la comparación para el pensar), y toda idea, afirmación de relaciones; todo conocer un reconocimiento de relaciones por parte del entendimiento (VIII, 78).</span></p><p><span style="font-family: arial;">Afirma el filósofo la doble relatividad gnoseológica o epistemológica:</span></p><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">a) El conocimiento es una relación.<br /></span><span style="font-family: arial;">b) Sólo conocemos relaciones.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Si a) y b) son verdaderas, entonces, </span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">i. Nuestro conocimiento es parcial a nuestros limitados sentidos que no abarcan toda la cosa.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">ii. Nuestro conocimiento es progresivo, de relaciones cada vez más exteriores y/o más íntimas.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">iii. No es un conocimiento absoluto porque el ser de las cosa en cuanto conocida no se identifica con la cosa-en-sí (eco de Kant). Sólo contamos con signos de la cosa-en-sí, por eso nuestra representación del mundo, sin ser arbitraria, sólo es "una de las varias posibles". Cabe pensar correspondencias cognoscitivas distintas, como las que se representan en los animales, o en Dios.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Las relaciones que conocemos son reales, pero no son toda la realidad. Los entes cobran sentido en el todo, pero no conocemos el todo.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><b>13. Conocimiento nocional o comprensivo</b></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Podemos hallar un punto de tangencia con lo absoluto, ya que además del conocimiento sensible y el intelectual hay un <i>conocimiento comprensivo</i> que no nos ofrece imágenes ni ideas, sino <i>nociones</i> que nos permiten <i>describir</i>, aunque no definir. Tal conocimiento nocional es primario y afirmativo.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><i>Noción</i> es un cierto modo infalible y versa sobre lo que no puede resolverse en relación, porque carece de extensión o de comprensión: "Noción es la simple presencialidad intelectual, sea de una forma existencial común indiscernible, cuando se suprime la comprensión, y es lo que se conoce con el nombre de <i>ente</i>, sea de una forma ideal no realizable suprimiendo la extensión conceptual, que es lo que llamamos "entidades de razón" (IX, 96).</span></div><div style="text-align: left;"><br /></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Las <i>nociones</i> se clasifican en naturales e individualizadas. Naturales son el hecho del Yo y del no-Yo como realidades distintas, anteriores a todo discurso y comunes al género humano. Las nociones individualizadas adquieren una mayor determinación por ser conscientes. Jerárquicamente, las nociones pueden ser primarias, como la de Ser, segundas, como las de cantidad y calidad e hipercategóricas, que son tiempo y espacio. Ni qué decir tiene que la Relación no es para Amor Ruibal una "noción", sino la esencia misma de la entidad.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><b>14. Validez del conocimiento</b></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Las nociones de naturaleza tienen para don Ángel una importancia criteriológica decisiva porque son el fundamento de la certeza. Apoyado en ellas deduce el filósofo de Compostela mediante análisis fenomenológico su correlacionismo universal y de él su correlacionismo cognoscitivo.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">La validez de la ciencia depende de que el universal -simple <i>signo </i>de una relación de semejanza- exprese sistemas de relaciones entitativas que son lo íntimo de lo real. En la ciencia lo real y lo ideal se correlacionan y corresponden en aspiración de perpetuidad.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;">***</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Algunos se preguntan por qué una filosofía tan original ha sido tan poco conocida o tan olvidada, </span><span style="font-family: arial;">aún considerándola mera imaginación especulativa</span><span style="font-family: arial;">. El mismo Amor Ruibal afirmó que "el metafísico y el poeta habitan montes vecinos". A las razones arriba expuestas siguiendo a Fdez. de la Mora, podríamos añadir el aislamiento profesional casi absoluto en su Galicia natal. Ángel Amor Ruibal debió sentirse "un bicho raro" tanto entre los filósofos como entre los teólogos de su tiempo atados al tomismo o al suarecismo. Estuvo al tanto de la matemática y de la física recientes, incluso hizo algún comentario humorístico acerca de la similitud entre la teoría de la relatividad de Einstein y su "relativismo trascendental" o correlacionismo. </span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Zubiri llama "respectividad" a algo parecido a la correlación amorruibalista. Algunos han comparado la metafísica del gallego con la propuesta de Leibniz. En ambos casos no hay lugar para el azar y se confuta el determinismo. Su correlacionismo parece también anticipar el estructuralismo. Cristina M. Null prefiere llamar a aquel "estructurismo". La estructura manifiesta y oculta a la vez el sentido. Se pueden también hallar analogías con la hermenéutica existencial de Heidegger. Este define "la cosa" como núcleo abierto a todas las relaciones que connota (v. "Das Ding", en <i>Vorträge und Aufsätzs, 1959</i>).</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">A partir de 1972, el CSIC ha empezado a editar sus </span><i style="font-family: arial;">Problemas fundamentales... </i><span style="font-family: arial;">Por el momento, que sepamos,</span><i style="font-family: arial;"> </i><span style="font-family: arial;">hay dos tomos disponibles. Gredos publicó en 1964 </span><i style="font-family: arial;">Cuatro manuscritos inéditos</i><span style="font-family: arial;"> de Ruibal, en su Biblioteca Hispánica de Filosofía. Con motivo de esta publicación, Andrés Torres Queiruga hablaba de un "movimiento amorruibalista" que lentamente se abría paso sobre la península. En su artículo anuncia una monografía preparada por W. Strobl y enlaza su "sintetismo universal" con el respectivismo mundanal de Zubiri o la "trabazón orgánica" de Teilhard de Chardin. Al parecer, el introductor de esta edición se apegaba al escolasticismo de Amor Ruibal, que niega Andrés Torres, por más que nuestro filósofo busque una base metafísica para la sistematización teológica (o para la justificación de la idea de Dios, es decir, para una teodicea racionalista).</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Javier Mnez. Contreras y otros han profundizado en las ideas sobre el lenguaje del gran filólogo que también fue, ocupándose de la ontogénesis sistémica o poética del lenguaje. Es confortador que se conserve la biblioteca de Amor Ruibal. En "Ser y lenguas en la obra de Ángel Amor Ruibal", Martínez Contreras indica que para el filósofo no hay filología sin metafísica y trata a la primera como una ciencia histórica comparativa. La palabra supone objeto, concepto, acción y enlace entre la acción psicológica y la voz. Es antes que sus partes. </span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Ante el problema ya discutido por Platón en su <i>Crátilo</i> de si la lengua es <i>phýsei </i>o <i>thesei</i>, por naturaleza o por convención, Ruibal afirma que es ambas cosas y procesualmente, la lengua es naturaleza y uso, logos y arte. Distingue entre lenguaje en génesis y lenguaje gestado. La naturalidad del lenguaje es relativa, como instrumento y como signo. Es la encrucijada en que ser y ser humano se dan cita para comprenderse. Ni innato, ni creado, ni inventado, sino producido con carácter figurativo, descriptivo y simbólico.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Los <i>Problemas fundamentales de la Filología comparada</i>, publicada originalmente en Santiago de Compostela en dos volúmenes </span><span style="font-family: arial;">(1904-1905) </span><span style="font-family: arial;">fue reeditada en facsímil por la Junta de Galicia en 2005.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">José Luis Abellán, en su <i>Historia crítica del pensamiento español</i> 5/III, "De la Gran guerra a la Guerra civil española", 1914-1939, dedica su apartado XXXIV a "La filosofía independiente: Ángel Amor Ruibal. Refiere allí al correlacionismo como un "realismo objetivo" en el que el mundo aparece como un ser participado entre el Ser y el No-ser.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Respecto a la <b>antropología filosófica </b>de Amor Ruibal, se puede decir que piensa al ser humano como naturaleza, esto es como una totalidad relativa vinculada al mundo, explicable desde el todo y en correlación con él. Y también como individuo con conciencia, una especie de pirámide con base en la corporeidad y cúspide espiritual informada por elementos inferiores. Conciencia refleja del universo; sin el hombre el mundo estaría inacabado, el hombre es fin que da sentido.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Recientemente, el filósofo Bruno Latour ha propuesto una ontología relacional y variable. La existencia del hombre es relacional, mediada hoy por instrumentos, experimentos, otros humanos y no-humanos (<i>Nunca fuimos modernos: Ensayo de antropología simétrica</i>, siglo XXI, 2007). Y las relaciones y redes telemáticas en que nos constituimos han pasado además a ser globales en sociedades de incertidumbre y riesgo.</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-family: arial;">***</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgauP_JfbSqzyQsgjAR_B6DCyanRUjLP48B7vhm8AJ-9FMNqJ0UScVg8ddiz4hRf_jVyYGuxkxStvPTyYsbG4shFaR1WZkhSRIWhkR4wiTBH0MChmB2j2B45_m1_jcX_HolY08iw1RRiKrGovl4jG-fuvCEH4X8iLKoC2F-9AWDPmYMHujeBRjTHIcj/s2850/Amor%20Ruibal%202.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="2850" data-original-width="1680" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgauP_JfbSqzyQsgjAR_B6DCyanRUjLP48B7vhm8AJ-9FMNqJ0UScVg8ddiz4hRf_jVyYGuxkxStvPTyYsbG4shFaR1WZkhSRIWhkR4wiTBH0MChmB2j2B45_m1_jcX_HolY08iw1RRiKrGovl4jG-fuvCEH4X8iLKoC2F-9AWDPmYMHujeBRjTHIcj/s320/Amor%20Ruibal%202.jpg" width="189" /></a></div><span style="font-family: arial;">José María Bellido Morillas ha reflexionado sobre el lugar que ocupa la filosofía de Amor Ruibal respecto a la Modernidad en su canal de Youtube. </span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Me permitiré la vanidad de recordar</span><span style="font-family: arial;"> que en <i>Sindéresis </i>(ed. Mad, Sevilla 2003), manual de <i>Historia de la Filosofía</i> para segundo de bachillerato escrito por José L. Abián, José Ramos Salguero y José Biedma López, en su unidad 16, dedicada a "La filosofía en España desde el krausismo", dedicábamos una columna lateral al pensador gallego que concluíamos con su cita:</span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><blockquote>"La negación de la causalidad de la materia en el espíritu es del todo gratuita... la causalidad del espíritu en la materia, y de la materia en el espíritu, es tan natural como la causalidad que se ejerce en la naturaleza toda, de la cual, en último término, no es sino una de tantas manifestaciones" (VIII).</blockquote></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">El interés reciente por el <i>relativismo trascendental </i>o <i>correlacionismo dinámico</i> de Amor Ruibal justifica que ampliemos aquella nota y le rindamos entrada en un blog titulado <i>A pie de clásico</i>, es decir, que lo tratemos ya como a un autor cuyo pensamiento merece seguir siendo pensado, interpretado y aplicado. </span></div><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-44965179281567627912023-04-26T12:38:00.007+02:002023-10-01T11:38:55.406+02:00SEMIÓTICA DE RELACIONES<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFTRDSXNbwaFc660ItSVyycd459d39fMgLGcL0OXrMGpch1y8NdJEUIxugKjoMmy_sFIKM1qBlBoQ3j7LbahcqbuAZgjTCNH-WPOsEh91xB6Gop25pB6h9_scTxxU9VQJFH0wuHvGFn1Hr9pBQyiMOpOEluFmA9oQl4wXiQZGqRcAk_6lGY7m3pmvD/s592/IMGP1587.JPG" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="470" data-original-width="592" height="318" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFTRDSXNbwaFc660ItSVyycd459d39fMgLGcL0OXrMGpch1y8NdJEUIxugKjoMmy_sFIKM1qBlBoQ3j7LbahcqbuAZgjTCNH-WPOsEh91xB6Gop25pB6h9_scTxxU9VQJFH0wuHvGFn1Hr9pBQyiMOpOEluFmA9oQl4wXiQZGqRcAk_6lGY7m3pmvD/w400-h318/IMGP1587.JPG" width="400" /></a></div><br /><p></p><h1><i style="mso-bidi-font-style: normal;">DISPUTATIO DE RELATIVIS<o:p></o:p></i></h1>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: 12pt;">En sus </span><i style="font-size: 12pt;">Categorías</i><span style="font-size: 12pt;">, Aristóteles, después de referirse a la entidad (</span><i style="font-size: 12pt;">ousía</i><span style="font-size: 12pt;">), es decir a las </span><i style="font-size: 12pt;">sustancias primeras</i><span style="font-size: 12pt;"> y </span><i style="font-size: 12pt;">segundas</i><span style="font-size: 12pt;"> (estas “segundas” son especies
y géneros), examina la Cantidad y, en seguida, se ocupa del predicamento de Relación.
Las relaciones se dicen respecto a algo (</span><i style="font-size: 12pt;">pros
ti, </i><span style="font-size: 12pt;">cerca de, hacia), lo que son ellas mismas lo son </span><i style="font-size: 12pt;">de</i><span style="font-size: 12pt;"> otras cosas o </span><i style="font-size: 12pt;">respecto a</i><span style="font-size: 12pt;">
otra cosa de cualquier otra manera. Pone el Estagirita el ejemplo de lo mayor,
relación que permite comparar el tamaño o la edad, o lo doble. Y añade que
también son de </span><i style="font-size: 12pt;">lo respecto a algo</i><span style="font-size: 12pt;">
cosas como: </span><i style="font-size: 12pt;">estado, disposición,
sensación, conocimiento, posición</i><span style="font-size: 12pt;">. También la </span><i style="font-size: 12pt;">contrariedad </i><span style="font-size: 12pt;">se da </span><i style="font-size: 12pt;">respecto a
algo</i><span style="font-size: 12pt;">, aunque no a todo lo respecto a algo le pertenece lo contrario (nada hay
contrario a lo triple, v. gr.). Parece que </span><i style="font-size: 12pt;">lo
respecto a algo</i><span style="font-size: 12pt;"> es capaz de admitir más y menos, así la semejanza o la
desigualdad.</span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><span></span></span></p><a name='more'></a><span style="font-family: arial;"><span style="font-size: 12pt;"><br /></span></span><p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Todo lo respecto a algo se
dice respecto a un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">recíproco</i>, lo
doble a la mitad, el conocimiento respecto a lo cognoscible, etc. Kant hará del
concepto de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">acción recíproca</i> (comunidad)
síntesis en “la trinidad” de su categoría de Relación. Si no existe el
recíproco –dice Aristóteles- es porque no se da con propiedad aquello respecto
a lo que se dice. Por ejemplo “el ala de ave”; no existe el recíproco “el ave
de ala”, pues hay alas de otras cosas que no son aves y no todas las aves
tienen alas. Todo lo respecto a algo, con tal de que se dé en forma apropiada,
se dice con respecto a un recíproco; “ya que si se da algo al azar respecto a
cualquier cosa, y no respecto a aquello que se dice, no hay reciprocidad”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">A veces conviene inventar
nombres para las recíprocas como “lo timoneado” a partir del timón para el
recíproco del timón de una nave (hay naves sin timón). Parece que las cosas que
son respecto a algo existen simultáneamente por naturaleza (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">phýsei</i>, se opone a <i style="mso-bidi-font-style: normal;">thései</i>, por artificio). Esto es verdad en la mayoría de los casos.
El doble y la mitad existen a la vez, como el esclavo y el señor. Sin embargo,
lo cognoscible parece existir antes que el conocimiento y lo sensible antes que
la sensación. Recordemos que Aristóteles ha definido el conocimiento en general
como Relación (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">pros ti</i>).<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Es difícil saber si ninguna
entidad se cuenta entre <i style="mso-bidi-font-style: normal;">lo respecto a
algo<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn1" name="_ftnref1" style="mso-footnote-id: ftn1;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-size: 12pt;">[1]</span></b></span><!--[endif]--></span></span></a></i>.
Cabe esta posibilidad en las sustancias segundas (especies y géneros). Las
sustancias primeras no son relaciones, ni en sus todos ni en sus partes se
dicen respecto a algo “pues el hombre individual no se llama hombre individual
de algo, ni el buey individual, buey individual de algo” (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Categorías</i>, 8ª). Es decir, las sustancias primeras no son de lo
respecto a algo<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn2" name="_ftnref2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>.
Respecto a las sustancias segundas (esencias, formas) hay discusión, v. gr. la
cabeza se llama cabeza <i style="mso-bidi-font-style: normal;">de alguien</i>. Es
muy difícil o imposible resolver la cuestión de si ninguna entidad se cuenta
entre lo respecto a algo, e. d. si hay alguna sustancia (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">ousía</i>) que sea pura relación o cuyo ser se agote en ser relación,
esto sería una relación cuya existencia sería también <i style="mso-bidi-font-style: normal;">respecto a algo</i> (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">ad infinitum</i>).<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent2"><span style="font-family: arial;">¿Existen las relaciones o –como insinuaban o afirmaban
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">los connotadores</i><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn3" name="_ftnref3" style="mso-footnote-id: ftn3;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> escolásticos-
son “entes de razón”, nombres útiles según los nominalistas? ¿Sería verdad
–como alega Aristóteles- que “ninguna entidad es respecto a algo” (8b20)? No
parece que tenga sobre esto en su <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Organon</i>
una doctrina definitiva: <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span><span style="font-family: arial;"></span></p><blockquote><span style="font-family: arial;">“Sin duda es difícil hacer aseveraciones firmes
acerca de tales cuestiones sin haberlas examinado muchas veces; sin embargo, no
es inútil el haber penetrado en la dificultad de cada una de ellas”</span></blockquote><p></p><p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 14.2pt;"><br /></p>
<p class="MsoBodyTextIndent2"><span style="font-family: arial;">Así termina en las <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Categorías</i> el apartado relativo a la Relación, antes de ocuparse de
la categoría de Cualidad, que le sigue. Y sin embargo el aristotelismo situará
el predicamento de Relación en cuarto lugar, después de la Cantidad y la Cualidad, y como extrínseco a la sustancia. Zubiri sin embargo proclamará el
<i>carácter respectivo del Ser</i>, pues “sólo respectivamente tiene sentido hablar de
‘salir a la luz’, ‘venir al mundo’, etc.”<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn4" name="_ftnref4" style="mso-footnote-id: ftn4;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[4]</span></span><!--[endif]--></span></span></a><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent2"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p><span style="font-family: arial;">Para los filósofos modernos <i>la relación
</i>mente-cuerpo fue un auténtico problema, porque el mundo físico estaba
causalmente cerrado. En términos de la física newtoniana: ningún cuerpo se
mueve sino en función de alguna fuerza que puede describirse mediante números.
El racionalismo, que desprecia lo cualitativo, especialmente las cualidades
secundarias (color, olor, sabor, sonido) en beneficio de los algoritmos de
cómputo, estaba ya lejos del pensamiento medieval en el que cualquier cosa
podía ejercer </span><i style="font-family: arial;">influencia </i><span style="font-family: arial;">sobre
cualquier otra. La misma palabra “influencia” –como señala Putnam</span><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn5" name="_ftnref5" style="font-family: arial;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[5]</span></span></span></a><span style="font-family: arial;">- es un
vestigio del modo de pensar del medievo, para el cual, lo mismo que los
espíritus malignos podían infeccionar las aguas, era muy natural pensar que la
mente pudiera actuar sobre el cuerpo.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="font-family: arial; margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilVPQZEhLlC9tovOo5Jn95RQfycUW1TtFUy-BgAYFENnhRb5W0dYwJd4UPIxPyJWWfUEVuhZGVIjrgjcwPwwRro1yr6vyjVleQunQD2Z_JqouIuxA_tigFOKNqHYzHO5tEh9VUberATB3CUPsvUj7310h45Ndq9SK3CQ17CU6F-JW6dA7Yh_JLa2Le/s1108/_Retrato_de_Jaime_Balmes_.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1108" data-original-width="1000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilVPQZEhLlC9tovOo5Jn95RQfycUW1TtFUy-BgAYFENnhRb5W0dYwJd4UPIxPyJWWfUEVuhZGVIjrgjcwPwwRro1yr6vyjVleQunQD2Z_JqouIuxA_tigFOKNqHYzHO5tEh9VUberATB3CUPsvUj7310h45Ndq9SK3CQ17CU6F-JW6dA7Yh_JLa2Le/w361-h400/_Retrato_de_Jaime_Balmes_.jpg" width="361" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: times;">Retrato de Jaime Balmes</span></td></tr></tbody></table><span style="font-size: 12pt;"><br /></span><p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">En su tercer libro de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Lógica </i>(1925) que trata del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">método</i>, Jaime Balmes, tras detenerse
brevemente en la cuestión del Criterio de verdad (a la que dedicó un célebre
tratado), se ocupa de “las cuestiones de posibilidad e imposibilidad” y
enseguida respecto a las “cuestiones de existencia” trata la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Coexistencia </i>y la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sucesión</i>, conceptos que podemos considerar <i style="mso-bidi-font-style: normal;">relacionales</i>:<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent2"><span style="font-family: arial;">Para conocer la existencia de una cosa desconocida,
necesitamos partir de una cosa conocida, y saber, además, que están unidas por
algún vínculo. Sin esto es imposible “dar un paso”. Sin esto, sería como “construir
un edificio sin fundamento”. La ligazón, el enlace de las ideas y de los hechos
garantiza, facilita el conocimiento. “Como la íntima naturaleza de los objetos
nos es poco conocida”, nos vemos precisados a considerarlos <i style="mso-bidi-font-style: normal;">dependientes </i>entre sí, o porque existen
juntos (coexisten) o porque unos vienen después de otros (sucesión). De este
modo sugiere Balmes la relatividad de los objetos al Espacio (coexistencia) y
el Tiempo (sucesión).<o:p></o:p></span></p><p class="MsoBodyTextIndent2"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">Juan Manuel Ortí y Lara,
escolástico ultramontano, en su </span><i style="font-family: arial; font-size: 12pt;">Lógica</i><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">
(1876, pg. 51s.) dice de la relación (</span><i style="font-family: arial; font-size: 12pt;">relatio</i><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">)
que “denota aquello en virtud de lo cual una cosa tiene o guarda para con otra
cierto orden</span><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn6" name="_ftnref6" style="font-family: arial; font-size: 12pt;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[6]</span></span></span></a><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">. En toda
relación hay que distinguir tres cosas: </span><i style="font-family: arial; font-size: 12pt;">sujeto,
término y fundamento</i><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">. El sujeto es la cosa que dice orden a otra; el
término se llama a esta segunda; y </span><i style="font-family: arial; font-size: 12pt;">fundamento
</i><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">o principio a aquello en que se comparan entrambas… El sujeto y el término
de la relación son llamados extremos”.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">De dos maneras –dice Ortí y
Lara- puede ser la relación: real o lógica. La primera existe entre las cosas
con independencia de nuestro entendimiento, como la mutua relación entre padre
e hijo; la segunda procede del orden que el entendimiento pone en sus
conceptos, tal es por ejemplo la relación de identidad que existe entre una
especie dada, y el género y la diferencia que respectivamente la contienen y
determinan.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Debemos a Locke la moderna
reflexión categorial que se centra en la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Relación</i>.
Las relaciones son ideas complejas, e. d., una función activa, espontánea y
formalizadora de un entendimiento que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ordena</i>
contenidos objetivos, algo <i style="mso-bidi-font-style: normal;">in mente</i>,
no <i style="mso-bidi-font-style: normal;">in re</i>. Kant dirá que es un acto de
la espontánea actividad de la mente, producido por el sujeto. Locke admite que
“las ideas relacionales son a menudo capaces de ser más perfectas y distintas
en nuestro espíritu que las ideas de sustancia”<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn7" name="_ftnref7" style="mso-footnote-id: ftn7;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[7]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>. </span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">David
Hume analizó muy originalmente <i style="mso-bidi-font-style: normal;">la
relación de causalidad</i> reduciéndola a un hábito mental de ordenación de
sucesos que nos permite prever lo acostumbrado como meramente<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>probable, pues no hay necesidad alguna en
cuanto acaece, sino mera contingencia. Kant postulará el carácter dinámico y
constitutivo de la Relación. Con Kant “deja la relación de ser algo extrínseco
a la cosa”, en opinión de Hartmann. </span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Se podría decir que lo relativo pasa a ser
esencial (“relativista” se llamará la física de Einstein), las relaciones son
un momento de la fábrica de las cosas, como orden de conexiones (la conexión
sería su fundamento real, según Gustavo Bueno), su momento estructural… “Las
conexiones son por todas partes lo primario…, sin ellas no hay ni la unidad ni
la multiplicidad”. El neocriticismo de Renouvier reconocerá en la Relación “la
ley más general del pensamiento” y ensaya una interpretación de la dimensión
antropológica de la Relación.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7SGKSSCxnUwVbzpeoF2AvLryL64iPuREpZ2kQDRVGjJt3x3hIt_pO4W7zI9tSnnHuaf9H2WgXIRWFX5Yko8j8myckeKvp626t7nHYIm34uqCZlWHlRGJYQOs1chGj31U69bZS8S2pnFzFdA2NDASxjGOUwhxAtqQtIfqzOX7EaNU0ks0wBXbKsVPV/s768/Pascuali99.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="573" data-original-width="768" height="299" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7SGKSSCxnUwVbzpeoF2AvLryL64iPuREpZ2kQDRVGjJt3x3hIt_pO4W7zI9tSnnHuaf9H2WgXIRWFX5Yko8j8myckeKvp626t7nHYIm34uqCZlWHlRGJYQOs1chGj31U69bZS8S2pnFzFdA2NDASxjGOUwhxAtqQtIfqzOX7EaNU0ks0wBXbKsVPV/w400-h299/Pascuali99.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">El filósofo y comunicólogo Antonio Pasquali falleció en 2019</td></tr></tbody></table><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;"><br /></span><p></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">Nicolai Hartmann (1882-1950)
dedicó pocas “aunque luminosas” páginas –según Antonio Pasquali- a la Relación,
enfocadas kantianamente como meras “categorías de la naturaleza material”, extendiéndose
en su análisis de la causalidad y la acción recíproca. Hartmann consideró la
Relación como categoría estructural en pareja con su opuesta de substrato o
substancia.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">En su <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Comprender la comunicación</i> (Monteávila, Caracas 1978), el filósofo y comunicólogo venezolano Antonio Pasquali celebra a Kant por: </span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">1º Haber sistematizado las
categorías relacionales; </span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">2º Haber clasificado a la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Causalidad</i> como antítesis de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Inherencia</i>,
y </span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">3º Haber dado nombre y dignidad categorial a la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Comunidad</i>. </span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Lamenta Pasquali que Hartmann dedicara lo mejor de su
obra a las categorías modales, señalando que no era la relación sino la
modalidad la verdadera clave de los sistemas filosóficos, pues todos ellos
responden a la pertinente pregunta de qué es lo real, qué es lo posible y qué
lo necesario, y esta propiedad apofánica de la Modalidad en relación a la
ontología de cualquier sistema no es compartida por los conceptos de Relación.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent2"><span style="font-family: arial;">No obstante, para Pasquali el pensamiento
relacional en su ejercicio prerreflexivo se anticipa a los comienzos históricos
de la filosofía, siendo el modo de pensar ancestral, primitivo, infantil y
genuino, por definición. Y además se pregunta por qué hoy es la categoría de
Relación el género supremo del concepto relacional antropológico de
comunicación. </span></p><p class="MsoBodyTextIndent2"><span style="font-family: arial;">Las ciencias humanas han dado pruebas concluyentes del carácter
primigenio del pensamiento relacional. Mucho antes de preguntarnos por lo
substancial, por el ser en sí, la mente humana captó relaciones en los vínculos
de alianza o conflicto, relaciones que le permitían ejercer mejor sus funciones
prácticas. La inteligencia humana se estrenó como conciencia de relaciones,
todo resultaba comprendido, los fenómenos naturales o los sueños, como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">algo que refiere a otro algo</i> en su
carga de relatividad y relacionabilidad. El ser de algo concluía en su relación
con otro algo y lo irrelacionado simplemente no era.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Tales relaciones se dan entre
objetos en devenir y todo símbolo primitivo significa relacionalmente. Los
mitos trazan arquetipos de relaciones y todos los modos pensables de
Inherencia, Causalidad y Comunidad (por citar la nomenclatura kantiana del
predicamento de Relación) están prefigurados en abigarradas articulaciones y
poética confusión de estratos en el relacional pensamiento primitivo, animista,
mucho antes de que la razón aprendiese a cuantificar, calificar y modalizar. </span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">La
armonía universal pitagórica es una relación. Desde entonces y hasta Whitehead,
el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">relacionismo antisustancialista</i>
será una tentación constante del pensar sistemático que tenderá a formar, como
la araña, una red sin nudos, sólo con hilos, tal el estructuralismo extremo,
porque si relacionar es referir un objeto a otro, no otro es el modus operandi
de la mente humana. Si todo pensar es un sintetizar, todo sintetizar un
unificar, entonces todo unificar es establecer relaciones. Por consiguiente, el
relacionar es el modo más general que tiene la mente de conocer, siendo su
actividad central y esencial. De hecho, el término "Inherencia" presenta la
ambigüedad de que con él expresamos en un caso la identidad (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">esse in</i>) y en otro caso la adherencia y
la alteridad del accidente (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">esse ad</i>).<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Busca Pasquali una definición
integradora de la Relación y propone<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn8" name="_ftnref8" style="mso-footnote-id: ftn8;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[8]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>: <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span><span style="font-family: arial;"></span></p><blockquote><span style="font-family: arial;">“Situación o representación según la cual un objeto
sólo nos resulta comprensible en su unión o síntesis con otro objeto, e
incomprensible fuera de ella, y con lo cual asumimos el momento relacional o
unificador como parte constitutiva, no accidental ni sobreviniente, de los
objetos así concebidos (</span><i style="font-family: arial;">esse est relatio</i><span style="font-family: arial;">)”.</span></blockquote><span style="font-family: arial;"></span><p></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 14.2pt;"><span style="font-size: 12pt;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Nada puede ser concebido como
absolutamente irrelacionado, porque el más riguroso “en sí” siempre exhibe un
estado embrionario de relación. Esto permite comprender el carácter social y
político del hombre como su <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ser
relacional</i> cuya esencia consiste en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">estar-con-otro</i>.
La Inherencia expresa el grado cero o mínimo de la Relación, que podría
interpretarse subjetivamente como ese hablar con “el otro de uno mismo” al que alude Antonio Machado,
mientras que la Comunidad expresa su grado máximo y sintético. Entre ambos se
ubica la Causalidad bajo la cual clasifica Pasquali todas las formas reales
humanas de dependencia.</span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;"> Socialmente, la reciprocidad<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn9" name="_ftnref9" style="mso-footnote-id: ftn9;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[9]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> que ya
señaló Aristóteles como nota importante de la relación, aunque no general, se
puede entender como “comunancia” o comunidad (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Gemeinschaft</i>): Todas las sustancias en cuanto puedan ser percibidas
en el espacio como simultáneas están entre sí en una acción recíproca
universal, por eso precisamente conforman un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">cosmos</i>, es decir, una totalidad ordenada. La simultaneidad es por
su parte (como ya viera Hume) factor esencial de causalidad y reciprocidad…
Sólo pueden interactuar realmente, físicamente, las entidades que comparten
tiempo y espacio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">Aunque Russell y otros han
venido desarrollando la idea lógica de relación a partir de la lógica de
clases, de pares ordenados, Manuel Sacristán</span><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn10" name="_ftnref10" style="font-family: arial; font-size: 12pt;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[10]</span></span></span></a><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;"> explica
con gran claridad cómo las relaciones lógicas pueden entenderse muy bien a
partir de expresiones predicativas poliádicas. Así, la expresión predicativa ‘</span><i style="font-family: arial; font-size: 12pt;">Pxy</i><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">’ puede entenderse muy naturalmente
como simbolización de que entre </span><i style="font-family: arial; font-size: 12pt;">x</i><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;"> e </span><i style="font-family: arial; font-size: 12pt;">y </i><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">media la relación </span><i style="font-family: arial; font-size: 12pt;">P</i><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">. Si P simboliza la propiedad ser-padre-de, entonces ‘</span><i style="font-family: arial; font-size: 12pt;">Pxy’</i><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;"> puede leerse ‘x es padre de y’. También
podría escribirse </span><i style="font-family: arial; font-size: 12pt;">xPy</i><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">. </span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">Es decir, es
posible la lectura o interpretación </span><i style="font-family: arial; font-size: 12pt;">relacional</i><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">
de las expresiones predicativas diádicas o poliádicas. O sea y en lenguaje
metafísico: se puede interpretar que cuando dos sustancias comparten una
propiedad, entran en relación. Es la explicación plausible del problema tópico
escolástico, citado varias veces por Gustavo Bueno en sus conferencias sobre la relación, respecto del
juicio “Julián y Tobías son blancos”. Si se interpreta como una relación no se
sabe si la relación se fundamenta en ellos en tanto son sustancias o en la propiedad de la blancura, y
en ese caso la relación es puro ente racional, un modo de hablar. Una
explicación sencilla es que se relacionan gracias a la blancura, porque </span><i style="font-family: arial; font-size: 12pt;">comparten </i><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">esa propiedad. Curiosamente,
Gustavo Bueno parece adherirse a la interpretación lógica de las relaciones
como derivada de la lógica de clases.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Sacristán señala que la falta
de una <i style="mso-bidi-font-style: normal;">teoría general de las relaciones</i>
es una de las lagunas más importantes de la lógica tradicional, a pesar de que
los razonamientos matemáticos más elementales son precisamente razonamientos
<i>sobre relaciones</i>.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><span style="font-family: arial;">Ha sido corriente fundar la
noción de relación en la de clase, con objeto de referirse no a las
“intenciones” [¿intensiones?], a los conceptos relacionales, sino a sus
extensiones; en vez de a la intención [¿intensión?<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn11" name="_ftnref11" style="mso-footnote-id: ftn11;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[11]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>] o
concepto padre-de, por ejemplo, a le extensión constituida por todos los pares
de objetos tales que el uno es padre del otro, pero esta definición de la
relación por la clase sistematizada por Wiener y Kuratowski, no es inevitable: <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt;"><o:p><span style="font-family: arial;"></span></o:p></span></p><blockquote><span style="font-size: 12pt;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">“En
realidad, la idea de relación es, desde el punto de vista de la teoría de la
ciencia, una de esas nociones fundamentales cuya definición no puede tener más
que una finalidad técnica, a saber, fijar una significación a algo que
intuitivamente fundamenta todo pensamiento. Todo el mundo sabe lo que es una
relación, pues hablar es relacionar”</span><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn12" name="_ftnref12" style="font-family: arial; font-size: 12pt;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[12]</span></span></span></a><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;">.</span></blockquote><span style="font-family: arial; font-size: 12pt;"></span><p></p>
<span style="font-family: arial;"><br />Sacristán concluye que la lógica de relaciones es lógica fundamental y no tiene por qué basarse necesariamente en la lógica de clases. Incluso es posible definir las clases mediante relaciones. <br /><br /> En sus tres <i>Conferencias sobre las Relaciones</i> (2011)<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn13">[13]</a>, Gustavo Bueno, desde la perspectiva de la teoría de la ciencia, examina estos difíciles conceptos que confundimos con interacciones, pasiones, etc., conceptos sin embargo que resultan primarios pues lo que captamos son siempre magnitudes y calidades relativas, o sea, similitudes y diferencias. El ejemplo musical de “la figura de las relaciones” es muy relevante. Según el director de orquesta y musicólogo Ernesto Ansermet (que aplicó la fenomenología de Husserl al estudio de la música), sin intervalos, sin relaciones armónicas ¡no hay música!<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftn14">[14]</a>. <br /><br />La misma noción de <i>necesidad</i> es relacional, la hallamos en las relaciones, por ejemplo en la identidad o en el principio de no contradicción. Según Gustavo Bueno, Kant no entendió las relaciones sino como acción recíproca. Opinión que tenemos por muy discutible. </span><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Para el filósofo materialista, las relaciones, incluso las necesarias, sólo se pueden dar en dominios relativos, porque no hay relaciones necesarias fuera de contextos parciales; no hay una ciencia del universo. Tampoco podemos confundir las relaciones con las conexiones. No obstante, Gustavo Bueno concluirá diciendo que las conexiones son fundamento real de las relaciones. Parte en su análisis de Aristóteles, cuya filosofía, por <i>sustancialista</i>, no podía sino reconocerle a las relaciones un fundamento debilísimo y problemático y eso a pesar de su omnipresencia, omnipresencia de las relaciones también reconocida por el más ilustre de nuestros escolásticos, Francisco Suárez. Los escolásticos aceptaron la realidad de las relaciones por un motivo teológico, por la doctrina de la Trinidad, pues si las relaciones son sólo “entes de razón”, la con-sustancialidad divina de las tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, resulta irreal y entonces tendríamos tres dioses en vez de Uno. <br /><br />Hablando del Uno, es evidente que el monismo eleático no puede admitir relaciones, pues el Ser-Uno sólo podría relacionarse con el No-Ser que, por definición, es irreal. El atomismo de Demócrito pulverizó el Ser de Parménides. Lo otro de los átomos, que comparten casi todos los atributos del ser parmenídeo, es ese "no-ser <i>relativo</i>" al que los atomistas llaman vacío. Aristóteles, como Leibniz, niega el vacío. El pensamiento relacional más bien procede del pitagorismo y se desarrolla en el <i>Sofista </i>de Platón, antes de que Aristóteles abstraiga la “imputación” o categoría de relación. <br /><br />Gustavo Bueno parece compartir el principio de que los hechos mismos son relaciones que se definen en cada dominio científico vinculando términos en operaciones sencillas o complejas. Tal sería <i>la sintaxis</i> de un dominio del mundo, pues toda sintaxis se ocupa de términos que se relacionan mediante operaciones. Las relaciones no son meros accidentes de las sustancias, pero la metáfora de Leibniz al decir que son figuras o entes con dos patas (o con tres, o con ene patas) no es suficiente. La institución de la relación, como producto filosófico, cultural, procede, según Bueno, de la <i>deflagración </i>del sistema aristotélico, pues la relación permitía a Aristóteles dar cierta unidad a su sustancialismo hilemórfico al aceptar que en la <i>ousía</i>, en su <i>esse in</i>, contenía una cierta tendencia <i>pros ti</i>, hacia la otredad en general. Ese Otro u otredad podría recordar la Diferencia, Forma omniabarcadora, de la que habla Platón en el <i>Sofista</i>, 254d-255e. La Diferencia, opuesta a la Mismidad, se mezcla con las otras tres formas: Existencia, Movimiento y reposo, a las cuales, junto a la mismidad y la otredad o diferencia, muchos llaman “categorías platónicas”. <br /><br />Las relaciones enlazan, pero la conexión, que es el fundamento de estos “conceptos conjugados”, no puede ser para G. Bueno la de los eslabones de una cadena, pues las relaciones suponen <i>discontinuidad</i> entre “los cascotes” de un mundo fragmentado en dominios gnoseológicos. Para Gustavo Bueno las relaciones son reales y objetivas, existen a parte de mí (<i>apotéticas</i>), su fundamento es una conexión (o “sinesión”) entre objetos, de lo que él llama M3.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><b>CORRELACIONISMO O RELATIVISMO TRASCENDENTAL</b></span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoVbi2UKbRxeU1yiWW3cF45a0wh_FUEV92Rr9S9ImlHuHiYPery6hB2MjUUxnA-jGashkIASx-G0EHedVNRN6Gh5Fb3qxqQtDI-oksWueSE40OdzNrt56reZyyIoL6jWX7pBU3U7N8inyte_NfJjs1wrmbzww3-J4hzBuPRoETpFVUf2H0hsboHoC0/s2850/Amor%20Ruibal%202.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2850" data-original-width="1680" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoVbi2UKbRxeU1yiWW3cF45a0wh_FUEV92Rr9S9ImlHuHiYPery6hB2MjUUxnA-jGashkIASx-G0EHedVNRN6Gh5Fb3qxqQtDI-oksWueSE40OdzNrt56reZyyIoL6jWX7pBU3U7N8inyte_NfJjs1wrmbzww3-J4hzBuPRoETpFVUf2H0hsboHoC0/w236-h400/Amor%20Ruibal%202.jpg" width="236" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;">Si hay un filósofo que ha hecho de la Relación la esencia misma de la realidad es el gallego Ángel Amor Ruibal (1869-1930). Bajo esta idea de relación ordena Amor Ruibal, que también fue un excelente e internacional filólogo, su teoría del conocimiento, su ontología, su cosmología y su teodicea, en <i>Los problemas fundamentales de la filosofía y del dogma</i>, cuyos volúmenes metafísicos (VIII, IX y X) vieron la luz póstumamente entre 1933 y 1936 (el que debía ser el XI se imprimió en 1964) y el último seguía inédito en 1987. El CSIC ha emprendido a partir de 1972 la reedición de <i>Los problemas fundamentales</i>...</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">En su valoración de la filosofía del "correlacionismo" o "relativismo trascendental" de Amor Ruibal, Gonzalo Fdez. de la Mora (<i>Filósofos españoles del siglo XX</i>, Planeta 1984) resume así el sistema del pontevedrés:</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><ol style="text-align: left;"><li><span style="font-family: arial;">Todo ente es relativo, es un <i>ser-de.</i></span></li><li><span style="font-family: arial;">La sustancia de una cosa es el conjunto de relaciones que aseguran la permanencia de sus funciones.</span></li><li><span style="font-family: arial;">Las cosas sólo son lo que son en el contexto de las correlaciones cósmicas.</span></li><li><span style="font-family: arial;">La correlatividad universal es dinámica, todo ente actúa sobre los demás y es actuado por ellos.</span></li><li><span style="font-family: arial;">El universo es una estructura dinámica de elementos correlativos.</span></li><li><span style="font-family: arial;">Conocemos relaciones y el conocimiento es, a su vez, una relación dada.</span></li></ol></div><div>
<div style="mso-element: footnote-list;"><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></div><h3 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><b>Relaciones y ciencias sociales</b></span></h3><div style="mso-element: footnote-list;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="mso-element: footnote-list;"><span style="font-family: arial;">En la actualidad, lo relacional cubre una amplia corriente de ideas y modos procedentes de la antropología, la sociología y la psicología social. Autores relacionales como los psicólogos Arthur Still y Jim Good contemplan a las personas como inextricablemente implicadas en procesos de comunicación e interacción unas con otras, en relaciones cara a cara. Han comprendido que casi todas las tareas humanas se realizan en conjunción.</span></div><div style="mso-element: footnote-list;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="mso-element: footnote-list;"><span style="font-family: arial;">Oigamos, por ejemplo, al antropólogo social Michael Carrithers (<i>¿Por qué los humanos tenemos culturas?</i>, Alianza 1995, pg. 27):</span></div><div style="mso-element: footnote-list;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="mso-element: footnote-list;"><span style="font-family: arial;"><blockquote>"Adopto un punto de vista relacional, uno que subraya que las personas están tan profundamente comprometidas recíprocamente que sólo podemos entenderlas de forma adecuada si interpretamos incluso sus nociones y actitudes aparentemente íntimas como algo interpersonal".</blockquote></span></div><div style="mso-element: footnote-list;"><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div style="mso-element: footnote-list;"><!--[if !supportFootnotes]--><span style="font-family: georgia;"><b>Nota bene</b>: </span></div><div style="mso-element: footnote-list;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="mso-element: footnote-list;"><ul style="text-align: left;"><li><span style="font-family: georgia;">He llamado a este artículo "Semiótica" (igual podría haberle llamado "Semiología de relaciones") porque incluye tanto una perspectiva sintáctica como otras semántica y prágmática <i>en relación con</i> o <i>respecto a </i>la categoría de Relación, las relaciones reales y las notas que expresan algún modo de relación.</span></li><li><span style="font-family: georgia;">Debo agradecer a Lykofrán (Francisco J. Fernández) el estímulo para la confección de esta entrada a partir de una conversación sobre las figuras de relación (<i>liaison, rapport</i>) en Leibniz, respecto a un estudio mío (borrador) sobre el Principio de plenitud y el Principio de razón suficiente en el filósofo alemán.</span></li></ul></div><div style="mso-element: footnote-list;">
<hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<div id="ftn1" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref1" name="_ftn1" style="mso-footnote-id: ftn1;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> Próximo
al problema de si las relaciones pueden dar lugar a sustancias. Por supuesto,
tal es el caso de las cópulas animales que engendran <i style="mso-bidi-font-style: normal;">sustancias nuevas</i>.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn2" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref2" name="_ftn2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> Este
sería el fundamento del sustancialismo aristotélico, cuyo prolongación en el
tiempo llega hasta la sustancialización del yo, de la mónada, o de la persona.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn3" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref3" name="_ftn3" style="mso-footnote-id: ftn3;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> Mill
apunta que el verbo latino ‘connotare’ significaba en la lógica medieval “designar
en adición” y ‘<i style="mso-bidi-font-style: normal;">significatio’,</i> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">en conexión con los termini comunes</i>. W y
M. Kneale. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El desarrollo de la lógica</i>,
tecnos, Madrid 1980, pg. 345.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn4" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref4" name="_ftn4" style="mso-footnote-id: ftn4;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[4]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sobre la esencia</i>, 3ª, 9, 3, <span style="mso-bidi-font-family: Calibri; mso-bidi-theme-font: minor-latin;">§3, I. 3. “La
idea de una estructura trascendental”.</span><o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn5" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref5" name="_ftn5" style="mso-footnote-id: ftn5;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[5]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> Hilary
Putnam. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Razón, verdad e historia</i>,
tecnos, Madrid 2001. “4. Mente y cuerpo. Paralelismo, interaccionismo e
identidad”, pg. 83.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn6" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref6" name="_ftn6" style="mso-footnote-id: ftn6;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[6]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> Recordemos
que la Escolástica distinguía con su doctrina de los trascendentales entre
los modos generales de ser: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ens</i> y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">res</i>. “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ens</i> significa que la cosa “es”; y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">res</i> significa “aquello” que la cosa es; es decir su ordenación al <i style="mso-bidi-font-style: normal;">esse” (</i><span style="mso-bidi-font-style: normal;">Zubiri</span><i style="mso-bidi-font-style: normal;">, Sobre la esencia, </i>Madrid
1972, pg. 422. En tanto expresa la ordenación al ser, la Relación es <i style="mso-bidi-font-style: normal;">real</i>.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn7" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref7" name="_ftn7" style="mso-footnote-id: ftn7;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[7]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Essai concerning Human Understanding</i> II,
caps. XXIV, XXV, XXVIII.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn8" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref8" name="_ftn8" style="mso-footnote-id: ftn8;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[8]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> Téngase
en cuenta que el interés de Antonio Pasquali, gran comunicólogo, es la
aplicación de la categoría de Relación a la idea social de Comunicación.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn9" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref9" name="_ftn9" style="mso-footnote-id: ftn9;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[9]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> La
<i>reciprocidad </i>lógicamente dicha es una relación entre dos proposiciones en que
el predicado de la una puede ser sujeto de la otra. Kant dice de ella que es un
“comercio real de sustancias” por el que los fenómenos en estrecho enlace
forman compuestos.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn10" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref10" name="_ftn10" style="mso-footnote-id: ftn10;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[10]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Introducción a la lógica y al análisis
formal</i>, “XV. Lógica de Relaciones”, Círculo de Lectores, 1990, pg. 309ss.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn11" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref11" name="_ftn11" style="mso-footnote-id: ftn11;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[11]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> Estoy
bastante seguro de que en el texto citado aparece el concepto metafísico de “intención”
como lapsus erróneo, por el lógico de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">intensión</i>.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn12" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref12" name="_ftn12" style="mso-footnote-id: ftn12;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[12]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ibidem</i>, pg. 311.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn13" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref13" name="_ftn13" style="mso-footnote-id: ftn13;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[13]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> Se
pueden seguir las tres en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=e9-xbFWyt94<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn14" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/AAFi/AAFi/Sevilla%20Leibniz%202023/DISPUTATIO%20DE%20RELATIVIS.docx#_ftnref14" name="_ftn14" style="mso-footnote-id: ftn14;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[14]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> Ansermet
defendió el sistema tonal frente al dodecafonismo y atonalismo de Arnold
Schönberg en sus obras: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los fundamentos
de la música en la conciencia humana</i> (1989); <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La aportación de Paul Hindemtih a la música del siglo XX</i> (1973); y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Escritos sobre la música</i> (1971).<o:p></o:p></p>
</div>
</div></div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-61306596014553625282023-04-11T20:53:00.003+02:002023-10-01T11:40:38.775+02:00MATERIA Y ESPÍRITU<p> </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiE07b4Ysna_F1ZLZOB-zOWwxgIgULS13QkLsfZNdesMxp2bA95ouzAGU_hhqGVIXpzciW4IkirAURsJHp-5U4QeM3bFBXb1OBShl28xUDUZYjCHSQi7meBKfyCIlJ50zOAJeWyATAhNb5W-Lhq1Ygg1UPCjnU6Hg184RC47j2RQyqnVxOPK7eH9QIL/s591/ErnstHaeckel%201906.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="591" data-original-width="440" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiE07b4Ysna_F1ZLZOB-zOWwxgIgULS13QkLsfZNdesMxp2bA95ouzAGU_hhqGVIXpzciW4IkirAURsJHp-5U4QeM3bFBXb1OBShl28xUDUZYjCHSQi7meBKfyCIlJ50zOAJeWyATAhNb5W-Lhq1Ygg1UPCjnU6Hg184RC47j2RQyqnVxOPK7eH9QIL/w298-h400/ErnstHaeckel%201906.jpg" width="298" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Ernst Haeckel, 1906. Fuente Wikipedia</td></tr></tbody></table><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal"><o:p> <span style="font-family: arial;">Pío </span></o:p><span style="font-family: arial;">Baroja discute el naturalismo del ferviente evolucionista Ernst Haeckel (1834-1919) y su consideración antagónica de <i>mecanicismo</i> y <i>vitalismo</i>. Según Haeckel el mecanicismo no admitiría más que un <i>causalismo eficiente</i>, mientras que el vitalismo sería una <i>teleología</i> basada en supuestos fines o
intenciones de la naturaleza. Nuestro novelista y ensayista cree que tanto el
mecanicismo como el vitalismo, convertidos en sistema, son <i>finalistas</i>,
teleológicos, porque tan metafísico es el concepto de <i>materia</i> como el de <i>espíritu</i>
y tan lejos están uno como otro de ser realidades inmediatas. (Desde luego esto parece suponer por parte de Baroja una consideración finalista de la metafísica misma, que tanto le interesaba).</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Me divertí mucho
discutiendo en la e-lista <i>Symploké</i> de
la Universidad de Oviedo con los gustavo-buenistas defendiendo yo precisamente esta misma tesis de que la noción de materia tiene una referencia tan borrosa como la de espíritu viviente o <i>élan vital</i>, pues la materia hoy se descompone científicamente en
partículas de energía conocidas y desconocidas, computables y misteriosas, y lo mismo se habla de una materia que de una energía obscura, es
decir que la materia prima como arcano de todo, por debajo de los elementos estructurados de Dimitri Mendeléyev, sigue siendo ese “no sé qué” indeterminado del que habló Aristóteles, o esa <i>khora</i> a la que el Demiurgo dio forma y sintaxis según los platónicos.</span></p><p class="MsoNormal"><span></span></p><a name='more'></a><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Y en esto recuerda Baroja a Leibniz aunque no le nombra: </span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"></span></p><blockquote><span style="font-family: arial;">“El
espíritu y la materia no son más que posibilidades; los sistemas basados en
esos conceptos son como escuadrones formados por jinetes fantasmas”<a href="#_ftn1" name="_ftnref1" style="mso-footnote-id: ftn1;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>.</span></blockquote><span style="font-family: arial;"><o:p></o:p></span><p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Haeckel en su <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Historia
de la creación</i> natural fundó un <i>monismo</i> según el principio de Schelling: “Todo
es uno y lo mismo”, sin embargo para Haeckel “todo es materia”. Baroja está desde
luego más cerca del materialismo que del espiritualismo, pero no cree que una
reducción como la de Haeckel valga, sino a título de hipótesis. Cualquier saber
que pretenda “cerrar el círculo de los conocimientos” deja de ser ciencia y se
convierte en un sistema teleológico: “La ciencia no puede hacer más que alejar
el eterno enigma”, de modo que cuantos más datos, más incógnitas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Haeckel insistía en la unidad de la materia inorgánica y de la
orgánica y, por consiguiente, admitía la <i>generación espontánea</i>. Lo curioso es
que los defensores del materialismo no tienen más remedio que admitir dicho
espontaneísmo, es decir, que la materia inerte dé lo que no tiene: vida, aunque
no acepten que hoy nazcan gusarapos del puro estiércol ni insectos de la materia en
descomposición si no se hallan allí huevos previos de insectos anteriores. No se puede sacar
algo de donde no lo hay en potencia; la posibilidad no es existencia, pero la
prepara como su <a href="https://www.yumpu.com/es/account/magazines/edit/67860281">proversión</a>. O se admite que la vida se genera espontáneamente
de la materia cósmica o se admite el milagro, el <i>fiat</i> creador <i>ex nihilo</i>, no
necesariamente de la materia, sino de su estructura y función, la más elevada de sus funciones es el salto a la conciencia, que emergería espontáneamente –o no- de las formas “superiores”
de vida. Y eso, aun suponiendo la eternidad de la materia como matriz del universo, tal y como hace Platón en el <i>Timeo</i>.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Baroja reconoce que ni siquiera sabemos qué emergió
de la materia inerte, o sea qué es la vida. Él se inclina por la solución
<i>inmanente</i>, que “de una sustancia que no sabemos lo que es salga la vida, y
tampoco sabemos lo que es”. La otra solución le parece que consiste en suponer
el escenario teatral de un Dios que se pasea entre bambalinas y dice: “Hágase
esto. Hágase lo otro”. La idea que tiene Baroja de Dios es la de los “hotentotes
honorarios” -como él les llama-, la de los católicos ultramontanos de su época.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Cuarenta años después, en 1958, Juan Larrea, también vasco,
piensa de otra forma y escribe varios tratados eruditísimos centrados en el <i>Espíritu creador</i>
y en la historia de nuestra cultura cristiana como fenómeno poético, henchido de
confianza: la esperanza de una tercera Edad del Espíritu en la que el Mal deje
de ser un escándalo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">En las páginas de su <i>Razón de ser</i> arremete contra la
escolástica materialista tan ganosa de robustecer su determinismo dialéctico y
para la que los movimientos económico-sociales están sujetos a leyes que
determinan la voluntad, la conciencia y el designio de los hombres. Dicho
materialismo llega a sostener que los distintos modos de pensar e imaginar la
realidad emanan siempre de situaciones económicas. A Larrea le parece una
aberración "sociocéntrica" defender que los conceptos científicos del hombre son
dependientes de la clase social o del sistema de producción de la sociedad en
que se conciben, “lo cual, tan pronto como se trata de fundar –como se ha
tratado- una genética o una física matemática proletarias, viene a resultar
chistosamente cierto”<a href="#_ftn2" name="_ftnref2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>. Y lo
mismo podríamos decir del arte, como un nefasto efecto Pigmalión o de profecía
autocumplida. </span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Si se desprecia la ciencia es fácil que esta acabe siendo
despreciable; si se piensa que el hombre es un mero animal, facilitamos su
embrutecimiento. Ya decía el galeno y perspicaz psicólogo Juan Huarte en su <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Examen de ingenios</i> (Baeza, 1575) que el
pensamiento de las cosas divinas, por sí mismo, ayuda a que nos elevemos y mejoremos,
y eso con independencia de si existe o no un dios maternal, paternal o ambiguo.
<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Nuestras expectativas y las de los demás influyen
decisivamente en nuestros logros. Eso está claro, pero de ahí a decir que "querer es poder", como hace el voluntarismo, va mucho, porque el espíritu sopla cuando y
donde quiere. Y sobre nuestras competencias, que son limitadas, gravita con su
pesadez la materia, sea lo que sea, y el marco espacio-temporal en que se ordena.<o:p></o:p></span></p>
<div style="mso-element: footnote-list;"><!--[if !supportFootnotes]--><br clear="all" />
<hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<div id="ftn1" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="#_ftnref1" name="_ftn1" style="mso-footnote-id: ftn1;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Las Horas solitarias </i>(1918), ed. Caro
Raggio, Madrid 1982, pg. 163.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn2" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="#_ftnref2" name="_ftn2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; mso-ansi-language: ES; mso-ascii-theme-font: minor-latin; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin; mso-hansi-theme-font: minor-latin;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <i>Razón de
ser.</i> Ediciones Júcar, Madrid 1956, 1974.<o:p></o:p></p>
</div>
</div><br /><p></p>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-60102258325415829692023-01-31T12:45:00.001+01:002023-01-31T12:45:08.418+01:00EXAMEN DE INGENIOS<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgnkoOIIatzfZi5bjs9SIF7KGJewp97NoaIS8D9p4V-TLDnbMeyhtr4xH53VblBgz6dR4-tJDGWganU4PWTywF43-0sr0bx007bBMLckJC9HC9EbwNPGbvAj6ayZswdHiSJc26K87UZdwypJCo6v5BgZhUw-PpR3do2cpdjkeFrIaTJFmMP9EI_MGSI" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="825" data-original-width="567" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgnkoOIIatzfZi5bjs9SIF7KGJewp97NoaIS8D9p4V-TLDnbMeyhtr4xH53VblBgz6dR4-tJDGWganU4PWTywF43-0sr0bx007bBMLckJC9HC9EbwNPGbvAj6ayZswdHiSJc26K87UZdwypJCo6v5BgZhUw-PpR3do2cpdjkeFrIaTJFmMP9EI_MGSI=s16000" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiOVj7PCCSW-H5EY9mW6dWuiL3vER5Mx7VRjYNc-ubFwvgaLUQoS4cEKOoDdAVQbObhuMq5u2leoOG7H1EG5w9uC4GdXeoyfJ6kh8218PFVxt7jHiUMl-Ifq9nIdrfd05Aox-bm4oF3_A_zw4-Mo4yvpdMWsB10Pz9lzSJB9Vy68EdZNj6kDc_odo49" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="758" data-original-width="567" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiOVj7PCCSW-H5EY9mW6dWuiL3vER5Mx7VRjYNc-ubFwvgaLUQoS4cEKOoDdAVQbObhuMq5u2leoOG7H1EG5w9uC4GdXeoyfJ6kh8218PFVxt7jHiUMl-Ifq9nIdrfd05Aox-bm4oF3_A_zw4-Mo4yvpdMWsB10Pz9lzSJB9Vy68EdZNj6kDc_odo49=s16000" /></a></div><br /><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">Este artículo se publicó por primera vez en la revista cultural IBIUT, dirigida por Ramón Molina, en su número 85, pg. 18-19, año 1996.</div><br /><p></p>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-59376408668613676522022-11-27T08:55:00.003+01:002023-10-01T11:41:53.803+02:00DEL PLACER<p> </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: right;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhS5fYHA-kuRcDWfO5RNUICB1MNW76osUje43mL1PsqQRBS4zlfu0ga6AS1ogBPt2MRDDQ2nhlQwtOwWYtj1IEj-8lrDUIxPaTR04Mn5SfBRoyM0jcX0vd6MP7VjOC-XW9Lk8AO54wzwKFEqmqU4xoR88IYAnZ6mHoT6zQEyXeku6pswOcpP-aLpLIa" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img alt="" data-original-height="629" data-original-width="633" height="397" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhS5fYHA-kuRcDWfO5RNUICB1MNW76osUje43mL1PsqQRBS4zlfu0ga6AS1ogBPt2MRDDQ2nhlQwtOwWYtj1IEj-8lrDUIxPaTR04Mn5SfBRoyM0jcX0vd6MP7VjOC-XW9Lk8AO54wzwKFEqmqU4xoR88IYAnZ6mHoT6zQEyXeku6pswOcpP-aLpLIa=w400-h397" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><b>Hedonismo</b>. Óleo de Ana Roldán Sánchez (*1960, Málaga)</td></tr></tbody></table><br /><div style="text-align: right;"><span style="font-family: georgia;">"Recuerde el alma dormida...</span></div><div style="text-align: right;"><span style="font-family: georgia;">cuán presto se va el placer;</span></div><div style="text-align: right;"><span style="font-family: georgia;">cómo después de acordado</span></div><div style="text-align: right;"><span style="font-family: georgia;">da dolor..."</span></div><div style="text-align: right;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: right;"><span style="font-family: georgia;">Jorge Manrique</span></div><p></p><h3 style="margin-left: 0cm; text-align: left;"><span style="font-family: arial;">La reflexión sobre el placer (</span>ἡδονή, <i>hedoné</i><span style="font-family: arial;">) de Platón y Aristóteles</span></h3><p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;"><o:p> </o:p>Para el Estagirita placer y dolor
son las señales o criterios más firmes de la moral. Aristóteles se refiere a
ello en los libros segundo y séptimo de su <i>Ética
para Nicómaco </i>(EN). En el libro X profundiza en su análisis del placer.
Refiere a la teoría <i>hedonista</i> de
Eudoxo, disidente como él de la Academia a la muerte de Platón. Sugiere que al
hedonismo de Eudoxo se le dio crédito porque el filósofo era
extraordinariamente temperante, de vida sobria y austera (un delincuente resulta
muy persuasivo si pide para sí condenas más altas de las dictadas por el juez).</span></p><p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span></span></p><a name='more'></a><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">Para Eudoxo<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftn1" name="_ftnref1" style="mso-footnote-id: ftn1;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> el
placer era el bien supremo porque todos los seres lo buscan y porque <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>consideraba al placer un bien en sí mismo,
absoluto. En efecto: “nadie pregunta para qué se siente placer en la convicción
de que el placer es deseable por sí mismo”. Además, el placer hace más deseable
aquello a que se añade, por ejemplo, si acompaña al obrar con justicia y
templanza. Aristóteles recuerda que Platón (v. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Filebo</i> 60d) invierte el argumento para negar que el placer sea el
Bien afirmando, precisamente, que la vida placentera es más deseable acompañada
de prudencia (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">phrónesis</i>, inteligencia
para la acción). Pero si la combinación de placer y prudencia es preferible, entonces
el placer no es el Bien, porque el Bien es lo más deseable sin que nada se le
añada, es decir Bien es lo que todos los seres apetecen, incluso de modo
inconsciente, sin saber que lo buscan, como los animales no racionales<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftn2" name="_ftnref2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>, de
manera que “la prudencia participa más de la condición del bien que el placer”
(<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Filebo</i>, 60b). <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">Sócrates pone de manifiesto en el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Fedón</i> cómo el placer es hermano siamés
del dolor, al sentir deleite cuando le liberan de los grillos que le causaban
fastidio, poco antes de tomar la cicuta. Para el Sócrates platónico no hay
placer que satisfaga plenamente, mientras que “en aquel de los seres vivos en
quien el bien estuviese por siempre y totalmente presente hasta el fin, no
necesitaría ya de ninguna otra cosa y estaría perfectamente satisfecho” (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Filebo</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ibidem</i>).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">La indeterminación de la idea del
bien es una, tal vez la mayor, de las genialidades de la metafísica platónica,
que sitúa dicho género de géneros, como universal supremo, más allá de toda
esencia, precisamente por ser el Bien perfecto, suficiente y universalmente
elegible. Es evidente que ni el placer ni la prudencia cumplen estos tres
requisitos de universal eligibilidad y suficiencia. Sin embargo, Platón sí que
determina en su didáctica madurez “la vida buena”, en el Filebo y “para todos
los públicos”, como una vida <i style="mso-bidi-font-style: normal;">mixta de
placer y prudencia</i>, vida que incluye además el requisito de la opinión
correcta y la memoria, pues no sólo deseamos gozar, sino también tener un buen
juicio sobre lo que estamos gozando, saber de esa experiencia y poder recordarla
(60e). <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">También es cierto que nadie
aceptaría ser prudente si a ello no le acompañasen algunos placeres, que obran
como alicientes para lograr la excelencia (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">areté</i>).
Placer y Prudencia son como dos fuentes, la primera de miel, la segunda sobria
y sin vino, austera y saludable. Cualquier vida humana –pues no somos dioses-
resulta satisfactoria si mezclamos el líquido de ambas fuentes con sensatez y medida,
“de la mejor manera posible” (61c).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">Platón es consciente de que los
mayores y más intensos placeres son peligrosos: “procuran infinitas trabas,
alborotando las almas en las que vivimos con su loco frenesí”. Esto dice el Intelecto,
personificado en prosopopeya por Sócrates. Por consiguiente, es prudente
preferir los placeres verdaderos y puros, pues mezclan bien con la salud y la
templanza, a aquellos que ofuscan la memoria y generan riñas y discordias. Mas
téngase en cuenta que “el placer es, ciertamente, lo más embustero que hay y,
según el dicho, incluso en los placeres del amor, que son al parecer los
mayores, los dioses perdonan el perjurio, en la idea de que, como niños, los
placeres no tienen ni chispa de juicio” (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Filebo</i>
65c)<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftn3" name="_ftnref3" style="mso-footnote-id: ftn3;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>. A su
falta de juicio hay que añadir su arbitrariedad, pues lo mismo experimenta placer
el disoluto que el moderado, el prudente que el insensato, por lo que hay que
establecer en justicia la desemejanza de unos y otros placeres (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Filebo</i> 12d) y su diferente bondad. Por
desgracia, la ignorancia no causa por sí misma dolor, aunque la conciencia de
la ignorancia sí lo cause, pero la conciencia de la propia inopia es ya un tipo
de prudencia y seguramente el principio de toda sabiduría.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">Aristóteles, por su parte, refuta el
hedonismo de Eudoxo, pero también el prurito académico y elitista de negar que
el placer sea un bien porque lo busque la mayoría o porque al contemplar al que
disfruta los placeres más intensos (los de la carne) nos pueda parecer indecente,
ridículo o vergonzoso, y, al gozar nosotros mismos, lo ocultemos (v. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Filebo</i> 65e-66ª. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">No es posible negar que el placer
sea un bien, su búsqueda es connatural a nuestra especie y por eso se usa para
educar a los niños, premiándoles con cosas o actividades que les agradan cuando
hacen las cosas bien. No obstante, el placer (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">hedoné</i>) no es tampoco el bien supremo para Aristóteles. De hecho,
ponemos nuestro esfuerzo en muchas actividades que no nos dan placer: ver,
recordar, saber, tener virtudes... Y las elegimos aunque no sean placenteras. “Ni
el placer es el bien ni todo placer es deseable” (EN, X, III, 1174ª).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">El placer no es necesariamente bueno
porque se oponga al dolor, ya que también al dolor se le puede oponer algo
peor, como a la necesaria y dolorosa cirugía de un tumor se le puede oponer la
muerte del paciente por no extirparle el cáncer a tiempo. Al abordar la
cuestión de las especies o clases de placer, Sócrates nos advierte en el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Filebo </i>que no es posible hacer el
estudio cabal del placer sin considerar simultáneamente el dolor. Ya Calicles
en el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Gorgias</i> hallaba la clave de la
felicidad en la satisfacción de los deseos, no en su término. El hombre
superior de Calicles (κρείττων) acepta pagar el placer con sufrimientos previos:
acepta la sed para gozar bebiendo, etc. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;"></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhXMZs1885GfRXrqV8wHjUdV_WC0SSC5X3_mpwjxIWmCQqSICLzkno6mAfc4I98tX0tqKFQYWln49_-6r65At4jg9xntHO_t5yWumONYzwX8EYBWu22RGBq2nIEJlXOSRyw58SWBkW09_nqW39ttp4KyFZSNOK9cRC7gD-Yj_zkwXE6cIs4Cj0Decip" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img alt="" data-original-height="436" data-original-width="610" height="286" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhXMZs1885GfRXrqV8wHjUdV_WC0SSC5X3_mpwjxIWmCQqSICLzkno6mAfc4I98tX0tqKFQYWln49_-6r65At4jg9xntHO_t5yWumONYzwX8EYBWu22RGBq2nIEJlXOSRyw58SWBkW09_nqW39ttp4KyFZSNOK9cRC7gD-Yj_zkwXE6cIs4Cj0Decip=w400-h286" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Jose Méndez. <i>Single fin lovers. Illustration</i></td></tr></tbody></table><span style="font-family: arial;"><br /></span><span style="font-family: arial;">En el </span><i style="font-family: arial;">Filebo</i><span style="font-family: arial;"> serán considerados “impuros” los placeres que toleran la
inclusión de dolor, tanto físicos como anímicos. Los placeres por anticipación
se dividen allí en verdaderos y falsos. Llama Platón “falsos” a los placeres
que se apoyan en una creencia falsa y “verdaderos” a los que pueden obtenerse
con seguridad (</span><i style="font-family: arial;">Filebo</i><span style="font-family: arial;"> 62e). En </span><i style="font-family: arial;">República </i><span style="font-family: arial;">558d, Platón había distinguido
entre los apetitos de placer que acarrean dispendio y no ganancia (innecesarios
e inútiles) y los placeres </span><i style="font-family: arial;">necesarios</i><span style="font-family: arial;">,
como los que se derivan del deseo de comer o beber cuando aprovecha a la salud
y al bienestar personal. También describe allí la personalidad del tirano como
la de aquel que a los apetitos necesarios e innecesarios une </span><i style="font-family: arial;">los ilícitos</i><span style="font-family: arial;">.</span><p></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">Los placeres que acompañan a la
excelencia o virtud (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">areté</i>) distan de
ser un adorno gratuito para una vida plenamente humana, porque una vida buena exige
orden en la conducta y medida proporcionada (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">symmetría</i>)<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftn4" name="_ftnref4" style="mso-footnote-id: ftn4;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;">[4]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> en la
elección y disfrute de los placeres, con acomodo a las exigencias del ser, es
decir al orden natural del cosmos ((kósmos-táxis). Tal orden se manifiesta, se
aclara y resplandece, sobre todo, muy platónicamente, en la verdad y belleza de
lo real, por consiguiente, al fin se determinarán como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">placeres puros</i> aquellos que proporcionan la contemplación desinteresada
de la belleza y la verdad, “puros o del alma sola, placeres que acompañan a las
ciencias y a las sensaciones”, sensaciones que podríamos llamar espirituales
(v. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Filebo </i>66c). <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">De este modo, el criterio axiológico
para cualificar y jerarquizar los placeres es el bien, y no sería el placer proporcionado
por una actividad –como pretende el hedonismo- lo que determina una acción como
buena. Piénsese, por ejemplo, en el placer que ofrecen los alimentos
sobresaturados de grasa, sales y azúcar, de la comida basura; halagan el
paladar proporcionando placer intenso, pero una ingesta excesiva de chucherías produce
males como la hipertensión o la diabetes. Los gustos que nos dimos acarrean las
penas que sufrimos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">En tiempos de Platón el hedonismo
estaba ya muy extendido, como el propio ateniense observa en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Filebo</i> 66e, pero Platón nunca negó que
el placer fuese un bien, aunque “el intelecto es con mucho superior y mejor que
el placer para la vida del hombre”. Ni el intelecto ni el placer son
autosuficientes, pues en el hombre tanto el placer como la inteligencia carecen
de autosuficiencia y perfección (67ª). Pero el placer es para Platón un bien
menor, por detrás de prudencia, memoria, buen juicio y todo lo relativo a
medida y sentido de la oportunidad (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">kairós</i>)<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftn5" name="_ftnref5" style="mso-footnote-id: ftn5;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;">[5]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>. Sólo
la masa ignorante estima que los placeres son lo más importante para nuestro
vivir, tal vez llevados a ello por el testimonio de las bestias, por cómo
bueyes y caballos persiguen sus goces con ciego celo (v. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Filebo </i>67b). <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">Esta consideración matizada y
sumamente cauta del placer llevó a otros académicos, tal vez a Espeusipo y a sus
seguidores, a negar que el placer fuese un bien, según el comentario de Aristóteles
(EN, X). Argumentaban diciendo que el placer no es una cualidad, es indefinido
(ἀοριστον, ilimitado) porque admite más y menos, mientras que el bien es cualidad
definida. La afirmación de la definición o limitación del bien es sumamente
discutible; bienes tan principales como la salud, también admiten un más y un
menos. De otro modo, los académicos pretendían negar la condición de bien al
placer aduciendo que, mientras que el Bien es perfecto e inmóvil, el placer es
imperfecto por ser movimiento y proceso, un proceso de restauración<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftn6" name="_ftnref6" style="mso-footnote-id: ftn6;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;">[6]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> (en
la traducción de Mari Ángeles Durán y Francisco Lisi, el término que se usa es
el de “recuperación”). Sócrates afirma en el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Filebo</i> (32e) que la destrucción es dolor y la recuperación placer,
por tanto, cuando un ser vivo ni se está destruyendo ni recuperando, no siente
ni poco ni mucho dolor ni placer, sino que se halla en un tercer estado de
indiferencia alguedónica. Aristóteles no está de acuerdo con esta consideración
del placer como restauración o recuperación: uno puede sentir placer cuando
recupera la salud, las fuerzas o el dinero, pero el placer no es por sí mismo
ni salud, ni fuerza ni dinero.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">Uno puede acelerar sus movimientos
voluntariamente, por ejemplo, el paso, pero no puede sentir placer
aceleradamente. Que haya placeres depravados o reprobables significa que las
actividades de que se obtiene son perversas, pero no que el placer por sí mismo
no sea un bien. Para Aristóteles el placer no es un proceso, ni el resultado de
un proceso, sino que es completo en sí mismo: “Acompaña o perfecciona la
actividad de una facultad sana de la sensación o del pensamiento ejercida sobre
un objeto bueno” (1174b). Y deduce su carácter efímero y cómo el ansia de
placer es ansia de vivir. La vida para el Estagirita es actividad, por eso hay
placer en toda sensación e igualmente en el pensamiento y la contemplación, que
son también actividades, y lo más placentero es la más perfecta actividad. El
placer es bueno porque perfecciona el vivir (τελειοῖ ἑκάστῳ τὸ ζῆν) y no hay
que concebir el placer unilateralmente o según lo que la gente en general
aprecia, porque hay tantas clases de placer como de actividades, especies e individuos.
Con razón un asno prefiere la paja al oro. Y para unos resultan agradables las
actividades que a otros molestan y “son de muchas clases las corrupciones y
perversiones humanas” (EN, X, V). <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">El mejor placer y el más humano es
el del hombre más excelente, si lo hubiera. Pero nadie puede sentir placer
continuamente, hasta el placer se agota cuando cansa la actividad que lo
provoca. La novedad de una actividad lo estimula, pero pronto se apaga y hace
vieja. Los placeres se empujan unos a otros y no es posible sentir placer
soplando y sorbiendo al mismo tiempo. Es cierto que uno progresa en su
actividad si le gusta, si le es agradable, o sea, si obtiene placer con ella.
Así actúa el placer como incentivo y espuela de la acción, sea buena o mala.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p><span style="font-family: arial;">Aristóteles culmina su </span><i style="font-family: arial;">Ética para Nicómaco</i><span style="font-family: arial;"> saltando del placer
a la felicidad (<i>e</i></span><i style="font-family: arial;">udaimonía</i><span style="font-family: arial;">) como
actividad de la virtud o excelencia superior, que es la contemplación intelectual,
la sabiduría especulativa o el </span><i style="font-family: arial;">theoreîn</i><span style="font-family: arial;">,
porque es la actividad (<i>theoría</i>) que tiene por agente la mejor parte del alma, y es
además la actividad más segura, continua y autosuficiente</span><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftn7" name="_ftnref7" style="font-family: arial;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;">[7]</span></span></span></a><span style="font-family: arial;">.
Estos son los placeres del sabio, de la vida del intelecto (κατὰ τὸν νοῦν), que
es la más feliz. Así la filosofía encierra placeres maravillosos por su pureza
y permanencia</span><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftn8" name="_ftnref8" style="font-family: arial;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt; line-height: 150%;">[8]</span></span></span></a><span style="font-family: arial;">
. La vida de la excelencia moral (κατὰ τῇν ἄλλην ἀρετήν) es dichosa sólo
secundariamente. No es a tal efecto impertinente que el sabio requiera pocos
bienes externos.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><span style="font-family: arial;">Al final de su libro X, Aristóteles
enlaza en anticlímax la ética con la política a base de consideraciones de
orden práctico y educacional. Propone una educación pública “espartana” que
incluya el castigo pues, como ha dicho al principio de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ética para Nicómaco,</i> a los niños se les educa sirviéndose del timón
del placer y del dolor de modo que se alegren con el bien y se entristezcan con
el mal, pues sus mentes asociarán automáticamente el dolor con lo mal hecho y
el placer con lo bien hecho. Es de una importancia pedagógica máxima que se
gocen con lo que es debido y odien lo injusto.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-left: 0cm;"><br /></p>
<div style="mso-element: footnote-list;"><span style="font-family: arial;">NOTAS<br clear="all" />
</span><hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<div id="ftn1" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText" style="margin-left: 0cm; text-indent: 0cm;"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftnref1" name="_ftn1" style="mso-footnote-id: ftn1;" title=""><span class="Caracteresdenotaalpie"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="Caracteresdenotaalpie"><span style="font-size: 10pt; line-height: 150%;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a><span style="color: #202122;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Εὔδοξος ὁ
Κνίδιος (c. 390 - 337) fue pupilo de Platón, también médico. Nada de su obra ha
llegado a nuestros días. Se le considera padre de la astronomía matemática. </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn2" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftnref2" name="_ftn2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 150%;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
En su Ética para Nicómaco escribe Aristóteles: “En los irracionales hay un elemento
natural, superior a su propio ser, que tiende a su bien propio”, 1173ª.<o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn3" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftnref3" name="_ftn3" style="mso-footnote-id: ftn3;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 150%;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Cito la traducción de Mª Ángeles Durán y Francisco Lisi, Gredos, Madrid 1992.<o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn4" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftnref4" name="_ftn4" style="mso-footnote-id: ftn4;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 150%;">[4]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
En el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Protágoras</i> y en el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cármides</i> ya había hecho Platón referencia
a una <i style="mso-bidi-font-style: normal;">metretiké téchne</i>, a una técnica
de la medida que nos permitiera jerarquizar placeres.<o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn5" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftnref5" name="_ftn5" style="mso-footnote-id: ftn5;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 150%;">[5]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
De esta forma anticipa el maestro la consideración aristotélica de Aristóteles y
del estoicismo del placer como fin sobrevenido, como las amapolas en un campo
de trigo. El agricultor no las plantó, no las buscó directamente, pero su <i style="mso-bidi-font-style: normal;">buen</i> trabajo se las regala.<o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn6" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftnref6" name="_ftn6" style="mso-footnote-id: ftn6;" title=""><span class="Caracteresdenotaalpie"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="Caracteresdenotaalpie"><span style="font-size: 10pt; line-height: 150%;">[6]</span></span><!--[endif]--></span></span></a><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Esta idea de la primera Academia del placer
como restauración es análoga a otras muy modernas del placer como <i>homeóstasis</i>.o
equílibrio de las partes del organismo y con su entorno. <o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn7" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftnref7" name="_ftn7" style="mso-footnote-id: ftn7;" title=""><span class="Caracteresdenotaalpie"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="Caracteresdenotaalpie"><span style="font-size: 10pt; line-height: 150%;">[7]</span></span><!--[endif]--></span></span></a><span style="mso-tab-count: 1;"> </span>Aristóteles sabe que los placeres se la buena
mesa o del sexo son más intensos, pero también más efímeros y discontínuos,
además de peligrosos para la salud.<o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn8" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/hedon%C3%A9%20EpN%20X.doc#_ftnref8" name="_ftn8" title=""><span class="Caracteresdenotaalpie"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="Caracteresdenotaalpie"><span style="font-size: 10pt; line-height: 150%;">[8]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> ¿Cualquier filosofía? Lo dudo.</span><o:p></o:p></p><p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><b>Para saber más:</b></span></p><p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;">Sobre las figuras actuales del hedonismo véase el <a href="http://rodolfolopezisern.blogspot.com/2015/06/el-hedonismo-hoy.html">Diccionario Filosófico de Rodolfo López Isern</a>. </span></p><p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><br /></span></p><p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><br /></span></p>
</div>
</div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-41906874701255136842022-11-03T09:34:00.009+01:002022-11-27T09:36:32.591+01:00AMOR PLATÓNICO<p> </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiySAX-tN9TJ9Mbh3iBuFAJ4RNf3FlE7kZwTqqotrFwKC4i-Td7qd4zS4gGUafwFXwL2PBssbcARauavy22-bHwHIdkz7cOljg3HIg7_e2abOvNLzb5_SGUTB8Kpa9HAnSTWMHM93rNK9oPxrB0mQ58DbwB2qKmpV1LG6WMQMNcoVjNLGuzt38v1O5k/s1200/IMGP1139.JPG" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="768" data-original-width="1200" height="256" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiySAX-tN9TJ9Mbh3iBuFAJ4RNf3FlE7kZwTqqotrFwKC4i-Td7qd4zS4gGUafwFXwL2PBssbcARauavy22-bHwHIdkz7cOljg3HIg7_e2abOvNLzb5_SGUTB8Kpa9HAnSTWMHM93rNK9oPxrB0mQ58DbwB2qKmpV1LG6WMQMNcoVjNLGuzt38v1O5k/w400-h256/IMGP1139.JPG" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><i>Iphiclides feisthamelii</i>, chupaleches, Agosto 2022 foto JBL</td></tr></tbody></table><br /><p></p><p><b><span style="font-family: arial;">Pregunta Arturo Santos: ¿Por qué el término o la expresión "amor
platónico" está mal utilizada?</span></b></p><p><b><span style="font-family: arial;"><br /></span></b></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><o:p><span style="font-family: arial;"> <b>Respondo:</b></span></o:p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">No necesariamente mal usada, si acaso podríamos decir que
usada superficialmente para referir a un amor que no se reduce al "comercio
carnal": un amor espiritual, una delectación puramente psíquica entre amantes y productiva de razones y buenas obras. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">La teoría platónica del Eros, la "Erótica" del ateniense, es muy
compleja. En el <i>Banquete </i>(<i>Symposium</i>, <i>Convivium</i>) se plantea el problema del
Eros refiriendo ante todo a una divinidad, que también representa una fuerza
cósmica o una potencia anímica universal, del "todo con alma" (<i>pan ensychon</i>), del animal cósmico que es
el universo para el Platón del <i>Timeo</i>. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal"><span></span></p><a name='more'></a><p></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Fedro, personaje del *Banquete*, retrata a Eros como el más
antiguo de los dioses, inspirador de valor y sacrificio. Otro contertulio, Pausanias, distingue
entre el amor pandémico o heterosexual y el celestial, según la doble advocación de una Afrodita pandémica (de anchos muslos) y otra urania. La primera busca el placer y la reproducción, mientras que el amor celeste o uranio es homosexual (asociado a la compleja relación amante/amado (</span><i style="font-family: arial;">erastés/ erómenos</i><span style="font-family: arial;">) entre varones de
distintas edades, el llamado "amor dórico").</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"> </span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Erixímaco pinta el Eros como un impulso de reconciliación y armonía entre opuestos; y Aristófanes, (representación del famoso comediógrafo que pintó
la caricatura de Sócrates en <i>Las Nubes</i>) cuenta el mito de las "medias
naranjas": Los seres humanos fuimos esféricos, dobles y con tres géneros:
machihembrados (la mayoría), macho-macho y hembra-hembra, con dos cabezas, dos corazones
y ocho extremidades. Tan poderosos que nos rebelamos contra Zeus, perdimos la batalla, y el padre de los dioses nos castigó partiéndonos en dos mitades. Desde entonces buscamos desesperadamente la mitad que
nos complementa. Obsérvese que este mito justifica la inclinación homosexual, tanto masculina como femenina. Por su parte, Agatón relaciona el Amor con la búsqueda de la
belleza, y lo define como el más tierno, hermoso y delicado de los dioses. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Sócrates interviene al final del <i>Banquete</i> (suponemos que su
punto de vista es el del escritor, Platón) y, sorprendentemente, niega su
divinidad para retratar a Eros como un <i>demon</i> o ser intermediario (<i>metaxý</i>) entre lo
humano y lo divino: Eros es un <i>demon</i> que comunica o ensambla ambos mundos: el de los inmortales y el de los mortales, por eso Eros eleva nuestras plegarias e inspira nuestros sueños. </span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Para ilustrar su idea Sócrates apela al mito que le ha
revelado una sacerdotisa de Mantinea: la sabia Diotima. Eros nació de una relación sexual impropia entre dos dioses dispares. Es hijo de Poros y
de Penía, o sea del Ingenio y de la Carencia, por eso ofrece tantos recursos, inventa tanto y
supera muchas dificultades, pero también, porque es hijo de Miseria (Penía), anda
siempre anhelante de lo que le falta, deseoso de aquello de que carece, por eso es imperfecto y no un dios. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p>
<p class="MsoNormal"></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgk-Glv5DQ2fwGHSRt_oCdFQ7sUESDNQd2lOSwzmdo50z9w_BtdfP7KMnq1XiG26gWmjjFuJfX0xdAU8K6eFnfBaGN-WRe_hRVAz2wfzkm8btrJnZvfMkvOF13rlMIrQzRPAN1tBOt1heEJz-dqgUZf31PrufMFrRr6swjMZatQbwbllmcRT36Wnsfe/s1200/IMGP0953.JPG" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="1176" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgk-Glv5DQ2fwGHSRt_oCdFQ7sUESDNQd2lOSwzmdo50z9w_BtdfP7KMnq1XiG26gWmjjFuJfX0xdAU8K6eFnfBaGN-WRe_hRVAz2wfzkm8btrJnZvfMkvOF13rlMIrQzRPAN1tBOt1heEJz-dqgUZf31PrufMFrRr6swjMZatQbwbllmcRT36Wnsfe/w314-h320/IMGP0953.JPG" width="314" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Exuvia de cigarra montaraz, agosto 2022, foto JBL</td></tr></tbody></table><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">En conclusión: Amar es desear que lo bello y bueno sean de
uno para siempre, hambre de inmortalidad, ansia de eternidad, anhelo de
engendrar en la belleza (ἡ γέννησις καì ὁ τόκος ἐν τôι καλôυ), <i>tanto física como psíquica y espiritualmente</i>. El amor está en el
origen de todo impulso creador… Y por eso se puede decir que el intelectualismo socrático-platónico está vivificado por una corriente de emoción profunda. El verdadero amor es el amor del alma, "...</span><span style="font-family: arial;">Que sus misterios, / como dijo el poeta, son del alma, / pero un cuerpo es el libro en que se leen" (<i>Pandémica y Celeste</i>, de Jaime Gil de Biedma).</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">A este respecto, ya otro poeta, el trágico Sófocles, habló de la "exaltación
divina" (Ἄτη); "Nada grandioso se aproxima a la vida mortal sin la <i>Áte</i>" (<i>Antígona</i>) y Hegel el romántico dejará escrito que "nada
grande en el mundo se hace sin pasión". Sin embargo, la palabra Ἄτη acabará
significando también locura y ruina. Y es evidente que las pasiones, aun amorosas,
pueden obcecar, resultar funestas y enceguecer el entendimiento. Las tragedias griegas están repletas de ejemplos de pasiones letales. Si bien es verdad que no hay arte ni ley ni ciencia, ni verdad sin amor, y que por eso el alma no conserva nada, ni siquiera verdades, si se introducen en ella por la fuerza, es decir, si no son amadas o proceden del amante (v. Rep. 536d ss), también es cierto que se da el amor engañoso y fullero (<i>eros dolerós</i>), tóxico, decimos hoy.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Tras esta consideración ideal -¡y también realista!- del Eros,
entra en escena Alcibíades al final del platónico <i>Banquete</i>, llega ebrio "el niño
bonito de Sócrates", según las malas lenguas, el responsable de la catástrofe ateniense de Sicilia. A burlaveras reconoce el libertino su
intimidad con Sócrates, de la que este no quiso, al parecer, aprovecharse
sexualmente. La lujuria aparece con Alcibíades como máscara o forma irónica de una erótica más profunda y elevada que genera espíritu y verdades en las almas. Es la función del magisterio. Parece que el Tábano de Atenas restringe su Eros a vocación terapéutica y pedagógica (sobre este asunto, recomiendo los profundos escritos del gran humanista G. Steiner, <i>Lecciones de los maestros)</i>. </span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Alcibíades confiesa el secreto de la superioridad erótica de Sócrates, de la capacidad seductora y educativa (paideútica) de su ironía y su mayéutica valiéndose del símil de esos amuletos toscos que ocultan la figura de un dios en su interior, así Sócrates, feo externamente como el sátiro Marsias, revela la verdad de su naturaleza en el <a href="https://apiedeclasico.blogspot.com/2022/06/el-demonio-socratico.html">demon</a> que porta en su interior. Bien podrá la belleza física excitar los sentidos, mas sólo el bien y la bondad los calma.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Un estudio completo sobre el amor en Platón debería también
tener en cuenta el concepto de <i>Philía</i> (amistad) que se discute en su temprano diálogo <i>Lisis</i> y la concepción del amor como locura divina (<i>manía</i>, <i>entusiasmo, gracia</i>) del <i>Fedro. </i>El mismo nombre de <i>philosophos</i> lleva en una de sus raíces (<i>philo</i>-) la razón de amor, que no está tanto en el deseo del amante cuanto en la belleza de lo amado.<i> </i>Aquí diremos que la verdad del amor es esa trascendencia de lo individual en lo específico hasta vislumbrar el género supremo de la idea del bien, que está más allá de toda realidad (epékeina tês ousías), por encima de toda esencia, porque su sentido más elemental es la generación de realidades, la esencialización de posibles.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Para el platonismo, la belleza que nos seduce e inquieta
amorosamente, es el resplandor del Bien (Ficino). Las ideas platónicas sobre
Eros apuntan a su consideración como una fuerza cósmica de unificación (con el precedente de Empédocles) y de elevación, de ascensión o subida (Ἀνάβασις) desde lo físico hacia lo
espiritual, por la belleza en sí a que el amor atiende (belleza de los cuerpos, pero
sobre todo de las almas y de sus comportamientos)…, un impulso de ascensión hacia la verdad y <i>lo bueno en sí</i> (junto
con la dialéctica y la ascética platónicas). </span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Sobre la "vía estética" y el amor a la verdad como condición de la <i>anábasis</i> o ascenso hacia el bien, véase mi tesis doctoral <a href="https://digibug.ugr.es/handle/10481/13982"><i>El problema de la verdad en la primera dialéctica de Platón</i> </a>(Granada, 1990, capítulo XI). Añadiré aquí que en Platón suceso de amor y conocimiento de las ideas se enlazan indisolublemente, pues desde la incitación y sugestión de lo bello, Eros expresa la razón originaria de toda comunión entre el mundo sensible y el inteligible, así como el origen común de todos los seres, su identidad de principio o <i>syngéneia.</i></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">La erótica platónica ha tenido una repercusión
extraordinaria en el arte, la estética, la teología y la mística de todos los tiempos. Y el <i>Banquete</i> no es sólo un diálogo filosófico y dramático, sino una obra de arte extraordinaria que seguirá inspirando a poetas y amadores de todo el mundo, género y condición.</span><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-67005470102833696122022-11-01T20:18:00.009+01:002023-10-01T11:43:22.127+02:00SPINOZA Y LA ARAÑA<p> </p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXbHfjtTzUMPTAWKmygh43pwaN6jXWONjB93to6r2QW9u3kbtnkLB2IHEiJa6GFqDN533vlFICZOo2yY-i2qjib8dnkbyw7Z_Xg_6LC-NtDsMFQpL6GigGAB7J7CZZc_remFmy195w8dZ9aYtTNKTRzkwM4V9MV50R589NC4xEoqi67jYnO4Rl_miAFg/s809/P8301247%20(2).JPG" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="704" data-original-width="809" height="348" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXbHfjtTzUMPTAWKmygh43pwaN6jXWONjB93to6r2QW9u3kbtnkLB2IHEiJa6GFqDN533vlFICZOo2yY-i2qjib8dnkbyw7Z_Xg_6LC-NtDsMFQpL6GigGAB7J7CZZc_remFmy195w8dZ9aYtTNKTRzkwM4V9MV50R589NC4xEoqi67jYnO4Rl_miAFg/w400-h348/P8301247%20(2).JPG" width="400" /></a></div><br /><p></p><p><span style="font-family: arial;">Cuenta su biógrafo Cornelius que a Spinoza (1632-1677) le gustaba observar cómo se comportaba una mosca arrojada a la red de una araña que vivía en un rincón de su habitación y dicen también que la situación le causaba risa. Jorge Bustamante traduce y recuerda a Segismundo Krzyzanowski, del que Siruela ha publicado siete relatos bajo el título <i>La nieve roja</i> (2009) y ediciones del subsuelo su novela: <i>El club de los asesinos de letras</i> (2012). </span></p><p><span></span></p><a name='more'></a><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">Krzyzanowski recrea el momento en que, tras el sacrificio de la mosca ya en su mortaja sedosa, los ojos de la araña y las pupilas del metafísico se encuentran. Después, la araña se oculta y el filósofo escribe aprovechando la luz que se filtra por la ventana:</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"></span></p><blockquote><span style="font-family: arial;">"El derecho natural se extiende en toda la naturaleza y en cada característica por separado, con igual fuerza. Por consiguiente, todo lo que la persona realiza en consonancia con las propias leyes naturales, lo hace con absoluto derecho natural y su derecho a la naturaleza se mide en proporción a su fuerza". <i>Tractatus politicus</i>, cap. 1.</span></blockquote><p> </p><p></p><p><span style="font-family: arial;">No me extraña que reflexiones como esta alentaran el interés de Nietzsche por Spinoza. ¡Ni el Calicles del <i>Gorgias</i> platónico habría hecho una defensa mejor de la ley natural!, frente a la moral y la decencia (el <i>nomos</i>). Más explícito todavía es Spinoza en su <i>Tratado Teológico-político</i> (cap. XVI): "El derecho natural de cada hombre no se determina, pues, por la sana razón, sino por el deseo y el poder". ¡Como el derecho natural de la araña! A la que la naturaleza sólo dio el apetito, y no la razón (moral).</span></p><p><span style="font-family: arial;"> </span></p><p></p><blockquote><span style="font-family: arial;">"Por consiguiente, todo cuanto un hombre, considerado bajo el solo imperio de la naturaleza, estime que le es útil, ya le guíe la sana razón, ya el ímpetu de la pasión, tiene el máximo derecho de desearlo y le es lícito apoderarse de ello de cualquier forma, ya sea por la fuerza, el engaño, las súplicas o el medio que le resulte más fácil; y puede, por tanto, tener por enemigo a quien intente impedirle que satisfaga su deseo". (<i>Tratado teológico-político</i>, XVI).</span></blockquote><p> </p><p></p><p><span style="font-family: arial;">El derecho natural que nos propone el hebreo es muy apropiado para arañas, tiburones y otros animales de presa, incluido, claro, el ser humano. </span></p><p><span style="font-family: arial;">Leibniz se entrevistó con Spinoza cuando este temía por su vida en La Haya (1676), pues los seguidores de la Liga de Orange no eran precisamente aficionados al libre pensamiento, como sí lo habían sido los hermanos De Witt, los cuales, antes de su asesinato, habían protegido a Spinoza. </span></p><p><span style="font-family: arial;">Ante una concepción tan dura de la ley natural como la de Spinoza, el alemán podría haberle replicado diciéndole que las potestades de la fuerza bruta distan mucho de ser "derechos" o que el reino de la naturaleza poco tiene que ver con el reino de la gracia, aunque sea compatible con él y ambos se armonicen en el infinito.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Spinoza define el derecho natural no por la razón, como Grocio siguiendo una larga tradición que, a través de Suárez, procede de Aristóteles y los estoicos, sino que Spinoza resuelve la ley natural en los juegos del deseo y del poder, como Hobbes. Para Spinoza, el pacto social consistirá en una decisión de carácter "moral": someter el apetito a la razón, y así reviste un carácter democrático: "Todos colectivamente" (v. notas de Atilano Domínguez en la edición del <i>Tratado teológico-político</i> del Círculo de Lectores).</span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiK2ztYmgO2T7VYx09TX-9bhbl96nx5GZYOqG99YaVvoxMvkZXMx-CpH1POjL6CMquj0GcYOMUXI3MAhJfmYriGfGpmT3vq4R_tP8d5Dot0ofS2u6GPZxkwHRWSTKm79FELdX52MPNEUnCOMd7_Li5U0HF8aUMNSlnSziYGs_BD9zJgItO1bgWpp1w1/s693/Thomisus%20onustus%20(5).jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><span style="font-family: arial;"><img border="0" data-original-height="639" data-original-width="693" height="295" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiK2ztYmgO2T7VYx09TX-9bhbl96nx5GZYOqG99YaVvoxMvkZXMx-CpH1POjL6CMquj0GcYOMUXI3MAhJfmYriGfGpmT3vq4R_tP8d5Dot0ofS2u6GPZxkwHRWSTKm79FELdX52MPNEUnCOMd7_Li5U0HF8aUMNSlnSziYGs_BD9zJgItO1bgWpp1w1/s320/Thomisus%20onustus%20(5).jpg" width="320" /></span></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: times;">Araña cangrejo, <i>Thomisus onustus</i></span></td></tr></tbody></table><span style="font-family: arial;"><br /></span><p><span style="font-family: arial;">La araña sabe todo lo que debe saber, lo que tiene que saber hacer, cómo elaborar y pisar con prisa su tela cuando ha caído en ella un cuerpo foráneo; sabe de qué manera liarlo y donde hundir sus mandíbulas agudas. ¿Sufre la mosca?,¿poco o mucho? No lo sabemos. El filósofo piensa y piensa, escribe y escribe, por mucho que piense y escriba sabe menos de lo que debe saber, al contrario que la araña.</span></p><p><span style="font-family: arial;">Pío Baroja en <i>La Caverna del humorismo</i> (1919) recuerda el episodio de Spinoza y la araña (del octópodo depredador, de la víctima, la mosca, no se acuerda nadie), lo hace para reivindicar la faceta <i>humorista</i> del filósofo panteísta y heterodoxo, como si este, al reírse de la mosca, se riese de las supuestas intenciones de la divina Providencia.</span></p><p><span style="font-family: arial;">"La naturaleza no prohíbe nada más que lo que nadie desea y nadie puede", sentencia el autor de la <i>Ética geométrica.</i> Y por lo tanto, la naturaleza no se opone a las riñas ni a los odios, ni a los engaños..., ni a nada que aconseje el apetito. Nada extraño es esto, pues la naturaleza no está limitada por leyes racionales y utilitarias, sino que implica infinitas otras que abarcan su orden eterno y necesario. El hombre sólo es una partícula de la naturaleza. Si algo nos parece ridículo o malo en la naturaleza es porque no la conocemos sino parcialmente e ignoramos su orden y coherencia...</span></p><p><span style="font-family: arial;">Aquí sin duda hubiera podido estar el sefardita muy cerca de Leibniz...:</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="font-family: arial;"></span></p><blockquote><span style="font-family: arial;">"La verdad es que aquello que la razón define como mal no es malo en relación al orden y a las leyes de toda la naturaleza, sino únicamente en relación a las leyes de <i>nuestra naturaleza" (Ibidem, </i>la cursiva es mía).</span></blockquote><p> </p><p><span style="font-family: arial;">Para vivir seguros, sin temor y lo mejor posible, los hombres tuvieron que unir sus esfuerzos y así...</span></p><p><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p></p><blockquote><span style="font-family: arial;">"Hicieron que el derecho a todas las cosas, que cada uno tenía por naturaleza, lo poseyeran todos colectivamente y que en adelante ya no estuviera determinado según la fuerza y el apetito de cada individuo, sino según el poder y la voluntad de todos la vez" (<i>Ibidem</i>).</span></blockquote><p> </p><p></p><p><span style="font-family: arial;"> Es el pacto social el que obliga a dirigir todo según el dictamen de la razón, no la naturaleza, frenando el apetito que aconseja hacer algo en perjuicio de otro. Es ese "contrato" el que obliga a no hacer a nadie lo que no se quiere que le hagan a uno y a defender, finalmente, el derecho ajeno como propio.</span></p><span style="font-family: arial;"><i>Ananké</i>, Necesidad, es diosa tan potente que no admite altares ni estatuas. Ni acepta sacrificios. ¡Para qué, si no concede favores ni a pobres ni a ricos! Spinoza, iconoclasta como buen semita, se hizo adepto fidelísimo a esta primitiva diosa, Necesidad, en cuyo templo nadie reza, tan devoto que negó la locura absurda de la Libertad.</span><p></p>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-66951912987696665802022-10-30T10:38:00.004+01:002023-10-01T11:33:52.333+02:00LA MÓNADA DE LEIBNIZ<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7eUkr06CA5zbC27WdP2153iHZucFxvM2CIjI2qKTr18fbBZKpzlMWYm8FmGHQVDzeQH55PQk3T0kFwEWy6XnvC7SuPWBDKaEVohElRyk5CASmWPiPxpsx69Ld-foj5udxXDcHy-cmC3ulNd0l1k53olbMlCi6aJwJ5LgoxYTnF835jCASJWSeEpOg/s1091/manuscrito%20leibniz.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="635" data-original-width="1091" height="233" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7eUkr06CA5zbC27WdP2153iHZucFxvM2CIjI2qKTr18fbBZKpzlMWYm8FmGHQVDzeQH55PQk3T0kFwEWy6XnvC7SuPWBDKaEVohElRyk5CASmWPiPxpsx69Ld-foj5udxXDcHy-cmC3ulNd0l1k53olbMlCi6aJwJ5LgoxYTnF835jCASJWSeEpOg/w400-h233/manuscrito%20leibniz.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Manuscrito de Leibniz</td></tr></tbody></table><p> </p>
<div style="text-align: left;"><div style="text-align: right;"><i>Para mi viejo amigo Vicente Nieto,</i></div><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><div style="text-align: right;"><i>que no comprendió a qué refiriere Leibniz con su “mónada”.</i></div></i></div>
<p align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Leibniz define <i>la mónada</i> como una sustancia simple e
indivisible y por tanto sin extensión<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn1" name="_ftnref1" style="mso-footnote-id: ftn1;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> ni
figura. “Allí donde no hay partes, tampoco hay extensión”. Las mónadas son los
verdaderos átomos o elementos imperecederos de la naturaleza. Sólo pueden
comenzar por creación y concluir por aniquilación. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent" style="margin-left: 14.2pt;"><span style="font-family: arial;">“El espacio, lejos de ser
una sustancia, ni siquiera es un Ser. Es un orden, como el tiempo, un orden de
las coexistencias, como el tiempo es un orden entre las existencias que no
están juntas. La continuidad no es una cosa ideal, sino lo que hay de real es
lo que se halla en este orden de la continuidad” (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Akademie-Ausgabe, Transkiptionen </i>1914, Nr. 144, pág. 183)<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn2" name="_ftnref2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Las mónadas carecen de ventanas o poros<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn3" name="_ftnref3" style="mso-footnote-id: ftn3;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> y cada
una es diversa de cualquier otra, “pues nunca se dan en la Naturaleza dos Seres
que sean perfectamente el uno como el otro, y en donde no sea posible hallar una
diferencia interna o fundada en una denominación intrínseca”, según el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Principio de los indiscernibles </i>por el
cual no pueden darse en la naturaleza dos cosas singulares que sólo se
distingan según número<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn4" name="_ftnref4" style="mso-footnote-id: ftn4;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[4]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoBodyTextIndent"><span></span></p><a name='more'></a><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Están sujetas a cambio continuo según un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">principio interno</i>. Aunque carecen de
partes, en la sustancia simple o mónada ha de haber una pluralidad de
afecciones y de relaciones. Son activas en un doble sentido: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">perciben y apetecen</i>. En función de la
apetición pasan de una percepción a otra. Siendo una sustancia simple, el alma
experimenta y se representa la multitud como unidad de percepción<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn5" name="_ftnref5" style="mso-footnote-id: ftn5;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[5]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent" style="margin-left: 14.2pt;"><span style="font-family: arial;">“Cada alma conoce el
infinito, conoce todo, pero confusamente; como al pasearme a orillas del mar y
oír el estruendo que produce, oigo los ruidos particulares de cada ola de que
está compuesto el ruido total, pero sin discernirlos” (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Principios de la naturaleza y la gracia</i>, § 13, ed. de Ezequiel de
Olaso, pg. 687).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="font-family: arial; margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgh6jKIyUYi1pIdU9r2I3w_gQ8wbsTMt4cumeRXSDa7vcpoMFmrqfMvSJ4gn3JPbVGJCOjtlnCU4IZKkHLkMc0ss_Ele5VSF1Bwg3h7qRG2ylQxJNOeA7xU3e1EQyaCvjdX-SEjkJCxXWHQfFXKzBPv15YHKvfEm450yPqIEusdVUNd4JeBlFmG2s31/s1335/nautilus.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1335" data-original-width="1297" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgh6jKIyUYi1pIdU9r2I3w_gQ8wbsTMt4cumeRXSDa7vcpoMFmrqfMvSJ4gn3JPbVGJCOjtlnCU4IZKkHLkMc0ss_Ele5VSF1Bwg3h7qRG2ylQxJNOeA7xU3e1EQyaCvjdX-SEjkJCxXWHQfFXKzBPv15YHKvfEm450yPqIEusdVUNd4JeBlFmG2s31/w389-h400/nautilus.jpg" width="389" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><span style="font-family: times;">La espiral logarítmica de este fósil de Nautilus <br />representa bien el (de)crecimiento continuo, <br />concepto clave del Cálculo Diferencial. <br />Leibniz reflexionó muchísimo sobre el Problema del Continuo.</span></td></tr></tbody></table><br /><p></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p><span style="font-family: arial;">Las percepciones pueden ser confusas u obscuras,
pero no erróneas, sólo el juicio es capaz de verdad y falsedad. “Sólo nos
pertenecen los juicios y son ellos los que nos engañan”</span><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn6" name="_ftnref6" style="font-family: arial;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[6]</span></span></span></a><span style="font-family: arial;">.</span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">A todas las sustancias simples llama Leibniz “entelequias”
o mónadas creadas que contienen cierta perfección (ἔχουσι τò εντελές) y
suficiencia (αὐτάρχεια) que las convierte en fuentes de sus acciones internas
como “autómatas incorpóreos”. No influyen directamente unas sobre otras, ni
Dios sobre ellas en cada ocasión (ocasionalismo), sino que concuerdan entre sí
y se combinan según un <i>principio de economía</i><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn7" name="_ftnref7" style="mso-footnote-id: ftn7;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[7]</span></span><!--[endif]--></span></span></a><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">En sentido general podemos llamar <i style="mso-bidi-font-style: normal;">alma </i>a todo lo que tiene percepciones y
apetitos, pero el sentimiento (o apercepción<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn8" name="_ftnref8" style="mso-footnote-id: ftn8;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[8]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>) es más
que una simple percepción y Leibniz opta por llamar “almas” sólo a aquellas
mónadas cuya percepción es más distinta y está acompañada de memoria. Alma
razonable es aquella capaz de conocer verdades necesarias y eternas (como las
de la lógica o matemática), y capaz de <i>actos reflexivos</i> que nos hacen pensar en
el llamado Yo. </span></p><p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Por <i>apetito</i> entiende Leibniz la inclinación a pasar de una
percepción a otra. Le llama también <i style="mso-bidi-font-style: normal;">pasión</i> en
el caso de los animales y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">fuerza</i>
cuando la percepción comporta entendimiento. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Para Lebniz, Dios es la unidad primitiva o sustancia
simple originaria que produce y conserva todas las mónadas creadas o
derivativas mediante fulguraciones o emanaciones continuas. En Dios está el
Poder, el Conocimiento, que contiene la serie de las ideas, y la Voluntad que
efectúa cambios y producciones según el Principio de lo mejor<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn9" name="_ftnref9" style="mso-footnote-id: ftn9;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[9]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>. Y esto
corresponde a lo que en las mónadas constituye el sujeto o base: la facultad
apetitiva y la perceptiva, que en las mónadas creadas o entelequias sólo son
imitaciones imperfectas y limitadas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">A la mónada se le atribuye <i style="mso-bidi-font-style: normal;">acción</i> en tanto tiene percepciones distintas y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">pasión</i> en cuanto las que tiene son confusas. En las sustancias
simples sólo hay una influencia <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ideal </i>de
una mónada en otra por intervención de Dios. Cada sustancia simple tiene
relaciones que expresan a todas las demás y por eso cada mónada es un <i>espejo
viviente</i> del universo. Cada una ofrece una <i>perspectiva</i> diferente<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn10" name="_ftnref10" style="mso-footnote-id: ftn10;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[10]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>… <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent" style="margin-left: 14.2pt;"><span style="font-family: arial;">“Y como una misma ciudad
contemplada desde diferentes lados parece enteramente otra y se halla como
multiplicada en lo que respecta a su perspectiva, también ocurre que, debido a
la multitud infinita de las sustancias simples, hay como otros tantos universos
diferentes que, sin embargo, no son más que las perspectivas de uno solo según
los diferentes puntos de vista de cada mónada” (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Monadología</i> § 57, ed. Gredos, pág. 244). <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Así se combina variedad y orden con tanta perfección
como es posible en una <i style="mso-bidi-font-style: normal;">armonía universal
y preestablecida</i><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn11" name="_ftnref11" style="mso-footnote-id: ftn11;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[11]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>. Para
Leibniz, <i>perfección</i> no es otra cosa sino cantidad de realidad. Dicha armonía
preestablecida, clave del sistema de Leibniz, se da entre Dios como arquitecto
y Dios como monarca: “de manera que la naturaleza misma conduce a la gracia y
la gracia perfecciona la naturaleza valiéndose de ella” (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Principios de la Naturaleza y la Gracia</i> § 15, ed. Ezequiel de Olaso
pg. 688).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">F. Savater define el optimismo de Leibniz como “rabiosa
vindicación del todo”. Según el autor del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Panfleto
contra el todo</i> “todos los sistemas racionalistas coinciden en identificar
el Todo y el Bien” y, en este sentido, todos ellos son <i style="mso-bidi-font-style: normal;">teodiceas</i>, aunque el neologismo “teodicea” lo inventara Leibniz
para referir a la justificación racional de Dios. La negación de la identidad
del todo con el bien caracterizaría a todos los nihilismos que Savater parece
identificar con su propio “pensamiento negativo” o “crítico” en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Nihilismo y acción</i> (1978). Desde luego,
el racionalismo que culmina con Hegel niega la evidencia del mal o la subordina
a la armónica perfección del conjunto. Así se transfigura el dolor y la muerte
en la eterna vida del Espíritu.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Sin embargo, el optimismo de Leibniz está limitado y
determinado por <a href="https://apiedeclasico.blogspot.com/2020/06/modalidades-y-leibniz.html">su lógica modal</a> y su ontología de la modalidad o de las
combinaciones de posibles o esencias. Según pone de manifiesto Ortega: “el
mejor de los mundos posibles” es también <i style="mso-bidi-font-style: normal;">el
menos malo</i> de los mundos, por lo que Echeverría ha acuñado el concepto de <a href="https://apiedeclasico.blogspot.com/2022/02/el-optimismo-tragico-de-leibniz.html">“optimismo trágico”</a> para referir a la cosmovisión de Leibniz, que es dramática y congruente
con la que desarrollará siglos después Darwin: millones de especies y de
individuos luchando entre sí por su supervivencia, que únicamente logran los
más perfectos. </span></p><p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Para Leibniz nuestro mundo no es el mejor porque exista, sino
que existe porque es el mejor de los posibles. En rigor, lo que dice Leibniz es
que este mundo es <i style="mso-bidi-font-style: normal;">el mejor de los
no-buenos</i> y, por tanto, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">de los malos</i>,
porque un mundo totalmente bueno, sin depredadores ni presas, sin el esfuerzo
del lince cazador y sin el dolor del conejo sacrificado…, un
mundo ordenado y <i>de máxima biodiversidad</i> sin enfermedades ni conflictos es
sencillamente imposible o <i>incomposible</i>. He aquí la paradoja de un optimismo que
nace de una constatación realista o incluso pesimista y trágica. Con Leibniz
–sentencia Ortega- comienza en la filosofía occidental el pesimismo, ya larvado
en su ontología.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Una ontología de <a href="https://apiedeclasico.blogspot.com/2012/12/el-principio-de-plenitud.html">plenitud</a>. En el universo de Leibniz no hay vacío, la materia
está ligada, así que todo está en relación con todo, sin embargo, aunque cada
mónada represente al universo, representa con mayor distinción el cuerpo que le
ha sido asignado y cuya entelequia constituye y, como ese cuerpo expresa todo
el universo por la conexión de toda la materia en el Lleno, el alma representa
también todo el universo al representar ese cuerpo que le pertenece de manera
particular.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Un cuerpo que pertenece a una mónada es un ser
viviente, y con alma es animal. Cada cuerpo orgánico es una especie de <i>máquina
divina</i> o <i>autómata natural</i>. Las máquinas naturales, o sea los cuerpos vivientes
son máquinas en sus menores partes hasta el infinito y hay un mundo de
entelequias, de almas, hasta en la menor parte de la materia<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn12" name="_ftnref12" style="mso-footnote-id: ftn12;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[12]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>. </span></p><p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Para
Leibniz no hay nada estéril ni inculto en el universo. Pero no acepta la
metempsicosis, ni la transmigración de las almas ni la posibilidad de almas
completamente separadas como genios o ángeles sin cuerpo. Sólo Dios carece de
cuerpo. Leibniz no piensa que haya un vínculo intermedio entre materia y forma,
sino “que la forma sustancial misma del compuesto y la materia prima, en el
sentido escolástico, están contenidos en el propio vínculo sustancial como en
la esencia del compuesto” … “la continuidad real no puede surgir más que del
vínculo sustancial” (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Carta al jesuita Des Bosses</i>,
29 de mayo de 1716, ed. Gredos, pág. 259 y pág. 261).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">No obstante, el alma es indestructible y actúa según
las leyes de l<i>as causas finales</i> mediante apeticiones, fines y medios<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn13" name="_ftnref13" style="mso-footnote-id: ftn13;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[13]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>. Los
cuerpos actúan según las leyes de las <i>causas eficientes</i> y del movimiento. Entre
los dos reinos, Leibniz supone mutua armonía. Las almas razonables, o sea los
espíritus, no sólo son espejos del universo, sino también imágenes de la
divinidad. Por eso la Ciudad de Dios constituida por la reunión de espíritus es
un mundo moral: el reino moral de la gracia, en armonía con el reino físico de
la naturaleza…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent" style="margin-left: 14.2pt;"><span style="font-family: arial;">“Por esto todos los espíritus,
sea de los hombres, sea de los genios, al entrar en una especie de sociedad con
Dios en virtud de la razón y de las verdades eternas, son miembros de la ciudad
de Dios, es decir, del estado más perfecto” (<i>Principios de la Naturaleza y
la Gracia </i>§ 15, ed. de Olaso, pg. 688).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Bajo el gobierno perfecto de Dios<a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftn14" name="_ftnref14" style="mso-footnote-id: ftn14;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt;">[14]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>, la
buena acción no quedará sin recompensa ni la mala sin castigo y todo debe
culminar en el bien de los buenos. Para ello debemos confiar en su providencia
constituyéndola en el fin de nuestra voluntad ya que Él es el único que puede
hacernos felices.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">Recapitulando, la mónada es pues un átomo, no físico, sino
metafísico, un punto metafísico de sustancia individual. En opinión de Leibniz no
existen átomos materiales en la naturaleza, pues “la moindre parcelle de la matiére
ayant encor des parties”. </span></p><p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">En la clasificación por sus grados de percepción,
sobre las <i style="mso-bidi-font-style: normal;">mónadas desnudas</i> están las
que tienen además apercepción (conciencia) y memoria: los animales o <i style="mso-bidi-font-style: normal;">seres animados</i>; finalmente, las que además
cuentan con razón: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">almas racionales</i> o
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">espíritus</i>. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><span style="font-family: arial;">No hay una sola <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Monadología</i>,
sino al menos cuatro textos originales de Leibniz. Además, ninguno de ellos puede ser
considerado como su teoría final, sino que fueron elaborados como otros tantos
avances o borradores, destinados a personas concretas, con la finalidad de
dialogar con ellas y seguir investigando, muestra de su “pensar dialógico”,
como lo llama Javier Echeverría.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p><b style="font-family: arial;">Fuentes y complementos</b></p>
<p class="MsoBodyTextIndent"></p><ul style="text-align: left;"><li><span style="font-family: arial;">Leibniz. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Monadología</i>,
Edición trilingüe con introducción de Gustavo Bueno y traducción y notas de
Julián Velarde, Pentalfa, Oviedo 1981.</span></li><li><span style="font-family: arial;">Leibniz. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Escritos
filosóficos</i>. Edición de Ezequiel de Olaso, Madrid 2003.</span></li><li><span style="font-family: arial;">Javier Echeverría. <i>Lebniz el archifilósofo: Vida y obras (borrador digital, 2022</i><span style="font-size: 14.6667px;"><i>).</i></span></span></li><li><span style="font-family: arial;">Sobre el <a href="https://apiedeclasico.blogspot.com/2022/02/el-optimismo-tragico-de-leibniz.html">Optimismo trágico de Leibniz</a>.</span></li><li><span style="font-family: arial;">Sobre Lógica de <a href="https://apiedeclasico.blogspot.com/2020/06/modalidades-y-leibniz.html">Modalidades y Leibniz</a>.</span></li></ul><p></p>
<div style="mso-element: footnote-list;"><!--[if !supportFootnotes]--><span style="font-family: arial;"><br clear="all" />
</span><b>NOTAS</b><hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<div id="ftn1" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref1" name="_ftn1" style="mso-footnote-id: ftn1;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></span></a><span style="font-size: 11pt;"> En su <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Discurso de
Metafísica</i> Leibniz sustituyó el concepto cartesiano de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">extensión</i> por el de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">fuerza (dýnamis)</i>, la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">mecánica
</i>deja así paso a la “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">dinámica”</i>
(expresión leibniciana). La introducción de la noción de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">fuerza </i>como principio metafísico se opone a la concepción
mecanicista, geométrica y cartesiana según la cual la naturaleza en cuanto mera extensión está
sometida exclusivamente a la ley de la inercia.<o:p></o:p></span></span></p>
</div>
<div id="ftn2" style="mso-element: footnote;">
<p align="left" class="MsoFootnoteText" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref2" name="_ftn2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></span></a><span style="font-size: 11pt;"> Kant hará del tiempo y el espacio formas subjetivas
de la sensibilidad y condiciones a priori de nuestra imaginación.<o:p></o:p></span></span></p>
</div>
<div id="ftn3" style="mso-element: footnote;">
<p align="left" class="MsoFootnoteText" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref3" name="_ftn3" style="mso-footnote-id: ftn3;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <span style="font-size: 11pt;">Si las mónadas carecen de ventanas, ¿cómo o por dónde
se expresan? Podemos entender su “expresión” sólo como expansión de acuerdo
a su fuerza interna con una finalidad de perfección.</span><o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn4" style="mso-element: footnote;">
<p align="left" class="MsoFootnoteText" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref4" name="_ftn4" style="mso-footnote-id: ftn4;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt;">[4]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <span style="font-size: 11pt;">En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Nuevos Ensayos</i>,
II, XXVI, § 3, se recoge la célebre anécdota sobre la imposibilidad de encontrar
dos hojas iguales en el jardín, aun cuando éste imitase en regularidad y
simetría al de Versalles.</span><o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn5" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref5" name="_ftn5" style="mso-footnote-id: ftn5;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;">[5]</span></span><!--[endif]--></span></span></span></a><span style="font-size: 11pt;"> Leibniz distingue entre <i>percepción</i> y <i>apercepción
consciente</i>. Cree que los cartesianos han caído en un grave error al no haber
tenido en cuenta las percepciones de las que no nos apercibimos. El concepto de
percepción es ontológico, mientras que el de apercepción es psicológico o
epistemológico.<o:p></o:p></span></span></p>
</div>
<div id="ftn6" style="mso-element: footnote;">
<p align="left" class="MsoFootnoteText" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref6" name="_ftn6" style="mso-footnote-id: ftn6;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt;">[6]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-size: 11pt;">Discurso de
Metafísica</span></i><span style="font-size: 11pt;">, § 14.</span><o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn7" style="mso-element: footnote;">
<p align="left" class="MsoFootnoteText" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref7" name="_ftn7" style="mso-footnote-id: ftn7;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt;">[7]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <span style="font-size: 11pt;">Este “determinismo leibniciano” es consecuencia lógica
de la tesis de <i>la armonía preestablecida</i>. Una vez establecida la solidaridad o
«simpatía» de todos los seres, queda </span></span><span style="font-family: arial; font-size: 11pt; text-indent: 0cm;">establecida entre ellos una jerarquía por su grado de
perfección.</span></p>
</div>
<div id="ftn8" style="mso-element: footnote;">
<p align="left" class="MsoFootnoteText" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref8" name="_ftn8" style="mso-footnote-id: ftn8;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt;">[8]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <span style="font-size: 11pt;">El texto latino mantiene el término “apercepción”; el
francés, en cambio, da el término “sentimiento”.</span><o:p></o:p></span></p>
</div>
<div id="ftn9" style="mso-element: footnote;">
<p align="left" class="MsoFootnoteText" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref9" name="_ftn9" style="mso-footnote-id: ftn9;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;">[9]</span></span><!--[endif]--></span></span></span></a><span style="font-size: 11pt;"> Ortega y Gasset calificó a Leibniz como “filósofo de
los principios”, no sólo por usar máximas generales ya conocidas, sino por descubrir nuevos
principios y emplearlos metodológicamente.<o:p></o:p></span></span></p>
</div>
<div id="ftn10" style="mso-element: footnote;">
<p align="left" class="MsoFootnoteText" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref10" name="_ftn10" style="mso-footnote-id: ftn10;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;">[10]</span></span><!--[endif]--></span></span></span></a><span style="font-size: 11pt;"> Se ha dicho que el “perspectivismo” de Leibniz es
incluso más potente que el de Ortega, que dedicó su más profunda obra, <i>La idea de principio en Leibniz</i>, al
alemán.<o:p></o:p></span></span></p>
</div>
<div id="ftn11" style="mso-element: footnote;">
<p align="left" class="MsoFootnoteText" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref11" name="_ftn11" style="mso-footnote-id: ftn11;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt;">[11]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <span style="font-size: 11pt;">“Leibniz llegó a afirmar que ‘Dios es armonía’, pero
no sólo por ser justo, sino también por haber generado múltiples formas de
belleza, así como curiosidades y maravillas naturales, a cuyo estudio dedicó la
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Protogaea”. </i>Javier Echeverría. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Leibniz el archifilósofo: Vida y obras. </i>(Agradecemos
a Echeverría la generosidad con que ha facilitado al grupo de diálogo de la
AAfi, coordinado por Antonio de Lara, que este curso discute el pensamiento de
Leibniz, su excelente biografía de Leibniz, aún inédita o en calidad de
borrador).<o:p></o:p></span></span></p>
</div>
<div id="ftn12" style="mso-element: footnote;">
<p align="left" class="MsoFootnoteText" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref12" name="_ftn12" style="mso-footnote-id: ftn12;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;">[12]</span></span><!--[endif]--></span></span></span></a><span style="font-size: 11pt;"> Hoy podríamos hablar de la condición fractal de la naturaleza,
o de la fractalidad o del panvitalismo de Leibniz (J. Echeverría).<o:p></o:p></span></span></p>
</div>
<div id="ftn13" style="mso-element: footnote;">
<p align="left" class="MsoFootnoteText" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref13" name="_ftn13" style="mso-footnote-id: ftn13;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 11pt;">[13]</span></span><!--[endif]--></span></span></span></a><span style="font-size: 11pt;"> “Si queremos llamar alma a todo lo que tiene percepciones
y apetición… todas las sustancias simples o mónadas creadas podrían ser
llamadas almas” (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Monadología</i> § 19,
ed. </span></span><span style="font-family: arial; font-size: 11pt; text-indent: 0cm;">Gredos, pág. 237).</span></p>
</div>
<div id="ftn14" style="mso-element: footnote;">
<p align="left" class="MsoFootnoteText" style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;"><a href="file:///C:/Users/PC/Dropbox/Documents/BLOGS/A%20pie%20de%20Cl%C3%A1sico/LA%20M%C3%93NADA%20DE%20LEBNIZ.docx#_ftnref14" name="_ftn14" style="mso-footnote-id: ftn14;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt;">[14]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> <span style="font-size: 11pt;">La fuente más inmediata para Leibniz es G. Bruno,
quien define a Dios como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">monas </i></span></span><i style="font-family: arial; text-indent: 0cm;"><span style="font-size: 11pt;">monadum</span></i><span style="font-family: arial; font-size: 11pt; text-indent: 0cm;">. Bruno y Leibniz toman esta palabra de la tradición
Hermética y Cabalística, según Julián Velarde.</span></p>
<p align="left" class="MsoFootnoteText" style="text-align: left; text-indent: 0cm;"><span style="font-size: 11pt;"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></span></p></div></div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-91131588150861471712022-09-08T21:30:00.001+02:002023-10-01T11:45:32.406+02:00LA DIETA DE FEIJÓO<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgG7CT2VEIAdpU0EQQ03ANLsrOpTgDhHyZCMjAN-s5pPltkDsf2gXYflpesrqmMIwdGTojb1Zc6Yb9yJ6LbbAOV7g0AuawCHI9YAvrPIf5r707upatraCJZuAKqckM2fN0rQKzA3NpVIjAAGK7e7AxGaTCSchUi6pb9WsHWPcOYanZ1fD0F-fgN4RjF/s1200/IMG_9882.JPG" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="1065" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgG7CT2VEIAdpU0EQQ03ANLsrOpTgDhHyZCMjAN-s5pPltkDsf2gXYflpesrqmMIwdGTojb1Zc6Yb9yJ6LbbAOV7g0AuawCHI9YAvrPIf5r707upatraCJZuAKqckM2fN0rQKzA3NpVIjAAGK7e7AxGaTCSchUi6pb9WsHWPcOYanZ1fD0F-fgN4RjF/w355-h400/IMG_9882.JPG" width="355" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Estatua de Benito Jerónimo Feijóo en Oviedo</td></tr></tbody></table><br /><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><div><span style="font-family: arial;">El celebérrimo doctor Marañón, excelente humanista, literato y académico, celebró la magna obra ensayística del padre Benito Jerónimo Feijóo (1676-Oviedo 1764) dedicándole un espesa pero amena obra:<i> Las ideas biológicas del P. Feijóo</i> (1941). Le considera biólogo de vocación y promotor de la mentalidad científica en España. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Lo cierto es que durante la primera ilustración al fraile polígrafo y erudito le consultaban los sabios de medio mundo, en varios idiomas. La actitud general del fraile benedictino respecto de la salud es clara: hay que servir a la naturaleza y no contrariarla, salvo en casos excepcionales.</span></div><div><span><a name='more'></a></span><span><br /></span><span style="font-family: arial;"><br />Respecto a la dieta, conviene comer en general lo que apetece, aunque nunca en demasía: “Observar con cuidado qué es lo que abraza bien el estómago, qué es lo que digiere sin embarazo”. El médico no puede saber nunca tanto como el paciente si este atiende a las señales de su cuerpo con inteligencia y observa con cuidado las reacciones de su organismo, lo que le sienta mal o bien.<br /><br />No hay alimento reprobable <i>per se</i>: “No hay alimento tan bueno que sea bueno para todos, ni lo hay tan malo que no sea bueno para alguno”. Tan absurdo es predicar que hay que comer sólo “superalimentos” o verduras, como sólo carne o pescado, y es que cada cuerpo es único. Elogia, no obstante (y con razón, añade Marañón) el uso del pescado. Refiere el caso de una señora sometida por su galeno a una dieta de pucherito de ave y carnero. Su inapetencia era absoluta, excepto para las ensaladas. Se las dejó comer y se curó. Cita también casos de pacientes desahuciados a los que se permitió ingerir alimentos raros que apetecían, y con ello se repusieron.<br /><br />Elogia el chocolate, citando el bizarro caso del marqués de Mancera, que llegó a vivir ciento ocho años sin tomar apenas otro alimento. Es Feijóo sagaz en la observación de que las calidades de las carnes dependen de las del pasto que consumen las reses. En cuanto a la cantidad, afirma que mayores errores se cometen estrechando la dieta que no en excederla en algo de lo justo. El apetito da la pauta. Sin embargo, Marañón contesta en este punto al asturiano, pues hoy sabemos que muchos, glotones por ansiedad patológica, ansían comer y comen (o comemos) mucho más de lo que les conviene.<br /><br />No está mal que eventualmente –como en las comidas y cenas de Navidad- se coma con notable abundancia, siempre que en la generalidad de los días se mantenga una dieta sobria. Lo mejor es una alimentación variada (nosotros añadiríamos que también ajustada al tiempo de cada producto y estación). Distingue Feijóo dos apetitos: el del paladar y el del estómago. En caso de desacuerdo entre ambos y de que nos apetezca probar lo que nos sienta mal, hemos de obedecer al estómago. Combate el adagio de que los enfermos siempre apetecen lo dañino. “¿Cómo –se pregunta- es creíble que sea tan madrastra nuestra naturaleza que cuando más necesitamos de su socorro nos inspire sólo una infeliz propensión a lo que nos es nocivo?”. Igualmente arremete contra el prejuicio de que el agua fresca siente mal a los enfermos. Feijóo adoraba el agua de nieve y la bebía en ayunas con frecuencia.<br /><br />Piensa que el retorno del deseo de comer es señal de recuperación en el convaleciente y –como Avicena- busca una explicación lógica para el extravagante apetito de “picar” yeso, tierra, ceniza, etc. En los tiempos de Feijóo el comer trozos de barro cocido (búcaro) estaba de moda entre las señoras elegantes que creían suavizar y emblanquecer así sus pieles. La condesa de Aulnay cuenta cómo en la tertulia de la princesa de Monteleón las damas de la corte, después de zamparse, algunas, seis jícaras de chocolate, se daban con delicia a comer tierra arcillosa, aunque la madama francesa exagera buscando una visión pintoresca y exótica de España, su testimonio tenía un fondo de verdad. Lo que no mata engorda.<br /><br />Feijóo anticipa la teoría microbiana de la infección adhiriéndose a la sugestión de Paulino de que sea por causa de “insectos minutísimos” que pasan de unos cuerpos a otros y aumentan su número. En la estela de Oliva Sabuco (<i>Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre</i>, 1587), autora a la que ensalza, Feijóo percibe la estrecha relación entre la salud y la economía de las emociones. La alegría, el trabajo y el aire libre, curan. Defiende con entusiasmo la siesta (“sueño meridiano”).<br /><br />Se interesó mucho por el estudio de los sentidos, proponiendo un sentido del tiempo, pero sobre todo estudió el gusto y el olfato, a los que llama “porteros del domicilio del alma”, pues informan de si es amigo o enemigo el huésped que llama a la puerta. ¡Agudo el monje! En efecto, nadie se moriría por comer una almeja en mal estado si la olfateara bien antes, y todo el mundo escogería el mejor melocotón y no el malo grandote que se corrompe de prisa, si usara su olfato en lugar de la vista, para informarse de su sabor. Ya se percató el monje de lo decisivo que es el olfato en nuestras simpatías y antipatías.<br /><br />Feijóo vivió larga, lúcida y saludable vida. Se cuenta que a los ochenta y cuatro todavía citaba de memoria pasajes enteros de sus autores favoritos. Prueba de que no es mal consejero. Y eso, ¡habiendo sido fumador! Alguna debilidad ha de tener incluso el más sensato.</span><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /></div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-84841234090963670462022-09-07T11:05:00.002+02:002024-02-29T09:30:10.519+01:00VALOR MORAL DE LA LITERATURA<div class="entradilla" style="box-sizing: border-box; clear: both; line-height: 1.3em; margin: auto auto 5px; padding-top: 15px;"><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8cWmtwIUFRCmZGqJodUomG-ASQHbzZn0e0Y-tVDHoHQEdb1C83O-s048COvP6arM7UPRXxddbuCG9ZArALh3ddM8-x9gDL-F5VYqT1ILNSGbNhYz7KrACY55vnZWlu9Y4s8fE0vM4b6eOKB-yGFs5d0T-9v4QC1kaL24Mrwc07E-8bHTKDFoRNeGa/s4000/paco%20tito.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="2992" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8cWmtwIUFRCmZGqJodUomG-ASQHbzZn0e0Y-tVDHoHQEdb1C83O-s048COvP6arM7UPRXxddbuCG9ZArALh3ddM8-x9gDL-F5VYqT1ILNSGbNhYz7KrACY55vnZWlu9Y4s8fE0vM4b6eOKB-yGFs5d0T-9v4QC1kaL24Mrwc07E-8bHTKDFoRNeGa/w299-h400/paco%20tito.jpg" width="299" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Escena del Quijote. 2ª Pte., cap. 41.<br />Cerámica de alfarero ubetense Paco Tito</td></tr></tbody></table><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div class="entradilla" style="box-sizing: border-box; clear: both; line-height: 1.3em; margin: auto auto 5px; padding-top: 15px;"><span style="font-family: arial;">Juan Valera fue un brillantísimo escritor, diplomático y político español, nacido en Cabra en 1824. Falleció en Madrid en 1905. Su novela <i>Pepita Jiménez </i>se hizo celebérrima. Cultivó con acierto otros géneros como el teatro, el cuento, la poesía o el ensayo. Políglota, tradujo a Longo, Byron, Goethe, Heine, Víctor Hugo…, del inglés, del alemán, del francés. Se ha editado su epistolario que consta de más de cuatro mil cartas destinadas a ilustres personajes de su época. Polemizó con Emilia Pardo Bazán sobre el naturalismo estético. Ejerció como crítico literario y como intelectual señero. Se pronunció sobre el krausismo (<i>El racionalismo armónico</i>), sobre la Psicología del amor y sobre la libertad religiosa.</span></div><div class="entradilla" style="box-sizing: border-box; clear: both; line-height: 1.3em; margin: auto auto 5px; padding-top: 15px;"><span><a name='more'></a></span><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div class="entradilla" style="box-sizing: border-box; clear: both; line-height: 1.3em; margin: auto auto 5px; padding-top: 15px;"><span style="font-family: arial;">En uno de sus cuentos, <i>El bermejino prehistórico</i>, confiesa su afición a las ciencias y cómo esa afición con los años, debilitadas otras pasiones más mundanas, ha triunfado en su alma. Indica que afortunada o desgraciadamente le ocurre algo muy singular: que las ciencias le gustan en razón inversa a las verdades que demuestran con exactitud. Es decir, que apenas le interesan las ciencias exactas y, al contrario, las inexactas le enamoran. “De aquí –dice- mi inclinación a la filosofía”. Justifica su actitud alegando que no es la verdad lo que le seduce, sino el esfuerzo de discurso que se emplea en alcanzarla, la sutileza e imaginación que se usan por descubrir la verdad, aunque no se descubra. Es el caso que la verdad demostrada y patente le deja frío. El hombre sería un mueble si conociese la verdad por muy hermosa que esta sea. Si conociésemos la verdad nos aquietaríamos en su posesión y goce y nos volveríamos tontos. Mejores seremos, si sabemos pocas cosas.<br /><br />Un siglo después, la irlandesa Iris Murdoch (1919-1999), profesora en Oxford, triunfó también como novelista. Sin embargo, publicó sus primeros ensayos de filosofía moral discutiendo con maestros como Gilbert Ryle, Stuart Hampshire, Richard M. Hare o A. J. Ayer. Además de latín y griego, Murdoch leía alemán, francés, italiano, español y ruso. Su obra se desarrolla en un mundo filosóficamente exhausto. Wittgenstein, que la influyó ostensiblemente y al que muchos tienen por el mayor filósofo del siglo XX, había acabado con el sujeto pensante cartesiano, consolidando una relación de desconfianza hacia el lenguaje. Heidegger, maestro y amante de Hannah Arendt, había desmontado la metafísica sin saber qué hacer con sus pedazos. Su segundo tomo de <i>Ser y tiempo</i> (1927) nunca llegó a aparecer. Por su parte, la Filosofía Analítica reducía la filosofía al análisis del lenguaje y también el Existencialismo y sus angustias dejaron a Murdoch insatisfecha. La ciencia había ido ocupando todo el espacio del saber, relegando a la filosofía a un papel cada vez más marginal, como sierva de la ciencia, igual que antes lo había sido de la teología, a la filosofía le quedaban la lógica y la epistemología. Los filósofos se fueron convirtiendo en custodios de las verdades reveladas por la ciencia y en fiscales de los excesos metafísicos de su propia disciplina, cuando no en enterradores de la misma.<br /><br />Por otra parte, Murdoch renegaba de la tendencia a reducir el juicio moral a explicación psicológica, conductista o psicoanalítica. Parecía que la filosofía había abdicado de estudiar la vida interior, convirtiendo el examen socrático en terapia clínica. La también filósofa Philippa Foot explicó la posición de su colega: “Nosotros [los analíticos] estábamos interesados en el lenguaje moral y ella lo estaba en la vida moral. Al final nos dejó”. Murdoch (otra de sus “extravagancias”) estaba más interesada por la “filosofía continental” de lo que estaban sus compañeros ingleses. Hoy, filósofos americanos como John McDowell, Stanley Cavell, Martha Nussbaum o Charles Taylor –que fue alumno suyo en Oxford- han elogiado y aprovechado su filosofía.<br /><br /><i>La vuelta a Platón </i>de Murdoch fue tomada en Oxford también como une excentricidad, y en el mundo anglosajón quizá sólo George Santayana puede citarse como precedente relevante de su neoplatonismo. Murdoch llegó a traducir el <i>Fedro</i> y buscó descristianizar el pensamiento del divino Ateniense aprovechando su ímpetu místico, con atención especial a su consideración del problema del arte. El conflicto entre la magia del arte y la libertad del bien, entre el artista y el santo, es uno de sus temas recurrentes. También lo fue de Kierkegaard… Por eso, Murdoch reformuló su idea del bien como orientación moral, asumiendo tanto la inexistencia de un Dios convencional como la naturaleza contingente y azarosa de los seres humanos, nuestra insignificancia. Conserva la noción de la gracia como efecto iluminador conseguido por la contemplación de la belleza, resplandor del bien, y toma de Simone Weil el concepto de <i>atención</i> como mirada o contemplación justa y amorosa dirigida a una realidad individual. En castellano, todavía guardamos la consideración de un buen varón bajo la calificación de “persona atenta”.<br /><br /><div style="text-align: center;">***</div><br />Nuestra vida moral está siempre rehaciéndose y es contradictoria. Como hubiera podido decir don Juan Valera, precisamente activa el pensamiento lo que presenta contradicciones, o esas relaciones que ofrecen una apariencia de contradicción, de correlación de contrarios. En el cuento que antes hemos citado de Valera, el santo idolatrado en el reino resulta ser un hedonista impenitente en otra satrapía, un vividor que reniega de su pasado ascético… El carácter indefinible del Bien está relacionado con la variedad inagotable del mundo, con la diversidad de personas y situaciones, y con la inutilidad de la virtud, pues los buenos están sujetos a enfermedad, sufrimiento y muerte, igual que los malos.</span></div><div class="entradilla" style="box-sizing: border-box; clear: both; line-height: 1.3em; margin: auto auto 5px; padding-top: 15px;"><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYqVMEmEYwt4Pd2_74fdKNEMKo6SERG3avqXKfV9O_ySedkQH12-knq2wIVtLdprCOhkZqNF7ESb5lYheEyRvzjo9bvdA8XdTzq_YVvczker0CSMLQsKckbtDx14yPRqP5jQNDT14IKYOpjLJ2IGGQJleC61uUPs6lnh8xTfSwHx377VNyhD8bMTui/s4000/Sancho%20la%20consol%C3%B3.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="2992" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYqVMEmEYwt4Pd2_74fdKNEMKo6SERG3avqXKfV9O_ySedkQH12-knq2wIVtLdprCOhkZqNF7ESb5lYheEyRvzjo9bvdA8XdTzq_YVvczker0CSMLQsKckbtDx14yPRqP5jQNDT14IKYOpjLJ2IGGQJleC61uUPs6lnh8xTfSwHx377VNyhD8bMTui/w299-h400/Sancho%20la%20consol%C3%B3.jpg" width="299" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">"Sancho la consoló"... Cerámica de Paco Tito</td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"><br />Murdoch era consciente de que aquello que le interesaba filosóficamente, la vida moral, podía estudiarse y representarse mejor a través del arte y de la literatura, lo cual implicaba devolverle la confianza al lenguaje y a la imaginación, una imaginación, por decirlo así, realista, no fantástica. Para ella, la humildad es difícil y cenital virtud que no consiste en bajar la voz, sino en un generoso respeto por la realidad. Atenta a la realidad, cualquier persona acaba acercándose a una acción irreprochablemente correcta, mientras que las ilusiones de la fantasía nos devuelven al infierno del egoísmo.<br /><br />Eligió la novela a sabiendas de que era un género bastardo, realista, y esencialmente cómico después de Cervantes. Rechazó al héroe trágico y nihilista de las novelas y el teatro del momento: de Sartre, Camus, Lawrence o Hemingway. Intentaba también superar el romanticismo reinsertando al hombre en la naturaleza moral y espiritual sin religión. Su preocupación por el bien está fundada por un conocimiento del mal y de los extremos morales. El bien asoma así como sol platónico y objeto trascendente que exige el esfuerzo de una ascensión y de una reorientación de la mirada. Pero no es posible verlo directamente, es indefinible, como forma incoherente, proteica, ambigua e inimaginable para los humanos, como ciertos conceptos de la física. Y es un hecho que, en el día a día, el bien suele salir derrotado y toda espiritualidad tiende a degenerar en magia.<br /><br />Valera y Murdoch, cada artista y pensador a su manera, nos ofrecen un claro ejemplo de <i>consiliencia</i> frente a una ciencia sin humanidad y a una humanidad ilusionada con utópicas fantasmagorías. Una y otro fueron conscientes en su siglo de que…<br /><br /><blockquote>“Es muy tramposo hablar de dos culturas, una humanística y otra científica, como si tuvieran la misma jerarquía. Hay sólo una cultura, de la que la ciencia, tan interesante y tan peligrosa, es hoy una parte importante. Pero el aspecto esencial y fundamental de la cultura es el estudio de la literatura, puesto que constituye un ejercicio de educación sobre cómo representar y entender situaciones humanas. Somos hombres y somos agentes morales antes que científicos, y el lugar de la ciencia en la vida humana debe discutirse con palabras” (I. Murdoch. La soberanía del bien).</blockquote><br />Esa es la razón por la que es más importante saber sobre Cervantes que sobre cualquier científico. Murdoch cita a Shakespeare, añadiendo que si hay un Shakespeare de la ciencia su nombre es Aristóteles.<br /><br />Del autor:<br /><br /><a href="https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M">https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M</a><br /><a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897">https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897</a><br /><a href="https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm">https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm</a></span> </div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-24688885943896713052022-09-05T11:49:00.002+02:002022-09-05T11:50:51.285+02:00VOLTAIRE, ESCRITOR FELIZ<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgu9qbPyau59R26AyLATnaegCW-ds5cY0wJ6CTsQs9EJ15ncwQFjP_jD5ecW4iiIJcccvx8sqyhg1JG9QZOFiOj3rUvEJEK0jo2U0eODayfTMCq6p7pr9HN3fgS_zYQ1m30Ie3IpGm_thsXcSYSPbJUCLDIASfFBhCn0aQi4cPP3NIrH6BeXDVJRBLO/s3878/Barthes.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3878" data-original-width="2640" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgu9qbPyau59R26AyLATnaegCW-ds5cY0wJ6CTsQs9EJ15ncwQFjP_jD5ecW4iiIJcccvx8sqyhg1JG9QZOFiOj3rUvEJEK0jo2U0eODayfTMCq6p7pr9HN3fgS_zYQ1m30Ie3IpGm_thsXcSYSPbJUCLDIASfFBhCn0aQi4cPP3NIrH6BeXDVJRBLO/w273-h400/Barthes.jpg" width="273" /></a></div><br /><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Roland Barthes, el famoso crítico francés, llama a Voltaire “el
último escritor feliz”. Es una exageración. Dice también que la filosofía de
Voltaire está anticuada. Otra exageración, impropia del comedimiento y también del
chovinismo galo. El autor de Cándido es un clásico y los clásicos nunca
periclitan, al menos no del todo. Es cierto, sin embargo, que los ateos ya no
se arrojan a los pies de los deístas que adoran a Dios sin intermediarios ni
iglesias, sino que hoy perseveran en su negación. Deísta desde luego fue
Voltaire, y anticlerical.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">¿Ya no hay Inquisición? Lo que ha desaparecido, como dice
Barthes, es el teatro de la persecución, pero no la persecución misma, que hoy
ejercen los ateos tan impunemente como lo hicieran los dominicos o los
calvinistas, guoquistas y neopuritanos de la <i>cancel culture</i>. La hoguera y la guillotina están siendo sustituidas por el charco del odio público al que arroja sin compasión, por sus opiniones heterodoxas, el <i>bullying</i> grupal de los indignados y colegas de la Cofradía del Victimato,</span> <span style="font-family: arial;">caso famoso es el de la autora de Harry Potter, J. K. Rowlings, quien fue "cancelada" por hacer <a href="https://www.vox.com/culture/2019/12/19/21029852/jk-rowling-terf-transphobia-history-timeline">comentarios transfóbicos </a>en Twitter.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Según el crítico, lo que nos separa de Voltaire es que dio al
combate de la Razón el aire de una fiesta. Hizo de sus batallas contra la
intolerancia un espectáculo, ridiculizó con gracia idiosincrática a sus
adversarios poniendo en evidencia sus desproporciones con el arma de su fina ironía. No
extraña que le gustaran tanto los juegos de Polichilena y tuviese un teatro de
títeres en Cirey.</span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><b>1. Apostaba a caballo ganador</b></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">La primera dicha de Voltaire fue la seguridad de su causa: la
libertad de conciencia contra el fanatismo violento de su época, porque se
enfrentaba a un mundo agonizante, corrupto, necio y feroz, cuando ya la
burguesía de la que procedía se hacía con el control económico y parte del poder político. Voltaire fue, además de un poderoso e influyente intelectual, un hábil industrial y
comerciante.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><b>2. Sub specie aeternitatis</b></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">La segunda dicha de Voltaire fue su talante ahistórico. Para
él, Dios creó el mundo como un geómetra y una vez ordenado el universo ya no se
relaciona con ningún Padre. Su metafísica es una introducción a la física y la
providencia una mecánica. Por eso admiraba a Newton. </span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">El mal no castiga; el bien
no recompensa. ¿Qué puede el hombre sobre el bien y el mal? No mucho. El
terremoto de Lisboa (1755) fue una demostración dramática de la indiferencia moral
de la Naturaleza. En el engranaje de la Creación sólo hay lugar para un juego,
que es el de la Razón. No hay una dirección de la Historia. Sus cronologías se
bordan con los hilos de los azares y la misma Naturaleza nunca es “histórica”,
al ser esencialmente arte, artificio divino. </span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Tendremos que esperar al siglo XIX para hallar una verdadera
filosofía del Tiempo, sobre todo en Alemania. El siglo XVIII estuvo obsesionado
con el Espacio. Es el siglo de las grandes singladuras, de las chinerías, y el
viaje llega a la literatura y a la filosofía. Los jesuitas jugaron un
importante papel en este triunfo del exotismo con sus <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cartas edificantes y curiosas</i>. De moda, la figura emblemática del sabio
turco, chino, indio o persa. </span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cuentos</i>
de Voltaire, que nunca se preocupó por ser original, deben mucho al folclore
oriental y en ellos no se para de viajar. Paradójicamente, estos viajes
manifiestan una inmovilidad, la diversidad de costumbres no es más que
aparente, por debajo subyace el miserable humano universal. Pero Voltaire
carece de espíritu trágico.</span></p>
<span style="font-family: arial;"><b><div><span style="font-family: arial;"><b><br /></b></span></div>3. Anti-intelectualismo</b><br /><br />Tal vez por eso –tercera dicha- disoció la inteligencia de la intelectualidad. Es anti-intelectualista. El mundo tiene su orden, pero es inútil pretender ordenarlo. Voltaire odia los sistemas, todos ellos dan nombre a sus enemigos: jesuitas, jansenistas, socinianos, protestantes, calvinistas, ateos…, todos, además, enemigos entre sí. Hoy esos sistemas serían los de marxistas, progresistas, existencialistas, analíticos, nihilistas, cientifistas, neopositivistas, etc. Voltaire se hubiera ensañado con estos a base de burlas, como hizo con los jesuitas. Se sirve de la inteligencia para arremeter contra el intelectualismo sistemático, identificando todo dogma con superstición o necedad y asimilando toda libertad de espíritu a verdadera inteligencia. </span><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Voltaire fundó el liberalismo en su contradicción –explica Barthes- como sistema del no- sistema. Pesimismo de fondo, pero alegría en la forma, “escepticismo proclamado” y duda ácida. <br /><br />“Écrasons l’infame”, “Aplastemos a los infames”. Este lema con el que remata su cartas significa “acabemos con el dogmatismo”. A partir de Rousseau, némesis de Voltaire, el “anti-voltaire”, el intelectual se definirá peor, por su mala conciencia. No obstante, Voltaire fue un escritor feliz. Los sarcófagos con los restos mortales de ambos filósofos reposan uno frente al otro en el <i>Panteón de los Ilustres</i> de París. Tal vez se complementen.</span></div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-70552651210014422632022-06-12T20:39:00.006+02:002022-07-07T18:29:44.027+02:00EL DEMONIO SOCRÁTICO<p> </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiI37LUwYnOycovn7sUUmktVogOLorkCiem4l3i2g-loqnDkL9xWEPLfTuQHowil9ux_KS2b5T-yDB1aB6-yH0NHUUGH2byP1YKEuRkmcljLumOrkQu3JK_x6CqdCElKF1r54MCBpvsoVYuDZbKO99Bh3qM7wTiTgbSVowFYVguqcGAS9KldM87Ncsl/s2578/FRUTO.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1720" data-original-width="2578" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiI37LUwYnOycovn7sUUmktVogOLorkCiem4l3i2g-loqnDkL9xWEPLfTuQHowil9ux_KS2b5T-yDB1aB6-yH0NHUUGH2byP1YKEuRkmcljLumOrkQu3JK_x6CqdCElKF1r54MCBpvsoVYuDZbKO99Bh3qM7wTiTgbSVowFYVguqcGAS9KldM87Ncsl/w400-h266/FRUTO.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Fruto íntimo</td></tr></tbody></table><br /><p></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;">Mediante la figura mediadora de su<i> daímon</i> o <i>demon</i>, Sócrates
simboliza un individualismo comunitario, según García Rúa<a href="file:///C:/Users/Usuario/Dropbox/Documents/Ensayos/Demonio%20socr%C3%A1tico.docx#_ftn1" name="_ftnref1" style="mso-footnote-id: ftn1;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>. La práctica filosófica
del "Tábano de Atenas" trajo al mundo helénico una profunda corriente de
interiorización. El sentido de la dignidad de un griego dependía de la
sustentación del αἰδώς, palabra que cubre un campo semántico enorme y tiene que
ver con la consideración social, el sentido de la vergüenza, la fama... Para “conservar
el buen nombre” –diríamos-, o “el honor”, Sócrates cuenta ya con la inmanencia
de lo divino que vemos también en Eurípides y que el filósofo concreta en el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">daimónion</i>: porciúncula divina en el
hombre.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;">Sócrates fue
un ateniense de pura cepa, un buen ciudadano que combatió valerosamente en las
batallas de Potidea y Delion. Su prédica individualista no era contraria a la
noción tradicional de la polis y la piedad debida a los dioses de Atenas, pero
el filósofo prefería la mejora personal, aunque tampoco fuese contrario a los
sacrificios y rituales paganos. Hay en su acción oral una enérgica incitación a
la vida del espíritu. No obstante, es cuestión dudosa si el Sócrates histórico
creía y en qué sentido en los dioses y en la inmortalidad. Su oración: “Dame
aquello que sea mejor para mí”, dando por hecho que los dioses saben qué me
conviene de verdad<a href="file:///C:/Users/Usuario/Dropbox/Documents/Ensayos/Demonio%20socr%C3%A1tico.docx#_ftn2" name="_ftnref2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>.
<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;">En la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ilíada</i>, Teucro usa la palabra “demonio”
para referir a un poder superior que rompe la cuerda de su arco. Dodds<a href="file:///C:/Users/Usuario/Dropbox/Documents/Ensayos/Demonio%20socr%C3%A1tico.docx#_ftn3" name="_ftnref3" style="mso-footnote-id: ftn3;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></span></a> declara la remota antigüedad
del adjetivo <i style="mso-bidi-font-style: normal;">daimónios</i>, que era ya en
los tiempos de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ilíada</i> una moneda
verbal desgastada. Los impulsos irracionales tendían a ser excluidos del yo y
adscritos a un orden ajeno, sobrenatural. En Teognis el demonio tienta al
hombre y lo precipita en la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ate</i>, al
anublamiento de una locura pasajera que puede llevar a una acción inexplicable,
imprudente o atroz. Tanto la esperanza como el miedo son para el poeta “demonios
peligrosos”. Sófocles refiere también al Eros como un pervertidor de mentes.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"></span></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6nSUW6qiHFqOmE7O31DRKt5KM6I38BmhWU5NBZZXfctoM-s1ziPr_8syrv7YSfEQhla-qWlhtl6_tYylOCa84RuWJNJSCp40ezsDy4IjkCiWrajgQ8Ayz_W_B_Av7rovPWuL4H2ilSBYAuphEBWto1IWJcLdFmnjJ1Iho1fc_-6tAOEEo8YEIsQsG/s3999/DA%C3%8DMON.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3999" data-original-width="2993" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6nSUW6qiHFqOmE7O31DRKt5KM6I38BmhWU5NBZZXfctoM-s1ziPr_8syrv7YSfEQhla-qWlhtl6_tYylOCa84RuWJNJSCp40ezsDy4IjkCiWrajgQ8Ayz_W_B_Av7rovPWuL4H2ilSBYAuphEBWto1IWJcLdFmnjJ1Iho1fc_-6tAOEEo8YEIsQsG/w299-h400/DA%C3%8DMON.jpg" width="299" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">"Yo íntimo", JBL, 2021</td></tr></tbody></table><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span></span><p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;">El <i style="mso-bidi-font-style: normal;">daímon</i> socrático tiene más que ver con
esa figura que liga a cada hombre con su destino, con su Moira individual, con su
particular suerte o fortuna. Heráclito lo identificó con el carácter (ἧθος), llamando
a la responsabilidad y protestando contra la interpretación supersticiosa del
demonio como accidente externo. Del “buen demonio” (εὐδαίμων), ya en Hesíodo,
procederá la felicidad (ευδαιμονία). Platón recoge y transforma la idea. El δαίμων
socrático es una especie de espíritu guía o super-ego freudiano que en el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Timeo</i> se identifica con la razón pura.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;">Racionalizado
a medias, disfrutará de un renovado papel en estoicos y neoplatónicos y acabará
convertido en el ángel custodio o ángel de la guarda (dulce compañía) en los
autores cristianos, o en el Pepito Grillo de la literatura. La voz de la
conciencia moral o una especie de intuición práctica, de “corazonada”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;">El contorno
de los demonios de la religión helénica era bastante impreciso: divinidad
inferior, poder intermediario (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">metaxý</i>),
o con forma bestial y semihumana, vaga personificación del destino individual.
El <i style="mso-bidi-font-style: normal;">daímon</i> es, etimológicamente, “el
que reparte”. En el ingenioso etimologizar de Platón “daémones” son “los que
saben”, las almas de los muertos mejores, los padres subterráneos de Hesíodo.
Los pitagóricos suponían los espacios llenos de demonios y de héroes.
Establecieron su jerarquía y los filósofos –como hemos visto en Heráclito- los
racionalizaron reduciéndolos a una simple consecuencia del carácter. Para
Demócrito el alma era la residencia del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">genio</i>
(también en el sentido que decimos “genio y figura hasta la sepultura”) y en el
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Timeo</i> describe Platón al daímon como
facultad suprema y directiva del ánimo de cada persona.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;">Sócrates
mezcló las viejas creencias con la racionalización, pero mantuvo la visión del
daímon como poder sobrenatural e independiente: “yo no traigo a un dios nuevo” –dijo
en su defensa, cuando le acusaron de querer introducir dioses forasteros. Reconoce
el carácter religioso de este sentido interior que no engaña jamás, pero lo
personaliza. Le sirve de guía y tutela. No lo adora ni lo niega; ni se entrega
a él ni lo ignora<a href="file:///C:/Users/Usuario/Dropbox/Documents/Ensayos/Demonio%20socr%C3%A1tico.docx#_ftn4" name="_ftnref4" style="mso-footnote-id: ftn4;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">[4]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;">Como explicó
Antonio Tovar, la naturaleza del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">daímon</i>
socrático es negativa. Disuade pero no da órdenes. Le impide que trate a
determinadas personas o que se enrole en la política sectaria. Si su demonio
guarda silencio, Sócrates obra tranquilo. Puede que –tal como se representa en
el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Banquete</i>- Eros sea también para
Sócrates un gran daímon. De hecho, Sócrates es famoso porque sabe que no sabe,
sin embargo confiesa a Fedro que sí se tiene por entendido en amores. Como
vínculo con los misterios irracionales, figurados en el Banquete por la maga
Diotima, el daímon expresa igualmente los límites de la razón, esto es, las
razones pascalianas del corazón.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;">El
racionalista Antístenes le reprocha a su maestro que use el daímon como
pretexto, pero será precisamente su demonio quien le impida evitar tanto su
sentencia como su ejecución. El mismo Antístenes, caudillo de los cínicos,
racionalizó el daímon de Sócrates como desdoblamiento de la personalidad o
descubrimiento de la conciencia reflexiva, lo que produjo precisamente la
filosofía como ética. A la pregunta que le hicieron de qué había sacado de la
filosofía, Antístenes respondió: La facultad de hablar conmigo mismo (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">D. L.</i> VI, 6). Este discurrir con uno
mismo es la consulta con la almohada, la deliberación moral del sujeto ético.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;">Definido su
carácter<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>por el misterio de la obscura
figura que lleva dentro, que el cristianismo identificará con la voz de la
conciencia moral o con el ángel custodio, sus seguidores imitarán, a veces
hasta la exageración -caso de Diógenes de Sinope-, sus principales cualidades.
Sócrates es αὐταρκηες, suficiente, señor de sí mismo, y σεμνός, austero, lo que
le otorga una respetabilidad religiosa, pero no mística. Véase a este respecto
la interpretación racionalista que hace <a href="https://apiedeclasico.blogspot.com/2011/11/plutarco-y-el-demon-socratico.html#more">Plutarco
del daímon socrático</a> en este mismo blog. Sin embargo, puede que corrientes
místicas como el orfismo influyeran en su concepción. Los estoicos admitirán la
existencia de ciertos demones como vigilantes de los hombres y unidos a estos
por una especie de simpatía y reducirán a veces al demonio socrático a una personalización
de las facultades adivinatorias que se darían en Sócrates, por ejemplo, declarando
que vaticinó el desastre de Sicilia.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;">Sócrates
domestica a su daímon. Obedece su voz íntima, pero eso no le impide ejercer su
hábito racional, crítico y disolvente. No es un “iluminado”. Su racionalismo no
le impide respetar el irracionalismo de los misterios religiosos. El daímon no
impide su muerte, aunque pudo. Según un argumento atribuido a Antístenes esto
fue para bien, pues la muerte a tiempo le venía a salvar de una vergonzosa
decadencia mental y le daba ocasión de adquirir buena fama. En efecto, su
injusta educación lo convirtió en un sempiterno mártir de la filosofía, un
héroe de la libertad personal de conciencia y de una racionalidad que se da a
sí misma límites en lo moral, por eso, tal vez, Erasmo rezaba: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sancte Socrate, ora pro nobis!</i><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: arial;"> </span><span style="font-family: Mukta;">Notas</span></span></p><div style="mso-element: footnote-list;"><hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<div id="ftn1" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/Usuario/Dropbox/Documents/Ensayos/Demonio%20socr%C3%A1tico.docx#_ftnref1" name="_ftn1" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 115%;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></a>
José Luis García Rúa, “Los maestros de la interiorización en la historia
helénica”. <i>Revista de Filosofía</i>. T.
XV, nº 56, pp. 278 ss., 1956.</span></p>
</div>
<div id="ftn2" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/Usuario/Dropbox/Documents/Ensayos/Demonio%20socr%C3%A1tico.docx#_ftnref2" name="_ftn2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 115%;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Cornford. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Antes y después de Sócrates</i>,
1980.</span></p>
</div>
<div id="ftn3" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/Usuario/Dropbox/Documents/Ensayos/Demonio%20socr%C3%A1tico.docx#_ftnref3" name="_ftn3" style="mso-footnote-id: ftn3;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 115%;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Dodds. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los griegos y lo irracional</i>,
1951 (Alianza, 1980).</span></p>
</div>
<div id="ftn4" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><a href="file:///C:/Users/Usuario/Dropbox/Documents/Ensayos/Demonio%20socr%C3%A1tico.docx#_ftnref4" name="_ftn4" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span style="font-size: 10pt; line-height: 115%;">[4]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Antonio Tovar. <i>Vida de Sócrates</i>,
1966.</span></p><p class="MsoFootnoteText"><span style="font-family: times;"><br /></span></p>
</div>
</div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-33778897581865549672022-05-17T09:32:00.004+02:002022-06-07T13:40:27.221+02:00LA MISIÓN DEL INTELECTUAL<p></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEipGtTPIGrmSM26EGalKJv8h4Upm2ry_uahVfnOdsFXUDp-2wAwpnY_9ub7sU8r5zuW23sESltYDOkNyEcWPsuKzdmTQ4chZKLJX6bhOKeHsKSAPHPBegWtqgrS8FjKoq_GmcGpTHDrzFDo4ccEvU4ILO83WGuYpDVUf5e-mlusR8KEYII8ssRFtxCT/s282/intelectuales.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="179" data-original-width="282" height="254" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEipGtTPIGrmSM26EGalKJv8h4Upm2ry_uahVfnOdsFXUDp-2wAwpnY_9ub7sU8r5zuW23sESltYDOkNyEcWPsuKzdmTQ4chZKLJX6bhOKeHsKSAPHPBegWtqgrS8FjKoq_GmcGpTHDrzFDo4ccEvU4ILO83WGuYpDVUf5e-mlusR8KEYII8ssRFtxCT/w400-h254/intelectuales.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">De izquierda a derecha, Antonio Machado, Marañón, Ortega y Pérez de Ayala</td></tr></tbody></table><br /><p></p><div style="text-align: right;"> "Es vergonzoso que, estando como es evidente que estamos al presente, </div><div style="text-align: right;">presumamos de ser algo, nosotros que cambiamos a cada momento de opinión </div><div style="text-align: right;">sobre las mismas cuestiones, y precisamente sobre las más importantes. </div><div style="text-align: right;">A tal grado de ignorancia hemos llegado"</div><p></p><p style="text-align: right;">Sócrates en el <i>Gorgias </i>de Platón, 527d-e </p><span style="font-family: arial;"><br /></span><h4 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Historia y condiciones del intelectual. Su misión, según Ortega y Gasset<br /></span><span style="font-family: arial;">(<i>La razón histórica</i>, I-II, Lisboa 1944)</span></h4><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Quien ya ha visto mucho y conocido a muchos sabe que a Maesa Inteligencia le gusta sentirse acompañada por la Hermana Modestia. Son virtudes hermanas. El hombre seguro de sí, que no asume al ignorante que lleva dentro, vive sumergido en el océano de las opiniones comunes que son los prejuicios dominantes, de moda. Y lo peor del necio es que, al contrario que el malvado, no descansa.</span></div><div><span><a name='more'></a></span><span style="font-family: arial;"><br /><br />El sentirse en perpetuo peligro de pensar o decir necedades es lo que hace humilde al inteligente, hasta podría decirse que lo propio del inteligente es no estar nunca seguro de serlo. La señora Inteligencia, como doña Verdad, son damas muy finas que no se dejan poseer por nadie ni son propiedad de instituciones académicas, gubernativas o judiciales. La fulguración y el acto inteligente son discontinuos, aleatorios y casi casuales, serindipias, que en romance llamábamos <i>chiripas</i>. Por eso la reserva, como la honradez, es y ha de ser la condición misma de la vocación y ejercicio intelectuales.<br /><br />La perspicacia de la inteligencia debe ser una conciencia alerta, vigilante ante la estulticia. Una opinión relevante que aportó Ortega en una de sus últimas conferencias (Lisboa, 1944) es que la inteligencia no consiente en ser profesionalizada. Se puede ser contratenor de profesión como el angelical Philippe Yaroussky, pero no se puede ejercer de inteligente. (Matizaré esto más adelante). A pesar de ello –dice Ortega- desde 1740 a 1929 el intelectual ocupó en Occidente un puesto privilegiado. Hacia 1900 mandaban en el mundo el dinero y el intelectual. Durante el Siglo “de las Luces”, es decir siglo de ilustración de la Inteligencia, el pensador, el enciclopedista, el filósofo, sintieron el apetito y afán de mandar. </span><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">La vocación de poder no era nueva para la inteligencia. Platón había dejado escrito en su República (<i>Politeía</i>) que la ciudad no sería justa ni por tanto pacificada mientras no se hicieran filósofos los gobernantes o gobernaran los filósofos. Ortega quita importancia a esta célebre afirmación alegando que Platón no hablaba en sus diálogos en serio, sino "en ático", ocultando la espada de la seriedad en la vaina de la gracia, o sea, irónicamente, pues en el fondo el divino ateniense considera el gobierno de los intelectuales tan ideal y utópico como paradójico. Es cierto que Platón no gobernó más que su escuela, la Academia, pero asesoró a Dionisio de Siracusa y al cuñado del tirano, Dión, su amigo del alma, y al hijo de aquel, Dionisio II, quien, como premio por los consejos del filósofo, lo encerró en una torre de plata. Sin embargo, D’Alambert, Diderot o “el lunático Rousseau”, sí quisieron mandar e inocularon este prurito a sus epígonos. También los anarquistas y Marx y los marxistas manejaron la palabra, principal instrumento de la inteligencia, como saeta, lanza y espada; su pluma panfletaria como “estilo”, esto es como punzón, que es abreviatura de arma.<br /><br />La fe que iluminaba a estos hombres decayó sin remedio después de dos terribles guerras mundiales. Y ha decaído todavía más después, con los peligros del cambio climático y la proliferación suicida de armas nucleares y biológicas. Era la confianza ilusa en el Progreso Ilimitado, autovía que recorrería la Humanidad, montada gentilmente en el vagón de la Cultura, hacia las cimas de la igualdad, la libertad y la fraternidad, confín de la historia que nos haría felices para siempre. La fuerza creadora de esa cultura progresiva o “progresista” era la diosa Razón. De ahí el prestigio social de los intelectuales, verificable hasta los tiempos postrománticos en que Nietzsche se puso a hablar con un caballo previendo como profeta visionario que serían los deportistas, los charlatanes y periodistas de tres al cuarto (o las estrellas pop) los que desplazarían al maestro o al catedrático como voceros y caudillos de la opinión pública (ya convertida en cuarto poder).<br /><br />El término “intelectual”, como piedra arenisca, quedará erosionado por el turbión de la Historia, deconstruido realmente, desmenuzado en figuras deformes: la del “intelectual orgánico” ( ideólogo de partido izquierdista) y más tarde, con la proliferación, extensión o globalización de los Mass Media, desfigurado en personajes menores y, estos sí, más o menos profesionalizados: el enseñante, el experto, el líder de opinión, el <i>influencer</i>, el pedagogo, el terapeuta, el relator, la novelista, el divulgador, el tertuliano, el “todólogo” (que sabe de todo sin haber profundizado en nada), el adivinador de tendencias, el consultor, el asesor, el prospectivista, etc.<br /><br />Estoy de acuerdo con Ortega en que la pretensión de mandar del intelectual es un “error formidable”. Sucedió que el humanista, el hombre de letras, el filósofo, se impuso al guerrero y al monje (fuera este reformador o trentino) y acabó padeciendo la “intoxicación por la victoria” que padecen todos los vencedores según el historiador Toynbee. Pero una vez más la Historia giraría sobre sí misma como peonza con el declinar de la idea moderna y la desilusión del progreso (insostenible). Los partidos “progresistas” aún no se han percatado de la insuficiencia radical de aquel pensar dieciochesco que mal asimilado ya se ha vuelto indigesto, prueba o síntoma de ello son las connotaciones peyorativas y hasta ridículas que va cobrando entre nosotros la palabra “progre”. Lo dejó escrito Augusto Comte: “Toute participation dans le commandement est radicalment degradante”.<br /><br />A lo largo de mi vida he visto a intelectuales admirables, excelentes maestros y profesores mayormente, acudir solícitos al llamamiento político y acabar al poco tiempo huyendo asqueados de la baraúnda y el enredo de la política. El mismo Ortega acabó escaldado tras su experiencia republicana. En efecto, en 1931, junto con Marañón y Pérez de Ayala, Ortega había promovido la Agrupación al Servicio de la República (ASR), un movimiento político creado con vistas a “movilizar a todos los españoles de oficio intelectual para que formen un copioso contingente de propagandistas y defensores de la República española” (el subrayado es mío). Ortega creía en la democracia liberal y fundó la ASR “por deber y como a disgusto”, pero acabaría renegando (“¡no es esto, no es esto!”), desilusionado por el radicalismo bifronte o bicorne que detestaba, de una República que saltaba por sus extremosas costuras, amenazada de muerte por quienes buscaban, bien una revolución totalitaria, bien una reacción retrógrada, que fue la que se impuso tras el desastre fratricida de la guerra “incivil”.<br /><br />En su conferencia de 1944, Ortega tiende a pensar –como los ácratas- que el poder degrada la inteligencia, porque cuando se quiere mandar es forzoso violentar la libertad del pensamiento propio para adaptarlo al temperamento de las muchedumbres o al ideario del partido. “Poco a poco las ideas pierden rigor y transparencia, se empañan de patética” y nada causa mayor daño a una ideología que el afán de convencer a los demás de ella. La misión del intelectual no es pues mandar, sino renovar principios, forjar nuevos valores y normas que puedan con provecho social sustituir a las antiguas. Y para tal menester es necesario el recogimiento de la inteligencia sobre sí misma, en soledad, una soledad asistida por los clásicos, añadiría yo.<br /><br />El caso es que los intelectuales han pasado en las sociedades postmodernas de ser mucho, a ser casi nada. Ni siquiera son escuchados, apenas leídos, y la vida se organiza dominada por la opinión común o pública, esa mezcla indecorosa de pasiones, apetitos, intereses, propaganda, publicidad, entusiasmos ciegos e inercias. Para Mila Losada este ocaso del intelectual no tiene que ver tanto con la pérdida de la fe en el progreso como con la decadencia y mediocridad de la cultura en la sociedad de masas. En cualquier caso, hay que reconocer que la inteligencia (de <i>intus legere</i>, leer dentro) es “adinámica”, por sí misma no posee fuerza ninguna. Y lo que ha sido propio del intelectual en todas las épocas es ser perseguido, encarcelado, apaleado, quemado, desterrado, ridiculizado, o ignorado. A veces incluso, para sobrevivir, el intelectual tuvo o tiene que disfrazarse de bufón, de payaso o de “animador sociocultural”. En general es “la voz que clama en el desierto”. Debe decir a los demás –como el profeta del Antiguo Testamento- lo que en su fértil soledad descubre, pero lo suele hacer braceando náufrago en un mar de dudas. La Duda es la dama triste con la que baila siempre la Inteligencia más alta, porque prefiere su arriesgada, heroica vocación, a descansar y aborregarse sobre una creencia petrefacta. Sin embargo, resuelta a salir de la duda y a estar en lo cierto, amiga de la verdad, la inteligencia no se casa con ninguna ideología, no padece de hemiplejia cerebral haciéndose de derechas o de izquierdas. Eso sería como caer en el lecho de Procusto. Es honesta, en el sentido de comprometida antes con la verdad que con el interés propio.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjzpZDdktQ3Sg8QJAFCFQ79FCNCZ0m7CgL34Zlhc7wDcaf1HiZlT8CUDst26QIU0IuUr3DsQ0i7_73ulYeLiBThF2eTIUbHfmm3kOp0WaIhDcTrD4IUPaYMpAKizriHQWXrbswMdnrFCA0QssFpQPRRcsIJV0rbM3l0W-ZufbH18_F7ZAVEkaMHFxR1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="320" data-original-width="236" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjzpZDdktQ3Sg8QJAFCFQ79FCNCZ0m7CgL34Zlhc7wDcaf1HiZlT8CUDst26QIU0IuUr3DsQ0i7_73ulYeLiBThF2eTIUbHfmm3kOp0WaIhDcTrD4IUPaYMpAKizriHQWXrbswMdnrFCA0QssFpQPRRcsIJV0rbM3l0W-ZufbH18_F7ZAVEkaMHFxR1=w295-h400" width="295" /></a></div><br /><br /><br />Segregado del técnico y del científico con los que se confundió durante dos milenios, el intelectual sólo se ocupa hoy de forjar opiniones. Es un opinador bien formado e informado, sobre los grandes temas que nos importan y comprometen. Sus raíces se hallan igual en el profeta que en el sofista y el filósofo. Tiene algo de visionario, de alquimista de ideas, de mago de las palabras a las que fuerza a expresar cosas distintas de las que suelen nombrar. Su libertad compensa su soledad. Un hombre –o una mujer- desde su individualidad oponen su opinión a la que es manida y pública, su ingenio se eleva en para-doxa sobre y contra la doxa dominante. Pone de manifiesto las contradicciones corrientes de estos o aquellos.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"> Desde su “soledad sonora”, los profetas Amós o Jeremías elevan su voz contra su propio pueblo: Israel. La inteligencia es así, siempre, minoritaria y contingente, un opinar contra la convención, la prevención, el prejuicio dominante. ¿No tendrá por fuerza que ser impopular? ¡Lo será! Como comentó Hume con humor, el filósofo sospechará de la justeza de su obra si esta se convierte en popular, si su obra pasa por best-seller. Porque la misión del intelectual es corregir el pensar popular y ¿a quién le gusta que le despierten y que además le riñan?: “la opinión del intelectual que es siempre contra-opinión será inevitablemente ironía –hasta cruel sarcasmo- y paradoja. En efecto -como dice Ortega-, la Historia de la filosofía es una serie ininterrumpida de paradojas (<i>La Razón histórica</i>, II, Lisboa, 1944).</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9b6i-lswT2Z-2Asqx8VQCxIrMBJxCyyCRgGE0vutF1PotBeetRG4yq39__HLMI214mW4pV3vg2qdReEjVdNxaYAeMHGheZHzZ6eNe7VrTk_-336RQOYCP_Qjge0M6L6WmAhMgEk2c0SLaM0R-XN55UlH31fjPnd5jXZUHbU8jf_e7YMyF6M4_2tbX/s725/icono-profeta-amos.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="725" data-original-width="524" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9b6i-lswT2Z-2Asqx8VQCxIrMBJxCyyCRgGE0vutF1PotBeetRG4yq39__HLMI214mW4pV3vg2qdReEjVdNxaYAeMHGheZHzZ6eNe7VrTk_-336RQOYCP_Qjge0M6L6WmAhMgEk2c0SLaM0R-XN55UlH31fjPnd5jXZUHbU8jf_e7YMyF6M4_2tbX/w289-h400/icono-profeta-amos.jpg" width="289" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Icono del profeta Amós</td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><span style="font-family: arial;">La validez de la opinión del intelectual reside precisamente en que no expresa su interés individual. Ha hecho el vacío en sí mismo mediante la duda para dejar después que el Noûs o Entendimiento, que Averroes o Tomás pensaban como una energía anónima y universal, manifieste su verdad. Pero no basta con que una opinión se evidencie o demuestre argumentativamente como verdadera o verosímil. Los seres humanos no se hallan por naturaleza abiertos a la evidencia racional, cerrados como están en sus respectivos mundos de fantasía, en sus celdas de confort alfombradas y cubiertas de ilusiones, creencias y ensueños. Como la inteligencia por sí misma no tiene fuerza, ha de dejarse acompañar por </span><i style="font-family: arial;">la gracia</i><span style="font-family: arial;"> haciéndose plausible (digna de aplauso). El ingenio y el humor tocan la flauta con que el intelectual ensaya seducir al dragón y a la cobra de la pasión y la impulsividad. Y es aquí donde el auxilio de la retórica bien entendida y asociada al sentido común, al buen gusto, la ironía (que es la manera más cortés de provocar) resulta imprescindible, como el mismo Platón reconoce al final de su </span><i style="font-family: arial;">Gorgias, </i><span style="font-family: arial;">pues si bien hay una "retórica de adulación" despreciable, hay otra que puede y debe usarse en favor de la justicia</span><i style="font-family: arial;"> (527c).</i></div><div><span style="font-family: arial;"><br />El intelectual se atreve así a decir, aludir o insinuar, lo que no debe o no puede ser dicho. Nada que ver por tanto con lo “políticamente correcto”. No extrañe que por ello sus palabras hayan disgustado siempre al pusilánime y al tirano. Como el primer motor de Aristóteles –analogía orteguiana- la Inteligencia mueve inmóvil, atrayendo con su belleza y perfección, la de su análisis o la de su proyecto.<br /><br />Del autor:<br /><br /><a href="https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M">https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M</a><br /><a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897">https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897</a><br /><a href="https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm">https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm</a></span></div></div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-25448217351172752492022-03-25T20:40:00.001+01:002022-06-07T13:41:04.036+02:00JUAN PÉREZ DE MOYA<div class="separator"><div style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: right;"><img src="https://nuevodiario.es/fotos/1/IMG_20220318_064605.jpg" /></div></div><br /><div style="text-align: right;">“Cuentan los poetas que Prometeo,</div><div style="text-align: right;">después de haber creado al hombre con arcilla,</div><div style="text-align: right;">le trajo el fuego ayudado por Palas,</div><div style="text-align: right;">para que la creación exánime recibiera el soplo de la vida</div><div style="text-align: right;">y disfrutara plenamente de este hermoso don”.</div><div><div style="text-align: right;"><br /></div><div style="text-align: right;">Juan Pérez de Moya. <i>Silva Eutrapelias</i>, 1557.</div><br /><br /><span style="font-family: arial;">Juan Pérez de Moya fue un genio de nuestro Renacimiento. Vivió entre 1513 y 1596. Nació en San Esteban del Puerto, Jaén -hoy Santisteban- y murió en Granada. Evolucionó desde el estricto positivismo de sus primeros libros hasta la moralidad más recalcitrante de su <i>Philosofía secreta</i> (1585), postrera de sus obras y primer tratado de mitología grecorromana escrito en español. En sus días fue reconocido sobre todo como extraordinario matemático.<br /><br />Carlos Clavería le describe como un aristotélico pre-darwinista ya que en su <i>Silva Eutrapelías</i> de 1557 se atreve a afirmar que “el origen de los seres animados tuvo lugar o a partir de la unión entre el varón y la hembra o tan sólo de la alteración de los elementos”. Describe enseguida distintos grupos de animales y prosigue: “A partir de todos éstos nacieron más tarde algunos como el hombre…”.</span></div><div><span><a name='more'></a></span><span style="font-family: arial;"><br /><br />Su atrevido naturalismo tuvo que contenerse por el temor a los rigores de la Inquisición vigilante y de una Contrarreforma implacable. Influido por Erasmo, Huarte de San Juan y Copérnico, brilló por su erudición y su ingenio práctico. Su <i>Silva</i> es una colección en latín macarrónico de recetas técnicas, recomendaciones y avisos sobre animales, plantas, juegos (ardides de impostores), vino y cosmética.<br /><br />En la presentación de la traducción de Leticia Carrasco (en la preciosa edición de Deltre’s, 1996) Carlos Clavería dice de la <i>Silva</i> de Pérez de Moya que es “la más saludable de las obras misceláneas del siglo XVI y un buen ejemplo de lo que fue capaz el espíritu libre, humanista y selectivo de un canónigo mundano y andaluz, siempre exagerado, tanto en la heterodoxia como en la moral”. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Infatigable experimentador (o ensayador) con formación académica limitada (bachiller) pero con un afán de saber universal, Pérez de Moya escribió con generoso ánimo educativo y divulgador. Su empirismo sistemático rechaza la ficción literaria y recela como Platón de la gracia poética. Sus libros científicos fueron sobre todo manuales de matemáticas, aunque no desdeñó las cuestiones naturales. En aquella época las matemáticas (‘mathema’ significa en griego <i>saber</i>) incluían: aritmética, geometría, astronomía y cosmografía. Durante aquel tiempo crecían exponencialmente sus aplicaciones: al comercio, la mecánica, navegación, arquitectura, ingeniería militar, minería… Pedro Simón Abril, el magnífico humanista de Alcaraz y primer traductor a nuestra lengua de la <i>Ética </i>de Aristóteles, insiste en que se estimulen estas enseñanzas tan importantes. Se ponen en marcha proyectos públicos como la Academia del Escorial o el Plan de Estudios de la Casa de la Contratación. En este contexto renacentista publica Pérez de Moya un <i>Tratado de cuentas</i> y una <i>Aritmética práctica</i> dando cabida a la novedad del álgebra. En 1573 se edita su obra más ambiciosa: <i>Tratado de Matemáticas</i>…, en el que la filosofía natural adquiere autonomía.<br /><br />Pero a partir de 1582 Pérez de Moya abandona la ciencia y se consagra a escribir libros moralizadores y de erudición mitológica. En 1583: <i>Varia historia de santas e ilustres mujeres</i>; en 1584: <i>Comparaciones o símiles para los vicios y virtudes</i>…, un repertorio de ejemplos para predicadores, el primero escrito en “lengua vulgar”; y en 1585 su <i>Philosofía secreta</i>. Es un matemático humanista y está convencido de que la ciencia no es nada si no va acompañada de virtud, cree que ciencia sin conciencia no es sabiduría, y para Pérez de Moya la virtud tiene, naturalmente, un fundamento piadoso, religioso.<br /><br />Pérez de Moya fue un excelente exponente de la profunda renovación que disfrutó la cultura española durante su “decenio aúreo” entre 1550 y 1560, que asombró a propios y extraños y durante el cual floreció una pléyade ensayística, instructiva y “eutrapélica”. Eutrapelia (εὐτραπελíα) es palabra antigua que significa viveza, ingenio, con el matiz de buen humor y broma inocente, agradable y festiva. Pedro Mexía, Juan de Torquemada, Mal Lara, Zapata de Chaves…, son referentes del género silva (o <i>selva</i> heterogénea de enseñanzas). Se trata de una miscelánea erudita, mezcla elocuente de enseñanzas, anécdotas y ejemplos diversos. Este género mixto, gnómico o sapiencial, extenderá sus ramas hasta los Apotegmas de Rufo y las florestas barrocas, como la de Santa Cruz, que a la sombra del erasmismo sirvieron de alimento provechoso y entretenimiento intelectual para la aristocracia educada y el público burgués letrado: la nueva clase media emergente, protagonista de la Edad Moderna. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Se trata de un ensayismo primigenio cuya motivación es propensión irrefrenable y propósito consciente de manifestar el mundo personal, subjetivo, de experiencias y lecturas, lo que se ha aprendido y se sabe, exhibiendo los conocimientos y obteniendo por ello merecida fama y retribución. Los <i>eutrapeloi </i>reclaman la recreación literaria como necesidad humana. Próxima a la silva y la miscelánea estará también la <i>literatura de problemas</i> de Hernán López de Yanguas: <i>Cincuenta vivas preguntas</i> (c. 1542); Juan de Jarava: <i>Problemas y preguntas problemáticas</i>; (1544); Alonso López de Corella: <i>Trescientas preguntas de cosas naturales</i> (1546); Alonso de Fuentes: <i>Summa de philosophia natural </i>(Sevilla, 1547); Francisco López de Villalobos: <i>Libro intitulado Los problemas</i> (Sevilla, 1550); Luis Escobar: <i>Las cuatrocientas respuestas</i> (1550), etc.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMdTUuGzC01wh3o2aaxrYhrxdEFug-GBK772ooFsa5LjWqPQPsMmYlRcXWYUY6DuryfUDGn5qlDyE_D2O4im72kfwWdaHiN56rir87FuFNQYar5bpK0ru163luIkmdAxsCF-LZgRVkFjvvZE6p3gz_ZVxcnxa3VZeWqruX9PeI8a7zH8TNg0yEzXxF/s1920/Las%20hilanderas%20o%20la%20f%C3%A1bula%20de%20Aracne.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="1274" data-original-width="1920" height="265" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMdTUuGzC01wh3o2aaxrYhrxdEFug-GBK772ooFsa5LjWqPQPsMmYlRcXWYUY6DuryfUDGn5qlDyE_D2O4im72kfwWdaHiN56rir87FuFNQYar5bpK0ru163luIkmdAxsCF-LZgRVkFjvvZE6p3gz_ZVxcnxa3VZeWqruX9PeI8a7zH8TNg0yEzXxF/w400-h265/Las%20hilanderas%20o%20la%20f%C3%A1bula%20de%20Aracne.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><i>Las hilanderas</i> de Velázquez. Museo del Prado</td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"></span><span style="font-family: arial;"><br />Diego Velázquez poseyó en su biblioteca y leyó la <i>Philosofía secreta</i> de Pérez de Moya, lo cual sirve a Ortega y Gasset para justificar su interpretación mitológica de <i>Las hilanderas</i>, la obra maestra del pintor sevillano: Aracne, gran tejedora, se insolenta con Palas y esta diosa la convierte en araña.<br /><br />Pérez de Moya formó parte de aquel grupo de intelectuales eminentes que lucharon tenazmente en España durante todo el siglo XVI por vencer el odio, el desprecio o el temor al estudio de las ciencias (Felipe Picatoste). Aunque en la <i>Philosophia secreta</i> evitó el jiennense toda referencia a Erasmo, mantuvo la cita de otro autor “sospechoso” de herejía: Juan Huarte de San Juan, autor del <i>Examen de ingenios</i> publicado en Baeza en 1575 que servirá de manual de psicología en las universidades europeas hasta el siglo XVIII y que inspiró también a Cervantes para el diseño del carácter de su Quijote.<br /><br />Pérez de Moya traduce en su mitografía párrafos completos de la <i>Genealogia deorum</i> de Boccaccio y copia de anteriores traducciones al castellano de las <i>Metamorfosis</i> de Ovidio. Son también sus fuentes principales Lactancio y San Isidoro, del primero toma el historicismo de Evémero, autor del III a. C. que interpretó a los dioses grecorromanos como héroes antiguos y singulares. A eso une la perspectiva fisicalista: los dioses antiguos no son sino astros: cometas, planetas, estrellas, constelaciones remotas. Pérez de Moya quiere dejar ya sin valor las predicciones y supersticiones de los astrólogos y el fatalismo pagano.<br /><br />“Sólo al que rija las tres partes del futuro (la gloria del cielo, la nada de la tierra o la vergüenza del infierno) corresponderá el nombre de Dios Hacedor”. Y ese es, claro, el Dios creador cristiano. De los sentidos posibles del mito el que más interesa a Pérez de Moya es el alegórico, pero no para ensalzar la virtud, sino para constatar la impiedad de aquellas deidades paganas. Pérez de Moya ni siquiera perdona a Ovidio. Para él los dioses antiguos no son ejemplo de nada bueno y sí modelos de actos impuros, merecedores de repulsa y castigo.<br /><br />Todos los poetas del barroco español se nutrieron de la <i>Philosofía secreta</i> de Pérez de Moya, que triunfó asociada también a la emblemática y la imaginería de Alciato que culmina Ripa.<br /><br />Nadie es profeta en su tierra, pero si esa tierra es España lo tiene más crudo todavía. Quiero decir que los españoles somos rácanos –o pródigos, según se mire- con nuestra herencia cultural, que despilfarramos u olvidamos fácilmente. Pérez de Moya no merece nuestro olvido; ¡escribió el libro más importante de matemáticas en español del siglo XVI!: <i>Diálogos de aritmética práctica y especulativa</i> (Salamanca, 1562), que contiene un tratado de álgebra llamado “Regla de la cosa” que llegó a conocer treinta reimpresiones hasta 1875 y fue elogiado por el matemático Simon Stevin. Menos mal que su colega, el matemático Felipe Picatoste, lo editó en el siglo XIX.<br /><br /><br /><br />Del autor:<br /><br /><a href="https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M">https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M</a><br /><a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897">https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897</a><br /><a href="https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm">https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm</a></span><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /></div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-59712809114851552672022-03-18T10:57:00.001+01:002022-06-07T13:41:57.595+02:00A LA PAZ PERPETUA<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmBuYPh0-1VAHMTUAIvv8ok5ZgIWZ8YxDnTCNY1ntb2YmatruWGEidTHxyUJbIJLgrMD4NadqzAO8YJ6dmqMEnqI8Hzvsh-_KkZYyB1biwOePRlGY4XBIFtz7PzVmbWGBkPI7UsQOXcLSX2Rey-y1XVPdow5bwYkXNssU4K_qDKjc2XxFq996b68jq/s800/goya-destastres-guerra.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="599" data-original-width="800" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmBuYPh0-1VAHMTUAIvv8ok5ZgIWZ8YxDnTCNY1ntb2YmatruWGEidTHxyUJbIJLgrMD4NadqzAO8YJ6dmqMEnqI8Hzvsh-_KkZYyB1biwOePRlGY4XBIFtz7PzVmbWGBkPI7UsQOXcLSX2Rey-y1XVPdow5bwYkXNssU4K_qDKjc2XxFq996b68jq/w400-h300/goya-destastres-guerra.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Grabado de Goya. Los desastres de la guerra. <br />El genial aragonés escribió abajo: ¡Grande hazaña! ¡Con Muertos!</td></tr></tbody></table><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Dejó dicho Erasmo que la guerra es tan mala que la hacen mejor los peores. Pero no hay duda de que el animal humano es belicoso y polémico, "polémico" por usar la palabra que usaron los griegos para referir a la guerra contra un enemigo externo: <i>polemós (πόλεμος),</i></span><span style="font-family: arial;"> de donde también viene “polémica”, que es batalla de palabras. Lo peor es que no es mala para todos, pues algunos de las guerras sacan "perras", como los vendedores de armas, sin ir más lejos, los extraperlistas, los usureros...</span></div><div><span><a name='more'></a></span><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><br />Platón y Aristóteles distinguían entre <i>pólemos</i> y guerra civil (<i>stasis</i>) a la que consideraban el peor de los males. Se puede decir que las filosofías políticas de maestro y discípulo estuvieron destinadas a evitar el peor de los males: la discordia política, madre de la guerra (in)civil. Para evitarla buscaron el sistema político que pensaron más armónico. Platón propuso una república de bienes comunes gobernada por los mejor educados; Aristóteles, más realista, un equilibrio entre monarquía, aristocracia y democracia. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Antes de la invasión rusa de Ucrania, este país ya padecía una guerra civil, una <i>stasis</i>, un conflicto enquistado entre el ejército nacional y una importante minoría rusa independentista, particularmente en territorios que fueron rusos bajo el imperio de la Unión Soviética, aunque administrados por la república de Ucrania cuando esta estaba integrada en el Pacto de Varsovia, territorios que siguen siendo de cultura y habla mayoritariamente rusas. Kiev es históricamente la ciudad más antigua de todas las rusias y tanto rusos como ucranianos son étnica y culturalmente primos hermanos, pueblos eslavos. Por supuesto, nada de esto justifica la invasión salvaje acaudillada por Putin, que fuerza la emigración de millones de personas, causa la muerte de miles de civiles y la destrucción de casas, familias y ciudades enteras, un empobrecimiento general que también afectará a la población rusa.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyXg3vVfEFkwdwiMLDOMpqMNsHEp9rKJEMeml2GQw05iVm0hvf0XZgKLnhmos71JgJBQGz5-zl0ihDFVd7ePBM_91ZqKC319glqd2lAn9EV3yDSTfk96rvYgA41NTQHWoWsqX8emb0ubS_ywjwNBPbIY8ZlJFxQ7fesP3ncQoQZYsPfMzt285oN3dm/s1236/ucrania.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="752" data-original-width="1236" height="244" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyXg3vVfEFkwdwiMLDOMpqMNsHEp9rKJEMeml2GQw05iVm0hvf0XZgKLnhmos71JgJBQGz5-zl0ihDFVd7ePBM_91ZqKC319glqd2lAn9EV3yDSTfk96rvYgA41NTQHWoWsqX8emb0ubS_ywjwNBPbIY8ZlJFxQ7fesP3ncQoQZYsPfMzt285oN3dm/w400-h244/ucrania.jpg" width="400" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br />Tanto Hobbes como Rousseau exageraron. El primero por creer que el estado “natural” de los hombres es “la guerra de todos contra todos”; el segundo, por pensar que somos “buenos por naturaleza” y que la sociedad nos corrompe. No somos la única especie que hace la guerra. También muchas especies de <a href="https://j-biedma-de-ubeda.tumblr.com/post/176082076277/el-planeta-de-las-hormigas-las-hormigas">hormigas </a>son guerreras y hasta toman esclavos de otras especies. ¡El conflicto es inherente a la vida, <i>struggle for life!</i>, según principio del darwinismo. “<i>Ho Polemós</i> es padre de todas las cosas”, sentenció Heráclito. La biodiversidad, que hoy pugnamos razonablemente por conservar, entraña que el bien de una especie (el lince cazador) sea el mal de otra (su presa, el conejo).<br /><br />No obstante, si el humano tiene mucho de guerrero, tiene también mucho de compasivo, ama la paz y necesita de los demás; es animal político, diplomático, negociante. Como ya vio Kant, ha sido la misma guerra y el conflicto lo que ha obligado a los hombres a agruparse en unidades cada vez mayores y más poderosas, porque la unión hace la fuerza: tribus, ciudades, ligas, naciones, pactos, federaciones… </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Mucho antropólogos comienzan a pensar hoy que el hombre cavernícola durante el paleolítico no fue tan violento como se había supuesto; de hecho, sabemos que cuidaba de desvalidos, tullidos y ancianos. Ni siquiera conocemos cuál fue la relación, si violenta o de hibridación, entre cromañones y neandertales. No portaríamos genes de neandertal si no se hubiesen dado amores entre las dos especies.<br /><br />La <i>trágica</i> realidad histórica es que la guerra ha sido hasta fechas muy recientes un motor de progreso tecno-científico y social. Si los príncipes renacentistas financiaban los estudios de geometría de los galileos y las matemáticas de los cardanos era para precisar mejor las órbitas y distancias de disparo, mejorando así el acierto de sus cañones. El hecho es que las fronteras de Europa se han trazado a cañonazo limpio. Muchos de los avances técnicos en nuestra vida cotidiana proceden del complejo militar-industrial, tan denostado; el teflón de las sartenes, por ejemplo. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Pero es evidente que la guerra hoy <i>avergüenza</i> a cualquier conciencia humanitaria (no hace falta que sea puritana o <i>woke</i>), lo cual explica que los ministerios de la guerra se llamen hoy hipócritamente "ministerios de defensa" (la hipocresía es el tributo que paga el vicio a la virtud), porque todos, o al menos la mayoría, somos o queremos pasar por pacifistas, como por feministas, al menos en un sentido superficial y blando. El mismo Platón sólo justificaba la formación de una clase guerrera en su ciudad ideal con fines defensivos y atribuía la guerra de conquista al afán de poder y a la avaricia. Nuestra conciencia respecto de la violencia hoy es mucho más decente y digna: sólo admitimos el empleo de la fuerza bruta cuando es justo y necesario, es proporcinado, y se ve amparado por leyes. Al contrario que al Calicles del Gorbias platónico, nos parece inaceptable que el fuerte abuse del débil y el poderoso del menesteroso.<br /><br />La Naturaleza –dice Kant- utilizó la guerra como un medio para poblar la tierra entera y ha podido ser vista como algo noble e injertado en la naturaleza humana, pero el filósofo se da perfecta cuenta de que la guerra, cualquier guerra, justa o injusta, ya está dejando de ser en su tiempo un estímulo para el desarrollo, pues, todo lo contrario, se ha convertido en un freno para la ilustración de las gentes, ya que es cada vez más costosa en recursos, libertades y vidas, e incluso “hace más hombres malos que los que mata”. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">El mismo progreso tecnológico ha acabado con la faceta épica de la batalla, la caballería ándate ya estaba muerta en los tiempos de Cervantes y no hace falta mucho coraje hoy para apretar un botón; los enemigos ni siquiera están a la vista y los misiles que alcanzan remotos objetivos causan más bajas civiles que militares; los “daños colaterales” de madres y niños revuelven las tripas morales de cualquier sensibilidad humana, salvo la defectuosa del psicópata o la amargada del nihilista. El enfrentamiento entre naciones impone el secretismo y los recursos que se dedican al incesante rearme y al mantenimiento de ejércitos permanentes se detraen de educación, sanidad, equidad, arte, ocio...</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5fOXH5dy1AUUEsuLjG_qMNlLO0ax-evBT5YEt6F959jGL3FCnUTFuWKliP7Iem1dbxLpcoUyX1holQEWrJptPBRVWDwKh2XO5kuAy29JAp5iFxng2SSkpz0DtfCg-ChAbEbr9TmwjsX7-F4MQjgJtbAfd8h_DYDDptA68fp8YkEdCZHsWr8l4Ne5X/s499/PAZ%20PERPETUA.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="499" data-original-width="333" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5fOXH5dy1AUUEsuLjG_qMNlLO0ax-evBT5YEt6F959jGL3FCnUTFuWKliP7Iem1dbxLpcoUyX1holQEWrJptPBRVWDwKh2XO5kuAy29JAp5iFxng2SSkpz0DtfCg-ChAbEbr9TmwjsX7-F4MQjgJtbAfd8h_DYDDptA68fp8YkEdCZHsWr8l4Ne5X/w214-h320/PAZ%20PERPETUA.jpg" width="214" /></a></div><span style="font-family: arial;">Kant publicó en Königsberg en 1795 su tratadito <i>Sobre la paz perpetua</i> (TPP), la primera edición de 1500 ejemplares se agotó en pocas semanas. (Cito la traducción de F. Rivera Pastora, Madrid 1972). La idea de una sociedad cosmopolita que garantizase la paz universal no era nueva, el abate Saint-Pierre había escrito un largo <i>Proyecto de paz perpetua</i>, que había merecido juicio favorable por parte de Rousseau. Kant lo planteó de otra manera, su ensayo manifiesta una optimista confianza en los ocultos designios de la historia humana, es decir en ese finalismo de la Naturaleza al que podemos llamar azar o providencia (TPP, pg. 118) y que nos orienta incluso contra nuestra voluntad hacia una concordia y una armonía congruente con el fin de la razón en su uso ético.<br /><br />Después de los desastres y terrores de la revolución francesa, guerra civil que para nada cumplió con sus promesas de igualdad, libertad y fraternidad, Kant se desencantó de la revolución como método de emancipación y progreso y se inclinó hacia el reformismo. Kant estaba mucho más cerca de Hobbes que de Rousseau ya que para el alemán el estado natural del hombre es más bien la guerra, por lo tanto “la paz es algo que debe ser instaurado”. La “educación para la paz” es por eso inexcusable (y costosa). La perversidad de la naturaleza humana sólo puede ser contenida y velada por la coacción legal del Gobierno y la persuasión del Maestro.<br /><br />No obstante, hay también en el hombre una importante tendencia al bien moral: </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><blockquote>"Si así no fuera, no se les ocurriría nunca a los Estados hablar de derecho cuando se disponen a lanzarse a la guerra, a no ser por broma, como aquel príncipe galo que decía: ‘La ventaja que la Naturaleza ha dado al más fuerte es que el más débil debe obedecerle’” (TPP, pg. 110). </blockquote></span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Por todo eso la paz universal y perpetua le parecía a Kant un imperativo moral urgente, más urgente aún le hubiera parecido de haber sabido con qué calidad y cantidad íbamos a construir nuestras armas de destrucción masiva. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Pero su consecución, la de la paz perpetua, exigirá tiempo y ciertas condiciones: respeto a los tratados; supresión de los ejércitos permanentes; limitación de la emisión de deuda externa; Constitución o pacto mediante el cual la multitud se constituye en pueblo y el súbdito en ciudadano, es decir organización política de los pueblos sobre principios de libertad e igualdad; más separación de poderes (republicanismo representativo, contrario al despotismo); liga o federación de Estados libres (Sociedad de naciones, prospectiva de la ONU): “un Estado de naciones –<i>civitas gentium</i>- que, aumentando sin cesar, llegue por fin a contener en su seno todos los pueblos de la tierra”. Pero, si pedir una “república universal” parece demasiado, Kant propone una federación internacional que por lo menos evite el despilfarro de las guerras (pg. 113); constitución de un derecho de ciudadanía mundial, esto es, cosmopolita, que garantice una “universal hospitalidad” que significa “el derecho de un extranjero a no recibir un trato hostil” (pg. 114); respeto a las naciones pequeñas; carácter público de todos los acuerdos (transparencia) y, por tanto, supresión de la diplomacia secreta.<br /><br />Estas condiciones vienen a resumirse en una sola: la política nacional e internacional debe concordar en todo momento con las exigencias del derecho y la moral. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><blockquote>“No puede haber, por tanto, disputa entre la política, como aplicación de la doctrina del derecho, y la moral, que es la teoría de esa doctrina; no puede haber disputa entre la práctica y la teoría” (pg. 133).</blockquote><br /><br />Se podrá decir –y así lo previno Kant- que la consecución de un Derecho Internacional que garantice el equilibrio entre libertad y seguridad de todas las naciones y, dentro de las naciones, de sus ciudadanos, permitiendo la resolución de conflictos entre Estados libres por vía jurídica y no violenta, no es más que el sueño de inofensivos teóricos y filósofos.<br /><br />No obstante, creo como Kant que la propia naturaleza nos condena a los humanos de todos los colores, géneros y religiones, a convivir juntos en la época de las telecomunicaciones globales y a someter nuestros conflictos a arbitrios legales o a una dialéctica libre de coacción que busque el acuerdo más justo posible. Y no porque seamos ángeles buenos, almas bellas o hermanitas de la caridad, sino por motivos naturales, es decir, perfectamente egoístas, porque en la renuncia a la violencia nos va cada vez más la supervivencia, el bienestar (el precio del gas o de la luz) e incluso la realización de nuestras más sublimes ambiciones. La paradoja es que necesitamos leyes universales para nuestra salvación aun cuando cada una de nuestras unidades –individuos o naciones- se inclinen a tergiversarlas o violarlas.<br /><br />También confío como Kant en el espíritu comercial, incompatible con la guerra (pg. 128), ¡salvo para los que negocian con armas, claro! Y a que el poder del dinero fuerce a los Estados –no por motivos precisamente morales- a firmar acuerdos de paz. Ojalá rija en aquella utopía ilustrada (única vigente) y en la constitución de su Federación internacional de Estados soberanos el “artículo secreto de la paz perpetua”, que dice así: </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><blockquote>“Las máximas de los filósofos sobre las condiciones de la posibilidad de la paz pública deberán ser tenidas en cuenta y estudiadas por los Estados apercibidos para la guerra”. </blockquote></span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Pero </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><blockquote>“No hay que esperar ni que los reyes se hagan filósofos ni que los filósofos sean reyes. Tampoco hay que desearlo [como lo hizo Platón]; la posesión de la fuerza perjudica inevitablemente al libre ejercicio de la razón”. </blockquote></span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Kant se conforma con que los filósofos no desaparezcan ni enmudezcan, con que puedan hablar espontáneamente y con que no se les prohíba hacerlo. A fin de cuentas, </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><blockquote>“Los filósofos son por naturaleza inaptos para banderías y propagandas de club; no son, por tanto, sospechosos de proselitismo” (pg. 131).</blockquote><br /><br />Tiene razón Kant, porque el filósofo es amigo de la verdad –no que la tenga- y, de todas las víctimas inocentes de la guerra, la primera es siempre la verdad. En ambos bandos. ¿Acaso nos hemos enterado de lo que ha estado pasando con los rusos en la “democracia” ucraniana? Hasta el déspota ruso debe justificar sus atrocidades hablando del nazismo o del genocidio practicado contra sus compatriotas, pero no podemos esperar de unos y otros sino circunloquios inventados por la doctrina inmoral de la astucia: aprovecha la ocasión (<i>fac et excusa</i>); niega los vicios de tu gobierno (<i>si fecisti, nega</i>) y divide y vencerás (<i>divide et impera</i>). </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Quienes hacen la guerra o se benefician con ella siempre argüirán que defienden al más débil, al que imaginan como un certero y hermoso pastor descabezando al gigantón filisteo. Los odios y resentimientos que siembran estas barbaridades tardarán generaciones en curar. Lo sabemos por experiencia.<br /><br />Del autor:<br /><br /><a href="https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M">https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M</a><br /><a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897">https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897</a><br /><a href="https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm">https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm</a></span></div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-46254162026696809582022-02-19T20:52:00.004+01:002022-10-29T21:13:47.424+02:00EL OPTIMISMO TRÁGICO DE LEIBNIZ<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEg0nzqZKLKCeZhRfhyB25tmggbrBFq8Jl0x-pUneZOaEkezCCv3zbe1p-YgSTHogJK9Kxh1_ugCmS-UfOPkzSRttIaq3tLopZcxr09dlnwTkegTRTwsZeke7dkBkzUSSdLdcvM18grSlALoMbFC9ayb2NeDPLIRF6FtJWUeiHw4TC6xIT6wqt5BGMQx=s517" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="517" data-original-width="440" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEg0nzqZKLKCeZhRfhyB25tmggbrBFq8Jl0x-pUneZOaEkezCCv3zbe1p-YgSTHogJK9Kxh1_ugCmS-UfOPkzSRttIaq3tLopZcxr09dlnwTkegTRTwsZeke7dkBkzUSSdLdcvM18grSlALoMbFC9ayb2NeDPLIRF6FtJWUeiHw4TC6xIT6wqt5BGMQx=s320" width="272" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption">Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716-), sello de 1927</td></tr></tbody></table><p> </p><p><span style="font-family: arial;">Ortega define a Leibniz como “una de las mentes más poderosas con que ha sido regalado el destino europeo”. Políglota, polímata, dominaba todos los saberes de su época e inventó algunos nuevos. Renovó la lógica, amplió la matemática, reformó los principios de la física, fecundó la biología, depuró la jurisprudencia, modernizó los estudios históricos y dotó a la lingüística de nuevos horizontes (gramática comparada). </span></p><p><span></span></p><a name='more'></a><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p><span style="font-family: arial;">En su tiempo la civilización europea llegó a su máximo grado de integración con la convergencia del humanismo clásico, el espiritualismo cristiano y la innovación científica. Leibniz fue un genial integrador, más inclinado a la conciliación entre creencias e ideas que a la polémica. A pesar de lo cual acabó siendo objeto de mofa generalizada con la expresión "glaubt nichts", descreído. Y murió solo. Sus restos fueron enterrados por la noche con la única asistencia de un amigo y sin contar con la presencia de un pastor.</span></p><span style="font-family: arial;">El optimismo de su metafísica se ha popularizado ¡y malinterpretado!, en parte gracias al modo en que lo ridiculizó Voltaire en su <i>Cándido o el optimismo, </i>bajo la figura del Doctor Pangloss. </span><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">El tiempo es un testigo insobornable, y la obra de Leibniz, aún no del todo editada, no deja de convocar interés por parte tanto de filósofos como de científicos. Para la consideración y valoración de su optimismo, Ortega, que dio una conferencia en San Sebastián añadida a una de sus obras más importantes, <i>La idea de principio en Leibniz...</i> (<i>OO. CC.</i>, 8, 328s), cita el texto siguiente: <br /><br /><blockquote><i>De la Perfección Suprema de Dios se sigue que al producir el Universo ha escogido el mejor Plan posible, en el cual se dé la mayor variedad con el mejor orden; en que el terreno, el lugar, el tiempo queden mejor arreglados; en que se produzca el mayor efecto por las vías más sencillas; en que haya al máximum de potencia, de conocimiento, de dicha y de bondad que el Universo puede admitir. Porque todos los posibles, pretendiendo a la existencia en el entendimiento de Dios proporcionalmente a sus perfecciones, dan como resultado de todas estas pretensiones el Mundo Actual más perfecto posible. Y sin esto no sería posible dar la razón de por qué las cosas son como son y no de otra manera (Philosophische Schriften, VI, 603). </i></blockquote><br />La pregunta que sirve de protocolo a su doctrina es radicalmente ontológica: “¿Por qué hay algo y no simplemente nada?”. Según Leibniz llegamos a la realidad desde <i>posibilidades</i>, lo real es, antes que nada, <i>posible</i>. Leibniz desarrollará una <i>ontología de la modalidad</i> (posible, real, necesario, contingente), desde el ser posible. Lo posible, aún sin ser todavía, es más que nada. Es consistente porque no incluye contradicción. Todo cuanto no incluye contradicción es posible. A los posibles llama Leibniz <i>esencias</i>. Desde luego, mil euros posibles no son mil euros reales, el ser posible es un ser menguado, <i>diminutum</i>, pero todo posible tiene tendencia a realizarse, pugna por ser real (<i>exigentia essentiae</i>), su modo de ser es eterna y dinámicamente presente en el entendimiento divino.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgVw19M6_VKzZJrDAY7J2nYDXM5FSAL29nMrOYxaiLR_wLSFVzn-PZKgOG7vQvizuX1Fg1c3dI0r6b_oE7NhM5deBXPZ4wetKY3mndB0jnzwaTPOZFFSG5pZarvaNr_CEEXleYgkq5Dzso7ogcoiRu9NDiegh5Kfos5KBXFC3tdF2AQGwkbAMg9lDqH=s3364"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgVw19M6_VKzZJrDAY7J2nYDXM5FSAL29nMrOYxaiLR_wLSFVzn-PZKgOG7vQvizuX1Fg1c3dI0r6b_oE7NhM5deBXPZ4wetKY3mndB0jnzwaTPOZFFSG5pZarvaNr_CEEXleYgkq5Dzso7ogcoiRu9NDiegh5Kfos5KBXFC3tdF2AQGwkbAMg9lDqH=s320" /></a></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;">Conferencia de Ortega en San Sebastián,</div><div style="text-align: center;">impresa por la Asociación española</div><div style="text-align: center;">para el Progreso de las Ciencias, Madrid 1948</div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">El ser real no es sino un caso del ser posible. Como hemos dicho, lo posible no es contradictorio, lo que equivale a decir que está hecho de identidad, principio este del pensamiento lógico formal. Con Leibniz culmina el racionalismo continental, pues para él todo lo necesario y lo posible tienen su razón de ser, o sea su inteligibilidad, aunque, dadas nuestras limitaciones, nuestro entendimiento no pueda alcanzar su comprensión del todo nunca.</span></div><span style="font-family: arial;"><br />Aunque todo los mundos posibles estén en futuro de existir, pues "el presente está grávido de futuro", esto no significa que todos los órdenes posibles lleguen a existir porque, aunque cada posible sea consistente, no es necesariamente compatible (<i>composible</i>) con los demás posibles. El universo es dinámico y múltiple, pero ¿por qué tenemos este universo y no otro? Lo contrario de nuestra realidad no es imposible, pueden existir otros mundos posibles y ni siquiera es imposible que no existiese nada. <br /><br /><i>Prima facie</i>, parece que el mundo real poblado de hechos contingentes resulta irracional, como ciertos números<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftn1">[1]</a>, pero tal irracionalidad es sólo aparente. Cada mundo es un agregado de esencias o posibilidades compatibles. El mundo existe, es una madeja y una cadena bien ordenada de hechos, y existe porque aquel poder absoluto que solemos llamar Dios lo quiso así. Para ello tuvo que <i>decidir </i>crearlo y <i>elegir</i> entre los posibles. Su elección no fue un razonamiento lógico, sino una <i>preferencia voluntaria</i> o, dicho de otra manera, la “razón” de que Dios eligiese este mundo, esta naturaleza y no otra, no fue lógico-entitativa, sino <i>estimativa</i>. Este le pareció <i>el mejor de los mundos posibles</i>. Del mismo modo, cada uno de nosotros, a su imagen y semejanza, de entre las posibilidades que la naturaleza del mundo nos ofrece, escogemos la que nos parece mejor para <i>realizarnos</i>, es decir para llegar a ser reales. <br /><br /></span></div><blockquote><div><span style="font-family: arial;">“Tan pronto como Dios ha resuelto crear alguna cosa, tiene lugar un combate entre los posibles, ya que todos pretenden a la existencia. Aquellos que juntos producen más realidad, más perfección, más inteligibilidad, triunfan” (op. cit. VI, 236). </span></div><div></div></blockquote><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Este combate es ideal, un conflicto entre razones en el Entendimiento más perfecto, que elige lo menos malo. Por consiguiente, el motivo de Dios para crear este mundo despreciando otros posibles no es metafísico ni lógico, sino moral. Se basa en el <i>principio de lo mejor</i><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftn2">[2]</a> o de la <i>conveniencia</i>. Si el ser posible lo es porque carece de contradicción, el ser existente, o sea el mundo efectivo de los hechos, es real por ser <i>óptimo</i>. <br /><br />El optimismo de Leibniz no es cuestión de humor o temperamento, su optimismo no es una actitud de su talante, sino que viene exigido por su <i>ontología modal</i>, que supone un salto absoluto desde la posibilidad a la existencia, mediado por la idea semita de <i>creación</i>. No obstante, el Dios de Leibniz no crea desde lo imposible ni desde la nada, sino desde las posibilidades contenidas en su entendimiento, análogas a las ideas como razones seminales agustinianas. La creación supone así un salto del orden lógico (que Hegel llamará "mente divina antes de la creación del mundo") al orden ético. Para nada sirve el cálculo de si el placer del depredador, la zorra, es superior al sufrimiento de la liebre, su presa. No se trata de un optimismo extraído de los hechos del mundo, sino de un optimismo <i>a priori</i>. <br /><br />Sin duda resuena con fuerza aquí el eco de la Idea del Bien platónica “más allá de la esencia en dignidad y poder” (<i>epekeine tes ousías</i>) e incluso el fragmento 102 de Heráclito, que reza: “Para el dios todas las cosas son bellas y buenas y justas”. (Recordemos que Platón tuvo un maestro heraclitano, Crátilo, antes de Sócrates). Para Leibniz nuestro mundo no es el mejor porque exista, sino que existe porque es el mejor de los posibles. Ortega ve en el optimismo de Leibniz un motivo perenne de la filosofía. También la Escolástica reciprocaba el ente y lo bueno, y el neoplatonismo hacía del bien un trascendental del Uno. El mismo Aristóteles dejó escrito: “La Naturaleza hace lo mejor entre lo que es posible” (<i>Sobre las partes de los animales</i>, 687 a 16). <br /><br />A este respecto es muy interesante la nota de los manuscritos de Ortega recién editada por Javier Echeverría<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftn3">[3]</a> en la que refiere al concepto griego del Ser, al que atribuye una connotación tácita, que tiene que ser inteligible y lo inteligible es lo que da razón de sí, esto es, que justifica su existencia. “Al griego le parece <i>selbstverständlich</i> [natural, evidente, lógico, por supuesto] que nada puede ser si no es lo que ‘debe ser’ = bueno. La bondad es “posibilidad” del Ser. Bondad no en el sentido moderno sino de la areté”. Y a la inversa, los términos éticos griegos como <i>areté</i> tenían un valor ontológico, la <i>virtus</i> es lo que hace que lo que <i>es</i> sea como <i>debe ser</i>. <br /><br />Pero Leibniz no dice que el ser sea bueno <i>simpliciter</i>, sino que es el mejor de los posibles, lo cual significa que los demás mundos posibles son menos buenos porque incluyen mayor densidad o cantidad de mal, que son peores. En rigor, lo que dice Leibniz es que este mundo es el mejor de los no-buenos, por tanto de los malos. Para Leibniz un mundo totalmente bueno, sin depredadores ni presas, por decirlo así, sin enfermedades ni conflictos, es sencillamente imposible o incomposible. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">He aquí la paradoja de un optimismo que nace de una constatación que podríamos llamar realista o incluso pesimista y trágica. Con Leibniz –sentencia Ortega- comienza en la filosofía occidental el pesimismo, ya larvado en su ontología. Su discípulo Kant lo desarrollará sin tapujos llamando a la naturaleza “madrastra” y escindiendo del todo el mundo natural y determinista de la historia humana, mejorable y con sentido moral, escindiendo hechos y deberes, motivos naturales y auto-creaciones éticas: separando radicalmente el ser, del deber ser. <br /><br />Leibniz tuvo que hacer congruente su monadología y su ontología. Las mónadas son discernibles, o sea diversas, y lo son porque suponen distinto grado de realidad y perfección. Cada mónada, es decir cada uno de los seres vivos percipientes y apetentes forma parte del universo y el Dios leibniciano contabilizó los bienes y males de todas las mónadas, no sólo de las humanas. Para Leibniz perfección es cantidad de realidad (<i>quantitas realitatis</i>), por tanto no hay mónadas si no hay relativa imperfección y, por ejemplo, percepción confusa, que es un mal. Y sin ese mal constitutivo no podría haber nada, ni zorra ni liebre. Un ente –salvo Dios- que no fuese imperfecto sería “un desertor del orden general”. También Platón limitó su optimismo al decir que las cosas buenas de este mundo sólo lo son relativamente, son, en rigor, ἀγαθοειδής, o sea "buenoides", casi buenas (<i>Rep</i>. 509ª). El bien para Leibniz no consiste en que la cosa sea perfecta, pues nunca lo es; de lo contrario sería ella el Creador, sino en que siempre avanza hacia la perfección<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftn4">[4]</a>. <br /><br />Leibniz veía a Dios luchando contra la maldad del ser que su entendimiento le hacía presente. En la <i>Teodicea</i><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftn5">[5]</a> Dios pacta con la maldad para evitar males mayores, algo que hacemos los mortales todos los días que sale el sol con el fin de sobrevivir. En el Dios de Lebniz hay dos principios Entendimiento y Voluntad: </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><blockquote>“El Entendimiento proporciona [suministra, fournit] el principio del mal, sin ser empañado por él, sin ser malo; y representa las naturalezas como son en las verdades eternas; contiene en sí la razón por la cual el mal es permitido, pero la voluntad no apunta sino al bien” (Ibd., VI, 198s). </blockquote></span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Lebniz admite que <i>actualmente, </i>respecto al presente orden contingente de los hechos<i>,</i> el optimismo es irracional, puesto que es imposible justificar el mal efectivo que nuestro mundo contiene (el sufrimiento del inocente), sin embargo, nada impide considerar que un mal particular esté conectado con lo que es mejor en general. O sea, que "no hay mal que por bien no venga". La solución final está “à decouvrir dans l’autre vie”, aunque es consciente de que este razonamiento sirve para conjurar las objeciones del pesimismo, no sirve para una total comprensión de la dimensión de maldad e imperfección de la naturaleza. <br /><br />Ortega propone, siguiendo sus pasos, una <i>disteleología</i> metafísica y empírica, es decir, una investigación, definición y análisis, de la imperfección de la Naturaleza. ¡Interesante iniciativa! En sus notas de trabajo sobre Leibniz<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftn6">[6]</a> cita Ortega al fisiólogo vegetal Molisch que a la vista del diseño de la hoja del plátano especula si no padecemos un error al suponer que la naturaleza lo hace todo por lo mejor, para luego rectificar diciendo que el hendirse de la hoja por el viento revela la providencia del finalismo natural. “¡Y se queda tan tranquilo! -contesta Ortega- ¿No se le ocurre dar un paso más? Preguntarse si no es un error de la naturaleza haber dado al plátano una forma tal que apenas es compatible con el bienestar de su tronco”. Así pues, para Ortega, los razonamientos teleo- y disteleológicos muestran un carácter móvil y caleidoscópico. <br /><br /><br /><div style="text-align: center;">***</div><br /> <br /></span><h4 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Optimismo y Biodiversidad</span></h4></div><div><span style="font-family: arial;"><br />Ante las críticas de Voltaire al presunto optimismo de Leibniz (hemos visto que lleva larvado en su corazón el pesimismo), Rousseau replicará defendiendo a los optimistas (Leibniz, Wolff, Pope…). Lo hará distinguiendo entre el mal particular, “cuya existencia nunca ha sido negada por filósofo alguno, y el mal general negado por el optimista. No se trata de saber si cada uno de nosotros sufre o no, sino si era bueno que el universo existiese y nuestros males eran inevitables en su constitución” (<i>Cartas morales</i>, Madrid 2006<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftn7">[7]</a>). Rousseau afirma la compatibilidad del mal general con los males particulares. Según Javier Echeverría, el filósofo de <i>El Contrato social</i> introduce en la filosofía los que hoy llamamos “valores ecológicos”. La conservación de una pluralidad de géneros y especies, es decir, la biodiversidad, es un bien para el Dios de Rousseau. <br /><br />Este tipo de pensamiento ya había sido anticipado por Leibniz. Ocupándose a fondo del problema del mal, Bayle respondió desde una perspectiva antropocéntrica justificando en mal de la naturaleza en beneficio del hombre, o de las criaturas inteligentes. Leibniz acepta como uno de los designios de la providencia divina la felicidad humana, pero para Leibniz este no es el único fin de la creación. No sólo los humanos tienen valor para el Dios, también los demás seres vivos. El Dios leibniciano es poco antropocéntrico y nada antropomórfico. De hecho, Leibniz critica explícitamente el antropomorfismo de muchos pensadores que al hablar del bien y del mal sólo se preocupan de los bienes y males humanos (<i>Teodicea</i>, I, 122 y 125). Y su mundo admite una maravillosa biodiversidad… “Si sólo hubiera espíritus [bondadosos], carecerían de la vinculación necesaria, al no haber el orden de los lugares y de los tiempos; dicho orden requiere la materia, el movimiento y sus leyes” (<i>Teodicea</i>, II, 120). <br /><br />A parte de la especie humana –explica Echeverría refiriendo a Leibniz-, Dios tuvo en cuenta muchas más variables al hacer el cálculo de mundos posibles que le llevó a determinar cuál es el mejor, creándolo <i>ipso facto</i>. Al dilucidar qué mundo sería menos malo, el Dios de Leibniz contabilizó los males humanos, pero también los del resto de las especies. No sólo tuvo en cuenta el dolor y el gozo, sino también otros muchos bienes y males. Dios eligió un mundo en el que los espíritus encarnan en cuerpos materiales para poder actuar y así se interrelacionan en el espacio (orden de coexistencia) y en el tiempo (orden de sucesión). Contra Newton, Leibniz piensa que ni el tiempo ni el espacio son sustancias: son órdenes de relación infinitos que posibilitan infinitas relaciones entre los vivientes. La perfección del mundo óptimo creado por Dios no se muestra en la ausencia de males, sino en la multiplicidad de modos de ser y en la diversidad de sus interacciones. <br /><br />Esta concepción del mundo, el “optimismo trágico” de Leibniz, según expresión acuñada por Echeverría, es dramática y congruente con la que desarrollará siglos después Darwin; millones de especies y de individuos luchando entre sí por su supervivencia, que únicamente logran los más aptos. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjCQxVv57FnA6cwOGQfPtqKcF4xTkEguZ-Kibxjk_lDqIcAY2X26uH0QRmrmhVt-4Pxe7nbCwRvpyXEcP4ysxvQmpGyht0RcfRqoGveJpE5nm7mpvIViIfoQ5CzuYdFLDPTQMh5-oYIFXoF-DDucaCdmLGZ-GUb3xRfUhM5FRA0iATeZ3cd5-6UpR0p=s4000" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="2845" data-original-width="4000" height="285" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjCQxVv57FnA6cwOGQfPtqKcF4xTkEguZ-Kibxjk_lDqIcAY2X26uH0QRmrmhVt-4Pxe7nbCwRvpyXEcP4ysxvQmpGyht0RcfRqoGveJpE5nm7mpvIViIfoQ5CzuYdFLDPTQMh5-oYIFXoF-DDucaCdmLGZ-GUb3xRfUhM5FRA0iATeZ3cd5-6UpR0p=w400-h285" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Imagen de Ortega, añadida por Javier Echeverría a la edición citada (pg. 739)</td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Para Leibniz hay diversos tipos de bienes: los metafísicos, los físicos y los morales</span><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftn8" style="font-family: arial;">[8]</a><span style="font-family: arial;">. Los </span><i style="font-family: arial;">metafísicos</i><span style="font-family: arial;"> tienen que ver con la variedad y pluralidad de modos de existir y de mundos habitados. La biodiversidad, que hoy tanto nos preocupa, sería un bien metafísico. Para Leibniz, un mundo material espacio-temporal es mejor que otro donde no hubiera lugar ni tiempo, por la sencilla razón de que la </span><i style="font-family: arial;">Combinatoria Vitalis</i><span style="font-family: arial;"> que representa la bioesfera no hubiera podido existir. Pero si existe y unas especies han de alimentarse de otras, los males </span><i style="font-family: arial;">físicos</i><span style="font-family: arial;"> están garantizados. Si además unas especies desarrollan más capacidades sensibles y cognitivas que otras y pueden sentir y pensar, no sólo habrá males físicos sino también </span><i style="font-family: arial;">morales</i><span style="font-family: arial;">. Por consiguiente y “según Leibniz, si no hubiera males físicos y morales no estaríamos en el mejor de los mundos posibles. La existencia del mal físico y moral es prueba de un bien metafísico mayor, en este caso la pluralidad de especies e individuos, o dicho en términos actuales, la </span><i style="font-family: arial;">biodiversidad</i><span style="font-family: arial;">.”</span><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftn9" style="font-family: arial;">[9]</a><span style="font-family: arial;"> Según Echeverría, Leibniz naturaliza su concepción del bien y del mal, naturalización con la que el propio Echeverría está de acuerdo.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br />A la pregunta que da lugar al dilema Epicúreo: ¿no puede o no quiere Dios evitar el mal? (O Dios es impotente o es malvado), Lebniz respondería que Dios <i>ni puede ni quiere</i>. “No puede porque la existencia del mal es precisa para que exista el mejor de los mundos posibles. Tampoco quiere, porque el entendimiento divino ha calculado todos los mundos posibles y ha determinado cuál es el mejor”<a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftn10">[10]</a>. Leibniz jamás negó la existencia del mal, incluso fue prudente reconociendo tácitamente que los males que sufre un individuo particular en este mundo pueden ser mayores a los bienes que disfruta, su optimismo consiste en afirmar que “en el universo no sólo el bien sobrepasa al mal, sino que el mal sirve también para aumentar el bien” (<i>Teodicea</i>, II, 216). <br /><br />Leibniz (1646-1716) no llegó a conocer el terremoto de Lisboa (1755) y sus devastadores efectos, que conmovieron la fe de Voltaire, pero si lo hubiera conocido –comenta Echeverría- tal vez hubiera preguntado qué otras víctimas a parte de los hombre hubo o qué bienes se derivaron para otras especies de las víctimas humanas. No hay duda de que si nos ponemos en el lugar de los microbios o de los insectos detritívoros y necrófagos dicho terremoto fue un gran bien.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEikCYcl4TVRUc7a-pRkbOtPAeCtAV6paZY8UlRXwVX1HeUP0UfPsZgiSvysj203RSvxK38bXuvzOam7bJCSxWwhKdq2BtOfT1I8lu_1sm6eL6mcJyU1lG4O-IJMHMOYQrXiId1HakuLCsO1GT4DmZN-EnIQjgp5EvRhjxjEd7hXW_rUFg108lTCCqGL=s1082" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="725" data-original-width="1082" height="268" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEikCYcl4TVRUc7a-pRkbOtPAeCtAV6paZY8UlRXwVX1HeUP0UfPsZgiSvysj203RSvxK38bXuvzOam7bJCSxWwhKdq2BtOfT1I8lu_1sm6eL6mcJyU1lG4O-IJMHMOYQrXiId1HakuLCsO1GT4DmZN-EnIQjgp5EvRhjxjEd7hXW_rUFg108lTCCqGL=w400-h268" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Diptero del género <i>Lucilia</i> alimentándose de los restos<br />de un caqui, 28 octubre 2012, Cerros de Úbeda.</td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"></span><span style="font-family: arial;"><br />Puede extraerse una interesante conclusión de todo esto: “Sólo se puede intentar incrementar la proporción de bienes <i>en relación a </i>los males. No es posible nada mejor. El Bien Absoluto no existe ni puede existir en ningún microcosmos” <a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftn11">[11]</a>… Por eso las golondrinas emigran cada año para buscar un microcosmos mejor. <br /><br /><b>Agradecimiento </b><br /><br />A Antonio de Lara Pérez por su invitación al grupo de debate (Sevilla, AAFi) sobre la conferencia de Ortega "Del optimismo en Leibniz", cuyo estudio motivó este ensayo.</span><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><b>Notas</b><br />
<div style="mso-element: footnote-list;"><!--[if !supportFootnotes]--><br clear="all" />
<hr align="left" size="1" width="33%" />
<!--[endif]-->
<div id="ftn1" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-indent: 0cm;"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftnref1" name="_ftn1" style="mso-footnote-id: ftn1;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 130%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[1]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
La hipótesis pitagórica de una armonía matemática y racional del cosmos pesa sobre
Leibniz, así como su crisis, al descubrir el análisis la existencia de números reales no racionales. Para la crisis antigua del pitagorismo v. Víctor Gómez
Pin. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Pitágoras</i>, “Cimentación y
quiebra del pitagorismo”, Shackleton Books, 2019.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn2" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-indent: 0cm;"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftnref2" name="_ftn2" style="mso-footnote-id: ftn2;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 130%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[2]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El principio de lo mejor</i> da por
supuesto no sólo que lo que existe es lo mejor, sino que existir es mejor que
no existir, que Ser es mejor que Nada. Anota Ortega que el alemán podría haber probado
esto razonando así: “El hecho de que existe algo es ya prueba de que es mejor
el existir porque si no Dios habría preferido la nada” (Manuscritos editados
por Javier Echeverría, 2020, C) nota 102, v. infra, nota 3).<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn3" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-indent: 0cm;"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftnref3" name="_ftn3" style="mso-footnote-id: ftn3;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 130%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[3]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
José Ortega y Gasset. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La idea de
principio en Leibniz</i>… C) Manuscritos inéditos de Ortega…C.I. Léxico leibniziano,
32. Edición a cargo de Javier Echeverría, CSIC 2020, pg. 410.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn4" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-indent: 0cm;"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftnref4" name="_ftn4" style="mso-footnote-id: ftn4;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 130%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[4]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
V. Bernardino Orio de Miguel. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Leibniz y
el pensamiento hermético</i>, II, ed. UPV, Valencia 2002, pg. 368.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn5" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-indent: 0cm;"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftnref5" name="_ftn5" style="mso-footnote-id: ftn5;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 130%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[5]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Leibniz escribió la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Teodicea </i>(1705)
respondiendo a Bayle con el subtítulo “Sobre la bondad de Dios, la libertad del
hombre y el origen del mal”. Aunque, según Simon Critchley en <i>El libro de los filósofos muertos</i> (1960) también lo hizo para halagar los oídos de su protectora, la reina Sofía Carlota.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn6" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-indent: 0cm;"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftnref6" name="_ftn6" style="mso-footnote-id: ftn6;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 130%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[6]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Edición citada de Javier Echeverría de los manuscritos de Ortega. C) nota 85.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn7" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-indent: 0cm;"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftnref7" name="_ftn7" style="mso-footnote-id: ftn7;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 130%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[7]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Citado por Javier Echeverría en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ciencia
del bien y del mal</i>. 2.6., Herder, Barcelona 2007.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn8" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-indent: 0cm;"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftnref8" name="_ftn8" style="mso-footnote-id: ftn8;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 130%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[8]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Leibniz. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Observaciones al libro sobre El
Origen del Mal publicado recientemente en Inglaterra</i>, anexo a la <i>Teodicea</i>,
p. 392. Citado por J. Echeverría, op. cit. pg. 291, nota 161.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn9" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-indent: 0cm;"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftnref9" name="_ftn9" style="mso-footnote-id: ftn9;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 130%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[9]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Javier Echeverría, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ciencia del bien y el
mal</i>. 2.6. “El origen del mal: Bayle y Leibniz”, pg. 292.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn10" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText" style="text-indent: 0cm;"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftnref10" name="_ftn10" style="mso-footnote-id: ftn10;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 130%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[10]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ibidem</i>, pg. 294.<o:p></o:p></p>
</div>
<div id="ftn11" style="mso-element: footnote;">
<p class="MsoFootnoteText"><a href="file:///C:/Users/PC/OneDrive/Blogs/A%20pie%20de%20cl%C3%A1sico/Optimismo%20Leibniz.docx#_ftnref11" name="_ftn11" style="mso-footnote-id: ftn11;" title=""><span class="MsoFootnoteReference"><span style="mso-special-character: footnote;"><!--[if !supportFootnotes]--><span class="MsoFootnoteReference"><span face=""Calibri",sans-serif" style="font-size: 10pt; line-height: 130%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">[11]</span></span><!--[endif]--></span></span></a>
Ibidem, pg. 295s. Las cursivas son mías.<o:p></o:p></p>
</div>
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br /></div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-81026407057478224182022-02-05T21:19:00.001+01:002022-06-07T13:43:55.886+02:00GENIO DE CARÁCTER<p> </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhy5fY25yzvs1OWKVcg_VYXajBe7aYH44sl2SQaBT1c6rHNnyZEIEj7TUfg7YdVMS0MmbVSSuL1laaNJfy---wMjZfgAeM0WB1x77XhBEcK8eKkicsWylz0hl3NVV8WxW4HyspY3YvlqcMFW-qifC2qSKTgGfUFAgVuulCERORX6T2ZOFm6HFM3wQLx=s3974" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="2577" data-original-width="3974" height="260" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhy5fY25yzvs1OWKVcg_VYXajBe7aYH44sl2SQaBT1c6rHNnyZEIEj7TUfg7YdVMS0MmbVSSuL1laaNJfy---wMjZfgAeM0WB1x77XhBEcK8eKkicsWylz0hl3NVV8WxW4HyspY3YvlqcMFW-qifC2qSKTgGfUFAgVuulCERORX6T2ZOFm6HFM3wQLx=w400-h260" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Fragmento de la pg 325 del libro de Agustín García Calvo: <br /><i>Razón común</i>, edición, traducción y comentario <br />de los restos del libro de Heráclito, Lucina, 1985.</td></tr></tbody></table><br /><h3 style="text-align: left;"><span style="font-family: arial;">Interpretaciones del fragmento 119 (Diels-Kranz) de <i>Sobre la naturaleza</i> de Heráclito de Éfeso </span></h3>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">ἮθΟΣ <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>ἈΝΘΡΏΠΟΙ <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>ΔΑÍΜΩΝ<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Antonio Escohotado en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Hitos
del sentido</i> (Barcelona 2020) traduce el famoso fragmento 119 (D-K) de
Heráclito “êthos anthrópoi daímon”: “el carácter es el sino del hombre” o “la
costumbre moldea el carácter”. “Daímon” o <i style="mso-bidi-font-style: normal;">demon</i>,
la interioridad individual divinizada o la divinidad íntima, remite, según el
comentarista a perfiles heroicos; <i style="mso-bidi-font-style: normal;">êthos</i>,
a la conducta habitual de un grupo. Recuérdese el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Demon </i>socrático, que impulsaba al Tábano ateniense a proseguir
incansable su indagación ética. Otra cosa piensa Agustín García Calvo, como
veremos más adelante.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal"><span></span></p><a name='more'></a><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Los dos nominativos de la frase sin verbo son interpretados
por Escohotado como una antítesis, una contrariedad productiva, como la tensión
entre la cuerda y el bastidor que dota al arco de potencia de tiro, esa tensión
de la que, según la cosmología del príncipe de Éfeso, procede la más bella
armonía de la naturaleza. El contraste según esta interpretación vendría dado
entre las leyes humanas, es decir la costumbre hecha norma o rutina, y la
necesidad de la ley eterna, esa en función de la cual Antígona, hija incestuosa
de Edipo, acepta morir enterrada antes que dejar a su hermano insepulto, aunque
sea esto último lo que dicten las leyes de la ciudad como castigo para un
traidor al statu quo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Según Friedländer, Heráclito comprendió la estructura
antitética del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Lógos</i>. A esto se le
llamará <i style="mso-bidi-font-style: normal;">dialéctica</i>, aunque el término
servirá también para referirse a muchas otras abstracciones y métodos, que
representan tanto instrumentos lógicos como actitudes o formas de ser de la
evolución histórica, o de la disputa intelectual. Para Escohotado la frasecita
tiene que ver con la secularización de las religiones mistéricas. Lo que dice
Heráclito es que nuestro destino (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">demon</i>)
está determinado por lo que hacemos y que, por repetido, nos constituye como
costumbre o segunda forma de ser (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">êthos</i>,
carácter), doble naturaleza añadida pero regidora de la biológica o
meramente<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>física (temperamento).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">El fragmento 119 lo hemos conservado gracias al Florilegio
de Juan Estobeo (S. V d. C.). En su edición de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los Filósofos Presocráticos</i>, Conrado Eggers y Victoria E. Juliá
traducen: “El carácter es para el hombre su demonio”. Anotan los traductores su
duda de que tal vez hubiera sido más correcto en el caso de Estobeo hablar de “comportamiento”
para <i style="mso-bidi-font-style: normal;">êthos</i>. Entonces, Heráclito
anticiparía la profunda y acertada idea aristotélica de que somos moralmente lo
que hacemos, las acciones que repetimos y que se convierten por ello en hábitos
positivos (virtudes, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">aretai</i>) o
negativos, en vicioso defectos (“obras son amores y no ‘buenas’ razones”).
Téngase en cuenta la afirmación aristotélica “la naturaleza es ciertamente
daimónica, pero no divina” (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Parva
naturalia: De divinatione per somnum</i>, 463b14), que sirve de lema a la obra
de Félix Duque <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Filosofía de la técnica de
la naturaleza</i>, 2019).<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p class="MsoNormal"></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjyVeBQn9YtyrM6wck2dH5DaJb-74EY9CQgwBFHv2vTIL0Sq9Ex9E47FHI0NVOqpKdnRNf55PgKACgRGrvF-SmxdHT_zPnYQXPW1qFlW0ehFGvLsn8RM0Uy7vbgWHgfvVB8MQRQuU4y3ZUQ5tDX5DRWrJYcVb1S0GET9Ez0Xu-R5eCjTC90p3Dml25E=s400" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="300" data-original-width="400" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjyVeBQn9YtyrM6wck2dH5DaJb-74EY9CQgwBFHv2vTIL0Sq9Ex9E47FHI0NVOqpKdnRNf55PgKACgRGrvF-SmxdHT_zPnYQXPW1qFlW0ehFGvLsn8RM0Uy7vbgWHgfvVB8MQRQuU4y3ZUQ5tDX5DRWrJYcVb1S0GET9Ez0Xu-R5eCjTC90p3Dml25E=w400-h300" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Detalle de Heráclito en la Academia de Rafael Sanzio</td></tr></tbody></table><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Plutarco también recogió la heraclitana máxima de marras en
sus </span><i style="font-family: arial;">Cuestiones platónicas</i><span style="font-family: arial;">. “¿Acaso no
fue algo divino y demoníaco lo que verdaderamente guio a Sócrates a este género
de filosofía?”.</span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">R. Dodds clasifica los <i>daimones</i> griegos en tres clases: 1)
Agentes de la cólera o envidia divina que emergen en el hombre como impulsos
irracionales. Algo de esto quedaría en la expresión española “estar
endemoniado”. 2) Poderes divinos con que los dioses persiguen a los hombres
impiadosos o sacrílegos (ángeles justicieros). Y 3) Divinidad personal asignada
a cada individuo desde que nace y que lo guía en su vida hasta la muerte.
Aceptaremos que este tercer sentido es el que entra en juego tanto en Heráclito
como en los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Diálogos socráticos</i>. Su
análogo cristiano es la voz de la conciencia, el Pepito Grillo de la fábula de
Pinocho. Más remotamente, cabe hallar su análogo en el Ángel de la guarda
(dulce compañía…).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Lo que estaría diciendo Heráclito es que, a pesar de la
cósmica razón común (Lógos) o precisamente por ella, nadie está exento de
labrar su propio sino forjando su ser personal, su carácter moral. En este
sentido, cabe interpretar el aforismo de Heráclito como carta fundacional o
protocolo constituyente de la tradición humanista, representada en el
Renacimiento por la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Oratio de hominis dignitate</i>
de Pico de la Mirandola, el melancólico efesio sería iniciador del giro
antropológico de la filosofía antigua.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Por otro lado muy diferente fue la interpretación de Orígenes (185-257) al
contraponer en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Contra Celso</i> (VI, 12)
la sabiduría humana y la divina: “el carácter humano no cuenta con pensamientos
inteligentes, el divino sí”, escribe, recordando el desprecio de Pablo por la
sabiduría de los filósofos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Kirk y Raven (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los
filósofos presocráticos</i>, Madrid, Gredos 1974) afirman en su comentario al
fragmento que con su aserto Heráclito “niega la opinión, generalizada en
Homero, de que al individuo no se le puede imputar con frecuencia la
responsabilidad de sus actos: En este pasaje, δαίμων (demon) significa
simplemente el destino personal de un hombre, que está determinado por su
propio carácter, ἦθος (êthos), sobre el que ejerce cierto control, y no por
poderes externos y frecuentemente caprichosos, “que actúan acaso a través de un
‘genio’ asignado a cada individuo por el azar o el Hado”. En Heráclito, como
antes en Solón, que había reaccionado también contra el desamparo de moral
heroica que hace del héroe juguete de los dioses, hay ya una verdadera
referencia a la conducta racional, inteligente y prudente, como agente moral.
Esto haría de Heráclito el “abuelo” de la Ética como disciplina filosófica, si
tomamos a Sócrates por “padre” de la Ciencia del bien y del mal. Ya no cabe que
Helena –como en Homero- culpe a Afrodita de las debilidades de su <i style="mso-bidi-font-style: normal;">êthos</i>.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;"><br /></span></p><p class="MsoNormal"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEji3Ud4WGZuODYAkc_jsSDkwN_6GmXrBItHx0Bj4fsAlz6nw2vAINnToe2uaO2cjmxWOcmPr96HN6nG4ncDjBDZdRxaIMxU9POedUuqZwititsTufVKTph9bEF9nKLn_kS0ROUvil_HgczdhJyk5qzXiBWvhZwVAoAQZYoFrKfVZPaO4mTARy8nSsha=s818" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="818" data-original-width="561" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEji3Ud4WGZuODYAkc_jsSDkwN_6GmXrBItHx0Bj4fsAlz6nw2vAINnToe2uaO2cjmxWOcmPr96HN6nG4ncDjBDZdRxaIMxU9POedUuqZwititsTufVKTph9bEF9nKLn_kS0ROUvil_HgczdhJyk5qzXiBWvhZwVAoAQZYoFrKfVZPaO4mTARy8nSsha=w274-h400" width="274" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><p></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Parménides y Heráclito, que tuvieron su acmé o florecimiento
hacia el 500 a. C., razonaron –explica Ortega-, pero todavía no lo sabían.
Sócrates será el primero en darse cuenta de que la Razón es un nuevo universo
(OO. CC. 3, pg. 175). Con Sócrates la razón se hará reflexiva, o recursiva,
pero también problemática.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">En su monumental edición de las reliquias del libro de
Heráclito (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Razón común</i>, Lucina,
Madrid 1975, Agustín García Calvo traduce explicando: “Su modo de ser es lo que
es para un hombre su genio divino”. En su comentario recuerda que Plutarco
empareja la sentencia heraclitana con un verso de Menandro: “Pues es el seso el
dios nuestro”. Es difícil suponer una distinción tajante y helénica entre
nuestra naturaleza biológica y la moral. Alejandro de Afrodisia (150-259) sigue
insistiendo en la identificación de êthos y phýsis (naturaleza viva)… “También
en el alma puede uno hallar, según la constitución natural (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">physikén</i>), que resultan diferentes en
cada uno las preferencias y las acciones y las vidas: pues ‘su modo…divino’
según Heráclito: esto es, natura”. Es decir, no parece haber diferencia entre
lo que nosotros llamaríamos temperamento heredado, disposiciones genéticas, y
el carácter educado, elegido, construido según preferencias y decisiones,
carácter que, por supuesto, se desarrolla y se soporta en aquel, con el que
debe de algún modo armonizar o congruir, so pena de transtorno mental y
conductual.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Cita Agustín García Calvo en beneficio de su interpretación
las <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Epístolas</i> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">heraclitanas apócrifas</i>: “Me lo presagia mi modo de ser, el que es
para cada cual genio divino”. Propone el filólogo zamorano una lectura
alternativa de la sentencia, en la que tomemos uno de los dos términos (êthos,
daímon) de las dos maneras: como tema y predicado. Ya Aristóteles acusaba de
obscuro a Heráclito por no usar comas. En este caso es evidente para Agustín
García Calvo que el sentido de la frase cambia si insertamos coma antes o
después de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">anthrópoi. </i>En un caso
estaríamos ensalzando el valor del êthos atribuyéndole rango divino, de demon;
en el otro caso “más bien ateística”, pues se amengua o anula el prestigio del
daímon en cuanto se le reduce a ser el êthos de cada hombre.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">“Êthos” es para el filólogo “usanza” y significa “el hábito
o forma de ser que se adquiere y se ratifica por costumbre, hasta venir a ser
el conjunto de actitudes y reacciones que a uno lo caracterizan, la costumbre
de ser de una manera determinada”. Para García Calvo esto no implica nada
innato en esa constitución, más bien al contrario.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">“Daímon”, seguramente esté asociado a la raíz <i style="mso-bidi-font-style: normal;">daínymi</i>, dar parte de manjares y a <i style="mso-bidi-font-style: normal;">daío</i>, distribuir. Sería el repartidor de
bienes y males, el genio o hada de los cuentos que concede a sus protagonistas
las gracias o desgracias que merezcan. El término se usó en griego con el valor
general de deidad o divinidad. En su concepto cabrían, junto a los dioses (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">theoí</i>) propiamente dichos, otros seres
divinos de menor rango. Los cristianos tomaron el término para referir a las
divinidades paganas que quedaron así convertidas en demonios. Pero, según
García Calvo, ya en Hesíodo “daímon” también refiere a una divinidad privada.
Hay quien piensa que la impiedad de Sócrates consistió precisamente en reducir
a dicha divinidad privada, íntima a la conciencia, el panteón completo de los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">theoí</i> atenienses. Pero para García Calvo
el uso que Sócrates hizo de su demonio no fue “ni en broma ni en serio”,
podríamos decir que fue a burlaveras. Nunca le animaba a nada (¿), pero le
decía “No” de vez en cuando. El demonio socrático es escurridizo, pues nunca
sabremos si es exterior o interior a la persona, si ángel o voz de la
conciencia, ese otro razonador imparcial que, no siempre, llevamos dentro.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">En todo caso, su análogo romano sería el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">genius</i>, que llegará a valer entre
nosotros para el “genio” como temperamento y reacción que caracteriza la
individualidad diversa de la persona. García Calvo insistió en que el fragmento
119 de Heráclito abre la crítica de las creencias religiosas, pero esto no
parece consistente con otras sentencias próximas en que no sólo se afirma la
existencia del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">daímon</i>, sino que se
confirma la superioridad de su inteligencia sobre la del hombre: “El hombre sin
seso oye de boca de un genio divino (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">daímonos</i>)
tal como niño de boca de un hombre” (79 D-K). La crítica también puede oscilar
sobre el êthos en el sentido de que esté equivocado aquel que toma su
temperamento por divinidad. Este sería un caso de idiotismo. La soberbia del
que piensa que su mundo es todo el mundo le impediría estar atento a la razón
común (Lógos). “Aunque el Lógos es común la mayoría vive como si poseyese su
propia sabiduría” (2 D-K).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">No sé por qué, Félix Duque añade en su trascripción de la
frase la cópula “esti”: “Êthos anthrópoi daímon <i style="mso-bidi-font-style: normal;">esti</i>”. Reconoce que la sentencia es casi intraducible. No obstante,
aventura una interpretación: “la casa, y por extensión la estirpe, es aquello
que imprime carácter (el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">genius</i>
familiar) al hombre”. Recuerda que en su <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Carta
sobre el humanismo, </i>Heidegger ofreció una traducción ‘pro domo’ del
aforismo heraclitano, que podría también apoyar su propuesta de lectura: “la
morada (hospitalaria y común) le es al hombre lo abierto para la parusía del
dios (de lo inhóspito y fuera de lo común [monstruoso]”. A nosotros, la
ingeniosa interpretación del alemán nos parece tan fantástica (o monstruosa)
como extravagante, tan profética como extrafalaria. </span></p><p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Mucho más sensata nos
parece la humanista de Kirk y Raven a la que antes nos hemos referido y que, si
no es verdadera, está bien hallada -como dicen los italianos-, pues vale, como
diría Kant, en su efecto propulsor. El carácter es el ángel y el demonio de
cada persona, no el obscuro azar de los genes ni el capricho –a veces cruel- de
los dioses.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">En este sentido, tiene razón el historiador marxiano George
Thomson al describir cómo Heráclito anticipa el individualismo de Demócrito,
Sócrates y Epicuro (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los primeros
filósofos</i>, siglo XX, Buenos Aires, 1975). Para Thomson, con Heráclito, que
se opuso a la democracia y despreció al populacho, surgió sin embargo “la
verdadera dialéctica” al impugnar la doctrina pitagórica de la unidad como
armonía, sustituyéndola por la tensión y la lucha. Se le olvida a Thomson que
es precisamente esa tensión la que engendra la unidad de la armonía según el
orden del Lógos, en un <i>kosmos</i> (orden) que se enciende y apaga con medida.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Cabe desde luego una interpretación mistérica de este y los
demás fragmentos (unos 130) que conservamos del libro que la tradición llamó <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Acerca de</i> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">la naturaleza</i> y que Heráclito depositó en el templo de Artemisa en
Éfeso, una de las maravillas del mundo antiguo. Su discurso sería un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">hieros logos</i>. Como miembro de la realeza
y descendiente de los fundadores de la ciudad, Heráclito probablemente ejerció
el sacerdocio hereditario de Deméter eleusina. Su libro estaría asociado a los
misterios órficos y los legómena o expresiones crípticas, oraculares. Heráclito
estaría contra una interpretación idolátrica de lo religioso y a favor de otra
iniciática o esotérica. La dificultad entonces de interpretar a Heráclito “el
Obscuro” (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">ho skoteinós</i>) o “el
Adivinador” no resultaría solo de que no escribiese comas o de que sólo conozcamos
unos fragmentos de su obra, sino, bien de la suposición de su aristocratismo
esotérico, pues siempre se lo tuvo por un hombre de pensamiento “altanero y
desdeñoso” al que gustaba formular frases oraculares (Guthrie. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los filósofos griegos</i>, FCE, México
1953), como oráculo de Delfos que “ni dice del todo ni oculta su sentido, sino
que lo manifiesta por un indicio” (93 D-K). <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">“El carácter del hombre es su hado”, traduce Copleston, que
insiste en que a pesar del lenguaje que emplea su actitud es panteística. La
misma tensión que divide unifica, la tensión entre los clanes conforma su
alianza en tribu, la tensión entre las tribus se resuelve en la unidad de la
polis, esa misma tensión puede leerse entre el êthos y el daímon del hombre,
entre su ser cultural y su ser criatura natural (o sobrenatural, según
creencias). Es cierto que con su insistencia en la ley universal y en la
participación del hombre en la inmanencia de la Razón natural Heráclito
anticipó los ideales universalistas del estoicismo. Y efecto, los estoicos lo
tuvieron por precursor y mentor.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Heráclito clama por que sus contemporáneos despierten. Esa
vigilia que se impone y quiere imponer es la investigación atenta que desdeña
las apariencias porque atiende al <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Lógos</i>,
la ley o principio racional (el Verbum juanista, Dios mismo) que lo rige todo y
que también debe regir el orden público. Tal conciencia no es sólo erudición o
pensamiento, sino sabiduría (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">frónesis</i>)
que determina el temperamento del hombre. Es en este contexto en el que
Abbagnano (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Historia de la filosofía</i>,
II, 11) interpreta el fragmento 119 D-K. Esta atención a la Razón común, esta
obediencia al Lógos –o desobediencia, a elegir- determinaría el carácter del
hombre, su <i style="mso-bidi-font-style: normal;">êthos</i>, que es por tanto su
destino discrecional, electivo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Para Ortega, al contrario que Parménides, Heráclito habla
desde un yo distante, tremendo e individualísimo, del que salen fulgurando
enigmas, aforismos e imperativos, “dinamita doctrinal” en estilo sibilino con
apotegmas oraculares (OO.CC. IX, VII). Su absoluta soberbia se alimenta de una
absoluta humildad, pues es el Lógos quien habla por su boca de médium y lo hace
“sin chiste, sin ornato y sin perfume” (92 D-K). Por eso la filosofía del
efesio no dice, sugiere. El sugerir es el modo de decir de su <i style="mso-bidi-font-style: normal;">proto-filosofía</i>, como la llama en alguna
ocasión Ortega. Dios significa en Heráclito el punto de vista desde el cual se
ve el auténtico ser… Asistimos al genuino nacimiento de la filosofía: “Para el
Dios todas las cosas son bellas y buenas y justas. En cambio, a los hombres les
parecen justas unas e injustas otras”. He aquí nuestra dimensión ética frente a
una naturaleza divina que trasciende en a-moral, más allá o más acá del bien y
del mal. Es como decir que en la cocina (la propia y la de la mente) también
hay dioses y que nos salvamos en lo menudo de la acción cotidiana.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-family: arial;">Con el “todo fluye” que se le atribuye y su juego de contrarios,
algunos han interpretado a Heráclito como fundador de una “dialéctica” que
pondría en cuestión el principio de no-contradicción: ¬ (A & ¬A). Pero,
como recuerda Gómez Pin (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Pitágoras</i>,
2019) ni Hegel ni nadie niega el Principio de no-contradicción como ley
principal del entendimiento. Aristóteles, al que irritaba cualquier duda al
respecto, dice, evocando a Heráclito, que una cosa es decir que lo que sube
baja, y otra cosa es que un humano en sus cabales vea bajar lo que sube. Al que
le pasa esto, mejor no hablarle para no perder el tiempo. Lo que denuncia
Heráclito es la vacuidad del que toma su inmediata percepción del mundo como
incuestionable. Los vigilantes –verdaderos filósofos- atienden al solo mundo
que tienen en común como regido por la Razón y buscan el mutuo entendimiento
evitando caer en contradicciones; son pocos, pues los muchos viven como dormidos,
hundidos en su propio y contradictorio sueño.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><o:p><span style="font-family: arial;"> </span></o:p></p>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1846311910362404395.post-21981256363111035292022-01-13T21:37:00.003+01:002022-02-05T21:34:46.713+01:00ORGANICISMO Y CIENCIA MODERNA<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiDPIDAcwBESVm5ezPbZ3dwyAcXgqb0scFxoA26mAsU1ax4lbUbY0wdbjRFfepiaXVEjfxobpwEVH_1TfOWFH8Rhsgo91jrlc8PbWf3jKmLDHUsiRsDBBpF9FK10-9xoL-7kL0p-ZmryeaveYKZXlJ2yWQBHUJZqOSNhnzYWUSj-3pVwaSzlbib_Ltj=s960" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="960" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiDPIDAcwBESVm5ezPbZ3dwyAcXgqb0scFxoA26mAsU1ax4lbUbY0wdbjRFfepiaXVEjfxobpwEVH_1TfOWFH8Rhsgo91jrlc8PbWf3jKmLDHUsiRsDBBpF9FK10-9xoL-7kL0p-ZmryeaveYKZXlJ2yWQBHUJZqOSNhnzYWUSj-3pVwaSzlbib_Ltj=w400-h266" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Thot el dios egipcio de la sabiduría, <br />inventor de la música y la escritura, representado por un hombre con cabeza de Ibis</td></tr></tbody></table><p style="text-align: right;"> </p><p style="text-align: right;"><span style="text-align: right;"><span style="font-family: times;">“Saliendo de la luz, un Verbo santo vino a cubrir la naturaleza”</span></span></p><div style="text-align: right;"><i><span style="font-family: times;">Poimandres, Corpus hermeticum</span></i></div><br /> <br /><br /><span style="font-family: arial;">El dios Tot o Thot, escriba y notario de los dioses egipcios, fue identificado durante el helenismo con Hermes, el mensajero divino, y a él se atribuye una sabiduría venerable y antiquísima revelada por Hermes Trismegisto, el tres veces grande o trinitario. Estos textos “herméticos” contienen observaciones astrológicas y protocientíficas, virtudes secretas de plantas y animales, consejos morales, revelaciones e “iluminaciones” de tendencia monoteísta. Aúnan tradiciones caldeas, egipcias, judías y griegas, fusionadas durante el periodo alejandrino en el <i>Corpus hermeticum</i>, que se conservará en latín con el nombre de Asclepios. Tanto el hermetismo como los <i>Oráculos caldeos</i> del tiempo de Marco Aurelio ofrecen significativas coincidencias con el pensamiento mágico y el gnosticismo cristiano.</span><div><span style="font-family: arial;"></span><span><a name='more'></a></span><span style="font-family: arial;"><br /></span><br /><span style="font-family: arial;">El gnosticismo fue un sobrenaturalismo dualista que también fundió diversas tradiciones semitas y griegas en cosmologías fantásticas y teogonías abstractas, un platonismo orientalizado y religioso anterior al cristianismo pero que acabó afectándolo, nutriendo incluso al más ortodoxo, por ejemplo, a través de los textos atribuidos al evangelista Juan. Los gnósticos identificaban el mal con el mundo material, que contraponían al espíritu (pneuma). Su objetivo era evadirse de él mediante una revelación celeste (γνῶσις), una iluminación obtenida mediante técnicas esotéricas de aprehensión de lo divino, que Juan identifica en su evangelio con el <i>Logos</i> (Verbo, Razón). El “peregrino” gnóstico, poseedor de una “centella” divina, busca su liberación a través de un mundo poblado por demonios combinando a veces ascetismo y libertinaje, con desprecio de la ciencia objetiva y exaltación de la fantasía mística. Ireneo (140-202) combatió vigorosamente a los gnósticos en nombre del Verbo Encarnado. </span><br /><br /><span style="font-family: arial;">Hay gnosis clásica, la del siglo II de los Antoninos, la de Basílides, Valentín, etc., intelectuales que se entregaron a una prodigiosa especulación filosófica y teológica ("especular", del deponente <i>speculor</i>, mirar a vista de águila). De ellos sólo nos quedan fragmentos y resúmenes de quienes los combatieron, o textos breves a través de traducciones coptas y armenias muy posteriores. El gnosticismo cristiano más radical distinguía entre el Dios supremo y el creador del mundo, que a veces es descrito con trazos malévolos. Los "ofitas", secta gnóstica, por ejemplo, veneraban a la serpiente del Paraíso, que identificaban con la Sabiduría (Sophía) por haberse enfrentado con el dios de la creación mosaica. Hicieron una exégesis alegórica del Nuevo Testamento. </span><br /><br /><span style="font-family: arial;">El gnosticismo, como el hermetismo, como corrientes subterráneas y esotéricas que no obstante afloran a la superficie del tiempo histórico, influyeron en la metafísica de la ciencia moderna. A pesar de su talante mágico, estas filosofías no pueden reducirse a mera proyección irreflexiva. Para el hombre antiguo, los fenómenos de la naturaleza no eran impersonales y neutros, a lo pasivo de la impresión se unía lo activo de la fantasía. Mente y naturaleza, cuerpo y espíritu no eran cosas completamente distintas para ellos. Pero en 1633, cuando Descartes tenía ya acabado su <i>Tratado del mundo</i>, la escisión entre <i>mens</i> y <i>natura</i> era ya un hecho consumado. </span><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjSYx-HkJdEsmLwBtKoAt12AK_KybfQp3gjCeKhV5e-BB7cgniBjB0h1-PjlPJm52Mq4Rhk2FB_2JSlW_kgQLIMyC28j3pRZlhzyOfEW9W2a5UtQnEJbWTaqOCYnxilvpEX0IFGoH2IpGVmtp8IMgfTZaTnkIMe8XWIHurm5sYDjGGBIDTnHiAxp8FZ=s500" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="333" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjSYx-HkJdEsmLwBtKoAt12AK_KybfQp3gjCeKhV5e-BB7cgniBjB0h1-PjlPJm52Mq4Rhk2FB_2JSlW_kgQLIMyC28j3pRZlhzyOfEW9W2a5UtQnEJbWTaqOCYnxilvpEX0IFGoH2IpGVmtp8IMgfTZaTnkIMe8XWIHurm5sYDjGGBIDTnHiAxp8FZ=w266-h400" width="266" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">La historiadora inglesa Frances Yates afirmó que si Descartes separó la mente del mundo físico fue porque quería emanciparla de su consideración hermética. El mago hermético quería traer el mundo hacia su interior, mientras que el científico moderno persigue precisamente lo contrario, exteriorizarlo y despersonalizar la naturaleza para considerarla una máquina sujeta a necesidad matemática. Mas de esta forma se pierde una íntima comunión entre conciencia y materia, entre espíritu y naturaleza. El sujeto cartesiano deviene mero espectador o, si se quiere, (re)constructor de la naturaleza, pero despegado de lo viviente, su pensamiento libérrimo es pura racionalidad y no participa en lo que construye. </span><br /><br /><span style="font-family: arial;">El principio cosmológico de la “más antigua filosofía” afirmaba la indisoluble unidad espiritual del cosmos. La naturaleza no era pensada en abstracto, objetivamente, como un mecanismo externo e inerte, sino que era <i>vivida</i> como un reflejo y resonancia (macrocosmo) de la vida interior del hombre (microcosmo), <i>sub specie interioritatis</i>. El todo era visto como un <i>animal viviente</i>, como una inmensa <i>unidad psíquica y espiritual</i>. El mago, como luego el alquimista o el arquitecto, el técnico y el místico, conocían las secretas relaciones de las cosas, su unidad simbólica. </span><br /><br /><span style="font-family: arial;">En 1614 el ginebrino Isaac Caraubon descubrió que el <i>Corpus hermeticum </i>estaba relacionado con sectas gnósticas de los tres primeros siglos de nuestra era y que por tanto sus textos no podían referir a revelaciones de un dios o profeta perdido en la noche de los tiempos, pero eso no desanimó a Atanasio Kiercher en el siglo XVII, que espigó en sus textos. </span><br /><br /><span style="font-family: arial;">La ontología del organicismo naturalista o animista considera al mundo como fulguración, epifanía o explicación de la Unidad. Su modo de razonar es <i>analógico</i>, como una transición de la voluntad y su infantil consideración omnipotente, el sueño de que el deseo por sí mismo crea sin conocimiento ni trabajo, hacia la inteligencia y sus conceptos abstractos. Se sirve de la <i>metáfora</i>, y de la metáfora continuada que es la <i>alegoría</i>, vinculando elementos heterogéneos mediante relaciones de coexistencia, exclusión, sucesión…, y mediante la dramatización o personificación de conceptos (prosopopeyas). La frontera aquí entre teoría y mito es nebulosa. De este modo, la antigua física puede ser a la vez una teología y una psicología y la ciencia natural una disciplina espiritual. </span><br /><br /><span style="font-family: arial;">Para estas corrientes organicistas, gnósticas y herméticas, emparentadas con el pitagorismo y el platonismo, la Unidad es anterior al ser –como en el big bang- y se despliega con <i>proporción</i> y <i>armonía </i>en la multiplicidad de los entes en <i>infinitos grados</i>. La razón humana es vicaria del Uno en el mundo y oficia una lógica de la invención, por eso el hombre es microcosmo. Como la creación es <i>Dios explicado</i>, es posible conocerle buscando las relaciones más invariantes y generales, las simpatías o antipatías entre los elementos. Por eso lo que ocurre en ti ocurre también en el resto del universo y la <i>ratio analogiae</i> es <i>ratio unitatis</i>. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">El organicismo, tan pregnante en un filósofo moderno como Hegel, disuelve la noción de ser en la de historia. Raíz común del hermetismo y del cabalismo judíos es en este sentido la <i>Torá,</i> en la que todo es simbólico y metafórico. Al acercarnos al ser no sólo lo contemplamos, sino que lo miramos activamente buscándole sentidos, pues las cosas requieren de los nombres que les otorgamos y de nuestra capacidad interpretativa para ser, de ahí la inacabada e incompleta realidad de lo que fluye. </span><br /><br /><span style="font-family: arial;"><a href="https://apiedeclasico.blogspot.com/2017/10/comentario-al-timeo.html">El <i>Timeo</i> platónico</a> reunía a la vez la consideración de la naturaleza como un inmenso organismo animal, dotado de mente e inteligencia por el gran artesano cósmico o Demiurgo, con la concepción pitagórica de su estructura matemática y con la idea democrítea que reduce su estructura material a partículas con esencia geométrica. (Platón no cita jamás a Demócrito, pero lo tenía muy en cuenta y su obra puede entenderse como contestación, formalista e idealista, al atomismo materialista del genial abderita).</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiwJtgR8SirE5rBsvuV4dV0q_0AqwWT8SYIqNxIp-OAWIrTQKR_m6iNnmM6W6Yg9cyM9-fQrynPjz-SOmS2JPFfpE67xbJ8NB17XJ_dLCb2P-CcPGIUgZB1iFQ4WIfcxeUs2x4saaljtfO0HxS3tUEutg8tlhdUN5C-CPzNvAtaLSGDN6YUpGvokl3j=s1560" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1452" data-original-width="1560" height="298" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiwJtgR8SirE5rBsvuV4dV0q_0AqwWT8SYIqNxIp-OAWIrTQKR_m6iNnmM6W6Yg9cyM9-fQrynPjz-SOmS2JPFfpE67xbJ8NB17XJ_dLCb2P-CcPGIUgZB1iFQ4WIfcxeUs2x4saaljtfO0HxS3tUEutg8tlhdUN5C-CPzNvAtaLSGDN6YUpGvokl3j=s320" width="320" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Moneda griega moderna con la silueta de Demócrito</td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><span style="font-family: arial;">La esforzada depuración platónica del alma en su ascensión (<i>anábasis</i>) erótica, ética, epistémica y dialéctica, hacia el Bien y la concepción del cosmos como animal divino fue reelaborada por Plotino, mas este piensa al Uno como anterior al Bien, al menos lógicamente. Así lo simple absoluto es anterior a lo compuesto. Desde la segunda hipóstasis, la Inteligencia, irradiación del Uno-Bien, pasando por la tercera hipóstasis, el Alma cósmica que anima cada cuerpo vivo, hasta el mundo sensible, imagen del inteligible, como el tiempo es imagen de la eternidad, todo cuanto existe desciende del Bien y al Bien aspira. Lo perfecto es generativo por serlo, pero el principio de las cosas está fuera de las cosas, igual que el Uno está fuera de toda realidad siendo, no obstante, su fundamento.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEh5aP5MVtFKzdFrB0aOZuJv8oayhOzGSanuOzQ83TMefv9Ee-sTXl1ZmiNZkzdniX_B0KYDJFT_QpI5SI_uEf4bsc-JOYXHntBaMg4iKg94uB6Ofg4u0CcsxggJKrcnuD27FO5q-hGx-AUmGyt1TXkaV9j0K64M4b3SVX1erO1ZBpfSzB7o6Ti0f0UV=s3751" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3751" data-original-width="2243" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEh5aP5MVtFKzdFrB0aOZuJv8oayhOzGSanuOzQ83TMefv9Ee-sTXl1ZmiNZkzdniX_B0KYDJFT_QpI5SI_uEf4bsc-JOYXHntBaMg4iKg94uB6Ofg4u0CcsxggJKrcnuD27FO5q-hGx-AUmGyt1TXkaV9j0K64M4b3SVX1erO1ZBpfSzB7o6Ti0f0UV=w239-h400" width="239" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Niveles de emanación en Plotino</td></tr></tbody></table><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span><br /><span style="font-family: arial;">La idea de la Unidad como causa del ser aparecía también en el <i>Corpus hermeticum</i> y fue recogida por el Pseudo-Dionisio y por Escoto Erígena. También en Plotino las almas no se aman para unirse, sino porque en el fondo son una. En su diversidad descubren su afinidad y semejanza, pero aún siendo de naturaleza espiritual no pueden actuar sin el cuerpo. Para evitar el abismo (<i>chorismós</i>) entre lo sensible y lo inteligible, entre la naturaleza y el espíritu, Lady Conway (1631-1679) defenderá un monismo espiritualista, que Leibniz desarrolló mediante su concepto de “armonía preestablecida”. </span><br /><br /><span style="font-family: arial;">El <i>panteísmo </i>implícito en la procesión de las hipóstasis plotinianas no se avino bien con el <i>voluntarismo</i> de san Agustín. El Dios agustiniano no crea de sí, sino desde la nada (<i>ex nihilo</i>). Se trata de un <i>fideísmo</i> que escapa por ello del racionalismo, una teología del pecado y de la gracia. La naturaleza de san Agustín ha sido herida, radicalmente corrompida por el pecado y su culpa; lo natural no mantiene pues continuidad con el Super-bien de Plotino y su inocente aspiración al retorno. Platón entrará en el organicismo renacentista a través del plotinismo, más que a través de san Agustín o del cristianismo ortodoxo. Por su parte, la tradición fideísta de san Agustín desembocará en la Reforma: en el luteranismo, en el calvinismo y otras sectas puritanas y permanecerá soterrada en los creadores de las ciencias modernas.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhQt-caA_YTbJl6__YLly1j24rnssIMe7ixMV9ChCm4OnqtQd-g7MTbFhc0fpTaguELTh-WBxsbpsbQBXk14sIEAFn7f1R1OZD0sBTrpxLlv7FqnErkfYJyeWYDHSpHyETvZdaswuPFiAAKEmajXg1CXo2UbEQ61dx5IV37rSeMc1q1TEkD05OSCt5g=s266" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="266" data-original-width="200" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhQt-caA_YTbJl6__YLly1j24rnssIMe7ixMV9ChCm4OnqtQd-g7MTbFhc0fpTaguELTh-WBxsbpsbQBXk14sIEAFn7f1R1OZD0sBTrpxLlv7FqnErkfYJyeWYDHSpHyETvZdaswuPFiAAKEmajXg1CXo2UbEQ61dx5IV37rSeMc1q1TEkD05OSCt5g=w241-h320" width="241" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Pseudo-Dionisio Aeropagita (s. V-VI)</td></tr></tbody></table><br /><br /><span style="font-family: arial;">El neoplatonismo medieval tuvo su fuente religiosa y mística más poderosa en la obra del Pseudo-Dionisio (siglo V) que presenta a Dios como algo incomprensible para la razón, el Super-ser al que sólo podemos dar nombres por analogía, para luego negarlos y negar la negación. El mundo es una <i>teofanía</i> sin que por eso sea Dios, <i>que no es</i>. Cada criatura tiene su sitio en una jerarquía, con su particular grado de iluminación, de consciencia o participación en el Bien, en el caleidoscopio de sus relaciones con las demás criaturas. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiYhdREYw5GEgjrVJjhyL9F_FcW18M59hUtzYeBkEboEIyrb4lc4TUQ8JzAQKC99ktLxWwLrYGcKTn4FWC6Z3-BXlHN84z16zxZDgJZXZhKDtnOT5QH-JuZ3dn7PNdNZjO5OiUWbBZxkmGGAbc26YFWR_eQfrbZTKKGV0Y_RQj327CMrMTT3-e1A2wS=s500" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="333" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiYhdREYw5GEgjrVJjhyL9F_FcW18M59hUtzYeBkEboEIyrb4lc4TUQ8JzAQKC99ktLxWwLrYGcKTn4FWC6Z3-BXlHN84z16zxZDgJZXZhKDtnOT5QH-JuZ3dn7PNdNZjO5OiUWbBZxkmGGAbc26YFWR_eQfrbZTKKGV0Y_RQj327CMrMTT3-e1A2wS=w266-h400" width="266" /></a></div><br /><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Estas ideas influyen en el esencialismo de Anne Conway y en el principio de los indiscernibles de Leibniz. Todo el proceso está presidido por el Amor divino, mediante el cual Dios se despliega y reconduce hacia sí todas las cosas. El descenso a lo sensible no es para esta “teología negativa” un mal y por eso se diferencia de la de san Agustín, el Eros es aquí la chispa misma divina. Los platónicos de Cambridge heredarán y desarrollarán estas ideas.</span></div><div><br /><span style="font-family: arial;">El irlandés Juan Escoto tradujo <i>Sobre los nombres divinos</i> del Pseudo-Dionisio en la corte de Carlos el Calvo (s. IX) y, a través del Maestro Eckhart (s. XIV) y Nicolás de Cusa, este organicismo llegará a la Florencia renacentista de Marsilio Ficino. La teología negativa halla su tratamiento definitivo en la <i>docta ignorantia</i> del Cusano: nuestro conocimiento de Dios sólo puede ser conjetural, negativo porque sólo sabemos lo que no es; y nuestro lenguaje para referir a Él sólo puede ser <i>simbólico</i>. Un <i>escepticismo</i> así, relativo desde luego, porque no duda de la existencia de Dios, sino de que podamos conocerla, reniega del dogmatismo y está abierto a cualquier veneración amorosa de lo divino. Lo importante pasa a ser la vida piadosa, no los rituales, liturgias y dogmas. </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">La concepción neoplatónica del Cusano tendrá su eco en Bruno, Kircher y Leibniz. La <i>vía negativa</i> lleva a la aprensión de Dios como <i>coincidentia oppositorum</i>, identidad de lo grande y lo pequeño, de lo celeste y lo terrenal, etc., porque Dios contiene a la vez todas las cosas (<i>omnia complicans</i>) y es su fuente y origen (<i>omnia explicans</i>). Es todas y ninguna, centro y circunferencia. Cada criatura es un individuo irrepetible, una concentración o contracción individual de Dios; cada mónada, espejo de todo el universo.</span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">El hermetismo, sobre todo el <i>Asclepio, </i>que fue durante la Edad Media tan apreciado como el <i>Timeo</i> de Platón o la <i>Consolación</i> de Boecio, obtuvo a través de la Escuela de Chartres (s. XII) licencia cristiana y occidental para establecerse como uno de los textos más apreciados y combatidos durante el Renacimiento y el tardo-Renacimiento. </span><span style="font-family: arial;">A través de la Academia florentina penetrarán el hermetismo y el neoplatonismo en el Renacimiento. El alquimista, larva del químico, desempeñará un papel semi-divino pues es capaz de conectar el mundo superior con el alma del mundo y con lo sensible, pues todo está animado (<i>pansiquismo</i>). Este animismo supone que todo está lleno de espíritus y de virtudes ocultas, y que corresponde al <i>homo faber</i>, atento a la llamada de la belleza (amable esplendor del bien), descubrirlas. Bajo el oficio fabril del humano se esconde, como en Pico de la Mirandola, su destino espiritual y superior dignidad, la del ser que se auto-crea. </span><br /><br /><span style="font-family: arial;">Frente a la tradición agustiniana, calvinista y puritana, Bernardino Orio de Miguel (1994) ve en los herederos del naturalismo religioso de los “antiguos teólogos” el mejor vector moderno de librepensamiento, pues bajo una exégesis bíblica rigurosa </span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;"><blockquote>“la doctrina del Uno plotiniana implica (…) una divinización del mundo que es tanto como una liberalización de la experiencia religiosa, una verdadera autonomía de la ‘razón religiosa’”. </blockquote></span></div><div><span style="font-family: arial;"><br /></span></div><div><span style="font-family: arial;">Estas creencias condujeron a los platónicos de Cambridge (Cudworth, Whichcote, More...) a una teoría del conocimiento y una filosofía de la naturaleza <i>antimecanicista</i>, que renuncia a mirar el ser únicamente desde la acumulación cuantitativa de datos sensibles, pues la vida y el sentido no pueden provenir de una cosa muerta, de una materia carente de vida y perfección. </span><br /><br /><span style="font-family: arial;">Leibniz fue también a su modo pansiquista, pero, al contrario que los neoplatónicos ingleses, no quedó atrapado en el concepto de ser como identidad e inmutabilidad, sino que estuvo dispuesto a entender el movimiento como realidad autónoma mensurable y susceptible de legalidad y control mediante el cálculo y la matemática. Aceptar la existencia móvil de los cuerpos no implica para Leibniz negar las condiciones metafísicas de posibilidad de tales cambios. Leibniz ensayó soldar la tradición vitalista neoplatónica y la nueva epistemología de la ciencia mecánica. Todavía exploramos sus errores y aciertos. </span><br /><br /> <br /><br /><span style="font-family: times;"><b>Bibliografía consultada </b><br /><br /><i>Atlas de Filosofía</i>, Kunzmann, Peter et al. ed. Alianza, Madrid 2003.</span></div><div><span style="font-family: times;"><br /></span></div><div><span style="font-family: times;">Escohotado, Antonio. <i>Hitos del sentido</i>, ed. Espasa, Barcelona 2020. <br /><br />Hermes Trismegisto. <i>Tres tratados</i>, ed. Aguilar, Buenos Aires 1980 (3ª). Prólogo de Francisco de P. Samaranch. <br /><br />Monserrat Torrents, José. “Introducción general” a <i>Los gnósticos</i>, I, ed. Gredos, Madrid 1990. <br /><br />Orio de Miguel, Bernardino. “Esplendor y decadencia del pensamiento organicista hermético y kabbalístico”. En <i>Enciclopedia iberoamericana de filosofía</i>, 6, ed. Trotta, Madrid 1994, pgs. 193-214. Contiene abundante bibliografía.</span></div><div><span style="font-family: times;"><br /></span></div><div><span style="font-family: times;"><i>De umbris idearum</i> (blog). http://studiahermeticaazogue.blogspot.com/p/el-hermetismo-durante-el-renacimiento.html<br /></span><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: times;"><br /></span></div><span style="font-family: times;"><br /></span><br /> </div></div></div>José Biedma L.http://www.blogger.com/profile/04296778322076392326noreply@blogger.com0