Cuenta Boccaccio que los ciudadanos de Atenas dudaron entre elegir como dios protector al señor de los océanos, Poseidón, o como tutelar civil a la diosa de la sabiduría: Atenea. Zeus puso fin a la rivalidad entre los dos dioses que se disputaban el patrocinio de la ciudad, permitiendo que los ciudadanos votasen. En su campaña electoral, Poseidón tocó con su tridente una roca e hizo brotar el agua, pero era salada, así que servía para poco. Atenea hizo crecer un olivo, aquel árbol se adaptaba bien a las duras condiciones del Ática y aportaba combustible y alimento, por lo tanto los atenienses eligieron como patrona celestial a la divina señora.