La filosofía como crítica del conocimiento
La Ilustración había entronizado a la Razón como a una diosa, en polémica con el trono, con el altar, con los privilegios de la nobleza. A Kant se lo ha definido como cartógrafo de la razón, ya que dibuja cuidadosamente el mapa de los distintos usos de la razón con sus fronteras. Para Kant, la función crítica de la Filosofía estudia las condiciones de posibilidad del conocimiento y sus límites. Kant llama a esta tarea Crítica de la razón pura y a su método propio análisis crítico o trascendental.Así como Copérnico cambió la imagen del mundo mostrando que no es el cielo el que gira alrededor de la Tierra, sino el planeta Tierra el que gira alrededor del Sol, Kant pretende una revolución copernicana en el campo de la teoría del conocimiento, al mostrar que el conocimiento no es una aprehensión conceptual de las cosas, sino un encuentro entre lo dado (sensaciones, fenómenos) y lo puesto por el sujeto (tiempo, espacio, conceptos), es decir, el conocimiento es una síntesis trascendental. Conocer es un hacer (tun) del sujeto.
Kant divide la Doctrina trascendental de los elementos del conocimiento, primera parte de la Crítica de la razón pura, en Estética trascendental, Analítica trascendental y Dialéctica trascendental.
Esquema de Diego Sánchez Meca. Aproximación a la Filosofía, 1982. |
En la Estética trascendental Kant analiza las condiciones de posibilidad del conocimiento sensible. Los sentidos por sí mismos no conocen, a no ser que el sujeto ordene las sensaciones, que son la materia de la percepción, dotándoles de unidad bajo las formas a priori de la sensibilidad, condiciones supuestas por esa facultad trascendental que es la imaginación. Este papel trascendental de la imaginación en el conocimiento sensible ya había sido anticipado por Juan Huarte de San Juan en su Examen de ingenios para las ciencias (Baeza, 1675).
Estas formas o condiciones subjetivas de la percepción son tiempo y espacio, pues nuestra percepción se da siempre en este marco: el aquí y el ahora. El resultado de esta síntesis entre lo dado al sujeto y lo puesto por él, lo a posteriori (posterior a la experiencia) y lo a priori (antes de la experiencia), es el fenómeno, es decir, la apariencia de las cosas, lo que se muestra como hecho real (factum).
Kant explicará que los juicios apriorísticos de la matemática son extensivos (sintéticos) precisamente porque la aritmética, una disciplina matemática, construye sus objetos según el orden de la sucesión (tiempo), y la geometría -otra disciplina matemática- según el orden de la coexistencia o extensión (espacio). Por eso, lo que decimos del tiempo y del espacio en general (a priori) sirve para cualquier experiencia posible. Así ensaya Kant dar respuesta al problema técnico de la Crítica de la razón pura, a saber: cómo son posibles los juicios sintéticos a priori, pues piensa que estos juicios son el fundamento de la mecánica de Newton, los principios matemáticos de la filosofía natural, o sea, los fundamentos de la física moderna.
(Ejemplos de juicios sintéticos a priori son para Kant: "La recta es la distancia más corta entre dos puntos", "Todo lo que comienza a existir tiene causa", o "7+5 = 12". El gran lógico G. Frege criticará que un jucio como "4+13 = 17" sea sintético, en lugar de analítico.)
Atlas de Filosofía. P. Kunzmann, F-P Burkard y F. Wiedmann, Alianza, 2003. |
Analítica trascendental
Pero percibir fenómenos no es conocer qué sucede en la naturaleza. En la Analítica trascendental explica Kant cómo se construye el objeto científico. Para ello, los fenómenos o apariencias, los hechos, lo que se muestra de las cosas, lo imaginado, debe ser ordenado por conceptos, bien sean estos a priori (las categorías o conceptos a priori: unidad, pluralidad, totalidad, realidad, negación, limitación, sustancia/accidente, causa/efecto, agente/paciente, posibilidad/imposibilidad, existencia/inexistencia, necesidad/contingencia), bien sean los conceptos empíricos, como los de planeta, planta o mamífero.
Fenómenos y noúmenos
Más allá de los fenómenos, la razón tiene tendencia a preguntarse por las cosas en sí, por lo incondicionado. Para distinguirla del fenómeno que es objeto de experiencia, Kant llama noúmenos a las cosas-en-sí, ya se trate de la sustancia objetiva, del sujeto libre o del soberano bien. La cosa-en-sí sería tal vez objeto de una intuición intelectual (nóesis), pero el noúmeno no expresa para Kant sino el límite del conocimiento, pues el tiempo y el espacio y las categorías no pueden usarse vacías, sin experiencia.
Kant se vale de una famosa alegoría para explicar su punto de vista. Si una paloma pudiera pensar tal vez creería que volaría mejor sin aire que se oponga a la fuerza de sus alas, pero es precisamente ese aire que cuesta atravesar el que sostiene su vuelo, burlando la fuerza de la gravedad. Del mismo modo, la experiencia es el contenido adecuado de nuestros conceptos. Los fenómenos sin ordenación conceptual, racional, son ciegos, pero los conceptos sin contenido empírico son vanos.
La razón no obstante quiere remontarse más allá de la experiencia y para ello usa las categorías predicando unas de otras, así la metafísica eleata afirma por ejemplo que "el ser -o lo que existe- es uno", pero tales jucios están vacíos de contenido empírico y por consiguiente no podemos saber si son verdaderos o falsos. Cuando la razón piensa por puras ideas, sin el socorro del experimento que confirma una hipótesis o la desmiente, se engolfa en discusiones interminables. De ahí que Kant llame a esta parte de la Doctrina trascendental de los elementos Dialéctica trascendental.
Antinomias de la razón pura
Cuando la razón generaliza más allá de la experiencia el resultado son las ideas de la razón pura y sus antinomias al producir de suyo la idea de un sujeto sustancial (alma), la idea de la serie completa de las condiciones del conocimiento (mundo), o la idea del conjunto perfecto de todos los conceptos posibles (Dios). Tales ideas, alma, mundo y Dios, representan idealmente la totalidad de la experiencia, pero resulta que de la totalidad de la experiencia no tenemos experiencia. Por tanto, tales ideas carecen de valor objetivo, y la metafísica es imposible como ciencia.
De hecho la Psicología racional se funda en un paralogismo, puesto que la categoría de sustancia no puede aplicarse al "yo pienso", ni siquiera es posible probar que el Yo sea algo independiente de las cosas.
Por su parte la Cosmología racional nos lleva a afirmaciones antitéticas provistas de igual verosimilitud: así el mundo puede ser pensado como finito o infinito, divisible o indivisible, determinista o indeterminado, dependiente o independiente respecto de un ser necesario. La tesis de dichas antinomias (la finitud, divisibilidad, etc. del mundo) representan un concepto demasiado pequeño para el Entendimiento y al antítesis (infinitud, indivisibilidad, etc.) un concepto demasiado grande.
En tercer lugar, la Teología racional produce el ideal de la razón pura como modelo general de las cosas, es decir, la idea de Dios. Kant critica las pruebas que pretenden determinar con seguridad la existencia de Dios. 1. La prueba físico-teológica que pretende ir del orden del mundo a la existencia de un Ordenador, 2. La prueba cosmológica, que va de la contingencia a la necesidad, y que presupone 3. La prueba ontológica, que va del concepto a la existencia. De este modo no sólo queda sin consistencia el deísmo, sino también el ateísmo.
(La conversión de Dios en objeto científico sería en cierto sentido una blasfemia, pues la idea de Dios es precisamente la idea del Ser más allá del tiempo y el espacio, y por definición, la materia del objeto científico es precisamente el fenómeno o los fenómenos, que están ordenados según el tiempo y el espacio. Dios es inimaginable o, como dice el evangelista Juan, "A Dios nadie le ha visto jamás".)
El texto en el que Kant refuta la prueba ontológica que desarrolló San Anselmo y reiteró con distintos matices Descartes se ha hecho famoso. Toda su argumentación se basa en la tesis de que "Ser no es evidentemente un predicado real, es decir, un concepto de alguna cosa que pueda unirse al concepto de una cosa. Es simplemente la posición de una cosa, o de ciertas determinaciones en sí":
"El concepto de un ser supremo es un idea muy útil por muchos conceptos; pero por el hecho mismo de que es una idea, es incapaz el concepto de acrecentar por sí solo nuestro conocimiento con relación a lo que existe...
"...Por consecuencia, la prueba ontológica (cartesiana), tan célebre, que quiere demostrar por conceptos la existencia de un ser supremo, hace gastar en vano un trabajo inútil, para no lograr nada; ningún hombre conseguirá por simples ideas ser más rico de conocimiento, ni más ni menos que un mercader no aumentará sus caudales, si para acrecentar su fortuna añadiera algunos ceros al estado de su caja..."
Crítica de la razón pura. Dialéctica trascendental. I. 2º, cap. 3º. "El ideal de la razón pura", secc. 4ª, trad. de Manuel García Morente.
Valor regulativo de las ideas de la razón pura
Negada la solución dogmática al problema de las ideas metafísicas, es necesaria una solución crítica. Las ideas metafísicas no tiene valor objetivo para la ciencia, pero tienen un uso regulativo. Así lo explica García Morente:"La idea se niega como realidad objetiva -en la crítica de la metafísica- para afirmarse como realidad simbólica, realidad interior, la realidad de un modelo por alcanzar, de una regla a seguir en las obras humanas, una de las cuales es la obra del conocimiento".
Así, las tres ideas de la razón se desprenden como reglas:
1. Regla de la homogeneidad, pues nuestro conocimiento deberá tender a establecer leyes más generales reduciendo en cuanto sea posible el número de sustancias (principio de economía).
2. La máxima lógica de la especificación o variedad, que le asegura al conocimiento extensión y realidad, pues el Entendimiento no debe olvidar el carácter específico de los fenómenos.
Ambos principios persiguen la supresión de lo contingente, de lo casual; el uno afirmando semejanzas, el otro acentuando diferencias. Se corresponden con los preceptos cartesianos del análisis y la síntesis.
Y 3. La máxima lógica de la afinidad de los conceptos, o de la comunidad de los géneros (κοινωνία τῶν γενῶν) sobre la cual fundaba Platón la unidad del sistema de las ideas, como referencia de todas las ideas a la idea del bien, reguladora máxima del ser.
Hacia esa unidad absoluta tiende siempre la experiencia y en la marcha tras ese inasequible ideal va produciéndose la historia y la cultura del género humano.
Así pues las ideas son reglas para ampliar y unificar el conocimiento como si todos los fenómenos fuesen manifestaciones de una única sustancia y formaran un sistema (un cosmos), o como si este sistema dependiese de un Ordenador perfecto. Las ideas no valen científicamente, pero valen problemática, dialécticamente. Refieren a noúmenos: libertad, Dios, dignidad, persona..., no a fenómenos del mundo físico, sino a ideales del mundo meta-físico, es decir, ético.
Bibliografía
Sobre Kant hay una espléndida
bibliografía española, citaré algunos ejemplos:
Manuel García Morente. La filosofía de Kant
(1917), (Espasa‑ Calpe), Madrid, 1975.
Xavier Zubiri. Cinco lecciones de filosofía
(Alianza), Madrid, 1980, lecc. 2ª.
Fernando Montero Moliner. El empirismo
kantiano, 1971.
Juan Miguel Palacios. El idealismo transcendental:
Teoría de la verdad, Gredos, 1979.
José L. Villacañas Berlanga (Ubeda, 1955). La
filosofía teórica de Kant (Valencia, 1986); Racionalidad crítica
(Tecnos, 1987).
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