lunes, 14 de diciembre de 2009

ARISTÓTELES

La esencia, en las cosas

La pregunta por el primer principio de la naturaleza o por la “esencia” de las cosas se inmanentiza en Aristóteles respecto a su maestro Platón: en Platón la esencia de las cosas, su ser verdadero, aquello que permanece en virtud de lo cual es posible el conocimiento, son las IDEAS; para Aristóteles la explicación acerca de la naturaleza de las cosas debe buscarse en el interior de las cosas mismas (¿Realismo frente a Idealismo?). No, a parte de las cosas, sino en las cosas.

La clave de este planteamiento está en el concepto de Naturaleza, Physis, que toma Aristóteles de la tradición: el nombre “PHYSIS” procede del verbo griego “PHYO” cuyo significado comprende “brotar”, “crecer”, “nacer”,... y de ahí que Physis quiera significar “nacimiento”, “crecimiento”, o bien “la fuerza íntima que hace nacer o crecer”. En este sentido, queda claro que a la naturaleza le es inherente el movimiento pues se trata de una fuerza que anima, una lucha por hacer surgir elementos o por modificarlos.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Ejemplo de Comentario de texto de Platón



Comentario de Texto del Libro VI de La República de Platón

Entonces, lo que aporta la verdad a las cosas cognoscibles y otorga al que conoce el poder de conocer, puedes decir que es la Idea del Bien. Y por ser causa de la ciencia y de la verdad, concíbela como cognoscible; y aun siendo bellos tanto el conocimiento como la verdad, si estimamos correctamente el asunto, tendremos a la idea del Bien por algo distinto y más bello que ellas. Y así como dijimos que era correcto tomar a la luz y a la vista por afines al sol pero que sería erróneo creer que son el sol, análogamente ahora es correcto pensar que ambas cosas, la verdad y la ciencia, son afines al Bien, pero sería equivocado creer que una u otra fueran el Bien, ya que la condición del Bien es mucho más digna de estima.

A petición de algunos alumnos de clase, os propongo la corrección de la parte de Comentario en el Blog. Este curso (2009), la estructura de la prueba de Selectividad cambia pero en lo sustancial sigue siendo la misma. Han modificado la puntuación de las preguntas para asignar mayor importancia a la labor de comentario de texto. Esta es la parte sustancial de un comentario y de ella depende haber entendido el texto.

Lo primero que hay que hacer con un texto es leerlo. Parece una obviedad, pero no lo es. Una lectura detallada, subrayando términos, haciendo acotaciones en los márgenes sobre las ideas que se propongan, es la labor de despiece que va a permitirnos ordenar nuestras ideas. Normalmente, los párrafos suelen desarrollar una idea o como mucho dos (una central y otra explicativa), sin embargo Platón es especial para enredar las cosas. Vamos, entonces, a ir despacito en este análisis preliminar.

Vamos a ir leyendo y a fijarnos en los términos que van apareciendo y que nos suenan a filosofía: verdad ; cosas cognoscibles ; Idea del Bien..., hasta aquí está introduciendo una tesis. Seguimos: ciencia ; cognoscible ; conocimiento. Aporta una explicación de la tesis, aclara alguna de las características de esa Idea de bien. Ahora pasa a un recurso muy utilizado en los dos libros que comentamos: las metáforas (los símiles); los términos más pregnantes son: luz ; vista ; sol (y yo, incluso, señalaría “análogamente”). Mediante esta analogía pretende aclarar, aún más, las características de la Idea de bien y concluye que la condición del bien es mucho más digna que cualquier otra cosa.

Con todas estas ideas debemos de construir el tema del Texto. Pero, vayamos por partes y tratemos de definir los términos subrayados que nos van a aclarar por dónde meterle mano a la justificación.
Sólo con mirar los dos términos, ya sabemos que tendremos que enfocar la justificación vía Epistemología, pero no podemos olvidar que el fundamento de la misma está en la Ontología (así que también habrá que incluirla) y de nada serviría todo esto, si no tenemos presente la última intencionalidad del sabio, que como síntesis final habrá que incluir (debemos de redactar esta pregunta durante media hora, si queremos hacer una distribución racional del tiempo total que es hora y media, así que a afinar el lápiz.)

a) Explicación de las dos expresiones subrayadas (1 p.)

La definición de la Idea de Bien ya está recogida en esta página en el mes de noviembre.

Pasemos a definir CONOCIMIENTO. Es difícil hacer una definición sin solaparse con lo que después vamos a tener que trabajar en la Justificación, pero se puede. Utilizando conocimientos de cursos anteriores, podemos decir que “conocimiento” es el resultado de la actividad de conocer y “conocer” lo hemos definido como aquella actividad que tiene como objeto la aprehensión de un estado de cosas, de tal forma que puede ser compartida o comunicada a los demás.

Desde Parménides el conocimiento se plantea como un problema, pues existe la tendencia natural en el ser humano a confundir el conocimiento de la verdad con la mera opinión, o es más, con la falsedad o contradicción. Esta es la raíz del problema que hereda Platón: hay que fundamentar el conocimiento en la verdad para que el acuerdo entre los seres humanos sea posible. El antecedente inmediato de este problema lo encuentra Platón en su maestro Sócrates y su lucha contra el Relativismo Sofista.

¿Es posible hablar de un conocimiento de verdades? Para Platón sí es posible y es el que alcanza nuestra alma racional teniendo como objeto de estudio el mundo inteligible (que puede ser entendido, pero no visto con los sentidos). En este sentido, el conocimiento es una actividad intelectual que reside en la parte racional del alma o mente (no habla Platón aún de psique en el sentido actual) y que se puede alcanzar de tres formas complementarias: gracias a la dialéctica, gracias al recuerdo y gracias al Eros. Esto es lo que habrá que explicar en la Justificación.

b) Exposición de la Temática (2p.)

Temática: La condición de la Idea del Bien es más digna que el conocimiento y que la propia verdad, pues aquella es la causa de éstas.

Con esta caracterización, Platón adelanta qué entiende por la Idea del Bien y la propone como aquella realidad causa del verdadero conocimiento. Sin embrago, nos advierte que no se puede confundir lo que causa algo (lo que causa conocimiento) con ese algo (con el propio conocimiento); en esto reside la dignidad del Bien. Y para aclarar su pensamiento vuelve a proponer una “analogía”: equipara el Sol con la Idea del Bien y la luz con el conocimiento.

(La cuestión más peliaguda del comentario, que ha quedado sin resolver en la ponencia de Selectividad cuando nos ha convocado, es qué hay que poner exactamente en este apartado. La puntuación es importante, por ello la idea generalizada es que nos podemos contestar a esta pregunta como debiera ser, es decir, aportando sólo y exclusivamente el tema del texto, la pregunta a la que trata de responder el texto. Mi propuesta es la de analizar las ideas presentadas en el texto y proponer, seguidamente, el tema del texto. También lo podéis hacer como lo he hecho en este ejemplo, empezando por la temática y, en punto y aparte, exponer las ideas complementarias)

c) Justificación desde la posición filosófica del autor (2 p.)

Estamos ante un texto de marcado carácter Epistemológico pues gira en torno a la noción de Idea del Bien, que es la causa del verdadero conocimiento, según Platón.

La República es concebida por el autor como el diseño de un Estado ideal, una ciudad justa. Pero esta posibilidad necesita definir y encontrar la justicia entre los propios ciudadanos: un estado solo será justo si lo son sus ciudadanos. Esta es la gran tarea de este diálogo.

Este fragmento perteneciente al libro VI, comienza introduciendo el núcleo que permitirá desarrollar los ulteriores argumentos platónicos: en qué consiste la Idea suprema o Bien. Si comentamos el estudio del Ser Supremo, como Platón llama a la Idea del Bien, tendremos que especificar su Ontología, porque se trata de la máxima realidad, de lo máximamente real. Según Platón, nosotros no somos más que fragmentos de ese ser Supremo, podemos participar de su realidad, es decir, parecernos al Bien y, de esta forma, conseguir ser justos. ¿Cómo queda estructurada, entonces, la realidad?

Para contestar a esta cuestión aparecen en el Diálogo dos metáforas: la Alegoría de la Línea y el Mito de la Caverna. La descripción que hace en el Mito de la Caverna de la estructura de lo real es bastante llamativa y le sirve para exponer lo que conocemos como la Teoría de las Ideas. En esta teoría ontológica, divida Platón el mundo en dos ámbitos:

- el ámbito visible, que no está compuesto por la auténtica realidad, pero que es el que nos dictan nuestros sentidos, y

- el ámbito inteligible, en el que de una manera real, y no como meros conceptos, se hayan los modelos que dan unidad a la multiplicidad y al caos que definen a nuestro mundo. Estos modelos son las Ideas y presentan las mismas características del Ser de Parménides (eternas, inmóviles, etc.).
Por esta presentación se habla de Dualismo Ontológico. Lo curioso es que admite cierto grado de ser dentro del mundo sensible (en contra de las enseñanzas de Parménides), ya que aquellas cosas que se parecen a las Ideas, las Copias, son buenos candidatos al título de “ser” y son la base desde la que organizar la búsqueda de lo verdaderamente real. Por debajo de este nivel, estarían las sombras que son sólo eso, un reflejo de lo que puede decirse que se asemeja a la auténtica realidad. Con esta estructura, Platón hace una pequeña concesión al maestro Heráclito y admite un “ser relativo” dentro del mundo sensible.

El mundo inteligible, se divide a su vez (como nos cuenta en la alegoría de la línea) en dos ámbitos. En el más básico nos encontramos con el universo de las matemáticas, con los particulares inteligibles que se construyen intelectualmente a partir de la multiplicidad mediante lo que podríamos llamar un proceso inductivo. Pero este ámbito o región de lo inteligible tiene un carácter “propedéutico”, podríamos decir que es preparatorio para alcanzar el nivel de la auténtica realidad: las Ideas. Una vez situados en este ámbito definitivo, habla Platón de la Idea del bien, como si del dios de este mundo se tratase.

Esta es, en resumidas cuentas, la presentación de los niveles de realidad que hace Platón en La República, pero, ¿para qué esta división? En su intento de construir ese Estado ideal, necesita Platón definir las virtudes que van a hacerlo posible, en concreto necesita definir la Justicia. ¿Y cómo es posible esa definición si heredamos de la sofística la imposibilidad de llegar a definiciones comunes dado que la verdad es relativa o, como decía el sofista Protágoras “el hombre es la medida de todas las cosas”? Volvemos a la afirmación parmenídea de que el pensar necesita lo estable. Siguiendo a su maestro Sócrates, el conocimiento verdadero es posible siempre que verse sobre lo que es real. Si definimos qué es lo real tendremos abierto el camino para encontrar el conocimiento verdadero, por eso Ontología y Epistemología van de la mano en el pensamiento platónico.

Después de esta larga introducción, analicemos el texto desde la filosofía del autor.

Utiliza Platón el recurso metafórico para explicar su posición respecto a la Idea del Bien. Esta Idea es como el Sol que ilumina el mundo Inteligible: se haya en lo más alto y es causa de vida. Su luz nos permite distinguir unas realidades de otras. Efectivamente, el Bien es ese astro rey o el Dios del que depende todo cuanto existe ya que algo será más real cuanto más se asemeje al Bien, cuanto más participe en él. Por ello hay un gradualismo en la teoría de las Ideas, una jerarquía de realidades que se ordenan de acuerdo con el grado de participación que tengan en la idea de Bien. Lo que no se puede confundir es el Bien con los beneficios que causa, es decir, lo máximamente real es causa del conocimiento pero no es conocimiento (podríamos decir que no lo necesita). Esta es la tarea que tiene Platón en este texto, enseñarnos que una cosa es el plano ontológico y otra cosa es el plano epistemológico, uno y otro se corresponden pero no se identifican.

Para terminar hagamos una presentación rápida de la teoría del conocimiento de Platón.
En su famoso símil de la línea, establece Platón cuatro secciones en las que, de manera proporcional, se observa mayor y menor realidad, mayor y menor conocimiento:

- La región visible de la que sólo cabe construir Opiniones (DOXA) y que no fundamenta un verdadero conocimiento. Esta región esta formada por dos tipos de objetos: las Copias (que se parecen a las Ideas), que son el objeto de creencias (PISTIS); y los Simulacros (copias de copias y que no se parecen a las ideas), que son el objeto de la Imaginación (EIKASÍA).

- La región Inteligible en la que es posible el Conocimiento o EPISTEME. En una primera sección, la que corresponde a los objetos matemáticos, se desarrolla el razonamiento matemático o DIANOIA, y en la sección donde están los universales inteligibles se desarrolla el pensar dialéctico, también llamado NOUS.

¿Cómo podemos, viviendo como vivimos en el mundo sensible, llegar a la sabiduría? Según Platón, la educación de los ciudadanos puede conducirnos hasta este nivel y será la utilización del método dialéctico, tal y como vemos que lo utiliza el personaje de Sócrates en los Diálogos, el que nos conducirá hasta la morada del Bien. No obstante, el ser humano tiene una constitución dual: es unión accidental de cuerpo y alma. El alma está dividida en tres partes: parte racional, parte irascible y parte concupiscible. Sólo la primera parte, la parte racional, tiene una constitución especial que procede de su carácter inmortal. Pues bien, gracias a la parte racional el ser humano está en disposición de reconocer aquellas cosas del mundo sensible que se parecen a las ideas y empezar, a partir de aquí, ese camino de ascenso hasta la sabiduría (conocimiento del Bien). Este reconocimiento es posible porque dado el carácter inmortal del alma, su morada natural es ese mundo inteligible, también eterno, y con ocasión de su vida anterior conoce la auténtica realidad en este mundo.

El problema es que, al unirse al cuerpo, olvida, por las muchas preocupaciones que le ocasiona la supervivencia del cuerpo. El control de la parte racional que opera con prudencia sobre las otras dos partes del alma, haciéndolas trabajar con Moderación y Templanza, consigue hacerla “recordar” cuáles son los modelos de los que sólo observamos copias. El deseo, el amor hacia el saber, nos conduce hacia lo que naturalmente nos es propio: el Bien; y sólo así el hombre justo fundará la ciudad justa.

(Como comprenderéis no hay una única justificación. Hay quien puede optar por tratar más por encima la parte de la ontología y poder introducir algo de la política. No creo que sea el texto apropiado para ello. Deberíais ser capaces de entender todo lo que he argumentado y de seguir la argumentación. Si queréis utilizar más referencias al texto, está bien pero no olvidéis justificar cualquier referencia con teoría.)

sábado, 28 de noviembre de 2009

Ideas vs. solipsismo


El siguiente texto de Antonio Machado ha sido propuesto para el comentario, ej. 9, pg. 79 de Sindéresis:

«La fe platónica en las ideas trascendentes salvó a Grecia del solus ipse en que la hubiera encerrado la sofística. La razón humana es pensamiento genérico. Quien razona afirma la existencia de su prójimo, la necesidad del diálogo, la posible comunicación mental entre los hombres. Sin la absoluta trascendencia de las ideas, iguales para todos, intuibles e indeformables por el pensamiento individual, la razón, como estructura común a una pluralidad de espíritus, no existiría, no tendría razón de existir... Para nosotros lo esencial del platonismo es una fe en la realidad metafísica de la idea, que los siglos no han logrado destruir.» Antonio Machado. Juan de Mairena, XV, 1936.

De la expresión "(ego) solus ipse" procede el término filosófico solipsismo existe el sí mismo. Sorprendentemente, en la enciclopedia libre Wikipedia, en la entrada del término, se aludía a la "alegoría de la caverna" de Platón como un precedente posible del solipsismo. He tenido que arreglar eso. Tal vez uno de los prisioneros podría llegar a pensar que las sombras que contempla en el fondo de la caverna son sólo proyecciones suyas, creaciones de su mente, es decir, podría hacerse solipsista. Pero como prueba la autoridad de Machado (en su apócrifo filosófico, Juan de Mairena), la teoría de las ideas de Platón se opone a cualquier especie de solipsismo. Éste puede verse, más bien, como una consecuencia extremosa del relativismo de los sofistas. Así, si no existe más criterio que el de cada quisque para saber qué es verdad, qué vale y qué es real, uno puede llegar a pensar que es la ipseidad, el propio sí mismo, el creador de la opinión verdadera, el mundo real y el valor moral.

Sin embargo, la objetividad inteligible de las ideas, así como la seguridad del razonamiento matemático, ofrecen a Platón un mundo común, universal, en el que es posible el consenso y el mutuo entendimiento, así como un criterio externo de verdad, basta con que el filósofo razone o dialogue razonablemente para que adquiera si quiera un vislumbre de esas realidades comunes que son las ideas universales, modelos ejemplares (paradigmas) y criterios genuinos de verdad, realidad y valor.

En la época romántica, el idealismo subjetivista de Fichte puede interpretarse como una especie de solipsismo. Aún hoy, el solipsismo aparece como una consecuencia del subjetivismo individualista, como una filosofía nihilista y larvada en el narcisismo contemporáneo del humano occidental, alentado por el halago incesante de la "internacional publicitaria", y para el cual no existen ni ideas, ni realidades, ni ideales universales, sino sólo los caprichos consumistas del yo (ego), de sus gustos y ocurrencias.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Alma en Platón y Heidegger


El pasado 10 de septiembre murió el profesor de Filosofía del IES de Vilches, Eduardo Ruiz Jarén. Leyendo uno de sus artículos publicados en ALFA (Revista de la Asociación Andaluza de Filosofía, AAFi, nº21) he encontrado este interesante comentario sobre el alma en Platón, en contraste con el Dasein (ahí del ser de la existencia humana), que trascribo más abajo como recuerdo de mi compañero y amigo.

La foto que he escogido para ilustrar su comentario es de una Pyronia cecilia (lobito jaspeado), ya muy gastada por el vuelo, libando en una flor de Matavid o tomillo blanco (Staehelina dubia), una escena de biodiversidad que todavía es posible en nuestras tierras, en padrones e islas silvestres, tierras demasiado colonizadas por el olivar.

El comentario plantea secundariamente el tema de la inmortalidad del alma. El principal argumento platónico para apostar por la inmortalidad (una "dichosa esperanza" para el hombre justo) es la afinidad o connaturalidad del alma y las ideas (Fedón).

Es posible que la palabra del griego antiguo "Psyché", de donde el cultismo español "psique", alma o mente, significase precisamente eso: mariposa. Al menos, esa es la lección filológica de Giner de los Ríos.


"La independencia -la autarquía- venía al alma platónica de su patria en el mundo de las ideas, a las que se emparentaba; y en consecuencia, ella no podía reencontrar en ese mundo nada verdaderamente extraño, a ningún extranjero. La razón, el logos, la facultad de mantenerse idéntica por debajo de las variaciones del devenir, formaba el alma de ese alma. Heidegger impugna acertadamente esa posición, pero deja el Dasein en el Mismo, como mortal. La posibilidad de nihilizarse es precisamente constitutiva del Dasein y también su ipseidad. Esa nada es su muerte, es decir, mi muerte, mi posibilidad más cierta (la de la imposibilidad), mi auténtico poder. Nadie puede sustituirme a mí para morir. El instante supremo de la resolución es solitario y personal".


Eduardo Ruiz Jarén. "Heidegger y Lévinas: dos filosofías, un mismo talante filosófico", ALFA XXI, diciembre 2007, pg. 18.


Requiem in pacem.

lunes, 16 de noviembre de 2009

ONTOLOGÍA Y EPISTEMOLOGÍA

A propósito del debate que se ha generado hoy en clase sobre la diferencia entre la Ontología y la Epistemología platónica, resumo ideas por si algo se nos ha quedado en el tintero.
En La República, Platón trata de plasmar sus inquietudes políticas vistos los desmanes que la Democracia de su ciudad, Atenas, cometía contra aquellos ciudadanos virtuosos, cual fue el caso de Sócrates. Por ello, este diálogo, lleva un segundo título "Acerca de la Justicia". Había que conseguir encontrar la perfección de la idea de ciudad, eterna y sin defectos. Sólo a través del conocimiento de esta idea permanente, el ser humano o, mejor dicho, el buen gobernante (el más sabio), podría administrar justicia y la paz sería posible. Es decir, motivos de tipo político y ético llevan a Platón a proponer la necesidad de alcanzar verdades absolutas, eternas, aquellas que no dependan de pareceres arbitrarios, locales, "relativos", sino que se presenten con necesidad y "objetividad".
En esta empresa Epistemológica, el recurso a los sentidos no podía ser de fiar, porque éstos nos enseñan un mundo en continuo cambio y devenir, como nos enseñó el maestro Heráclito. Teníamos que recurrir a la otra facultad humana de conocimiento: el Entendimiento. Con esta facultad, el ser humano puede conocer esencias (aspecto o lo común que ofrece una misma clase de entes), o al menos, se acercará a ese conocimiento. El problema que plantea la epistemología platónica es que necesita fundamentar las esencias como realidades. Esas esencias existen y por ello es posible el conocimiento objetivo, la Verdad, con mayúsculas.
Como vemos, para salvar el relativismo sofista y poder fundamentar la posibilidad del conocimiento de la verdad, Platón diseña una Ontología que habla de dos reinos: el visible (no verdadero) y el inteligible (el verdadero). En ellos podemos encontrar mayor y menor realidad y, paralelamente, mayor y menos verdad. Las Ideas son lo máximamente real y, por lo tanto, son los objetos que fundamentan el conocimiento verdadero, las Copias "no son" lo realmente real, pero se parecen a las Ideas, por lo que posibilitan un tipo especial de conocimiento que es la Creencia. Por último, tenemos los Simulacros que no pueden ser tenidos en cuenta dentro de lo que se parece a lo real, son falsos y son fruto de la Imaginación, pero que, hemos de reconocer que nos arrastran de una forma tal, que vivimos esclavos de su presencia (somos como esos "prisioneros").
La Ontología platónica, no siendo el objetivo de este Diálogo, termina siendo la base desde la que poder emprender las reformas políticas de la primera Utopía de la historia del pensamiento.

martes, 10 de noviembre de 2009

LA IDEA DE BIEN

En esta primera entrega que os hago llegar, voy a aproximarme a cuál debería ser la definición de la IDEA DE BIEN. La cuestión de las definiciones en filosofía es, desde mi punto de vista, central para desgranar el comentario de texto porque, a partir de los términos, podemos encontrar qué ideas, qué teorías están representadas en el texto en cuestión. No seáis, por lo tanto, rácanos en este apartado (el de definir), pero tened presente que sólo debéis apuntar la teoría para después desarrollarla en la Justificación filosófica.

En el primer párrafo de La República de la selección de textos que hemos (habéis) de comentar, nos introduce Platón la Idea de BIEN. Con ella, Platón, quiere mostrar a cualquiera que esté interesado en el conocimiento verdadero que es posible alcanzarlo si fijamos nuestro interés en esta Idea.

La Idea del Bien es lo máximamente real y, por ello, causa de lo verdadero. Si algo es máximamente real no puede por menos que imponerse al intelecto humano, que desea, anhela, encontrar la verdad para andar firme en el Cosmos, como el objeto de nuestro conocer. Por ello causa la verdad, porque nos ilumina en ese camino de búsqueda.
Como vemos, la Idea de Bien es principio ontológico y principio epistemológico y sus características serían las de cualquier Idea (recordemos que poseen las mismas características que el Ser de Parménides –incluida la rectificación de Meliso de Samos-), sólo que la Idea de Bien las tendría en grado sumo porque es definida como el Dios del Mundo inteligible. Este carácter especial es el que la encumbra hasta la cúspide del Mundo Inteligible y lo que lleva a Platón a establecer una jerarquía, un orden, dentro de este otro mundo trascendente. Las metáforas que utiliza en La República para referirse a la Idea de Bien es “el sol del mundo inteligible”, para ilustrar cómo es causa “vital” (causa ontológica) y cómo es causa de que podamos “ver” lo realmente real (causa epistemológica). Pero además, se presenta como causa de la bondad de las acciones privadas (causa ética) y de las públicas (causa política). De este modo, vemos cómo, efectivamente, la idea de Bien es la “piedra filosofal” sobre la que Platón es capaz de organizar todo un sistema de pensamiento que va a tener como meta principal la construcción de un Estado Ideal que toma como principio rector la Justicia.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Paginación Stephanus


"Al final de República 509b, Platón describe el bien como algo que no es esencia (ousía), sino algo que está por encima de la esencia (epékeina tês ousías) en dignidad (presbeía) y poder (dynamis)"

He puesto en negrilla el numerito que aparece en esta cita junto al nombre clásico de la Politeía platónica. Dicho numerito no refiere a la fecha de composición de la República, sino a la paginación estándar: la "paginación Stephanus".

Stephanus es uno de los nombres del editor parisino Henri Estienne (1528-1598), hijo y nieto de famosos impresores, fue quien realizó la primera edición completa de los Diálogos originales de Platón, en 1578. En todas partes del mundo, en todas las universidades y en todas las ediciones críticas de Platón, se citan los textos por la "paginación Stephanus".

La imagen que ilustra esta entrada es portada de una reedición de 1781 de la versión griega de Henri Estienne, y añade al texto griego la interpretación latina de Marsilio Ficino (un importante neoplatónico renacentista) y las referencias a Platón de la doxografía de Diógenes Laercio, historiador siciliano del siglo III d. C. que nos dejó una importante Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres (edición española en dos volúmenes de Teorema, Barcelona, 1985).

sábado, 31 de octubre de 2009

Cronología de la República



La mayoría de los eruditos aceptan que la República fue elaborada por Platón sobre un genuino "diálogo socrático" que trataba de la cardinal excelencia (areté): la Justicia: el libro I. Sin embargo, éste no debió ser compuesto por Platón antes del 390 a. C., es decir, cuando ya habían pasado nueve años desde la muerte del maestro (Sócrates), porque su forma es diferente de la de los primeros diálogos escritos por Platón, y ni siquiera puede decirse del libro I que sea "aporético" (que la discusión carezca de salida o quede sin solución), pues la tesis formulada por Sócrates sobre la justicia no es refutada hasta el comienzo del libro II. Este primer libro de la República habría sido compuesto por Platón antes de su primer viaje a Sicilia y de la fundación de la Academia (388-387 a. C.).

Por distintos motivos que tienen que ver sobre todo con la evolución de las ideas platónicas, Conrado Eggers (Introducción a la República, Madrid, 1992) concluye que su composición debió extenderse a lo largo de un periodo de quince o veinte años: desde el 390 hasta no mucho antes del 370. La obra estuvo concluida, pues, antes del segundo y tercer viaje de Platón a Sicilia (367 a. C. y 361-360, respectivamente), siendo el eje central de su época de madurez (385-370 a. C.).

Sobre los libros V-VII, su indicio cronológico más importante es un pasaje de VII (540a), donde Platón indica que no debe ser antes de los cincuenta años cuando los que hayan descollado siempre y por todos conceptos en la práctica y en el estudio sean llamados a la contemplación del bien en sí. Una afirmación así resulta comprensible sólo si el que la escribe, Platón, nacido hacia el 428-427 a. C,, ya ha cumplido los cincuenta.

Antes, en el libro V (471a-b) el escritor se ha referido a la crueldad de los tebanos, que destruyeron Platea en 374 a. C. Y en el libro VI los estudiosos han creído ver alusiones a obras del retórico Isócrates, como el Panegírico (ca. 380) o el Evágoras (posterior al 374 a. C.).

República VI, VII (508e-517c)



(Traducción Conrado Eggers Lan).
Gredos, Madrid 1992.


Libro VI

(508e)- Entonces, lo que aporta la verdad a las cosas cognoscibles y otorga al que conoce el poder de conocer, puedes decir que es la Idea del Bien. Y por ser causa de la ciencia y de la verdad, concíbela como cognoscible; y aun siendo bellos tanto el conocimiento como la verdad, si estimamos correctamente el asunto, tendremos a la idea del Bien por algo distinto y más bello que ellas. Y así como dijimos que era correcto tomar a la luz y a la vista por afines al sol pero que sería erróneo creer que son el sol, análogamente ahora es correcto pensar que ambas cosas, la verdad y la ciencia, son afines al Bien, pero sería equivocado creer que una u otra fueran el Bien, ya que la condición del Bien es mucho más digna de estima.
- Hablas de una belleza extraordinaria, puesto que produce la ciencia y la verdad, y además está por encima de ellas en cuanto a hermosura. Sin duda, no te refieres al placer.
- ¡Dios nos libre! Más bien prosigue examinando nuestra comparación.
- ¿De qué modo?
- Pienso que puedes decir que el sol no sólo aporta a lo que se ve la propiedad de ser visto, sino también la génesis, el crecimiento y la nutrición, sin ser él mismo génesis.
- Claro que no.
- Y así dirás que a las cosas cognoscibles les viene del Bien no sólo el ser conocidas, sino también de él les llega el existir y la esencia, aunque el Bien no sea esencia, sino algo que se eleva más allá de la esencia en cuanto a dignidad y a potencia.
- Y Glaucón se echó a reír:
- ¡Por Apolo!, exclamó. ¡Qué elevación demoníaca!
- Tú eres culpable, repliqué, pues me has forzado a decir lo que pensaba sobre ello.
- Está bien; de ningún modo te detengas, sino prosigue explicando la similitud respecto del sol, si es que te queda algo por decir.
- Bueno, es mucho lo que queda.
- Entonces no dejes de lado ni lo más mínimo.
- Me temo que voy a dejar mucho de lado; no obstante, no omitiré lo que en este momento me sea posible.
- No, por favor.
- Piensa entonces, como decíamos, cuáles son los dos que reinan: uno, el del género y ámbito inteligibles; otro, el del visible, y no digo ‘el del cielo’ para que no creas que hago juego de palabras. ¿Captas estas dos especies, la visible y la inteligible?
- Las capto.
- Toma ahora una línea dividida en dos partes desiguales; divide nuevamente cada sección según la misma proporción, la del género de lo que se ve y otra la del que se intelige, y tendrás distinta oscuridad y claridad relativas; así tenemos primeramente, en el género de lo que se ve, una sección de imágenes. Llamo ‘imágenes’ en primer lugar a las sombras, luego a los reflejos en el agua y en todas las cosas que, por su constitución, son densas, lisas y brillantes, y a todo lo de esa índole. ¿Te das cuenta?
- Me doy cuenta
- Pon ahora la otra sección de la que ésta ofrece imágenes, a la que corresponden los animales que viven en nuestro derredor, así como todo lo que crece, y también el género íntegro de cosas fabricadas por el hombre.
- Pongámoslo.
- ¿Estás dispuesto a declarar que la línea ha quedado divida, en cuanto a su verdad y no verdad, de modo tal que lo opinable es a lo cognoscible como la copia es a aquello de los que es copiado?
- Estoy muy dispuesto.
- Ahora examina si no hay que dividir también la sección de lo inteligible.
- ¿De qué modo?
- De éste. Por un lado, en la primera parte de ella, el alma, sirviéndose de las cosas antes imitadas como si fueran imágenes, se ve forzada a indagar a partir de supuestos, marchando no hasta un principio sino hacia una conclusión.
- Por otro lado, en la segunda parte, avanza hasta un principio no supuesto, partiendo de un supuesto y sin recurrir a imágenes -a diferencia del otro caso-, efectuando el camino con Ideas mismas y por medio de Ideas.
- No he aprehendido suficientemente esto que dices.
- Pues veamos nuevamente; será más fácil que entiendas si te digo esto antes. Creo que sabes que los que se ocupan de geometría y de cálculo suponen lo impar y lo par, las figuras y tres clases de ángulos y cosas afines, según lo investigan en cada caso. Como si las conocieran, las adoptan como supuestos, y de ahí en adelante no estiman que deban dar cuenta de ellas ni a sí mismos ni a otros, como si fueran evidentes a cualquiera; antes bien, partiendo de ellas atraviesan el resto de modo consecuente, para concluir en aquello que proponían al examen.
- Sí, esto lo sé.
- Sabes, por consiguiente, que se sirven de figuras visibles y hacen discursos acerca de ellas, aunque no pensando en éstas sino en aquellas cosas a las cuales éstas se parecen, discurriendo en vista al Cuadrado en sí y a la Diagonal en sí, y no en vista de la que dibujan, y así con lo demás. De las cosas mismas que configuran y dibujan hay sombras e imágenes en el agua, y de estas cosas que dibujan se sirven como imágenes, buscando divisar aquellas cosas en sí que no podrían divisar de otro modo que con el pensamiento .
- Dices verdad.
- A esto me refería como la especie inteligible. Pero en esta su primera sección, el alma se ve forzada a servirse de supuestos en su búsqueda, sin avanzar hacia un principio, por no poder remontarse más allá de los supuestos. Y para eso usa como imágenes a los objetos que abajo eran imitados, y que habían sido conjeturados y estimados como claros respecto de los que eran sus imitaciones.
- Comprendo que te refieres a la geometría y a las artes afines.
- Comprende entonces la otra sección de lo inteligible, cuando afirma que en ella la razón misma aprehende, por medio de la facultad dialéctica, y hace de los supuestos no principios sino realmente supuestos, que son como peldaños y trampolines hasta el principio del todo, que es no supuesto, y tras aferrarse a él, ateniéndose a las cosas que de él dependen, desciende hasta una conclusión, sin servirse para nada de lo sensible, sino de Ideas, a través de Ideas y en dirección a Ideas hasta concluir en Ideas.
- Comprendo, aunque no suficientemente, ya que creo que tienes en mente una tarea enorme: quieres distinguir lo que de lo real e inteligible es estudiado por la ciencia dialéctica, estableciendo que es más claro que lo estudiado por las llamadas ‘artes’, para las cuales los supuestos son principios. Y los que los estudian se ven forzados a estudiarlos por medio del pensamiento discursivo, aunque no por los sentidos. Pero a raíz de no hacer el examen avanzando hacia un principio sino a partir de supuestos, te parece que no poseen inteligencia acerca de ellos, aunque sean inteligibles junto a un principio. Y creo que llamas ‘pensamiento discursivo’ al estado mental de los geómetras y similares , pero no ‘inteligencia’ ; como si el ‘pensamiento discursivo’ fuera algo intermedio entre la opinión y la inteligencia.
- Entendiste perfectamente. Y ahora aplica a las cuatro secciones estas cuatro afecciones que se generan en el alma; inteligencia, a la suprema; pensamiento discursivo, a la segunda; a la tercera asigna la creencia y la cuarta la conjetura; y ordénalas proporcionadamente, considerando que cuanto más participen de la verdad tanto más participan de la claridad.
- Entiendo, y estoy de acuerdo en ordenarlas como dices.





Libro VII

(514a) -Después de eso -proseguí- compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.
- Me lo imagino.
- Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.
- Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
- Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?
- Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
- ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?
- Indudablemente.
- Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven?
- Necesariamente.
- Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos?
- ¡Por Zeus que sí!
- ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados?
- Es de toda necesidad.
- Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora?
- Mucho más verdaderas.
- Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran?
- Así es.
- Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos?
- Por cierto, al menos inmediatamente.
- Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.
- Sin duda.
- Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito.
- Necesariamente.
- Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.
- Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.
- Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?
- Por cierto.
- Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y «preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida?
- Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.
- Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?
- Sin duda.
- Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?
- Seguramente.
- Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto ; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia , y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.
- Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.