sábado, 28 de octubre de 2017

COMENTARIO AL TIMEO

Manuscrito medieval de la traducción del Timeo de Platón a partir de la versión comentada de Calcidio.

El sustrato material y la existencia de la forma

El lado débil de cualquier idealismo es su filosofía de la naturaleza. Sobre todo si pretende ser ciencia de la naturaleza, saber objetivo. La naturaleza resulta muy poco ideal para quien la conoce de cerca. No me refiero al conocimiento científico, que cuando es teórico resulta notablemente ideal (y
aquí el Timeo sigue teniendo algo que decir), sino al conocimiento directo del campesino, del jornalero, del cazador, del pescador, del granjero. Ni siquiera hace falta tomarse en serio la Evolución, la lucha de las especies por la supervivencia, para comprender que la naturaleza es un campo de batalla de fuerzas ciegas. Como la Natura-Dios de Spinoza, el mundo no parece responder a fines y, en este sentido, no es ni bueno ni malo.

Los idealistas no suelen saber mucho de la naturaleza ni prestan demasiada atención a la ciencia empírica. Tal es el caso de Hegel, cuya filosofía de la naturaleza no interesa hoy sino a eruditos o pedantes. Tal vez el caso del Timeo sea distinto. Primero, porque Platón es un escritor como la copa de un pino, un excelente literato, un sobresaliente poeta. Las denotaciones históricas pueden siempre
estallar en connotaciones intemporales, como imágenes móviles de la eternidad. El Timeo aún conserva una gran parte de la fuerza dramática de sus diálogos de madurez. 

En segundo lugar, porque seguramente tiene razón mi estimado colega José Monserrat; el Timeo no pretende ser saber natural o ciencia física, sino una propuesta para las ciencias físicas en general: “el eje vertebrador del diálogo no es la confección de una teoría física, sino la propuesta absolutamente nueva de una teoría de las ciencias físicas en general” (pg. 93, 1995).

El diálogo ofrece un punto de vista epistemológico bastante interesante desde una perspectiva postmecanicista, es decir, desde una idea que se represente el cosmos como un organismo, como un cuerpo con alma (pan ensychon). 

José Monserrat, reduce la propuesta platónica a un sistema axiomático:

A1: Ser =Def.: lo que puede ser captado por la inteligencia.
A2: Acontecer (devenir, generación) =Def.: lo que puede ser captado por la percepción.
A3: Principio de causalidad: “Todo lo que acontece, acontece necesariamente por alguna causa; es imposible, por tanto, que algo devenga sin una causa” (27e-29ª).
A4: El paradigma último del universo es el Bien, o la Belleza (28ª-31b; 53e, etc.).
A5: El mundo exige otro principio contrapuesto al anterior, la matriz o receptáculo material: el espacio o “nodriza”, elemento informe.

Así pues, tenemos dos principos, forma y materia: la Idea del Bien y el receptáculo o matriz al que in-forma.

Respecto a la legendaria “doctrina no escrita de Platón”, la indeterminación del sustrato material jugaría, frente a la unidad formal de la totalidad esféricamente limitada, el papel de elemento de multiplicidad e indeterminación. El papel protagonista de la materia en el Timeo es obvio. Tan central como la Idea del bien en la República. Platón descubre su radical indeterminabilidad

Aristóteles conservará esta idea y llamará a la materia-en-sí "el elemento sin ritmo". Plutarco recalcará: “Platón ha descubierto el último principio en que se encuentra fundamentando todo cambio cualitativo, al que actualmente se le denomina materia o naturaleza” (De defectu oraculorum, 19). Platón le llama el “recipiente de todo llegar a ser”, y dice de él “que es agitado y que agita como un instrumento que produce conmoción”. También parece identificarlo con el espacio (chóra), si bien -como ha señalado Friedländer- no se trata del espacio vacío, ni del espacio entendido “more
geometrico”, sino algo parecido a “espacio en el que algo sucede”, región del devenir; o bien a “un algo a modo de masa compacta en la que llegan a ser impresas copias”, o bien “la nodriza de todo llegar a ser”, “la propia esencialidad que soporta en sí misma a todos los cuerpos”, “semejante a una madre”. La materia es matriz sin figura, sólo puede ser captada por medio de un tipo de pensamiento bastardo o ilegítimo, como algo “que nosotros vemos como en un sueño”.

Platón radicaliza así la cosmología del to apeiron (lo indeterminado) de Anaximandro. La tercera esencialidad platónica –junto al mundo verdadero del ser y al mundo del devenir- es algo así como “espacio” y también algo así como “materia”; pero eso que sólo podemos pensar bien como dotado de cualidades “está lleno de fuerzas que ni son de igual clase ni de igual peso” y que provocan una permanente conmoción, algo parecido a lo que nosotros consideramos como “energía”. “Algunos –dirá Aristóteles- suponen un acto eterno, (enérgeian), como Leucipo y Platón; pues afirman que siempre hay movimiento” (Metafísica, XII, 6).

¿Puede celebrarse la concepción platónica de la materia como una anticipación intuitiva, lo rudimentaria que se quiera, del famoso “Principle of indeterminancy” de W. Heisenberg? En contraste con la física clásica, en efecto, la teoría cuántica ha llevado a la convicción de que las leyes naturales fundamentales sólo controlan un sustrato del que nosotros no podemos hacernos representación alguna. Por debajo del orden de los átomos, la realidad sólo admite una especie de determinación probabilística, estadística, el orden se mezcla con el caos, la necesidad con el azar.

La matriz es irreconocible para el pensar humano porque es algo distinto del orden, es “hecho bruto”, acontecer incierto, devenir efímero. Esto lo explica Platón diciendo que el receptáculo no fue creado por el Demiurgo, sino que estaba ya allí cuando comenzó su obra (53ª s.). ¿Cómo puede estar allí desde siempre, incluso antes de que el Demiurgo modele e informe, aquello cuyo ser es precisamente puro acontecer?

Según José Monserrat, Platón pasa a los principios propiamente cosmológicos, presentándolos como teoremas deducibles de aquellos axiomas:

T1 El mundo es generado (28b, por el A2 y por la tangibilidad y visibilidad del mundo).
T2 El mundo ha sido producido por una causa (28c, por el A3 y el teorema anterior).
T3 El mundo es bello (28ª-b, 29ª). Es bello porque es eterno y es eterno porque es bello.
T4 El mundo se rige por un principio de orden (30ª, por el A4).

El mismo texto incorpora la proposición de que en el mundo hay desorden. Poco después (47e), Platón introduce la noción de Necesidad o causa necesaria, condición ontológica de la imposición de formas.

T5 El orden del universo es una disposición de formas matemáticas.
T6 El universo es único (31ª-b).
Etc.

Nos interesa detenernos en el Teorema 5, que Platón consideraría que se deriva lógicamente de los axiomas fundamentales. Le daremos la vuelta y lo hipostasiaremos, puesto que ha sido este universo de formas, matemáticas o ideales, el que ha llegado a llamarse propiamente “mundo platónico”:

El orden primero y último de la realidad (primero en el tiempo, último en tanto que descubierto en el microcosmos por nosotros) es matemático. Verdaderamente, ¿existe un mundo compuesto por formas del que emergen los cuerpos? Cabría pensar que estas formas no sean aritméticas o geométricas, sino lógicas o dialécticas. 

Esta ha sido la posición reconocida de Gottlob Frege (1848-1925), fundador de la lógica contemporánea, cuando especuló con la posibilidad de un tercer mundo de objetos lógicos, un “tercer reino” (ein drittes Reich) en el que existen verdaderamente las constantes lógicas. En este reino subsistirían, al margen del tiempo y el espacio, el principio de identidad (A => A) o el de no contradicción: ¬ (A & ¬A), con independencia de los objetos físicos y de sus representaciones psicológicas. Dicho reino es más fundamental que el de los cuerpos y los estados mentales.

Las leyes de la lógica serían entonces las leyes de las leyes de la naturaleza, puesto que los principios de coherencia han de cumplirse en todo decir y en todo aseverar (enunciar proposiciones) para acreditarse como un decir verdadero. “Cuando se aprehende o se piensa un pensamiento, no se lo crea, sino que se entra en relación con él, que ya existía antes, de una determinada manera, que es distinta de la visión de un objeto y de la posesión de una representación” (G. Frege, citado por A. Deaño en Las concepciones de la lógica, pgs. 68-69).

“Este ‘ámbito del sentido’ no es ni el de las representaciones [mundo psicológico] ni el de los objetos del mundo exterior [mundo físico]: es un tercer reino, el reino de ‘lo objetivo, no-real’, de las ‘verdades eternas’. El lugar donde la lógica tiene su asiento” (A. Deaño, comentando a Frege, op. cit. pag. 71).

También Roger Penrose ha defendido recientemente con sólidos argumentos una tesis similar, si bien relativa a los objetos matemáticos. En su obra Las sombras de la mente se pregunta qué derecho tenemos a decir que el mundo platónico existe o si sólo será un cajón de sastre de conceptos abstractos a los que los matemáticos llegan de vez en cuando. 

Penrose afirma que la existencia del mundo platónico de las formas matemáticas descansa en la naturaleza profunda, intemporal y universal, ya que sus leyes son independientes de quienes las descubren. Para Penrose, el mundo de la realidad física emerge casi misteriosamente del mundo platónico de las matemáticas; en segundo lugar, seres con capacidad de percepción y mente surgen a partir de una parte mínima del mundo físico; y, tercer misterio, la mentalidad humana es capaz de “crear” o, más bien, es capaz de descubrir conceptos matemáticos, con poder para explicar los sucesos del mundo físico con increíble detalle y exactitud. 

De hecho, “desde la época de Platón, el papel subyacente de las matemáticas en la estructura percibida y en el comportamiento real de nuestro mundo físico ha aumentado enormemente”. Y Penrose pone como el ejemplo más impresionante de todos la relatividad general de Einstein, la cual prueba la profunda unidad subyacente entre las matemáticas y la marcha del mundo. Einstein descubrió la relación matemática precisa en la propia estructura del espacio y el tiempo, la más
fundamental de las nociones físicas.

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La dirección de la flecha 3 en el esquema diseñado por Penrose (cfr. supra) es una concesión a Kant, quien suponía que nosotros aplicamos las estructuras formales de nuestra intuición imaginativa a los datos sensibles, así como los conceptos a priori de nuestro entendimiento (categorías) a los fenómenos resultantes, para construir, según la forma del sujeto, los objetos científicos. Pero Penrose hace esta concesión de mala gana, reconociendo su convección de que “el mundo de las formas  perfectas es primario” (pg. 439).

Los otros dos mundos, el físico y el mental, son sólo sus sombras (incluso alude directamente a la Alegoría de la caverna). También reconoce que la existencia formal y sempiterna de las formas matemáticas puede ser coextensiva a conceptos ideales como “lo bueno” o “lo bello", aunque él no es un especialista en estas cuestiones, sino un catedrático de matemáticas de la universidad de Oxford, de modo que no constituyen su interés particular.

Pero el Timeo mantiene la orientación política y ética de toda la filosofía platónica. Toda la estructura del diálogo depende de una perspectiva teleológica, finalista: explicar la creación del hombre para dilucidar un estado político en consonancia con su naturaleza. Si se alude a la fundamentación  ontológica de la física es para cimentar sobre ella ética y política. Tal vez otro día nos referiramos a ello y al papel del Demiurgo en esta historia, en la que mito y lógos ya no se contraponen, sino que el mito es una de las formas que puede asumir el lógos.

Bibliografía consultada o citada

Paul Friedländer. Platón. Verdad del ser y realidad de vida, cap. XIV: “Platón como físico del
átomo”. Tecnos, Madrid, 1989.
José Monserrat. Platón. De la perplejidad al sistema, Ariel, Barcelona, 1995.
Roger Penrose. Las sombras de la mente, Crítica, Barcelona, 1996.
Platón. Diálogos, VI. Gredos, Madrid, 1992, con introducción y traducción de Francisco Lisi.

1 comentario:

  1. En mi concepto, la primera parte del discurso de Timeo, que termina donde éste advierte que de ser el mundo físico visible y tangible necesariamente se sigue que la proporción geométrica reina en él; prueba que las formas platónicas son meramente matemáticas.

    Otra cosa, creo, es que los principios de identidad (igualdad o equivalencia) y no contradicción sean, comunes a la lógica y la matemática (entendida como problemática).

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