El joven Eugenio D'Ors dibujado por Ramón Casas |
PERFIL COMPLEJO
"Yo no soy un libro hecho con reflexiónyo soy un hombre con mi contradicción"E. D'Ors
La fanática subcultura de la cancelación y el maniqueísmo oficial -a veces de estirpe agustinista-, se han conjurado para considerar a Eugenio D'Ors (1881-1954) un ángel caído de la literatura y de la filosofía española, traidor por añadidura al catalanismo, y eso aunque se haya acreditado como un monumento bizarro de la cultura universal. Su figura aparece en los mass-media tan admirable como aborrecible, tan ególatra como imprescindible; su biografía con las contradicciones propias de un alma que -como la de Séneca- quiso y no pudo nadar contra corriente, aun pensando originalmente en medio de la mediocridad, en mitad del torbellino de una edad turbulenta, repleta de extremismos y atrocidades.
Catalanista convencido hasta 1920 (noucentisme). Evolucionó de dandi barcelonés a caballero falangista. Nombrado Jefe de Bellas Artes por el caudillo, reorganizó el Museo del Prado y montó juegos florales y solemnes procesiones para exorcizar reliquias dañadas por el vandalismo revolucionario. Pero que nadie se engañe, D'Ors era más pagano que cristiano, lo que no le impidió elaborar una Teología de los ángeles custodios. "Ángel" es para D'Ors el análogo de la sobreconsciencia freudiana, el ideal del yo. Como su amigo Ridruejo, se esforzó por airear con el viento de la Edad de Plata las lúgubres habitaciones del primer franquismo, como maître à penser de una derecha conservadora pero civilizada, ilustrada, tan rara en España; lo que no le salió barato.
Durante décadas elevó la anécdota a categoría con su Glosari, primero en catalán, luego Glosario en español, cuando, al tanto de la magnitud terrenal de la Hispanidad, pues viajó en 1921 por Hispanoamérica, aspiró a ser oído en una esfera de radio muy superior, dando muestras, no obstante, de su extraordinario seny (la eventual, episódica y añorada sensatez y ecuanimidad catalana).
Maestro del Periodismo de Ideas, entre Goméz de la Serna y Ortega inexpugnable, escritor tan estiloso como portentoso, conceptista, barroco, culterano como el aragonés Gracián, ironista y extra-académico, aunque sin renunciar al didactismo. Por su sobresaliente altura intelectual, políglota y polímata erudición, por su autoridad como crítico de arte, mereció la invitación de Paul Desjardins a las selectas reuniones de Pontigny, la abadía cisterciense en que discutían Thomas Mann, E. R. Curtius, André Malraux, Paul Valéry, Max Scheler, Alberto Moravia...
Allí resucitó D'Ors el valor del Barroco como estado del alma y "eón" estético (eón = constante histórica) que imita los procedimientos de la naturaleza y devuelve a la columna su condición de tronco de árbol. Defendió el eón barroco contra el vituperio de Benedetto Croce que consideraba el barroco una variedad de lo feo o contra la opinión de quienes lo tenían por reflejo de la decadencia del imperio español. El resultado fue la monumental obra: Lo barroco (1931).
Aliado en su juventud con el nacionalismo de Joan Maragall (1860-1911) participó en la Reinaxença modernista, contra el positivismo, proponiendo en lo político una autonomía federalista de Cataluña. Rechazó tanto el romanticismo como el naturalismo rural y la concepción profética del poeta, que asumió sin embargo su contemporáneo: el vasco Juan Larrea (1895-1980), más joven que él. En contra del centralismo, D'Ors fue el intelectual más importante del noucentisme que acentuaba el particularismo catalanista. Inventó el término: de nou, nuevo y nueve, que oponía el siglo XX al XIX, siglo aquel post-romántico, historicista y positivista por excelencia.
Siempre defendió la cultura frente a la naturaleza salvaje. Introdujo en España la "Ciencia de la Cultura". Prefería como Oscar Wilde el arte frente a la espontaneidad, la armonía civil y la jerarquía frente a la masa (cfr. su novela La ben plantada). En aquella época rechazaba incluso el bilingüísmo catalán, una riqueza de Cartaluña que hoy, quienes le desprecian, quieren reprimir.
Con la muerte de Prat de la Riva y la dictadura de Primo de Ribera, se eclipsa el movimiento noucentista y cambia la postura de D'Ors. En 1904 se doctora en Derecho por la universidad de Barcelona, marcha a la Sorbona, a Bruselas, Heidelberg y Munich, y en 1905 inicia su Glosari firmando como Xenius, que tendrá su continuidad hasta 1920. Antes, en 1913, se doctoró en Filosofía y Letras por la universidad de Madrid con una tesis sobre "Las aporías de Zenón de Elea y la noción moderna de espacio y tiempo". D'Ors cultivó en Madrid (h. 1923) el trato con intelectuales y artistas como Rubén Darío, Juan Valera, Menéndez y Pelayo, Maura, Menéndez Pidal o Giner de los Ríos. En 1904 inició una relación epistolar con Unamuno, a quien consideraba "abogado defensor de la imaginación en la investigación científica".
Decisivo para su cambio de posición política fue el hecho de que en 1914 le negaran una cátedra de Filosofía en Barcelona. Aquello fue un escándalo nepotista, como es frecuente en nuestras universidades. Ortega y Gasset le desagravió y le homenajeó. La única docencia que pudo llevar a cabo fue en la Escuela superior de bibliotecarios, donde comenzó a elaborar su Ciencia de la Cultura. En 1917 se produjo una conspiración dentro del Institut d'Estudis Catalans contra él, a quien defenestran como secretario a la muerte de Prat de la Riva.
D'Ors tenía un fondo revolucionario que lo hizo simpatizar con el movimiento obrero y sindical y, luego, con el sindicalismo falangista (no "fascista", como se dice hoy, tan negados como estamos para los matices y tan proclives al insulto). En su compleja mente se mezclaban el sindicalismo y la añoranza del imperio con sus notas de autoridad y jerarquía; en lo estético, orden y medida. En 1937, el castellano (español) significaba para él, ya novecentista, cosmopolitismo universalista y europeizante; y "catalán", ruralismo romántico, pero también mediterraneidad, la cual siempre apreció.
Autores hay que lo asimilan a la Generación del 14 con Ortega a la cabeza. José Luis Abellán llega a decir que será Ortega quien lleve los planteamientos orsianos del "novecentismo", como sensibilidad vital opuesta al racionalismo positivista, hasta sus últimas consecuencias restaurando una especie de "idealismo casi religioso" (1); otros hablan de una "Escuela de Barcelona" desde D'Ors a Joaquín Xirau (José Gaos et al.). El caso es que la ecuación D'Ors-Ortega pugnaba por la modernización de España y la regeneración de su atrasada cultura. La Revista de Occidente publicó sus "Tres horas en el museo del Prado". ABC publica su Glosario (1924-1934) y Eugenio marcha a París como representante español en una institución cultural de la Sociedad de Naciones. En la capital francesa se embebe y dialoga con el pragmatismo. Escribe también en francés.
Quiso mantenerse distante, pero no pudo. Así que se involucró hasta mancharse. En 1938 se adhiere al Movimiento contra la República. Escribe en Arriba. Es nombrado secretario perpetuo del Instituto de España y coordinador de las Reales Academias, Director de Bellas Artes en 1953, recuperador del Prado y, por fin, catedrático de la universidad de Madrid con su Ciencia de la Cultura (1952), poco antes de su muerte.
Antes de "cancelarlo" por sus "errores" históricos, téngase en cuenta que D'Ors fue también maestro de José L. López Aranguren, que fue expurgado de la universidad española y exiliado en Usamérica por mostrarse a favor de las revueltas estudiantiles contra la dictadura en los años sesenta. Aranguren le dedicará su primer trabajo de envergadura (1944) "El pensamiento filosófico de Eugenio D'Ors" que luego publicó como monografía con el beneplácito del maestro. El lector interesado puede descargar y leer mi recensión de esta obra en el número 28 (2009) del Boletín Millares Carló. Lo que en 1981 seguía apreciando Aranguren de D'Ors no era su posición política conservadora, sino su agudeza de visión, la imaginación para el concepto y su intuitiva interdisciplinariedad.
Conjuntivitis, JBL 2022 |
BREVE SINOPSIS DE SU SISTEMA
D'Ors escribió sustanciadas obras filosóficas desde La filosofía del hombre que trabaja y juega (1914) hasta El secreto de la Filosofía (1947). Su pensar empieza siendo asistemático, aunque desde una perspectiva original y coherente. Muestra en sus primeros escritos pasión por la luz, la claridad y el equilibrio, mediterraneidad (Heliomaquia o combate por la luz).
Su pensar figurativo pretende una equidistancia y una superación tanto del irracionalismo romanticoide como del racionalismo mecanicista, poniendo de manifiesto la inadecuación de lo real y lo racional. Aspira a un conocimiento vivencial. La razón figurativa, formal y concreta, pretende un conocimiento que sea a la vez genérico e individual: noción y retrato; análogo al dibujo, que media entre el guarismo y la pintura. Eco del espíritu geométrico. Lo ideal es lo vivo sensorracional.
La filosofía es por tanto visión y dibujo, cifra, su eje son las figuras de la inteligencia, mediadora entre los conceptos vacíos y las imágenes sensibles, la inteligencia que capta el logos, lo racional, oculto en la corriente vital. D'Ors se aplica al arte de mirar, pues no se comprende sin ver, ni se ve sin comprender. Fondo y concepto son inseparables y hay que aprender a pensar con los ojos, pues para ver hay que idealizar y todo conocimiento es reconocimiento. En la idea, la nota intuitiva y la conceptual están indiscerniblemente entrelazadas.
La filosofía de D'Ors está transida por un sentido de orden, de unidad y eternidad. Se enfrenta al historicismo que sometió todo pensar a la corriente del tiempo. Propone la contemplación sub specie aeternitatis, bajo la consideración de lo eterno, sin por ello negar la realidad de lo histórico. El tiempo es ritmo cíclico y el pensar es ascensión hacia lo eterno, sentir el ángel que se lleva dentro. Por eso la distancia, la lejanía es la mejor garantía de la presencia y el primer deber del paisajista es no formar parte del paisaje.
La unidad está presente en El hombre que trabaja y juega; la variedad en el Glosario; la acción en la Heliomaquia, es decir, en la lucha por la cultura. El sistema filosófico de D'Ors se ordena en una Dialéctica (Novissimum organum, tributario de Sócrates y Hegel); una Poética o doctrina de la personalidad y la creatividad; y una Patética, doctrina del alma, del noûs pathetikós, ciencia psicológica. Con dos aplicaciones: la ciencia de la cultura (filosofía de la historia) que busca la verdad en las cosas creadas; y la angeología, contribución dorsiana a la teología.
DIALÉCTICA
Las palabras, además de tener sentido, forma y significado, tienen un movimiento, un impulso de enlace que es fuente de metáforas y figuraciones, una fuerza de proliferación que capta nuestra mente y hace posible la ironía. "Ciudadano de la república de la ironía", se llamó a sí mismo Eugenio D'Ors. La ironía corresponde a la plasticidad del mundo, pues nada hay autónomo, ni siquiera el cerebro. En todo nombre se halla una figuración. Y en todo léxico, especialmente en el filosófico, hay un mínimo de equívoco. Ninguna palabra es un símbolo definitivamente clausurado, ostenta siempre un carácter metafórico, por eso "todo verdadero escritor escribe en perpetuo neologismo". "Ni todo está dicho, ni todo está por decir. Todo está dicho a medias".
Toda sabiduría se nutre de la dialéctica como diálogo: con el pasado (erudición), con el futuro (hipótesis), con la projimidad y la circunstancia en y contra la cual existe, se pule o desbarata la figura de cada individuo en su existencia.
Distingue entre razón e inteligencia. La razón es el instrumento de la ciencia, la inteligencia de la filosofía que aspira a un conocimiento integral que integra la emoción y se implementa en la vida. La conjunción de ambas facultades es el seny. La Razón, entendida en general es como una elipse con dos focos, uno es la razón pura, lógico-matemática; el otro foco es el noûs vital. La "razón pura" misma nace de una fuente impura que es la idea de orden, entendido este como condición expresiva de la inteligibilidad del Ser.
Por eso D'Ors sustituye los principios de no contradicción y de razón suficiente por los de participación y función exigida. El Principio de función exigida enuncia que "todo fenómeno es la relación anterior concomitante o a posteriori con otros fenómenos", es decir, que "todo fenómeno es un epifenómeno"; el Principio de participación, que "todo ser participa en la realidad de otro", con sus corolarios de síntesis y jerarquía. Diríamos que el principio de no contradicción (¬ (A & ¬ A)) es para el catalán lógicamente relevante, pero no ontológicamente dada la fluencia dinámica de la realidad.
POÉTICA
La filosofía puede elegir cualquier cosa como objeto. En su conocimiento, la filosofía procede de modo circular. No demuestra, sino que intelige desde la coherencia del orden; persuade, buscando una adhesión vital y atenta a los matices. El pensar filosófico expresa y crea figuras, incluso mitos. Sus figuraciones alcanzan la condición de símbolos si no poseen un vínculo completamente arbitrario con el objeto constante en el tiempo. Los símbolos añaden luz, clarifican. (Vemos aquí un precedente a la atención prestada por Eugenio Trías al "suplemento simbólico" de la sabiduría en La edad del espíritu). Si se condensa aún más el sentido del símbolo, D'Ors habla de numen.
El juicio capta la realidad, la nominación la plasma, la figura la define y el símbolo la encarna, el numen y el mito la personalizan y vivifican. Un ejemplo de númenes relevantes en la obra crítica y estética de D'Ors son Roma (lo clásico) y Babel (lo barroco). El numen actúa como un eón. Los eones son entidades que, como los memes de Dawkins, cobran vida en las esfera de la cultura.
El Yo es resistencia a la naturaleza y libertad inobjetivable, potencia creadora. Es imposible la libertad sin la capacidad real de colonizar o apropiarse del medio. El yo espiritualiza así a la naturaleza (desde luego no se puede espiritualizar un árbol cortándolo). Pero a la potencia de lo que quiero, se opone la resistencia de la naturaleza. Y, a veces, la voluntad, por débil o impulsiva, es obstáculo de la libertad. El mal objetivo es la resistencia irreductible.
La naturaleza es resistencia y fatalidad, nuestra misma naturaleza está dominada por la inercia y la pasividad de lo subconsciente o infraconsciente (la Bestia, Satán). Mi propio cuerpo es resistencia a la libertad. El esfuerzo del humano para dominar(se), por regir desde el ángel de lo supraconsciente, se expresa en el mundo mediante el conocimiento, el trabajo y el juego, faena gratuita pero inteligente. Sobre los instintos, reina la vocación. "Vivir es gestar un ángel para alumbrarlo en la eternidad" (Introducción a la vida angélica, Madrid 1987). Pensar filosóficamente es dialogar con el ángel, potencia irradiante que sustantiva la libertad como daimon o numen y que supone ya una conciencia sin yo.
D'Ors y María Pérez Peix |
EL SECRETO DE LA FILOSOFÍA
Siete años antes de su muerte publica D'Ors El secreto de la filosofía (1947), donde ensaya una sistematización coherente de su filosofía. Aquí expone que el orden es una conjunción de ley y libertad; el mundo, unidad y variedad; no un reloj ni una máquina, sino una sintaxis. Por eso, cada afirmación del saber acoge la contraria, no como sucesora (Hegel), ni como esclava (Platón), sino como honrado huésped.
Contra el principio de razón suficiente arguye que el efecto nunca se explica totalmente por la causa. D'Ors ensaya la exploración de las dimensiones de lo real no reductibles a cantidad. Por ideas capta la inteligencia el universal concreto que se personifica como numen, igual que las percepciones captan los fenómenos. El principio de participación no pretende en Eugenio D'Ors disolver la sustantividad de los nudos en la red ni las sustancias en relaciones. Los racionalistas se equivocan al buscar el numen en lo abstracto. La abstracción destruye el numen. Del numen cabe una explicación inteligente, pero no estrictamente racional, inteligente quiere decir ordenada y donde cada objeto ha de tener un nimbo real. "Nimbo" es ese halo de luz que rodea la cabeza de los santos, que es y no es el santo.
D'Ors distingue entre una natura naturans (selva inhabitable) y la natura aulica, valorizada, adoptada y adaptada por el hombre que trabaja y juega (jardín), es decir (re)creada y poética, inventada gracias a la razón, la imaginación y la acción humanizadoras, en donde la razón pone su riguroso orden; la ética, el fin bueno; y la estética, lo bello. El proyecto de la cultura, sus vicisitudes históricas, se organizan en un orden y jerarquía que escapa de las cárceles de la necesidad. Es la historia como aventura humana.
Se ha hablado del pragmatismo de D'Ors ("la actividad es garantía de la verdad"), o de su realismo, por contraste con el nominalismo del que proviene la "angustia existencial" que tan poco tiene que ver con su pensamiento ludista, irónico e ilusionante. También hay quien ha subrayado la proximidad de sus planteamientos a los de la Escuela analítica. La verdad es que D'Ors es él mismo, singular e inencuadrable.
Atento a la ciencia de su tiempo, D'Ors reniega no obstante de la fatalidad de la inmanencia, en la que se encerró Spinoza por llevar el abstraccionismo racionalista hasta sus límites panteístas, ya que para el sefardita no había más seres que el Ser (Deus sive Natura), y con ello absorbe al individuo en la especie y a las especies en los géneros, y todo género en el Supergénero.
Por otra parte, el conocimiento sin la potencia de pensar es mera erudición, mientras que el pensar sin conocimiento es simple logomaquia, galimatías pretencioso: "En lo abstracto-concreto nada más, en lo creativo-documentado tan sólo, vive y resplandece la sabiduría".
LA CIENCIA DE LA CULTURA
La Ciencia de la cultura será la disciplina orsiana por excelencia, nacida en la Escuela de Bibliotecarios de Barcelona, por él fundada, y en la Escuela Social de Madrid, de la que fue promotor, en 1953 se organiza como cátedra en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad de Madrid.
La grafología es a la personalidad, explica D'Ors, lo que la morfología es a la cultura. Para explicar su dinamismo se vale de las figuras de los eones (constantes históricas) dispuestos en pares: Roma / Babel, clásico / barroco, femenino / viril, ecúmeno / exótero (lo exótico), etc. También concibe eones mixtos, y dominantes formales o estilos, que pueden ser locales, temporales y de cultura. Todas estas figuras entran en complejas estructuras situacionales.
Atribuye a las antiguas culturas grecorromanas el surgimiento de la noción (o meme) hombre, en Roma fermentó el germen de la solidaridad cosmopolita y el ecumenismo cristiano, la idea-sentimiento de la fraternidad humana y el principio del Derecho (dura lex, sed lex); al medievo pertenece la noción de sociedad como comunidad; la noción de Estado, a la modernidad; siendo las nociones de pueblo y cultura contemporáneas (hoy ya se habla más de "gente" que de "pueblo", que era noción romántica). Distingue entre un homo faber, un homo sapiens y un homo aulicus y entre una cultura del hacer (Machenkultur), otra de conocimiento (Kennenkultur) y una tercera de los valores (Wertenkultur).
La Ciencia de la Cultura se puede interpretar también como sinopsis (visión de conjunto) metahistoria o filosofía de la historia. D'Ors habla de una sola cultura, pero distintas civilizaciones. Nosotros preferimos usar estos nombres de "cultura" y "civilización" al contrario. Pensamos en una única civilización caracterizada por los ludi tolerados del teatro, la práctica científica libre y la democracia social-liberal, de amplias clases medias. La verdadera civilización ampara al ciudadano, como sujeto autónomo con propiedades, no es reino de súbditos ni congregación de fieles, y es susceptible de integrar diversas culturas cuyas costumbres pueden ser valoradas y jerarquizadas éticamente, en rechazo del relativismo extremoso del "todo vale" (incluso, para el relativismo, valdría la mutilación femenina si forma parte de una cultura consolidada por el tiempo o su extensión).
Por desgracia, el originalísimo y sugerente análisis de D'Ors quedó inacabado. Lo que alcanzó a escribir se publicó en 1964, diez años después de su muerte. Su seny ensayó meritoriamente la superación de la aporía entre el logos y el lirismo, entre el Ser-Uno de Parménides y el diverso bio-devenir de Heráclito.
Gonzalo Fdez. de la Mora, que interpreta la filosofía del españolísimo catalán como un ironismo memorable, pero no cree que el "principio de figuración" orsiano pueda sustituir en filosofía al principio de no contradicción (tampoco D'Ors negaba al principio de no contradicción un valor estrictamente lógico). Sin embargo De la Mora admite como valioso de la filosofía orsiana casi todo lo demás:
Las cosas físicas se le manifiestan al hombre como maleables y borrosas; el lenguaje es constitutivamente ambiguo. El mundo es inagotable y jamás será conocido exhaustivamente. Apenas podemos contar con tesis definitivas, sólo con probabilidades. El pensamiento exige el diálogo y debe tratarse de integrar al contradictor. Y sobre todo, las cosas son singulares y dinámicas por lo que es imposible entenderlas o expresarlas cabalmente mediante abstracciones o conceptos estables. O sea, el saber humano es mera aproximación.
Esto no quita para que consideremos la aproximación de D'Ors filosóficamente sobresaliente y universalmente valiosa y, muy especialmente, su filosofía de la cultura y el arte como un hito decisivo, olvidado y obscurecido por prejuicios políticos, canceladores.
Notas bibliográficas
(1) José Luis Abellán. Historia crítica del pensamiento español 5/III. "De la gran guerra a la guerra civil española (1914-1939), Espasa-Calpe, Madrid 1991, pg. 72s.
(2 ) Fernández de la Mora, Gonzalo. Filósofos españoles del siglo XX, Planeta, Barcelona 1987.
- González, Antonio. Eugenio D'Ors. El arte y la vida. FCE, Madrid 2010.
- Sobre el talante irónico en general y orsiano en particular: JBL, "Talante irónico" en NuevoDiario.
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