Antecedentes
"Nihil est in intellectu quod non prius fuerit in sensu", es la fórmula que sintetiza el punto de vista empirista que era tradicional en la tradición aristotélica: No hay nada en la inteligencia que no haya pasado antes por los sentidos. En efecto, el filósofo francés John Locke (1632-1704), fiel a la tradición peripatética, se opuso al innatismo cartesiano: no existen ideas innatas, nuestra mente es una tabula rasa, un pizarra en blanco cuando nacemos y la experiencia es límite del conocimiento, tanto respecto a su alcance como a su certeza.
El empirismo escogerá la perspectiva psicológica (psicologísmo) para explicar cómo adquirimos y concebimos nuestras ideas por su génesis sensorial. Nuestros conocimientos complejos son producto de impresiones sensibles y recuerdos asociados mecánicamente por nuestro cerebro. Locke distingue entre ideas simples y complejas, entre los átomos del conocimiento (de sensación o de reflexión) y las ideas complejas de sustancias, modos de ser y relaciones, que resultan de la combinación de ideas simples. No renuncia por ello a las ideas de mundo (o de cosa sustancial), del yo y de Dios, que eran los objetos de la metafísica tradicional. Dice que de la cosa (ens, sustancia) tenemos una certeza sensitiva, del yo (alma) intuitiva y de Dios demostrativa, en todo caso el ente, el yo y Dios son causas supuestas de nuestras experiencias, anticipo de la consideración kantiana de estas ideas como postulados dialécticos.
Con el paréntesis de la original metafísica del obispo Berkeley (1685-1753) que tanto estimulaba la imaginación de Jorge Luis Borges, David Hume (1711-1776) llevó el empirismo de Locke hasta sus últimas consecuencias lógicas. Conviene precisar que los empiristas anglosajones no fueron menos racionalistas que sus colegas continentales (Descartes, Spinoza o Leibniz), sólo que no creían -como tampoco creyó luego Kant- en una ciencia por puros conceptos y sin asiento en la experiencia, el ensayo..., el experimento. Difieren por tanto en la noción misma de razón.
Los empiristas pretenden, por decirlo así, limitar "las impertinencias" de la razón, "sus sueños". Aplicando el principio de pertinencia empirista, Berkeley negó la existencia de la sustancia material mediante un silogismo que se ha hecho famoso:
Primera premisa: Nosotros percibimos ideas, no sustancias. Sabemos que nuestras ideas son representaciones, pero no tenemos experiencia de aquello de que son representaciones (tengo en mí la imagen visual, táctil, olfativa... de la manzana, pero no la manzana en sí ni la materia de que está hecha).
Segunda premisa: Conocemos las cosas, puesto que la ciencia existe y avanza.
Conclusión: Ergo las cosas son ideas... ESSE EST PERCIPI, Ser o existir consiste en ser percibido o concebido idealmente. Las cosas no dejan de existir porque yo las pierda de vista o las deje de recordar, simplemente, siguen existiendo mientras Dios las siga pensando.
De este modo, y paradójicamente, el realismo empirista producía un idealismo absoluto.
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Callejuela de Edimburgo. Hume frecuentaba la taberna de la derecha |
Hume y el carácter imaginario del YO
Berkeley ponía en duda la existencia de la materia porque no la percibimos, la 'res extensa' de Descartes, Hume irá más allá y pondrá en duda la existencia o realidad de las otras dos sustancias objeto de la ontología tradicional: el Yo y Dios. Su escepticismo y agnosticismo le granjearán enemistades e impedirá su profesión en la universidad. Será considerado un infiel, un ateo.
Hume se limitó a aplicar radicalmente el criterio empírico de pertinencia: sólo son claras y distintas (criterios cartesianos de razón) las ideas que denotan impresiones fenoménicas. Por supuesto, Hume admite una experiencia íntima, interna (fenómenos de reflexión). Pero por mucho que reflexiono sobre el yo, no hallo una experiencia idéntica y simple de tal sujeto, por consiguiente no es ni un fenómeno de reflexión ni una idea racional (clara y distinta), sino un producto de la imaginación y de la memoria (nuestras facultades representativas). El yo es "a heap, a bundle of different perceptions", un haz o manojo de percepciones, más parecido al escenario de un teatro en el que ocurren y se suceden sensaciones, impresiones e ideas, que a algo sustancial, idéntico a sí mismo y permanente. Sólo que asociamos tales estados diversos según costumbres y creencias, refiriéndolos a un yo imaginario, cosa que es muy útil en la práctica.
Asociada como está a las pasiones, la imaginación tiene un gran imperio sobre nuestras ideas. La memoria, por su parte, relaciona unas impresiones con otras facilitando la formación de ideas generales:
- Por semejanza: león-puma (incluidos por semejanza en la idea compleja de felino).
- Por continuidad: Sierra de Cazorla-Sierra de Segura.
- Por causalidad: Velázquez-Meninas; relámpago-trueno.
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La causalidad según Hume, Del Atlas de Filosofía, P. Kunzmann et al. Alianza 2003 |
EL PRINCIPIO DE CAUSALIDAD
Es segura la importancia de la relacion de causalidad en la construcción de la ciencia que Aristóteles definió como explicación de los acontecimientos por sus causas. Hume profundiza analíticamente en el concepto de causa y en el de Principio de causalidad: "Cuanto llega a ser ha de tener una causa", principio que, no lo olvidemos, permitía a Tomás de Aquino derivar la existencia de un ser necesario a partir de la contingencia del mundo, etc., en sus célebres Vías.
Nos detendremos en la historia de este importante principio de causalidad: Para Platón, las primeras causas no eran materiales ni mecánicas, sino inteligibles. En el Timeo se distingue entre las primeras causas inteligibles y las segundas sensibles. Las causas son modelos (paradigmas) que causan por su perfección productiva, no por acción mecánica. Las causas ejemplares del platonismo se insertan en una teleología, en un finalismo metafísico. También en Aristóteles, los seres tienden por naturaleza a la perfección final en tanto entelequias o formas que contienen fines propios, naturales. Aristóteles distingue cuatro causas: material, agente, formal y final, que concurren en la producción de algo. Una cosa es causa sólo si es sustancia. Las cuatro causas son modos de manifestación de las sustancias, de ahí la consideración ontológica y sustancial de la causalidad.
Para Tomás de Aquino, "causa es aquello a lo que algo sigue necesariamente". Distingue el dominico entre el sentido intelectual de "causa" como principio del que se siguen unas consecuencias y su sentido real como principio del que se siguen efectos. Como hemos recordado, usó el principio de causalidad para demostrar la existencia de Dios como causa necesaria del movimiento, la existencia, el orden y la perfección diversa de los seres (que podrían no ser sin un Creador).
En su Nueva Física, Galileo interpreta la causalidad como producción, aun suponiendo la existencia de un sujeto agente. Se pasa a la causalidad entendida como relación matemática.
La doctrina de Leibniz respecto a la causalidad es formidablemente compleja, como principio epistemológico el alemán afirma: "Jamás ocurre nada sin que haya una causa o al menos una razón determinante, es decir, que pueda dar razón 'a priori' de por qué eso existe en vez de no existir, y por qué es así en vez de ser de otra manera" (Teodicea, I, 44). Si bien las verdades de razón (lógico-matemáticas) atienden a un orden necesario y esencial, las verdades de hecho, que refieren a hechos contingentes y existencias (que podrían no haber sucedido o no ser) se basan en un principio de razón suficiente (lo contrario no es imposible), y hallan su fuente metafísica en la voluntad divina.
Causalidad metafísica y causalidad empírica
El principio de causalidad interpretado metafísicamente suponía la idea de conexión necesaria entre causa y efecto. Hume rebajará dicha relación necesaria a mera conjunción constante. La necesidad queda en probabilidad. Es muy probable, desde luego, que el sol siga saliento mañana por el este, pero no completamente seguro, porque los hechos, todos los eventos y acontecimientos del mundo físico, son contingentes. Tal vez haya muchas probabilidades de que llueva mañana, pero jamás será seguro (por más que los meteorólogos presuman afirmando que lloverá con un 100% de probabilidad). No pueden estar completamente seguros porque la certeza sólo puede darse en verdades de razón, reductibles a tautologías del tipo A = A, verdades lógico-matemáticas, es decir, verdades que tienen que ver con relaciones entre ideas, pero lacerteza absoluta no puededarse en las verdades que refieren a la naturaleza o a fenómenos naturales. Que suceda lo contrario de lo que viene sucediendo puede ser muy raro, improbable e increíble, pero jamás será imposible.
Nuestras inferencias respecto a lo que pasará en el futuro se basan en la costumbre, en el hábito de nuestra mente que tiende a creer en la regularidad del mundo y sus leyes. Explicamos unos fenómenos por otros debido a ciertas notas, por las que decimos que unos son causa de otros:
- Contigüidad espacio-temporal: Ej.:, de las nubes y la lluvia
- Anterioridad de un fenómeno respecto de otro: Primero relampaguea, luego truena.
- Conjunción habitual: caliento el agua mucho y hierbe.
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Contenidos de la conciencia según Hume, Atlas de Filosofía, Alianza editorial, 2003. |
Consecuencias de la crítica de Hume
Los análisis de Hume infligen serias heridas a la metafísica tradicional. Hume rompe con ella al asumir que "no podemos ir más allá de la experiencia". Sin embargo, una consecuencia igualmente dramática es que la ciencia se reduce a una vasta fenomenología, sus predicciones no pueden ir más allá de la estadística, de la insegura probabilidad, y sus afirmaciones son también objeto de mera creencia, porque también las leyes de la naturaleza son contingentes y podrían ser otras de las que funcionan hoy.
Hume es consciente de la importancia práctica de la creencia, de la creencia en el yo, por ejemplo, pero la creencia no pasa de ser a-sentimiento, el modo positivo en que nos afectan ciertas ideas. Las crencias no son ideas, porque puedo concebir cosas increíbles como un centauro o una sirena, aunque toda creencia implica una concepción, ya que no se puede creer lo inconcebible. La creencia no es un verdadero conocimiento. Las crencias son, al menos en gran medida, involuntarias, sentimentales, como ideas que me afectan más intensamente y que por ello se vuelven fuertes y vivaces, por eso las creencias nos conmueven más incluso que el arte.
Para Hume, cada una de mis percepciones es una existencia particular y se refiere a otra, su correlato objetivo es el fenómeno. Causa y efecto son existencias distintas que vincula objetivamente la contiguidad espacio-temporal y cuyo fundamento subjetivo es el hábito. Imaginamos el futuro, pero no lo conocemos, lo que esperamos que vaya a suceder tiene que ver con la costumbre de lo que hemos visto que ha sucedido.
Con Hume queda pues inaugurado el fenomenismo escéptico. Sabemos de la fragancia de la rosa, de su silueta y textura, pero qué sea la rosa en sí, eso no lo sabemos, la suponemos una sustancia, pero tal sustancia no es más que el soporte de cualidades fenoménicas, que son las que pueden ser estudiadas científicamente. Sólo puede haber ciencia de fenómenos. Y sin embargo, tenemos ideas, como la de Dios, que no parecen proceder de fenómenos porque "a Dios nadie le ha visto jamás", como dice el Evangelista. Hume debe explicar el origen psicológico de esta extraña idea. Se trata de una composición de otras ideas que adquirimos al reflexionar sobre las operaciones de nuestra mente. Hume niega el deísmo, tan caro a Voltaire y a muchos otros ilustrados, lo mismo que la "religión natural", y señala más bien el origen patológico de la religión: en el miedo y la ignorancia. De ahí que la ortodoxia de su época le tratara de "infiel" y le negara una cátedra universitaria, a pesar de sus indudables méritos como historiador y filósofo.
Recapitulación
El empirismo reduce la gnoseología a psicologismo y la metafísica a análisis crítico. La metafísica no es una ciencia, sólo se admiten las llamadas hoy ciencias formales, que estudian relaciones entre ideas y las ciencias naturales. Estima que la experiencia es la única fuente de conocimiento y su límite, puesto que sólo las impresiones fenoménicas dotan de claridad y distinción a nuestras ideas, es decir, sabemos de qué estamos hablando cuando podemos señalar un fenómeno sensible como causa de lo que pensamos (sensismo o sensualismo). Aunque la perspectiva de Hume es naturalista, está seguro de que las ciencias naturales deben renunciar a la certeza, pues tratan de lo contingente y sus asertos y previsiones son sólo estadísticamente probables. La necesidad sólo afecta a las verdades de razón, no a las de hecho.
No obstante, Hume reconoce la utilidad práctica de nuestras creencias, siempre que no dogmaticemos.
Texto de Hume
"Hay algunos filósofos que imaginan que nosotros tenemos en todo momento íntima conciencia de lo que llamamos nuestro yo, y están ciertos, por encima de la evidencia de una demostración, de su perfecta identidad y simplicidad... Por desgracia, todas esas afirmaciones son contrarias a esa misma experiencia que ellos aducen en favor suyo, y no tenemos ninguna idea del yo de la manera que ahí se explica. Porque ¿de qué impresión podría derivarse esa idea?... Tiene que haber alguna impresión que dé origen a toda idea real. Pero el yo, o la persona, no es ninguna impresión (*), sino aquello a lo cual se supone hacen referencia nuestras diversas impresiones e ideas".
David Hume. Tratado sobre la naturaleza humana (Intento de introducir el método experimental de razonar en las materias morales) 1738-1740, Libro 1º, parte 4ª, sección 6ª.
Nota al texto
(*) Podría argumetarse contra Hume que sí recibo una impresión del yo, en la comunicación, en las reacciones de los demás frente a mi comportamiento, actitud, estado, discurso, etc. Lo cual congrúe con la idea pragmática de que el yo es un constructo íntimo producto en gran medida de la interiorización del proceso social de comunicación.
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