Introducción
AMOR RUIBAL, como Zubiri, fue un clérigo recibido con sospechas por sus correligionarios y despectivamente marginado por los agnósticos. Huyendo de la especulación inconcreta y siguiendo los pasos de Brentano, acepta una esencial dependencia de la filosofía respecto a las ciencias experimentales buscando, eso sí, una visión global y sistemática.
Ángel Amor Ruibal nació de una familia campesina acomodada el once de marzo de 1869 en la aldea pontevedresa de Porranes. Su padre había emigrado a Argentina. Empieza a destacar en el Seminario hacia 1881 y se doctora en Teología ordenándose sacerdote en 1894. Amplía estudios de Filología y Filosofía en Roma y se licencia en Letras en Barcelona.
Catedrático de Teología en el Seminario de Santiago (1898), profesa también la cátedra de Lenguas orientales en la que explica gramática aria y semítica, y la de Derecho canónico. Muere atropellado por la bicicleta de un carpintero el cuatro de noviembre de 1930. Alto, robusto, enérgico, impetuoso, fue intelectualmente -como tantos españoles geniales- un solitario autodidacta, un robinsón insular, un pensador independiente que tampoco dejó escuela. Hombre de ciencia entregado a la ascética búsqueda de la verdad, humilde, cortés y laborioso. Llevó una vida teorética, según el ideal aristotélico, o sea, razonablemente feliz.
Una de sus grandes obras, Los problemas fundamentales de la Filología comparada (1904-1905) contiene en dos volúmenes más de un millar de páginas. Ese monumental trabajo se tradujo a numerosos idiomas y tuvo una extraordinaria acogida internacional. Amor Ruibal realizó una versión castellana del código de Hammurabi.
En Teología consideró que muchos de sus problemas derivaban del uso de doctrinas que, tales como el platonismo y el aristotelismo, no son susceptibles de fusión. Como historiador de las ideas caló profundo hasta la metafísica del lenguaje. Según Jaavier Martínez Contreras, se anticipó en veinte años al "Giro lingüístico" que dio la filosofía en el siglo XX.
En Problemas fundamentales de la filosofía y el dogma, podemos hallar una historia de la idea de Dios desde los jonios hasta los positivistas, un análisis exquisito del problema de los universales y un panorama del misticismo desde los neoplatónicos hasta el Renacimiento. La exposición de su pensamiento metafísico comienza en el capítulo 5º del volumen VII de los Problemas fundamentales... (1933, póstumo).
El olvido del correlacionismo
El correlacionismo como interpretación de la realidad cósmica en su aspecto lógico y en el fenoménico posee una base empírica y enciclopédica. Su elaboración no alcanzó a ser definitiva, aunque fue ganando coherencia y madurez en la obra del filósofo.
Por desgracia, su filosofía fue preterida. Sus escritos estrictamente metafísicos se encuentran en los tomos VIII, IX y X, que vieron la luz entre 1933 y 1936, el que debería haber sido el tomo XI se imprimió en 1964, y el último continuaba inédito en 1987. Son múltiples las razones de su olvido: el centralismo madrileño, la politización de la vida intelectual, la guerra incivil, la heterodoxia de sus propuestas, pues su metafísica no rimaba con ninguna de las corrientes dominantes: el irracionalismo unamuniano, el raciovitalismo orteguiano o el neotomismo.
El correlacionismo era una nota discordante, insólita y sospechosa para los tradicionalistas, y un "conceptismo clerical" para innovadores, existencialistas y materialistas. Cuando nuestra guerra estalló, su obra todavía tenía la tinta fresca y, para colmo, la edición de los Problemas fundamentales de la filosofía y el dogma fue corta y se agotó entre los suscriptores, muchas veces permaneciendo sus ejemplares intonsos.
SINTESIS DE LA SÍNTESIS. El sistema
1. La ucronía de la verdad
La verdad ontológica es intemporal, de ahí las posibilidades absolutistas de la ciencia. Hay fórmulas que como las lógicas y las matemáticas permanecen jóvenes a través de los milenios. También la metafísica de Aristóteles ha probado su relativa independencia del despotismo cronológico. "Para la teoría, estar de moda es un avatar irrelevante y más bien plebeyo" -escribe Gonzalo Fdez. de la Mora, refiriéndose el genio gallego en su excelente resumen (en Filósofos españoles del siglo XX, Planeta, 1987).
2. Correlacionismo o relativismo trascendental
Amor Ruibal no llamó a su original sistema "correlacionismo". Utiliza raramente la voz "correlación" en sentido ontológico, usa más bien el término "relatividad". Su coherencia arraiga en una intuición nuclear y en tesis básicas que pueden ser tratadas como ecuaciones. El sistema se cierra y autoflanquea como un tetraedro regular. No obstante, su subdivide clásicamente en: Teoría del conocimiento, ontología, cosmología y teodicea.
3. El postulado radical
Se formuló así: "El universo es un sistema de seres en relación, como cada ser sensible no es más que un sistema de elementos primarios relativos" (VI, 558): No existe por tanto en la naturaleza ser completamente simple en el sentido de que en él no entre alguna relación.
Esta correspondencia, coordinación o correlación es universal, natural, dada, ontológica, intrínseca y anterior al ejercicio causal. Esta correlación es esencial y orgánica. El mundo es resultado del nexo múltiple de los seres (IX, 275), pero la realidad no se agota en el mundo. Lo creado es un entramado orgánico o sistema de elementos correlativos.
4. Los elementos primarios
Los elementos originarios o últimos del análisis son aquellos que no pueden descomponerse en nuevas relaciones, pero que resultan impensables fuera de la relación, son incomplejos e indivisibles, irreductibles e incompletos, insubsistentes, carecen de entidad independiente de su contexto, incapaces de existir en sí, los elementos genuinos son indefinibles e ininteligibles. Puesto que la relación es principio de inteligibilidad (como luego veremos), los elementos primarios son inexplicables e ininteligibles. Son en la relación que ellos constituyen.
5. El sistema entitativo y el cambio
Cada realidad individual constituye un sistema entitativo, un todo con cierta estabilidad, un sistema armónico: la cosa. ¿Cómo se explican sus cambios? Contra la Escolástica, Amor Ruibal niega que la sustancia sea una realidad distinta del accidente. Una y otro son modos diversos del ente. Sustancia y accidente son el mismo ser considerado de diversa manera. La sustancia no es el sustrato permanente, sino "la permanencia de relaciones objetivas en el ente, que sostienen la identidad del mismo en medio de las modificaciones actuales o posibles" (IX, 494).
Por eso la sustancia permanece aunque varíen sus elementos, como en el tópico de la Nave de Teseo, que sigue siendo la nave de Teseo aunque se hayan cambiado todas sus tablas, pues son las relaciones entre sus elementos las que aseguran su identidad funcional. Pasa lo mismo con nuestra identidad personal, seguimos siendo A o Z aunque todas las células de nuestro cuerpo se hayan transformado. Cuando se altera la relación de los elementos constitutivos hablamos de cambio sustancial (modificación traslativa). Lo que permanece no es un sujeto, sino un sistema de relaciones en el cambio accidental. La relación accidental no añade nada nuevo a la sustancia, pero la reviste de una cualidad o un nuevo aspecto.
6. Sistematismo total
Tampoco las sustancias se bastan a sí mismas, son en sí y para otros, no para sí. Todo ser finito es ad alium, en coordinación dinámica e interactiva. Todos los seres se enlazan. Es el todo el que da sentido a las partes y no viceversa. Lo que talifica a los entes no son los elementos primarios, sino el sistema cósmico de relaciones.
Esa natural e intensa relatividad que caracteriza la contingencia del cosmos pone de manifiesto la existencia de un Absoluto del cual el universo depende. O sea, el cosmos es un ente relativo en relación con el ente absoluto: Dios. El mundo tiene ser participado. Por eso las sustancias son constitutivamente deficientes; son sólo en cierto modo.
7. Relatividad trascendental
Para los escolásticos, la Relación era un predicamento, una de las categorías aristotélicas, y no precisamente intrínseca a la sustancia. Sobre la filosofía de las relaciones puede verse en este mismo blog mi entrada "Semiótica de relaciones".
Como ha explicado Gustavo Bueno, para el sustancialismo de Aristóteles, las relaciones eran "seres debilísimos". La cualidad y la cantidad emanaban de la sustancia, de la ousía primera, del sujeto o sustrato permanente e individual, mientras que la relación (pros ti, ad alicui) parecía depender de otra cosa que el sujeto, como algo externo al mismo, por lo que acaba ocupando una posición secundaria y extrínseca respecto a la cantidad y la calidad.
En contraste con esto, Amor Ruibal hace de la Relación la "propiedad esencial del ente concreto" (IX, 278), esencial en todos los sujetos. Decir entidad equivale a afirmar su relatividad. No podemos concebir una individualidad exenta de toda relación posible. En todos los entes contingentes se dan cuatro tipos de nexos: a) paralelismo con los semejantes, b) causalidad, c) potencialidad y d) el de entidad o formalidad.
La relación trascendental no es una relación predicamental porque no sobreviene al sujeto sino que le configura en su ser y obrar. No es un "ente de razón", sino que tiene realidad fuera de la inteligencia. La relatividad entitativa es también una dinámica trascendente (VIII, 220), la de un activismo universal que fluidifica el ser.
8. Dinamismo universal
No existe nada inactivo y hay una causalidad que sigue al ser. "Todo ente es esencialmente activo" (IX, 296). Testimonios de esta contundente tesis son: el movimiento, la cohesión de los componentes de un cuerpo, las afinidades químicas, la gravitación y atracción universal, la economía biológica, etc. La causalidad no es accidental, sino esencial en la armonía cósmica.
Bondad y Verdad son aplicaciones concretas y derivadas de las propiedades trascendentales de causalidad y relación. El principio "Nada actúa sin que la actuación sea condicionada por algo interno o externo al agente" sustituye al escolástico 'quidquid movetur ab alio movetur' o sea, todo lo que se mueve se mueve por un agente externo. Activismo autónomo en lugar de alteridad dinámica, que recuerda la fuerza (vis, conatus) que atribuye Leibniz a su mónada. Todo ser puede influir en otro y recibir la influencia de otro.
Como cada elemento está en relación mediata o inmediata con todo lo demás, no hay hiato entre el espíritu y la materia: se comunican y causan entre sí (VIII, 144). El ente posee una fuerza inherente que le permite causar efectos según una "preordenación originaria" y una "relación de naturaleza anterior"... Tabién aquí oímos aquí cierto eco de la "armonía preestablecida" de Leibniz.
Amor Ruibal somete a implacable análisis las vías tomistas y rechaza el argumento basado en el Orden y el otro basado en la Finalidad: el orden del universo revela un principio ordenador, pero podría ser intrínseco a la misma naturaleza -como afirma el panteísmo- y por ello no exige la existencia de una entidad trascendente y personal. Hay, desde luego, una finalidad inmanente o interna, una teleología cósmica, pero ello no implica panteísmo porque el orden del mundo no es ni absoluto ni necesario, sino contingente. El universo es un ente finito. Esta contingencia universal es la única que exige un ente necesario externo al mundo.
Si bien el efecto no puede ser superior a la actividad que lo produce, la actividad sí puede ser superior a su causa, de hecho la energía se desenvuelve a expensas de la masa, como demuestra la desintegración atómica. El efecto no está predefinido en la causa pero tampoco es del todo indeterminado.
Correlacción de microlepis |
9. Evolucionismo específico
Amor Ruibal usa indistintamente los vocablos "evolución" y "progreso". Se trata de un movimiento con dirección y sentido. La evolución es orgánica y perfectiva (ortogénesis). La teoría evolucionista darwiniana confirma el dinamismo universal y la tesis de que el efecto puede ser superior a la causa.
Eso sí, se producen discontinuidades, barreras específicas infranqueables. Son determinaciones extracósmicas, es decir, divinas, las que pueden explicar el salto del estadio físico-químico al biológico y de este al racional consciente.
10. Pluralismo ontológico: materia y espíritu
Como Leibniz, Amor Ruibal rechaza el monismo: los elementos primarios son irreductibles. En el universo hay materia y hay espíritu, hay cosmos y hay Dios. La materia es "realmente incognoscible" y se manifiesta como extensión y fuerza o energía: una masa sin fuerza es tan incomprensible como una fuerza sin masa: "la fuerza no existe sino con relación a la materia" (VIII, 163) y viceversa. Ni la materia ni la energía aisladas tienen entidad propiamente dicha.
Las propiedades del Espíritu son contrarias a las de la Materia. Como infinito, el espíritu no puede ser conocido sino de una manera indirecta, restando de los objetos sensibles lo inconciliable con lo infinito. No es posible una ciencia de lo infinito o espiritual (IX, 134), por eso la psicología deductiva carece de fundamento. El espíritu es también un incognoscible. No obstante, cabe de él una "noción" precaria, de la más escurridiza forma de realidad.
Materia y Espíritu son irreductibles, no pueden reducirse lo uno a lo otro, pero ni están exentos ni incomunicados porque se da una relatividad del espíritu y de la materia en unidad de acción: en el humano se da tanto una correspondencia cognoscitiva como otra dinámica.
11. Correlacionismo cognoscitivo
Amor Ruibal rompe con el Cogito cartesiano, porque ninguna percepción nos revela sólo y solo nuestro propio ser; todos nuestros pensamientos versan sobre un objeto distinto del Yo. Como diría Millán Puelles, en el acto de conocimiento coinciden simultáneamente dos informes: el tautológico sobre uno mismo y el heterológico sobre lo otro.
No cabe una disociación entre sujeto y objeto. Lo que hay es una correlación fundamental entre el cognoscente y lo conocido: dada, prelógica, mutua, preconsciente, preordenada, necesaria, trascendental e indemostrable porque el yo no puede salir de sí mismo para contemplarse conociendo [v. la misma tesis en Wittgenstein]; perfecta, porque el paralelismo estructural entre lo óntico y lo noético hace que "las relaciones que constituyen leyes de ser constituyan también leyes de su conocimiento en nosotros" (IX, 71).
Esta idea padece una connotación y tinte de "isomorfismo" más estricto aún que en el primer Wittgenstein. En sentido intelectual: Sólo conocemos relaciones. Este sería el principio del "neorrealismo" o "realismo objetivo" de Amor Ruibal.
12. La relatividad del conocimiento
Amor Ruibal conserva la distinción entre conocimiento sensible y conocimiento intelectual. El Conocimiento sensible no es relativo, sino que nota la materia presente; en cambio el Conocimiento intelectual comienza por relaciones percibidas que determinan el ser formal de la cosa apto para formularse en juicio o proposición. Todo juicio es comparación (Ortega también insiste en la fundamentalidad de la comparación para el pensar), y toda idea, afirmación de relaciones; todo conocer un reconocimiento de relaciones por parte del entendimiento (VIII, 78).
Afirma el filósofo la doble relatividad gnoseológica o epistemológica:
b) Sólo conocemos relaciones.
"La negación de la causalidad de la materia en el espíritu es del todo gratuita... la causalidad del espíritu en la materia, y de la materia en el espíritu, es tan natural como la causalidad que se ejerce en la naturaleza toda, de la cual, en último término, no es sino una de tantas manifestaciones" (VIII).
Muy interesante autor del que oí hablar hace años a un compañero de clase, pero no hice gran caso, gracias por atraer la atención sobre él. Con las autonomías los filósofos ya no son españoles sino gallegos, andaluces, madrileños...y no nos enteramos de nada
ResponderEliminarGracias por tu atención y comentario, Ana. Admirable me parece a mí la independencia, erudición y capacidad de síntesis de Amor Ruibal. Poderosa inteligencia. Además, me identifico con él en esa peregrinación desde la Filología a la Filosofía.
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