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domingo, 21 de mayo de 2017

CONCEPTO KANTIANO DE LA FILOSOFÍA

Filosofía en general


Como sistema, la Filosofía es para Kant un ideal, no una realidad. Por eso no se puede aprender Filosofía; pero se puede aprender a filosofar. Tal y como dice en la "Arquitectónica de la razón pura" (CRP), el filósofo es nada más y nada menos que el legislador de la razón humana. Como legislación, la filosofía tiene dos objetos: la naturaleza y la libertad, o sea, lo que existe y lo que debe ser. Uno es el uso especulativo (o científico) de la razón, el otro el uso práctico.

Kant entiende por Filosofía la ciencia de la relación de todos los conocimientos a los fines esenciales de la razón humana. Y estos fines son principalmente de carácter ético, la emancipación del género humano y la realización de todas sus aptitudes naturales, de ahí el primado de la razón práctica sobre la razón técnico científica. Los avances científicos, si no van acompañados de progreso moral de la humanidad -dice Kant- son "mera lentejuela miserable" ("Idea de una historia universal en sentido cosmopolita").

lunes, 20 de mayo de 2013

Ortega versus Unamuno. Vida y razón




Si Unamuno opone básicamente la razón a la vida; Ortega busca su armónica integración. Para Unamuno, el hombre de carne y hueso que filosofa lo hace con la voluntad y el sentimiento. La filosofía es para el españolísimo vasco ciencia de la tragedia de la vida, reflexión de su sentimiento trágico. Este sentido dista mucho del sentido jovial que propone Ortega para el pensar racional: del patetismo agonístico (Unamuno) al deportivismo heroico (Ortega).

Ortega reprochó siempre al existencialismo (corriente en la que muchos incluyen a Unamuno) su complacencia con las formas melodramáticas y equívocas de filosofar, así como su reducción de la filosofía a mero compromiso o testimonio de creencias (engagement). Para Ortega importa más la verdad que el compromiso, si bien las verdades valen, sobre todo, para autentificar la vida. Por eso, la filosofía es un ejercicio de contemplación no exento del tono vital propio de Jove,  o sea de Júpiter: la jovialidad, el aire de fiesta fundado en el impulso erótico hacia lo perfecto.

Como Unamuno, Ortega parte también del hombre de carne y hueso, pero para el madrileño el carácter problemático de la existencia inmediata exige de la filosofía una práctica salvadora, la búsqueda de la seguridad que procede de la claridad del concepto, es decir, el régimen de la libertad, pues la autosuficiencia, autarquía y autonomía, no es posible sino mediante la posesión de la circunstancia que procura el descubrimiento de un sentido por parte de la conciencia. La filosofía realiza así el apetito de libertad que germina ya, como un obscuro deseo, en el germen mismo de la vida. La filosofía es el método de la libertad. Por eso, como decía Platón, “sólo filosofan los hombres libres”. La filosofía eleva a conciencia el contenido sustancial de la vida.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Puesta en marcha de la Filosofìa

Iris, hija de Taumante (Asombro),
mensajera entre los dioses y los hombres;
según algunas leyendas
 madre de Eros (con Céfiro)
 y hermana de las harpías

Admiración o perplejidad

Platón sostuvo en el Teeteto (155d) que el auténtico principio (arjé) de la filosofía es la admiración (thaumazeîn). Así pues, el pensamiento que más nos acerca a la perspectiva eterna, ese razonar que nos aproxima al punto de vista de los dioses inmortales, nace de una emoción, incluso de una pasión.

Aristóteles, en los primeros párrafos de su Metafísica (982b 11-22) interpreta esta “admiración” como extrañeza y perplejidad (aporeîn). Los hombres, al sentirse maravillados ante los fenómenos de la naturaleza, reconocen su ignorancia y filosofan para huir de ella. En Aristóteles, la admiración es un inicio, pero no un verdadero principio o fundamento del filosofar ni su arcano.

Sin embargo, para su maestro ateniense, el admirarse  o estar intrigado es la verdadera condición natural del filósofo:

El asombro que pone en marcha el pensamiento no es la confusión, la sorpresa o la perplejidad; es un asombro admirativo. Aquello que nos maravilla se confirma y afirma mediante la admiración que irrumpe en palabras, el don de Iris, el arco iris, la mensajera celeste. Entonces el lenguaje adopta la forma de alabanza, de glorificación, pero no de una aparición particularmente sorprendente o de la suma de las cosas del mundo, sino del orden armónico que hay tras ellas , un orden invisible en sí mismo del que el mundo de las apariencias nos ofrece un destello. “Las apariencias son una visión de las cosas oscuras” (opsis gar tôn adêlôn ta phainomena), en palabras de Anaxágoras (B21a). La filosofía se inicia con la toma de conciencia de este orden armónico invisible del cosmos, que se manifiesta entre las cosas visibles familiares, como si éstas se hubieran hecho transparentes. El filósofo se maravilla ante la “armonía invisible”, que, según Heráclito, es “superior a la visible” (harmoniê hanês phanerês kreittôn, B54).
           Hannah Arendt. La vida del espíritu, III, 15. “¿Què nos hace pensar?”.