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domingo, 14 de junio de 2015

MEDITACIONES DEL QUIJOTE

Sancho contempla las piruetas penitenciales de Don Quijote
Ilustración de Gustave Doré

Sorprende el fuerte nervio poético de esta obra de Ortega de 1914, famosa sobre todo porque en ella aparece por primera vez la fórmula: "yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo". La sentencia continúa así:

"Benefac loco illi quo natus est, leemos en la Biblia. Y en la escuela platónica se nos da como empresa de toda cultura, ésta: 'salvar las apariencias', los fenómenos. Es decir, buscar el sentido de lo que nos rodea"

Su discípula, María Zambrano, ratificaría esta misión platónica de "salvar las apariencias", como propia de la razón poética y de su filosofía.

lunes, 29 de septiembre de 2014

LAS FILOSOFÍAS POLÍTICAS DE PLATÓN Y HUME



Dos pesimistas

En su admirable trabajo “Platón y Hume, cercanos en lo importante”, J. M. Bermudo, profesor de la universidad de Barcelona, hace una original lectura de la filosofía política del ateniense y del escocés, subrayando sus analogías. Para ello hay que superar los prejuicios de una historiografía tradicional que suele contemplarlos como pertenecientes a mundos intelectuales distintos y hasta enfrentados: Platón utopista e idealista, preocupado por el orden más que celestial de las formas eternas; Hume naturalista y escéptico, para el cual no hay más cera que la que arde. El griego, racionalista a machamartillo, despreciaría las potencias concupiscibles del alma; el edimburgués, emotivista, sostiene que la razón no puede ser más que un instrumento de las pasiones.

Y sin embargo, para ambos, la cuestión política fundamental es la misma: la fundamentación o legitimación de la obediencia a las leyes y de sus límites. Por supuesto, ambos parten de metafísicas y antropologías diferentes, pero los dos son pesimistas y fundan su filosofía política en una teoría realista de la naturaleza humana, además presentan otras semejanzas relevantes a la hora de analizar las condiciones de posibilidad de un gobierno justo.

“Platón es un optimista fracasado que ha puesto el deber tan alto que se ve forzado a aceptar su imposibilidad, siendo su filosofía un apasionado esfuerzo por evitar el desastre; Hume es un escéptico consolado que ha puesto el deber tan asequible que cualquier gesto permite la esperanza”[1].

domingo, 17 de enero de 2010

CÓMO PASAR DE PLATON A LOCKE II

El Renacimiento significa el renacer de lo clásico, o al menos de la idea que se tenía de los clásicos. El poder de la Razón y su autonomía frente a cualquier otra facultad humana va ganado terreno y la dependencia de lo divino se va dejando a un lado. Las utopías del Renacimiento (La ciudad del sol de T. Campanella o Utopía de T. Moro), vuelven a retomar la idea platónica de construir una ciudad ideal, una sociedad ideal que eleve al ser humano al puesto digno que se merece en el cosmos y no solo a ser un sirviente de un Dios o dioses. La Política, en el sentido aristotélico debe encontrar un marco autónomo, teórico, que permita dibujar cuál es la sociedad que se avecina. ¿Cuáles serán las herramientas de las que se sirva ese humano tan desvalido ahora, fuera de la tutela de los dioses?

Por otra parte, esta independencia, que no es tanto en realidad, permitirá que la Ciencia prospere de manera espectacular y, como consecuencia, la imagen del mundo para el ser humano cambia, en el sentido de que se hace infinitamente más grande pero infinitamente más cercano (en el sentido de más cognoscible, medible, manipulable). La Revolución Astronómica hace volver la mirada del pensador hacia la propia posibilidad del conocimiento humano: si la preocupación desde el comienzo de la filosofía era desentrañar la esencia de las cosas (Ontología), el pensador de los siglos XVI-XVII repara en la cuestión, más fundamental, de cómo es posible que conozcamos la esencia de las cosas que están ahí, frente a nosotros.

Descartes apuesta por un nuevo comienzo: fundamentar todo el edifico del saber sobre la sola luz de la Razón. Y esta decisión se basa en la constatación de algo tan sencillo como que continuamente nos equivocamos y que a la filosofía le era necesario encontrar un método que la guiase en la búsqueda del saber. Ese método, claro está, debía de construirse de manera similar a como se había construido el método de la nueva Ciencia: tomando las matemáticas, la ciencia del orden y de la medida, como fundamento del saber verdadero. Matemáticas y Razón deben bastar al hombre para construir una Ciencia Universal. Ya tenemos entonces, los dos pilares del Racionalismo Cartesiano:

  • La Meta que debe alcanzar el filósofo es la fundamentación de todo el edificio del Saber con vistas a obtener una MATHESIS UNIVERSALIS (observamos el carácter epistemológico de la empresa)
  • Los Instrumentos para realizarla son: de un lado la Razón (presente en todos los seres humanos y definida de la misma forma en todos ellos, pues no sufre ni merma ni especialización con su ejercicio); y del otro, claro está, las Matemáticas y el Método Científico.

El Método cartesiano, el camino que debe guiar a la razón humana, esconde en realidad un criterio para poder distinguir lo verdadero de lo falso (lo que en filosofía contemporánea se llama Criterio de Demarcación). Y para Descartes lo verdadero es aquello que se nos muestra de manera evidente, es decir, de lo que no tenemos ninguna duda y nos hace sentirnos seguros. Pues bien, ya estamos en condiciones de dedicarnos a la búsqueda de esa verdad que permita fundamentar, esta vez de manera firme, el edificio del saber o Filosofía.

La primera verdad que se presenta al intelecto humano con claridad y distinción suficiente como para ser afirmada como evidente es... “que pienso”. ¿Nada más? –podríais decir-¡Y nada menos! –tendría que responder-. No podría haber nada que me interesase hacer si no supiera que “yo”, algo, lo voy a disfrutar. Para emprender cualquier tarea el ser humano se siente vivo, desea, anhela y piensa, de tal manera que no fue un disparate la sencillez del planteamiento cartesiano en su búsqueda del Saber. Gracias al ejercicio de una actitud escéptica o desconfiada sobre todo lo heredado de la tradición (gracias al ejercicio de la Duda metódica), Descartes es capaz de encontrar una verdad indubitable: el hecho de que mientras estoy dudando de todo, no puedo dudar de que estoy dudando, de que soy algo que duda. A esta primera verdad epistemológica (sin ella el resto de verdades no podrían ir desarrollándose o alcanzándose) se le conoce como la Verdad del Cógito.

Lo que viene a continuación, en la deducción del resto de verdades, conforma lo que conocemos como la corriente Idealista, porque, efectivamente, el Cógito es pensamiento, es una idea (la idea de Yo), y en virtud de la misma vamos a definir el resto de verdades y, consiguientemente, el resto de realidades. Las ideas son el objeto inmediato del conocer, son lo único que podemos afirmar con certeza.

El Racionalismo cartesiano es idealista pues considera que la razón humana cuenta con unos elementos innatos que guían el conocimiento que tenemos del mundo. Estos elementos son las Ideas Innatas: Yo, Dios y Mundo. Con ellas tenemos definido, también, el orden Ontológico, que se desarrolla en la teoría de la sustancia y que organiza la realidad en base a tres sustancias: la Sustancia pensante, la sustancia infinita y la sustancia extensa.


lunes, 16 de noviembre de 2009

ONTOLOGÍA Y EPISTEMOLOGÍA

A propósito del debate que se ha generado hoy en clase sobre la diferencia entre la Ontología y la Epistemología platónica, resumo ideas por si algo se nos ha quedado en el tintero.
En La República, Platón trata de plasmar sus inquietudes políticas vistos los desmanes que la Democracia de su ciudad, Atenas, cometía contra aquellos ciudadanos virtuosos, cual fue el caso de Sócrates. Por ello, este diálogo, lleva un segundo título "Acerca de la Justicia". Había que conseguir encontrar la perfección de la idea de ciudad, eterna y sin defectos. Sólo a través del conocimiento de esta idea permanente, el ser humano o, mejor dicho, el buen gobernante (el más sabio), podría administrar justicia y la paz sería posible. Es decir, motivos de tipo político y ético llevan a Platón a proponer la necesidad de alcanzar verdades absolutas, eternas, aquellas que no dependan de pareceres arbitrarios, locales, "relativos", sino que se presenten con necesidad y "objetividad".
En esta empresa Epistemológica, el recurso a los sentidos no podía ser de fiar, porque éstos nos enseñan un mundo en continuo cambio y devenir, como nos enseñó el maestro Heráclito. Teníamos que recurrir a la otra facultad humana de conocimiento: el Entendimiento. Con esta facultad, el ser humano puede conocer esencias (aspecto o lo común que ofrece una misma clase de entes), o al menos, se acercará a ese conocimiento. El problema que plantea la epistemología platónica es que necesita fundamentar las esencias como realidades. Esas esencias existen y por ello es posible el conocimiento objetivo, la Verdad, con mayúsculas.
Como vemos, para salvar el relativismo sofista y poder fundamentar la posibilidad del conocimiento de la verdad, Platón diseña una Ontología que habla de dos reinos: el visible (no verdadero) y el inteligible (el verdadero). En ellos podemos encontrar mayor y menor realidad y, paralelamente, mayor y menos verdad. Las Ideas son lo máximamente real y, por lo tanto, son los objetos que fundamentan el conocimiento verdadero, las Copias "no son" lo realmente real, pero se parecen a las Ideas, por lo que posibilitan un tipo especial de conocimiento que es la Creencia. Por último, tenemos los Simulacros que no pueden ser tenidos en cuenta dentro de lo que se parece a lo real, son falsos y son fruto de la Imaginación, pero que, hemos de reconocer que nos arrastran de una forma tal, que vivimos esclavos de su presencia (somos como esos "prisioneros").
La Ontología platónica, no siendo el objetivo de este Diálogo, termina siendo la base desde la que poder emprender las reformas políticas de la primera Utopía de la historia del pensamiento.