“Ya estaba casi fría la zona del vientre cuando descubriéndose, pues se había tapado, [Sócrates] nos dijo, y fue lo último que habló:
-Critón, le debemos un gallo a Asclepio. Así que págaselo y no lo descuides.
-Así se hará –dijo Critón-.”
Platón, Fedón, 118ab.
He aquí las últimas palabras del santo de la Filosofía, de Sócrates de Atenas, después de beber la cicuta, y antes de cruzar la línea de sombra en el 399 a. C. Al menos, así nos lo dejó escrito Platón, su más importante discípulo.
¿Qué quieren decir? Han corrido ríos de tinta sobre esta
deuda de un gallo a Esculapio, el dios de la medicina. La interpretación dominante le
asigna una comprensión irónica: Sócrates consideraría aquí a la muerte como la
curación definitiva de todos los males humanos. Esa interpretación se lleva
bien con un diálogo trágico en el que se define la filosofía como una
preparación para la muerte.
Sin embargo, Willamowitz no aceptó esta interpretación: “ni la vida es una
enfermedad ni Asclepio cura males del alma”.