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martes, 1 de noviembre de 2022

SPINOZA Y LA ARAÑA

 


Cuenta su biógrafo Cornelius que a Spinoza (1632-1677) le gustaba observar cómo se comportaba una mosca arrojada a la red de una araña que vivía en un rincón de su habitación y dicen también que la situación le causaba risa. Jorge Bustamante traduce y recuerda a Segismundo Krzyzanowski, del que Siruela ha publicado siete relatos bajo el título La nieve roja (2009) y ediciones del subsuelo su novela: El club de los asesinos de letras (2012). 

domingo, 30 de octubre de 2022

LA MÓNADA DE LEIBNIZ

Manuscrito de Leibniz

 

Para mi viejo amigo Vicente Nieto,
que no comprendió a qué refiriere Leibniz con su “mónada”.

 

Leibniz define la mónada como una sustancia simple e indivisible y por tanto sin extensión[1] ni figura. “Allí donde no hay partes, tampoco hay extensión”. Las mónadas son los verdaderos átomos o elementos imperecederos de la naturaleza. Sólo pueden comenzar por creación y concluir por aniquilación.

“El espacio, lejos de ser una sustancia, ni siquiera es un Ser. Es un orden, como el tiempo, un orden de las coexistencias, como el tiempo es un orden entre las existencias que no están juntas. La continuidad no es una cosa ideal, sino lo que hay de real es lo que se halla en este orden de la continuidad” (Akademie-Ausgabe, Transkiptionen 1914, Nr. 144, pág. 183)[2]

Las mónadas carecen de ventanas o poros[3] y cada una es diversa de cualquier otra, “pues nunca se dan en la Naturaleza dos Seres que sean perfectamente el uno como el otro, y en donde no sea posible hallar una diferencia interna o fundada en una denominación intrínseca”, según el Principio de los indiscernibles por el cual no pueden darse en la naturaleza dos cosas singulares que sólo se distingan según número[4].

lunes, 8 de junio de 2020

NATURALEZA Y VIRTUD


Quot homines, tot sententiae: Fortuna


Naturaleza y Virtud en la Nueva Filosofía de Oliva Sabuco

La Nueva Filosofía de la Naturaleza del Hombre… (1587) se publicó dedicada a Felipe II con estas palabras: Tempore Regis sapientis virtus, non coeca fortuna dominatur. O sea, en el tiempo de un rey sabio no triunfa la ciega fortuna, sino la virtud.

La Ciega Fortuna, la Moira, el Ananké (Necesidad), el Hado, el Fatum, la Providencia, el Sino o el Destino son nombres que nuestra tradición cultural ha dado al orden causal, sagrado o no, pagano o cristiano, que sacude la existencia del humano sin que podamos evitarlo. Nadie escapa a su destino si éste está escrito allá arriba, en el orden de los astros o en el designio de un Dios que lo ve todo, lo puede todo, lo decide todo.

martes, 3 de marzo de 2020

FE Y CRISIS DEL PROGRESO

VOAEX: Viaje de (H)ormigón por la Alta Extremadura,
Wolf Vostell, 1976. Paraje natural de Los Barruecos (Malpartida, Cáceres)

  
A finales del siglo pasado menguó el interés por la conquista de la galaxia. Salvo a los astrónomos, los empleados de la NASA y unos cuantos frikis repartidos por las naciones del planeta Tierra, ¿a quién le importa ya que esta o aquella sonda haya rebasado Plutón? Incluso Plutón ha perdido su antaño consideración de “planeta” para ser una roca más entre la multitud de mundos muertos que orbitan alrededor del sol en un radio lejanísimo. No hay signos que palíen la soledad de nuestra raza o vulneren el silencio del cosmos, que no ha hecho sino extenderse más y más desde la revolución científica del XVI, como un precipicio inhumano o un pozo sin fondo, o cuyo abismo es la Nada paradójica de los agujeros negros. La Historia universal del hombre parece ser la de un relato épico pero inútil y, lo peor, sin oyentes.

sábado, 9 de octubre de 2010

CRITIAS, MARX Y LA RELIGIÓN

“El hombre no es natural por naturaleza”
Antonio Jiménez Lamarca, estudiante de Cou

Hago caso ahora de la orden que me di en una anotación de 1993: “compara la posición del sofista Critias con la de Carlos Marx a propósito de la función social de la religión”. Hoy hablaría más bien de la “función política” de la religión.

El texto de Critias, uno de los escasos fragmentos que han conservado los doxógrafos de su desaparecida obra Sísifo, me sigue pareciendo extraordinariamente relevante:

«Hubo una época en que la vida de los hombres era desordenada, sometida a impulsos brutales; en ella no había recompensa para la virtud ni castigo para el malvado. Entonces los hombres inventaron las leyes para que prevaleciera la justicia. Pero con ello no se impedía que los crímenes se cometieran en secreto. Por ello alguien, muy sabio e inteligente, descubrió el temor a los dioses para contener la perversidad, amedrentando a los malvados».

Lo mismo podría haberse justificado la religión, o postularse la existencia de Dios, como garantía de una recompensa para el virtuoso, según el principio de esperanza, que como seguridad de un castigo para el malvado, según el principio del temor.

lunes, 15 de marzo de 2010

El credo de Delibes (1920-2010)

Es oportuno rendir aquí un sentido homenaje a la gran figura de las letras españolas recientemente desaparecida. Un "cazador novelista". Y también una magnífica persona y un notable pensador. Un hombre que no quiso abandonar nunca el campo en el que, rodeado de la fauna y flora de Castilla la Vieja, pasaba, seguramente, sus mejores ratos, al aire libre; no quiso abandonar su tierra para acudir a la "corte", donde los humanos se encharcan tan fácilmente en la vanidad de lo superfluo e innecesario.

Ya sabemos que el verdadero credo de la Ilustración es el progresismo, la creencia en el progreso de la humanidad, resultado en parte de la secularización del concepto teológico de providencia. Pero ¿qué es el progreso? Toda fe produce sus fanáticos, sus conversos unilaterales e intolerantes. ¿No puede tener también valor el regreso, tanto como el progreso, la recuperación de lo bueno, si esto ha sido perdido u olvidado? La innovación puede ser estupenda, quién lo duda, puede mejorar la vida de los humanos, pero ¿no hay innovaciones que empeoran las cosas, que vuelven la vida más insaluble, adocenada y estéril? Y la conservación, ¿no hay buenas costumbres que merecen ser conservadas? ¿Y la conservación del medio ambiente, de la pureza de las aguas, del clima? ¿No resultan esas conservaciones imprescindibles, más que valiosas?