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martes, 11 de abril de 2023

MATERIA Y ESPÍRITU

 

Ernst Haeckel, 1906. Fuente Wikipedia

 Pío Baroja discute el naturalismo del ferviente evolucionista Ernst Haeckel (1834-1919) y su consideración antagónica de mecanicismo y vitalismo. Según Haeckel el mecanicismo no admitiría más que un causalismo eficiente, mientras que el vitalismo sería una teleología basada en supuestos fines o intenciones de la naturaleza. Nuestro novelista y ensayista cree que tanto el mecanicismo como el vitalismo, convertidos en sistema, son finalistas, teleológicos, porque tan metafísico es el concepto de materia como el de espíritu y tan lejos están uno como otro de ser realidades inmediatas. (Desde luego esto parece suponer por parte de Baroja una consideración finalista de la metafísica misma, que tanto le interesaba).

Me divertí mucho discutiendo en la e-lista Symploké de la Universidad de Oviedo con los gustavo-buenistas defendiendo yo precisamente esta misma tesis de que la noción de materia tiene una referencia tan borrosa como la de espíritu viviente o élan vital, pues la materia hoy se descompone científicamente en partículas de energía conocidas y desconocidas, computables y misteriosas, y lo mismo se habla de una materia que de una energía obscura, es decir que la materia prima como arcano de todo, por debajo de los elementos estructurados de Dimitri Mendeléyev, sigue siendo ese “no sé qué” indeterminado del que habló Aristóteles, o esa khora a la que el Demiurgo dio forma y sintaxis según los platónicos.

miércoles, 1 de enero de 2020

CONTRA EL PAPANATISMO

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Comentarios de Fox Morcillo a la República platónica
que duermen el sueño de los justos.

Nada más lejano de mi intención que promover el provincianismo o la pasión por añejos olores de establo, tribales, nacionales, imperiales o lingüísticos. Pero cuando una barra de hierro está combada hacia un lado, hay que combarla hacia el otro para que quede recta. Debemos proponernos combatir el papanatismo, ya denunciado por Unamuno, y tan extendido entre españoles e hispanos, sobre todo tras la decadencia y desmembración del imperio, como complejo de inferioridad desde el cual se juzga, por ejemplo, que cualquier texto escrito en inglés, alemán o francés -o traducido de estas lenguas-, es mejor que lo que se halla escrito en castellano, catalán o gallego. 

No caigamos tampoco en el energumenismo patriotero de atribuirnos un papel exclusivo y divino en la Historia, como hizo el magnifico escritor Juan Larrea, un papel, el del español y lo hispano, superior al resto de lenguas, linajes y naciones. La profecía de Larrea tuvo su venerable precedente en el quijotismo de Unamuno, en su exageración, la del "¡que inventen ellos!", para justificar nuestro atraso tecnológico en el XX, atribuyéndole a España una "hegemonía mística", angustiosamente religiosa.