miércoles, 1 de enero de 2020

CONTRA EL PAPANATISMO

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Comentarios de Fox Morcillo a la República platónica
que duermen el sueño de los justos.

Nada más lejano de mi intención que promover el provincianismo o la pasión por añejos olores de establo, tribales, nacionales, imperiales o lingüísticos. Pero cuando una barra de hierro está combada hacia un lado, hay que combarla hacia el otro para que quede recta. Debemos proponernos combatir el papanatismo, ya denunciado por Unamuno, y tan extendido entre españoles e hispanos, sobre todo tras la decadencia y desmembración del imperio, como complejo de inferioridad desde el cual se juzga, por ejemplo, que cualquier texto escrito en inglés, alemán o francés -o traducido de estas lenguas-, es mejor que lo que se halla escrito en castellano, catalán o gallego. 

No caigamos tampoco en el energumenismo patriotero de atribuirnos un papel exclusivo y divino en la Historia, como hizo el magnifico escritor Juan Larrea, un papel, el del español y lo hispano, superior al resto de lenguas, linajes y naciones. La profecía de Larrea tuvo su venerable precedente en el quijotismo de Unamuno, en su exageración, la del "¡que inventen ellos!", para justificar nuestro atraso tecnológico en el XX, atribuyéndole a España una "hegemonía mística", angustiosamente religiosa.

Es estúpido el prejuicio heideggeriano según el cual sólo se puede pensar en griego o en alemán. La lengua por sí misma no es criterio de excelencia, ni artística, ni científica ni filosófica. Y sucede que muchos magníficos textos de nuestros clásicos duermen el sueño de los justos mientras que se traducen apresuradamente las proclamas 'à la page' de los grandes santones extranjeros. Creo sinceramente que nos falta confianza en las posibilidades de nuestro idioma y respeto por, y reconocimiento de, nuestra relevante tradición. 

El valor que tenían nuestros tatarabuelos, andaluces, catalanes o vascos, iberos, celtas, fenicios, semitas o godos (que aquí somos hijos de la promiscuidad universal) para españolizar y decir "Leibnicio" por "Leibnitz", contrasta con nuestra tontería cultureta de tener que escribir "cosmovisión" en alemán, o sea Weltanschauung, para dárnoslas de sabios.

         
El duque de Alba comiendo niños crudos. Anómimo. Leyenda negra

Pero no es sólo cuestión de pedantería, la cosa es más grave porque los de "leyenda negra" se salieron con la suya. Dibujaron con negros tonos de propaganda política anti-imperial la idiosincrasia de la España del Siglo de Oro, como si el fanatismo religioso hubiera impedido toda especulación racional o todo ensayo crítico. Y sin embargo, en España hubo un movimiento filosófico admirable durante los siglos XVI y XVII. Antes que Montaigne, Antonio de Guevara inventó el ensayo como género filosófico moderno, léanse si no sus Epístolas familiares

Las teorías más ingeniosas y atrevidas tuvieron representantes españoles durante el Renacimiento, en muchos casos verdaderos pioneros, y las hogueras de la Inquisición no fueron obstáculo para ello. Como recordó Adolfo de Castro: ningún filósofo fue condenado en España por el Santo Oficio. No sucedió lo mismo en Italia o en Suiza, con los casos de Bruno o de Servet, quemado el descubridor de la doble circulación de la sangre por Calvino ¡para mayor gloria de Dios! (el dios de Calvino). De hecho, y aceptando los excesos del fanatismo religioso en todos los países europeos en aquella época de intolerancia, incluida España, también hay que aceptar el hecho de que la Inquisicion fue el primer tribunal del mundo que prohibió la tortura. Como pone de relieve la lección de Gustavo Bueno, el imperialismo español fue generador, promovió el mestizaje, elevó iglesias y universidades en América, al contrario que el anglosajón o germánico, que fue depredador y, este sí, genocida.

Grabado propagandístico del neerlandés Theodor de Bry (1528-1598).
Los protestantes describen a los españoles
quemando indígenas en el Nuevo Mundo.

Se ha llegado a negar que en España hubiera Renacimiento y Humanismo, ese que se caracteriza por el pacifismo (irenismo), armonismo, y el valor concedido a la libertad humana, a su capacidad de autocreación, como significado y sentido de su superior dignidad. Sin embargo, en España Fox Morcillo ensayó la conciliación de platónicos y aristotélicos, sugiriendo que los pueblos más civilizados prefieren el régimen político democrático, Melchor Cano se esforzó por conciliar la teología y la filosofía, el mecanicismo de Gómez Pereira anticipó a Descartes, igual que José de Sigüenza en su aplicación de la geometría a la metafísica. Oliva Sabuco situó en el cerebro el origen de todas las enfermedades y se percató de la importancia de la economía de las emociones en el bienestar y el malestar humano. Huarte de San Juan fundó la psicología aplicada a la orientación profesional y, mucho antes que Kant, el médico de Baeza anotó la función activa de la inteligencia, también relacionó los ingenios, antes que Montesquieu, con los climas. Pujasol, en su Filosofía sagaz, anticipó a Gall y a Lavater... Alonso de Castrillo, en los albores del XVI, declaró que "todos los hombres nacen iguales y libres, que ninguno tiene derecho a mandar sobre otro y que todas las cosas del mundo, por justicia natural, son comunes" (Tratado de República). 

La España "ominosa" del Renacimiento y la "aborrecible" del Barroco contaba con treinta y dos universidades y cuatro mil escuelas de gramática. Si queremos un testimonio foráneo, tomemos el de Brentano: 
"En el siglo XVI la cultura española alcanza transitoriamente el primer lugar en la vida intelectual de Europa. Es el apogeo de la historia de España. No debe admirar, por tanto, que el mundo entero tome a España por modelo". 

Todas las Historias de la Filosofía, me refiero a las escritas por Copleston, Abbagnano o Hirshberger por ejemplo, asumen una reducción de la filosofía teórica a 'sierva de la ciencia', su oficio restringido desde Kant, y una delimitación reductiva de las funciones del pensar. Tres ejemplos sangrantes: 

1º: Se suele decir en los manuales de secundaria, que la escolástica entró en crisis en el siglo XIV; ¡entraría en crisis en Inglaterra, con Ockam, país que rompería con Roma por motivos políticos en tiempos de Ricardo VIII!, porque en las Españas católicas, en las que no se ponía el sol, la escolástica todavía habría de producir lo más granado de nuestra metafísica y un pensamiento jurídico-político que anticipó y posibilitó las modernas teorías democráticas y las mejores críticas contra el absolutismo. 

2º En los mismos manuales se presenta el humanismo con los textos de Pico, pero ni se cita el Diálogo de la dignidad del hombre de Fernán Pérez de Oliva o la traducción de la Ética para Nicómaco de Pedro Simón Abril, admirable y dedicada al rey Felipe II a finales del XVI, traducción que ha tenido que esperar al siglo XX para ser editada. 

3º Se le da una importancia decisiva a El Príncipe de Maquiavelo, pero su política del fin justifica los medios por razones de Estado, su "filosofía para zorras y leones", como la llama Descartes en una carta a su amiga Isabel de Bohemia, fue admirablemente refutada por clérigos españoles cuyo nombre ni recordamos y cuya talla moral e intelectual era muy superior a la del amargado florentino, entre otras cosas porque mientras que Maquiavelo aparece en todos los manuales hechos desde una óptica protestante, los teóricos de la monarquía católica hispana han sido censurados y Felipe II declarado un inquisidor y un fanático. 

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Representación de un "brujo" descuartizado en la Alemania medieval

No obstante está demostrado que anglosajones y alemanes quemaron muchísimas más brujas y "herejes" que la denostada Inquisición española, y el protentantismo, con su carga irracionalista, voluntarista, es la conversión bárbara de un cristianismo que en el Sur de Europa se había hecho razonable y hasta escéptico (¡Oh genial Francisco Sánchez, precursor olvidado de Descartes!).
         
En fin, "nadie es profeta en su tierra", ni siquiera lo pudo ser Raimon LLull, pero cultivar la inteligencia, hacer ciencia de ideas en las Españas es de una ingratitud desilusionante. Aquí no se construyen panteones de hombres ilustres, sino monumentos a toreros y tonadilleras, lo que tampoco está mal. Y el profeta al que se hace caso, a veces, es un paleto racista romanticoide llamado Sabino Arana, no uno ilustrado y super-erudito como el vasco Juan Larrea, y sus seguidores chupan mucha más cámara que los hombres de bien o los pensadores honestos.    
         
Cuantas más lenguas mejor; mejor cuantas más patrias espirituales. Por vocación, el filósofo no debe casarse con ninguna, ha de ser cosmopolita, funcionario de la humanidad, o ácrata impenitente.

Bibliografía

- Julián Juderías. La leyenda negra, Swan, Madrid 1986.
- María Elvira Roca Barea, Imperiofobia y leyenda negra. Siruela, Madrid, 2016.
- "La sombra de la leyenda negra es alargada":

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