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martes, 5 de enero de 2021

PARADOJAS (INSOLUBILIA, ADMIRABILIA)

 

Retrato imaginario de Epiménides el cretense

Cuentan que Epiménides el Cretense hizo un largo viaje a Oriente para entrevistarse con Buda. Tuvo sus dificultades porque Buda no se hacía el encontradizo, pero al fin le halló y le preguntó:

- ¿Cuál es la mejor pregunta que se puede hacer y la mejor respuesta que se puede dar?

Buda contestó:

- La mejor pregunta que se puede hacer es la que tú me has hecho y la mejor respuesta la que te he dado.

Tal vez fue entonces cuando afectado por un eterno y grácil bucle como un logos-pescadilla que se muerde la cola, Epiménides el Cretense, sabedor de que “todos los cretenses son mentirosos” es una generalización arbitraria, inició una larga siesta de cincuenta y siete años.

¿Qué le despertó, quién, cuándo?

 

miércoles, 22 de julio de 2020

ÁNGEL GANIVET




CÍNOPE & HÍPOPE


 Hijo de un molinero con dos casas y una huerta en Granada, quedó huérfano de padre muy pronto, como Unamuno. Un accidente estuvo a punto de costarle una pierna. La larguísima convalescencia le volvió infatigable lector y dependiente de los brazos de su madre durante diez años. Por ello comenzó tarde sus estudios, pero se doctoró con la máxima nota y una tesis sobre La importancia de la lengua sánscrita (1889). Antes, Nicolás Salmerón se opuso a la defensa de España filosófica contemporánea. En esta obrita el joven Ganivet lamentaba la falta de “ideas madres” que pudieran guiarle en el océano de la vida. Por entonces el krausismo tomaba tintes positivistas, enfrentado al neotomismo intransigente. El autor echaba en falta una filosofía clara y antropocéntrica.

miércoles, 1 de enero de 2020

CONTRA EL PAPANATISMO

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Comentarios de Fox Morcillo a la República platónica
que duermen el sueño de los justos.

Nada más lejano de mi intención que promover el provincianismo o la pasión por añejos olores de establo, tribales, nacionales, imperiales o lingüísticos. Pero cuando una barra de hierro está combada hacia un lado, hay que combarla hacia el otro para que quede recta. Debemos proponernos combatir el papanatismo, ya denunciado por Unamuno, y tan extendido entre españoles e hispanos, sobre todo tras la decadencia y desmembración del imperio, como complejo de inferioridad desde el cual se juzga, por ejemplo, que cualquier texto escrito en inglés, alemán o francés -o traducido de estas lenguas-, es mejor que lo que se halla escrito en castellano, catalán o gallego. 

No caigamos tampoco en el energumenismo patriotero de atribuirnos un papel exclusivo y divino en la Historia, como hizo el magnifico escritor Juan Larrea, un papel, el del español y lo hispano, superior al resto de lenguas, linajes y naciones. La profecía de Larrea tuvo su venerable precedente en el quijotismo de Unamuno, en su exageración, la del "¡que inventen ellos!", para justificar nuestro atraso tecnológico en el XX, atribuyéndole a España una "hegemonía mística", angustiosamente religiosa.

lunes, 20 de mayo de 2013

Ortega versus Unamuno. Vida y razón




Si Unamuno opone básicamente la razón a la vida; Ortega busca su armónica integración. Para Unamuno, el hombre de carne y hueso que filosofa lo hace con la voluntad y el sentimiento. La filosofía es para el españolísimo vasco ciencia de la tragedia de la vida, reflexión de su sentimiento trágico. Este sentido dista mucho del sentido jovial que propone Ortega para el pensar racional: del patetismo agonístico (Unamuno) al deportivismo heroico (Ortega).

Ortega reprochó siempre al existencialismo (corriente en la que muchos incluyen a Unamuno) su complacencia con las formas melodramáticas y equívocas de filosofar, así como su reducción de la filosofía a mero compromiso o testimonio de creencias (engagement). Para Ortega importa más la verdad que el compromiso, si bien las verdades valen, sobre todo, para autentificar la vida. Por eso, la filosofía es un ejercicio de contemplación no exento del tono vital propio de Jove,  o sea de Júpiter: la jovialidad, el aire de fiesta fundado en el impulso erótico hacia lo perfecto.

Como Unamuno, Ortega parte también del hombre de carne y hueso, pero para el madrileño el carácter problemático de la existencia inmediata exige de la filosofía una práctica salvadora, la búsqueda de la seguridad que procede de la claridad del concepto, es decir, el régimen de la libertad, pues la autosuficiencia, autarquía y autonomía, no es posible sino mediante la posesión de la circunstancia que procura el descubrimiento de un sentido por parte de la conciencia. La filosofía realiza así el apetito de libertad que germina ya, como un obscuro deseo, en el germen mismo de la vida. La filosofía es el método de la libertad. Por eso, como decía Platón, “sólo filosofan los hombres libres”. La filosofía eleva a conciencia el contenido sustancial de la vida.