miércoles, 5 de febrero de 2020

AZAR Y CAUSALIDAD

Pulverización. Semillas de adelfa.


Llamamos acontecimientos azarosos a los hechos cuyas causas desconocemos. En este sentido, el azar habría cumplido la misma función epistemológica o de “tapa-huecos” que la idea de providencia divina. Simplemente achacamos al azar o a la inescrutable voluntad de Dios lo que sucede cuando no podemos explicar necesariamente por qué sucede, es decir cuando no conocemos las causas de los fenómenos.

Ningún fenómeno ocurre “necesariamente”. No conozco más necesidad en este mundo que la necesidad lógica, por ejemplo, la necesidad de que (p v q) => (q v p) o de que 2 + 1 = 3, y en el otro mundo, si existe, la necesaria existencia del ser perfecto (ipsum esse). No obstante, me parece bien aceptar el principio de causalidad (o de razón suficiente, PRS) como principio metodológico de las ciencias fácticas, o sea, de los saberes sobre hechos.

Eugenio d’Ors supuso que el principio de razón suficiente (PRS) está contenido en el principio de no contradicción o de identidad:

«En efecto, si yo, al poner los mismos en relación, afirmo que en uno de ellos se encuentra una explicación racional del otro , con rigor tal, que ningún elemento de la existencia del segundo escape a una justificación potencial que se halla en la significación del primero, afirmo, en el mismo acto, la equivalencia entre la realidad del primero más su potencialidad y el segundo. Me ocurrirá el inferir, por ejemplo, la caída de una manzana por la ley de gravedad, pero la ley de gravedad ya comprende, en su propio enunciado, entendido con toda la amplitud que hace de ella una ley general de la mecánica, el caso particular representado por la caída de esta manzana, como la de todas las manzanas posibles»

Claro que la ley de la gravedad no comprende todas las causas que determinan la caída de la manzana. Estaría por ejemplo el grado de madurez de la misma. Bien, la botánica podría predecir tal cosa, con un grado aceptable de PROBABILIDAD. Omito explicar que con respecto a los hechos Hume probó con argumentos incontrovertibles que nunca son necesarios; esto es, que siempre podría suceder lo contrario de lo que ha venido sucediendo: que nazca un mirlo blanco puede ser increíble, pero nunca imposible. Sin embargo, por mucho que yo acorrale al acontecimiento con explicaciones causales (convencionales), la razones suficientes siempre serán, si me lo permitís, “insuficientes”, la exigencia intelectual de orden, implícita tanto en los principios lógicos como en el de causalidad o razón suficiente, interviene también aquí:

“Interviene para hacernos preferir, entre las varias explicaciones causales posibles, aquella que presenta en más alto grado y en proporción más perceptible ciertas condiciones lógicas, estéticas y hasta éticas, extrañas en sí mismas a la racionalidad; pero que a la racionalidad sirven, permitiéndole acercarse a lo objetivo”.

La ciencia se logra mediante una arquitectura intelectual (esqueleto), encadenando un repertorio de “razones suficientes PREFERIDAS”, dicha estructura está revestida con aditamentos meramente “plausibles”, o sea aplaudibles, carne y sangre de la ciencia, ingeniados ad hoc, con cuyo ligero engaño transigiremos fácilmente si no son demasiado contradictorios con los hechos experimentales, aceptándose en esto como criterio de verdad cierto consenso entre la comunidad científica, no exento a veces de un saludable disenso que es garantía de progreso de la ciencia.

Manzana inversa
De hecho, el principio de razón suficiente inventado por Leibniz para otorgar estatuto científico a las grandes invenciones del Renacimiento, consideradas por el intelectualismo como una “prole bastarda”, permite la invención y la hipótesis: la creatividad imaginativa del investigador.

En cualquier caso, y puesto que entre la causa y el efecto no es posible reconocer una “conexión necesaria” sin recurrir a “sustancias no empíricas” (incluida la materia entre éstas), sino sólo a una CONJUNCIÓN CONSTANTE, las explicaciones de las ciencias naturales no pueden alcanzar jamás la seguridad necesaria de las demostraciones matemáticas o lógicas.

Son subjetivamente más o menos plausibles y objetivamente más o menos probables, porque se refieren a hechos, esto es, a existencias contingentes en un universo en el que las mismas leyes que explican las relaciones causales entre fenómenos parecen estar sometidas a cambio, evolución y AZAR.

A este respecto, la propia teoría general de la evolución integrada con la genética mendeliana hace del azar (como recombinación genética) un mecanismo de evolución, cuando se producen mutaciones beneficiosas que perduran en la lucha por la vida de las especies...

Esto podría querer decir (llevo tiempo dándole vueltas a este parangón entre el PRS y determinados conceptos lógicos) que la relación supuesta en el principio de razón suficiente no es de pura equivalencia, ni siquiera de implicación estricta (Lewis), sino más bien de condicionalidad material entre fenómenos: X -> Y. 

O sea, que la gravitación explique suficientemente la caída de la manzana no quiere decir ni que la manzana no pueda caer por otras causas, ni que la fuerza de la gravedad sea necesariamente verdadera.

¡Contingentes saludos!, hijos del azar y la fatiga de un dios juguetón que se complace en crear y destruir formas fugaces (Nietzsche).

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