Pulverización. Semillas de adelfa. |
Llamamos
acontecimientos azarosos a los hechos cuyas causas desconocemos. En este
sentido, el azar habría cumplido la misma función epistemológica o de
“tapa-huecos” que la idea de providencia divina. Simplemente achacamos al azar o
a la inescrutable voluntad de Dios lo que sucede cuando no podemos explicar
necesariamente por qué sucede, es decir cuando no conocemos las causas de los fenómenos.
Ningún fenómeno ocurre
“necesariamente”. No conozco más necesidad en este mundo que la necesidad
lógica, por ejemplo, la necesidad de que (p v q) => (q v p) o de que 2 + 1 = 3, y en el otro mundo, si existe, la necesaria existencia del ser perfecto (ipsum esse). No obstante, me parece bien
aceptar el principio de causalidad (o de razón suficiente, PRS) como principio
metodológico de las ciencias fácticas, o sea, de los saberes sobre hechos.
Eugenio d’Ors supuso
que el principio de razón suficiente (PRS) está contenido en el principio de no
contradicción o de identidad:
«En efecto, si yo, al poner los mismosen relación, afirmo que en uno de ellos se encuentra una explicación racional del otro , con rigor tal, que ningún elemento de la existencia del segundo escape a una justificación potencial que se halla en la significación del primero, afirmo, en el mismo acto, la equivalencia entre la realidad del primero más su potencialidad y el segundo. Me ocurrirá el inferir, por ejemplo, la caída de una manzana por la ley de gravedad, pero la ley de gravedad ya comprende, en su propio enunciado, entendido con toda la amplitud que hace de ella una ley general de la mecánica, el caso particular representado por la caída de esta manzana, como la de todas las manzanas posibles»
Claro que la ley de la
gravedad no comprende todas las causas que determinan la caída de la manzana.
Estaría por ejemplo el grado de madurez de la misma. Bien, la botánica podría
predecir tal cosa, con un grado aceptable de PROBABILIDAD. Omito explicar que
con respecto a los hechos Hume probó con argumentos incontrovertibles que nunca
son necesarios; esto es, que siempre podría suceder lo contrario de lo que ha
venido sucediendo: que nazca un mirlo blanco puede ser increíble, pero nunca
imposible. Sin embargo, por mucho que yo acorrale al acontecimiento con
explicaciones causales (convencionales), la razones suficientes siempre serán,
si me lo permitís, “insuficientes”, la exigencia intelectual de orden, implícita
tanto en los principios lógicos como en el de causalidad o razón suficiente,
interviene también aquí:
“Interviene para hacernos preferir, entre las varias explicaciones causales posibles, aquella que presenta en más alto grado y en proporción más perceptible ciertas condiciones lógicas, estéticas y hasta éticas, extrañas en sí mismas a la racionalidad; pero que a la racionalidad sirven, permitiéndole acercarse a lo objetivo”.
La ciencia se logra
mediante una arquitectura intelectual (esqueleto), encadenando un repertorio de
“razones suficientes PREFERIDAS”, dicha estructura está revestida con
aditamentos meramente “plausibles”, o sea aplaudibles,
carne y sangre de la ciencia, ingeniados ad
hoc, con cuyo ligero engaño transigiremos fácilmente si no son demasiado
contradictorios con los hechos experimentales, aceptándose en esto como
criterio de verdad cierto consenso entre la comunidad científica, no exento a
veces de un saludable disenso que es garantía de progreso de la ciencia.
Manzana inversa |
De hecho, el principio
de razón suficiente inventado por Leibniz para otorgar estatuto científico a
las grandes invenciones del Renacimiento, consideradas por el intelectualismo
como una “prole bastarda”, permite la invención y la hipótesis: la creatividad
imaginativa del investigador.
En cualquier caso, y
puesto que entre la causa y el efecto no es posible reconocer una “conexión
necesaria” sin recurrir a “sustancias no empíricas” (incluida la materia entre
éstas), sino sólo a una CONJUNCIÓN CONSTANTE, las explicaciones de las ciencias
naturales no pueden alcanzar jamás la seguridad necesaria de las demostraciones
matemáticas o lógicas.
Son subjetivamente más
o menos plausibles y objetivamente más o menos probables, porque se refieren a
hechos, esto es, a existencias contingentes en un universo en el que las mismas
leyes que explican las relaciones causales entre fenómenos parecen estar
sometidas a cambio, evolución y AZAR.
A este respecto, la
propia teoría general de la evolución integrada con la genética mendeliana hace
del azar (como recombinación genética) un mecanismo de evolución, cuando se
producen mutaciones beneficiosas que perduran en la lucha por la vida de las
especies...
Esto podría querer
decir (llevo tiempo dándole vueltas a este parangón entre el PRS y determinados
conceptos lógicos) que la relación supuesta en el principio de razón suficiente
no es de pura equivalencia, ni siquiera de implicación estricta (Lewis), sino
más bien de condicionalidad material entre fenómenos: X -> Y.
O sea, que la
gravitación explique suficientemente la caída de la manzana no quiere decir ni
que la manzana no pueda caer por otras causas, ni que la fuerza de la gravedad
sea necesariamente verdadera.
¡Contingentes saludos!, hijos del azar y la fatiga de un dios juguetón que se complace en
crear y destruir formas fugaces (Nietzsche).
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