miércoles, 26 de abril de 2023

SEMIÓTICA DE RELACIONES

 


DISPUTATIO DE RELATIVIS

 En sus Categorías, Aristóteles, después de referirse a la entidad (ousía), es decir a las sustancias primeras y segundas (estas “segundas” son especies y géneros), examina la Cantidad y, en seguida, se ocupa del predicamento de Relación. Las relaciones se dicen respecto a algo (pros ti, cerca de, hacia), lo que son ellas mismas lo son de otras cosas o respecto a otra cosa de cualquier otra manera. Pone el Estagirita el ejemplo de lo mayor, relación que permite comparar el tamaño o la edad, o lo doble. Y añade que también son de lo respecto a algo cosas como: estado, disposición, sensación, conocimiento, posición. También la contrariedad se da respecto a algo, aunque no a todo lo respecto a algo le pertenece lo contrario (nada hay contrario a lo triple, v. gr.). Parece que lo respecto a algo es capaz de admitir más y menos, así la semejanza o la desigualdad.


Todo lo respecto a algo se dice respecto a un recíproco, lo doble a la mitad, el conocimiento respecto a lo cognoscible, etc. Kant hará del concepto de la acción recíproca (comunidad) síntesis en “la trinidad” de su categoría de Relación. Si no existe el recíproco –dice Aristóteles- es porque no se da con propiedad aquello respecto a lo que se dice. Por ejemplo “el ala de ave”; no existe el recíproco “el ave de ala”, pues hay alas de otras cosas que no son aves y no todas las aves tienen alas. Todo lo respecto a algo, con tal de que se dé en forma apropiada, se dice con respecto a un recíproco; “ya que si se da algo al azar respecto a cualquier cosa, y no respecto a aquello que se dice, no hay reciprocidad”.

A veces conviene inventar nombres para las recíprocas como “lo timoneado” a partir del timón para el recíproco del timón de una nave (hay naves sin timón). Parece que las cosas que son respecto a algo existen simultáneamente por naturaleza (phýsei, se opone a thései, por artificio). Esto es verdad en la mayoría de los casos. El doble y la mitad existen a la vez, como el esclavo y el señor. Sin embargo, lo cognoscible parece existir antes que el conocimiento y lo sensible antes que la sensación. Recordemos que Aristóteles ha definido el conocimiento en general como Relación (pros ti).

Es difícil saber si ninguna entidad se cuenta entre lo respecto a algo[1]. Cabe esta posibilidad en las sustancias segundas (especies y géneros). Las sustancias primeras no son relaciones, ni en sus todos ni en sus partes se dicen respecto a algo “pues el hombre individual no se llama hombre individual de algo, ni el buey individual, buey individual de algo” (Categorías, 8ª). Es decir, las sustancias primeras no son de lo respecto a algo[2]. Respecto a las sustancias segundas (esencias, formas) hay discusión, v. gr. la cabeza se llama cabeza de alguien. Es muy difícil o imposible resolver la cuestión de si ninguna entidad se cuenta entre lo respecto a algo, e. d. si hay alguna sustancia (ousía) que sea pura relación o cuyo ser se agote en ser relación, esto sería una relación cuya existencia sería también respecto a algo (ad infinitum).

¿Existen las relaciones o –como insinuaban o afirmaban los connotadores[3] escolásticos- son “entes de razón”, nombres útiles según los nominalistas? ¿Sería verdad –como alega Aristóteles- que “ninguna entidad es respecto a algo” (8b20)? No parece que tenga sobre esto en su Organon una doctrina definitiva:

 

“Sin duda es difícil hacer aseveraciones firmes acerca de tales cuestiones sin haberlas examinado muchas veces; sin embargo, no es inútil el haber penetrado en la dificultad de cada una de ellas”


Así termina en las Categorías el apartado relativo a la Relación, antes de ocuparse de la categoría de Cualidad, que le sigue. Y sin embargo el aristotelismo situará el predicamento de Relación en cuarto lugar, después de la Cantidad y la Cualidad, y como extrínseco a la sustancia. Zubiri sin embargo proclamará el carácter respectivo del Ser, pues “sólo respectivamente tiene sentido hablar de ‘salir a la luz’, ‘venir al mundo’, etc.”[4]

 Para los filósofos modernos la relación mente-cuerpo fue un auténtico problema, porque el mundo físico estaba causalmente cerrado. En términos de la física newtoniana: ningún cuerpo se mueve sino en función de alguna fuerza que puede describirse mediante números. El racionalismo, que desprecia lo cualitativo, especialmente las cualidades secundarias (color, olor, sabor, sonido) en beneficio de los algoritmos de cómputo, estaba ya lejos del pensamiento medieval en el que cualquier cosa podía ejercer influencia sobre cualquier otra. La misma palabra “influencia” –como señala Putnam[5]- es un vestigio del modo de pensar del medievo, para el cual, lo mismo que los espíritus malignos podían infeccionar las aguas, era muy natural pensar que la mente pudiera actuar sobre el cuerpo.

 

Retrato de Jaime Balmes

En su tercer libro de Lógica (1925) que trata del método, Jaime Balmes, tras detenerse brevemente en la cuestión del Criterio de verdad (a la que dedicó un célebre tratado), se ocupa de “las cuestiones de posibilidad e imposibilidad” y enseguida respecto a las “cuestiones de existencia” trata la Coexistencia y la Sucesión, conceptos que podemos considerar relacionales:


Para conocer la existencia de una cosa desconocida, necesitamos partir de una cosa conocida, y saber, además, que están unidas por algún vínculo. Sin esto es imposible “dar un paso”. Sin esto, sería como “construir un edificio sin fundamento”. La ligazón, el enlace de las ideas y de los hechos garantiza, facilita el conocimiento. “Como la íntima naturaleza de los objetos nos es poco conocida”, nos vemos precisados a considerarlos dependientes entre sí, o porque existen juntos (coexisten) o porque unos vienen después de otros (sucesión). De este modo sugiere Balmes la relatividad de los objetos al Espacio (coexistencia) y el Tiempo (sucesión).


 Juan Manuel Ortí y Lara, escolástico ultramontano, en su Lógica (1876, pg. 51s.) dice de la relación (relatio) que “denota aquello en virtud de lo cual una cosa tiene o guarda para con otra cierto orden[6]. En toda relación hay que distinguir tres cosas: sujeto, término y fundamento. El sujeto es la cosa que dice orden a otra; el término se llama a esta segunda; y fundamento o principio a aquello en que se comparan entrambas… El sujeto y el término de la relación son llamados extremos”.

De dos maneras –dice Ortí y Lara- puede ser la relación: real o lógica. La primera existe entre las cosas con independencia de nuestro entendimiento, como la mutua relación entre padre e hijo; la segunda procede del orden que el entendimiento pone en sus conceptos, tal es por ejemplo la relación de identidad que existe entre una especie dada, y el género y la diferencia que respectivamente la contienen y determinan.

 

Debemos a Locke la moderna reflexión categorial que se centra en la Relación. Las relaciones son ideas complejas, e. d., una función activa, espontánea y formalizadora de un entendimiento que ordena contenidos objetivos, algo in mente, no in re. Kant dirá que es un acto de la espontánea actividad de la mente, producido por el sujeto. Locke admite que “las ideas relacionales son a menudo capaces de ser más perfectas y distintas en nuestro espíritu que las ideas de sustancia”[7]

David Hume analizó muy originalmente la relación de causalidad reduciéndola a un hábito mental de ordenación de sucesos que nos permite prever lo acostumbrado como meramente  probable, pues no hay necesidad alguna en cuanto acaece, sino mera contingencia. Kant postulará el carácter dinámico y constitutivo de la Relación. Con Kant “deja la relación de ser algo extrínseco a la cosa”, en opinión de Hartmann. 

Se podría decir que lo relativo pasa a ser esencial (“relativista” se llamará la física de Einstein), las relaciones son un momento de la fábrica de las cosas, como orden de conexiones (la conexión sería su fundamento real, según Gustavo Bueno), su momento estructural… “Las conexiones son por todas partes lo primario…, sin ellas no hay ni la unidad ni la multiplicidad”. El neocriticismo de Renouvier reconocerá en la Relación “la ley más general del pensamiento” y ensaya una interpretación de la dimensión antropológica de la Relación.

El filósofo y comunicólogo Antonio Pasquali falleció en 2019

Nicolai Hartmann (1882-1950) dedicó pocas “aunque luminosas” páginas –según Antonio Pasquali- a la Relación, enfocadas kantianamente como meras “categorías de la naturaleza material”, extendiéndose en su análisis de la causalidad y la acción recíproca. Hartmann consideró la Relación como categoría estructural en pareja con su opuesta de substrato o substancia.

En su Comprender la comunicación (Monteávila, Caracas 1978), el filósofo y comunicólogo venezolano Antonio Pasquali celebra a Kant por: 

1º Haber sistematizado las categorías relacionales; 

2º Haber clasificado a la Causalidad como antítesis de la Inherencia, y 

3º Haber dado nombre y dignidad categorial a la Comunidad

Lamenta Pasquali que Hartmann dedicara lo mejor de su obra a las categorías modales, señalando que no era la relación sino la modalidad la verdadera clave de los sistemas filosóficos, pues todos ellos responden a la pertinente pregunta de qué es lo real, qué es lo posible y qué lo necesario, y esta propiedad apofánica de la Modalidad en relación a la ontología de cualquier sistema no es compartida por los conceptos de Relación.

No obstante, para Pasquali el pensamiento relacional en su ejercicio prerreflexivo se anticipa a los comienzos históricos de la filosofía, siendo el modo de pensar ancestral, primitivo, infantil y genuino, por definición. Y además se pregunta por qué hoy es la categoría de Relación el género supremo del concepto relacional antropológico de comunicación. 

Las ciencias humanas han dado pruebas concluyentes del carácter primigenio del pensamiento relacional. Mucho antes de preguntarnos por lo substancial, por el ser en sí, la mente humana captó relaciones en los vínculos de alianza o conflicto, relaciones que le permitían ejercer mejor sus funciones prácticas. La inteligencia humana se estrenó como conciencia de relaciones, todo resultaba comprendido, los fenómenos naturales o los sueños, como algo que refiere a otro algo en su carga de relatividad y relacionabilidad. El ser de algo concluía en su relación con otro algo y lo irrelacionado simplemente no era.

Tales relaciones se dan entre objetos en devenir y todo símbolo primitivo significa relacionalmente. Los mitos trazan arquetipos de relaciones y todos los modos pensables de Inherencia, Causalidad y Comunidad (por citar la nomenclatura kantiana del predicamento de Relación) están prefigurados en abigarradas articulaciones y poética confusión de estratos en el relacional pensamiento primitivo, animista, mucho antes de que la razón aprendiese a cuantificar, calificar y modalizar. 

La armonía universal pitagórica es una relación. Desde entonces y hasta Whitehead, el relacionismo antisustancialista será una tentación constante del pensar sistemático que tenderá a formar, como la araña, una red sin nudos, sólo con hilos, tal el estructuralismo extremo, porque si relacionar es referir un objeto a otro, no otro es el modus operandi de la mente humana. Si todo pensar es un sintetizar, todo sintetizar un unificar, entonces todo unificar es establecer relaciones. Por consiguiente, el relacionar es el modo más general que tiene la mente de conocer, siendo su actividad central y esencial. De hecho, el término "Inherencia" presenta la ambigüedad de que con él expresamos en un caso la identidad (esse in) y en otro caso la adherencia y la alteridad del accidente (esse ad).

Busca Pasquali una definición integradora de la Relación y propone[8]:

 

“Situación o representación según la cual un objeto sólo nos resulta comprensible en su unión o síntesis con otro objeto, e incomprensible fuera de ella, y con lo cual asumimos el momento relacional o unificador como parte constitutiva, no accidental ni sobreviniente, de los objetos así concebidos (esse est relatio)”.

 

Nada puede ser concebido como absolutamente irrelacionado, porque el más riguroso “en sí” siempre exhibe un estado embrionario de relación. Esto permite comprender el carácter social y político del hombre como su ser relacional cuya esencia consiste en estar-con-otro. La Inherencia expresa el grado cero o mínimo de la Relación, que podría interpretarse subjetivamente como ese hablar con “el otro de uno mismo” al que alude Antonio Machado, mientras que la Comunidad expresa su grado máximo y sintético. Entre ambos se ubica la Causalidad bajo la cual clasifica Pasquali todas las formas reales humanas de dependencia.

 Socialmente, la reciprocidad[9] que ya señaló Aristóteles como nota importante de la relación, aunque no general, se puede entender como “comunancia” o comunidad (Gemeinschaft): Todas las sustancias en cuanto puedan ser percibidas en el espacio como simultáneas están entre sí en una acción recíproca universal, por eso precisamente conforman un cosmos, es decir, una totalidad ordenada. La simultaneidad es por su parte (como ya viera Hume) factor esencial de causalidad y reciprocidad… Sólo pueden interactuar realmente, físicamente, las entidades que comparten tiempo y espacio.

 Aunque Russell y otros han venido desarrollando la idea lógica de relación a partir de la lógica de clases, de pares ordenados, Manuel Sacristán[10] explica con gran claridad cómo las relaciones lógicas pueden entenderse muy bien a partir de expresiones predicativas poliádicas. Así, la expresión predicativa ‘Pxy’ puede entenderse muy naturalmente como simbolización de que entre x e y media la relación P. Si P simboliza la propiedad ser-padre-de, entonces ‘Pxy’ puede leerse ‘x es padre de y’. También podría escribirse xPy

Es decir, es posible la lectura o interpretación relacional de las expresiones predicativas diádicas o poliádicas. O sea y en lenguaje metafísico: se puede interpretar que cuando dos sustancias comparten una propiedad, entran en relación. Es la explicación plausible del problema tópico escolástico, citado varias veces por Gustavo Bueno en sus conferencias sobre la relación, respecto del juicio “Julián y Tobías son blancos”. Si se interpreta como una relación no se sabe si la relación se fundamenta en ellos en tanto son sustancias o en la propiedad de la blancura, y en ese caso la relación es puro ente racional, un modo de hablar. Una explicación sencilla es que se relacionan gracias a la blancura, porque comparten esa propiedad. Curiosamente, Gustavo Bueno parece adherirse a la interpretación lógica de las relaciones como derivada de la lógica de clases.

Sacristán señala que la falta de una teoría general de las relaciones es una de las lagunas más importantes de la lógica tradicional, a pesar de que los razonamientos matemáticos más elementales son precisamente razonamientos sobre relaciones.

Ha sido corriente fundar la noción de relación en la de clase, con objeto de referirse no a las “intenciones” [¿intensiones?], a los conceptos relacionales, sino a sus extensiones; en vez de a la intención [¿intensión?[11]] o concepto padre-de, por ejemplo, a le extensión constituida por todos los pares de objetos tales que el uno es padre del otro, pero esta definición de la relación por la clase sistematizada por Wiener y Kuratowski, no es inevitable:

 “En realidad, la idea de relación es, desde el punto de vista de la teoría de la ciencia, una de esas nociones fundamentales cuya definición no puede tener más que una finalidad técnica, a saber, fijar una significación a algo que intuitivamente fundamenta todo pensamiento. Todo el mundo sabe lo que es una relación, pues hablar es relacionar”[12].


Sacristán concluye que la lógica de relaciones es lógica fundamental y no tiene por qué basarse necesariamente en la lógica de clases. Incluso es posible definir las clases mediante relaciones.

En sus tres Conferencias sobre las Relaciones (2011)[13], Gustavo Bueno, desde la perspectiva de la teoría de la ciencia, examina estos difíciles conceptos que confundimos con interacciones, pasiones, etc., conceptos sin embargo que resultan primarios pues lo que captamos son siempre magnitudes y calidades relativas, o sea, similitudes y diferencias. El ejemplo musical de “la figura de las relaciones” es muy relevante. Según el director de orquesta y musicólogo Ernesto Ansermet (que aplicó la fenomenología de Husserl al estudio de la música), sin intervalos, sin relaciones armónicas ¡no hay música![14].

La misma noción de necesidad es relacional, la hallamos en las relaciones, por ejemplo en la identidad o en el principio de no contradicción. Según Gustavo Bueno, Kant no entendió las relaciones sino como acción recíproca. Opinión que tenemos por muy discutible. 

Para el filósofo materialista, las relaciones, incluso las necesarias, sólo se pueden dar en dominios relativos, porque no hay relaciones necesarias fuera de contextos parciales; no hay una ciencia del universo. Tampoco podemos confundir las relaciones con las conexiones. No obstante, Gustavo Bueno concluirá diciendo que las conexiones son fundamento real de las relaciones. Parte en su análisis de Aristóteles, cuya filosofía, por sustancialista, no podía sino reconocerle a las relaciones un fundamento debilísimo y problemático y eso a pesar de su omnipresencia, omnipresencia de las relaciones también reconocida por el más ilustre de nuestros escolásticos, Francisco Suárez. Los escolásticos aceptaron la realidad de las relaciones por un motivo teológico, por la doctrina de la Trinidad, pues si las relaciones son sólo “entes de razón”, la con-sustancialidad divina de las tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, resulta irreal y entonces tendríamos tres dioses en vez de Uno.

Hablando del Uno, es evidente que el monismo eleático no puede admitir relaciones, pues el Ser-Uno sólo podría relacionarse con el No-Ser que, por definición, es irreal. El atomismo de Demócrito pulverizó el Ser de Parménides. Lo otro de los átomos, que comparten casi todos los atributos del ser parmenídeo, es ese "no-ser relativo" al que los atomistas llaman vacío. Aristóteles, como Leibniz, niega el vacío. El pensamiento relacional más bien procede del pitagorismo y se desarrolla en el Sofista de Platón, antes de que Aristóteles abstraiga la “imputación” o categoría de relación.

Gustavo Bueno parece compartir el principio de que los hechos mismos son relaciones que se definen en cada dominio científico vinculando términos en operaciones sencillas o complejas. Tal sería la sintaxis de un dominio del mundo, pues toda sintaxis se ocupa de términos que se relacionan mediante operaciones. Las relaciones no son meros accidentes de las sustancias, pero la metáfora de Leibniz al decir que son figuras o entes con dos patas (o con tres, o con ene patas) no es suficiente. La institución de la relación, como producto filosófico, cultural, procede, según Bueno, de la deflagración del sistema aristotélico, pues la relación permitía a Aristóteles dar cierta unidad a su sustancialismo hilemórfico al aceptar que en la ousía, en su esse in, contenía una cierta tendencia pros ti, hacia la otredad en general. Ese Otro u otredad podría recordar la Diferencia, Forma omniabarcadora, de la que habla Platón en el Sofista, 254d-255e. La Diferencia, opuesta a la Mismidad, se mezcla con las otras tres formas: Existencia, Movimiento y reposo, a las cuales, junto a la mismidad y la otredad o diferencia, muchos llaman “categorías platónicas”.

Las relaciones enlazan, pero la conexión, que es el fundamento de estos “conceptos conjugados”, no puede ser para G. Bueno la de los eslabones de una cadena, pues las relaciones suponen discontinuidad entre “los cascotes” de un mundo fragmentado en dominios gnoseológicos. Para Gustavo Bueno las relaciones son reales y objetivas, existen a parte de mí (apotéticas), su fundamento es una conexión (o “sinesión”) entre objetos, de lo que él llama M3.

CORRELACIONISMO O RELATIVISMO TRASCENDENTAL


Si hay un filósofo que ha hecho de la Relación la esencia misma de la realidad es el gallego Ángel Amor Ruibal (1869-1930). Bajo esta idea de relación ordena Amor Ruibal, que también fue un excelente e internacional filólogo, su teoría del conocimiento, su ontología, su cosmología y su teodicea, en Los problemas fundamentales de la filosofía y del dogma, cuyos volúmenes metafísicos (VIII, IX y X) vieron la luz póstumamente entre 1933 y 1936 (el que debía ser el XI se imprimió en 1964) y el último seguía inédito en 1987. El CSIC ha emprendido a partir de 1972 la reedición de Los problemas fundamentales...

En su valoración de la filosofía del "correlacionismo" o "relativismo trascendental" de Amor Ruibal, Gonzalo Fdez. de la Mora (Filósofos españoles del siglo XX, Planeta 1984) resume así el sistema del pontevedrés:

  1. Todo ente es relativo, es un ser-de.
  2. La sustancia de una cosa es el conjunto de relaciones que aseguran la permanencia de sus funciones.
  3. Las cosas sólo son lo que son en el contexto de las correlaciones cósmicas.
  4. La correlatividad universal es dinámica, todo ente actúa sobre los demás y es actuado por ellos.
  5. El universo es una estructura dinámica de elementos correlativos.
  6. Conocemos relaciones y el conocimiento es, a su vez, una relación dada.

Relaciones y ciencias sociales


En la actualidad, lo relacional cubre una amplia corriente de ideas y modos procedentes de la antropología, la sociología y la psicología social. Autores relacionales como los psicólogos Arthur Still y Jim Good contemplan a las personas como inextricablemente implicadas en procesos de comunicación e interacción unas con otras, en relaciones cara a cara. Han comprendido que casi todas las tareas humanas se realizan en conjunción.

Oigamos, por ejemplo, al antropólogo social Michael Carrithers (¿Por qué los humanos tenemos culturas?, Alianza 1995, pg. 27):

"Adopto un punto de vista relacional, uno que subraya que las personas están tan profundamente comprometidas recíprocamente que sólo podemos entenderlas de forma adecuada si interpretamos incluso sus nociones y actitudes aparentemente íntimas como algo interpersonal".

Nota bene

  • He llamado a este artículo "Semiótica" (igual podría haberle llamado "Semiología de relaciones") porque incluye tanto una perspectiva sintáctica como otras semántica y prágmática en relación con o respecto a la categoría de Relación, las relaciones reales y las notas que expresan algún modo de relación.
  • Debo agradecer a Lykofrán (Francisco J. Fernández) el estímulo para la confección de esta entrada a partir de una conversación sobre las figuras de relación (liaison, rapport) en Leibniz, respecto a un estudio mío (borrador) sobre el Principio de plenitud y el Principio de razón suficiente en el filósofo alemán.

[1] Próximo al problema de si las relaciones pueden dar lugar a sustancias. Por supuesto, tal es el caso de las cópulas animales que engendran sustancias nuevas.

[2] Este sería el fundamento del sustancialismo aristotélico, cuyo prolongación en el tiempo llega hasta la sustancialización del yo, de la mónada, o de la persona.

[3] Mill apunta que el verbo latino ‘connotare’ significaba en la lógica medieval “designar en adición” y ‘significatio’, en conexión con los termini comunes. W y M. Kneale. El desarrollo de la lógica, tecnos, Madrid 1980, pg. 345.

[4] Sobre la esencia, 3ª, 9, 3, §3, I. 3. “La idea de una estructura trascendental”.

[5] Hilary Putnam. Razón, verdad e historia, tecnos, Madrid 2001. “4. Mente y cuerpo. Paralelismo, interaccionismo e identidad”, pg. 83.

[6] Recordemos que la Escolástica distinguía con su doctrina de los trascendentales entre los modos generales de ser: ens y res. “Ens significa que la cosa “es”; y res significa “aquello” que la cosa es; es decir su ordenación al esse” (Zubiri, Sobre la esencia, Madrid 1972, pg. 422. En tanto expresa la ordenación al ser, la Relación es real.

[7] Essai concerning Human Understanding II, caps. XXIV, XXV, XXVIII.

[8] Téngase en cuenta que el interés de Antonio Pasquali, gran comunicólogo, es la aplicación de la categoría de Relación a la idea social de Comunicación.

[9] La reciprocidad lógicamente dicha es una relación entre dos proposiciones en que el predicado de la una puede ser sujeto de la otra. Kant dice de ella que es un “comercio real de sustancias” por el que los fenómenos en estrecho enlace forman compuestos.

[10] Introducción a la lógica y al análisis formal, “XV. Lógica de Relaciones”, Círculo de Lectores, 1990, pg. 309ss.

[11] Estoy bastante seguro de que en el texto citado aparece el concepto metafísico de “intención” como lapsus erróneo, por el lógico de intensión.

[12] Ibidem, pg. 311.

[13] Se pueden seguir las tres en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=e9-xbFWyt94

[14] Ansermet defendió el sistema tonal frente al dodecafonismo y atonalismo de Arnold Schönberg en sus obras: Los fundamentos de la música en la conciencia humana (1989); La aportación de Paul Hindemtih a la música del siglo XX (1973); y Escritos sobre la música (1971).

No hay comentarios:

Publicar un comentario