domingo, 23 de noviembre de 2025

MORENTE Y LA CULTURA EN CRISIS

Manuel García Morente (1886-1942)



A Rodrigo Muñoz Cruz,
interesado por la filosofía de García Morente


Francisco Titos Lomas publicó en 1993 un excelente y diáfano trabajo sobre la filosofía de la cultura de Manuel García Morente (Revista Estudios, mº 183). Manuel García Morente, venerable pensador y humanista fue alumno de Cohen, Cassirer, Lévi-Bruhl y Bergson..., amigo personal de Ortega, colaborador de Giner de los Ríos en la Institución Libre de Enseñanza, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid entre 1931 y 1936, y eminente Académico.

Las ideas morentianas sobre la crisis actual de la cultura constituyen la conclusión del curso que el filósofo de Jaén (nacido en Arjonilla en 1886) impartió en Buenos Aires en el verano de 1934. Para Morente, el descontento y la desorientación son signos evidentes en que se expresa el estado crítico de nuestra cultura. No sería grave el disgusto sentido por la vida que llevamos, si no fuera por que no sabemos muy bien cuál otra preferir. La anorexia espiritual de nuestro modo de vida, cada vez más complejo y aparentemente "civilizado", se manifiesta claramente en el hecho de que, a pesar de la multiplicidad de medios y de técnicas provenientes de nuestro conocimiento de la naturaleza, hay una desconsoladora penuria de fines que nos impide que apliquemos aquellos medios y técnicas con la necesaria prudencia o justicia. Es una triste carencia la que Manuel García Morente describe como "falta radical de entusiasmo creador".

Considero notablemente perspicaz y puesta en razón la descripción que nuestro pensador realiza de los síntomas que caracterizan a nuestra crisis. El primero es el "fatalismo de nuestra cultura", o sea, el prejuicio generalizado de que las leyes en virtud de las cuales evoluciona la cultura escapan totalmente al control de los hombres, de modo que éstos no pueden sino padecer los cambios sociales, como espectadores con una función meramente pasiva.

"Esa creencia lleva a la apatía cultural y, por consiguiente, al agostamiento de la única y auténtica fuente de la cultura que es el esfuerzo personal, el esfuerzo de cada uno de nosotros".

Me divierte pensar hasta donde hubiera llegado la crítica de Morente, que falleció en 1942, si hubiera vivido para ver el desarrollo de los Medios de comunicación de masas y el modo industrial en que la televisión, celulares y monitores en general adocenan y estupefactan a domicilio... O los notables niveles de irresponsabilidad personal que ha favorecido el contemporáneo Estado-Providencia... O los avances de fatalismos mucho más groseros que el determinismo característico del cientifismo decimonónico, me refiero a los sectarismos, a la brujería, al satanismo y a otras supercherías peligrosas, hijas de la ignorancia, la angustia, la desesperanza y el desconsuelo de las gentes, explotadas a veces por rufianes y farsantes cínicos y sin escrúpulos.

En segundo lugar, otro síntoma de la crisis actual es "el escepticismo de la libertad". El hombre no cree en sus propias posibilidades creadoras, no apuesta por su autonomía, ni se empeña en transformar las circunstancias de acuerdo con sus ideas y proyectos, espera simplemente que la sumisión a la cultura lograda sea garantía suficiente para su continuación, porque prefiere la comodidad a otros valores superiores, por eso presta más atención a los medios que a los fines, y por eso ha ido cediendo la privacidad de su vida, a favor de la publicidad; y la autenticidad de las relaciones privadas (amistad, amor, soledad), a favor de la superficialidad mecánica y despersonalizada de las relaciones públicas.

Pero los hombres se equivocan si creen que pueden mantener el bienestar y conservar una segura posición en la vida renunciando a las nobles ambiciones de la formación personal y la búsqueda de la libertad y la justicia, porque la cultura no dura si no se la recrea, ni se conserva si no se la busca personalmente. La cultura no es un bien alcanzado, sino un repertorio de proyectos. Mientras dormimos hipnotizados por la pesadilla colectiva de los Medios, resulta que la barbarie avanza y los lobos aúllan por las calles, buscando presas fáciles con que superar el hastío y distraer la desesperación o el aburrimiento.

Un tercer síntoma estriba en el predominio del conocimiento de las causas materiales (ciencia) y de la ejecución provechosa (técnica) sobre la proposición de fines (espíritu). La cultura actual ha subvertido grotescamente el orden, porque la proposición de fines debe prevalecer sobre la determinación de causas y sobre la ejecución...

¡Y eso que Morente no vivió lo suficiente para percibir cómo se podía refinar hasta la exquisitez la racionalidad de los medios al servicio de unos fines cada vez más insensatos!

Las criadas, los saberes útiles, han tomado los atributos de las señoras, y el espíritu deambula mendigo por las calles suplicando somníferos, analgésicos y sucedáneos...; ilusiones prefabricadas, en lugar de ilusiones racionales; narcóticos de diseño, para saciar su ansia de verdades vitales.

Menos mal que, mientras la mayoría sueña despierta, no faltan topos acunando en solitario esas viejas verdades, como insobornables guardianes de la Palabra. Y la de Morente resuena aún como propia, merecedora de ser reinterpretada y tenida en cuenta para ser puesta en práctica.

Nota bene

El presente artículo se publicó en el Diario Jaén en una primera versión del año 1995.

Del autor:

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https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm