Duns Escoto. Tratado del Primer Principio
SENTIDO RACIONAL DE LO INFINITO
Juan Duns Escoto, o sea, Juan "el Escocés" que nació en la ciudad de Duns, en 1266, monje franciscano, máximo representante de la "nueva escuela franciscana", sacerdote cristiano, estudiante en Oxford y en París y luego maestro y famoso doctor en Teología. Este título, el más prestigiado en su época, lo obtuvo en París en 1300. Sus lecciones, Opus oxoniense, llevan por título Comentario a las Setencias (de Pedro Lombardo), a las que añadió Reportata Parisiensia.
Escoto tenía ocho años cuando murió Tomás de Aquino en 1274 y conoció el enorme esfuerzo del Aquinate por casar la doctrina cristiana con las ideas del Filósofo por antonomasia (Aristóteles), apartándose o combatiendo el averroísmo como Tomás, aún influido por los comentarios del cordobés, "El Comentador" por excelencia del Estagirita. 'Ille Maledictus Averroes' --le llama el franciscano.
Se dice que Escoto es al tomismo, lo que Kant fue a la filosofía de Leibniz. Ambos, el teólogo franciscano y el Doctor Angélico representan la culminación del pensamiento medieval. Es verdad que la obra de Escoto, inacabada, es inferior a la de Santo Tomás por lo que toca a la riqueza de su contenido, pero la supera en vigor y originalidad. Tomás es "maestro del orden", Escoto pertenece --como dice su traductor Alfonso Castaño--, a la casta de los inventores, más que a la de los ordenadores, gracias a su pensar la concepción típicamente cristiana del Dios creador infinito (y por tanto sin determinación, perfectamente libre) alcanza conciencia de sí misma, contra la contaminación necesitarista del pensamiento helénico.
Accidentalmente, Escoto fue expulsado de Francia en 1303 al tomar partido por el Papa en el conflicito de la Santa Sede con Felipe el Hermoso, pero vuelve en seguida a su cátedra parisina en 1304. No es imposible que su marcha de París se debiese a su oposición a la política del rey de Francia contra los templarios. Desde allí, la Orden lo destina a Colonia, donde fallece en 1308. Además de los Comentarios del Opus oxoniense, conservamos sus escritos de lógica y metafisica: Cuestiones sobre la metafísica, Cuestiones Quodlibetales y un breve tratado De Primo Principio (1305), verdadera obra maestra de la teología natural y racionalista medieval.
Duns Escoto separó la Teología y la Filosofía: la primera trata de Dios; la segunda, del Ser en cuanto ser. No conocemos del Ser más que lo que podemos abstraer de los datos de los sentidos; no obstante, Ser (esse) es lo que en primer lugar cae bajo el alcance del entendimiento, una realidad inteligible, ni universal ni singular. A esta inmediatez de la relación de la inteligencia con el ser llamará Zubiri "aprehensión o impresión de realidad".
Ser es la más vacía de las formas lógicamente, pero el ser del metafísico es una realidad con propiedades o modos, que son sus determinaciones intrínsecas posibles. Escoto reconoce como trascentales o propiedades generales del ser la unidad, la verdad y la bondad (passiones convertibiles), pero además insiste en las passiones disiunctae o por parejas determinantes: finito-infinito, necesario-contingente, que Kant interpretará como categoría cualitativa (limitación) o modales (posibilidad, necesidad...).
Duns Escoto orientó la metafísica de San Buenaventura sobre bases dialécticas como artista de la razón iluminada. En su libro sobre Francisco de Asís (siglo XIII), publicado en París en 1885, doña Emilia Pardo Bazán afirma que Duns Escoto presintió no pocos adelantos de nuestros días y que fue en matemáticas un prodigio. Es cierto que se le atribuyen apócrifamente tratados especiales de química y óptica y otros de filosofia primera y lógica (Theoremata, Comentarios a la Física y a la Metafísica de Aristóteles, Meteoros, etc.). En cualquier caso y aunque estas obras no sean suyas, la sagacidad, acuidad y firmeza de su discurso le valió el sobrenombre de Sutil (Doctor Subtilis).
Tomás y Escoto, el dominico y el franciscano, llenan con su inteligencia el siglo XIII. Escoto cristalizó la mística en una impresionante arquitectura lógica de riguroso raciocinio peripatético, silogístico. No obstante también siguió, como era tradicional en su orden, a San Agustín, otorgando más importancia a la gracia que al libre albedrío y más valor a la voluntad que al entendimiento, pues fue con la voluntad y no con el entendimiento como conquistó el mundo El Pobrecito de Asís. Como el Aquinate, ponía dique al racionalismo con la verdad revelada con la que creía acceder y completar verdades inaccesibles al razonamiento, como la de la inmortalidad del alma.
Los dos primeros modos de ser son para el Doctor Sutil lo finito y lo infinito, división esta que incluye a todas las demás, pues toda categoría (en sentido aristotélico) es un determinación y por tanto limitación, finitud; las diez categorías o pedicamentos del Estagirita son, por consiguiente, modos finitos de ser. Demostrar la existencia de Dios, para el metafísico, es probar que el ser infinito existe. En esta afirmación vemos un anticipo de la metafísica de Descartes y una reformulación de la prueba ontológica de San Anselmo (1033-1108), el teólogo más importante del siglo XI y padre de la Escolástica.
Escoto cree que es posible probar que existe un Primero (un Primo principio) en el orden del ser y que este primero es infinito. Por infinito entiende aquello que excede a todo finito dado, y no con arreglo a alguna medida finita, sino más allá de toda proporción asignable. Anselmo había partido, en su célebre y discutida prueba de la existencia de Dios, de "la idea de aquello que nada puede ser mayor", y a su brillante epígono le parece que nada puede ser mayor que el Infinito intensivo, pues todo lo finito puede ser excedido y lo infinito no repugna al ente (cfr. De Primo Principio, IV, 9ª conclusión).
Además de San Agustín y de San Anselmo, Escoto recoge la influencia de Santo Tomás y de Avicena y, por supuesto, la del Filósofo por antonomasia de su tiempo: el griego Aristóteles, cuya recepción en el Occidente cristiano fue mediada por comentaristas siríacos, judíos y musulmanes. Otra modalidad importante del ser, a parte de la de finito-infinito, es para Escoto la del par posible-necesario, lógicamente modal. La demostración de la existencia de un Primus no puede hacerse a priori como hizo San Anselmo, sino a posteriori, de los efectos a la causa, pero los efectos no serán los entes contingentes, pues desde ellos no podríamos salir del orden físico: causalidad y productibilidad son condiciones necesarias que remiten a algo distinto de nada, más bien a la primacía del Ser, sobre la nada.
Escoto acepta el principio de causalidad eficiente, aunque reprocha a Tomás el no haberle hecho ninguna revision crítica en sus célebres "Vías". También es necesario admitir un fin último sin fin (o sea infinito), que viene a ser un término último en el orden de la eminencia o perfeccion del ser. Se obtienen así tres primeros o primacías necesarias o posibles: una eficiente: el ser actual; otra final: el más apetecible de los seres; y una tercera eminente: el ser más perfecto; y --tal sea su corolario-- una causa incausable que es, al menos, posible... "El ser cuya no-existencia es impensable existe necesariamente"; o también, "Dios es tal que al ser pensado no se puede pensar algo más grande sin contradecirse".
Duns Escoto anticipa a Leibniz al proponer premisas y proposiciones especulativas extraídas de lo posible porque abarcan también las que se sacan en acto, dado que se puede concluir de lo necesario a lo contingente, pero no a la inversa...
"Ha de suponerse posible aquello cuya imposibilidad no se ve, así también ha de suponerse compatible aquello cuya incompatibilidad no se alcanza" (De Primo Principio, V, 9ª Conclusión).
Algunos textos de este tratado podrían haber sido certificados por el archifilósofo alemán:
"Nada incompatible con lo que existe puede ser por una causa, a menos que reciba por medio de ésta un ser más vehemente o más potente que el ser de su incompatible" (cap. 3, quinta conclusión).
Escoto reconoce que otros "filosofantes" han pensado la infinidad como posible ascendiendo desde los infinitos generativos (vivos o inertes), ninguno de los cuales sería primero, sino que cualquiera de ellos sería segundo, pero los filósofos no han propuesto la infinidad posible en las causas ordenadas esencialmente, sino sólo accidentalmente, como hace Avicena hablando de la infinidad de los individuos en la especie. El entendimiento, cuyo objeto inmediato es el ente (Escoto admite una intuición intelectual, al contrario que Kant), no encuentra ninguna repugnancia en entender el ente infinito, incluso parece que es el inteligible más perfecto de todos.
La infinidad de Dios nos es probada por la inclinación natural de nuestra voluntad hacia el bien supremo y de nuestra inteligencia hacia una suprema verdad. Sin embargo, el infinito que cabe deducir no puede ser comprendido, porque la infinitud como singularidad divina es inteligible pero no a través de una comprensión exclusivamente racional (inteligencia y razón son aquí, como en Eugenio D'Ors, dos facultades diferentes). Los principales dogmas del cristianismo, como el central de la Trinidad, no pueden ser probados racionalmente. Para el franciscano no hay más demostración que la que va de la causa al efecto y no merece el nombre de "demostración" (o razonamiento apodíctico) la que va del efecto a la causa. Por eso todas las pruebas de la existencia de Dios son relativas y es imposible demostrar la inmortalidad del alma.
El Doctor Sutil edifica su refinada metafísica sobre la natura communis o esencia indeterminada de Avicena que, como se sabe, fue el primero en distinguir con precisión la esencia (essentia, posibilidad, quididad, definición) de la existencia (el acto de ser, el ser de hecho), determinando la existencia como accidente de la esencia.
Escoto niega que el mundo emane del Entendimiento divino como consecuencia necesaria de un principio, tal y como pensaba el emanantismo neoplatónico panteísta... Dios crea el mundo porque quiere, por amor. Eso sí, sólo puede crear lo que esté libre de contradicción lógica, pero tanto el orden físico como el orden moral depende de la voluntad divina, de su potencia absoluta. De este modo, Escoto separa radicalmente el Creador de sus criaturas, decretando la suprema libertad de Dios. El Dios de Escoto no es el lugar de las Ideas, sino su fuente infinita. El ser infinito es causa libérrima de la verdad y el bien, de las verdades y de los bienes contingentes.
Para Escoto el ser no se dice, predica o piensa, de muchas maneras, según arirmaba Aristóteles, sino de una sola, es por tanto unívoco. Esto quiere decir que la palabra "ser" vale lo mismo cuando la predicamos de Dios, de una tabla, de un humano o de una liebre. Se opone así tanto a la concepción de Filósofo como a la del Aquinate, que suponía que ser sólo podía predicarse analógicamente cuando se decía del Creador y de las criaturas. Para el Doctor Sutil todos los seres se hallan en un plano ontológico común.
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| Del Atlas de Filosofía, Alianza, Madrid 2003 |
ESENCIA Y EXISTENCIA
Antes que Guillermo de Ockam, el Doctor Sutil quiso romper con la necesidad que pregnaba la cosmología y la teología greco-árabe. Pero no lo hizo aniquilando las esencias de Avicena, sino, por el contrario, valiéndose al máximo de la ventaja de su "neutralidad existencial" (Etienne Gilson). Donde Avicena usa la palabra "esencia", Escoto emplea frecuentemente la palabra "naturaleza". La esencia no es más que el ente tomado quididativamente. Dicha naturaleza o esencia no es universal ni singular, sino que es indiferente tanto a la universalidad como a la singularidad. Se hace universal cuando un entendimiento la abstrae para servir de definición y se convierte en particular cuando está unida a la materia, e incluso se transforma en singular cuando recibe su última determinación, el carácter de ser "esta concreta cosa": su haecceitas (la famosa hecceidad, o última formalidad escotista). Cualquier esencia, por ejemplo la equinidad (o caballeidad), puede convertirse indiferentemente en un universal o en un singular, porque en sí no es ni un mero concepto (la noción de caballo) ni un caballo concreto: Babieca.
En su origen, la esencia no es más que un objeto de la mente divina y en Dios las ideas divinas no son nada más que Dios, no son anteriores a él como las eternas ideas platónicas respecto al Demiurgo que las usaba como patrones para modelar la materia o matriz del mundo. Según el teólogo franciscano, las esencias o ideas, como seres meramente inteligibles, están eternamente presentes en la mente divina de Dios: "El artífice perfecto conoce distintamente todo lo que ha de hacer antes de hacerlo". Dios tiene noticia distinta de todas las cosas producibles, antes de ellas (De primo principio, IV, 8ª conclusión).
Cualquiera de esas esencias o naturalezas inteligibles puede ser convertida por Dios en criatura actualmente existente. Dios es infinito, sus Ideas están eternamente en Él y, en la medida en que son suyas, no son siquiera posibles. Su existencia en Él es la propia existencia divina, y no hay en Él ley alguna que le obligue a crear nada. Si crea es porque quiere, su voluntad escoge las Ideas que entrarán a formar parte de la estructura del mundo. En cuanto producibles por su poder, esas ideas se convierten en creables (creabilia), otros tantos posibles.., así, contrariamente al de Avicena, el Dios de Duns Escoto es libre, porque la misma posibilidad de las existencias actuales depende de su libre voluntad. Ya no son una pura nada, desde luego, tales posibilidades tienen un esse que es su ser qua posibles, pero es un ser menguado (como el de un dinosaurio, por ejemplo, en el día de hoy), un ens diminutum, el que se requiere para que sean al menos posibilidades, aunque no existan actualmente. El posible de Escoto es la esencia de Avicena, igualmente indiferente tanto a la universalidad como a la singularidad, pero capaz de recibir cualquiera de ellas.
De este modo, el metafísico matiza sutilmente su realismo respecto a la célebre polémica de los universales:
"La distinción infinitesimal que Duns Escoto introduce entre Dios y las Ideas divinas es exactamente proporcional a la cantidad de platonismo [esencialismo realista] que entra en su propia noción de ser. Puesto que hay un esse de las Ideas qua Ideas, éstas no pueden pura y simplemente ser Dios" (E. Gilson (*)).
Lo que digamos de las Ideas es también cierto de los creables o posibles y por fin de las naturalezas o esencias. Son condiciones de las esencias sus diferentes grados de ser. Este ser (esse) es la intrínseca realidad de la esencia misma (essentia), en cada una de las condiciones en que se encuentra. Existencia es el preciso modo de ser que compete a una esencia cuando ésta ha recibido la serie completa de sus determinaciones. Una esencia actualmente existente se halla constituida por su género, especie, diferencia y hasta por su propia hecceidad individual (su carácter de ser ésta y no otra), así como por todos los accidentes que completan su ser.
Por consiguiente, no hay lugar en el escotismo (al contrario que en Avicena) para una distinción radical entre esencia y existencia, y el ser es unívoco, lo que quiere decir que "ser" se dice o imputa siempre en el mismo sentido y siempre singifica lo mismo: lo que existe está siempre determinado por la condición actual de su esencia. Por consiguiente, las determinaciones de la existencia siguen estrictamente a las de la esencia, ya que la existencia no es nada más que una modalidad definida de la esencia misma. La existencia pertenecería a la esencia por su necesidad intrínseca, porque es por la definición de una cosa como su existencia se puede probar. La existencia no puede ser un principio de individuacion puesto que ella misma está determinada por la esencia (su posibilidad determinante).
La jerarquía de las esencias es ontológicamente auto-suficiente y no tenemos que recurrir a la existencia para determinarla. Al individuo lo determina su propia "hecceidad". La existencia actual aparece así como inseparable de la esencia, pero a pesar de todo sigue habiendo para el Doctor Sutil una distinción entre esencia y existencia, "accidental en cierto modo, aunque no sea verdaderamente accidental: quae est aliquo modo accidentalis, licet non sit vere accidentalis" (Opus Oxoniense, II, disp. 3, n. 2). Esta fórmula guarda semejanza con las de Avicena, que hablaba de la existencia como accidente de la esencia, "Avicena nunca imaginó que se la hubiera de considerar como la undécima categoría. De hecho, todo lo que decía era que la existencia acaece (accidit) a la sustancia" (Gilson). Cuando Escoto dice que la existencia no es verdaderamente accidente dice algo más, que es una con su esencia, que no es distinta de ella: "simpliciter falsum est quod esse sit aliud ab essentia" (O. O. IV, disp. 13, q. I, n. 38).
Esse absorbe es esta filosofía primera tanto a la esencia como a la existencia y se aplica correctamente a ambas, y en el mismo sentido. Toda esencia exige una existencia en propiedad (algo muy parecido dirá Leibniz de los posibles que pugnan por existir). Hay un esse existentiae o ser de existencia para la sustancia; y hay un ser de existencia para los accidentes. La materia tiene su propio esse en el compuesto hilemórfico, independiente del de su forma. La materia es más necesaria que la forma y, sin embargo, está menos en acto. Escoto distingue entre una potencia activa (voluntad) y una potencia natural ligada a la mageria, a las causas naturales y al intelecto.
En cualquier cosa, cuantas más formas hay en ella, tantos esse hay, teniendo cada forma su propio ser formal. De ahí las famosas formalidades escotistas, porque cada ser actual está constituido de una pluralidad de esencias formalmente distintas, cada una de las cuales goza de la existencia correspondiente a su propio ser, como un mundo que acoge micromundos. Y la existencia actual aparece sólo cuando una esencia está adornada de la serie completa de sus determinaciones. La esencia rige supremamente y la voluntad divina es la causa de su posibilidad. La posibilidad es contingente, de tal modo que la libertad de Dios está perfectamente asegurada.
Cuado decimos que Dios es un ser actualmente existente, decimos que es una esencia actualmente completa, pero no se puede decir que sólo Dios es capaz de producir ser (esse). Para Escoto, igual que para Tomás, entre las criaturas y el Creador hay una distancia ontológica infinita; pero la razón escotista para ello es que la esencia de Dios es infinita, mientras las esencias de las cosas son finitas. La distancia entre Dios y la nada es infinita, pero la distancia entre un ser finito y la nada no tiene por qué ser infinita. Puesto que el ser es finito, su separación de la nada no puede ser mayor de la que él mismo es como ser limitado y excedido, tal distancia del ente finito a la nada es por tanto directamente proporcional al grado de ser que su esencia representa. Es el ser mismo de lo contingente el que determina su distancia a la nada.
La metafísica de Tomás se distingue de la de Escoto principalmente porque en el mundo metafísico del escocés la esencia es identica al ser y la existencia es una modalidad intrínseca de la esencia o un grado suyo, el último grado de su determinación. La existencia no altera la naturaleza de la cosa: la rosa, por ejemplo, tiene la misma definición o esencia, tanto si existe como si no. Es verdad que la naturaleza (o esencia) no puede tener existencia actual fuera de los individuos y el ser de una naturaleza común es anterior en sí mismo a los individuos realmente existentes, puesto que todo sujeto tiene precedencia sobre sus modos.
Entre el ser real de la esencia y el ser real de la existencia hay un orden de perfección a favor de la esencia, ya que la existencia es algo que sobreviene a la naturaleza. Con Aristóteles, Escoto también admite que el acto es anterior a la potencia. "Anterior, según la naturaleza y la esencia, es aquello que puede existir sin un posterior, pero no viceversa" (Del Primer Principio, cap I,1ª división). Lo posterior muestra dependencia repecto a lo anterior, una especie de necesidad. Escoto da gran importancia al "orden de dependencia" dentro del orden de las esencias, y al orden causal (que a su vez divide según las cuatro causas aristotélicas: final, eficiente, material y formal) y llama "finito" (finitum) a lo que está ordenado a un fin. El orden esencial se agota en los cuatro órdenes causales, más el orden del causado anterior al causado posterior [el cual parece introducir el orden del tiempo], y el orden del eminente al excedido, en total seis órdenes esenciales que no se solapan y que agotan el contenido de lo dividido.
Escoto concluye razonando que en cualquier orden esencial es imposible el círculo, es decir, por ejemplo, no se posible o es contradictorio que algo sea anterior y posterior a sí mismo. Escoto sigue a Avicena al afirmar que "el fin es la primera causa", "causa de causas", "pues el fin mueve metafóricamente como lo amado" [digamos lo querido, lo buscado, lo apetecido, etc.] (Del Primer Principio, II, 4ª). Ahora bien, "cuando se dice que el agente obra por un fin, no debe entenderse de sí mismo, sino de su efecto" (Ibidem, 5ª conclusión).
Hay un famoso pasaje del Opus Oxoniense en el que Escoto afirma que la existencia es de quidditate essentiae divinae, esto es, que pertenece a, o se da en la esencia divina. Por eso, la proposición "Dios es" resulta auto-evidente. En De Primo Principio, Escoto cita la famosa respuesta que dio Yavé a Moisés: "Yo soy el que soy", "revelando así tu nombre bendito", añade el filósofo escocés. "Quisiera comprender esto, si me fuera posible". La proposición de marras es evidente primo modo, porque el predicado está incluido en el sujeto (es analítica, como diríamos con una terminología actual). A la esencia divina le conviene eminentemente el existir. Pero, incluso en Dios, la existencia es para Escoto una modalidad de la esencia, mientras que el Dios de Avicena carecía de esencia, porque si la tuviera sería posible y no necesario. En Dios, su posiblidad esencial es una con su necesidad. "Un ser que es a la vez primero e infinito en el orden del ser es, por su propia esencia, la totalidad actual del ser" (comenta Gilson). La primera esencia, fuente de todos sus modos, es infinita. La perfección infinita de Dios no es para el Doctor Sutil una magnitud, aunque se concluya que "la cantidad está más cerca de la causa que la cualidad" (Ibidem, II, 11ª).
En la metafísica de Tomás de Aquino, el acto de la forma no era él mismo una forma, sino la existencia; en la de Duns Escoto es la hecceidad (haecceitas), que es ultima actualitas formae. La "hecceidad escotista" no es la causa de la existencia, sino el signo inequívoco de que la esencia que consideramos está ya preparada para existir; entonces, de hecho, existe. Por tanto la existencia es la forma del ser que corresponde a una forma completamente individualizada. No es tampoco la materia el principio de individuación, como lo era en Tomás de Aquino, sino que lo individual es un modo de ser propio, ni formal ni material, que consiste en la haecceitas, ya que el compuesto hilemórfico es verdaderamente uno, su entidad una no es entidad de la materia ni de la forma, ni está causada por dos entidades primariamente, puesto que ningún uno existe por varios, sino en virtud del uno (Del primer principio, II, 6ª)... "Lo que no es materiado, no es formado, y viceversa" y "el uno por sí solo se realiza por la potencia y el acto" (Ibidem 7ª y Aristóteles, Met., VII y VIII). Todo compuesto tiene una parte potencial y los cuatro géneros de causas se ordenan esencialmente en el causar lo mismo. La materia (lo formable) tiene prioridad según la independencia porque lo eficiente la supone, pero "la forma es anterior según la eminencia, puesto que es más perfecta" (Ibidem, II, 9ª).
En la decimoquinta conclusión del capítulo segundo del tratado Del Primer Principio, Escoto anticipa la célebre navaja que la tradición atribuye a Ockam:
"La pluralidad no debe suponerse nunca sin necesidad"
"No deben suponerse muchos seres sin necesidad", vuelve a repetir en la sexta conclusión del capítulo tercero para refutar la posibilidad de la existencia de más de un orden universal. En este sentido, insiste Escoto en que no hay que suponer más órdenes (relaciones de mutua comparación) que los seis órdenes esenciales que ha analizado (los cuatro causales y los pares anterior-posterior y eminente-excedido).
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| Del Atlas de Filosofia, Alianza 2003 |
MORALISMO ESCOTISTA (VOLUNTARISMO)
Curiosa es la teoría ética de Escoto, para el cual nada importa a la criatura con tal que no sea ofendido el Criador, cuyo principal mandato es el amor ("ama y haz lo que quieras", afirmó San Agustín)... El amor a Dios es para el Doctor Sutil el fundamento de la moralidad. Por eso, los dos primeros mandamientos del Decálogo son considerados necesariamente inmutables porque expresan directamente la voluntad de Dios de ser amado y honrado: Amarás a Dios sobre todas las cosas. No tomarás el nombre de Dios en vano. Estos dos mandamientos son necesarios y ni siquiera la voluntad omnipotente divina podría cambiarlos pues expresan la bondad que le es propia. Los mandamientos restantes (del tercero al décimo, que se refieren a las relaciones humanas) son contingentes (no necesarios) y la voluntad de Dios podría haberlos cambiado. Por ejemplo, Dios ordena "No matarás" y "No robarás" porque son las formas más adecuadas para fomentar el amor al prójimo, pero no son esencialmente necesarios, tampoco es mejor necesariamente la monogamia que la poligamia. Si Dios hubiera querido, podría haber ordenado otra cosa...
Aunque, al contrario que Kant, Escoto admite una intuición intelectual, se puede decir que anticipa el voluntarismo del filósofo alemán al considerar que la voluntad es la facultad más noble y libre tanto en Dios como en el ser humano. El intelecto y la razón iluminan, pero es la voluntad la que decide, la que escoge. Los mandatos divinos no son buenos (morales) porque la razón de Dios los descubra como tales (como pensaba Aquino), sino que son buenos porque Dios, en su voluntad, los ordena. El hombre es libre de elegir el bien o el mal, independientemente de lo que su intelecto le dicte como mejor.
Escoto describe dos inclinaciones o "afectos" en la voluntad humana, que son cruciales para entender la libertad moral: uno es el afecto a lo Provechoso (o a la propia felicidad), es decir la inclinación natural a buscar el propio bien y la dicha; y el otro es el afecto a la Justicia (o al bien en sí mismo), o sea, la inclinación a querer el bien por sí mismo, independientemente de que nos beneficie o no. Esta distinción recuerda la kantiana entre el uso natural y pragmático de la razón y el uso práctico-ético (el sentimiento del deber). El imperativo categórico de Kant puede asimilarse al afecto o imperativo de justicia del Doctor Sutil. Ni que decir tiene que la verdadera libertad moral del ser humano reside en la capacidad de seguir el "afecto a la justicia", es decir, elegir el bien simplemente porque es bueno y porque es lo que Dios quiere, incluso si entra en conflicto con nuestro propio provecho o felicidad.
En una palabra, la moral de Duns Escoto es un sistema ético basado en la libertad radical de la voluntad, tanto divina como humana; su centro es el Amor a Dios como principio inmutable de todo el orden moral.
TEODICEA DEL INFINITO
Aunque Escoto tiene muy en cuenta la teología de su cofrade San Anselmo, piensa que a Dios no se le puede demostrar a priori, tal como hizo el de Canterbury en su Proslogion, sólo se puede demostrar su existencia a posteriori, es decir, por sus efectos como causa incausada. El error de la prueba anselmiana estuvo en suponer que la idea de Dios es una verdad inmediata de la conciencia, siendo así que necesita demostración, aunque para hacerlo baste comparar ideas. Es preciso demostrar a posteriori que la idea de el ser máximo que puede pensarse es la idea de un ser posible en sí mismo, puesto que si es posible existirá necesariamente. Ya que su idea es, precisamente, la de un ser necesario. Pues si el ser máximo que puede pensarse sólo existiera en el pensamiento, sería a la vez posible (en el pensamiento) e imposible (de no existir realmente), lo cual es contradictorio.
En su opúsculo De Primo Principio o tratadito Del Primer principio, la más importante de sus obras breves, Escoto ensaya concluir especulativamente, mediante una telaraña dialéctica formidable, los atributos metafísicos que la razón natural pueden predicar del Primer Principio, es decir de Dios, el único Ser infinito entre los entes, porque tal Primo Principio comparece inteligible y lógicamente, desde la razón natural, como ser esencial y primordialmente infinito...
"Nuestro propósito se muestra así: es imposible una infinidad de causas esencialmente ordenadas; y la infinidad de causas accidentalmente ordenadas es también imposible, a menos que se suponga basada en las causas ordenadas esencialmente. Aunque se niegue, incluso, el orden esencial, es imposible la infinidad; luego absolutamente hay algo primero, simplemente efectivo."
En la segunda conclusión del capítulo III del tratado De primus principio, Escoto ensaya demostrar estas proposiciones con razones como la de que "la totalidad completa de los seres que dependen es también dependiente" o que "lo que es infinitamente superior es infinitamente más perfecto", para concluir que "la efectividad simplemente primera es posible". Una infinidad de sucesión de contingentes, como el hijo que engendra tras haber muerto el padre, es imposible a menos que exista por virtud de alguna naturaleza que dure infinitamente, de la cual dependa toda la sucesión y cualquier miembro de ella. No es posible un orden accidental sin un orden esencial previo.
El primer efectivo es incausable e incausado, es un existente en acto, necesario para sí y por sí. A tal naturaleza que existe en acto le pertenece la triple primacía... de eficiencia, de fin y de eminencia (Ibidem, III, 15 conclusión). La undécima conclusión del cuarto capítulo del tratado que venimos citando ("De la simplicidad, la infinitud y la intelectualidad del primer principio") afirma también la unicidad de Dios, demostrándola a partir de su esencia como: 1. Intelecto infinito, 2. Voluntad infinita, 3. Potencia infinita, 4 Ser necesario, y 5. Bondad infinita.
La quinta proposición, que "hay una unica bondad infinita" se muestra así:
"Muchas cosas buenas son mejor que una cuando una añade bondad a otra; nada hay mejor que un bien infinito. Según esto, se argumenta así: toda voluntad se satisface completamente en el único bien infinito; pero si hubiera otro, la voluntad podría desear uno más bien que otro; luego no estaría satisfecha completamente en el único sumo bien" (traducción de Alfonso Castaño Piñán, Sarpe, Madrid, 1985).
Dios es para Escoto una voluntad infinita y omnipotente que no se opone a la lógica, porque no puede hacer que lo que ha sido no haya sido ni puede admitir lo incompatible o contradictorio en su creación. La intelección divina es también infinita. Dios es la primera causa eficiente, el fin último y la perfección suprema. Trata a sus criaturas como entes enteramente libres. Su poder infinito se detiene por amor ante la libertad del ser humano, su creación más perfecta.
LEGADO ESCOTISTA
Muchas de las posiciones filosóficas del escotismo contarán en la modernidad: el voluntarismo ético, la afirmación de la univocidad del ser, la teoría de la distinción formal de entendimiento y voluntad, el realismo matizado que permite que especies y generos consten como realidades inteligibles, por sí connotativas de esencias...
La fenomenología de Husserl (1859-1938) retoma muchos de estos temas planteados por el teólogo franciscano que buscó, como su colega italiano, una armonía entre razón y la fe, que se quebró un siglo después con el nominalismo, bien es verdad que como "un oscurecimiento pasajero".
El teólogo protestante Karl Barth (1886-1968), autor de un bello libro sobre la permanencia del humanismo medieval, es un representante ilustre de la tradición escotista.
Notas
(*) Etienne Gilson, El ser y los filósofos, Eunsa, Pamplona 1985.
Del autor:
https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897
https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm



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