Su investigación declara válido el conocimiento que adquirimos en Física o en Matemáticas, pero su investigación se detiene cuando se trata de encontrar los objetos del conocimiento metafísico, no los encuentra en aquel ámbito que permite un tratamiento objetivo-científico del conocimiento: la experiencia o naturaleza. Desgraciadamente -concluye- no es posible el conocimiento metafísico. Kant marca un límite negativo (imposible ir más allá si queremos conocer) para la Razón Humana en su uso científico, teórico.
Esta solución, sin embargo, no lo deja satisfecho porque es innegable que los seres humanos "hacemos metafísica". ¿Cómo hacemos metafísica, entonces? Con nuestro pensamiento somos capaces de volar por encima de límites físicos y proponer aspectos de la realidad que nos ayudan a ordenar nuestras vidas. Dice Kant que la Razón tiene un uso práctico en el que el límite negativo se vuelve positivo, pues a partir de ese límite empieza la verdadera labor del filósofo. Las ideas que elabora nuestra razón nos ayudan a ordenar nuestra vida "como si" existieran esos incondicionados que permiten encontrar el sentido último de la naturaleza, el sentido último de nuestra vida personal o el sentido último de la humanidad, por ejemplo.
La Razón práctica trata de responder a las preguntas que, para Kant, son las fundamentales en la historia del pensamiento:
- ¿Qué debo hacer?
- ¿Qué me cabe esperar si hago lo que debo?
- ¿Qué es el hombre?
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¿Qué debo hacer? El principio de la Moralidad
Para contestar a la primera pregunta, los seres humanos nos ayudamos de una Moral, es decir de un código de normas que nos ayudan a la hora de tomar nuestras decisiones. Kant parte de la consideración de la moral como un hecho (Faktum), por lo que, la pregunta que le corresponderá hacerse al filósofo no será si la moral es o no posible, sino cómo es posible. El punto de partida de su investigación es, por consiguiente, la experiencia moral, pero no en su totalidad, sino sólo un elemento de la misma: el juicio moral.
Como el juicio moral es un juicio humano, aparece ligado a la realidad que circunda a los seres humanos (a una serie de inclinaciones y deseos sensibles). Le interesa, pues, a Kant lo propiamente moral implicado en él, el principio de la moralidad y analizarlo con vistas a fundamentar nuestra acción moral, porque si considerásemos el juicio moral como el elemento base del estudio de la Ética, ya que en él hay mezcla de inclinaciones con elementos puros, el resultado sería una doctrina "relativa" al momento y al lugar en el que se desarrollara la acción moral. Esto no puede admitirse si buscamos las condiciones universales del obrar moral humano.
La Buena Voluntad
De este análisis, extrae Kant una verdad fundamental, a saber, que la única cosa buena en sí y sin restricción es la buena voluntad. Así comienza el Capítulo primero de la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres.
Esto es así porque sólo una voluntad pura, sin mezcla, que surge de la propia capacidad racional humana, puede determinarse así misma a obrar sin tener en cuenta resultados o medios disponibles.La buena voluntad se define sólo por la bondad de nuestra disposición interna, al margen de toda consideración de la utilidad de los fines que nos propongamos lograr.
La buena voluntad es el único bien en sí.
El Deber
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EL DEBER
Kant desvía el análisis de la buena voluntad hacia el concepto de deber.
Parece evidente que no toda voluntad es buena necesariamente, sino que, por el contrario, mantiene una lucha con las disposiciones naturales. La idea de deber, de obligación, expresa precisamente la resistencia que la naturaleza del hombre opone al cumplimiento del deber. El grado máximo de moralidad será siempre el del deber cumplido, no sólo sin ayuda de las inclinaciones, sino a pesar de ellas; y la buena voluntad, por tanto, es aquella que obra por deber.
Para explicar cómo es determinada la voluntad en las acciones realizadas por el deber, Kant acude a dos conceptos:
a) La ley:
El deber es concebido como imponiéndonos una obediencia, la obediencia a una ley. Toda cosa en la naturaleza obra según leyes, pero sólo un ser razonable puede obrar según la representación de la ley, esto es, sólo él tiene voluntad. El valor moral de una acción realizada por un ser dotado de voluntad residirá siempre en que el principio determinante de nuestra acción sea la representación de una ley por sí misma y no el efecto que de ella se espera.
Esa ley no puede expresar más que la universal legalidad de nuestras acciones que de modo único debe venir como principio a la voluntad y adoptará la forma que sigue: "yo no debo obrar nunca más que de modo que pueda querer que mi máxima debe convertirse en ley universal" (F.M.C. final del capítulo primero).
He aquí la formulación de la ley moral. Ella es una ley práctica porque se refiere al querer y es universal porque es válida para todo ser racional.
b) El respeto
El hombre no sólo es racional, sino también sensible, y por eso es necesario reconocer la presencia de un cierto elemento irracional en nuestro obrar. La conciencia que el hombre tiene de un deber, va siempre acompañada de un sentimiento hacia lo bueno o de repulsión hacia lo malo. Así podemos decir que si el principio determinante, el motivo moral de la buena voluntad, era la obediencia al deber por el deber mismo, el móvil de la misma será un sentimiento original engendrado por la sola representación de la ley ligado únicamente a ella y no teniéndola más que a ella por objeto. Este sentimiento se llama respeto, de tal modo que la buena voluntad será una voluntad que obra por puro respeto hacia la ley.
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Buenas tardes Amelia, a ver si nos haces el favor de colgar las notas del último examen de Kant. Muchas gracias de antemano y un saludo.
ResponderEliminarUps, ese era yo, pero estaba conectado mi hermano.
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