La gran lira del universo, según R. Fludd (Mersenne, L'harmonie universelle, 1636) |
Se trata de una teoría que describe con modelos matemáticos un cierto número de fenómenos discontinuos, por ejemplo, las “transiciones de fase”, es decir, el modo en que una sustancia pasa súbitamente del estado líquido al gaseoso, o el modo en que un perro vacila entre la cólera y el miedo, el ataque o la huida. Si el perro sólo tiene miedo, huye; si sólo está encolerizado, ataca. Pero estos dos estados pueden manifestarse de una manera más compleja, de modo que la cólera deje paso progresivamente al miedo o inversamente; aparecen así comportamientos “catastróficos”, dramáticos, caracterizados por cambios bruscos (v. diagrama infra).
En su obra Parábolas y catástrofes (Tusquets, 1985), Thom considera su teoría
no sólo como una metodología, sino también como una hermenéutica. El término “hermenéutica” se aplica específicamente
al arte de interpretar los textos sagrados. El autor piensa que la suya
introduce una mejor comprensión de los arcanos de la naturaleza que el
mecanicismo materialista y reduccionista de la ciencia convencional, porque predecir no es comprender. La matemática es "el testimonio impecable del idealismo de la naturaleza. La vida suprema es matemática. Todos los mensajeros divinos son obligatoriamente matemáticos". Y es aquí
donde Thom rebasa con creces los límites de las matemáticas para hacer
filosofía, e incluso metafísica, remitiéndonos al idealismo
platónico.
Ilustración de Zeeman que figura en Paraboles et catastrophes, Flammarion, 1983 |
Como para el ateniense, para Thom, las realidades “materiales”
que percibimos (o creemos percibir) no deben a sí mismas su propia
inteligibilidad y hemos de elevar el alma hacia el conocimiento auténtico. Así
que para llegar al ser mismo hay que captar estructuras trascendentes. Frente
al materialismo..., ¡el formalismo matemático!, o, mejor, la “morfología”, el estudio de las
formas más generales posibles, pues “hay numerosos accidentes morfológicos que
aparecen de un modo totalmente independiente de las entidades implicadas”.
Dicho de otro modo: las Formas fundamentales tienen prioridad sobre los
sustratos particulares de los objetos concretos.
Thom afirma que existen arquetipos, que asimila al logos que
estructura la realidad con un dinamismo propio. O sea, que los objetos propios
de la “teoría de las catástrofes” son entidades bastante semejantes a las ideas
platónicas, con un toque organicista. De hecho, Thom considera a los conceptos
como una especie de seres vivos, como organismos con un cuerpo en el espacio
semántico. La misma forma arquetípica puede imponerse, analógicamente ("paraboles", analogías) a realidades muy
diversas, por ejemplo, Thom asocia la noción gramatical de “sujeto” con la de
endodermo y la de “objeto” con la de ectodermo. Las formas serían primeras (archai, hubiera dicho Platón) y se
impondrían desde el exterior a la materia.
Desde el platonismo, Thom reivindica una concepción más
global (holista) de la ciencia, frente al especialismo analítico y
reduccionista. En este sentido, además de con Platón, su filosofía entronca con
la tradición idealista del romanticismo, de un Goethe, por ejemplo, a quien cita: “Lo
viviente puede ser separado en sus elementos; pero entonces ya no es posible
recomponerlo y animarlo”… “No es posible imaginar cuanto hay de muerto y
mortífero en las ciencias”.
No es de extrañar que esté dispuesto a rehabilitar
científicamente la “causa formal” de Aristóteles. Para Thom, los físicos creen
demasiado en la materia y las fuerzas. Su esquema explicativo típico consiste
en el choque de partículas, pero esta presuposición es ingenua, pues “no hay
razón alguna para pensar que el estatus ontológico de la fuerza sea más
profundo que el de la forma”. Frente al contubernio de la ciencia con la
tecnología y con la industria, René Thom apuesta por la remodelación del “ideal
de conocimiento”, más allá de sus utilidades prácticas o sus intereses
económicos, apelando a la imaginación especulativa y a la audacia teórica para
desarrollar concepciones más globalistas (holistas) del misterio profundo de la
vida en el universo.
Resulta a este respecto muy interesante su concepción (oriunda de Heráclito de Éfeso -"la guerra es el padre de todas las cosas-), de la lógica de las formas
(morfología), como resultado de un flujo incesante de tensiones: “Toda
morfología –sentencia- es el resultado de un conflicto”.
Nota bibliográfica
Pierre Thuillier. "¿Está la ciencia actual en un callejón sin salida?". Mundo Científico, nº 36.
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