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¿Puede ser moral la pasión?
Esta pregunta se puede
hacer a la sombra de las polémicas ilustradas. Tras leer apasionadamente a Rousseau, Kant le
refuta. No se debe fundar la moral en el “corazón”, sino que hay que cimentarla en el uso ético de la razón.
Rousseau pensaba que la capacidad moral del humano enraizaba en una especie de sentimiento específico, en la compasión o piedad genuina que nos produce el sufrimiento ajeno, o sea, en una tipo de pasión natural y universal. Pero Kant le objeta que, en ese caso, no podríamos esperar que la moral fuese universal ni que todos los seres humanos se comportaran moralmente.
"No podríamos esperar", pero..., ¿no es la esperanza también una pasión y puede que la más fuerte, "la última que se pierde"? Si fundamos la moral en el corazón de los humanos -piensa Kant-, ¿qué pasa con los que no tienen corazón, con los que muestran “mala entraña”? Estarían condenados a la amoralidad o a la inmoralidad.
Rousseau pensaba que la capacidad moral del humano enraizaba en una especie de sentimiento específico, en la compasión o piedad genuina que nos produce el sufrimiento ajeno, o sea, en una tipo de pasión natural y universal. Pero Kant le objeta que, en ese caso, no podríamos esperar que la moral fuese universal ni que todos los seres humanos se comportaran moralmente.
"No podríamos esperar", pero..., ¿no es la esperanza también una pasión y puede que la más fuerte, "la última que se pierde"? Si fundamos la moral en el corazón de los humanos -piensa Kant-, ¿qué pasa con los que no tienen corazón, con los que muestran “mala entraña”? Estarían condenados a la amoralidad o a la inmoralidad.
De ahí su propuesta: fundar la moral en el uso apriorístico de la razón.
La razón me permite, ella sola, aplicar el imperativo categórico: “Obra de tal
manera que la máxima de tu acción pueda ser elevada a ley universal". Alguien me ha dañado y yo ansío vengarme. Aplicando el
imperativo categórico, me percato enseguida de que es imposible convertir la
máxima de la venganza en ley moral universal. Si todo el mundo se vengara
cuando le apetece, la vida en sociedad sería imposible. Todos los hombres
pueden estar de acuerdo en esto, ¡incluso los que no tienen buenos
sentimientos! Por tanto, es suficiente ser racional para ser moral.
Y es que la pasión significaba para Kant dependencia; y el cuerpo,
maldad: corresponde a la razón la tarea de liberarnos, capacitándonos para la
faena moral. En Kant no se puede hablar de una “pasión del bien”. La
pasión es un sufrimiento (del latín patior,
padecer, soportar, sufrir), algo que me trastorna y me incapacita para buscar
el bien libremente, algo que me impide razonar.
Desde luego, se podría oponer a la desconsideración por la pasión de Kant el sentido profundamente ético de
la pasión de Cristo. ¿Inmoral, la pasión del que se entrega al sacrificio por
los hombres, por amor de Dios y de los hombres? Ciertos tipos de pasión
amorosa..., ¿no podría ser uno moral queriendo el bien del otro locamente,
apasionadamente? ¿No puede ser el impulso moral (l’élan moral), en su fondo
animal, una pasión? Para Kant, cuyo pensamiento -afirma Ch. Pépin- ha marcado nuestra cultura
moderna más que ningún otro, todos nuestros impulsos son malos, pues
son la señal de nuestra dependencia con respecto a una naturaleza que la
cultura debe vencer. Este es probablemente el sentido más seguro del concepto ilustrado de emancipación, asociado a esa idea secularizada de la divina providencia que es la idea de progreso.
Pero..., ¿no pueden darse en nosotros buenos impulsos? ¿No pueden estas pulsiones conducirnos, alguna vez, en el buen sentido? Kant desconfía de la naturaleza. El prusiano, que no fue muy afortunado con el físico que le tocó en suerte, se refiere a veces a "la mezquindad de una naturaleza madrastra". Ninguna inclinación es en sí misma ni buena ni mala, sólo la voluntad puede ser buena sin restricción.
Ya en pleno romanticismo, será Hegel quien dará pretensión absoluta al idealismo trascendental de Kant, el autor de la Fenomenología del espíritu afirmará que "nada grande se hace en este mundo sin pasión".
Pero..., ¿no pueden darse en nosotros buenos impulsos? ¿No pueden estas pulsiones conducirnos, alguna vez, en el buen sentido? Kant desconfía de la naturaleza. El prusiano, que no fue muy afortunado con el físico que le tocó en suerte, se refiere a veces a "la mezquindad de una naturaleza madrastra". Ninguna inclinación es en sí misma ni buena ni mala, sólo la voluntad puede ser buena sin restricción.
Ya en pleno romanticismo, será Hegel quien dará pretensión absoluta al idealismo trascendental de Kant, el autor de la Fenomenología del espíritu afirmará que "nada grande se hace en este mundo sin pasión".
Nota bene
Este
texto es traducción bastante libre, paráfrasis y comentario de la respuesta ofrecida por Charles
Pépin a Raymond Wanner en Philosophie
Magazine, Mai 2012, pg. 8.: “Est-ce vrai que la passion n’est jamais
morale?”.
Cuestiones:
1. ¿Tiene el corazón razones que la razón no puede entender? Repase la propuesta pascaliana al respecto 2. Compare el
emotivismo de Hume con el rigorismo formalista kantiano. 3. ¿Qué influencias
recoge Kant en su Crítica de la razón práctica y en su Metafísica de las
costumbres. 3. Cuál es su opinión sobre este asunto, responda a la pregunta de
Raymond Wanner, ofreciendo razones y ejemplos propios. 4. ¿Cree usted que es suficiente obrar racionalmente para observar un comportamiento digno y decente?
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