miércoles, 8 de mayo de 2013

Götzendämmerung




“Ninguna cosa en la que no intervenga la petulancia sale bien”
F. Nietzsche.
Götzen-Dämmerung oder 
Wie man mit dem Hammer philosophirt.

El Crepúsculo de los ídolos fue probablemente escrito por Nietzsche en 1887, cuando vivía, como un anacoreta, en la alta Engadina, en Sils Maria, en el cantón de los Grisones, al este de Suiza. En 1888 decidió publicar este librito como un compendio de su filosofía. La obra se llamaría “Ociosidad de un psicólogo”. Según un fragmento inédito de 1888 Nietzsche entiende en esta época el nihilismo como una especie de ociosidad, como la creencia de que no existe ninguna verdad: “un gran baño y un relajamiento de los miembros”[1].

La palabra “nihilismo” tiene un valor ambiguo en Nietzsche. ¿Es Nietzsche un nihilista?, ¿un negador del ser, la verdad y el bien? En cierto sentido sí, en cierto sentido no:

a) Denuncia lo que él considera el “nihilismo cristiano”, el ascetismo de los que reniegan de la vida, de la naturaleza y de sus instintos, por resentimiento o por debilidad. De esto modo, las categorías del “ser verdadero” son signos del no-ser y de la nada, pues inventar otro mundo expresa el recelo contra el devenir. También la ciencia –denuncia Nietzsche- es nihilista, pues momifica el devenir con su columbario de conceptos (metáforas desgastadas).


b) Nietzsche no se siente a gusto con una cultura burguesa mediocre y sólo pendiente de pequeños valores como el confort o el interés económico y que reniega de los viejos valores aristocráticos y heroicos. Por eso… “Dios ha muerto” expresa un hecho contemporáneo. Nosotros lo hemos matado al cargarnos los ideales que su concepto contenía.

c) Nietzsche niega la Verdad con mayúscula y los valores tradicionales y en este sentido es nihilista, si bien afirma valores nuevos hijos de la invención dionisíaca: jovialidad, ligereza, vitalidad, petulancia, de acuerdo a su metafísica vitalista.

Su concepción del nihilismo puede comprenderse bien como el momento del león en la alegoría con que intenta explicar (muy dialécticamente, por cierto) el proceso biográfico del conocimiento como tres “metamorfosis del espíritu”: El camello de la tradición -> el rugido del león (momento de la negación) -> el balbuceo del niño (una nueva aurora afirmativa de creación de valores congruentes con el devenir de la vida).

Nietzsche considera El Crepúsculo de los ídolos una obra jovial y amena, que quiere publicar al mismo tiempo que la “petulante farsa” contra Wagner (El caso Wagner), y antes de su obra capital, a la que piensa llamar Transvaloración de los valores. Para “transvaloración”, Nietzsche usa el término alemán Umwertung que, en traducciones anteriores a la de Sánchez Pascual se vertió en expresiones españolas como “inversión de los valores”, “subversión de los valores”, “transmutación”, todas las cuales sugieren algo así como “anarquía”. Pero nada más lejos, según Sánchez Pascual, de lo que pensaba Nietzsche, pues para él se trataría de sustituir unos valores por otros, los inventados, estéticos y vitales, por los nacidos del resentimiento contra la vida.
Meta von Salis

Meta von Salis fue la primera universitaria y doctora suiza, defensora del sufragio femenino, filósofa e historiadora. El 7 de septiembre de 1888 Nietzsche le escribe, a esta amiga suya de familia noble, cómo se ha estado levantando, “empujado por el espíritu”, a las dos de la madrugada para escribir, a la misma hora en que su casero salía a cazar gamuzas. El nueve del mismo mes le dice por carta a su amigo Carl Fuchs que ha enviado a la imprenta el manuscrito más cuidado, más limpio y más elaborado que ha mandado nunca. Ironiza sobre que su contenido es “de lo peor y más radical”, aunque esté oculto bajo muchas “finesses” y atenuaciones. Lo define como “una completa introducción de conjunto a mi filosofía”.

El 12 de septiembre le notifica a Peter Gast, músico y uno de sus discípulos más fieles, quien le ayudaba como “corrector de pruebas”: la obra es un “resumen, esbozado de manera muy audaz y muy precisa, de mis heterodoxias esenciales”, de modo que puede servir de iniciación a la Transvaloración de los valores. Nietzsche quiere poner a prueba la “libertad de pensamiento” que proclama la sociedad burguesa, pero cree que será perseguido de firme y que Europa tendrá necesidad “de encontrar una Siberia” para enviar allí al autor de este libro (Carta a Brandes, su descubridor en Copenhague).
Peter Gast

Por las mismas fechas afirma que la Transvaloración “escindirá la historia de la humanidad en dos mitades”, que ya tiene escrita la mitad y que su energía y trasparencia son tales, que acaso no hayan sido alcanzadas nunca por ningún filósofo. El primer libro se llamará El Anticristo. De la “Ociosidad de un psicólogo” escribe a su amigo, el historiador y teólogo Franz Overbeck que “expresa de forma muy breve (acaso también muy ingeniosa) mi heterodoxia filosófica esencial”. Se trataría de una obra “tempestiva”, pues en ella dice el autor sus donaires sobre muchos pensadores y artistas de la Europa del momento, y a la cara, a los alemanes, las “verdades más inexorables”[2], en lo referente al espíritu, al gusto y la profundidad.

El “amanuense” de Nietzsche, Peter Gast, pensó que el título “Ociosidad de un psicólogo” sonaba demasiado modesto: “ha llevado usted su artillería –le escribe- a las montañas más altas, tiene usted cañones como no los ha habido nunca, y no necesita más que disparar a ciegas para producir pánico en los alrededores. El paso de un gigante ante el cual las montañas tiemblan en sus fundamentos, no es ya el paso de un ocioso (mössiggang)” (Carta de 20 de septiembre). Por lo tanto, Gast le pide a Nietzsche un título más brillante y esplendoroso.

La inmodestia de Nietzsche sólo necesitaba un fuelle como el de Gast para acrecentar su petulante llamarada, que puede resultar bastante ridícula  e incluso pasar por una especie de “locura” si no se tiene en cuenta la ironía masoquista y la autoparodia desgarradora que alimentan su sistema de combustión. Simon Critchley se pregunta –con razón- si hay que tomarse en serio el título de la pseudobiografía que Nietzsche titula Ecce homo. Como se llega a ser lo que se es (1888)[3]. “Ecce homo” (he aquí el hombre) es la traducción latina de las palabras (idoù ho ánthrôpos) que según el Evangelio de Juan pronuncia Poncio Pilatos, el gobernador romano de Judea, cuando presentó a Jesus de Nazaret ante la muchedumbre hostil a la que sometía el destino final del reo, puesto que él se lavaba las manos, o sea, eludía su responsabilidad (Mateo 27:24-1). Son las palabras que Pilatos dirige a un Cristo humillado tras recibir los latigazos. ¿Hemos de tomarnos en serio títulos como “Por qué soy tan sabio”, “Por qué soy tan inteligente”,  “Por qué escribo unos libros tan excelentes” o “Por qué soy un destino”?

En una carta del 6 de enero de 1899, que provocó que su amigo Franz Overbeck fuera a buscarle a Turín, Nietzsche escribe al historiador suizo Jakob Burkhart:

“Querido profesor: en última instancia me gustaría mucho más ser profesor en Basilea que ser Dios, pero no me atrevía a forzar mi egoísmo privado hasta el punto de descuidar la creación del mundo”

Es imposible tomarse en serio un endiosamiento semejante.

A las palabras de Gast, Nietzsche responderá desde Turín, el 27 de septiembre, el nuevo título será: Götzen-Dammerung oder: Wie man mit den Hammer philosophirt. O sea, El Ocaso de los ídolos o Cómo se filosofa con el martillo. El título es también una malicia contra Wagner y sus seguidores, pues la Götzendammerung nietzscheana se contrapone a la ópera wagneriana Gotterdämmerung (Crepúsculo de los dioses). Charles Andler ha defendido que la traducción correcta de la palabra alemana Götzen sería “dioses falsos” y no “ídolos”. A Sánchez Pascual le parece que el título “ídolos” ya engloba el sentido de “dioses falsos”. Por su parte, el símbolo del martillo (Hammer) ya aparece en el Así habló Zaratustra (1883-1885): “hacia el hombre vuelve siempre a empujarme mi vehemente voluntad de crear; así se siente impulsado el martillo hacia la piedra”. En Más allá del bien y del mal (1886), Nietzsche había hablado de un “martillo divino” (Epígrafe 62).

El Crepúsculo de los ídolos se divide en:

1. Cuarenta y seis brillantes y breves aforismos. Terminan con el siguiente: “Fórmula de mi felicidad: un sí, un no, una línea recta, una meta”.

2. Una monografía contra Sócrates al que se tacha por plebeyo feo y decadente… La medicina que inventa contra el mal, la dialéctica racional, no era más que un síntoma de su enfermedad que le llevó al suicidio.

3. A este tercer apartado pertenece el fragmento propuesto para la Selectividad de 2013 en Andalucía. Aquí se analiza el modo de ser del filósofo tradicional. Según Sánchez Pascual se resume en esto: odio a la noción misma de devenir, o sea, odio a la vida. Toda la filosofía anterior –excepción hecha de Heráclito- ha emergido del resentimiento. La razón falsifica el testimonio de los sentidos y erige sus “conceptos supremos”, que son los más vacíos, en falsos principios causales, el colmo es el concepto de Dios. Este apartado acaba en cuatro tesis en las que Nietzsche resume su metafísica:

i. Las razones por las que “este” mundo ha sido calificado de aparente fundamentan su realidad. Otro mundo es indemostrable.

ii. Los signos del “ser verdadero” son los signos del no-ser, de la nada… una ilusión óptico-moral.

iii. Inventar fábulas acerca de otro mundo distinto de éste no tiene sentido, salvo que recelemos y queramos vengarnos de la vida.

iv. Dividir el mundo en uno aparente y otro verdadero, ya sea al modo del cristianismo o al modo kantiano (un “cristianismo alevoso”), es un síntoma de decadencia, de vida descendente. El artista tiene sus buenos motivos para estimar las apariencias. El artista trágico (este es el papel que el autor aquí representa) no es un pesimista –dice presisamente incluso a todo lo problemático y terrible, es dionisíaco

4. Nietzsche nos ofrece una sorprendente y muy resumida historia de la filosofía como  “Historia de un error”, en la que se combinan la burla y el sarcasmo (v. Sindéresis, pg. 299).

5. Ataque frontal a la moral en todas sus formas desde el Nuevo Testamento hasta Schopenhauer. La moral castra a los seres humanos porque es antinatural.

6. Nietzsche denuncia cuatro errores, el de la confusión de la causa con la consecuencia, el de la causalidad falsa, el de las causas imaginarias y el de la voluntad libre. Moral y religión caen bajo el concepto de “causas imaginarias”.

7. Este capítulo está escrito contra Los “mejoradores” de la humanidad. Según Nietzsche, todos los medios por los que se ha pretendido hacer moral a la humanidad han sido inmorales.

8. Cambia la atmósfera de la obra, Nietzsche se pone autobiográfico y melancólico. Echa una mirada a su patria, “Lo que los alemanes están perdiendo”. Elogia sus virtudes, virilidad, buen humor, auto-respeto, sentido del deber, constancia, laboriosidad. “Aquí todavía se obedece sin que el obedecer humille”. Pero les reprocha a sus compatriotas que busquen el poder, porque “el poder vuelve estúpidos a los hombres”, y que habiendo sido llamados "el pueblo de los pensadores" se aburran del espíritu y desconfíen de él: “la política devora toda seriedad para las cosas verdaderamente espirituales”.

Al final de esta octava parte define la educación por tres tareas esenciales: aprender a ver; aprender a pensar; aprender a hablar y escribir.

9. En este extenso apartado Nietzsche se ensaña con un montón de escritores de su época y termina con un panegírico de Goethe.

10. Por fin, este colofón es un fragmento autobiográfico que preludia el Ecce homo. Enumera sus modelos: Salustio, Horacio, Tucidides, ataca a Platón y a los filósofos clásicos. Las últimas palabras son un balbuceo: “yo, el último discípulo del filósofo Dionisio –yo, el maestro del eterno retorno”. Al final, habla el martillo, y dice: “¡haceos duros!”.

El Crepúsculo de los ídolos no sólo ofrece un muestrario completo de los grandes temas nietzscheanos, sino también de sus estilos literarios, por eso tal vez fue la primera obra que adquirió notoriedad y prestó fama a su autor. Además, fue de las obras de Nietzsche que escaparon a las manipulaciones, recortes y falsificaciones de su hermana Elisabeth[4].

La traducción canónica es la de Andrés Sánchez Pascual que aquí hemos citado, que toma por base la edición original en alemán.





[1] Citado por A. Sánchez Pascual. Nota 9 a su edición de Alianza, Madrid 1973.
[2] No deja de ser curioso (y contradictorio) que hable de “verdades inexorables” quien dice al mismo tiempo no creer en la verdad.
[3] El libro de los filósofos muertos, Taurus, Madrid, 2008.
[4] Elisabeth Förster-Nietzsche volvió a Alemania tras intentar fundar una colonia de arios en Paraguay llamada Nueva Germania. El marido de Elisabeth se suicidó en 1889 y la colonia se hundió económicamente. Ferviente antisemita, la hermana de Friedrich no era una persona agradable. Nunca aceptó que el hundimiento de la salud de su hermano fuese consecuencia de una infección sifilítica contraída en un burdel de Colonia en 1865 (la sífilis terciaria era el SIDA de finales del XIX). Insistió en que la locura de su hermano era consecuencia del agotamiento mental y, al parecer, encargó que robaran el historial médico de Nietzsche.

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