Manuscrito medieval de la traducción del Timeo de Platón a partir de la versión comentada de Calcidio. |
El sustrato material y la
existencia de la forma
El lado débil de cualquier idealismo es su filosofía de la
naturaleza. Sobre todo si pretende ser ciencia de la naturaleza, saber
objetivo. La naturaleza resulta muy poco ideal para quien la conoce de cerca. No me
refiero al conocimiento científico, que cuando es teórico resulta
notablemente ideal (y
aquí el Timeo sigue teniendo algo que decir), sino al
conocimiento directo del campesino, del jornalero, del cazador, del pescador, del
granjero. Ni siquiera hace falta tomarse en serio la Evolución, la lucha de las
especies por la supervivencia, para comprender que la naturaleza es un campo
de batalla de fuerzas ciegas. Como la Natura-Dios de Spinoza, el mundo no parece responder a fines y, en este sentido, no es ni bueno ni malo.
Los idealistas no suelen saber mucho de la naturaleza ni
prestan demasiada atención a la ciencia empírica. Tal es el caso de
Hegel, cuya filosofía de la naturaleza no interesa hoy sino a eruditos o
pedantes. Tal vez el caso del Timeo sea distinto. Primero, porque Platón es un
escritor como la copa de un pino, un excelente literato, un sobresaliente poeta. Las denotaciones históricas
pueden siempre
estallar en connotaciones intemporales, como imágenes
móviles de la eternidad. El Timeo aún conserva una gran parte de la fuerza
dramática de sus diálogos de madurez.
En segundo lugar, porque seguramente
tiene razón mi estimado colega José Monserrat; el Timeo no pretende ser
saber natural o ciencia física, sino una propuesta para las ciencias físicas
en general: “el eje vertebrador del diálogo no es la confección de una teoría física,
sino la propuesta absolutamente nueva de una teoría de las ciencias
físicas en general” (pg. 93, 1995).
El diálogo ofrece un punto de vista epistemológico bastante
interesante desde una perspectiva postmecanicista, es decir, desde una idea que se represente el cosmos como un organismo, como un cuerpo con alma (pan ensychon).
José Monserrat,
reduce la propuesta platónica a un sistema axiomático:
A1: Ser =Def.: lo que puede ser captado por la inteligencia.
A2: Acontecer (devenir, generación) =Def.: lo que puede ser
captado por la percepción.
A3: Principio de causalidad: “Todo lo que acontece, acontece necesariamente por alguna causa; es imposible, por tanto,
que algo devenga sin una causa” (27e-29ª).
A4: El paradigma último del universo es el Bien, o la
Belleza (28ª-31b; 53e, etc.).
A5: El mundo exige otro principio contrapuesto al anterior,
la matriz o receptáculo material: el espacio o “nodriza”, elemento
informe.
Así pues, tenemos dos principos, forma y materia: la Idea del Bien y el receptáculo o matriz al que in-forma.
Respecto a la legendaria “doctrina no escrita de Platón”, la indeterminación del sustrato material jugaría, frente a la
unidad formal de la totalidad esféricamente limitada, el papel de elemento de
multiplicidad e indeterminación. El papel protagonista de la materia en el
Timeo es obvio. Tan central como la Idea del bien en la República. Platón
descubre su radical indeterminabilidad.
Aristóteles conservará esta idea y
llamará a la materia-en-sí "el elemento sin ritmo". Plutarco recalcará: “Platón ha
descubierto el último principio en que se encuentra fundamentando todo cambio
cualitativo, al que actualmente se le denomina materia o naturaleza” (De defectu
oraculorum, 19). Platón le llama el “recipiente de todo llegar a ser”, y dice
de él “que es agitado y que agita como un instrumento que produce
conmoción”. También parece identificarlo con el espacio (chóra), si bien -como
ha señalado Friedländer- no se trata del espacio vacío, ni del espacio
entendido “more
geometrico”, sino algo parecido a “espacio en el que algo
sucede”, región del devenir; o bien a “un algo a modo de masa compacta en la que llegan a ser impresas
copias”, o bien “la nodriza de todo llegar a ser”, “la propia esencialidad
que soporta en sí misma a todos los cuerpos”, “semejante a una madre”. La
materia es matriz sin figura, sólo puede ser captada por medio de un tipo de pensamiento
bastardo o ilegítimo, como algo “que nosotros vemos como en un sueño”.
Platón radicaliza así la cosmología del to apeiron (lo indeterminado) de
Anaximandro. La tercera esencialidad platónica –junto al mundo verdadero del
ser y al mundo del devenir- es algo así como “espacio” y también algo así
como “materia”; pero eso que sólo podemos pensar bien como dotado de cualidades
“está lleno de fuerzas que ni son de igual clase ni de igual peso” y que
provocan una permanente conmoción, algo parecido a lo que nosotros
consideramos como “energía”. “Algunos –dirá Aristóteles- suponen un acto
eterno, (enérgeian), como Leucipo y Platón; pues afirman que siempre hay
movimiento” (Metafísica, XII, 6).
¿Puede celebrarse la concepción platónica de la materia como
una anticipación intuitiva, lo rudimentaria que se quiera, del
famoso “Principle of indeterminancy” de W. Heisenberg? En contraste con la física
clásica, en efecto, la teoría cuántica ha llevado a la convicción de que
las leyes naturales fundamentales sólo controlan un sustrato del que nosotros no
podemos hacernos representación alguna. Por debajo del orden de los
átomos, la realidad sólo admite una especie de determinación
probabilística, estadística, el orden se mezcla con el caos, la necesidad con el azar.
La matriz es irreconocible para el pensar humano porque es
algo distinto del orden, es “hecho bruto”, acontecer incierto, devenir
efímero. Esto lo explica Platón diciendo que el receptáculo no fue creado por el
Demiurgo, sino que estaba ya allí cuando comenzó su obra (53ª s.). ¿Cómo puede
estar allí desde siempre, incluso antes de que el Demiurgo modele e informe,
aquello cuyo ser es precisamente puro acontecer?
Según José Monserrat, Platón pasa a los principios
propiamente cosmológicos, presentándolos como teoremas deducibles de
aquellos axiomas:
T1 El mundo es generado (28b, por el A2 y por la
tangibilidad y visibilidad del mundo).
T2 El mundo ha sido producido por una causa (28c, por el A3
y el teorema anterior).
T3 El mundo es bello (28ª-b, 29ª). Es bello porque es eterno
y es eterno porque es bello.
T4 El mundo se rige por un principio de orden (30ª, por el
A4).
El mismo texto incorpora la proposición de que en el mundo
hay desorden. Poco después (47e), Platón introduce la noción de
Necesidad o causa necesaria, condición ontológica de la imposición de
formas.
T5 El orden del universo es una disposición de formas
matemáticas.
T6 El universo es único (31ª-b).
Etc.
Nos interesa detenernos en el Teorema 5, que Platón
consideraría que se deriva lógicamente de los axiomas fundamentales. Le
daremos la vuelta y lo hipostasiaremos, puesto que ha sido este universo de formas,
matemáticas o ideales, el que ha llegado a llamarse propiamente “mundo
platónico”:
El orden primero y último de la realidad (primero en el
tiempo, último en tanto que descubierto en el microcosmos por nosotros) es
matemático. Verdaderamente, ¿existe un mundo compuesto por formas del que
emergen los cuerpos? Cabría pensar que estas formas no sean aritméticas
o geométricas, sino lógicas o dialécticas.
Esta ha sido la posición
reconocida de Gottlob Frege (1848-1925), fundador de la lógica contemporánea, cuando
especuló con la posibilidad de un tercer mundo de objetos lógicos, un
“tercer reino” (ein drittes Reich) en el que existen verdaderamente las constantes
lógicas. En este reino subsistirían, al margen del tiempo y el espacio, el
principio de identidad (A => A) o el de no contradicción: ¬ (A & ¬A), con
independencia de los objetos físicos y de sus representaciones psicológicas. Dicho reino es más
fundamental que el de los cuerpos y los estados mentales.
Las leyes de la lógica serían entonces las leyes de las
leyes de la naturaleza, puesto que los principios de coherencia han de
cumplirse en todo decir y en todo aseverar (enunciar proposiciones) para acreditarse como un decir verdadero. “Cuando se aprehende o se piensa un pensamiento, no se lo crea, sino
que se entra en relación con él, que ya existía antes, de una determinada
manera, que es distinta de la visión de un objeto y de la posesión de una
representación” (G. Frege, citado por A. Deaño en Las concepciones de la lógica,
pgs. 68-69).
“Este ‘ámbito del sentido’ no es ni el de las
representaciones [mundo psicológico] ni el de los objetos del mundo exterior [mundo físico]: es un tercer reino, el reino de ‘lo objetivo, no-real’, de las
‘verdades eternas’. El lugar donde la lógica tiene su asiento” (A. Deaño, comentando a
Frege, op. cit. pag. 71).
También Roger Penrose ha defendido recientemente con sólidos argumentos una tesis similar, si bien relativa a los objetos
matemáticos. En su obra Las sombras de la mente se pregunta qué derecho tenemos
a decir que el mundo platónico existe o si sólo será un cajón de sastre de
conceptos abstractos a los que los matemáticos llegan de vez en
cuando.
Penrose afirma que la existencia del mundo platónico de las formas
matemáticas descansa en la naturaleza profunda, intemporal y universal, ya que sus
leyes son independientes de quienes las descubren. Para Penrose, el mundo de la realidad física emerge casi misteriosamente del mundo platónico de las matemáticas; en
segundo lugar, seres con capacidad de percepción y mente surgen a partir de
una parte mínima del mundo físico; y, tercer misterio, la mentalidad
humana es capaz de “crear” o, más bien, es capaz de descubrir conceptos matemáticos, con poder para explicar los sucesos del mundo físico con increíble detalle y exactitud.
De hecho, “desde la época de Platón, el papel subyacente de las matemáticas en
la estructura percibida y en el comportamiento real de nuestro mundo
físico ha aumentado enormemente”. Y Penrose pone como el ejemplo más
impresionante de todos la relatividad general de Einstein, la cual prueba la
profunda unidad subyacente entre las matemáticas y la marcha del mundo. Einstein
descubrió la relación matemática precisa en la propia estructura del espacio y el
tiempo, la más
fundamental de las nociones físicas.
La dirección de la flecha 3 en el esquema diseñado por
Penrose (cfr. supra) es una concesión a Kant, quien suponía que nosotros
aplicamos las estructuras formales de nuestra intuición imaginativa a los
datos sensibles, así como los conceptos a priori de nuestro entendimiento
(categorías) a los fenómenos resultantes, para construir, según la forma del
sujeto, los objetos científicos. Pero Penrose hace esta concesión de mala gana,
reconociendo su convección de que “el mundo de las formas perfectas es
primario” (pg. 439).
Los otros dos mundos, el físico y el mental, son sólo sus
sombras (incluso alude directamente a la Alegoría de la caverna). También reconoce que la existencia formal y sempiterna de
las formas matemáticas puede ser coextensiva a conceptos ideales como “lo
bueno” o “lo bello", aunque él no es un especialista en estas cuestiones,
sino un catedrático de matemáticas de la universidad de Oxford, de modo que no
constituyen su interés particular.
Pero el Timeo mantiene la orientación política y ética de toda la
filosofía platónica. Toda la estructura del diálogo depende de una
perspectiva teleológica, finalista: explicar la creación del hombre para dilucidar
un estado político en consonancia con su naturaleza. Si se alude a la
fundamentación ontológica de la física es para cimentar sobre ella ética y política. Tal vez otro día nos referiramos a ello y al papel del
Demiurgo en esta historia, en la que mito y lógos ya no se contraponen, sino
que el mito es una de las formas que puede asumir el lógos.
Bibliografía consultada o citada
Paul Friedländer. Platón. Verdad del ser y realidad de vida,
cap. XIV: “Platón como físico del
átomo”. Tecnos, Madrid, 1989.
José Monserrat. Platón. De la perplejidad al sistema, Ariel,
Barcelona, 1995.
Roger Penrose. Las sombras de la mente, Crítica, Barcelona,
1996.
Platón. Diálogos, VI. Gredos, Madrid, 1992, con introducción
y traducción de Francisco Lisi.
En mi concepto, la primera parte del discurso de Timeo, que termina donde éste advierte que de ser el mundo físico visible y tangible necesariamente se sigue que la proporción geométrica reina en él; prueba que las formas platónicas son meramente matemáticas.
ResponderEliminarOtra cosa, creo, es que los principios de identidad (igualdad o equivalencia) y no contradicción sean, comunes a la lógica y la matemática (entendida como problemática).