miércoles, 3 de febrero de 2021

WITTGENSTEIN Y LA ÉTICA

Wittgenstein  niño


"Sólo una cosa es necesaria: ser capaz de ver con una actitud contemplativa todo lo que a uno le ocurre. ¡RECOGERSE! ¡Que Dios me ayude!" 

"Es infinitamente difícil resistirse siempre al mal. ¡Con el estómago vacío, y sin haber dormido bien, resulta difícil servir al espíritu!"

 L. Wittgenstein. Diarios secretos, 1914.


CONFERENCIA SOBRE ÉTICA

Texto y comentario


“Es decir: veo ahora que estas expresiones [las de la ética y la religión] carentes de sentido no carecerían de sentido por no haber hallado aún las expresiones correctas, sino que era su falta de sentido lo que constituía su mismísima esencia. Porque lo único que yo pretendía con ellas era, precisamente, ir más allá del mundo, lo cual es lo mismo que ir más allá del lenguaje significativo. Mi único propósito- y creo que el de todos aquellos que han tratado alguna vez de escribir o hablar de ética o religión- es arremeter contra los límites del lenguaje. Este arremeter contra las paredes de nuestra jaula es perfecta y absolutamente desesperanzado. La ética, en la medida en que surge del deseo de decir algo sobre el sentido último de la vida, sobre lo absolutamente bueno, lo absolutamente valioso, no puede ser una ciencia. Lo que dice la ética no añade nada en ningún sentido, a nuestro conocimiento. Pero es un testimonio de una tendencia del espíritu humano que yo personalmente no puedo sino respetar profundamente y que por nada del mundo ridiculizaría” (L. Wittgenstein, 1930). 



***

A medio camino entre el Tractatus y las Investigaciones filosóficas, Wittgenstein (1889-1951) sostiene que iba a hablar de algo que no sólo era de importancia general, sino que le interesaba a él mismo. En su Conferencia sobre ética de 1930 parte de la caracterización de la ética realizada por Moore en los Principia Ethica en cuanto “investigación general sobre lo bueno”, si bien entendida en un sentido más amplio, pues también podría decirse que esa investigación recae sobre “lo valioso”, “lo que realmente importa”, “el significado de la vida”, “aquello que hace que la vida merezca vivirse”, para enseguida introducir en todas esas expresiones una diferencia entre lo que denomina su “sentido trivial o relativo” y su “sentido ético o absoluto”.


Página del primer cuaderno de los
Diarios secretos de Wittgenstein, 1914.


Para el Primer Wittgenstein, la filosofía es una actividad aclaratoria de las confusiones lingüísticas en las que nos enredamos; una transposición lingüística de la pregunta kantiana acerca de ¿qué podemos saber? Kant creyó resolver este conflicto o antinomia por medio de un reparto salomónico de órdenes de legalidad, tan diferentes como las que presiden el mundo teórico de la ciencia dominado por la idea de una necesidad natural y, por otro lado, el mundo práctico del hombre como agente que responsablemente se propone con su acción la consecución de estos o aquellos fines. Es ese mismo núcleo problemático de la filosofía tradicional el que continúa hoy interesando a los filósofos analíticos, es decir, el problema es cómo hacer públicos aquellos datos que en mi conciencia son privados. La respuesta del filósofo es que sólo es posible por medio del lenguaje, pero no cualquier tipo de lenguaje, sino aquel que funde su condición de tal en la publicidad de las reglas que presiden su funcionamiento. Entonces, lo que le interesa al filósofo analítico es el lenguaje más bien que la conciencia.


Para el Wittgenstein del Tratactus, se daba una correspondencia isomórfica entre el lenguaje y el mundo. Que los elementos de la representación se combinen unos respecto de otros de un modo determinado patentiza que las cosas se combinan también de esa manera unas respecto de otras… La representación se halla así ligada a la realidad, llega hasta ella. Si a esta agregamos las entidades inexistentes o hipotéticas obtenemos el conjunto de la realidad. Con esto Wittgenstein pretendía asestar el que creía un golpe decisivo a la ontología del atomismo lógico. 


Para poder hablar del mundo por medio del lenguaje es menester que ambos se correspondan de algún modo, como el lenguaje mismo se encarga de “mostrarlo”; mas pretender decir tal cosa por medio de una serie de afirmaciones ontológicas- tal como el atomismo lógico quería- equivaldría a salirse a un mismo tiempo del lenguaje y del mundo para desembocar en el absurdo (lo que en el lenguaje se expresa, nosotros no podemos expresarlo… Lo que puede ser mostrado, no puede ser dicho).


Wittgenstein no retrocedió ante aquella conclusión y -tras acordar que lo único que cabe hacer con el lenguaje es servirnos del mismo para hablar sobre el mundo, como lo hace la ciencia natural- acabó reservando a la filosofía una función puramente esclarecedora del lenguaje. La filosofía debe limitar lo pensable y con ello lo impensable… Significará lo indecible presentando claramente lo decible. Pero puesto que eso, de algún modo, continúa siendo hablar de lo que no se puede hablar, Wittgenstein no tuvo reparo en afirmar: “Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo (…).  Debe, pues, por así decirlo, tirar la escalera después de haber subido”.




Hemos visto que no puede haber proposiciones éticas con sentido, pero enseguida en la Conferencia de ética le vamos a ver afirmar que la ética no resulta expresable. La ética es trascendental (6.421). Pero, como sucedía en el caso de la lógica, lo que no se puede decir aún se puede mostrar. Parecería, según esto, que la ética sólo afecta al sujeto en cuanto límite del mundo y no al mundo mismo, de donde podría derivarse una ética de la renuncia o de la resignación a la que dan pie algunos pasajes del Diario filosófico.


Lo expuesto anteriormente, “juicios de valor relativo” y “juicios de valor absoluto” se deja asimilar a la diferencia kantiana entre imperativos hipotéticos e imperativos categóricos.


No es casual que Wittgenstein, que sufrió intensos padecimientos, use expresiones como “bien absoluto” y “valor absoluto”, para más tarde añadir que la expresión verbal que da a esas experiencias “carece de sentido”. Savater apuntará: “admiramos con lo más digno de admiración que hay en nosotros”


Para Wittgenstein, un característico mal uso del lenguaje subyace en todas las expresiones éticas y religiosas. Todas ellas parecen, prima facie, ser sólo símiles entre su sentido trivial y su valor ético o religioso. Si intentamos describir los supuestos hechos sin ayuda del símil, vemos que no hay tales hechos y lo que parecía un símil es un sinsentido. Y es, precisamente, su falta de sentido lo que constituye su propia esencia, concluyendo su Conferencia, trágica y respetuosamente sobre la ética y la religión.


Bibliografía consultada:


  • La concepción analítica de la filosofía. Javier Muguerza (Alianza Editorial, Madrid, 1981)

  • Doce textos fundamentales de la Ética del siglo XX. Carlos Gómez  (Alianza Editorial, Madrid, 2002)

  • https://www.anaminecan.com/post/etica-wittgenstein

  • "Diarios secretos de Ludwig Wittgenstein". Saber, nº 5, sep/oct/, 1985.

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