domingo, 13 de abril de 2025

GABIROL Y SU METAFÍSICA



“Investiga y ama”

Gabirol (Avicebrón)

 

Introducción

 Los del “pueblo elegido por Yavé” llegaron a la Península ibérica en el siglo IV, discípulos de Rabbanín, descendientes de Jehudah el Santo y Gamaliel, maestro que fue de san Pablo[1]. Bajo los Omeyas de Córdoba se había desarrollado en Al-Ándalus una cultura no inferior a la de Bagdad. No obstante, ni los árabes ni el Islam fueron aficionados a la filosofía, ciencia exótica para ellos y mirada con aversión por "los buenos creyentes"; el teólogo y jurista persa Algazel propuso su destrucción[2]. A los árabes correspondió sin embargo el importante papel de su transmisión, pues cuando se apoderaron de Siria, Caldea y Persia aún se conservaba allí la sabiduría de los últimos alejandrinos y la sapiencia de los herejes nestorianos. Sin embargo, la filosofía[3] o “falsafa” floreció en Al-Ándalus en el siglo XI tras la caída del califato en los reinos de taifas. Dos intelectos brillaron entonces: el judío Shlomo ben Yehudah Ibn Gabirol o Salomón Abengabirol, llamado por los cristianos Avicebrón (1021-1070?[4]), cuya Fuente de la vida enlaza con la obra de Ben Masarra y con el talento del zaragozano Ibn Bayya, llamado también Avempace (1085-1138).


Los judíos, perseguidos por los godos, ayudaron a los musulmanes en su conquista de España. Sin embargo, aunque gozaron de cierta tolerancia, sufrieron como los mozárabes el desprecio de los dominadores[5]. Muchos se ganaron la vida como comerciantes, cultivaron la medicina, la filología, la geografía y otras ciencias. En los reinos de taifas, judíos y cristianos (llamados despectivamente asyaníes, nasraníes, rumíes[6]) lo tuvieron difícil, pagaban un impuesto especial, el jaray. La situación de la mujer era la establecida por el Corán, o sea, de sometimiento absoluto al varón. La ilusión de una convivencia pacífica y libre de recelos y violencias entre las tres comunidades es un mito.

 

Semblanza de Gabirol

 Gabirol restauró la poesía hebraica y por eso es considerado el poeta litúrgico más importante de Sefarad; sus himnos se cantan todavía en las sinagogas, aunque también su carácter le predisponía a la sátira y a la crítica de las costumbres de su época. Poeta entre los filósofos y filósofo entre los poetas[7], ideó una compleja  filosofía primera sobre el ser y la realidad cósmica, influida por ideas pseudo-empedócleas[8] y neoplatónicas, una teoría metafísica de una solidez y madurez inaudita. La construyó basándose en un hilemorfismo radical, mediante una rigurosa lógica aristotélica y bajo una concepción peripatética del movimiento universal. 

“La ciencia para que el hombre ha sido creado es la ciencia de todas las cosas según lo que son, y principalmente la ciencia de la esencia primera que lo sostiene y que lo mueve” (I, 4)[9].

La familia de Gabirol procedía de Córdoba (Lucena fue una ciudad completamente israelita que osó incluso rebelarse contra el rey granadino), pero se estableció en Málaga, seguramente huyendo de alguna algarada populista contra los judíos o, más concretamente, a causa de los saqueos que promovieron los bereberes en 1013. Gabirol nació en Málaga hacia 1021[10], cumpliéndose ahora, aproximadamente, el milenio de su nacimiento.

Se formó y residió en Zaragoza hasta poco antes del asesinato de Al-Mundir[11] (h. 1045), quedó huérfano y se refugió en Granada bajo la protección del emir y comandante militar hebreo Samuel ben Nagrella. Con dieciséis años componía poesías de extraordinaria belleza en árabe y hebreo. En su novelita: Ibn Gabirol. El poeta que huyó de Al-Ándalus, César Vidal ofrece la traducción de algunos de sus versos. Sabemos que físicamente era poca cosa, muy flaco, pues escribe, exagerando como buen andaluz, que sus anillos podrían servirle de ajorcas y que si se sentara sobre los ojos de un hombre dormido, este ni rebulliría, que un mosquito podría levantarle con una pata y una hormiga con sus mandíbulas haciéndole perecer en la boca de su madriguera… “Si no me hallareis, / buscadme donde oyereis una voz, como de un espectro”. Sabemos por su poesía que estuvo enamorado, que ejerció el comercio y el magisterio y que su afán de saber y su curiosidad intelectual eran insaciables: “Despierto está mi corazón, / abiertos mis ojos a todo secreto. / Es la inteligencia madre de mi alma[12]”. Se cree que murió joven. Una leyenda establece que fue asesinado por un árabe envidioso de su genio[13]. Algunos creen que pudo vivir hasta 1058, e incluso hasta 1070, pero otros acortan su vida suponiendo que falleció al final de la veintena[14].

 

Filosofía hebrea medieval

 

“Se ha dicho que la composición del mundo no proviene
sino del delineamiento de los números
y de las letras en el aire” 
(Fuente de la vida, II, 21)[15].

 

 A comienzos del siglo XI, la filosofía judía emigró desde el Oriente al sur de Italia y a la España musulmana. Málaga, Córdoba, Sevilla y Zaragoza fueron sus principales centros de cultura, donde se desarrolló con esplendor excepcional durante cinco siglos, hasta 1492, fecha de la expulsión de los sefarditas que no quisieron renegar de su religión o celebrarla en secreto (criptojudíos). Los contemporáneos de Ibn Gabirol sólo conocieron sus poemas animados por un pensar ardiente, con frecuencia místico, áspero y pesimista. Dichos poemas de métrica libre en estancias de meditación reflexiva son esencialmente cánticos y plegarias. En el Keter Maluk (La corona real) las nociones teológicas se ponen al servicio de la adoración religiosa y desembocan en una humilde confesión.

Gabirol pretendió construir una sólida obra filosófica en árabe, pero su muerte prematura no le permitió sino redactar un tratado muy estimado de ética: Libro de la corrección de los caracteres (Mibhar Haleninim)[16] y los cinco capítulos (tratados) de La Fuente de la vida (Meqor Hayyin), muestra de una metafísica independiente de la fe religiosa y que pronto fue traducida al latín (Fons vitae) por la Escuela de Traductores de Toledo, más concretamente por Domingo Gundisalvo y el también sefardita converso Juan Hispano. La Fons vitae fue imputada a un musulmán llamado ora Avicebrón, ora Avencebrol, y al que se tuvo también por cristiano. En cualquier caso, Meqor Hayyin o Mekor Hayim fue el primer tratado de metafísica estricta redactado en España[17], pero hasta el siglo XIX no se descubre bajo el nombre de Avicebrón a Gabirol, cuando Salomón Munck identifica la Fons vitae con el Meqor Hayyin[18]. Lo pudo hacer gracias a que en el siglo XIII corrió una traducción parcial de la obra al hebreo hecha por un comentarista de Maimónides, Sem Tob Falaquera (1225-1295). Sin embargo, la obra tuvo mucha más relevancia en el mundo cristiano que en el judío[19].

La obra se relaciona tanto con el emanatismo de Plotino como con la tradición gnóstica, el Pseudo-empédocles y el misticismo especulativo judío. Para Gabirol toda sustancia es un compuesto de materia y forma. Incluso las sustancias espirituales contienen materia, por tanto la diferencia entre cuerpos y espíritus es de grado, no de naturaleza. El universo de Gabirol es orgánico, pero se aparta del emanatismo neoplatónico cuando explica cómo el mundo, creado libremente por Dios, se une a su Principio. El universo no deriva de un pensamiento supremo, sino de la Voluntad creadora y rectora que todo lo penetra, “virtud divina que todo lo inventa y todo lo mueve” (I, 2)[20]. Menéndez Pelayo llama a Avicebrón “el Espinosa del siglo XI, el más metódico y profundo de los panteístas de la Edad Media”[21].

Las ideas de Gabirol facilitaban la conciliación de Plotino con el Yavé bíblico y el concepto judío de creación, promoviendo lo que E. Gilson llama el “complejo agustiniano” del pensamiento cristiano medieval[22]. Para encontrar un pensamiento judío de la altura de Gabirol hay que remontarse a Filón (André Neher[23]), sólo que ahora no es el Lógos divino, sino Su Voluntad lo que mueve el mundo. Para la teología voluntarista de larga tradición (Avicena, Algacel, Pedro Damián, Escoto, Descartes, Calvino, Pascal, Schopenhauer, Unamuno…), Dios es tan distinto del hombre que su “lógica”, si la tiene, nada se parece a la nuestra[24].

Algunas de las premisas de Gabirol pueden hallarse en el Gefer Yetsira, única obra judía mencionada en la Fons vitae. Este Libro de la Creación[25] está en el origen de toda la mística judía medieval; pertenece a la época talmúdica (siglos V-VII); se atribuía a Abraham y ejerció una auténtica fascinación sobre los pensadores judíos, a pesar de ser obra corta y pobre en contenido (A. Neher[26]). Seguramente debió su éxito a su misma obscuridad que consiente cualquier interpretación, a su esoterismo cabalístico[27]. Según César Vidal, las tradiciones cabalísticas, emparentadas con el Talmud oriental[28], llegaron al Occidente a mediados del siglo IX cuando Aarón ben Samuel se trasladó a Italia procedente de Babilonia. Los judíos españoles comienzan a dar señales de vida literaria a mediados del siglo X, cuando Rabí Moseh y Rabí Hanoc trasladaron a Córdoba las famosas Academias de Pombeditah y Sura, centrando en Al-Ándalus toda la cultura rabínica. La cábala alemana del XII fue precedida por dos aportes españoles: el de Ibn Gabirol, que fue también gramático[29], y el de Maimónides. Ambos autores fueron perseguidos y exiliados por el Islam hostil y en ambos se percibe un interés notable por encontrar el modo digno del vivir mundano. Ibn Ezra dirá de Gabirol: “su genio indómito le llevó a injuriar a los grandes y a ofenderlos, sin perdonarles sus defectos”.

El filósofo hispano andalusí respeta en su exégesis el timbre gnóstico y místico del Gefer Yetsira, permaneciendo no obstante fiel a sus afinidades con el racionalismo platónico y aristotélico. De dicha tradición mística, nos referimos a la Kabala, poco sabemos desde la época que va del gaon[30] egipcio Saadía (882-942) a Maimónides (1138-1204). Los filósofos recogieron la Kabala en su especulación, pero los kabalistas trabajaban en la sombra. Al final del XII, cuando Maimónides escribía sus grandes obras, la Kabala pasó de la oralidad a la escritura. Entonces el Libro de la Creación se convirtió en fuente fecunda. Débiles fueron los comienzos de la especulación filosófica entre los judíos; pero trasplantada a España, creció de súbito.

 



Estela escolástica de la Fons vitae

 Con las verdaderas lecciones del Estagirita llegaron a manos de los árabes otros escritos apócrifos y de doctrina enteramente opuesta a la del fundador del Liceo, como la llamada Teología de Aristóteles, obra de algún místico alejandrino e inspiradora de la Fuente de la Vida de Avicebrón[31]. Por su parte, la Fons vitae de Avicebrón fue también germen fertilísimo de la filosofía de los monjes cristianos. Los escolásticos latinos tipificaron la doctrina de Gabirol en el principio de la composición hilemórfica de las sustancias espirituales[32].

La procesión del mundo de Gundisalvo remite tanto a Avicena como a Avicebrón. Al buscar una definición precisa de la creación, escribe el cristiano: “salida de la forma (exitus formae) a partir de la Sabiduría y la Voluntad del Creador”. La constitución del universo se desarrolla del ser-nada al ser posible; del ser posible al ser en acto; del ser en acto al ser corporal; todo ello de una vez y no en el tiempo. También su obra Sobre la unidad se inspira en Gabirol, que había filtrado la metafísica del Uno de Plotino[33].

La obra de Avicebrón influirá también en Felipe el Canciller (+ 1236) y en Guillermo de Auvernia (1180-1249) que lo menciona al decir, frente el necesitarismo de Avicena, que una voluntad suprema se halla en la raíz de todas las cosas. Toma también de Avicebrón la imagen del Creador como “espejo de los primeros inteligibles” y “libro del intelecto”, en el que el intelecto material del alma simple e indivisible descifra las reglas universales de la moralidad y de la verdad. Este pensamiento saltará a nuestros místicos: “¿Qué serán luego todas las criaturas de este mundo, tan hermosas y tan acabadas, sino unas como letras quebradas e iluminadas que declaran bien el primor y sabiduría de su autor?”, exclama Fray Luis de Granada[34].

La idea de una materia espiritual y de que toda criatura, sea el alma humana o el ángel, está compuesta de materia y forma será asumida también por Alejandro de Hales (1186-1245). La influencia del hebreo en la filosofía cristiana llegará hasta Alberto Magno[35] y cesará con la crítica de Tomás de Aquino, que no le perdona la atribución de existencia extralógica a las ideas, o sea, a géneros y especies. Aunque su influencia fue mayor en el mundo cristiano que en el hebreo, los cabalistas y compiladores del Zohar explotaron grandemente el libro de Avicebrón. También en el Renacimiento, Giordano Bruno le citará muchas veces creyendo árabe a Avicebrón y exagerando su “materialismo”[36].

Rousselot ha propuesto la posibilidad de que la doctrina semítica de los nombres, según la cual nombrar algo o a alguien con propiedad equivale a definirlo, es decir, que los nombres son definiciones abreviadas de las cosas, llegó a Fray Luis de León a través de los escritos de los judíos españoles profundamente islamizados, caso de Gabirol de Málaga y Maimónides de Córdoba. Otros explican las coincidencias por una fuente primitiva común. Menéndez Pelayo negó que La Corona Real de Gabirol “con ser resplandeciente de luz y de poesía hubiese influido en la literatura mística cristiana”, por lo menos en la “ortodoxa”, otra cosa –dice el sabio ultracatólico- sería en la “secta quietista”, en Miguel de Molinos y “los adoradores de la nada”[37]. Juan Duns Escoto defendió la teoría de la universalidad de la materia de Avicebrón, que también rebatirá con vehemencia Tomás de Aquino.

 


La Fuente de la Vida

 En 1901, el erudito krausista andaluz Federico de Castro y Fernández tradujo la Fons vitae, su traducción fue más tarde corregida por Carlos del Valle en la mejor edición en español de que disponemos (1987)[38]. La Fuente de la vida está dividida en cinco tratados en forma de diálogo entre maestro y discípulo. El primero contiene las observaciones generales sobre lo que ha de entenderse por materia y forma. El segundo trata de la forma corporal. El tercero de las sustancias simples intermedias entre el agente primero (Dios) y el mundo corpóreo. El cuarto demuestra que también las sustancias simples tienen materia y forma. El quinto trata de la materia universal, de la forma universal y de la voluntad divina, que debe de ser el Verbum Dei agens omnia.

Aunque algunos han visto cierta poesía en esta obra, es más bien por su método un monumento a la fría silogística aristotélica (inducción, deducción y análisis), carente de lirismo y en el que son raras las imágenes (como en la obra de Kant) y nula su alusión al judaísmo ortodoxo, si bien se podría interpretar como un canto sufí que procura una especie de hipnosis a partir de la recurrencia especulativa, volviendo sobre el mismo tema, el hilemorfismo sobre todo, en secuencia espiral.




 Hilemorfismo radical y emanatismo creacionista

 Para Avicebrón todos los seres excepto Dios (sustancia primera) están compuestos de materia y forma. La emanación de la mutiplicidad desde el Uno fue producida libremente por la voluntad divina. El primer resultado de la emanación es la materia universal con la forma universal. La materia prima considerada en abstracto y sin la forma es sólo potencia y posibilidad[39]; es la forma la que le da existencia, unidad y sustancialidad. La forma universal es idéntica al entendimiento universal, unidad segunda, especie de las especies, razón de todas las formas parciales.

La segunda emanación es el alma universal, que se manifiesta en el macrocosmos como alma del mundo o naturaleza naturante; y en el microcosmos como alma racional. De la naturaleza naturante emana el mundo corpóreo con sus diferentes grados: el celeste e incorruptible y el de la generación y destrucción. También la materia ofrece grados: universal absoluta, universal corpórea, de las esferas celestes, y general natural o del mundo inferior. Cada una de ellas abraza a la inferior y a cada materia corresponde una forma, haciéndose más corpóreas conforme descendemos y nos alejamos de la voluntad divina. El mundo superior es arquetipo del inferior; las formas visibles, reflejo de las invisibles.

La forma universal se asemeja a la luz difundida en todo lo creado. La materia, como la forma, es una en su esencia. En la voluntad de Dios, materia y forma se confunden y unimisman.

La última pregunta filosófica es teleológica y humanista: “inquiere para lo que el hombre ha sido hecho” (I, 1). Ya desde el principio se distingue entre especulación y demostración y se alude al arte de la lógica para no juzgar a la ligera. Puesto que la mejor parte del hombre es la inteligencia, es esta la que debe usar para conocerse a sí mismo, dicho conocimiento compromete la felicidad y el retorno del alma a lo que le es más semejante, pues por la ciencia y por la obra buena se une el alma a la vida más elevada, emancipándose de la cautividad de la naturaleza.

Mas la esencia primera sólo puede ser conocida en el espejo de sus generaciones, ni siquiera es semejante a la inteligencia, “ni tiene con ella conveniencia alguna” (I, 5). Es imposible comprenderla porque es infinita. La esencia del ser universal es otra cosa, se sostiene en la materia y alcanza existencia con la forma. Tres son las partes de la ciencia: La causa o esencia primera, lo creado (materia y forma), y el intermedio: la voluntad. Ejemplo de materia y forma es el cuerpo humano; ejemplo de voluntad, el alma; y ejemplo de la esencia primera, la inteligencia (I, 7).

Materia (hyle) es en la naturaleza la fuerza que recibe las formas sensibles desde el alma, que es también hyle sujeta a la recepción de las formas inteligibles. La materia espiritual sostiene la corporal (no al revés, como tendemos a pensar hoy). La inteligencia, que no tiene forma, es por lo mismo capaz de recibirlas todas y de discriminarlas (II, 4), porque las formas de todas las cosas tienen el ser en la forma de la inteligencia (II, 20). Lo inferior es ejemplo de lo más elevado, por eso habla Gabirol de “la existencia del cuerpo en el alma, porque el alma contiene y sostiene al cuerpo, así la sustancia espiritual universal contiene y sostiene el cuerpo universal del mundo” (II, 24). Por eso las cosas manifiestas son ejemplo de lo oculto en ellas.

Ahora bien, lo que no tiene materia no puede tener ser, pero la diversidad procede de las formas que no son existentes por sí. La esencia oculta que recibe esas formas es la materia primera, universal, una y sin diferencias. La esencia de la forma es parasitaria de la materia, subsiste en otro, pero tiende a perfeccionar su esencia en lo que es, “lo que la cosa es como tal, no lo es sino por la forma”… “No decimos que la materia tenga ser sino cuando le conferimos forma espiritual” (I, 13), pues el ser de la materia no es más que potencial: lo sumo oculto, mientras la forma es lo sumo manifiesto. Todo está hecho de los mismos elementos[40]. La materia particular subsiste en la universal natural; ésta, en la universal celeste; la materia universal celeste, en la materia universal corporal; y la universal corporal, en la materia universal espiritual (II, 2). Análogamente, las formas. La forma de la cantidad es la más próxima a la materia inferior y la figura es el fin de la cantidad, como la ciencia es el fin de la inteligencia (II,8). Y así como la forma de la cantidad se resuelve en el punto y la unidad, la forma de la inteligencia se resuelve en la materia y en la unidad.

Los cuerpos son las sustancias que sostienen los nueve predicados[41], que son propiedades y accidentes del sujeto (la primera categoría aristotélica, la ousía o sustancia primera). El cuerpo puede cambiar de color, pero no dejar de tener color. Gabirol alude a la energía, al ser en acto aristotélico para explicar lo que sostiene la corporeidad del mundo. Igual que hay una materia universal, común incluso a las sustancias espirituales, hay una forma universal común a todos los seres. Esta forma universal es el conjunto de las nueve categorías de Aristóteles, las determinaciones más generales del ser[42]. La materia universal es la primera categoría, el sustrato que sostiene a las demás.

Sustancia (S) es el nombre que le damos a la materia cuando ha recibido alguna forma, este es el sujeto o fuerza simple que sostiene la forma de la cantidad que inhiere en él. La sustancia en sí no es cuerpo que necesite lugar, sino que ella es el lugar (espacio) de la cantidad (II, 14), ella es el lugar del cuerpo, así como el cuerpo es el sostén de las propiedades y predicados. La naturaleza sella y pinta figuras en la sustancia como, para hacer monedas, se sella el oro, así surgen la diversidad de los géneros y las especies, al arbitrio de la voluntad divina.

Las sustancias se dividen en simples y compuestas; las simples son siete: inteligencia, las tres almas[43], forma, materia, naturaleza[44]; las compuestas se dividen en crescibles y no crescibles, vivas e inertes. Materia y forma son especies de la sustancia simple (SS). La sustancia de la inteligencia es más simple y espiritual que la del alma, que sólo se da en lo mejor de la naturaleza: los seres vivientes. SS no tiene ni dentro ni fuera, pero todas las formas se encuentran en ella, son el uno. Las SS aprehenden las formas en el tiempo, porque muchas formas pueden existir en una simple. “Las muchas formas están en la unidad y la unidad de la substancia simple es su forma”.

No hay parte de la sustancia que sea indivisible porque la esencia de la sustancia está infundida en la totalidad de la esencia de la cantidad[45] y porque es imposible el vacío siendo la sustancia continua. Su origen está en la verdadera unidad indivisible que no tiene principio ni fin, ni mutación ni diversidad. La sustancia de este mundo, la materia que sostiene la cantidad (primera de sus formas) rinde obediencia a esa unidad creadora, por la que es condensada y corpulentada, en oposición a la sutileza y simplicidad del Uno. “La pluralidad no es más que la multiplicación de lo uno” (II, 22).

Gabirol distingue también entre forma sustancial y forma accidental, la segunda puede separarse de hecho de la materia que la sostiene, mientras que la forma sustancial sólo puede separarse por el entendimiento de su materia, analíticamente.

Cuando el discípulo pregunta cuál es la razón de la mutación del uno simple y espiritual en la composición y corporeidad de lo múltiple, Gabirol recurre a Empédocles: lo uno es multiplicado y dividido por la discordia. El descenso de la sustancia implica multiplicación; su ascenso, concordia y unificación.

 

Sustancias simples

 En el tercer tratado referido a las sustancias simples, Gabirol comienza demostrando la necesidad de pensar un medio o mediación entre el alfa del supremo y primer Hacedor (principium rerum, al que llamaremos H) y el omega de las sustancias compuestas en que se sostienen los predicamentos (SC), porque la sustancia compuesta (SC) no puede recibir forma sin medio. De este modo, el espíritu (E) media entre cuerpo y alma (Ψ). La sustancia (S) más simple y digna es la Inteligencia incorpórea (I). Toda sustancia simple (SS) fluye y carece de cantidad.

 Gabirol muestra su vena gnóstica cuando propone sustancias intermedias como responsables de la creación y ordenación de la sustancia que muda, que se mueve, pues H no contiene nada ni está unido a nada, luego la sustancia que sostiene los predicamentos no se mueve en el primer hacedor, entre otras razones porque el movimiento de la SC se verifica en el tiempo. La duración de las sustancias intermedias es la sempiternidad, mientras que el movimiento local en el tiempo es activado por el alma, sustancia simple por debajo de la inteligencia. El Ψ es móvil por sí con movimiento uniforme y causa del movimiento secundario de la SC. Mas la SC sigue el movimiento del Ψ con movimiento vario. La sustancia de Ψ no es difusa ni extensa, ha defluido de la inteligencia (I) (III, 52 y 54).

H crea de la nada. Su virtud es igual de fuerte lejos que cerca de Él porque es infinita, pero SC están compuestas de las sustancias simples (SS), luego los cuerpos del mundo no proceden de la nada, sino de SS, que son a la vez hacedoras y hechas, creadas y creativas, más o menos perfectas según su proximidad a H, por lo que reciben su poder según grados.

SS es causa de SC, porque SS es agente, raíz de la multiplicidad y semejante a lo uno. Su movimiento está en el no-tiempo y las sustancias simples (SS) son finitas e infinitas a la vez: finitas por haber sido creadas e infinitas por su simplicidad, ellas dotan de forma a la SC. Entre SS y SC no hay medio. Las SC devienen en el tiempo porque son imperfectas, mientras que lo que hace H lo hace sin demora, o sea, fuera del tiempo. Las SC son pacientes, no agentes. En realidad, todo lo móvil es paciente, todo lo que se mueve padece, porque deviene con esfuerzo de la potencia al acto.

Por su parte, H no está ni en potencia ni en acto. El responsable del movimiento de SC no es H sino SS, esta raíz del ser que es a la vez sustinente y sustentada, estando sobre SC. Dado que SS y SC se convienen, son del mismo género y ello demuestra que hay otra sustancia más simple aún que SS y común… o sea H, que es perfecto y sin forma, infinito, inmóvil y moviente, el cual crea al primer paciente perfecto SS como inteligencia (I) y alma (Ψ), móviles que dan forma a los cuerpos, que informan la materia. La sustancia que sostiene los predicamentos (SC) se llama también posible. A H no le conviene ningún predicable ni predicamento (teología negativa[46]). Está en todo lo que es y nada puede ser sin Él.

Todas las formas son agentes y todas las materias pacientes. Si bien la sustancia de I obra en todo sin tiempo, es la Voluntad (V) la que educe lo que tiene en su esencia y lo da a la materia como sustancias inteligibles (SI) que educen lo que tienen en su esencia y se lo dan a los cuerpos. Las SI también están compuestas de materia y forma. Pero V obra sin tiempo, sin movimiento, sin instrumento y sin lugar (espacio).

Gabirol afirma taxativamente que lo inferior procede siempre de lo superior: la forma corporal, de la forma animal; la forma animal, de la forma espiritual. Todas las formas están en la inteligencia de la manera más simple, por eso I es colectora de toda forma.

Las formas corporales fueron causadas por las espirituales; las formas infusas en la S son imagen y retrato de la forma espiritual. Toda forma sustentada en la materia se diversifica en claridad y perfección. La forma espiritual sustentada en la materia no es forma para sí misma[47], reverbera y fluye en su receptible, circunda a la SC. La sustancia espiritual (SE) no es terminable por esencia, no es cantidad infinita. Es en todo lugar. SE es fluente no quiescente, su forma descansa cuando halla un cuerpo que lo obsta y su acción reverbera de él como la luz del sol. Fuera de las sustancias no hay forma y la sustancialidad no se siente (no se lee) sino en los cuerpos.

A la sustancia simple apetece[48] efectuar lo que tiene en su potencia. De la unión de SS y SC resulta una forma distinta. Todas las formas que se descubren en SC son impresiones de SS: cantidades, figuras, movimientos..., así como el Ψ imprime su forma en el cuerpo. La SS espiritual es la más hábil para juntar muchas formas. Las formas corporales en general descienden de las espirituales y son su ejemplo. Si en la primera forma universal todas las formas se abrazan, Gabirol explica la expansión de las formas de las sustancias simples en las compuestas como infusión, dispersión, difusión, separación…

 Los cuerpos en sí, compuestos de partes, carecen de movimiento; se mueven gracias a un agente externo, una fuerza que atrae las partes y las coagula como suyas, con la capacidad (virtud) atractiva para mantenerlas, con la capacidad de retener, digerir y expulsar, para asimilar y desechar la materia desechable. Existe una sustancia universal (SU) que compone y retiene las partes del cuerpo universal (CU) (III, 45). El CU es semejante al particular, tanto simple como compuesto; el microcosmos análogo al macrocosmos. La SU son las tres almas y la inteligencia que se significan como particulares en vegetales y animales. El cuerpo natural particular necesita de la naturaleza universal y análogamente las almas e inteligencias particulares necesitan de las almas universales y de la inteligencia universal porque por estas es su ser y existencia. El movimiento del CU no es por sí, el cielo tuvo principio, comenzó a ser y no es eterno (III, 51), es la sustancia universal que sostiene todos los predicamentos.

Como siempre, las sustancias inferiores visten la luz de las más elevadas (III, 45) y todo viste la luz de H. Lo que está en lo inferior está en lo superior, pero no viceversa. La naturaleza[49] es la más imperfecta de las SS, inferior a Ψ y a I. La naturaleza está por debajo del Ψ vegetativa, que es responsable del crecimiento y reproducción de las plantas y es más perfecta y opera en aquella. El Ψ sensible de los animales opera en la vegetativa, que también poseen como las plantas y es responsable de su sensibilidad y movimientos[50]. La acción del Ψ racional es sentir las formas de los cuerpos densos en el tiempo y percibir e imaginar las formas sutiles de los inteligibles, moverse en ellos en el no-lugar y no-tiempo y emitir y modular sonidos con un orden que entrañe significado. La acción de I es la aprehensión de todas las formas inteligibles, sin investigación y sin trabajo, y sin ninguna otra causa más que su esencia que está llena de perfección. El Ψ racional aprehende lo extrínseco, la I aprehende la esencia. Gabirol admite que la fuerza animal fluye de la virtud racional cuyo asiento es el cerebro, los nervios y los músculos, porque esta virtud (capacidad) penetra y se difunde por todas las partes del cuerpo.

Las sustancias, cuanto más superiores y simples son, tanto más colectoras de todas las formas y más comunes y comprensivas, hasta la materia primera universal que lo sostiene todo (III,49). El conocimiento de la SS ofrece el mayor descanso y dulzura para el Ψ racional pues dicho conocimiento nos acerca a Dios[51]. Y especial estudio merecen entre las sustancias simples el Ψ y la I, porque lo sostienen todo. De ahí la necesidad de una anábasis o ascensión del espíritu por medio de la I a lo último inteligible, para purgarlo de toda la inmundicia de lo sensible y sacarlo de la cautividad de la naturaleza, llegando a lo último que se posible aprender con certeza de la sustancia inteligible:  Quien se aplica a imaginar la sustancia espiritual sabe que la sustancia corporal está con ella en la relación del pájaro con el aire (V, 30).

Las formas son esenciales al alma; una prueba de esto:

 "que la substancia del alma recibe en sueños, de modo animal, esto es, representativamente, imaginariamente, la forma inteligible procedente de la substancia del alma y, después del sueño, el alma las siente corporal y materialmente; según este ejemplo, consideraremos el ser de todos los inferiores en el superior, hasta que se llegue a la materia primera que lo sostiene todo; pero esto te lo explicaré cuando trate de la materia primera universal y de la forma primera universal" (III, 42).

 "Si te levantaras a la primera materia universal y te alumbraras con su sombra, allí verías lo más admirable de todo lo admirable; aplícate a esto y ama, que tal es el fin para el que el alma humana existe, y allí está la gran delicia y la mayor felicidad" (III, 57).

 

Centro de recepción de visitantes "Ben Gabirol",
ubicado en un torreón mudéjar en la judería de Málaga 


Sustancias inteligibles

Empieza el cuarto tratado ratificando que toda sustancia (simple, corporal, inteligible o espiritual) es compuesta de materia y forma. No hay materia de no-forma ni forma de no-materia y ninguna propiedad afecta sólo a la materia, sino a la materia y a la forma conjuntamente[52] (IV, 5). Las formas son muchas, pero la sustancia es una, su forma es precisamente la unidad. Gabirol alude al pitagorismo: 

“por eso se dice que el número es origen de las cosas, porque la unidad es el origen del número, pero no es justo decir que la unidad es el origen de todo porque la unidad es sólo forma y el todo no es sólo forma, sino forma y materia; pero sí es más justo que se diga que tres es el origen y raíz de todo, esto es que el uno está en lugar de la forma, y el dos en lugar de la materia”. 

Las propiedades del dos conciernen a la materia porque esta es multiplicable y divisible (IV, 11). Las sustancias espirituales son también compuestos hilemórficos, menos H, creador de la materia y la forma, el primer hacedor no es ni materia ni forma, así como el uno no es el dos, lo creado es diferente del Creador. Las sustancias espirituales (Ψ, I) son comunes en la materia, pero distintas en la forma. Lo compuesto puede ser simple para lo que le es inferior y lo simple puede entenderse como compuesto para lo que le es superior. Las cosas ni en todo son diversas ni en todo semejantes. Son finitas por su forma. Y es la misma la materia de los cielos y de la naturaleza. La cantidad como propiedad de la sustancias compuestas sostiene la cualidad[53] y la figura.

La inteligencia es agente por la unidad de su forma, por eso los sabios sólo llamaron forma a la inteligencia agente (V, 19). I es una por sí, la forma de la inteligencia es la unidad porque todas las formas se aúnan en ella y por eso es capaz de aprehenderlo todo, porque todo está unido en la forma de la inteligencia, que es “la unidad universal colectora de toda unidad” y todas las formas tienen el ser en la forma de la inteligencia. Las sustancias simples bajo la inteligencia están ordenadas según el orden de los números, porque caen bajo el uno (IV, 12).

La forma del Ψ racional semeja más bien el dos, porque se mueve de las proposiciones a la conclusión, por la identidad de la exclusión; y la forma del Ψ sensible, semejante al tres porque aprehende al cuerpo que tiene tres dimensiones, por medio de tres cosas que son: color, figura y movimiento; y la forma de la naturaleza es semejante al cuatro, porque la naturaleza tiene cuatro fuerzas. No hay más forma que la unidad y de esto “se sigue que la forma universal sea impresión del uno verdadero, altísimo, infundida en toda la materia y continente de ella” (IV, 13).

La forma universal de la unidad sigue a la unidad agente y por tanto difiere de ella. El ser no procede de la sustancia, pues es creación, es propio de la forma y es creada y es la unidad impresa por la unidad primera. “La forma es luz pura” que defluye desde la Voluntad, así se diversifica y se vuelve sombría o tenebrosa por la materia en que se infunde y que la enturbia y por eso se dice que una sustancia es más inteligente que otra (IV, 14).

La forma corporal vista es ejemplo de la forma anímica vista en el sueño y esta de la forma inteligible interior. Gabirol distingue tres formas inteligibles: de la voluntad, de la inteligencia universal y de la materia. La forma universal en la esencia de la voluntad puede inteligirse en potencia sin materia, en acto unida a la materia y ser forma de los elementos materiales. La Voluntad considerada en su quietud es esencialmente infinita, pero es finita respecto a su acción que tiene principio y “todo lo que tiene principio tiene fin” (IV, 15).

Cuanto la forma es más finita y corpórea más manifiesta a los sentidos y así el color es la forma más cercana al sentido, luego la figura es más oculta que el color, más oculta que la figura la corporeidad, más que la corporeidad la sustancia, más que la sustancia la naturaleza, más que la naturaleza el alma y más que el alma la inteligencia. De este modo, “las formas espirituales deben subsistir en las formas corporales, para que el ser manifiesto sea espejo del oculto” (V, 20). Pero “mostrar la acción de las formas espirituales en el cuerpo es muy difícil” (V, 21).

 

Descripción y división del ser

 La materia universal y la forma universal son indefinibles porque carecen de género sobre ellas, sólo es posible su descripción por propiedades. Así podemos decir que la materia prima es sustancia existente por sí, sustentadora de la diversidad, una en número, que es sustancia receptible de formas. Y de la forma universal podemos decir que es sustancia que constituye la esencia de todas las formas, sabiduría perfecta, luz purísima. 

“El ser de la primera forma, esto es, existir en sí en acto, es imposible, porque no tiene ser sino juntamente con la materia; pero en concepto y en potencia es posible, y por eso no es accidental, porque no puede pensarse que el accidente exista por sí” (V, 23).

 

Materia y forma son y existen perpetuas por la eternidad del que las creó (V, 24). El ser se distingue según los cuatro primeros números en 1: si es, 2: qué es, 3: cuál es, y 4: por qué es. El uno corresponde a la inteligencia (I), el uno y el dos al alma (Ψ), el 3 y el cuatro al cuerpo y la naturaleza. Otra ordenación del ser es posible según las modalidades: necesario (H); posible: el mundo; imposible: no ser. Lo posible es diverso y mudable. La primera posibilidad es la materia.

La composición de la materia y de la forma se hizo sin tiempo y por eso no existe la forma sin la materia ni un solo instante. Dios no creó al mundo hablando sino mirando y mandando. La forma es infinita respecto de su origen, pero finita respecto a las categorías, límite de la generación[54]. Es difícil distinguir la forma de la voluntad.

 

La mirada de la Voluntad

 El tratado quinto refiere a la materia universal y a la forma universal consideradas en sí, consideración que sirve de escala para la ciencia de la voluntad o de la esencia primera, llamada a purificar la imaginación, sutilizar el alma, despojarse de los accidentes corporales para elevarse intelectualmente hasta dicha esencia primera.

Gabirol no duda de que la inteligencia puede aprehender aquello de que está hecha la materia universal y la forma universal, pero también atiende a lo superior sobre ella, lo que la sostiene y por lo que existe. Materia, cuerpo y alma, sirven de sustinentes respectivos del cuerpo, el alma y la inteligencia, que son formas sostenidas.

La materia universal en sí es el lugar (espacio) de todas las cosas y forma universal es lo que responde a la pregunta qué es o de qué especie. Se puede imaginar la materia como una virtud espiritual y la forma como luz creada que da el ser en que está la propiedad y el concepto de especie (V, 4). Materia y forma en sí son inteligibles, espirituales no sensibles, o sea, que, paradójicamente, el concepto de materia es insensible e inmaterial. La materia sin forma es inimaginable y lo mismo la forma sin materia, porque la imaginación es una facultad de Ψ y la sustancia de la forma es más simple que la del alma.

El que conozca la esencia de la inteligencia lo sabrá todo, porque la esencia de la inteligencia es especificativa de todo y todo está en su esencia. La ciencia no es más que la unión o concordancia de la forma de la inteligencia con lo entendido[55], que sólo puede ser considerado existente en tanto que dotado de forma. Es la forma la que descubre al par a sí misma y a la materia. I conoce la forma de las cosas en tanto se conoce a sí misma porque las cosas son ella misma. De la privación al ser, H promovió la expansión de I, cuya materia es prima y simple. La materia es privación, pero no absoluta. Ser es la existencia de la forma en la materia, esta es su descripción, pero no su definición.

Para Gabirol, el ente no es el género generalísimo, sino la materia en conjunción con la forma (V, 8). La materia padece como principio de diferencia[56], puesto que su ser es en potencia; la forma actúa como principio de diversidad puesto que es acto. Es la forma la que da ser a la materia, así como el alma da ser al cuerpo y prueba de ello es que cuando se separa de él, el cuerpo se destruye. Materia y forma comenzaron a ser juntamente, porque la materia no fue apta para ser sino por la unidad.

La materia se mueve hacia la forma para perfeccionarse, para salir a ser, es movida por la voluntad a recibir la forma…, a que salga del dolor de la privación al gozo de ser (V, 29). En la voluntad está toda forma y es todo y todo en ella (V, 16).

La Tierra vista desde el cielo no es más que un punto[57], de igual manera la relación de la sustancia corporal y espiritual a la voluntad es como la de la tierra al cielo. La esencia del creador que no tiene principio ni fin está en todo lo que existe, lo superior en lo inferior hasta el último término del reposo en extensión continua[58]. El verbo por cuya mirada ha sido impuesta la forma es luz inteligible, no luz sensible (V, 30).

La materia es el lugar de la forma desde el concepto que la sostiene; y la voluntad es el lugar de una y otra porque cada una de ellas requiere a la voluntad para tener ser y mantenerse, pero el verdadero lugar (espacio) se da en el extremo inferior de la forma y lo mismo se puede decir del tiempo. Aunque el lugar se dice de dos modos: espiritual y corporal. 

“Platón consideró que las formas se hacen en la Inteligencia por la mirada de la voluntad, se hacen en el alma universal por la mirada de la inteligencia universal, e igualmente se hacen en la naturaleza y en la sustancia por la mirada del alma universal en la naturaleza… Las formas inteligibles se hacen pensadas e imaginadas en el alma particular por la mirada de la inteligencia en ella” (V, 17).

 La mirada de la voluntad es la equidistancia de unas formas respecto de otras y el deflujo de fuerzas y de luz de unas a otras. La voluntad contiene la forma y Dios excelso y santo contiene la voluntad y lo que hay en ella de materia y forma, “sin comparación y sin ejemplo” (V, 19).

 


Anábasis

 La causa que compele a la materia a informarse es su apetito para recibir bondad y deleite. El movimiento de todas las sustancias es a lo uno y por causa de lo uno porque el uno es la bondad (V, 32). Todas las cosas apetecen la unidad. El movimiento de las sustancias es deseo y amor que no se dan sino entre semejantes. Es fuerza puesta por el verbo. El verbo es la virtud infusa en las sustancias espirituales que les confiere ciencia y vida, y el movimiento la virtud infusa en las sustancias corporales que les da la fuerza de obrar y de sufrir. El Verbo, o sea la Voluntad, luego que creó la materia y la forma se ligó con ellas como se liga el alma con el espíritu y se derramó por ellas penetrando desde lo sumo a lo ínfimo[59].

La materia sólo se parece al primer ser porque adquiere la luz y esplendor de lo que hay en la esencia de la voluntad, que la obliga a moverse, de ahí el imperativo gnóstico: “Lee la forma como figuras pintadas o como palabras ordenadas por las cuales el lector consigue el objeto de la ciencia y la perfección de la sabiduría” (V, 35).

No obstante, “la ascensión a la altísima esencia primera es imposible y la ascensión a lo que le sigue dificilísima”, porque la inteligencia no puede abrir las puertas de la materia y la forma, ya que la inteligencia está hecha de ellas. Aquel cuya alma se sutilizara y su inteligencia se esclareciera y las atravesase, ya habrá alcanzado su fin habiéndose hecho espiritual y divino cerca de la voluntad perfecta, entonces descansa su movimiento y dura su satisfacción (V, 35).

Las raíces de la ciencia son tres: 1. Ciencia de la materia y la forma; 2. Ciencia del verbo agente, o sea de la voluntad; 3. Ciencia de la esencia primera.

Todo movimiento es por lo tanto sombra y resplandor de la voluntad que es la fuerza de la unidad. Para Gabirol, teólogo negativo, describir la Voluntad es imposible, sólo cabe decir que es una virtud divina que hace la materia y la forma y las enlaza, difundida desde lo sumo a lo profundo. La voluntad es el actor que escribe, la forma lo escrito y la materia el soporte, el pergamino (V, 38).

 

Trascendencia del creador

 En las páginas finales de La Fuente de la vida se muestra cuán lejos está Gabirol del panteísmo. Si bien afirma que el creador sublime y santo está en todo (V, 39), el primer hacedor no es ese todo creado por él, como el uno no es el dos ni el tres ni el cuatro. “El pathos voluntarista es distinto del monista” (Lovejoy[60]). La esencia primera y santa tiene alguna propiedad esencial por la que se separa de toda otra (V, 42). El dador de la forma y del bien está sobre todo. Las formas median entre la materia y la voluntad divina. Dicha voluntad es quietud en sí, lo penetra todo sin movimiento y sin tiempo. La materia es como la silla de lo uno, y la voluntad donadora de forma se sienta en ella y descansa en ella (V, 42).

La Ciencia de la voluntad sería la perfección de la sabiduría. Al final de La Fuente de la vida, Gabirol anuncia otro libro que trataría esta misma ciencia de la voluntad y se llamará: “El origen de la liberalidad y la causa del ser”, su objeto sería la verdad de la creación (V, 40): esto es, la salida de la forma de su primer origen y la expansión de la voluntad sobre la materia como el borbotar que mana de la fuente y su expansionismo sucesivo. La materia recibe la forma de la voluntad como el espejo recibe la forma del que lo mira. Géneros, especies, diferencias, propiedades, accidentes y todas las formas que se sostienen en la materia no son sino una impresión de la sabiduría en la materia (V, 42), es decir, información.

La creación se asemeja a la salida del agua de un manantial, al reflejo de la figura en el espejo y a la palabra hablada cuya forma manifiesta sostiene la forma oculta, o sea el concepto que significa y la existencia de ambos. El fruto de esta ciencia de la creación es la liberación de la muerte y la unión al origen de la vida, noble esperanza. Exige, como se ha dicho, apartarse de lo sensible, penetrar con la mente los inteligibles y dejarse totalmente en las manos del dador de toda bondad, que te mirará entonces con piedad y será liberal contigo como conviene a él. Amén (V, 43).

 

Interpretaciones

 Los diálogos de La Fuente de la vida de Gabirol son como un canto sufí de intención hipnótica y estructura espiraloide, una y otra vez se abordan los mismos temas aunque desde una distancia progresivamente más alta y abstracta. Sorprenden el inaudito rigor lógico con que el maestro encadena silogismos y la intención armonista que impone a diversas corrientes de pensamiento: ecos de Empédocles, de Pitágoras, neoplatonismo, aristotelismo, filosofía hebrea (cábala, doctrina del verbo). Sorprende el parecido de la noción de sustancia simple (SS) de Gabirol con la mónada de Leibniz y con sus dos propiedades esenciales: percepción y apetición.

Podemos pensar a Gabirol como ejemplo y modelo en la Edad Media –frente a las doctrinas predominantes “ultramundanas”– de una corriente subterránea de lo que Arthur O Lovejoy llama “filosofía estamundana” dependiente de cosmovisiones que parten del supuesto de que hay una intrínseca multiplicidad o diversidad en la naturaleza divina, o sea, en el mundo de las ideas; de que la existencia es un bien, o sea que la actualización concreta de los universales y la traslación de las posibilidades extrasensibles a los cuerpos sensibles no significa una pérdida, sino aumento, no una disminución de valor. Para el estamundanismo, la misma esencia del bien consiste en la máxima actualización de la diversidad, el mundo de la experiencia temporal es bueno y manifestación de lo divino.

Aunque Menéndez Pelayo reduce el pensamiento de Gabirol a un panteísmo místico, un panteísmo integral sostendría que un Dios-Uno, sin la diversidad múltiple de la Naturaleza, no sería perfecto y, por lo tanto, no sería propiamente divino. Este es el principio de plenitud que alcanzará su determinación máxima, y determinismo, en la obra de otro hebreo: Baruch Spinoza. Antes, Giordano Bruno usará el concepto de materia universal para su panteísmo. Por otra parte, Gabirol huye del oxímoron o del irracionalismo místico aplicando la lógica más rigurosa de su época: la analítica y apodíctica aristotélica. 

La Fuente de la vida no es tampoco una obra esotérica, aunque sí intelectualista y muy abstracta, vale por una especulación racional y sistemática sobre la esencia hilemórfica de la realidad basada en la tradición filosófica que Gabirol en el siglo XI pudo conocer y que ensayó armonizar originalmente, aunando tradiciones culturales muy diferentes, semíticas y helénicas. Su síntesis es sobresaliente, y por eso tuvo una influencia tan fuerte en el agustinismo y en la metafísica escolástica en general, cuyos ecos aún se oyen en el humanismo renacentista.

 

Homenajes

 La obra de Gabirol, tanto poética como filosófica, posee una fuerza y originalidad indudables. Nuestra época le ha hecho justicia. En Tel Aviv una de las vías principales lleva su nombre y hay un Centro Gabirol de Cultura y Arte; en Haifa, dos colegios; y un instituto en Málaga, donde igualmente se le dedicaron monumento, calle y plaza. El Centro de Estudios de la Comunidad Judía de Madrid escogió como lema este de Gabirol: “En el camino de la sabiduría, el primer paso es silencio; el segundo escuchar; el tercero recordar; el cuarto, practicar; el quinto, enseñar a otros”.


NOTAS

[1] Según M. Méndez Bejarano (1857-1931). Historia de la filosofía en España hasta el siglo XX, 1926.

[2] Al-Ghazali escribió en 1093 su libro La incoherencia de los filósofos (Tahafut al-falasifa), tomando veinte tesis filosóficas afirmó que los argumentos metafísicos de los filósofos no pueden pasar la prueba de la razón y la comprobación de la verdad revelada no puede ser obtenida por la razón (fideísmo).

[3] v. Menéndez Pelayo. Historia de los heterodoxos españoles, L. III, cap. 1. “El panteísmo semítico”, BAC, Madrid 1986.

[4] La fecha exacta de nacimiento de Gabirol así como las circunstancias de su muerte nos son desconocidas. Hay autores que la adelantan su fallecimiento a 1057, cosa poco verosímil a juzgar por sus conocimientos y la calidad de su obra.

[5] Según Maimónides ningún pueblo había vejado más a Israel que el árabe. Hasta entonces, pues no pudo contemplar lo que sucedería en la España de fines del XV o, mucho peor, en la Alemania y Europa del siglo XX.

[6] Los almorávides y almohades presionaron duramente a las comunidades cristianas de Al-Ándalus, acabando por convertirlas, eliminarlas o dispersarlas. Los que pudieron se establecieron en el norte cristiano. En Palencia, alguno de sus pueblos es fundación mozárabe.

[7] Paráfrasis de lo que dijo Enrique Heine sobre Gabirol.

[8] A principios del X, un cordobés llamado Mohamed ben Abdallah Abenmasarra, trajo a España desde Oriente los ligros del Pseudo-Empédocles, explicó su doctrina e hizo escuela.

[9] Gabirol, Fuente de la vida.

[10] Hay testimonios de que a Gabirol le llamaban “el cordobés” pero también de que él se llamó “ha malaquí”, el malagueño.

[11] Cuando Yequtiel Ibn Hasan Ibn Kapron, ministro de la taifa zaragozana fue ejecutado, Gabirol le dedicó una elegía.

[12] Traducción de Elena Romero.

[13] La leyenda continúa: Con el tiempo creció una higuera sobre su sepultura de frutos dulcísimos. El propio califa manda cavar su tumba con lo que el asesino queda desenmascarado y sentenciado. Corrió también la leyenda de que Gabirol en Zaragoza creó un Gólem de madera con figura de mujer, como asistente doméstica, y que la comunidad judía le ordenó su destrucción.

[14] Como hemos dicho, esto parece inverosímil a la vista de la calidad y amplitud de la obra que se le atribuye.

[15] Tratado y página de la edición de Carlos del Valle de La Fuente de la Vida (1987).

[16] Este libro sobre la corrección de los caracteres ha sido descrito como un valioso tratado sobre las pasiones humanas, en el que Gabirol quiere demostrar que lo físico, lo biológico y fisiológico está conectado con la potencia espiritual.

[17] Los escolásticos le atribuían también el Liber de Verbo Dei agente omnia, que se ha perdido.

[18] Mélanges de philosophie juive et árabe, 1857.

[19] La misma suerte corrió la obra de Averroes, mucho más relevante en el mundo cristiano que en el musulmán, donde hubiera podido contribuir a la evolución racional del Islam y la interpretación alegórica de su credo.

[20] La Fuente de la vida. Las citas serán siempre por el tratado en romanos y por el capítulo en números árabes.

[21] Como veremos más adelante, es discutible que se pueda considerar la metafísica de Gabirol como panteísta o reducir a un misticismo quietista. Es más bien una especulación racional y sistemática sobre la esencia de la realidad basada en la tradición filosófica que pudo conocer y que ensayó armonizar.

[22] Etienne Gilson. La Filosofía en la Edad Media, Gredos, Madrid 1965 (2ª ed.).

[23] En la Historia de la filosofía s. XXI. “Del mundo romano al Islam medieval”, Madrid 1975.

[24] Joseph Ratzinger (Benedicto XVI). “Dios salve la razón”. Universidad de Ratisbona, 2006.

[25] El Gefer Yetsira o Sepher Jatzirah (Libro de la Creación) mencionado en los Talmudes fue traducido al árabe por Rabí-Saadía a principios del siglo X. “Enseña este libro la deidad y la unidad por cosas que son varias y multiplicadas por una parte, pero por otra son unidas y concordantes…” (Jehudá Haleví).

[26] Ibidem.

[27] La palabra “Kabala” o “Cábala” se suele colorear con cromos mágico-místicos y significa en su origen hebreo tradición. Aunque sus amantes han retrasado sus orígenes a los tiempos de Moisés, no hay nada ni en la Biblia ni en los apócrifos o pseudoapócrifos de los últimos siglos anteriores al cristianismo que tenga que ver con ella. El uso del Tetragrámaton y otros nombres de Dios con fines mágicos seguramente es signo de la influencia caldea en las comunidades judías de Babilonia después del IV d. C. Del valor mágico de las letras del alfabeto hebreo no hay señal en la Biblia, pero sí en el Talmud de Filestea, que recoge las discusiones rabínicas del III al V.

[28] No confundir el Talmud que recoge reflexiones y especulaciones religiosas y eruditas sobre leyes, tradiciones, leyendas, más un aparatoso código civil preñado de normas, con la Torá o Ley de Moisés, base del judaísmo y recogida como Pentateuco en la Biblia cristiana.

[29] Se le atribuye una gramática hebrea en verso titulada El Collar. “Se ha dicho que la composición del mundo no proviene sino del delineamiento de los números”, escribe en La Fuente de la vida.

[30] “Gaon”, líder espiritual judío.

[31] Menéndez Pelayo. Historia de los heterodoxos españoles, L. III, c. 1, “El panteísmo semítico”: “Munck ha mostrado las analogías que tiene la Fuente de la vida con el libro apócrifo de la Teología de Aristóteles”. El erudito santanderino señala también en el “gnosticismo puro” de Avicebrón la influencia de la gnosis de Proclo.

[32] N. Abbagnano. Historia de la filosofía, Parte 3ª, cap. XI.

[33] Avempace y Tofail recogen ideas de Plotino pero no le nombran. De Proclo manejaban un libro apócrifo que los cristianos llamaron De causis.

[34] Introducción al símbolo de la fe, cit. de Menéndez Pelayo, op. cit.

[35] Omnes illos qui corporalium et incorporalium dicunt esse materiam unam, super quam positionem videtur esse fundatus liber qui dicitur ‘Fons vitae’ –escribe Alberto Magno-. Fue esta unidad de la materia tanto en los seres corporales como en los no corporales lo que llamó la atención de los escolásticos a la obra de Avicebrón.

[36] “Algunos afirman que la materia es un principio necesario, eterno y divino; de ellos es aquel moro Avicebrón, que la llama dios y dice que está en todas las cosas” (De causa principio et uno).

[37] Citado por Cristóbal Cuevas. El pensamiento del Islam, Istmo 1972.

[38] Shelomó Ibn Gabirol, La Fuente de la Vida, Riopiedras ediciones, Barcelona, 1987 (Biblioteca Nueva Sefarad).

[39] Esta concepción pasiva de la materia, que se prolonga con el mecanicismo determinista, está siendo revisada en la actualidad por científicos como Ilya Prigogine.

[40] Para Gabirol estos elementos son los de la tabla de Empédocles: tierra, aire, agua y fuego. No cita el éter aristotélico.

[41] Se refiere a los predicamentos o categorías aristotélicas: cantidad, cualidad, relación, acción, pasión, lugar, tiempo, situación y condición, a parte el sujeto o sustancia, soporte del resto.

[42] N. Abbagnano. Historia de la Filosofía, parte 3ª, cap. XI.

[43] Recoge la distinción peripatética entre alma vegetativa, sensible y racional.

[44] Sustancias simples o “separadas”, según interpreta Abbagnano que cree que Gabirol se inspira aquí en el neoplatónico Liber de Causis.

[45] Vemos aquí un fuerte pitagorismo en la metafísica de Gabirol.

[46] Su precedente cristiano es el Pseudo-Dionisio.

[47] Esto recuerda a Hegel, la forma como “idea alienada”, no libre, no para-sí.

[48] La analogía con la mónada de Leibniz, y con Spinoza y su conatus, es indudable.

[49] Hoy tendemos a sublimar la naturaleza como lo más alto, y los mejores champús son los “supernaturales”, para Gabirol la naturaleza es imperfecta, gana con el alma y la inteligencia, es decir, en su versión animal y humana, racional. La naturaleza es prisión del alma.

[50] Gabirol piensa que los animales carecen de inteligencia y raciocinio y los vegetales carecen de sensibilidad y movimiento propio. Estas afirmaciones son hoy dudosas. Los animales se comportan inteligentemente aunque no tengan conciencia de ello y los vegetales se mueven y son sensibles, aunque no sepan que lo son.

[51] Una de las tesis tradicionales del gnosticismo.

[52] Gabirol admite que podemos abstraer la materia de la forma o viceversa, pero sólo se trata de un ejercicio intelectual.

[53] Repite muy pitagóricamente en el quinto tratado: “la cualidad se sostiene en la cantidad”.

[54] Nos hubiera gustado que Gabirol explicase mejor esta idea.

[55] Adaequatio rei et intellectus, que dirán los escolásticos.

[56] O principio de individuación, en lenguaje escolástico.

[57] ¡Me pregunto cómo podía imaginar esto Gabirol en el siglo XI!

[58] La gran cadena del ser o principio de continuidad, que elimina el vacío, puede deducirse según Lovejoy del principio platónico de plenitud: todo lo posible existió, existe o existirá. Macrobio a comienzos del V representa esta concepción plotiniana con dos metáforas: la de la cadena y la de la serie de espejos: Como una figura que se refleja en muchos espejos colocados en serie, “el observador atento descubrirá una conexión entre las partes, desde el Dios Supremo hasta las últimas escorias de las cosas, mutuamente ligadas entre sí y sin ninguna brecha” (Comentario al sueño de Scipión).

[59] Omne bonum est diffusivum sui, según la formulación medieval. El supuesto de muchas entidades no eternas, alejadas de lo perfecto, se hace así deseable como expresión de la voluntad divina. La noción de perfección autosuficiente del Hacedor se convierte así en fecundidad autotrascedente. El uno incorpóreo e intemporal es fuente dinámica de la existencia de un universo temporal, material y abigarrado.

[60] Arthur O. Lovejoy. La gran cadena del ser. Historia de una idea, Icaria, 1983.


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