viernes, 7 de febrero de 2025

FUENTES DE EUGENIO D'ORS

 


Leñador en pleno esfuerzo (dibujo de IA Copilot)

"Está solo y trabaja. Golpea con su hacha un árbol... El hombre quiere abatir el árbol. El árbol opone una resistencia a ser abatido... He aquí una batalla... De un lado, yo, mis deseos, mis habilidad y saber, mi vigor, mi brazo, mi mano, mi hacha. Del otro lado, él arbol, y su dureza y sus raíces y la tierra que refuerza sus raíces. Cualquier teorizador monista fracasará ante la evidencia que tiene el hombre de esta irreductible dualidad experiencial" 

Eugenio D'Ors, El secreto de la filosofía, Lección IV. Pensamiento y conocimiento, I. Figura del leñador.

SUSTANTIVIDAD DE LA LIBERTAD

Para Eugenio D'Ors, las "figuras", como la del leñador, son idealidades concretas, individuos que asumen un contenido específico. "De tal modo la Teología nos presenta a los Ángeles". Quiere decir como individuos que son cada uno especie diversa. Esta actitud figurativa ofrece la inapreciable ventaja de resolver, desde el principio, la cuestión de la inmanencia, "tortura de los filósofos modernos". Maurice Blondel ha necesitado toda su vida y cuatro gruesos libros –recuerda el filósofo catalán– para persuadir a las gentes de que la acción trasciende ya, por su propia naturaleza, del plano de la subjetividad, postulando algo extrínseco a sí misma. 

Según Xenius, el esfuerzo ordenado de toda acción necesita ya la existencia de un sujeto y de un objeto; de un designio, aunque sea rudimentario o tan sólo incoado en una mente y, además, de algo exterior y, en su esencia, enemigo... 


"Lo que fue en Maine de Biran impaciencias por lo subjetivo, ha sido ahora en Blondel impaciencia por lo objetivo, para él vocacionalmente representado por la realidad de Dios" (El secreto de la filosofía, diálogo presidido por una orquídea).


 

Es muy probable – como explica Mercè Rius (1)– que Eugenio d'Ors atisbase otro camino hacia la trascendencia –nada trascendente ni ultramundano– en filosofías de la acción como las de Main de Biran y Maurice Blondel. Mas esto no quita para considerar a D'Ors un pensador del todo original, que mezcla con irónica advertencia de contradicciones vinos de odres ajenos. El filósofo catalán sintetizará en su principalísima Idea del Orden dos principios de realidad ya tradicionales en la metafísica occidental: Acción (Goethe) y Logos (Heráclito, San Juan...), ambos como atributos de una misma potencia creadora: Libertad.

Recordemos que D'Ors determina el ser que somos como "el hombre que trabaja y juega", es decir que mediante su acción transformadora, el humano trasciende y humaniza el mundo, lo mismo que ha modificado al lobo hasta convertirlo en afectuoso animal de compañía; hace esto cuando encara esos instantes "de plenitud funcional" propios del hacer del hombre –o de la humanidad– con el conocimiento, el juego y el trabajo. Por lo tanto, decir saber, trabajo o juego, significa decir creación o –por decirlo en términos kantianos– decir que entender es un hacer (tun).

En esa conación creativa y libérrima, genuinamente indeterminada como el adán creado por el Dios de Pico de la Mirandola, hallamos la posibilidad y potencia para cualquier determinación ulterior. D'Ors personaliza tal elemento primero indiscernible como secreto de la personalidad, región honda donde lo uno asume series enteras, es decir, donde se funden lo individual y lo genérico. Cabe identificar esta libertad absoluta con las entidades a que las religiones han dado nombres tales como "Ángel", "Daimon" o "Numen", etc. Para D'Ors se encuentra en esta sustantivación de la libertad la primera y esencial certidumbre, a la que se apone la fatalidad residual irreductible, o sea el Mal.

El autor del Glosario ha escogido "el dibujo" del leñador: Potencia y esfuerzo contra una Resistencia exterior, para figurar la vida como militia contra el mundo exterior que se opone a los deseos del yo, y así acabar afirmando la sustantividad de la libertad: Lo que hay de irreductible en el espíritu es su libertad; o, por mejor decir, la Libertad... 


"La expresión 'Quiero querer' es la manifestación típica, en el lenguaje, de esta experiencia... La libertad se vuelve así, en la vida espiritual, el substantivo primario, del cual los hechos sentimentales, lo mismo que los intelectuales, no son más que adjetivaciones simbólicas. Ella, la libertad, es la que puede admitir adjetivaciones especiales;  ningún orden de fenómenos es capaz de admitir a la libertad como adjetivación. Constituye, pues, un contrasentido el decir que la voluntad es libre. La expresión legítima sería decir respectivamente que la libertad piensa, que la libertad quiere, que la libertad siente.. Hay aquí, contra una manera de hablar común, un nuevo secreto de la Filosofía" (2). 

 

La plenitud funcional de la libertad comienza y es asumida por la personalidad del agente actuante, por el centro mismo de su Potencia, ahora convertida en potencia irradiante. Por esto, de cierta manera, desaparece el yo, transformada la conciencia en sobreconciencia. La voluntad, el entendimiento del trabajador, puestos al servicio de la energía del esfuerzo, se identifican igualmente con esta inicial entidad, la prolongan, la vierten (3).

Es sabido que D'Ors propugnaba una nueva síntesis de la cultura grecolatina y el cristianismo, distinta de la hegeliana. Criticaba el idealismo absoluto del alemán por la absolutez historicista de su sistema. La circularidad del Espíritu hegeliano debía sustituirse por la bipolaridad de la elipse, con el fin de no imponer identidades coactivas. D'Ors creía que el catolicismo aventajaba al protestantismo en espíritu clásico. A la religiosidad interiorista, los católicos prefieren el culto a las formas. Precisamente las palabras, por ser formas, son también ideas, quiere decir realidades, a cuyo lado los conceptos son puros signos; y las percepciones efímeras, cambiante ilusión. "Porque todo en las palabras es símbolo, todo en las palabas es realidad" (4).

La influencia de las filosofías francesas de la acción en la metafísica de Eugenio D'Ors

Busto de Destrutt de Tracy por David d'Angers (1837)

Destrutt de Tracy (1754-1836), aristócrata y militar de carrera, se adhirió a la Revolución y destacó como diputado republicano. Formó parte del grupo de "los sensualistas" influidos por Condorcet. Su pensamiento republicano entró en conflicto con los partidarios de Napoleón que le acusaron de "ideólogo", en un sentido muy distinto del que tiene hoy para nosotros la palabra "ideología", pues el marqués de Tracy había publicado en 1901 sus Éléments d'ideologie que era resultado de su estudio sobre el origen de las ideas, su expresión lingüística y combinación racional, las facultades humanas y sus operaciones, según una antropología naturalista. Para Tracy la base real de nuestro conocimiento del mundo exterior es nuestra actividad, nuestro movimiento, nuestra acción voluntaria que tropieza con resistencias.

Tracy influyó en Maine de Biran (1766-1824), precursor del movimiento espiritualista en la filosofía francesa del XIX. Maine de Biran (5) se apuntó muy temprano al convencimiento de Rousseau de que el humano difiere de los animales por ser un agente libre, llegando a la conclusión de que Destrutt de Tracy no había sabido explotar su desarrollo de la filosofía de Condillac (1714-1780) quien, en sus afanes reduccionistas, aspiró a reconstruir toda nuestra vida psíquica a partir de las sensaciones procedentes del exterior. Ni uno ni otro, según Maine de Biran, habían sabido explotar la idea del poder activo del espíritu humano. Esta idea del poder activo del "ingenio" humano puede espigarse mucho antes en el médico humanista español Juan Huarte de San Juan, en su Examen de ingenios (Baeza,1575).

Maine de Biran no pretende reintroducir el sujeto metafísico cartesiano pero sí la existencia real del yo que se constanta "en la apercepción del esfuerzo, del que uno mismo se siente sujeto o causa". Con el esfuerzo querido, voluntario, surge en el ser humano la apercepción o conciencia, y con esta la existencia personal..., con el yo empiezan a darse todas las facultades de la inteligencia y del ser moral. La conciencia no puede ser explicada simplemente en términos de sensaciones transformadas como se le figuró a Condillac. 

Maine de Biran


Para pensar el ser de la conciencia se ha de recurrir al esfuerzo voluntario, a la actividad humana que encuentra resistencia. El esfuerzo –según M. de Biran– es continuo durante la existencia vigil y está en la base de la percepción y del conocimiento. Para el filósofo de Bergerac el ego o yo reside exclusivamente en la voluntad: 'Volo, ergo sum'. Entiende la metafísica como psicología reflexiva en su Ensayo sobre la descomposición del pensamiento (1812), no como estudio de las cosas mismas (noumena), sino como ciencia del sentido íntimo que revela la existencia del sujeto activo en la relación del esfuerzo voluntario que encuentra resistencia, sujeto que podemos considerar idéntico a sí mismo sólo en el sentido de su relación constante al mismo organismo. El yo es consciente de sí como causa, lo cual no quiere decir que podamos pensarlo como un alma sustancial. El alma como sustancia absoluta es sólo una abstracción. No obstante, de modo análogo a Kant (cuarenta y dos años más viejo), mientras lo fenoménico es objeto de intuición, lo noumenico o absoluto, tal la existencia de un ego meta-fenoménico, es objeto de creencia: "me es imposible no tener esta persuasión".

En su Ensayo sobre los fundamentos de la psicología, obra inacabada, Maine de Biran concibe la metafísica como ciencia de los principios. Allí se pregunta si la relación de causalidad incluye la noción de sustancia. La libertad sería un dato inmediato de la conciencia (por decirlo en términos bergsonianos) y el libre agente causal es el yo fenoménico, aunque tenemos alguna idea del yo absoluto o nouménico y no podemos dejar de creer que existe como primer dato inseparable de nuestro espíritu y preexistente a todo nuestro conocimiento.

A pesar de su admiración por el estoicismo, Maine de Biran llegó a pensar que la razón sola es impotente para suministrar a la voluntad los motivos o principos de la acción. También D'Ors buscará un principo del conocer que deseche el canon racional de no contradicción. Para Biran, a los niveles sensitivo y animal del hombre es preciso añadir, como subjetividad consciente, un tercer nivel, otra dimensión: la vida del espíritu (esa que D'Ors llamará Ángel) y que Maine de Biran asocia al amor comunicado por el Espíritu divino. Sin ese apoyo el hombre se vuelve pasivo y cede a su naturaleza animal. Los niveles vitales más bajos han de ordenarse a la divinización del hombre. Insertemos aquí el famoso aforismo de D'Ors: "Vivir es gestar un Ángel para alumbrarlo en la eternidad".

Si bien en su juventud, Maine de Biran creyó que en lo concerniente al razonamiento, la única actitud adecuada con respecto a la existencia de Dios es el agnosticismo, en su madurez pensó la vida del sujeto autónomo, ideal supremo de la Ilustración, como preferiblemente  subordinada a la vida del Espiritu, mediante tal subordinación la persona adquiere una pasividad de orden superior en que se hace dependiente de la relación con sus semejantes y de la acción divina.

Se ha dicho que Maine de Biran se convirtió del estoicismo al platonismo místico más que al cristianismo, antes atraído por la idea del Espíritu Santo que por la del Cristo como Hijo de Dios crucificado. Copleston (6) da a esta interpretación cierta verosimilitud, si bien en sus últimos escritos Maine de Biran afirmó que el cristianismo es la única religión que revela al hombre una tercera vía, superior a la de la sensibilidad y a la de la razón o de la voluntad humana. Aunque no fue un pensador sistemático, influyó en Bergson, pasando por Ravaisson y por Alfred Fuillée, filósofo éste que llamó "idea fuerza" al concepto principal de su filosofía.

Maurice Blondel

También el movimiento de los apologéticos, filósofos franceses que interpretaban el cristianismo según un patrón racionalista, representado sobre todo por Maurice Blondel estuvo en deuda con Maine de Biran. El racionalismo cristiano apelaba también a la belleza y cualidades estéticas del cristianismo, tal el caso de Chateaubriand (1768-1848) como excelencia intrínseca que garantizaba su procedencia divina. Eugenio D'Ors reconoció la influencia de Blondel en su fiosofía. Admiraba de qué manera el francés abordaba la acción humana como puente y mediación entre pensamiento y realidad, idea que influyó en su Doctrina de la Inteligencia y en su Ciencia de la Cultura. D'Ors escribió un artículo, Le demi-siècle de Maurice Blondel publicado en Buenos Aires en 1950 por la editorial Criterio. Sin embargo, no lo incluye en su Flos sophorum, colección de semblanzas y anécdotas de científicos y filósofos (7).

Blondel atribuye a la materia (a la que ni siquiera reconoce la categoría de ser, como tampoco al mismísimo universo porque deviene, aunque participe del ser) "la condición común de las resistencias que todas las cosas nos oponen y que nosotros nos oponemos a nosotros mismos" (L'être et les êtres, 1935). Blondel fue notable como pensador católico que desarrolló sus ideas en diálogo con el espiritualismo, el idealismo y el positivismo moderno.

La cuestión de la inmanencia tortura a los filósofos modernos, tales como Maurice Blondel. D'Ors es sensible al problema y se dispone a abrir una salida hacia la trascendencia. El filósofo español no era adverso a la teología (lo mismo que Kant era sensible al misterio) y situaba al Pseudo-Dionisio Areopagita en la cumbre de los filósofos del Orden, entre los que se alineaba como abogado del pluralismo en nombre de su doctrina de la vida angélica, Seny o sobreconsciencia (8). Su filosofía es deudora por una parte del pragmatismo anglosajón (William James, sobre todo) y por otra de las filosofías de la acción francesas o del "santo arbitrarismo" que nos invita a mirar con los ojos del hombre que se esfuerza por rehacer e mundo a su medida y nos convence de que los asaltos contra la libertad siempre acaban siéndolo contra la inteligencia. Con la mirada fija en Europa, D'Ors "absorbía como una esponja las ideas que traslucieran el menor signo de vitalidad intelectual" (9). Antes que Popper, D'Ors se empeñó en liberalizar el conocimiento: "aspiraba a un modelo de racionalidad lo suficientemente flexible para albergar la libertad humana" (10). Es lo que hemos llamado el "santo arbitrarismo".

Notas

(1) Mercè Rius. D'Ors, filósofo. Valencia 2014, pg. 117. 
(2) El secreto de la filosofía, tecnos 1998, pg. 101s.
(3) Idem, 103s.
(4) Ibidem, 66.
(5) Pertenece Maine de Biran a la primera oleada de lo que se ha llamado «críticos de la Ilustración». Refutó la reducción fenomenista realizada por David Hume del principio de causalidad. Puede leerse en texto original en francés en La galería de los perplejos.
(6) Frederick Copleston. Historia de la filosofía, 9, II.
(7) La potente síntesis que ofrece Blondel en su obra L'Action, Essai d'une critique de la vie et d'une science de la pratique (1893) recoge la influencia de la patrística cristiana, pero también a Pascal, Newman, en una respuesta magistral a todas las cuestiones que inquietaban a su generación y a todas las "ideologías" que entonces dominaban (León Jacques Delpech. "Blondel en su tiempo", 1961.
(8) Mercè Rius piensa que el concepto de sobreconciencia D'Ors debió tomarlo de Bergson.
(9) Mercè Rius, op. cit. pg. 37.
(10) Ibidem, pg 51.


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