domingo, 21 de febrero de 2010

Vox significat mediantibus conceptibus

Descartes, Locke: Signos, ideas y cosas

1. Como sabemos, Descartes precisa su criterio de evidencia racional distinguiendo las ideas distintas de las confusas; además, una idea, para ser evidente, ha de ser también clara. Una idea es clara si resulta ser "la chose même conçue", la cosa misma como contenido objetivo del concepto.

Según Étienne Gilson, atendiendo a las exigencias de su método matemático, Descartes se apropió de la noción medieval de conceptus objetivus. Según ella, es la realidad misma la que resulta representada en y por el concepto. Cada idea puede y debe ser tomada como representativa de un objeto diferente y, en este sentido, las ideas son tan desiguales como los objetos que representan.


Así, las ideas de sustancias  contienen más realidad objetiva que las de accidentes, y la idea de Dios contiene más realidad que cualquier otra idea. Pero la mayoría de los objetos reside en el entendimiento de un modo imperfecto. Así, la idea del sol es el sol mismo existiendo en el entendimiento; este modo de ser es, por supuesto, menos perfecto que la existencia real del sol fuera del entendimiento; pero es algo. Los nombres que designan estas existencias racionales o esencias, designan, pues, las ideas que representan a las cosas, y las cosas son designadas sólo a través de aquellas.

2. Locke reformuló esta doctrina, que podemos llamar "representacionista", basándola en evidencias psicológicas. Para él, el hombre es el único animal que habla, pues los animales no tienen el poder de abstraer (brutes abstract not). Pero Locke ya no habla de "ideas generales", sino de "signos generales", porque es la palabra la que hace posible el poder de generalización. Con Locke, lo que va a constituir la abstracción va a ser la aptitud de la palabra para significar clases enteras de particulares. Resulta evidente aquí el eco del nominalismo británico y el precedente de Ockam.
A las palabras van asociadas imágenes, las cuales, compuestas, se convierten para nosotros en las ideas de los objetos correspondientes, y éstas son las que las palabras evocan en el pensamiento...

"Las palabras, en su significación primera e inmediata, no significan nada más que las ideas que están en el espíritu de quienes las usan, y esto, tan imperfecta y negligentemente como se hayan recogido esas ideas de las cosas que uno estima que representan". Ensayo sobre el entendimiento humano, II.

Por consiguiente, las palabras no significan directamente cosas, sino representaciones de cosas (representacionismo). Por decirlo con una expresión escolástica: "Vox significat mediantibus conceptibus". Hay que pasar necesariamente por la noción psicológica para llegar al referente objetivo (la cosa extramental), el cual, no está necesariamente en el signo, que es arbitrario, y por eso la misma realidad se dice "perro", "dog", "chien", etc., con distintas palabras en distintos idiomas, aunque la representación psicológica de la clase de los perros sea similar en distintas mentes o cerebros, si la experiencia sensible de que proceden ha resultado similar.

La explicación del conocimiento que propone Locke no es de tipo metafísico, gnoseológico, no refiere directamente al ser. Las operaciones del pensamiento, que explican nuestro conocimiento de las cosas, son de tipo psicológico y socio-lingüístico. La abstracción que hace posible la generalización es una operación psicológica que concierne sólo al contenido del pensamiento y no a la cosa misma, ni siquiera a un contenido generalizable de la cosa misma. El poder de abstracción no lo ejerce el entendimiento sobre las cosas, sino sobre sus propios contenidos psicológicos (sensaciones, reflexiones, recuerdos, imágenes), eso que Locke llama muy vagamente "ideas". Se abstraen ciertas ideas de otras ideas, considerándolas aparte; no se extrae lo inteligible de lo sensible, ni de las cosas materiales dotadas de formas.

"Lo general y universal no pertenece a la existencia real de las cosas sino que son invenciones y criaturas del entendimiento, hechas por él para su propio uso y con referencia sólo a signos, sean palabras o ideas (...); la universalidad no pertenece a las cosas mismas, pues son todas particulares en su existencia, incluso aquellas palabras e ideas que en su significación son generales. Cuando, por lo tanto, abandonamos las cosas particulares, las generales que quedan son tan sólo criaturas que nosotros hacemos; su naturaleza general no es sino la capacidad que se les adjudica por el entendimiento de significar o de representar varias cosas particulares. Su significación es una relación que les añade la mente humana..." Ensayo... III. 

Abstraer es, simplemente, escoger alguna idea entre ideas (o sea, entre percepciones e imágenes), ponerle un nombre y usarla socialmente para evocar en el espíritu la cosa correspondiente. Así quedamos abastecidos de "palabras generales":

"Las palabras se hacen generales cuando se las convierte en signos de ideas generales, y las ideas se hacen generales cuando se las separa de las circunstancias de tiempo y lugar, así como de todas las demás ideas que pueden determinarlas para tal o cual existencia particular". Ensayo... III.

En ese libro III de su Essay..., titulado "De las palabras", la atención del británico recae más sobre la relación de las palabras con las ideas que sobre la relación de las palabras con las cosas. Para dilucidar la naturaleza del lenguaje, lo primero que hay que aclarar es la relación de la palabra con el sentido. Este es el asunto principal del filósofo, el sentido de las palabras. Las palabras no significan ni caballos ni seres humanos reales, sino las nociones abstractas de ser humano o de caballo.

Esto nos acerca a la tercera tesis de Gorgias de Leontini, a cierto solipsismo. Pues en efecto, las únicas ideas que pueden significar las palabras que usa un hablante son las suyas propias. Y "cuando habla otro, es para hacerse comprender, y el fin del lenguaje es que estos sonidos, o señales, puedan dar a conocer esas ideas a aquel que le oye". Lo que señalan las palabras son siempre las ideas del hablante, y nadie puede aplicarlas inmediatamente a otra cosa distinta de las ideas propias.

Por supuesto, Locke acepta que hay casos de palabras que no son nombres generales, que no significan ideas simples ni complejas, sino cosas (como los nombres propios), pero la función principal de la palabra es "hacer función de" (stand for, stare pro): la idea es lo que la palabra significa directa e inmediatamente.

3. Esta posición de Locke, que ha caído bien a los lingüistas en general, puede criticarse como representacionista, psicologista o reduccionista, incluso desde posiciones filosóficas tradicionales, aristotélicas, tal y como hace É. Gilson.

En efecto, si digo "quiero un rosco de pan", estudiada esta frase desde una perspectiva lingüística, la palabra "pan" significa un nombre sustantivo que significa la idea de pan, pero si hago esa misma petición en una panadería, delante de un vendedor, "pan" no significa la idea de pan; significa pan, su sentido está ahí directa e inmediatamente, incluso puede que acompañado de un gesto del cliente que señala el rosco concreto y real con el dedo. Lo que me traerá el panadero no será ni una palabra "pan" ni una idea pan, sino un pan.

Para Aristóteles, el lenguaje no significa en primer lugar el pensamiento, sino las cosas, bajo la forma de universales o ideas generales, aplicables a clases, cada una de las cuales puede ser designada por un nombre; nuestra concepción de estos universales es lo que se llama concepto. Es lo que Tomás de Aquino llamó frecuentemente "verbum", lo que el intelecto concibe de la cosa. Una metafísica así supone que este poder de concebir el universal tiene que ser inmaterial, como el universal mismo, sucediendo que el humano es el único animal que posee este poder inmaterial... En última instancia, no se puede hacer corresponder lo físico del lenguaje con lo metafísico del pensamiento.
Bibliografía

Étienne Gilson. Lingüística y Filosofía (Essai sur les constantes philosophiques du langage, 1969), Gredos, Madrid 1974. 
John Locke. Ensayo sobre el entendimiento humano, Sarpe, Madrid 1984. 

Comente el siguiente texto contrastándolo con la idea cartesiana de Dios:
"Incluso la noción más elevada que nosotros tenemos de Dios consiste sólo en atribuirle ideas simples que hallamos en nosotros mismos en grado ilimitado. Así, habiendo alcanzado por reflexión las ideas de existencia, conocimiento, poder y placer, elevándolas a un grado infinito, tenemos la idea compleja de un Ser eterno, omnisciente, omnipotente, infinitamente sabio y bueno..."
Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano III (VI), 4 (11).

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