miércoles, 10 de marzo de 2010

Feminismo y Modernidad

Hoy es evidente que el feminismo ha sido y es uno de los grandes motores morales de la historia del pensamiento y de la filosofía, desde su germen en los albores de la democracia griega antigua, hasta que se despliega a partir del barroco, y sobre todo con la Ilustración, a la que está esencialmente vinculado, así como a la revolución liberal y democrática.
Es un producto del racionalismo, aplicado a la crítica de una moral diferenciada en función del sexo, una moral que cargaba sobre todo de normas a la mujer en nombre de la "decencia" y las "buenas costumbres", limitando su acceso a la educación y reduciéndo su margen de maniobra vital al ámbito privado y familiar, mientras se toleraban más fácilmente las transgresiones morales del varón, al que se estimulaba hacia el individualismo, libre de responsabilidades comunitarias próximas, con un rol público, arriesgado y móvil.
El feminismo deslegitima las pautas heredadas de comportamiento de género, tradicionales (la mujer al servicio del varón), o exigidas "heterónomamente" por la religión, desmontando el argumento de que son buenas porque son "naturales" o decididas por Dios, haciendo ver que muchas de ellas no son "naturales", sino convencionales y que entrañan fenómenos de explotación y opresión. A este respecto, el feminismo encontró un estupendo aliado en la antropología y la etnografía, así como en el relativismo cultural que combatió en el siglo XX al etnocentrismo.
Para comprender lo mucho que debemos al feminismo conviene recordar que hasta no hace mucho los teólogos católicos discutían seriamente si la mujer tenía o no alma. San Pablo mandó callar a la mujer en la asamblea cristiana. Dicen que Agustín declaró: 'mulier facta no est imaginem Dei'; y en 1555 todavía se discutía la tesis 'mulieres hominus non sunt', que proponía que las mujeres no eran verdaderos seres humanos, sino que pertenecían a otra especie. Encontramos consideraciones similares en el Islam, mientras que la tradición más oriental enseña que en la Tierra Pura (el Paraíso occidental) no hay mujeres, pues las que son dignas de ser allí acogidas han tenido que renacer como hombres.
Hoy, el feminismo se enfrenta a nuevos retos, sobre todo procedentes del multiculturalismo o el relativismo cultural extremo, pero también de sus propias contradicciones internas. Su mismo triunfo (en Occidente, al menos) ha producido su división y, en efecto, en la actualidad, no se puede hablar de un solo feminismo, sino de varios, p. ej, el "feminismo de la diferencia", frente al "feminismo de la igualdad", etc.
Algunos -e incluso algunas- intelectuales de pretigio atacan el feminismo como una "escuela de resentimiento" (Bloom) o declaran la "cuestión femenina" como irrelevante, como una obsesión e intoxicación sexualizadora característica de una "época crepuscular", una "pandemia cuya contrapartida natural es la ginecocracia" (Julius Evora).
Evidentemente, donde hay poder hay resistencia. El feminismo no es sólo una filosofía política, sino también una agenda de acción política, y, en Occidente, ha pasado de ser una forma de resistencia a la opresión histórica sufrida por las mujeres, a una nueva forma de poder efectivo sobre hombres y mujeres, una "ideología de género" vinculada a la utopía progesista de la historia. No es de extrañar que la misma crisis postmoderna del ingenuismo progresista afecte al feminismo. Tampoco sorprende que donde hay uso de poder puedan también producirse abusos.
Más acá o más allá de la razón, el feminismo puede recurrir, por ejemplo, a recreaciones imaginarias de la historia y mitificaciones supuestamente científicas. Hay feministas extremosas que proponen explicitamente la revindicación feminista del "derecho a hacer el mal" o la consolidación de un santoral propio, del que, verbigracia, formarían parte Hipatia u Oliva Sabuco (como supuesta autora de la Nueva Filosofía de la Naturaleza del Hombre, 1587), y eso a pesar de que la identidad de Oliva como autora filosófica sea científicamente muy dudosa.
Sin embargo, la línea más sensata del feminismo ha luchado, lucha y tendrá que seguir luchando, contra la moral heredada o los viejos atavismos machistas, en nombre de la igualdad en dignidad y derechos de mujeres y hombres, en nombre, pues, de la justicia y, como tal, el feminismo se propone como parte esencial e irrenunciable de una ética universalizable e internacional, sobre todo en un mundo en el que las mujeres siguen siendo principales víctimas de la opresión y la barbarie.

Comente el siguiente texto:

"Llamamos Modernidad al gran período de innovación y cultura que comenzó en Europa una vez cerradas las Guerras de Religión por la Paz de Westfalia en 1648, Casi todo el repertorio de nuestras ideas se gestó en el pensamiento barroco y tomó carne durante la época que le siguió, la Ilustración, En ese mismo momento el feminismo comenzó a operar como una ética política capaz de deslegitimar y posteriormente disolver los modos de la eticidad heredada; su agenda fue en los inicios suave: libertad en la elección de estado [civil] y acceso limitado al saber, pero el cumplimiento de esta agenda (pendiente aún en varios territorios del planeta) inauguró la apropiación de la individualidad por parte de las mujeres. Se realizaba el paso de la mujer sujeta a la mujer sujeto. Sujeto moral primero, sujeto político más tarde y sujeto de transformación en la actualidad"

Amelia Valcárcel. "Ética y feminismo", en La aventura de la moralidad (paradigmas, fronteras y problemas de la Ética). Alianza Editorial, Madrid, 2007.

2 comentarios:

  1. Coincido en que el texto de Amelia Valcárcel es clave para la interpretación del papel de la mujer en la historia reciente de la humanidad. Su consideración como "sujeto de transformación" es necesaria, aunque me parece que es más una reivindicación que un hecho. Por eso, hay que tener ciudado cuando hablamos del feminismo como "ideología de género". Todos los "ismos" son peligrosos por lo que de intolerancia encierran, pero si queremos tener en cuenta a la mujer como "sujeto", y por lo tanto, como copartícipe y coautora de la historia reciente de la humanidad, no podemos eliminar de la esfera del pensamiento al feminismo como si de una manipulación de lo real-racional se tratase. Ya sabemos los riesgos a los que nos pueden conducir las ideologías y que tendremos que hacer ver a nuestro alumnado cuando estudiemos la filosofía contemporánea, por ello me gustaría transmitirles que el feminismo se debe entender, para que siga teniendo un papel "progresista" en nuestro día a día, no como una ideología sino como una especie de "meta trascendental". Así damos cabida a la legalidad que recoge la Declaración Universal de los Derechos "Humanos".
    Por cierto, ¿cuáles son las "feminsitas extremosas" a las que te refieres en el artículo?
    De todos modos, felicidades por la oportuna publicación. Gracias.

    ResponderEliminar
  2. "Se cita el pecado, pero no a la pecadora ;--)).". Excelente máxima que aprendí de mi pueblo.

    ResponderEliminar