domingo, 7 de diciembre de 2014

Alcibíades o la ambición

"Es imposible para cualquier hombre controlar al mismo tiempo sus deseos y su suerte"Hermócrates de Siracusa (Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, VI, 78)


Marco cronológico de las guerras médicas,  la guerra del Peloponeso y de la vida de Alcibíades, Sócrates y Platón 


500/479 Guerras médicas, que arrancan de la rebelión de las ciudades jonias de Asia Menor frente al imperio medo-persa, dirigida por Aristágoras de Mileto y apoyada por Atenas y Eretria.
490 1ª guerra médica. Batalla de Marathón: victoria del ejército ateniense. Atenas se convertirá en la potencia hegemónica de la Hélade.
480 2ª guerra médica. Jerges, tirano persa, parte de Sardes con un ejército de más de 100.000 hombres con el propósito de conquistar Europa. Cartago recibe de su metrópolis, Tiro, la orden de atacar a los griegos de Sicilia.
Formada una liga militar griega acaudillada por Esparta, Leónidas se sacrifica con 300 espartanos en el Paso de las Termópilas. Los persas invaden y devastan Beocia y el Ática, saquean Atenas, evacuada por su estratega Temístocles.
480 Victoria griega naval de Salamina.
479 Batalla de Platea y victoria de la armada griega en Micala. La Hélade gozara de veinte años de paz. Se ha salvado la libertad política y cultural de los griegos y de Europa.
477 Fundación de la Liga délica, liderada por Atenas.
448 Periodo imperial ateniense. Atenas impone sus sistema de moneda, pesas y medidas. Congreso de paz panhelénico convocado por Pericles.
445 Atenas reconoce la hegenomía de Esparta sobre el Peloponeso, a cambio de que Esparta reconozca su imperio marítimo, tercera potencia del Mediterráneo junto a Persia y Cartago.
443-429 Siglo de Pericles. Tras eliminar a la oposición oligárquica, el alcmeónida es elegido demagogo (conductor del pueblo) y estratega. Atenas –escribe- Tucídides “sólo nominalmente es una democracia; en realidad es la monarquía de un primer ciudadano”. Construcción del Partenón.

Pericles arengando al dêmos ateniense durante la primera guerra del Peloponeso


434 Sócrates salva la vida de Alcibíades en la batalla de Potidea.
431 Comienzo de la Guerra del Peloponeso por la contradicción entre los intereses de Corinto, socio de Esparta, y Atenas. Atenas se alía con Córcira y ataca a Potidea e impone un bloqueo comercial a Megara. Pericles evita el enfrentamiento por tierra, y los espartanos evitan el efrentamiento marítimo, donde los atenienses son superiores.
429 Pericles muere en la epidemia de peste de Atenas, causada por el hacinamiento, pues los áticos se refugian dentro de las murallas que conectan Atenas con su puerto, el Pireo.
428/427 Nacimiento de Platón, hijo de Aristón y Perictíone, hermano de Adimanto. Tras él nacerán sus hermanos Glaucón y Potone, cuyo hijo, Espeusipo, sobrino de Platón, heredará la dirección de la Academia. Después de enviudar, Perictione casa de nuevo y trae al mundo a Antifonte, hermanastro de Platón.
425 Forman parte de la Liga de Delos más de 400 ciudades-estado griegas dominadas por Atenas. Desarrollo extraordinario de las artes. Nacimiento de la historiografía. Desarrollo del teatro. Ilustración griega. Los sofistas inculcan a los jóvenes actitudes apropiadas para la vida pública (aretai).
424 Alcibíades salva la vida de Sócrates en la batalla de Delión.
421 Paz de Nicias. Atenas y Esparta acuerdan una paz de 50 años.
413 Desastre de Siracusa. Platón tiene unos 15 años.
412 Alcibíades es consejero del sátrapa persa Tisafernes.
410 Alcibíades vence a los espartanos en Cízico. 
407 Retorno victorioso de Alcibíades a Atenas. Platón conoce a Sócrates y rompe sus poemas para hacerse filósofo.
404 Fin de la guerra del Peloponeso. Capitulación ateniense.
399 Muerte de Sócrates. Platón marcha a Megara con Euclides.
395 Viaje de Platón a Egipto (?)
394 Platón milita en el ejército.
388/387 Tras ser invitado por el tirano Dionisio I de Siracusa, Platón que hace profunda amistad con el cuñado del tirano, Dión, cae en desgracia en su corte y es vendido como esclavo en Egina. Tras ser liberado, funda en Atenas la Academia, que clausurará Justiniano en el 529 después de Cristo.
384/370 Madurez creadora de Platón: Fedón, Banquete, República, Fedro.
369/367 Segundo viaje de Platón a Siracusa con Dionisio II en el poder.
361/360 Tercer viaje de Platón a Sicilia. Ruptura con Dionisio II. Probable composición del diálogo Parménides.
353 Muerte de Dión.
348/347 Muerte de Platón. Aristóteles abandona la Academia.

 
Busto de Alcibíades

Nicias versus Alcibíades: Prudencia vs. ambición.


Tras la Paz de Nicias, la política de Alcibíades (450-404), adversario político de Nicias, empeora las relaciones entre Atenas y Esparta. Atenas se alía con Argos, Elis y Mantinea, fuerza la anexión de Melos (416) y realiza incursiones contra las cosas de laconia.

En 415, Alcibíades, deseoso de aplastar definitivamente a Esparta y hacerse con el control de todo el Mediterráneo, acuerda prestar ayuda a Segesta (Egesta) y Selino (Seliunte), dos ciudades sicilianas, contra Siracusa que quiere dominarlas.

En el libro VI de su Historia del Peloponeso, Tucídides nos cuenta los detalles de la preparación de la expedición ateniense a Sicilia (Trinacria). Primero, se detiene en hablarnos del pasado de la isla, de cómo, entre las distintas etnias que habitan en ella, se encontraban iberos que habían sido expulsados del rio Sicano (¿Júcar, Segre?), en Iberia, por los ligures. Y como de ellos tomó la isla el nombre de Sicania. 

Élimos (procedentes de Troya), foceos, sículos (de origen itálico) y por supuesto fenicios, eran otros pueblos establecidos en Sicilia. De entre los griegos, los calcídeos de Eubea fundaron Naxos, y uno de los heraclidas de Corinto (ciudad doria) fundó Siracusa, que a la sazón era la ciudad más poderosa. Leontinos, al norte de Siracusa, en la cosa este de la isla, ciudad natal del gran sofista Gorgias, fue también una fundación calcídea, así como Catania, entre Naxos y Leontinos.

Tucídides deja claro que los atenienses que apoyaron el proyecto de Alcibíades andaban deseosos de someter toda la isla, con el “bello pretexto” de socorrer a los pueblos de su misma etnia y aliados incorporados (VI, 6). Los embajadores de Egesta, que habían entrado en guerra con Selinunte, viajaron a Atenas y les pidieron una escuadra. Se daba por hecho que Egesta aportaría el dinero necesario para la guerra. Atenas envió una embajada a Egesta para verificar si esta ciudad contaba con los bienes necesarios y los embajadores fueron engañados. Sin embargo, los atenienses decidieron enviar sesenta naves a las órdenes de Alcibíades, Nicias y Lámaco con el objetivo de ayudar a los egetenses contra los de Selinunte y contribuir al restablecimeinto de los leontinos en su ciudad.

Pero Nicias creía que la ciudad había tomado una decisión desacertada. Tucídides recoge su discurso (VI, 9). Argumenta en él que los conflictos de Sicilia no son cosa de los atenienses y que un buen ciudadano es sobre todo el que se preocupa de su vida y de sus bienes, antes que de asuntos ajenos como la suerte de los egestenses, que en su opinión no son más que unos bárbaros, que ni siquiera podrán prestar ayuda a Atenas cuando la necesite. Advierte que, divididas las fuerzas atenienses, los espartanos podrían aprovecharse, coaligados con los siracusanos (Siracusa era una fundación doria, de colonos del Peloponeso). Además, afirma que es una insensatez emprender una expedición contra unos pueblos a los que no se puede mantener sometidos aún en el caso de que se les derrote, pueblos que serían menos de temer si se hallan sometidos al poder siracusano. Recuerda Nicias que Atenas acaba de salir de una guerra y una grave epidemia, por tanto lo prudente es que los recursos que empiezan a generarse se gasten en provecho propio y no de otros. Llama la atención sobre la juventud de Alcibíades, bueno criando caballos y malgastando el dinero. “A tales jóvenes –dice- les tengo pánico”. Pide a sus conciudadanos que no se avergüencen ni crean que van a pasar por cobardes si no votan la guerra…

“rarísimos son los éxitos que se logran mediante la codicia y en cambio muchos más mediante la prudencia”

Pero el pueblo no oyó a Nicias y apostó por el jovencísimo y brillante Alcibíades, hijo de Clinias, prosélito de Pericles y de Sócrates. Deseoso de ejercer el mando, Alcibíades esperaba la gloria de conquistar no solo Sicilia, sino también Cartago. Efectivamente –escribe el historiador- gozaba de la estima de sus conciudadanos y gastaba más de la cuenta. Era un personaje brillante, popular y controvertido. La mayoría de los ciudadanos se enemistó con él, convencidos muchos de que aspiraba a la tiranía. Si bien en el desempeño de sus obligaciones públicas había tomado decisiones acertadas, su vida privada disgustaba a todos.

Pedro Américo. Sócrates rescatando a Alcibíades del vicio, 1861

Como buen pródigo y demagogo superior, Alcibíades había gastado grandes sumas en las fiestas de Olimpia, al hacer que compitieran siete carros (“un número nunca alcanzado por ningún ciudadano particular antes que yo” -se pavonea- “donde fui vencedor). También se había hecho popular financiando las coreguías, un sufragio para la celebración de festivales dramáticos. Deja claro que tiene un alto concepto de sí mismo y tiene la desfachatez de decir que por su valía se puede tomar la libertad de mirar a los demás por encima del hombro. Eso, naturalmente, lo hace objeto de muchas envidias... Esgrime también como mérito el haber reunido a las mayores potencias del Peloponeso, forzando a los lacedemonios a jugarse el todo por el todo en Mantinea (batalla que ganó Esparta).
Ruta de la expedición ateniense a Sicilia

Está convencido de que las ciudades sicilianas son tan hetorogéneas que fácilmente pasarán al bando de quienes les halague de palabra y que hallarán muchos bárbaros que por odio a los siracusanos se unirán a los atenienses para combatirlos. Atenas debe ayudar a los egestenses porque se ha comprometido a ello en un tratado y la expedición a Sicilia les hará comprender a los peloponesios que los atenienses desprecian la paz actual. Atenas debe atacar antes de ser atacada y si se mantiene inactiva terminará por agotarse por sí sola, mientras que se si mantiene en la lucha “adquirirá nuevas experiencias”.

Nicias contraatacó dialécticamente detallando la enormidad de los preparativos para semejante expedición contra Sicilia, la escasez de caballería, la extrañeza y hostilidad de la región, la necesidad de abastecimientos…, pero sus argumentos, en lugar de mitigar los ánimos, los enardecieron: “había dado excelentes consejos, por lo que ahora la seguridad estaba ampliamente garantizada”. Los más jóvenes buscaban emociones fuertes con la fe de regresar sanos y salvos, y la gran masa de soldados creían en el éxito de la empresa, que les proporcionaría una paga permanente.
Hermes apotropaico

En esto, una mañana aparecieron los Hermes de piedra mutilados, lo cual se interpretó como un mal presagio. Era costumbre ponerlos como protectores sagrados a las puertas de las casas. Se culpó al grupo de Alcibíades, pero él se defendió de inmediato de tales acusaciones. Al final, con una inmensa flota (cien naves atenienses) y un ejército imponente, la flota partió en dirección a Egina. En el camino se unieron más fuerzas de otras ciudades aliadas.

El desastre de Siracusa


Nada de lo que preveía Alcibíades ocurrió, y en medio de la campaña fue arrestado y obligado a regresar a Atenas para ser juzgado por el sacrilegio de la mutilación los Hermes. Pero escapó con los suyos y huyó exiliado a Esparta, donde no tuvo inconveniente en revelar a los enemigos de Atenas los proyectos y secretos militares de sus compatriotas. 

En su discurso ante los lacedemonios, que le habían ofrecido garantías de inmunidad, se disculpa por ser "adicto a la democracia", pues en efecto, la familia de los Alcmeónidas, a la que pertenecía Alcibíades y perteneció Pericles, su tutor, se había destacado en su lucha contra la tiranía. Sin embargo –eso dice- se habría esforzado por observar una política moderada, en medio de una situación de libertinaje. Y ahora, puesto que ha recibido de la democracia el peor trato, no se siente precisamente inclinado a defenderla. En un discurso que recoge o inventa Tucídides, Alcibíades revela sus verdaderos propósitos:

Emprendimos la expedición a Sicilia, en primer lugar para, si podíamos, someter a los siciliotas, y a continuación a su vez también a los italiotas, y para efectuar acto seguido una intentona contra el imperio cartaginés y contra Cartago.

La ambición y codicia de Alcibíades no tenía límites. Una de las curiosas intenciones del estratega era contratar a sueldo a bárbaros iberos, a los que se consideraba muy belicosos, para atacar directamente el Peloponeso y acabar de una vez con el poderío de los espartanos.

Tras unos primeros éxitos, en el 413 la flota ateniense es aniquilada en el puerto de Siracusa y el ejército de tierra junto al Asinaro. Los vencedores ejecutaron a Nicias y condenaron a los prisioneros a trabajos forzados en canteras (Platón tiene 14 o 15 años). Una de estas canteras será llamada mucho después "la oreja de Dionisio", una cueva artificial con unas condiciones acústicas especiales, pues se decía que el tirano podía oír desde su palacio lo que allí decían los prisioneros. Platón visitó Siracusa tres veces, pasando en ella largas temporadas, y es probable que esta cueva le inspirase para su alegoría de la caverna. 


Algunos historiadores piensan que el desastre no hubiera sucedido si el general hubiera sido Alcibíades en lugar de Nicias.

El desastre de Siracusa fue el principio del final de la hegemonía ateniense. En 411 triunfará la oligarquía en Atenas con el Consejo de los Cuatrocientos, pero el ejército se sublevará en Samos y reclamará todavía a Alcibíades, que de nuevo es elegido estratega. Con su regreso triunfal, se ampliarán los derechos democráticos. En 410, Alcibíades vence a los espartanos en Cícico y rechaza la paz que le ofrecen. Tras la derrota de la escuadra en Nocio, será depuesto.

En el 406 y, a pesar de su victoria en las Arginusas, se condena a los jefes militares de la escuadra a muerte por no haber socorrido a los náufragos, con la oposición de Sócrates. Después de la victoria espartana de Egospótamos, en el 404 Atenas es asediada y capitula. Se desmantela la larga muralla, se disuelve la Liga de Delos y se impone en Atenas el régimen de los 30 tiranos, que quiso sin éxito complicar a Sócrates en sus purgas y crímenes. En ese mismo año de 404, Alcibíades es asesinado en Frigia.

El auténtico vencedor de esta guerra del Peloponeso no será la Liga del Peloponeso, sino el Imperio persa. Por su parte, los cartaginenses destruirán en Sicilia las ciudades de Selino e Himera, conquistarán Agrigento en 405 (la patria de Empédocles) y marcharán sobre Siracusa, aunque no logran su objetivo de tomar la ciudad. Entre 405 y 367, la ciudad será defendida de su empuje por Dionisio I, con cuyo cuñado, Dión, entabló Platón una profunda y larga amistad.


En 201, Siracusa será integrada a la provincia romana de Sicilia.

Giambattista Gigola. El Banquete de Platón, ca. 1790

Sócrates & Alcibíades en el Banquete platónico. Templanza vs Hýbris


"Ningún hombre ha visto jamás a Sócrates borracho"
Banquete, 220a

Platón bien pudo componer su obra el Banquete (Συμπόσιον, Convivium) entre el 384 y el 379 a. C., o sea, veinte años después de la muerte de Alcibíades. La figura del joven vividor, del estadista, orador y estratega (general) sería ya legendaria.

Cuando Sócrates acaba su disertación en el Banquete, en la que ha revelado los secretos de Eros, misterios que le confió una sacerdotisa, Diotima de Mantinea, Alcibíades irrumpe en la celebración completamente borracho. Va acompañado de sus compinches de parranda y de una flautista que ameniza la juerga y le sostiene. Eufórico, se presenta con una corona de hiedra y violetas para regalar a Agatón, por su triunfo dramatúrgico (el premio lo obtuvo en las Leneas de 416 a. C.). Invitado a quedarse, Alcibíades se erige en simposiarca (director de la bebida).

Anselm Feuerbach, 1873. El Banquete de Platón.

Entonces hace un elogio de Sócrates, al que pinta, sobre todo, como un cuidador de almas, como aquel examina y se examina para llegar a ser noble y bueno (222a). Confiesa que siendo adolescente, él, Alcibíades, intentó seducirle sin éxito, pues a Sócrates sólo le importaban los valores del alma (216c-219d). Sócrates es para él como una de esas estatuillas de silenos que se venden en el mercado, feas por fuera, pero que, cuando se abren en dos mitades, contienen un dios en su interior. Compara el efecto de sus enseñanzas morales con el de la música. Sólo ante Sócrates ha sentido vergüenza, mordido en el corazón y en el alma por sus discursos filosóficos y por su fortaleza de animo y su templanza. Sócrates le salvó la vida en la campaña de Potidea y se comportó valerosamente en la batalla de Delión (424 a. C). 

El discurso de Alcibíades prueba que Sócrates practica lo que predica: las enseñanzas de Diotima sobre Eros, la sublimación del impulso erótico: desde la belleza de los cuerpos a la belleza de las almas y sus actitudes y comportamientos.

Todo este pasaje del Banquete en que se describe la relación Alcibíades-Sócrates, de la que tanto se hablaba y que probablemente pesó mucho en la condena del filósofo, se ha interpretado como una exculpación platónica.

Textos para comentar

A. "Este amor de Sócrates tenía muchos que le hicieran oposición, mas lograba, sin embargo, dominar el buen natural de Alcibíades, fijándose en su ánimo los discursos de aquél, convirtiendo su corazón y arrancándole lágrimas. Había ocasiones, no obstante, en que, cediendo a los aduladores que le lisonjeaban con placeres, se le deslizaba a Sócrates, y como fugitivo tenía que cazarle; pues sólo respecto de él se avergonzaba, y a él sólo le tenía algún temor, no dándosele nada de los demás. Decía, pues, Cleantes, que este tal amado era por los oídos por donde de Sócrates había de ser cogido; cuando a los otros amadores les presentaba muchos asideros a que aquel no podía echar mano: queriendo indicar el vientre, la lascivia y la gula, porque realmente Alcibíades era muy inclinado a los deleites, dando de esto bastante indicio el que Tucídides llama desconcierto suyo en el régimen ordinario de la vida. Mas los que trataban de pervertirle, de lo que principalmente se valieron fue de su ambición y de su orgullo, para hacerle antes de tiempo tomar parte en los negocios públicos, persuadiéndole que lo mismo sería entrar en ellos, no solamente eclipsaría a los demás generales y oradores, sino que al mismo Pericles se aventajaría en gloria y poder entre los Griegos. Como el hierro, pues, ablandado por el fuego, después con el frío vuelve a comprimirse y sus partes se aprietan entre sí, de la misma manera cuantas veces Alcibíades, disipado por el lujo y la vanidad, volvía a las manos de Sócrates, conteniéndole éste y refrenándole con sus razones, le hacía sumiso y moderado, reconociendo que estaba todavía muy falto y atrasado para la virtud"

PLUTARCO DE QUERONEA (+ h. 120 d. C.) Vidas Paralelas III, Coriolano y Alcibíades VI. Ed. La Biblioteca Digital, trad.: Antonio Ranz Romanillos.

B. Jacob Burckhardt ve en Alcibíades "al hombre que personifica a Atenas [la del V a. C.] en el más alto grado". Así le describe:

"De nobre alcurnia, de una belleza singular, que ha conservado en todas las edades de su vida; está dotado de una elocuencia natural sin par, y al mismo tiempo posee el don de asimilar espiritualmente a la gente (ἐξομοιοῦσθαι), por lo que ejerce sobre ellos un encanto, aun sin darse cuenta ni quererlo. Sus relaciones con Sócrates podrían indicar que, al menos en un principio, no carecía de sentimientos profundos, pero no hay que dar demasiado crédito a Platón en lo que a esto se refiere, pues El banquete no pretende ser un documento histórico; su autor tenía en los diálogos filosóficos el derecho del poeta, de inventar la mayor parte. Las relaciones bien pueden haber sido mucho más cortas e indiferentes, e intentadas por Alcibíades acaso sólo por picardía o para hacer rabiar a algunos aficionados; en cambio, bien podía desear Platón el incluir su nombre en el diálogo, en vista de la influencia poderosa que ejercía Alcibíades sobre sus conciudadanos. Sea como quiera, es indudable que Alcibíades era, por un lado, una mezcla maravillosa de dotes inmensas, y por otro, de un encanto personal, consciente o inconsciente, con el cual sabía hacerlos resaltar; en una palabra, era el más grande de los demagogos, como Plutarco le llama tan acertadamente, hasta aquel acomodarse a las costumbres de otros países no es más que otra faceta de su demagogia".

Historia de la cultura griega, ed. Iberia, Barcelona, 1947, tomo IV, IX, III. "El hombre del siglo V".


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