martes, 30 de abril de 2019

IDENTIDAD Y DIFERENCIA

Iguales pero distintas

Orden

La mente, tal vez la vida; la vida, tal vez el universo, tengan una rara propensión al orden. La categoría de orden no tiene una naturaleza exclusivamente racional, sino que es también y simultáneamente cuestión de ética y estética. La misma razón pura, razón vacía de contenido empírico o razón lógica, tiene una fuente “impura”, facultativa, potencial: nace de la idea de orden, del esfuerzo inercial por el orden.

 Para nosotros mismos la apariencia tiene una forma que Kant identificó con el espacio-tiempo y relacionó con la estructura de la imaginación. Espacio y tiempo..., fue Leibniz quien determinó el ser del tiempo como orden de la sucesión y el ser del espacio como orden de la coexistencia. Orden en fin que es también condición expresiva de la inteligibilidad del ser.

Escribe Eugenio d’Ors:

«Es imposible conocer el Orden sin, a la vez, sentirlo como belleza. Es imposible conocer el Orden sin, a la vez, apreciarlo como un Bien. Diríamos, con más propiedad que, en rigor, es imposible conocer el Orden... La realidad aquí no es propiamente conocida, sino pensada; es decir, creada. La actividad sigue siendo la garantía de la verdad. Los términos del juicio están hechos, como quien dice, de igual substancia que su cópula»...
 Existencia. (“Del principio de contradicción”, 1. El pensamiento del orden y el conocimiento racional, en El secreto de la Filosofía, Tecnos, 1998, pg. 217.)
 
Eugenio d'Ors (1881-1954)

Orden excesivo

Es increíble, ¿verdad?, lo bien que funciona el cerebro de muchos locos, porten o no galones, insignias o tiaras. Es sorprendente cómo todas las impresiones e ideas se ordenan a partir de un sólo principio en el caso de los maníacos orates, de los obsesos paranoides. Falla en ellos la objetividad -me diréis-, la adecuación referencial, pero ¿dónde está la frontera entre la clarividencia y la locura? Incluso la locura es cuestión de orden, a veces, es consecuencia de un exceso de orden, de una malsana voluntad por dominar y ordenarlo todo, de una pasión por el "ordeno y mando"...

Principios


         -Maestro, ¿qué es el “volapuk”?

         -Mi querido saltamontes, el “volapuk” es la lengua universal.

         -¿Y quién lo habla, maestro?

         -Nadie.

El “volapuk” es como el principio “fuerte” de identidad (P <=> P) o como el principio de no contradicción ¬ (P & ¬ P). Ambos son la norma universal de todo pensar y de todo decir, las reglas generales de la razón. Sólo que nadie está tan loco como para ajustarse en la práctica (o en la práctica teórica) a ellas.

Todo pensamiento práctico -no digamos el pensamiento místico- se organiza según una fórmula menos rigurosa que la del principio de identidad o de no contradicción. Ante el tribunal de la inteligencia (que no es sólo razón, sino también imaginación y acción... y hasta sentido del ritmo -sentido del orden, en fin-), el pensamiento debe acogerse a mil variedades de operación mental no susceptibles de encajar en el estrecho lecho de Procusto de la lógica pura y sus principios.

Más allá de los principios


Estoy de acuerdo con d’Ors en que debemos al “idealismo objetivo” de Shelling y Hegel, en nuestra tradición europea, el desarrollo de un pensamiento sistemático organizado con independencia del principio de no-contradicción (al que algunos, incluido el propio don Eugenio, llaman, nunca he sabido por qué, “principio de contradicción”).

Hegel criticó el principio de no-contradicción en su fórmula ontológica de principio de identidad “A = A”, cifra y fundamento de todo razonamiento deductivo o de toda mecánica analítica. Eugenio d’Ors sintetiza admirablemente su demostracción:

Interpretemos la fórmula. Digamos, por ejemplo, “una rosa es una rosa”. Si reflexionamos un poco sobre dicha proposición, en seguida repararemos en que aquí no hay un pensamiento (ni una acción informativa o comunicativa). Lo que hay es una tautología, un “truismo” o una verdad de Perogrullo, o sea, una tontería. Pero pasemos ahora al extremo contrario -ese que reivindican algunos como novedoso objeto de la novedosa y revolucionaria “parafísica”-. Supongamos una proposición en que se representa una diferencia del tipo “¬ (A = B)”, por ejemplo, “una rosa no es un piano” o incluso “esta rosa no es aquella rosa” (¬ (x = y)):   Así como aquella proposición no era un pensamiento todavía, ésta ya no es un pensamiento. Es una impertinencia, una irrelevancia, una tontería también.

En conclusión: mientras no exista entre los dos términos relacionados una base de identidad, a partir de la cual se establezca la diferencia, no hay pensamiento.

Entre tautología y contradicción


Todo pensamiento real, es decir, todo conocimiento, está situado entre estos dos límites extremos. Todo aserto consistente contiene en su fórmula, a la vez, la identidad (1) y la diferencia (0), suponiendo siempre, ya una base de diferencia sobre la que se afirma la identidad, ya una base de identidad sobre la que se afirma la diferencia. Por eso la comparación (por mucho que el pueblo la llame “odiosa”, entre personas) resulta el instrumento imprescindible de la comprensión, como decía Ortega. Porque toda proposición informativa corresponde a un acto intelectual subjetivo o a un cambio creativo en el dinamismo de la realidad. La posición de un electrón es relativa a su conocimiento. El universo también tiene historia. Los términos sólo viven por la fuerza de la cópula cuyo contenido comprensivo es nada, cuyo contenido extensivo es todo.

El pensamiento se construye entre aquellos dos absolutos de la tautología y la contradicción, de la identidad y la diferencia, del dogmatismo y el nihilismo. Cada vez que juzgamos reconocemos el bien y el ser y a la vez reconocemos que el mal, el hueco, la nada, ya estaban ahí, en el propio sentido del lenguaje que habitamos, antes de que nosotros pensásemos o dijésemos algo.

No podemos ir más allá, no podemos por ejemplo, como pretendería la “parafísica”, si no la he entendido mal, decir que la Identidad es diferente de la Diferencia; ni podemos decir como pretendió Hegel: que la Diferencia y la Identidad son idénticas, pagando el precio de disolver la mutua interdependencia de ambas categorías meta-lógicas a favor de una instancia totalitaria superior a ambas (y que además se confunde en el mismo nivel de lenguaje con las primeras: en todo caso, en ese otro nivel de lenguaje, la identidad y la diferencia serían Idénticas y no Idénticas...).

Miserias del nominalismo y del panlogismo


El pluralismo radical, asociado a cierto nominalismo, que niega la identidad en la diferencia, acaba dando al traste con la inteligibilidad de lo real, tendría por tanto que callar y limitarse a contemplar la singularidad irreductible a especie, tendría que inventar un nombre para cada cosa, cada cosa que ni siquiera es cosa, porque se esfuma su identidad en cuanto la nombramos.

Pero el panlogismo (todo es razón) de la identidad también destruye la posibilidad de la ciencia y del pensamiento, al desconocer lo otro que la razón (la figuración: la imaginación y la acción) en el mismo acto de entender. El panlogismo de la identidad absoluta tendría que callar porque sólo tiene un nombre, sólo un concepto, y no hay juicio significativo con un solo término.

Hay por tanto que limitarse a reconocer la imposible disyunción en absoluto de la identidad y la diferencia, pues en lo intelectual, como en lo moral, la verdad, como el bien y la belleza, no podrán, no podrían existir sin un coeficiente relativo de contradicción interna. Sólo se nos ofrecen en grados (1).

(1) Sobre este asunto puede también verse mi artículo: “Dialéctica de la plenitud”, Revista de Filosofía, Univ. Complutense, nº 24 (2000), completado en http://www.adamar.org/archivo/i_epoca/num4/pag44_27.htm
Adamar nº 1, Primavera del 2001.


1 comentario:

  1. En la masaenergía tenemos lo que es idéntico y diferente a la vez. Es el misterio de la Unidad de la multiplicidad; que no la divide y solo la diferencia en grados de la misma naturaleza. Pero estas disquisiciones no van a ninguna parte si no se sabe relacionarlas al Par cognitivo y hemicerebral. O al par de opuestos sexual, y al de la vigilia y la oniria. O al par temporal-atemporal y aquello que los diferencia en grados de esa identica naturaleza.

    ResponderEliminar