lunes, 1 de junio de 2020

OCKAM Y BARCIA. Omnipotencia y panteísmo



Umberto Eco creó la figura del monje investigador

de su célebre novela El Nombre de la Rosa
a partir de la personalidad histórica y filosófica
de Guillermo de Ockam, la cual inspiró
la excelente película de Jean-Jacques Annaud (1986)

Metafísica y teología


Las marcas fronterizas entre metafísica y teología son a veces borrosas, como entre el dios (noûs) de Jenófanes y el Ser de Parménides, que pueden pensarse como principios análogos. De la idea que tenemos de Dios puede deducirse un orden real, y al revés, de la experiencia de los entes contingentes, objeto de nuestra experiencia, podemos inferir un cierto concepto de lo divino, como en el caso de las famosas Vías tomistas. 

La teología de Ockam acentuaba la dimensión todopoderosa del creador del orden cósmico, y esta idea es fundamental en su ataque al realismo de las ideas universales, es decir a la concepción de que las ideas pueden existir a parte rei, al margen de las cosas…


¿Por qué Ockham niega la existencia de los universales? Omnipotencia divina


Ockham no acepta el realismo de Guillermo de Shyreswood ni el de Pedro Hispano en el sentido de pensar que los términos generales signifiquen universales o características que las cosas podrían poseer en común. “Términos de segunda intención”, llama Ockam a los universales: especie, género, etc. Para Ockham todos los signos –sean naturales o convencionales- únicamente representan o refieren a cosas singulares, pues en el mundo no existen otras cosas que pudieran aquéllos significar. Es absurdo –sostiene- afirmar que un universal es algo que existe en una pluralidad de individuos a los que aplicamos un nombre común. Una de las razones que arguye en Summa Totius Logicae, I, 15, es la incompatibilidad entre la suposición de los universales como hombre, casa o perro, y el poder creador y destructor de Dios:

“Asimismo, si un universal fuese una sustancia existente en las sustancias singulares distinta de ellas[1], se seguiría que podría existir sin ellas[2], porque toda cosa anterior naturalmente a otra puede, por la omnipotencia divina, existir sin ella[3]; mas el consecuente es absurdo[4]. “Además, si fuese verdadera esa opinión, no podría ser creado ningún individuo, sino que preexistiría algo del individuo, ya que no todo él empezaría a existir de la nada si el universal que existe en él existió antes en otro. Por la misma razón se seguiría que Dios no podría aniquilar un individuo sustancial sin destruir los demás individuos[5]. Porque, si destruyese un individuo, destruiría todo lo que es de la esencia del individuo, y, por consiguiente, destruiría ese universal, que está en él y en los demás, y entonces no permanecerían los demás al no permanecer sin una parte suya, cual se dice que es ese universal...” 

 El énfasis de las cursivas es mío. Así pues, y según Ockam, no debe de existir lo que Dios en su suprema omnipotencia no pueda libre y voluntariamente destruir, tales serían las ideas.

Dios, Suma Originalidad y razón universal

El político, lexicógrafo y filósofo onubense Roque Barcia Martí (1823-1885), en la línea del nominalismo epistemológico afirma que en la portentosa generación de criaturas que nos circuye por todas partes, no se hallarán dos formas iguales. Un cuidadoso análisis las puede distinguir. Dios fue original en todo; Dios es la Suma Originalidad.

Sorprende que alguien que refiere así a Dios recibiese durante su vida una sesenta excomuniones por su panteísmo de impronta krausista: 

“El pensamiento de Dios se encarnó en el misterio del universo, en la generación de todos los seres, en la armonía de esa naturaleza que nos asombra”. 
Roque Barcia Martí - EcuRed
Roque Barcia Martí. Su obra El progreso y el cristianismo, en la que trabajó durante diez años
fue quemada públicamente por heterodoxa y le costó un primer exilio en París. 

Concebía Barcia a Dios, muy al modo estoico, como razón universal y Lógos: “palabra sublime que se formula en los labios de la gran armonía”.

Roque Barcia profesaba una fe incombustible en el progreso y porvenir de la humanidad, así como en la libertad humana. Tampoco renunció a un cristianismo sui generis que Menéndez Pelayo calificó de “protestantismo liberal”, a pesar de que Barcia afirmó: “No quiero la razón helada de Lutero ni de Calvino” (1855). Entre sus méritos como filólogo hay que destacar el primer Diccionario General Etimológico de la Lengua Española.


Notas


[1] Por ejemplo, si existiese la “humanidad” como aquello que comparten todos los seres humanos, o “la belleza” como esencia universal de la que participan (methexis) las cosas bellas.
[2] O sea, que existiría la belleza al margen de las cosas bellas, o la humanidad con independencia de que existiesen hombres. En efecto, existe la idea de dionosaurio, su definición en los diccionarios, aunque los dinosaurios particulares hayan desaparecido.
[3] Esta es la posición que asume el agustinismo al aceptar que los universales preexisten como ideas seminales en la mente de Dios, formas generales previas a la creación del mundo, una concepción heredada por Hegel.
[4] El "consecuente", o consecuencia en este caso, sería que existiera la Humanidad antes de que existiesen hombres, o la Belleza antes de que existan entes bellos.
[5] Es por tanto la omnipotencia divina lo que hace imposible la existencia del universal. No debe de existir lo que Dios no pueda voluntariamente destruir.




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