lunes, 26 de abril de 2021

BUENISMO SOCRÁTICO

Atlas de Filosofía, Alianza Editorial, 2002. Varios autores, pg. 36.

EL BIEN ES LA SALUD DEL ALMA; EL MAL, SU PATOLOGÍA

PREGUNTA

Parece ser que Sócrates pensaba que todo vicio es el resultado de la ignorancia y que ninguna persona puede desear el mal. Por favor, ¿podría explicar los fundamentos racionales de esta creencia?

RESPONDO

Esa creencia supone una antropología optimista y una concepción "sanitaria" de la acción buena. 

En efecto, el bien es para Sócrates armonía interior del alma, imprescindible para salvaguardar la salud mental; y el mal, por el contrario, es desarreglo y desarmonía, y por eso equivale a enfermedad de la mente, el mal es algo patológico, un padecimiento, una enfermedad. La mente (psyché) es lo más importante y valioso del ser humano, por lo tanto, nadie en su sano juicio querrá desarreglar o enfermar su alma o psique. Por consiguiente, sólo el ignorante, que no sabe cuál es la acción justa ni se conoce suficientemente a sí mismo, obrará mal a sabiendas. 

El malo, el delincuente, el criminal, es por consiguiente un imbécil moral, un equivocado, y para curarle de su enfermedad la mejor terapia o cura será la educación (paideía), la  educación ética como filosofía a la vez teórica y práctica, pedagógica, como formación del carácter (êthos, de donde "ética"): hacerle ver al imbécil dónde está el bien y hacerle comprender que el bien siempre conviene, para que deje de ser imbécil y se comporte como un buen ciudadano. Tal formación exige conciencia de los propios límites, auconocimiento, siguiendo el mandamiento apolíneo: "Conócete a ti mismo".

Por eso Sócrates dedica toda su dialéctica, su arte de la discusión o mayéutica, a discutir la naturaleza de la virtud o de la excelencia (areté) y él mismo se considera un "terapeuta de la mente", un cuidador de almas. 

El problema del valor de la acción se resuelve así en el problema racional del conocimiento de la virtud (intelectualismo moral), ya que nadie -salvo quizá el loco- sabiendo cómo hacer las cosas bien, es decir conociendo lo que es justo, las hará mal, es decir obrará injustamente.

Esta concepción, llamémosle "buenista", supone la inclinación natural del ser humano al bien. En cierto sentido, el "buenismo" u "optimismo antropológico" limita la libertad humana: ser sabio significa saber qué es lo mejor que podemos obrar en cada caso para llevar una buena vida o un bien vivir (eu-zeîn), y si sé qué es lo bueno, mi voluntad no es libre de escogerlo, sino que lo escogerá obligatoriamente, pues no es natural que quiera hacerme daño a mí mismo y destruir lo mejor de mí volviéndome de-mente. 

Todo cambia con el cristianismo, que incorpora una concepción más amplia y también más dramática de la libertad individual. "Veo el bien, sé como hacerlo, hago el mal" -sentenciará San Pablo. O sea, que los seres humanos ¡podemos obrar mal a sabiendas!, con mala intención, he ahí el concepto de lo diabólico, que nada tiene que ver con el demon socrático. Lo diabólico será lo que desune y pierde moralmente a los hombres.

Algunos autores han insistido en el "socratismo" de las últimas palabras de Jesús en la cruz cuando pide al Padre que perdone a quienes le están martirizando "porque no saben lo que hacen".

Cuestiones para la discusión y reflexión:

¿Nadie puede hacer el mal a sabiendas?
¿Es siempre el malvado un loco, un demente?
¿Qué es la intencionalidad? ¿Qué papel juega en el derecho penal?
¿En qué casos es la locura un eximente de la pena?
¿Exime la ignorancia de responsabilidad moral?
¿Qué significa en derecho penal la "enajenación transitoria"?

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