lunes, 15 de marzo de 2010

El credo de Delibes (1920-2010)

Es oportuno rendir aquí un sentido homenaje a la gran figura de las letras españolas recientemente desaparecida. Un "cazador novelista". Y también una magnífica persona y un notable pensador. Un hombre que no quiso abandonar nunca el campo en el que, rodeado de la fauna y flora de Castilla la Vieja, pasaba, seguramente, sus mejores ratos, al aire libre; no quiso abandonar su tierra para acudir a la "corte", donde los humanos se encharcan tan fácilmente en la vanidad de lo superfluo e innecesario.

Ya sabemos que el verdadero credo de la Ilustración es el progresismo, la creencia en el progreso de la humanidad, resultado en parte de la secularización del concepto teológico de providencia. Pero ¿qué es el progreso? Toda fe produce sus fanáticos, sus conversos unilaterales e intolerantes. ¿No puede tener también valor el regreso, tanto como el progreso, la recuperación de lo bueno, si esto ha sido perdido u olvidado? La innovación puede ser estupenda, quién lo duda, puede mejorar la vida de los humanos, pero ¿no hay innovaciones que empeoran las cosas, que vuelven la vida más insaluble, adocenada y estéril? Y la conservación, ¿no hay buenas costumbres que merecen ser conservadas? ¿Y la conservación del medio ambiente, de la pureza de las aguas, del clima? ¿No resultan esas conservaciones imprescindibles, más que valiosas?

El 25 de mayo de 1975, con motivo de su ingreso en la Real Academia Española, Miguel Delibes pronunció un discurso que sigue siendo una formidable llamada de atención sobre el rumbo equivocado del "progreso" (El mundo en la agonía, Círculo de Lectores) y sus efectos perversos, sobre todo cuando el progreso es entendido como dominación, consumismo y explotación de la Naturaleza. A ese discurso pertenecen estas palabras que ofrecemos aquí para su estudio, discusión y comentario:

"El verdadero progesismo no estriba en un desarrollo ilimitado y competitivo, ni en fabricar cada día más cosas, ni en inventar necesidades al hombre, ni en destruir la Naturaleza, ni en sostener a un tercio de la Humanidad en el delirio del despilfarro mientras los otros dos tercios se mueren de hambre, sino en racionalizar la utilización de la técnica, facilitar el acceso de toda la comunidad a lo necesario, revitalizar los valores humanos, hoy en crisis, y establecer las relaciones hombre-naturaleza en un plano de concordia.
He aquí mi credo y, por hacerlo comprender, vengo luchando desde hace veinticinco años. Pero, a la vista de estos postulados, ¿es serio afirmar que la actual orientación del progreso es la congruente?
Si progresar, de acuerdo con el diccionario, es hacer adelantamiento en una materia, lo procedente es analizar si estos adelantamientos en una materia implican un retroceso en otras y valorar en qué medida lo que se avanza justifica lo que se sacrifica. El hombre, ciertamente, ha llegado a la Luna pero en su organización político-social continúa anclado en una ardua disyuntiva: la explotación del hombre por el hombre o la anulación del individuo por el Estado. En este sentido no hemos avanzado un paso".

Miguel Delibes se refiere en su discurso a lo que llama, en expresión cinegética, los efectos "culatazo" del progreso, para advertirnos que "el desarrollo humano [el actual] no es sino un proceso de decantación del materialismo sometido a una aceleración muy marcada en los últimos lustros. Al teocentrismo medieval y al antropocentrismo renacentista ha sucedido un objeto-centrismo que, al eliminar todo sentido de elevación del hombre, le ha hecho caer en la abyección y la egolatría".

2 comentarios:

  1. que hombre mas interesante. gracias por incluirlo en tu blog. si solo lo escuharamos atentos todos!

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