Eros. Carrete ático c. 470-450 a. C. |
“Platón, como si habitara fuera del tiempo, nos invita a crear mundos desconocidos capaces de convertir en habitables las cavernas en que vivimos”
Nieves Muñoz Muñoz. Los ecos del Banquete no escrito, Universidad Jaime I, 2010.
El famoso Symposion,
Convivium o Banquete, narrado por
Platón poco después de la fundación de su Academia en Atenas, hacia el 385 a. C., debió
de ocurrir hacia el 416 antes de Cristo. Cuenta una comida entre amigos. Los
comensales se reúnen para celebrar el premio conseguido por el anfitrión,
Agatón, en un concurso de tragedias.
Escogen el más bello de todos los temas de conversación,
deciden hablar del amor (Eros). O, como precisa Comte-Sponville[1] más bien “sobre el amor”,
porque es una cena de hombres y las confidencias no son su fuerte. Hablarán,
pues, sobre el amor en general, y no sobre sus amores reales y particulares.
Durante el banquete, en el que se beberá con moderación, se
escucharán siete discursos sucesivos, cada uno de ellos más interesante o
pintoresco que el anterior. Aunque le llamemos “diálogo”, en realidad El Banquete presenta una forma peculiar
dentro de la obra de Platón, sólo por inercia puede ser considerado un
“diálogo”, ya que contiene una serie de siete monólogos bien enlazados: el de
Fedro, el de Pausanias, el de Erixímaco, el de Aristófanes, el de Agatón y, por
último, el de Sócrates, al que seguirá, como una especie de coda en un registro
totalmente diferente, el discurso de Alcibíades, que llega tarde y
completamente borracho.
La tradición filosófica ha hecho sobresalir dos de ellos,
mientras que los cinco restantes, menos originales, repetirían lugares comunes.
La mayoría de los profesores de filosofía, salvo que sean especialistas en
Platón o hayan leído El Banquete
recientemente, no recordarán más que el contenido de los discursos de
Aristófanes y Sócrates. Éstos son los discursos que más han llamado la atención
y siguen llamándola.
Comte-Sponville se pregunta en Ni el sexo ni la muerte por qué de estos dos discursos, el del
poeta Aristófanes y el del maestro Sócrates, el gran público sólo recuerda el
primero. Esto es tanto más paradójico por cuanto, desde el punto de vista de
Platón, aunque el discurso de Aristófanes sea ingenioso y brillante (¡lo
escribe Platón!), es “falso, vano, engañoso, ilusorio” (Comte-Sponville). De
hecho, como es sabido, Platón expulsó a los poetas de su política ideal y
seguramente le guardaba rencor a Aristófanes por haber caricaturizado la figura
de su admirado maestro en una comedia bufa titulada Las nubes. Es imposible por tanto que Platón ponga en boca de
Aristófanes la verdad sobre el amor. El que dice la verdad sobre el amor es
Sócrates, portavoz cualificado, e imaginario –Sócrates había tomado la cicuta
hacía ya más de dos lustros- de los puntos de vista de Platón. ¿A qué se debe
entonces el que el gran público recuerde sobre todo el mítico discurso de
Aristófanes sobre los andróginos?
Aristófanes describe el amor tal y como nos gustaría que
fuera, tal y como lo soñamos, con poco rigor y mucho entusiasmo, y por eso no
nos cuesta recordarlo, mientras que Sócrates no describe el amor como nos lo
imaginamos, sino tal y como es: abocado siempre a la falta, la incompletitud, la búsqueda,
“y entregándonos por ello a la infelicidad o a la religión” (Comte-Sponville).
Como este amor resulta mucho más difícil y más exigente, lo olvidamos
rápidamente. El amor de Aristófanes nos ilumina sobre nuestras ilusiones
amorosas, especialmente la de hallar un compañero o compañera (una “media
naranja”) que nos complete definitivamente; pero el de Sócrates nos esclarece
sobre nuestras desilusiones y, con ello, también sobre la verdad del amor, hijo
de Penuria y de Ingenio y, por tanto, tan menesteroso como trabajador.
Dan ganas de picar de nuevo en el Banquete como en el último de COmte Sponville habrá que esperar a unas largas vacaciones...
ResponderEliminarMelodie, te doy las gracias por tus halagos y ánimos, ¡con casi dos años de retraso!, pero no he podido leer tu amable comentario hasta ahora. Prometo ver tus blogs y comentarte alguna cosa. Saludos cordiales.
ResponderEliminarMelodie, te doy las gracias por tus halagos y ánimos, ¡con casi dos años de retraso!, pero no he podido leer tu amable comentario hasta ahora. Prometo ver tus blogs y comentarte alguna cosa. Saludos cordiales.
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