domingo, 20 de enero de 2013

Ilusión y desilusión del amor

Eros. Carrete ático c. 470-450 a. C.

“Platón, como si habitara fuera del tiempo, nos invita a crear mundos desconocidos capaces de convertir en habitables las cavernas en que vivimos”
Nieves Muñoz Muñoz. Los ecos del Banquete no escrito, Universidad Jaime I, 2010.

El famoso Symposion, Convivium o Banquete, narrado por Platón poco después de la fundación de su Academia en Atenas, hacia el 385 a. C., debió de ocurrir hacia el 416 antes de Cristo. Cuenta una comida entre amigos. Los comensales se reúnen para celebrar el premio conseguido por el anfitrión, Agatón, en un concurso de tragedias.

Escogen el más bello de todos los temas de conversación, deciden hablar del amor (Eros). O, como precisa Comte-Sponville[1] más bien “sobre el amor”, porque es una cena de hombres y las confidencias no son su fuerte. Hablarán, pues, sobre el amor en general, y no sobre sus amores reales y particulares.

Durante el banquete, en el que se beberá con moderación, se escucharán siete discursos sucesivos, cada uno de ellos más interesante o pintoresco que el anterior. Aunque le llamemos “diálogo”, en realidad El Banquete presenta una forma peculiar dentro de la obra de Platón, sólo por inercia puede ser considerado un “diálogo”, ya que contiene una serie de siete monólogos bien enlazados: el de Fedro, el de Pausanias, el de Erixímaco, el de Aristófanes, el de Agatón y, por último, el de Sócrates, al que seguirá, como una especie de coda en un registro totalmente diferente, el discurso de Alcibíades, que llega tarde y completamente borracho.

La tradición filosófica ha hecho sobresalir dos de ellos, mientras que los cinco restantes, menos originales, repetirían lugares comunes. La mayoría de los profesores de filosofía, salvo que sean especialistas en Platón o hayan leído El Banquete recientemente, no recordarán más que el contenido de los discursos de Aristófanes y Sócrates. Éstos son los discursos que más han llamado la atención y siguen llamándola.

Comte-Sponville se pregunta en Ni el sexo ni la muerte por qué de estos dos discursos, el del poeta Aristófanes y el del maestro Sócrates, el gran público sólo recuerda el primero. Esto es tanto más paradójico por cuanto, desde el punto de vista de Platón, aunque el discurso de Aristófanes sea ingenioso y brillante (¡lo escribe Platón!), es “falso, vano, engañoso, ilusorio” (Comte-Sponville). De hecho, como es sabido, Platón expulsó a los poetas de su política ideal y seguramente le guardaba rencor a Aristófanes por haber caricaturizado la figura de su admirado maestro en una comedia bufa titulada Las nubes. Es imposible por tanto que Platón ponga en boca de Aristófanes la verdad sobre el amor. El que dice la verdad sobre el amor es Sócrates, portavoz cualificado, e imaginario –Sócrates había tomado la cicuta hacía ya más de dos lustros- de los puntos de vista de Platón. ¿A qué se debe entonces el que el gran público recuerde sobre todo el mítico discurso de Aristófanes sobre los andróginos?

Aristófanes describe el amor tal y como nos gustaría que fuera, tal y como lo soñamos, con poco rigor y mucho entusiasmo, y por eso no nos cuesta recordarlo, mientras que Sócrates no describe el amor como nos lo imaginamos, sino tal y como es: abocado siempre a la falta, la incompletitud, la búsqueda, “y entregándonos por ello a la infelicidad o a la religión” (Comte-Sponville). Como este amor resulta mucho más difícil y más exigente, lo olvidamos rápidamente. El amor de Aristófanes nos ilumina sobre nuestras ilusiones amorosas, especialmente la de hallar un compañero o compañera (una “media naranja”) que nos complete definitivamente; pero el de Sócrates nos esclarece sobre nuestras desilusiones y, con ello, también sobre la verdad del amor, hijo de Penuria y de Ingenio y, por tanto, tan menesteroso como trabajador.



[1] Ni el sexo ni la muerte. Paidós, 2012.

3 comentarios:

  1. Dan ganas de picar de nuevo en el Banquete como en el último de COmte Sponville habrá que esperar a unas largas vacaciones...

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  2. Melodie, te doy las gracias por tus halagos y ánimos, ¡con casi dos años de retraso!, pero no he podido leer tu amable comentario hasta ahora. Prometo ver tus blogs y comentarte alguna cosa. Saludos cordiales.

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  3. Melodie, te doy las gracias por tus halagos y ánimos, ¡con casi dos años de retraso!, pero no he podido leer tu amable comentario hasta ahora. Prometo ver tus blogs y comentarte alguna cosa. Saludos cordiales.

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