martes, 21 de abril de 2020

DESGRACIAS DE SÉNECA


Menosprecio de Corte

“Hágote saber que en la corte hay parcialidades antiguas, disensiones presentes, juicios temerarios y testimonios evidentes, entrañas de víboras y lenguas de escorpiones, malsines muchos, pacíficos pocos, a donde todos toman voz de república y cada uno busca la utilidad propia, todos publican buenos deseos y todos se ocupan en obras malas; y finalmente todos viven en extremo, que unos por avaricia arañando pierden la fama y otros como pródigos despeñan y pierden su hacienda”.

Antonio de Guevara. Libro áureo del emperador Marco Aurelio, Sevilla 1528.

El sabio en el ojo del Huracán del Estado 

Cuando murió Sexto Afranio Burro, austero militar y prefecto del pretorio romano, en el año 62, tal vez envenenado, el poder de Séneca se resintió. Nerón prefería a los peores, antes que a los mejores. Las malas lenguas le reprochaban a su preceptor un enriquecimiento personal, como si Séneca quisiera competir con el príncipe en la magnificencia de sus jardines, la gloria de su elocuencia y en el cultivo de la poesía, pues Nerón se las daba también de gran poeta. Decían que Séneca se mofaba de su modo de cantar. Nerón ya no era un niño, "¡que se deshaga de ese maestro!", murmuraban.


Séneca conocía esas calumnias y veía que el tirano le rehuía. Así que le pide audiencia. Agradece a Nerón los bienes con que le ha colmado, a él, caballero provinciano procedente de la lejana Bética. Afecta modestia, como buen orador. Se acusa a sí mismo de no haber rechazado tantos dones con que su discípulo lo ha señalado, tantos que han despertado la envidia y el rencor de muchos. Séneca le ruega auxilio, pues no puede soportar por más tiempo el peso de tanta fortuna mueble e inmueble. Sugiere que sea administrada por procuradores del César y añadida a los bienes de Nerón. A su edad, le basta con el estudio, el descanso y las ocupaciones domésticas en sus huerto y casería.

Nerón que, diga lo que diga el historiador Tácito, no tenía un pelo de tonto, le replica que debe a Séneca su educación y que gente con menores talentos se ha enriquecido más por menos servicios prestados a su imperio, ¡incluso libertos!… Si Séneca renuncia a sus bienes y se retira como privado y principal consejero del César, entonces la gente no hablará bien de Séneca, sino muy mal de la ingratitud y crueldad del emperador, “aunque tu desinterés te atrajera mil alabanzas, no sería en nada decoroso para un filósofo ganar la gloria a expensas de la reputación de un amigo”.

A estas palabras, que recuerda y recrea Cornelio Tácito (56-120) en sus Anales (XIV) añadió Nerón besos y abrazos, “ejercitado por el hábito de encubrir su odio con carantoñas hipócritas”, añade Tácito. A partir de ese momento, Séneca abandona la vida pública, se mueve poco por la ciudad, se recoge como si su salud y sus estudios y escritos le retuvieran en casa.

Durante los reinados de los tres últimos emperadores de la dinastía julio-claudia: Calígula, Claudio y Nerón, Lucio Anneo Séneca (4-65) fue uno de los senadores más admirados e influyentes. Entre los años 54-62 tuvo por pupilo a Nerón, y Séneca, senador, orador, filósofo y dramaturgo cordobés, gobernó de hecho el imperio ayudado por Burro. Lo hizo muy bien, como reconoció luego Trajano, pero el ejercicio del poder le granjeó tantos enemigos que tuvo que retirarse de la política en el año 62. Acusado luego de participar en la conspiración de Pisón contra Nerón, su antiguo alumno le condenó a muerte. Y le suicidaron.



Séneca ha pasado a la Historia de la Filosofía como uno de los tres grandes exponentes del estoicismo romano junto al liberto Epícteto (50-135) y al emperador Marco Aurelio (121-180). La influencia de sus epístolas y tratados en la historia del pensamiento español y universal ha sido inmensa.  

La afinidades del estoicismo con la moralidad y la metafísica cristiana son muchas: apathía o resignación, aceptación del fatum entendido como Naturaleza o providencialismo de la Voluntad de Dios, doctrina del Lógos o del Verbo divino, concepto del Dios oculto, concepción dramática de la vida moral, etc. 

La Edad Media estuvo muy interesada en una correspondencia apócrifa entre Pablo de Tarso y Séneca, inventada gracias al lazo del hermano de Séneca, Novato, adoptado por Galión, quien como procónsul de Acaya sí se entrevistó con san Pablo, inhibiéndose en un proceso de los judíos contra el Apóstol de los gentiles. La última de las catorce cartas, escritas en un latín decadente y sin nervio (tal vez del siglo IV), da por hecho la conversión de Séneca al cristianismo. Hace falta la inocencia medieval para creerse semejante bulo. 

No obstante, durante el Renacimiento, Séneca -como Sócrates- fue incorporado como oráculo ético al humanismo cristiano. No era difícil. Júzguese a la luz del siguiente texto deísta del viejo senador romano:

"Dios está cerca de ti, contigo en ti. Sí, Lucilio, en nosotros mismos reside un espíritu sagrado, al que no se oculta nada de cuanto hacemos, bueno o malo; y, al igual que le tratamos, nos trata. Nadie es honrado sin Dios: ¿podría alguien, sin su ayuda, triunfar sobre la fortuna? Él nos inspira las resoluciones grandes y animosas. En el corazón de todo hombre de bien 'reside un dios; no sabemos cuál'". Cartas a Lucilio, XLI, 1s.

Pero el dios de Séneca es la Razón del mundo natural (Lógos), no una entidad infinita, puramente espiritual y sobre-natural, igual que para Séneca el alma no es absolutamente distinta del cuerpo. En la espesura de los bosques encuentra Séneca la "idea de un poder divino"; en las grandes grutas, "un presentimiento religioso"; en la negrura y profundidad de los lagos, "un carácter sagrado". No obstante, en la última frase del texto anterior, Séneca cita a Virgilio (Enéida, VIII) para referirse a ese dios interior que tanta importancia tendrá en la intimidad religiosa de san Agustín. Calvino sintió gran admiración por Séneca. Erasmo publicó dos ediciones de sus textos y los comentario a Séneca del humanista belga Justo Lipsio tuvieron numerosas ediciones entre 1605 y 1652. Lipsio entendía las doctrinas de Séneca y Epícteto como un suplemento moral valioso para la fe cristiana, abriendo con ello la puerta a la religión natural y a la moral secular.

Debemos a María Zambrano una extraordinaria traducción y antología de sus textos: El pensamiento vivo de Séneca, memorable introducción al pensamiento del filósofo cordobés.



Antes que su ingrato discípulo Nerón, el megalómano narcisista y envidioso a más no poder: Calígula, ya había ordenado la ejecución del sabio hacia el año 37. Según el historiador Dión Casio, parece que fue una mujer, familiar del tirano, la que consiguió que el desequilibrado emperador revocara la sentencia, al convencer a Calígula de que Séneca, asmático y de salud precaria, moriría pronto de tuberculosis.

También su sucesor, el emperador Claudio, le condenó a muerte, si bien la pena se le conmutó por un destierro en Córcega, que duró ocho años. Se acusaba a Séneca de adulterio con Julia Livila, hermana de Calígula, delito muy inseguro. Más probable fue que la intrigante Mesalina, esposa de Claudio, le considerara un peligro, pues Séneca se había opuesto en el Senado a la entronización de su hijo Claudio.

En el 49 fue liberado de su exilio por la segunda esposa de Claudio y madre de Nerón, Agripina la Menor. Entonces Séneca fue nombrado tutor y consejero del príncipe (“cría cuervos y te sacarán los ojos”). Pero en el 59, Agripina, protectora de Séneca, fue asesinada por su hijo Nerón. Y entonces comienza la caída de Séneca, tal y como la hemos contado… No extrañe que el gran estoico escriba sobre la muerte: “No es materia de ningún mal, sino final de muchos males”. 

Aunque no hay evidencia de que Séneca estuviera involucrado en el asesinato de Claudio, sí que se mofó del viejo emperador en su obra satírica intitulada Apocolocyntosis divi Claudii («Calabacificación del divino Claudio»), en la que éste, tras ser deificado, termina, como mero burócrata en el Hades. La carta de Séneca al Senado donde justifica el asesinato de Agripina a manos de su hijo Nerón ha sido siempre vista como algo indecente. Ante otros actos de Nerón, como el asesinato de Británico (hijo de Claudio y Mesalina, su tercera esposa, y por tanto competidor al trono de Nerón) o el repudio de su primera esposa Octavia, Séneca siempre guardó un silencio que muchos han visto como cobardía e incluso aquiescencia. Se ha acusado a Séneca de haberse hecho cómplice del asesinato de Británico y de hipócrita por justificar mediante un discurso el asesinato de Agripina, pero no sabemos hasta qué punto estuvo obligado y amenazado por el poder para excusar a los verdaderos criminales.

Tácito nos describe la escena de los últimos momentos de Séneca con trazos que recuerdan la ejecución de Sócrates en el Fedón platónico, rodeado del llanto de sus amigos. Por mandato de Nerón, Séneca se abre las venas, pero la sangre espesa no corre. Toma cicuta, pero el letal veneno no le hace efecto. Por fin, fallece en un baño caliente.
Paulina, su esposa, quiso morir con él, se abrió las venas, pero fue salvada por orden de Nerón. La ejecución-suicidio de Séneca ha sido tema predilecto de escultores y pintores de todas las épocas.


Séneca, después de abrirse las venas, se mete en un baño y sus ...
Muerte de Séneca. Manuel Domínguez Sánchez, 1871. Museo del Prado

Maestro de la imperturbabilidad de ánimo y del humor sereno, su obra expresa también el tormento de una conciencia reflexiva que cultiva dentro de sí los principios de un incesante mejoramiento, pero, pues fue también cortesano, en un medio hostil, presidido por la ambición, la codicia, la lujuria y la más negras insidias y pasiones. Ecléctico ("Quidquid bonum est, meum est"), no desprecia las enseñanzas de otras escuelas distintas de la Estoa: pitagorismo, platonismo, aristotelismo, epicureísmo... 

Sus obras, sobre todo las Cartas a Lucilio, que datan de sus últimos años, componen un manual de dirección de la conciencia que en todo tiempo se puede leer con provecho. Su moralismo tiene una fuerza viva, penetrante, original, un modo propio de interpretar los grandes temas socráticos, explicándolos y aplicándolos con una gran habilidad para manejar las almas, aconsejarlas y guiarlas. Su filosofía no se basa en abstracciones, sino en la experiencia de la vida. Ningún filósofo anterior penetró tanto en el gobierno de la vida íntima. Si la excelencia práctica (areté, virtus) puede aprenderse, Séneca es su maestro, cuyas lecciones no envejecen. 

Nota bibliográfica

Bayet, Jean. Literatura latina, Ariel, Barcelona 1975.
Brun, J. El estoicismo. Eudeba, Buenos Aires 1977.
Biedma López. José. Interpretación de Andalucía, I, 3. "Socratismo andaluz y espíritu trágico", Gráficas Minerva, Úbeda, 1998.
Long, Anthony A. La filosofía helenística. Alianza, Madrid 1977.
Séneca. Tratados filosóficos. Cartas. Ed. de Fco. Montes de Oca, Porrúa, Méjico 1979.
Séneque. Lettres morales à Lucilius, ed. Hachetrte, París, 5ª ed.
Zambrano, María. El pensamiento vivo de Séneca, Losada, Buenos Aires, 1944.



2 comentarios:

  1. Estupendísimo. Completo y didáctico pero sin aire profesoral. Ameno. Y, como siempre en el autor, adornado con una prosa impecable. Gracias por compartir este trabajo.

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    1. Gracias por su atención. El librillo de Séneca-Zambrano que subrayé en los jardines del Partal de la Alhambra, me decidió a profesar en Filosofía.

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